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Aquella Vacía Habitación por Hakuren

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Notas del capitulo:

Disclaimers: Katekyo Hitman Reborn no me pertenece. Pertenece a su hermosa creadora Akira Amano.

 

De nuevo muchas gracias a todas las chicas que me han apoyado :3, y perdón por la tardanza >.<, no me demore tanto como habia esperado, pero al fin y al cabo me retrase. De todos modos tengan paciencia conmigo =) Gracias.

CAPITULO 3:

 

Cada vez más gotas de lluvia cubrían su rostro, se enredaban en sus pestañas y se deslizaban por su cabello, lo hacían con un tacto suave que le provocaba cosquillas, algunas de ellas hasta adquirían el color de la luz que en ellas se reflejaba, era una danza que le mostraba la vida. Pero él en ese momento no la veía, sus ojos estaban preocupados observando al hermoso sujeto vestido de traje.

 

– Realmente eres inútil hasta para caminar. – Su tono era frío y cortante.

 

– R-Reborn… ¿-san? – Infinita vergüenza que no lo dejaría descansar en paz nunca. – ¡No me caí!... es que… e-es que… de pronto vi algo lindo que me gusto y yo… y yo… – Que fracaso, no era ni bueno para inventarse una excusa, y como si fuera poco ya estaba más rojo que quien sabe qué.

 

– Estabas viéndome cantar. – Le extendió su paraguas con una mirada indiferente, pero detrás de esa mascara, el azabache lo veía como un pobre gatito mojado, era gracioso.

 

– ¡N-no! digo, sí. ¡Perdón, no volverá a suceder!

 

– ¡Ah!, no te preocupes por eso. Siempre y cuando cumplas con tu trabajo puedes verme todo lo que quieras. – Vale, eso había sonado raro viniendo de él, puesto que se la había pasado toda su vida construyendo una reputación de chico distante y cruel. Extrañamente, tampoco se arrepentía de decirlo.

 

–… M-muchísimas gracias.

 

– Vamos, te llevare a tu casa. – Le extendió su mano al pequeño para dirigirlo hasta su choche, lo que él no imaginaba, es que sería terriblemente rechazado.

 

– No, gracias. – Contesto el castaño mientras le dedicaba una enigmática mirada. No quedaba rastro alguno de su anterior nerviosismo y esto sorprendió a Reborn.

 

– ¿Estas negando mi ayuda? – Era el colmo… quería hacer la buena acción del día por un mocoso inútil que nada tenía que ver con su vida, y este lo despreciaba.

 

– Lo siento mucho. – Dijo mientras hacia una amplia reverencia, y continuó: – Aprecio su ayuda, pero me temo que he de volver solo. Buenas noches Reborn-san. – Y sin más, se fue corriendo nuevamente de ese lugar.

 

No es que a Tsuna no le encantara la idea de que lo acompañara, es más, lo deseaba, pero… por algún motivo no quería que Reborn, de todas las personas, viera en la situación en que estaba viviendo actualmente. Y así mismo, tampoco le gustaba que de la nada empezara a preocuparse por las opiniones que aquel sujeto tuviese de su persona. No los quería, no quería que esos sentimientos nacieran en él… por el amor de Dios, ¡Que hasta hace prácticamente dos días lo había conocido!, entonces ¿Qué? si esto era así apenas conociéndolo, ¿Qué pasaría entonces en las semanas o meses que vinieran? No quería ni pensar en eso.

 

Más bien, huiría, escondería sus sentimientos como si fuera secreto de estado y lo haría así siempre que pudiera… pero ¿Realmente quería hacer eso? Soledad o compañía, felicidad o tristeza, luchar o rendirse. ¡Si solo tuviera a su madre!, podría pedirle ayudas y consejos.

 

– Mamá… – La extrañaba, ella había sido la luz de su vida, y ahora nunca más volvería a verla. Ya no tenía a quien comunicarle sus sentimientos, ya no tenía nadie que se preocupara por él como ella lo hacía. Tal vez si aún viviera, podría llegar a casa a contarle como su corazón se había rendido a las relaciones humanas, y tal vez ella le hubiera dado palabras de ánimo para que siguiera adelante y… y ahora no quedaban más que amargas lágrimas.

 

En esos instantes, mientras corría hacia su hogar, en la calle que había dejado unos momentos atrás, aun se encontraba aquel azabache mirando hacia el infinito, preguntándose qué era lo que había acabado de pasar.

 

– Mocoso idiota. – Estaba de un malgenio que ni el mismo se aguantaba… y es que de la nada apareció el niñato y cuando quiso acordarse el 90% de sus pensamientos eran sobre el castaño. Mal, muy mal, eso no podía estarle pasando justo a él, símbolo de deseo por excelencia de las mujeres.

 

De mala gana guardo la sombrilla y subió al auto. Una vez al volante, empezó a recordar lo malo que había sido su día: se había levantado para encontrarse con un montón de llamadas perdidas y mensajes desesperantes de una caprichosa mujer que no lograba entender que lo de ellos dos había acabado hace rato; y además, en el transcurso de la tarde, ESA había decidido que su insistencia a distancia no era suficiente, sino que se había atrevido a ir personalmente a su trabajo a amargarle la existencia. Y lo peor, es que cuando él le volvió a decir por quinta vez que lo dejara en paz, se puso a hacerle show al frente de su amado negocio… simplemente imperdonable. Si esa mujer se atrevía a seguirlo molestando, empezaría a mover unos cuantos hilos y la mandaría bien lejos de él, al otro lado del mundo, eso o definitivamente la iba a desaparecer del mapa.

 

Las calles pasaron una tras otra, todas oscuras y vacías, y antes de darse cuenta, ya había llegado a su casa: una impresionante mansión plagada de los jardines más fantásticos que alguien alguna vez hubiera podido soñar. Había árboles y flores exóticas por doquier, fuentes de puro cristal, y una cantidad de pequeños lagos aquí y allí. También tenía un complejo de edificios, igualmente de cristal, que se repartían entre invernadero y piscina. Todo esto estaba acompañado de una iluminación tan delicada, que creaba un perfecto balance de texturas y materiales.

 

Cuando entro, tiro por ahí su abrigo y la sombrilla, se desnudó como pudo mientras caminaba hacia el baño, y lleno la tina. Definitivamente necesitaba relajarse un rato, olvidarse de tantas molestias. Y allí, sin darse cuenta, se encontraba pensando en el mocoso inútil… es que era tan torpe, tan tierno, y tan nervioso, y tan... tan extraño. La última vez que lo vio, el pequeño castaño había dejado de ser todo eso, y se había convertido en alguien fuerte, decidido, calculador; simplemente no se lo explicaba.

 

Solo dos días habían pasado desde que lo había contratado, pero realmente se había interesado en él desde el primer momento. Tal vez era por esa extraña dualidad que presentaba, tal vez era porque le daba curiosidad conocer el pasado de un niño tan marginado, tal vez era todo eso y más; pero por ahora, no lo sabría con certeza.

 

–… Mocoso inútil. – Estaba claro que hoy la vida lo quería joder, sino fuese así, no estaría pensando tanto en esa persona. De mala gana se secó y se dirigió a su habitación, donde sin pensarlo dos veces, se acostó y se durmió de una buena vez.

 

A diferencia de Tsuna, que nunca soñaba nada en particular, Reborn siempre soñaba alguna que otra cosa relacionada a algo de su vida, como por ejemplo, aquel camaleón que tenia de mascota y al que llamaba Leon, o también se veía a él mismo cantando en su bar a un público invisible; algunas veces recordaba, otras no. Esta mañana era una de esas últimas, en las que por más que intentaba recrear las escenas, no podía ver nada más que imágenes sin ningún orden o sentido.

 

Su día paso con más calma de la que hubiera anhelado tener dadas las situaciones actuales: ni una llamada de su acosadora fiel, ningún escándalo, sus trabajadores al fin comportándose como personas competentes… que aburrida que era su vida.

 

Para el azabache ya nada tenía ningún sentido, ni su mansión, ni su trabajo, ni su dinero, ni las personas que conocía, ni su vida misma; ya nada valía para él, y tal vez por eso sus canciones siempre eran tan carentes de emoción alguna, y de hecho, le sorprendía que la gente aun siguiese alabándolo, parecía que no se estaban dando cuenta. Aunque tampoco es como si Reborn deseara que lo hicieran y lo ayudaran… ayuda… un término que no estaba en su lista de cosas que quisiera recibir de otra persona.

 

De esta manera pasaron un par de días, en los cuales no había visto ni por asomo a Tsuna; Sabía que este estaba trabajando, pero por alguna razón siempre lo lograba evitar a la perfección, y de todos modos, no era como si a él le importara mucho verlo.

 

– ¿A quién engaño? – Se hablaba a sí mismo el de las patillas en espiral. – Estoy aburrido, quiero verlo, no sé porque, pero lo veré.

 

Como sabía que por más que le siguiera la pista, este siempre escaparía, decidió esperarlo ocultándose en el casillero que estaba en frente del que le correspondía al pequeño. Tendría que pasar por ahí sí o sí, y cuando lo hiciera, lo atraparía. No podía haber ningún fallo en un plan tan básico.

 

Cuando al fin pudo ver su espalda, Reborn no cabía de la emoción que lo empezaba a embargar. ¿Emoción? ¿Él? que buena broma. Pero muy en el fondo sabía que no lo era, y que esa sonrisa tonta que se dibujaba en sus labios en esos momentos, era la más honesta que alguna vez hubiera podido tener.

 

– Mocoso, esta vez no te me escapas. – Salió triunfante, como el gran jefe que era, y aun así la alegría se le borro en menos de un segundo al ver la carita del pequeño.

 

–… – Tanto que se había esforzado para que el mayor no lo viera de esa forma, para que no viese su horrible rostro, y ahora él estaba ahí, mirándolo con una expresión aterradora en sus ojos.

 

– ¿Quién fue el bastardo que te hizo eso? – Era inaceptable ver lo que estaba viendo: una serie de rasguños y moretones cubrían su piel, uno de sus ojos estaba completamente cubierto (no quería ni imaginarse como estaría debajo de las vendas), y lo peor, toda una cortada que pasaba desde su sien hasta la parte baja de su mejilla. Era más que seguro que esto último iba a dejar una cicatriz cuando se curara. Pero al parecer eso no era todo, a lo largo de todo su cuerpo tenía heridas similares, y hasta un dedo entablillado. Al parecer, el subnormal que le había hecho eso, se había divertido mucho torturándolo.

 

–… – Quería llorar, sin embargo, eso sería humillarse aún más delante de aquella persona por la que tenía sentimientos encontrados. Así que no lo haría, y tampoco respondería a sus preguntas, o al menos trataría de hacerlo, puesto que tenía el leve presentimiento de que, si decía algo, correría un mar de sangre en su instituto.

 

– Entonces, me supongo que no me vas a decir quién fue. – El silencio y la tensión del ambiente los envolvía. – Al menos podrías contarme qué pasó ¿No?

 

– Y-yo no…

 

– Vamos, no seas tímido, cuéntame. – Le hablaba pacientemente, mientras le acariciaba el cuello gentilmente con una de sus manos. Odiaba comportarse tiernamente con alguien, pero ese era su método infalible de obtener información pacíficamente, además, podía ser una pista importante para encontrar, y cobrárselas al bastardo que se había atrevido a hacer eso.

 

– V-veras…

 

Era el amanecer de un nuevo día, el peor de todos; había pescado un resfriado, porque por ciertas razones que omitió decirle al azabache, no tenía toallas con que secarse, ni ropa aparte de su uniforme y el overol que le había dado, para cambiarse. Y lo que era más preocupante, el frío de la mañana no había hecho nada más que empeorar su estado de salud; aun así, tampoco se podía dar el lujo de quedarse en su casa, porque tenía unos cuantos asuntos que arreglar en su colegio. Se colocó su uniforme como pudo, y en medio de un estado en el que no era consiente ni siquiera de sí mismo, logro llegar al plantel educativo; tarde, pero lo había logrado.

 

Ya era la segunda hora de clase, y todo parecía, para variar, tranquilo. Sin embargo, en un momento de lucidez, noto como dos figuras amenazantes se dirigían hacia él: los amigos matones de cierto rubio del cual fingió no acordarse el nombre.

 

– Tenemos asuntos pendientes que arreglar contigo Sawada. – Le habían dicho, mientras lo agarraban bruscamente del brazo, y lo arrastraban a Dios sabe dónde.

 

Y él, como claramente seguía con su inepta política de evitar problemas a toda costa por medio de ser sumiso, los había seguido sin más, hasta un remoto salón de música que ahora solo era utilizado para almacenar los instrumentos.

 

– ¿Sabes? Desde hace un tiempo hemos estado vigilando tu relación con nuestro jefe. – Comenzó uno.

 

– Y hemos visto que él realmente, es un hombre bastante estúpido, por no decir algo más grave. ¿Entiendes a que nos estamos refiriendo Sawada? – Continúo el otro.

 

– P-pues no… Hiiiiii. – Vale, eso se estaba poniendo peligroso: sin saber exactamente la razón, uno de los tipejos le había zampado un puño en toda la cara.

 

– Te lo pondré en palabras que un inútil como tú entienda: nuestro jefe está siendo demasiado blando contigo solo porque cree que tú le gustas. ¿Gracioso, cierto?

 

–…

 

– Pero bueno, el problema aquí no es ese en realidad, el problema, es que por TÚ culpa, ha botado nuestra amistad de años y años solo porque te tratamos abusivamente. Cosa, que de hecho, hacemos por órdenes de él. Ahora, me podrías explicar ¿Qué clase de lógica es esa? Porque nosotros no la entendemos.

 

– Yo no tengo nada que ver con eso. – Más golpes.

 

– ¡Por supuesto que tienes que ver! ¿Es que no entendiste lo que te acabo de explicar? ¡¿Ah?!

 

Los odiaba, odiaba a todo el mundo. ¿Cómo era posible que por semejante excusa tan tonta estuviera siendo golpeado otra vez? Es que era tan rebuscada y tan mala que no lo podía creer del todo, sabía que simplemente estaban haciendo eso por joderle la vida y ya. Pero no más, no iba a aguantarse nada de eso nunca más ¿Querían pelear? Bien, lo haría fatal, pero lo haría, desde ese día y por siempre, lucharía.

 

Y así fue como el primer puñetazo que le había dirigido a ese par, y probablemente el primero en su vida, había desencadenado una guerra escolar escalofriante: justo después de dar el golpe, se había lanzado de lleno contra ese par, tumbaron varios instrumentos, y parecía una pelea muy pareja, hasta que uno de esos dos vándalos saco una navaja de su bolsillo. En ese punto, no quería rendirse, pero tampoco quería cometer un acto suicida, por lo tanto, simplemente salió a correr hacia un lugar más transitado; pero lo hicieron tropezar, y una vez en el piso, dirigieron vulgarmente la navaja hacia su rostro; en un intento fallido de detenerla, había resultado con un dedo partido.

 

Empezó a repartir patadas como poseso, logrando escapar de nuevo de sus atacantes. Al fin había llegado al pasillo principal de la escuela, donde gracias al Señor, había divisado a Byakuran, y una vez este le devolvió la mirada y observo su estado, sabía que ya no había vuelta atrás; aquel chico de cabello blanco iba a acabar con esos dos.

 

El ambiente era tenso, muchas personas no se explicaban que estaba pasando, pero cuando se dieron cuenta, todos los escuela se había dividido en dos bandos: los que simpatizaban de una u otra forma con Tsuna o con los amigos de este, y por el otro, los gamberros que querían hacerle la vida imposible a todo el mundo porque la de ellos ya daba suficiente asco. Para sorpresa (o no tanto) del castaño, de su lado se encontraba aquel chico rubio del que seguía fingiendo ignorar el nombre.

 

Así mismo, las mujeres habían organizado grupos de apoyo para sus bandos favoritos, lastimosamente, estas al final también terminaron peleando entre ellas, esta vez, por rivalidades puramente personales.

 

– ¿Están locos? ¡¿Por qué atacaron a este mocoso cuando yo no les ordene nada?! – Decía el “jefe”.

 

– Oh, por favor, llegados a este punto ya a nadie le importa eso. Este instituto siempre ha querido sangre, y ahora va a tener toda la que quiera. – Decía el oji violeta de muy mal humor, aunque ya había acabado con medio cuerpo estudiantil.

 

La lucha duro horas, ni los profesores, y ni siquiera los policías habían logrado parar todo ese alboroto, el cual, solo pudo llegar a su fin, hasta que solo unos cuantos quedaron de pie sobre los demás. Por supuesto, tal escándalo había sido encubierto con una extraordinaria suma de dinero por parte de uno de los principales implicados en el asunto.

 

– Varios alumnos fueron llevados al hospital, pero como yo no me podía permitir tal lujo, Bianqui, digo, la enfermera, se encargó de curar lo mejor que pudo mis heridas. – De este modo, había terminado el relato del joven castaño, ante la mirada un tanto extraña del azabache.

 

–… Ven conmigo, te voy a llevar a un hospital.

 

– A-ah, pero

 

– Tranquilo, solo toma mi mano. – Definitivamente la actitud de Reborn era bastante extraña para Tsuna, pero era que este, no sabía la masacre que el mayor estaba maquinando en su cabeza: así esos vándalos hubieran recibido su merecido, aun así quería venganza, y el pequeñito le había otorgado una importante pista para encontrarlos, aun cuando había intentado de esconder sus identidades por todos los medios. 

Notas finales:

Bien, si alguien quiere saber por qué hasta ahora, es que simplemente despues de descansar vagamente una o dos semanas de la universidad, despúes tuve que empezar a hacer todos los trabajos finales que tengo que entregar la prox. semana >.<... despues de eso tendre otra vez vacaciones... de un mes xD, pero aún así intentare adelantar todo lo que pueda de esta historia, así que por favor siganme apoyando.

 

Finalmente,, espero que les guste el cap de hoy, y si no es asi y por algún motivo las decepciones, haganmelo saber para mejorar =)


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