Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Una noche nada más por PokeStand

[Reviews - 8]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Estaba nervioso. Se estremeció con disimulo.

Todos en la reunión eran ajenos a Rivaille, quien estaba debajo de la mesa entre sus piernas.

Hablaban, pero Eren no se concentraba en sus palabras. Tenía la vaga idea de que se preguntaban el paradero del cabo, pero no podía captar ninguna palabra más. Solo sentía el tacto de la lengua lamer con lentitud su miembro, lenta, siempre siguiendo el mismo recorrido. Apretaba los pies contra el suelo, los dientes, los puños sobre su regazo. No gimas, era todo lo que podía decirse. No gimas, que los demás no se den cuenta.

Pero Hanji lo observaba de vez en cuando como si supiera.

Todos estaban realmente enojados porque Rivaille no aparecía. Ella parecía divertirse, a pesar de que miraba a los otros con seriedad.

Eren dejó de prestarles atención rápidamente. Una mano le rozaba los muslos, percibía incluso a través de la ropa la suavidad con la que pasaba sus dedos por su cuerpo.

La lengua de Rivaille se movía de arriba abajo, corriendo la tela del pantalón constantemente, aferrándose de vez en cuando a las cintas de su pierna, tirando para abrirle más las piernas, mordiéndole la cintura por puro gusto.

Se volvió a estremecer, sufriendo el no poder ni siquiera abrir la boca. Era torturante estar de esta manera, sin embargo, el sentir que se consumía por dentro de placer era extrañamente exquisito.

Alguien le preguntó algo a él, pero lo ignoró. No entendían lo que ocurría, pero supo que Hanji sí, por lo que le clavó la mirada. Ella hablaba y todos comenzaron a irse, para dejarlos solos. Era todo extraño, como si él no fuera parte de ello, pero, una vez solos, podría dejar estallar el orgasmo tan deseado...

 

Eren suspiró y se dio vuelta. La cama era cómoda y no quería salir de ella, pero el aroma a panadería lo despertó. Su estómago reclamaba comida y se preguntó medio dormido cómo había llegado a su cuarto.

Se reincorporó, sentándose despacio para que no le molestara. Fue inútil, las punzadas de dolor le recorrían la columna cada vez que se estiraba. Ugh, no.

Había un té al lado suyo en una bandeja, en el suelo, junto a un trozo de pan con mermelada. De ahí venía el rico olor. Lo alcanzó y lo comió en un santiamén, con hambre. El té estaba tibio, pero dulce.

Recordó que había intentado llegar a su habitación, pero se desmayó en el intento. Alguien lo trajo a su habitación, supuso.

No lo podía creer. No se lo creía a sí mismo... todo lo que había ocurrido... que con todo lo que había ocurrido, todavía fuera capaz de estar erecto por un maldito sueño.

Por más que quisiera, y lo intentara de verdad, no podía sacarse de la cabeza la imagen de Rivaille con los ojos entrecerrados y la boca abierta alrededor de su... Espera, ni lo pienses.

Si seguía así, estaría más duro de lo que ya se hallaba. Pero necesidad era necesidad, por lo que pronto se encontró refregándose contra el suave edredón de su cama, con la cara hundida en la almohada por la vergüenza.

Tuvo que detenerse al oír que alguien llamaba a su puerta. Ah, qué ocurrente. Internamente, anhelaba con todo su ser que fuera el cabo. No obstante, se equivocaba...

Hanji entró a la habitación con pasos animados. Tomó una silla y se sentó frente a la cama de Eren, interrumpiendo su privacidad.

La chica le recordaba constantemente a un niño. Su forma de caminar, de moverse, de reaccionar ante las cosas. Parecía todavía una simple y pequeña niña, en un cuerpo de una mujer adulta con razonamiento impresionante. Como el de Armin, a quien consideraba una de las personas más inteligentes que había conocido.

Se quedó como escondido en la cama, la sábana hasta la nariz. No hacía frío, pero le daba vergüenza que hasta hace segundos había comenzado a masturbarse. Y Hanji había estado en el sueño que lo llevó a hacer eso.

- Hey, Eren, ¿Cómo pasaste la noche con Rivaille? -Preguntó, seguida por una risa al ver la expresión del menor.

- ¿C-como...? No, yo... -Intentó excusarse.

- Oh, lo sé. No eres el primero que cae así, aun recuerdo cuando yo estaba en tu misma posición... -Sonrió, pícara, dejando a Eren sin palaras.

¿Rivaille se acostaba con cualquiera? Lo primero que se le vino a la cabeza es una palabra, que Hanji pudo adivinar al instante.

- No es una puta. Pero, vamos, Eren, vine a hablar de otra cosa. Supongo que ya es hora de que alguien te explique las reglas básicas de la legión de reconocimiento.

- ¿Reglas básicas?

- Mira, solo quiero que tengas presente esta regla indirecta. No te enamores. -Su rostro se había puesto serio, pero duró un segundo antes de volver a su expresión de niña.

Eren estaba algo confundido. Era todo muy precipitado. No estaba entendiendo mucho, así que se sentó, aunque eso le causó dolor tanto en la espalda como cuando su erección rozó el lio que había en la cama.

- ¿Por qué vienes a decirme esto? Lo que... pasó con Rivaille... nadie debe saberlo. No fue nada.

- Lo sé, lo supongo... pero es un aviso, por tu bien.

- ¿Y por qué esa regla? ¿Por qué por mi bien?

- ¡Eren! Piensa un poco. Una pareja aquí no duraría. Las personas mueren todos los días, se los comen los titanes, sus equipos tridimensionales se les rompen en una misión, pierden partes del cuerpo, se invalidan... una persona enamorada no puede soportar eso. Tampoco luchar preocupado por otra persona, suena bastante cruel, pero es así. No se estaría perdiendo una sola persona cuando alguien muere, sino dos. ¡No es como si te fuéramos a echar ni nada de eso, Eren! Simplemente está mal visto. Como si fueras una especie de masoquista -Rió, inclinándose hacia adelante, esperando una respuesta con interés.

Se tomó su tiempo para procesar aquello. Después, sonrió algo forzadamente.

- No quiero que haya una equivocación, a mi no me gusta Rivaille... pero, gracias por el... err, consejo, supongo. -Bajó la vista, esquivándola.

- No es nada, es solo que siento curiosidad por las personas enamoradas, porque mira,...

- ¿Entonces tú te acostaste con Rivaille? -Preguntó sin darse cuenta que no la había dejado terminar hasta el momento en que lo hizo. Se avergonzó un poco por su curiosidad.

- Fue hace bastante, pero no cuenta si estábamos tan borrachos. Solo me acuerdo de un par de cosas -Le guiñó el ojo, y Eren creyó que iba a seguir hablando, pero para su sorpresa, calló.

Entonces, hizo un ruido como “oh” y carraspeó, algo incómodo.

- Oye, Rivaille no es una puta, si eso es lo que se te está pasando por la cabeza. -Repitió, en su defensa.

- N-no, yo...

- Parece frío, pero, ¿Sabes que es muy tierno? De vez en cuando tiene amantes. A veces me doy cuenta de quienes son, otras veces creo que no. En tal caso, siéntete especial.

Eren levantó la cabeza, que casi olvidó que había bajado, aunque sabía que tenía la cara cerca del color rojo. La miró y desvió nuevamente la vista.

- Fue cosa de una noche... nada más. -Dijo, mas nada le aseguraba que no volvería a ocurrir.

- Mira, haz lo que quieras. Lo mío con él fue de una sola noche, y hace mucho mucho, pero he oído que casi todos los amantes de Rivaille se enamoran de él. Aún nadie me ha dicho por qué, es un maldito obsesionado con la limpieza. Es un rarito, pero luego de un tiempo, lo llegas a adorar... pero sigo sin saber qué usa para enamorar. -Se rió, al mismo tiempo que Eren palideció.

Porque en parte, sabía cuál era la respuesta. Tenía su teoría, qué era lo que podía llegar hacer que cualquier persona siguiera al lado del cabo de una manera íntima, y no estaba pensando en sexo. Quizá, solo quizá, se enamoraban de su sonrisa.

Y la imagen de la sonrisa del cabo más serio vino a su mente. Era sutil, y al mismo tiempo sugerente; decía que estaba lo suficientemente relajado como para regalarte una sonrisa, de compartir un instante de felicidad contigo.

- Eso, eso es exactamente lo que veo en los enamorados -Observó Hanji. Su tono era el de siempre, la mezcla de emoción y curiosidad. No obstante, ella no estaba sonriendo. Parecía un tanto preocupada.

- No, solo estaba... tengo mi teoría de por qué tuvo amantes que se enamoraron de él... -respondió, por primera vez pudiendo sostenerle la mirada.

- ¿Ah, sí? ¡Dímelo! -exclamó, por poco saltando del asiento.

Eren sonrió. Porque, por el momento, era SU secreto.

- No.

- ¡Eren!

- No puedo... -mintió.

- ¡Eren, como tu superior te ordeno...!

Se rió, ahora encontrándose más suelto, más calmado. Petra ya no estaba, pero Hanji era buena compañía cuando no estaba de ánimos, porque ella, sin querer, lo contagiaba de su buen humor.

La discusión continuó, Hanji casi suplicando por la respuesta, Eren insistiendo que tenía que dormir, un tonto y evidente pretexto para no tener que contarle.

Todo terminó con un “ya lo averiguaré”, y ella se marchó, dándole una gracia simpática que lo ayudó a conciliar el sueño sin problemas.

 

Eren se encontró paseando cerca de la habitación del cabo Rivaille. Iba a ir al baño, nada fuera de lo común, pero algo lo hizo desviarse del camino. Pasar a saludarlo, por ahí, se decía.

Sin embargo, al pasar se quedó en el umbral, ya que oyó una discusión.

Rivaille, inconfundible, y... ¿Erwin?

Se quedó observando la puerta de madera. No era de su incumbencia, pero sus piernas no le hacían caso, miedoso de hacer ruido y ser descubierto, así que se quedó ahí plantado, escuchando.

“...solo un maldito esguince. Déjalo.” Dijo Rivaille.

“Algún día vas a necesitar la ayuda de los demás, de verdad, y yo no te la voy a dar. ¿Por qué eres siempre tan orgulloso? Te estoy tendiendo una mano y...”

“No lo necesito. Erwin, no necesito tu ayuda. Déjame en paz, limítate a hacer tu trabajo. ¿Cómo está el caso del titán hembra? ¿Han descubierto quién diablos es?” La voz del cabo sobresalía en sarcasmo. Sonaba enojado, lo que era extraño, ya que nunca parecía demostrar emociones en general.

“No cambies de tema. Si quieres saber algo relacionado con la titán hembra, ve con Hanji. Rivaille, como que te vea parado, y te juro que haré que te aten a la cama. No se trata de tu esguince, eres el soldado más importante, necesitamos que estés habilitado para la próxima batalla. No creas que te estoy ofreciendo mi ayuda por años anteriores, lo hago porque es mi deber.”

“Deja de mentir porque aun me doy cuenta que te preocupas. Demasiado, para mi gusto. No lo hagas, y no estás aquí precisamente por lo de mi pierna...”

Alguien chasqueó la lengua, molesto, no pudo saber quién. Fue audible, eso fue todo. Alguien se acercó a la puerta, enojado, y Eren levantó el puño para simular que estaba por tocar, para cuando abrieran.

“Me largo.” Y se notaba a leguas que Erwin estaba a punto de maldecirlo.

Mientras la puerta se abría, Eren logró oír un bajito “...celoso” mascullado por Rivaille. Pero probablemente había oído mal y lo había dicho una vocecilla muy en el fondo de su cabeza. ¿Celoso? Eso no importaba ahora, no con la expresión del capitán Erwin.

Reprimió un escalofrío al ver su mirada fría como el metal filoso de sus armas. No dijo absolutamente nada, solamente se marchó.

- Ah, lo siento si interrumpo algo...

Se había disculpado tarde, porque el rubio ya se había ido. Cuando el sonido de sus botas desapareció, Rivaille lo miró.

- ¿Hace cuanto estás ahí fisgoneando, mocoso?

- P-perdón, de verdad, yo...

- Hice una pregunta.

- Apenas escuché.

Rivaille se encontraba sentado en la cama, la espalda apoyada en un montón de almohadones que dedujo que otra persona había puesto ahí. Lo quieren, pensó Eren, y mucho. Vagamente se preguntó si el cabo lo sabía. Tenía un vendaje simple, imperceptible en el pie.

- Quizá debería explicarte la situación aquí. -Rivaille no lo miraba. Se acomodó, atento a la nada en la ventana, como si eso fuera lo más interesante del lugar y, al mismo tiempo, su expresión era de puro aburrimiento.

- ¿A qué se refiere? -Inquirió, sentándose en la punta de la cama.

- Los soldados tienen amantes. Mucha gente necesita amor.

Eren se sorprendió y pestañeó tontamente. Esa frase le parecía bastante extraña saliendo de él.

- ¿Usted necesita amor? -Preguntó tontamente.

- Yo necesito sexo.

Oh, eso había sido directo. Rivaille seguía sin mirarlo. Eren se sintió levemente usado, pero después se acordó de la noche que había pasado y comenzó a pensar con deseo en repetirlo. Sacudió la cabeza, como si quisiera que sus recuerdos se esfumaran y lo dejaran pensar con claridad.

- Te daré un consejo de superior. No...

-...te enamores -terminaron de decir ambos al unísono.

- Hanji me lo dijo.

- ¿Cuándo? -Preguntó, mirándolo con el ceño un fruncido otra vez.

- Hace unas horas, vino a conversar...

- Ojalá su habilidad de descubrir con quién me acuesto se transformara en un maldito plan para atrapar al titán hembra. Sería más útil de lo que crees.

Se quedaron en silencio. Esta vez, el menor era quien le prestaba atención al árbol de afuera. Movía sus hojas cerca del vidrio, agitándose para dar aviso de la tormenta que estaba por llegar. El viento era muy fuerte, parecía que iba a dejar pelado al árbol de su hermosa cabellera verde, fresca y natural. Eren se preguntó si habría los mismos árboles afuera de las murallas. Armin le había dicho que su abuelo le contó de un rumor, de plantas y de árboles de todo tipo y tamaño. ¡Había árboles de hojas rojas! En alguna parte, le estaban esperando. Esperaban su descubrimiento. Eren Jaeger algún día llenaría la tumba de su madre de hojas de árboles rojos y flores de todo tipo de tamaños y colores.

En cambio, Rivaille había decidido otra cosa muy importante. Quería a Eren en su nuevo equipo en la tropa de reconocimiento. Lo quería cerca, lo necesitaba cerca, quizá porque le recordaba a todos los demás. Poseía lo que había encontrado en sus anteriores compañeros.

- Eren... -El aludido lo miró- ¿Hay café?

- ¿Uh? No...

- ¿Té?

- Eso creo... ¿Quiere que... le traiga uno?

Rivaille iba a ordenarle que lo hiciera, pero la discusión con Erwin lo distrajo en sus pensamientos. Al final, negó con la cabeza. Erwin estaba enojado y tenía la esperanza de que no se metiera con Eren por asuntos que le eran ajenos al chico. Pero trató de ser franco, así que le contestó:

- Mejor no. Si Erwin te ve, probablemente te diga algo y no quiero que me terminen acusando de acoso a menores o algo parecido por lo que pasó en una noche nada más.

- Si me permite preguntarle... ¿Qué tiene Erwin que ver en todo esto?

- A Erwin le molesta que tenga sexo con otras personas, solo porque en el pasado nosotros lo hacíamos. Como que digas una palabra y no tendré ningún problema en experimentar si lo que tienes en los pantalones se te vuelve a regenerar. Apuesto a que no, ya que los titanes no tienen órganos reproductores.

El castaño asintió rápidamente. No es como si fuera a decirlo abiertamente, no contaría un secreto que no le pertenecía, mucho menos si no tenía caso hacerlo. Aún así, el asunto le daba curiosidad, y al mismo tiempo, no quería ni imaginárselo. Sin que le dijera nada, Rivaille continuó hablando.

- No es amor lo que me tiene... un odio y celosía se formó al pasar tantos años compartiendo situaciones hostiles y terribles... creo que esa sería la mejor manera de explicarlo.

- Pero eso es por parte de él... ¿Usted lo quiere? -Eren ladeó la cabeza, sin comprender esa clase de amor, o de odio, o lo que fuera.

- No más de lo que podría apreciar a un viejo compañero.

Su respuesta alivió un poco a Eren. No es como si se estuviera dando esperanzas, para naaada.

El silencio no llegó a caer a la habitación porque fue interrumpido nuevamente por el viento. Rivaille sintió como si el cielo le gritara que quería llorar, pero no lo hacía. Observó con desinterés la cortina agitarse por una corriente de aire frío que entraba por el vidrio mal cerrado.

- Cierra bien la ventana.

El chico obedeció, sin ninguna queja. Eso lo complacía. Alguien que solo se quejaba cuando era necesario, que gritaba las verdades en el momento menos esperado, que era de libre albedrío de corazón, aunque no de cuerpo.

Tenía más en común con Eren Jaeger de lo que se había puesto a pensar.

Él volvió a la cama y Rivaille le dijo que también cerrara la puerta, y le trajera una manta, ya que la corriente de aire lo había destemplado. No emitió comentario alguno, mucho menos objeción.

Regresó con la manta y se arrodilló a su lado, sobre la cama. Le cubrió los hombros con cuidado, acomodándosela con ternura. El cabo no dijo nada, ni un agradecimiento. Agarró la manta como si fuera su acostumbrada capa verde de reconocimiento, protegiéndose con ella del frío y de varios de sus propios recuerdos nostálgicos y tristes. El clima de tormenta le hacía pensar en viejos tiempos, no precisamente buenos, tampoco malos. Reposó su cabeza en el hombro de Eren, quien ni se había terminado de acomodar a su lado. Parecía que siempre irradiaba calor, algo que le agradaba, poniéndolo cómodo.

Rivaille odiaba el frío. Era el momento del año donde la lucha se volvía más difícil; la comida escaseaba más rápido, el abrigo solía ser insuficiente y complicado de transportar, los miembros entumecidos por las heladas de afuera de los muros a veces impedían el libre movimiento. Moría más gente. Si algo odiaba Rivaille eran las muertes.

Eren era caliente. Más allá del término que podía darle su sucia mente, de su joven cuerpo bien entrenado y su cara de niño inocente, le parecía un chico estufa. No era friolento como él, sino que siempre estaba a gusto con una camisa y la chaqueta en los entrenamientos en los días más fríos. Y ahora, era agradable poder estar cerca de él y olvidarse del mal trago que le causó Erwin con sus celosas escusas pusilánimes.

Mientras tanto, el menor moría de nervios. A Rivaille le importaba un comino, tan solo anhelaba un instante rememorando con nostalgia esas viejas noches donde realmente no le importaba enamorarse. Sus primeros días como soldado, animado, esperanzado en una guerra contra seres a los que creía firmemente que podía vencer. Aún lo cree, mas ahora lo hace de manera realista.

El castaño terminó por apoyar también la cabeza sobre la del superior. Sin dejar de mirar por la ventana, porque quería seguir viendo el cielo a punto de estallar en gotas. Aún no ocurría.

Rivaille se separó, haciendo que el otro se pusiera firme.

Eren pestañeó cuando todo se vio oscuro. Rivaille era una persona que actuaba muy rápido. Se había equivocado al afirmarle que era una persona impulsiva, pues no era cierto. El mayor pensaba siempre lo que hacía, todo estaba fríamente calculado. Y rápido. Siempre rápido. Casi le hacía pensar que sí era una persona impulsiva...

En un segundo levantó la manta, usándola para taparle la cabeza y atraerlo hacia él. De repente, se vio envuelto bajo el abrigo, sus labios contra los del cabo.

Correspondió con ganas, tanto había ansiado por el sabor de sus labios, por un instante de pasión consumada, consumida y constatada.

Eren sabía lo que ocurriría ahora. Lo harían, como tanto quería, tanto que su anhelo había traspasado su inconsciente para hacerlo soñar con aquello. Se sentía más libre, o quizá la palabra era liberado: Rivaille era la persona más libre que conocía. Él, al ser el mejor soldado, podía salir de las murallas cuando quisiera, alegando que era parte de una misión, o simple exploración. A Eren le hubiera encantado tener ese poder, mas se fascinaba con la sola idea de que alguien pudiera... de que pudiera ser libre.

Quería ser libre, como Rivaille. Con Rivaille.

Quería permanecer para siempre en ese momento de libertad, donde su cuerpo reaccionaba solo a las sensaciones que ni él mismo podía comprender.

Quería entregarse a la pasión, y el resto del mundo, mientras estuviera con él, no tendría importancia.

Se equivocaba. Sí tenía importancia.

Alguien, inoportuno, irritante, molesto, interrumpió, golpeando la puerta. Eren gruñó, con la boca pegada a la del mayor.

Rivaille pareció complacido de esa muestra de impaciencia y en un segundo lo volteó, aplastando su pecho contra la cama mientras se sentaba arriba.

- Callado -Chitó, dirigiendo la mirada a la puerta-. ¿Quién es?

- Yo.

- Vete, Erwin -su tono no era para nada amable-. No lo diré otra vez.

- Solo vine a avisarte que nos vamos para la ciudad. La Policía nos citó a los tres.

- En 20 minutos estaré allí -bufó.

- Preferiría que sea antes.

Rivaille iba a responder, pero sabía que si guardaba silencio su compañero se marcharía. Efectivamente, Erwin se fue rápidamente.

- 15 minutos -le murmuró a Eren en el oído.

El joven se quedó sin palabras, dividido entre decirle que se fuera y dejarlo continuar. No necesitó pronunciar ni una palabra, porque al segundo sintió los dedos tanteando su trasero por adentro de sus ropas. No se quejó, por el contrario: se hundió en las sábanas y se quedó a su merced.

La cama de Rivaille olía igual que la vez anterior, rico, perfumado y limpio, como el propio cabo. Era dulce olerlo cuando lo estaban complaciendo, además de que le recordaba constantemente lo que había sucedido la noche anterior.

- Agh... -se tapó la boca.

Se quejó al sentir el miembro de su superior entrando en él. Era tan bueno sentir su calor, pero al mismo tiempo estaba aterrado. Si Hanji llegara a impacientarse y se le ocurría venir a insistirle, los descubrirían. Ella era más atrevida y capaz de entrar sin respeto por la privacidad.

Pensara en lo que pensara, mordiera la almohada o no, los ruidos se le seguían escapando. Rivaille estaba siendo más bruto por la limitación del tiempo, aunque no se quejaba justamente de eso. De hecho, le gustaba más salvaje, así.

Entre las ganas que había tenido de hacerlo de nuevo con él, la adrenalina de ser descubiertos y la rudeza pasional, Eren no podía mantener sus gemidos adentro.

De repente, Rivaille le tapó la boca con el pañuelo que siempre llevaba puesto en el cuello de la camisa, atándole la boca. Eso amortiguaba los sonidos, pero hizo que a Eren le fuera más difícil continuar conteniéndose.

La saliva se le escapaba y le corría por la barbilla. Le dio vergüenza, mas no hizo nada más que aferrarse a la almohada, sintiendo las estocadas más fuertes en su parte trasera. En su interior, quiso gritar y gemir cuanto le diera la gana, pero no correspondía ni al lugar ni a la ocasión. No correspondía en ningún lugar ni en ninguna ocasión, pero si algo odiaba era sentirse restringido.

Pero con Rivaille era completamente otra cosa.

Era como un juego, donde el estar perdiendo no era cosa mala. De todas formas, terminaba recibiendo, y mierda que sí le gustaba. Rivaille lo controlaba, lo llevaba al límite, lo provocaba siempre que podía. Como en ese momento, cuando deslizaba los dedos por su espalda, haciendo que su cuerpo se estremeciera. Eran simples toques, pero sabía dónde era sensible, qué podía hacer para excitarlo.

Se dejó llevar a sabiendas de que debían hacerlo rápido. No tardó demasiado en acabar, su gimoteo oyéndose a pesar del pañuelo.

Hubo algo, lo que lo puso más caliente. Oír la respiración acelerada del otro en su oído lo ponía loco, logrando que se sonrojara más, si eso era posible. Sentir el líquido cálido en su interior también lo dejó con ganas seguir, cosa que no podía ser.

Rivaille se tomó un minuto para suspirar y arreglarse.

Eren le devolvió su pañuelo húmedo, sin mirarlo por la repetida vergüenza. Nunca lo tomó.

- Lo quiero limpio para cuando vuelva.

Eren bajó la prenda, aun sin levantar la cabeza.

- ¿Cuándo volverán? -Inquirió, hablando en plural como quien quiere quitarle importancia al asunto.

- Para mañana en la noche deberíamos estar de vuelta, al amanecer siguiente como muy tarde. Eso, si las cosas no se complican. No puedo saberlo -dijo, terminando de vestirse.

Eren, terco, no lo miraba. Rivaille lo obligó a verlo, tomándolo del rostro.

- ¿Qué? -Susurró, todavía con las mejillas de color.

- Eso me pregunto yo -lo soltó, sentándose a su lado.

- ¿No tenías que irte? -parpadeó, incrédulo.

- Solo voy a repetirte algo, por si no quedó en claro. Separa en dos tus sentimientos: los de tu corazón y los de tu pene. Los del corazón aquí no sirven -explicó, hostil.

Después, lo besó.

¿Cómo carajo pretendía que lo separara si entonces lo besaba como si lo amara, como si fuera a extrañarlo cada hora que estuviera lejos, como...? Como todo el amor que le ponía Eren.

Porque era obvio, al menos para sí mismo, que ya se había enamorado hace tiempo.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).