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BREAKOUT por sleeping god

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Notas del capitulo:

Siempre es difÍcil el final, así que esa mi razón de la tardanza. Son dos capítulos pero en realidad el segundo son como los extras o algo así.

 

 

Buena señal, batería cargada, sin mensajes o llamadas perdidas y de fondo una foto de mala resolución del culpable del vacío informático. Vaya teléfono obsoleto que he cargado por años como ancla a una pendejada pero que gracias ello sé que hice todo lo posible. Si, seguro que no pude haber hecho más. Seguro que sí.

Y aun así me pregunto si habré tomado el camino correcto.

Ya van casi 10 años que me cuestiono lo mismo. Cada que doy un paso, giro la cabeza y me veo al frente de tantos y tan solo a mis costados.

Me siento en el aeropuerto.

Estoy agotado.

No quiero volver a casa. No por ahora. Solo descansar un poco antes de volver a vivir cuestionándome lo que hago. Lo que hice. El solo pensar de qué Ichigo se diera cuenta de mis decisiones de estos años me hace temblar de emoción, imaginándome que nadie nunca haría tanto por otra persona y así él…

Imposible.

¿En que pienso? Él está muy lejos ya. Al otro lado… de mi mundo. Creo que Júpiter  sería un buen planeta para él, grande como su ego, sin forma definida y con huracanes que constituye su superficie: un hermoso caos naranja. Y personas como yo somos de la tierra, pequeños, azules y con vida en su interior donde a veces se cree que viviremos para siempre y otros más sensatos saben que la muerte es inminente.

No suena y por primera vez me decido a arrogarlo al bote basura. Carajo, ya soy un adulto, he viajado al otro lado del mundo y aun espero una llamada del pasado ¿Qué soy? ¿El capitán Spock? Solo un maricón más con el corazón robado.

Será mejor que empiece a caminar.

Hace frio.

En el cielo un avión se eleva y me recuerda a cuando tome esa decisión estúpida que me conduciría a un camino de estupideces en estupideces que las personas normales llaman actos de caridad y descubrimientos brillantes. Estupideces. Los estúpidos hacen lo que los estúpidos deben hacer.

Y ese día en la nieve sí que fui… fui estúpido.

Lo vi irse, hacerme caso, ser un niño bueno e inteligente y alejarse de quien lo adoraba de una manera media rara.

Después sabría lo que siempre critiqué, que no es una decisión que yo pueda tomar, es simplemente una enfermedad, como la gripa o la diabetes, ahí está y debe ser cuidada con medicamento. Tendría altibajos. Todo ello lo dijo Unohana cuando en vez de tocar en la casa de Ichigo solo tome mi auto y me marche a la universidad a ver a mi doctora, porque tenía miedo de suicidarme, de haber perdido todo, de ser tan débil que ni siquiera podría pisar un freno hacia un camino inconcluso, de que los golpes me dejaran cicatrices en el rostro. Oh, sí, así de enfermo.

Medicamento.

Está bien, pero sigo triste. Más medicamento. No es depresión, solo me han roto el corazón. Camina, dijo ella, camina. Eso hice y me encontré con la pancarta que proponía los intercambios educativos. Camina. Y me fui lejos, lo más lejos posible para no ver un punto anaranjado a la distancia y darme cuenta de lo poco que valgo para la única persona que me importa.

No entendí de qué serviría. La distancia emocional ya era tan grande que ni marchándome a Marte la superaría. Porque Júpiter ya estaba muy lejos y en otra galaxia tendría que dejar esta vida.

Debía intentarlo.

-Diga.

-Papá—ni siquiera he hablado con Ulquiorra, menos con él. No los culpo pero antes debo dejar claras las cosas conmigo mismo, después, si soy lo suficientemente listo, quizá entienda qué paso entre nosotros.

-Grimmjow.

-Te enterarás después de algunas cosas.

-Sé que te vas. Me han informado de la escuela. Recuerda que aun pago tu educación—guarda silencio. A veces he pensado que él puede estar tan confundido como yo pero se esfuerza en no parecerlo—Me alegra que te despidieras—se entiende la duda en su voz, como si ya supiera que mi excusa es dejarle un recado pero debo escuchar su voz. Las palabras de un padre que no puede odiar a un hijo que se odia a sí mismo.

-Si alguna vez te llama un chico que se llama Ichigo dile lo siguiente ¿necesitas apuntarlo?

-Lo recordaré.

-Dile… dile que hice lo que pude. Espero entender qué pasó con los años—suspiro—Adiós y lo siento—¿a quién se lo he dicho?

-Grimm.

No he podido colgar.

-¿Estás sonriendo?

Me rio ¿Cómo voy a sonreír si me espera un lugar que no entiendo para nada? Joder, papá. Quizá fui muy duro.

Abro la boca.

O muy blando.

No diré que lo lamento, no a él. Así está bien. No es momento de mariconadas.

Cuelgo.

 

Permanezco con el libro abierto, estudiando un poco más sobre aquel idioma que juré conocer a la perfección ¿Qué podía hacer? Todas sus opciones eran unas pendejadas tras otras: una escuela al otro lado de la ciudad, otra en Saitama, otra en Kioto, Okinawa, Hong Kong, Rusia… puta madre, ¡que pinche lejos!

-Alemania—vuelvo a repetir cuando vi ese lugar y su posición el mapa.

Lo admito, Estados Unidos estaba más lejos pero… bueno, detesto a los gringos. ¿Quién más puede presumir de rogar y aun así puede ser exigente?

Cierro mi libro, tomo mi maleta y me preparo para formarme en la inspección de equipaje. Veo mi boleto. Después tendré que comprar otro para volver a finales de año. O eso se supone. No lo haré, debo quedarme haya y de ser necesario será de manera ilegal. No soportaría volver a verlo ignorándome.

-Grimmjow.

-Ulquiorra—detrás una chica de cabello naranja. Orihime.

Que coincidencia; la chica que me rechazó con el chico que rechacé.

Parece analizar sus palabras con frialdad. Le he hecho algo malo en su mirada. Sin más brillo. Su rostro sin información.

Sentirá su corazón tan vacío como yo.

No, parece sostener el de esa chica, junto al suyo, en sus manos.

-Que tengas suerte—dice.

-igual tú.

Se acabó.

La toma de la mano.

Me equivoco, él sabía que esto se había terminado mucho antes.

Abordo dejando atrás el aeropuerto, nervioso del tramo que será matarme estudiando y trabajando, jugando al amante para ambos.

Fue esa decisión: si Ichigo no es mío, será de quien sea, pero estará bien.

Hospitales con su nombre, con su destino listo y cuando firmó sobre su nombre no pude evitar llorar.

Lo he logrado, quizá no darle un edificio entero pero si algo fijo.

La puerta automática no se cierra pues me he quedado ante ella sin lograr dar el paso sin retorno.

El final de la línea ¿habrá valido la pena?

Algo me dice que un solo paso cortaría el dolor, lanzaría cada imagen de Ichigo al negro como ese celular al bote de basura.

Suena mi teléfono y me hace temblar. No lo espera. Ah, una llamada que requiera a don importante (a mí en condiciones normales), no, ahora no se encuentra disponible; por el momento soy Grimmjow y solo puedo ser contactado por él. O ya no más.

A mi derecha un chico no mayor de 20 años mira con grandes, curiosos y asustados ojos la ciudad. Tiene una mochila a sus pies. Parece que en ella cargara todo su mundo. Noto que no poseo nada a mis costados y lo considero afortunado. Se pone el mundo a su espalda pesadamente, fija su mirada hacia adelante, suspira al borde del llanto y le deseo suerte mientras da ese paso.

No puede regresar.

-Niño—le grito—¿A dónde te diriges?

No podemos regresar el sonido de golpes al cemento de nuestros pies.

 

Golpes de mis nudillos en la puerta de madera.

El bebé sigue llorando.

La mujer eleva la voz. Pienso que pregunta quien toca pero no estoy seguro. Sin embargo escucho unos pasos dirigirse a donde estoy y a la madre continuando con su canto.

Cierro los parpados con fuerza cuando se abre paso a la realidad.

No dice palabra.

La voz dulce de esa mujer se dirige a nosotros.

Apenas vuelvo a abrirlos me encuentro con una bella familia… y mi Grimmjow forma parte de ella.

Es justo, supongo. Debemos continuar.

No se puede volver atrás.

El hizo muchas cosas por mí y creo que lo mínimo que puedo hacer es tomar el papel que el egoístamente me escribió.

Ya no se quien fue más narcisista, si él escogiendo que ya no puedo elegirlo o yo que no soportaría una nueva decepción, prefiriendo imaginar las realidades en vez de afrontarlas.

Jamás volveré a esta ciudad, no podría soportar ver un punto azul a la distancia que ignore mi existencia.

La mitad del mundo para cada quien. No es suficiente pero bastará para no morir de dolor.

-¿A dónde lo llevo?—cuestiona el taxista en mi idioma.

A… ¿casa? ¿Realmente puedo llamarle así cuando voy a recordarlo en ella? Con ese aroma a lluvia.

No puedo siquiera culparlo, yo lo obligué. Ahora estoy seguro que todas esas veces que le subía al estéreo el me gritaba: “No debemos hacer esto”, “Nos dejará peor”, “Vas a herirme, no solo a ti”, “Tengo esposa e hijo”…

Le doy la dirección.

Después me mudaré.

Al bajar, con la mirada al suelo,  me digo que ya es suficiente. Para ambos ha sido ya demasiado. Basta.

Y esto acaba así.

 

-Bienvenido—me levanta el rostro y sonríe.

Que idiota debo lucir llorando apenas verlo. No huele bien, tampoco se ha bañado en este tiempo. Tengo hambre, hace tiempo que tampoco como. Y lo que importa es que nunca más lo soltaré, aunque eso signifique robarle a un niño a su padre, no me importa, es mío. De verdad que no importa, ya he sufrido mucho ya le toca a otra persona.

-Estás muy callado—me dice mientras besa mi pecho sobre la cama que aún conserva nuestro aroma y por poco nuestros sonidos.

Acaricio su rostro y lo beso.

Abro las piernas y lo recibo, abrazando su ancha espalda. Lo estamos haciendo muy lentamente y solo cuando debemos venirnos aceleramos el paso. No le he permitido alejarse de mí ni un solo instante.

-¿Lo escuchas?—me susurra al oído.

-¿Qué?

-Unohana se preocupa cuando le digo que cuando pienso en ti escucho un piano, dice que son alucinaciones, pero no, ahí está.

Grito al clavarse nuevamente.

No hay ningún sonido pero sé a qué se refiere.

-Espera—le pido—Toma tu medicamento—se sale y va por su pantalón a tomarlo.

Ya no somos niños tontos, ya no jugamos con eso, le hace daño alucinar directamente al cerebro y podría reducirle la vida. Lo quiero a él, quien quiera que sea.

Vuelve y mi abraza por la espalda.

-Te amo—le susurro a lo que él me mira con cariño y pesar—Ya me has demostrado que tú también.

-Puedo decirlo—reniega y la única forma que veo de ayudarle es montándolo y mientras lo hago dice en voz baja—Te amo.

 

You make me dizzy running

circles in my head

One of these days I'll

chase you down

Well look who's going crazy now

We're face to face my friend

Better get out

Better get out

 

-¿De quién…?

-Es el mío—estiro la mano y deslizo el seguro de la pantalla—¿Sí? No, aún no he vuelto. En realidad…—me salgo de las cobijas aunque Ichigo continua abrazándose a mi cintura—debemos hablar sobre eso. Es un asunto delicado y acá aún es temprano.

Miro el reloj y marca las 12 del día. Tuvimos mucho sexo.

-Sí, te llamó—cuelgo.

-¿Quién era?

-Tengo pendientes en Alemania que…

-¡No te iras!—grita sujetándose tan fuerte como puede, después tirándome en la cama y subiéndoseme encima—No te dejaré.

Si yo en vez de pedirle que se fuera ese día lo hubiera tomado y jamás soltado quizá no habría estado por años pensándolo únicamente.

Le abrazo tan fuerte como puedo aunque lo lastime.

Nunca seré tan fuerte como él pero un día lo superaré.

-Ni tú te iras—le digo, agarrándole el trasero.

-Acabamos de hacerlo.

-No, ya dormimos unas… tres o cuatro horas, tenemos años que compensar.

 

Es hasta en la tarde, en un buen restaurant, que hago esa llamada.

-Hola, Grimm, que gusto que hicieras un espacio para poderme llamar—dice con sarcasmo y enojo.

-Lo siento, me ocupé demasiado en Japón.

-Bueno, cuando vuelves. Te extraño.

-Sobre eso…— me froto el entrecejo y bebo un poco del whiski que pedí, esperando a que Ichigo vuelva del baño—no volveré… por ahora—digo, esperando que el golpe no sea tan fuerte.

-¿Qué…?

-No volverás nunca—me regaña Ichigo, quitándome el teléfono y lanzándolo por la ventada de un pinche edificio de tres plantas.

-¡¿Qué carajo…?!

-No volverás nunca—afirma, abrazándome con fuerza del cuello y luego hincándose. Le he lastimado con esas últimas palabras—Ya no me importa la gente que dejes y te vaya a extrañar. Solo no quiero sufrir yo.

Hincado frente a un rey.

-Está bien—le hago sentarse y darle un poco de la bebida para que se calme.

-Aunque ahora me van a chingar más porque no les devolveré las llamadas.

Se sonroja, sí que fue impulsivo              .

Salimos a la noche, tomados de la mano, que la gente nos vea nos tiene realmente sin cuidado y temo que no podré dejarlo ir a trabajar por años, todo ese tiempo que no estuve con él me ha dejado muy celoso.

Japón no se parece en nada a las noches en Alemania. Sin embargo, si él sonríe, no importa si es la Tierra o es Júpiter.


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