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Aquella Vacía Habitación por Hakuren

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Notas del capitulo:

Disclaimers: Katekyo Hitman Reborn no me pertenece. Pertenece a su hermosa creadora Akira Amano.

 

Muchas gracias a todas las personas que comentaron y me agregaron a favoritos =') las quiero carajo... espero que les guste el cap de esta vez.

CAPITULO 2:

 

No había nada. No habían camas, ni mesas, ni sofás, ni ropa, ni comida, ni dinero y ni siquiera había alguna nota que le explicase porque su casa estaba vacía. ¡No había ni polvo!... y entonces, vino a él aquel deseo hecho pregunta que tenía hace algún tiempo: ¿al fin su padre lo había abandonado?, y desde lo más profundo de su ser se respondió con un “ojala y así fuera”.

 

Pero siendo realistas, él sabía que eso no podía ser posible. Debía tratarse de alguna clase de tortura por parte de su progenitor, tal vez quería ver si sobrevivía al abandono, o quería que conociera la “soledad” y la “desesperación”, o probablemente sus acciones no poseían razón de ser, y solo lo hacía por diversión. Nunca lo sabría.

 

Camino hasta la cocina para comprobar si había agua; abrió la llave y suspiro aliviado, al menos no moriría de sed. Una vez que la cerró, se recargo en la pared y se deslizo suavemente hasta el piso.

 

Estaba preocupado porque no tenía ni la menor idea de que iba a comer hasta que le pagaran en su nuevo trabajo. Probablemente tendría que ir a buscar fruta al bosque… últimamente en su vida todo se resumía a ese bendito bosque en el que en serio terminaría viviendo si las cosas seguían así.

 

Aun con estos perturbadores sentimientos, y conforme el frío de la madrugada crecía, sus pensamientos cesaron y su mente cayó en un profundo sueño. Aquella noche, como en tantas otras, no había tenido ningún sueño, y solamente cuando volvió a abrir sus ojos sintió como si saliera de un mar negro.

 

Gracias a su reloj de pulsera, sabía que eran más o menos las seis de la mañana; tal vez habría dormido una o dos horas. Ese día tenía que ir a su escuela, pero no había hecho ninguna tarea… e incluso ¡no había encontrado su maleta o su uniforme!, y la verdad tampoco tenía ganas de ir. El simple hecho de tener que ver a sus compañeros lo deprimía y, a la larga, era otra de las tantas cosas que lo iban a volver loco. Pero debía hacerlo, tenía que ir y poner su cara allá, tenía que enfrentar sus problemas y a su vez también a las personas que lo molestaban.

 

Iría con ropa de calle, no importaba. No tenía lápiz o papel, pero tampoco importaba. Después de todo, ¿Qué era lo peor que podría pasarle si lo hacía?, sus profesores lo odiaban, sus compañeros también lo hacían; ninguno estaba dispuesto a ayudarle ni ahora ni nunca, estaba solo y así seria, algunos lo ignorarían, otros lo molestarían, y ¿Qué importaba lo que el dejara o no de hacer, si al final era lo mismo de siempre?

 

Se disponía a salir, así mugriento y hambriento como estaba, cuando de pronto, logro divisar algo que colgaba de la ventana: era… la maleta y el uniforme. Y no solo eso, cuando el castaño se acercó y bajo las cosas que pendían del hilo en donde estaban colgadas, se dio cuenta de que había una nota.

 

– “Espero que te diviertas en las próximas semanas, Tsuna” – ¡Oh, sí que lo haría!... él no iba a rendirse tan fácilmente ante los abusos de su padre, y por su propio bien, se lo demostraría.

 

Se puso rápidamente el uniforme y salió de su casa asegurándose de dejar bien cerrada la puerta. La calle a esa hora permanecía solitaria y pacífica, allí solo lograba romper el silencio una inesperada ráfaga de viento.

 

Su mente se mantenía en blanco mientras recorría las calles de aquella ciudad que sinceramente no conocía. Nunca se había dado cuenta de las cosas que había pasado por alto pero que ahora podía ver claramente: Un nuevo edificio por allí, una nueva campaña  publicitaria al otro lado, tal vez uno o dos árboles nuevos…  ¿Era realmente necesario que se quedara solo para poder mirar verdaderamente el mundo que se extendía delante de él? y aun mas ¿realmente estaba viendo lo que debería ver?, probablemente encontraría esa respuesta antes de lo imaginado... pero sea como fuere, allí estaba él, divagando inútilmente en pensamientos extraños.

 

Ahora debía correr si no quería llegar tarde, tendría que hacerlo hasta que por lo menos lograra divisar aquel edificio blanco con ventanas y puertas de cristal al que llamaban institución o colegio, una vez lo hiciera al menos sabría que ya no le faltaba tanto por recorrer.

 

Pero, ¿A quién engañaba?... su mente lo seguía torturando, seguía trayendo hasta él esa desesperación de que tuviera que volver a ver a aquellos estudiantes que irónicamente, pese a la blanca institución, poseían corazones más negros que la noche misma. Sinceramente, si no hubiera sido por la paciencia tan infinita que tenía, nunca más hubiera vuelto para verles las caras.

 

Pero no todo era malo, había una persona, entre todas aquellas “malvadas”, que al menos lo ayudaba de vez en cuando… era tal vez, una especie de compañero. Tenía blanco cabello y ojos violetas, no sabían mucho el uno del otro, y tampoco hablaban tanto como para poder concluir alguna cosa; aun así, de una u otra forma lo ayudaba, le colaboraba con sus deberes, y hasta de vez en vez, le daba ánimos para seguir adelante.

 

– ¡Byakuran! – Para su disgusto, nuevamente se había sumergido en pensamientos sumamente innecesarios, pero el lado bueno es que al menos de una u otra forma, ahora se había encontrado con la persona que estaba hace unos momentos en su mente.

 

– Oh~ Tsunayoshi, veo que no fui el único que se levantó tarde esta mañana.

 

– Yo no me levante tarde… es solo que me distraigo fácilmente.

 

– Claro ~ – Le contestaba este sonriéndole.

 

Dando la conversación por terminada, lograron entrar justo a tiempo a su salón. Tomaron su respectivo asiento, y se dispusieron a atender la clase… o eso quería hacer Tsuna, pero definitivamente no podía, tenía hambre y sueño, quería simplemente saltar por la ventana y desaparecer, desintegrarse, dejar de existir aunque sea por un momento...

 

Alguien está tocando mi cabello, lo hace delicadamente, amorosamente. Puedo ver que está sonriendo, me gusta, me encanta esta sensación que siento cuando lo hace, me hace creer que estoy completo. ¿Quién es?... toco su rostro, abro más mis ojos y veo el color azabache de su pelo “¿Reborn?” “¡Tsuna!”.

 

– ¡Tsuna! – Despertó, y se dio cuenta de que Byakuran lo estaba llamando en voz baja para evitar que el profesor lo regañase, pero ya era demasiado tarde, ese ser extraño que pretendía enseñarles algo ya estaba frente a él.

 

– Sawada Tsunayoshi, ¿es que le aburre tanto mi clase que prefiere dormir? – decía mientras señalaba con una peligrosa regla al chico.

 

– N-no, yo…

 

– Silencio. Esta es una advertencia, la próxima vez que pretenda dormirse en mi presencia, háganos un favor a todos y salgase del salón antes de hacerlo.

 

– S-sí señor. – De todos modos no es como si pudiese contestarle otra cosa, así es que nada más debía resignarse a ser humillado en público, con el peso de más de saber que había sido su propia culpa.

 

Cuando las clases al fin terminaron, y era el receso de medio día, se fue lo más rápido que pudo del salón. Tenía muchas cosas que pensar sobre el sueño que había tenido… y es que él no se explicaba cómo podía tener semejante visión de una persona que reciben había conocido. Es más, él no lograba entender como era que había podido sentir todo aquel amor al verlo.

 

– Oh no… ¿Es que acaso me gusta? ¡Si solo ha pasado un día! – Se lamentaba el pobre. Y por estar en ello, no se había dado cuenta de que alguien lo miraba entre las sombras de la desolada azotea.

 

– ¡Sawada! – Y allí estaba nada más y nada menos que una de las principales personas que se dedicaba a hacerle la vida imposible en aquel antro de mala muerte.

 

– Rei… – Ninguna cosa que tuviera que ver con esta persona podría ser buena en algún sentido. Debía escapar de allí.

 

Aunque le doliera admitirlo a más de uno, él era un chico naturalmente bello, con pestañas largas, cabello rubio oro y unos ojos avellana de infarto, ¿Para qué pedir más?, la mitad de las chicas morían por este ser, e incluso algunos pocos chicos también. Sin embargo, contrario a lo que todos pudieran pensar, este muchacho con aspecto de ángel era la encarnación del mismísimo demonio.

 

– Pero no pongas esa cara, esta vez no he venido a pegarte… o por lo menos no lo hare mientras tu no me provoques.

 

–… ¿Qué quieres? – Iba a morir, estaba seguro de ello. Él sabía que le iba a pedir alguna cosa imposible de realizar, luego se burlaría, y finalmente lo golpearía.

 

– Veras, hay una mocosa muy insistente que no me ha querido dejar la vida en paz últimamente…

 

– Yo no tengo nada que ver con eso, no sé qué quieres que haga pero esto me suena mal, n-no lo hare.

 

Y pasó lo que el pobre castaño esperaba que pasara: Rei puso su acostumbrada cara de matón, le agarro el cuello de la camisa y lo estampo contra la pared lo más fuerte que pudo.

 

– Tsk, escúchame joder, necesito que te hagas pasar por mi novia y así me ayudas a quitármela de encima.

 

– Q-Qu… – Estaba en un completo estado de shock, ¿Acaso había escuchado bien?, ¿Novia?, hasta donde el recordaba era un chico, uno que no tenía como plan de vida andarse travistiendo por ahí como si nada. – No. Definitivamente no, no lo haré, estas enfermo.

 

– ¿Cómo me estas llamando? – El muchacho transpiraba ira a lo largo de todo su ser, tanta, que agarro fuertemente el cabello del menor y empezó a jalar de él hacia el centro de la terraza. Por supuesto, con una acción tan blanda jamás calmaría aquel terrible sentimiento, así que le dio un par de puños en la cara y una patada en el abdomen que dejaron a Tsuna al borde del ahogamiento.

 

–… – Había tenido algo de valor cuando le estaba llamado “enfermo”, pero definitivamente ser golpeado no le ayudaba mucho a mantenerlo, y lo que era peor, en un inútil intento de amortiguar el dolor, prácticamente se había hecho una bolita en el piso. La palabra patético se quedaba muy corta para describirlo.

 

– Hay una fiesta dentro de dos semanas, en la cual se reunirán varias familias ricas y otras eminencias, por supuesto, yo estoy invitado. Desafortunadamente, esa niñita también lo está… así que, siéntete honrado, iras conmigo. – Dicho esto, se dio la vuelta y se fue de ahí.

 

Paso un momento antes de que pudiera al menos volver a respirar con naturalidad. Aun no podía creer semejante abuso por parte del rubio; era cierto que incontables veces lo había golpeado, o lo había encerrado en su casillero, o le había dejado cosas desagradables en su escritorio, pero ¿Esto? ¿Vestirse de mujer?... el consideraba que ni siquiera se parecía a una, pero bueno, después pensaría que hacer.

 

Calmo sus pensamientos y se paró cuidadosamente. Se disponía a abandonar el lugar, cuando la puerta se abrió, y de ella apareció ese chico de ojos violetas.

 

–… Voy a matar a ese bastardo. – Dijo este apenas le vio el rostro todo magullado. Y era que aquel chico de blancos cabellos nunca había tolerado que siquiera le pusieran un dedo encima al castaño, pero era claro que él nunca se dio cuenta de ello.

 

– ¡N-no! yo estoy bien, por favor no hagas nada innecesario. – Siempre le decía lo mismo en esos casos, pero es que sin importar que, no quería que nadie resultara lastimado y menos por culpa de él.

 

– ¿Acaso quieres que me quede de brazos cruzados otra vez? ¡NO! – Era raro verlo perder la calma, puesto que era del tipo de personas que parecía tener todo bajo control, todo planeado y en el orden deseado.

 

Tan molesto. Ellos dos no tenían nada que ver el uno con el otro, y aun así Byakuran siempre estaba allí, tratando de acercarse a él... Oh… entonces era eso. Se había dado cuenta de que en algún punto, puso una barrera impenetrable hacia alguien que no merecía tal desprecio de su parte.

 

– Yo estoy bien, así que cálmate. – Le dedico una sonrisa, tal vez la primera desde que se conocían.

 

No respondió, le era imposible hacerlo; en vez de ello lo abrazo, siempre había querido hacerlo.

 

– ¿B-Byakuran?

 

–… – Hizo aún más fuerte el acto, pero también era consciente de que no podían estar así para siempre. –Toma, comete un masmelo. – Lo acerco despacio a su boca, casi como si no quisiera que se lo comiera, para al final empujarlo a través de ella y que chupara sus dedos. Ah~ una vista digna de los dioses.

 

– ¿Mm…? – Preocupación, nerviosidad y preocupación. No sabía que era peor: si estar rojo por la vergüenza de estar en una situación así, o si estar terriblemente decepcionado de que no fuera Reborn el que le hiciese aquello… Agh, al final él también había terminado siendo un enfermo.

 

– Ho~ Tsunayoshi, eres muy cruel conmigo, pones una cara tan linda que no es para mí… ¿En quién piensas? – pregunto mientras retiraba delicadamente sus dedos.

 

–Y-yo… yo n-no… – No podía hablar, este era casi que su tercer shock del día.

 

–… Ah~, vamos a la enfermería para que hagan algo con tus heridas. – Lo tomo de la mano y partieron de allí.

 

Una vez estuvieron frente a su destino, tocaron la puerta y esperaron a que la encargada les diera la señal de paso. Aquella enfermera llevaba allí un par de meses, y si mal no recordaban  se llamaba Bianchi; por supuesto, ellos ya habían entablado amistad con ella, esto era porque Tsuna se la pasaba casi que cada dos días allí metido para que le atendieran los golpes que sus compañeros le proporcionaban. Se escuchó un ligero “pase”, y entraron.

 

Ella era, por describirla en una sola palabra, seductora: figura alta y delgada, una cara de muñeca, cabello largo de un color entre el rosa y el castaño. Por supuesto, lo que tenía de belleza física, moría en su interior; era agresiva, incomprensiva, impaciente, y hasta preparaba unos remedios de dudosa procedencia que no hacían más que enfermar a los pacientes que venían a buscar una supuesta cura.

 

– Tsuna… ¿Otra vez?

 

– Si… pero esta vez no es tan grave como lo fue la vez pasada

 

–… ¿Cuándo vas a defenderte?

 

– Eso empeoraría las cosas. – Era inútil, ya habían tenido esa conversación miles de veces. Y no es que él no hubiera pensado alguna vez en hacerlo, hasta lo había deseado miles de veces; pero no podía, si lo hacía, su padre se las cobraría peor por manchar el nombre de la familia. Un momento, esa persona ya no estaba, ya no existía en su mundo, entonces… libertad, su corazón sintió esa alegría tan grande que le sobrevenía, aquella punzada que hacia tanto tiempo atrás estaba buscando. Tal vez ahora, si sería capaz de defenderse.

 

Cuando al fin le termino de atender sus magulladuras, dio las gracias y se fue de allí junto a su, ahora, amigo. Ya no había ningún motivo para regresar a clases a esas alturas, así que decidieron irse. Llegados a este punto, Byakuran de pronto lo invito a su casa, era una lástima, quería seguir reflexionando sobre esa nueva amistad que le sobrevenía, pero hoy no podría, puesto que tenía que alistarse para llegar a su nuevo trabajo, una situación que lo emocionaba en demasía de hecho.

 

– Lo siento, no podré ir a tu casa hoy… tengo que hacer otras cosas. Nos vemos luego ¿Si? – Le dijo, prácticamente corriendo hacia algún otro lugar.

 

– ¡Espera!... ¿Tsunayoshi? – Era demasiado tarde, ya se había marchado.

 

 

La luz de los faroles y de los ocasionales autos que pasaban se distorsionaba a través de los finos hilos de la lluvia, creando así un ambiente hermoso y tranquilo. Desafortunadamente, Tsuna había llegado a su trabajo antes de que iniciara semejante espectáculo. Aunque al menos así, no se había mojado.

 

Una vez que Reborn le hubo entregado su uniforme de mala gana, lo había echado prácticamente a patadas de su oficina. Dicha acción  había lastimado muy en el fondo al castaño, por eso le era más que necesario repetirse mentalmente una y otra vez que “era mejor así”. Y es que él tenía mejores cosas de las cuales preocuparse en lugar de estar martirizándose por el desprecio de alguien que acababa de conocer, como por ejemplo, el hecho de que desde ayer su estómago no tuviera más que agua. Había intentado encontrar comida en el camino, pero era inútil, parecía que los pocos árboles de su ciudad no producirían nunca nada más allá de las hojas que vestían.

 

Resignado entonces a subsistir un poco más en sus condiciones actuales, se colocó el gran overol negro que era su nueva ropa, y tomo una escoba para empezar a trabajar. El tiempo corría, y mientras lo hacía, experimentaba el mayor de los silencios que hubiera podido imaginar alguna vez. Este transmitía, en palabras sencillas, un aire de grandeza que conectaba a todas las cosas existentes; pero por extraño que pareciese, él podía sentir que no pertenecía a ese todo… a decir verdad, era algo un poco aterrador.

 

– ¡Tsuna-san! – Gracias a Dios que Gokudera lo había llamado, sino, probablemente aquella soledad lo habría llevado a pensar cosas que solo lo dañarían más.

 

– Gokudera-kun, hola.

 

– Al final Reborn-san no le presento a ninguno de los otros empleados… a decir verdad, hoy estaba un poco molesto – Decía un preocupado peli plata casi a modo de susurro.

 

– ¿A-Ah sí?... ¿puedo preguntar por qué? – No quería admitirlo, pero pese a todos sus pensamientos anteriores sobre la irrelevancia de los actos del azabache, si estaba bastante interesado en saber porque carajos lo había tratado tan mal cuando el no había hecho nada malo…

 

– No sabría decirle con certeza, pero creo que es debido a una mujer…

 

– Y-ya veo – Claramente este había sido un golpe muy duro para el castaño, era como volver a la realidad: aquel sujeto era bien parecido, con una actitud guay; era obvio que sería famoso con las mujeres. Y bueno, igual tampoco es que le importase tanto...

 

– ¿Se siente bien? Lo noto un poco decaído…

 

– Ah jajaja, no te preocupes, es solo que no dormí bien anoche – Una sonrisa falsa, odiaba hacer eso, pero no quería darle una mala impresión a Gokudera, y además era también su manera de protegerse.

 

– Si usted lo dice entonces está bien. – Contesto este más tranquilo. – Ahora sí, he de dejarlo Tsuna-san, tengo que seguir con mi trabajo.

 

– ¡Oh! Está bien, que te diviertas. – Y una vez se despidieron, él también siguió con sus deberes.

 

Nuevamente el silencio, ¿Qué estaría haciendo Reborn en estos momentos? ¿Estaría cantando? Realmente quería volver a escucharlo… que inútil era tratar de alejarlo de sus pensamientos. Bueno pues, una pequeña escapada de sus labores no le haría mal alguno a nadie. Dejo la escoba a un lado, y se encamino hacia el salón donde se ubicaba el bar, y por ende, el escenario.

 

Allí, como Tsuna lo había esperado, estaba aquel muchacho de las graciosas patillas en forma de espiral. Entonaba una melodía un tanto ¿Oscura, triste, depresiva? Algo como eso; pero sin importar que sentimiento estuviese transmitiendo, esa persona nunca dejaba de verse sexy. Esperen un momento, ¡¿Sexy?! ¿Qué clase de pensamiento era ese? No podía creer bajo ningún motivo que el viera a un hombre en… ESA forma.

 

Invadido por la desesperación y la vergüenza como estaba, no se dio cuenta de que esos oscuros ojos que lo habían cautivado desde que los vio, cosa que se había negado una y otra vez, lo estaban observando. Cuando al fin se percató de ello, casi muere de un infarto el pobre chico; salió corriendo tan rápido como pudo, a sabiendas de que de hecho, su vida dependía de ello.

 

Gracias a Dios que ya eran las tres y podía irse “tranquilamente” para su casa. Así que sin esperar nada, se quitó su overol mientras seguía corriendo, lo medio guardo en su maleta, y salió de una buena vez por la puerta trasera. Pero es que la noche tenía otros planes, y al parecer, o se mojaba o se quedaba en el establecimiento hasta que escampara, porque claro, su inepto padre ni sombrilla le había dejado.

 

Llegados a este punto, se calmó un poco y pensó mejor las cosas que estaba haciendo. ¿Por qué corría? ¿Acaso pensaba que el azabache iría detrás de él? ¿Que lo perseguiría? Siendo sinceros, eso era poco probable; en vez de eso al día siguiente lo regañaría por estar perdiendo el tiempo y nada más. Con esto claro, se dispuso a entrar de nuevo y esperar un rato, hasta que…

 

– Oye vaca estúpida, ¿Has visto a Tsuna? – Era la voz de él, la de Reborn.

 

– ¡Oh Señor, oh Dios! – Susurraba desesperadamente. Escapar, debía volver afuera y escapar de allí; y es que ¡vamos! la lluvia no era tan mala. Claro que su jefe tampoco lo era pero… es que tenía mucha pena de mostrarle su cara después de esos pensamientos que había estado teniendo sobre él últimamente.

 

Por esa razón, ahora se encontraba corriendo de nuevo en medio de los implacables reflejos del agua. Lastimosamente, como era típico en él, tropezó con una pequeña piedra y cayó de cara al suelo.

 

–… mierda – Se levantó un poco adolorido, dispuesto a continuar. Pero no podía, había alguien frente a él con una sombrilla.

Notas finales:

Bueno, actualice antes de lo pensado porque ya tenia bastante del segundo capitulo adelantado cuando publique el primero... pero esta vez del tercero si no tengo nadita jajaja, asi que de nuevo les pido que tengan paciencia por favor =).


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