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¿Quieres casarte conmigo, nya~? por ItaDei_SasuNaru fan

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Campanas para Jira y Oro.

 

 

Lunes

—¿Así que… como te sientes?

Deteniéndose en su labor de doblar la ropa, Orochimaru lanzó una mirada de curiosidad a la nada ante la pregunta vía telefónica de Tsunade.

—¿De qué hablas? ¿Qué se supone que debería sentir? —preguntó Orochimaru recibiendo como respuesta un largo suspiro.

—Te casas en seis días hombre, no me digas que estoy adornando mi jardín para que tú termines diciendo que lo cancelen todo un día antes, porque si haces eso te mato, sin más amenazas, y de un golpe te dejo listo.

Poniendo sus ojos en blanco, Orochimaru volvió a doblar la ropa.

—Si eso, pues estoy en la filosofía de que entre menos piense en ese día, mejor. 

—¡Ja! Buena suerte con eso porque necesito que cuando puedas vengas a dar un vistazo, no quiero más regaños de tu parte.

—¿Te parece poco que por tu culpa casi se me va de matrimonio mi hombrecito rubio?

—¿Y qué iba a saber yo? Siempre ha visto películas románticas conmigo y nada había pasado.

Orochimaru, entrecerrando sus ojos, tomó el teléfono y lo miró como si el aparato fuera Tsunade, para luego gruñir y ponerlo otra vez en la oreja.

—Mira Tsunade, ningún padre está preparado para que su hijo (¡de ocho años!) le diga que se quiere casar. Si tomé todo de la mejor forma posible, fue porque era lo más adecuado. De tan solo imaginarme que el niño, que esta mañana antes de irse a estudiar, me cogió de sorpresa y me besó la mejilla con una sonrisa, diciéndome que me quería un montón, se case algún día… No es algo que le haga mucha gracia a mi ya de por sí celoso y frio corazón.

La línea quedó en silencio por unos segundos, haciéndole creer que Tsunade había entendido.

—¡Ahora imagina que se casen los bebés y sufre, wuajajaja!

Y allí iba la última vez que Orochimaru confiaba en la humanidad.

—¡Eres una…! ¿Sabes? Te las arreglarás solita con la decoración, y si el día en que me case, no me agrada una minúscula cosa… Estarás muerta sin más amenazas y de un golpe. ¡Ahora me largo, wuajaja!

—¡Orochimaru! ¡No se te ocurra col-!

Orochimaru colgó y lanzó el teléfono al rincón más apartado de la cama, mientras veía el pantalón deportivo de Yahiko y miraba incrédulo el primer roto de los muchos que vendrían en aquella prenda casi que nueva.

—¿Es que los ponen a arrastrarse por todo el patio de juegos? —No muy lejos de allí, Naruto jugaba con su gastado pero querido ratón de juguete, siendo a la vez el confidente de Orochimaru respecto a las labores domesticas—. Dios, gasto más en ropa que en comida y eso es decir mucho.

Apartándose de la cama, Orochimaru fue al closet, dándole tiempo suficiente a Naruto para tomar posesión de la recién lavada y calentita ropa como un buen lugar de tomar una  siesta.

—¡Naruto, aléjate la ropa!

El neko pegó un gran brinco del susto y salió del cuarto maullando seguramente del enfado.

Así que la filosofía de la nueva semana se centraba en no pensar en bodas, en pensar en un método para que a Yahiko le durara el pantalón de gimnasia y de que Naruto no dejara pelusas en la ropa recién lavada.

La verdad… parecía luchar contra lo imposible.

 

Miércoles

Cerrando la veterinaria temprano, jefe y empleado no se despidieron como era habitual. Ambos rompieron la rutina y caminaron juntos hasta coger un taxi, diciéndole al conductor que los llevara al centro de la ciudad, a uno de los gigantes centros comerciales.

En el camino ninguno habló. Ambos estaban ocupados en sus celulares; cada uno dejando un mensaje, aclarando que se iban a tardar en llegar a casa y que por favor cuidaran a los peques. Pusieron en claro que cuando llegaran a casa, no querían encontrar la cocina en llamas y al mismísimo Satanás queriendo cobrar vida en una olla quemada.

Al llegar a su destino, el Uchiha pagó y luego se adentró junto con Orochimaru hacia el elevador, donde ambos se encontraron susurrando la estúpida pero pegajosa musiquita del  elevador.

Al llegar al piso dieciséis, ambos salieron con las puertas del elevador cerrándose tras ellos y dejándolos en el piso de lencería, según anunciaba un gran letrero. Claro está, eran las prendas femeninas.

—¡Mierda, era el once! —dijo Madara mientras observaba un papelito arrugado.

—Dime que el sábado no vamos a morir todos.

Mandara sonrió cual ganador y se llevó el puño al pecho.

—Tranquilo, si eso te atormenta, pediré que cambien las velas de fuegos artificiales por unas normales. Ahora deja mirarme de esa forma tan asesina y vamos, que seguro en el once está la pastelería.

Ya por fin en la pastelería del piso once, Orochimaru se concentraba en lograr que Madara entendiera que una torta de boda no llevaba velas.

—¿Se van a casar pronto? —preguntó el joven pastelero, haciendo que Madara y Orochimaru pararan su discusión y le miraran de una forma no muy agradable.

—¡Que el resto de su pensamiento perezca en las profundidades del infierno! ¡Soy un amigo y jefe que trata de organizar la boda de su querido empleado! ¡Y tú, jovencito, solo ten presente una cosa… Dios me libre de tal castigo!

Un golpe certero mandó a Madara al suelo mientras Orochimaru hablaba con el asustado joven.

—Prepara una enorme torta de bodas, con mucho chocolate de relleno y con dos figuritas de novios para el sábado. Cárgalo a esta tarjeta —dijo Orochimaru extendiendo la tarjeta de Madara—. Y empaca dos de esos postres de arequipe, a mi jefe le encantan y ama comerlos después de que lo dejo inconsciente.

 

Viernes por la mañana…

Ya todos los trajes para el día de la boda estaban listos, y a pesar de que fue una locura tomarle la medida a los niños y hasta al propio Jiraiya, por fin los benditos trajes ya estaban terminados. Aunque costara un poco admitirlo, los conocimientos de Tsunade en costura les habían ayudado un montón.

—Todo listo, Orochimaru-sensei —dijo Izuna entrando en el auto después de haber acomodado la última bolsa en su carro.

—Gracias Izuna, has sido mi salvación. A Jiraiya le llamaron por trabajo sin aviso y se tuvo que llevar el carro, y hoy por la mañana era la única oportunidad de reclamarlos.

—Sabes que es un placer ayudarte. Anda, toma tu café mientras conduzco.

—Gracias… pero siento que se me olvida algo.

Durante todo el viaje, Izuna y Orochimaru repasaron cada prenda. Para cuando terminaron, Izuna había llegado a la casa de Orochimaru, quien seguía con el molesto presentimiento y sin averiguar lo que faltaba.

—Tal vez solo son los nervios —dijo Izuna después de dejar el último paquete en casa de Orochimaru, que terminó por darle la razón.

Ambos se despidieron e inmediatamente una llamada entró.

—Esposito mío~

—…

—¿Orochimaru, estás ahí?

—Sí estoy aquí y justo cuando me había acostumbrado al “amorcito” llegas con el “esposito mío”.

Al otro lado Jiraiya rio haciendo sonreír a su esposito.

—¿Cómo te fue?

—Bien, ya todos los trajes están en casa.

—Genial, me muero por verte en tu traje. Mira que fuiste malo y no me dejaste verte aquel día...

—Tsunade no quería que rompiera la tradición y… ¡Maldición!

—¿Qué paso?

—Te llamo luego.

Todos los malditos trajes estaban excepto el del propio Orochimaru. Mierda, ¿dónde había quedado la filosofía del lunes?

 

Viernes por la noche…

—Al menos logré volver en tiempo récord por las escaleras para alcanzar a Izuna e irnos por el traje.

Dicha la travesía, Orochimaru se mandó un trago de lo que fuera que le habían servido y por fin soltó un suspiro de cansancio.

La verdad… Debería estar descansando para la inminente boda, pero había aceptado quién-sabe-cuándo, una despida de soltero o al menos una reunión entre adultos, en un bar donde se vio obligado a llevar una ridícula camiseta roja con la foto de Jiraiya y en forma de corazón; nada más y nada menos que en el pecho. Lo más irreal era que todo el mundo parecía portarla.

—Y todavía no has llegado ni al final —dijo Tsunade llenando su copa y vaciándola en el mismo instante.

—Amo tu ánimo. Ahora ve y embriágate lejos de mí, mira que los Uchiha ya lo hicieron.

—Igual que el idiota de Jiraiya. Mínimo, alguna jovencita lo tiene entretenido.

Si Tsunade era un caso perdido como amiga sobria, embriagada era innombrable.

—Sabía que en algún lío me meterías, pechos planos. Para tu información, solo estaba llamando a Shizune para saber cómo estaban los niños.

—¿Y el pintalabios en tu cuello?

—¡¿Qué?!

 Jiraiya se limpió frenéticamente el cuello hasta que vio la mirada burlona de Tsunade.

—¿Ves? Instinto de mujeriego nunca muere.

Justo antes de que ellos se mataran, Orochimaru tomó la mano de su pareja y no se detuvo hasta llegar a la calle, lejos de aquel lugar. Terminaron abrazados en la mitad de la acera.

—No quería que te tocara toda la locura de esta semana, Oro-chan.

Jiraiya posó sus labios en aquel delicado cuello y dejó un sendero de pequeños besos regados.

—No importa… Bueno, en realidad estoy a un paso de caer por el cansancio y la locura; pero aquí, cerca a ti esposo mío, estoy más que feliz.

—Bien, porque tengo esta maravillosa idea de lárganos de aquí, quitarnos esta camisas y dormir junto a los chicos y nuestro neko.

—Ideas como esas me convencieron de casarme contigo.

—¿En serio? Pensé que era la forma en que te hacía el amor.

—No comiences, pervertido.

 

Sábado

—Así que por el poder que me da la ley, los declaro marido y marido. Por favor firmen aquí —Jiraiya y Orochimaru firmaron—. Y los tres testigos por favor firmen aquí —Madara, Izuna y Tsunade firmaron—. Bien, felicidades, ya están casados. Pueden retirarse.

El pequeño anciano despidió a todos de su oficina con una sonrisa, dejándolos en el vacío pasillo con una carpeta de papeles.

—Y por eso era mejor que hubieran aceptado mi oferta de viajar a Canadá —dijo Madara algo molesto por lo informal del asunto.

—No importa, la verdadera boda nos espera en mi jardín, donde será precedida por un neko —dijo Tsunade haciendo sonreír a Jiraiya.

—Mi linda Konan llevará los anillos.

Ante las palabras de su ahora oficial esposo, Orochimaru también sonrió mientras decía:

—Y Minato, Yahiko, Nagato y Fugaku tirarán confeti hasta que el pasto sea de colores.

Los hermanos Madara e Izuna comenzaron a caminar junto a los demás.

—… para luego comer pastel y ver como los niños corren de un lugar a otro con pistolas de agua.

Los recién casados se detuvieron un momento y volvieron a mirar aquel papel donde se confirmaba que estaban unidos ante la ley.

—¿Sabes? No me siento para nada diferente —dijo Jiraiya.

—En realidad, nuestra vida cambió desde que aceptamos vivir juntos y formar un hogar.

—Nop, mi vida cambió el día en que vi a un niño de cabello largo y negro, piel blanca y mirada dorada que me enamoró de principio a fin… Aunque los peques fueron un gran cambio, del cual me siento muy feliz y orgulloso.

Sonrojado a más no poder, Orochimaru pasó sus manos por el cuello de Jiraiya y le atrajo a un beso. Cada sensación seguía igual; como aquel calor en todo su cuerpo, las cosquillas en los labios y los juegos artificiales.

 

 

Orochimaru se miró frente al espejo, enfundado en su traje. Se encontró a sí mismo sonriendo sin motivo y con el corazón latiéndole a mil.

—El juez será Itachi, no es nada de lo que deba preocuparme —susurró a su reflejo.

—¿Dijiste algo? —dijo Tsunade a sus espaldas, que acomodaba el cuello de su camisa con expresión concentrada.

Su sonrisa se extendió un poco más, esperando que la rubia no lo estuviera mirando. Se dio cuenta de que estaba emocionado debido a que toda su familia estaría presente, todos los ojos estarían posados en él cuando llegase al lado de Jiraiya. Las risas de los niños llegaba a sus oídos y los gritos de Shizune que luchaba por mantenerlos quietos y limpios. Ella no sabía que sus hijos tenían ideas infinitamente más divertidas que esperar sentados.

—Me gusta como has quedado, Jiraiya babeará cuando te vea —comentó Tsunade una vez lo vio impecable. No todos los días tenía la oportunidad de contemplar a un Orochimaru vestido tan elegante.

Él solo asintió, con la lengua pegada al paladar.

—¿Te ha gustado como ha quedado la casa?

—Digamos que sí. Sobre todo eso de la alfombra con plumas, algo exagerado pero… bonito.

—¡Hasta yo te puedo arrancar un halago! ¡Sí que estás feliz! —el otro solo se encogió de hombros y la rubia le sonrió con picardía—. ¿Listo? Vamos, empecemos con esta boda para que puedas comenzar cuanto antes tu luna de miel.

En lo que Tsunade y uno de los novios terminaba de prepararse, Nagato salía gateando a toda velocidad. Escapaba de Minato, que luchaba por volver a vestirlo. El diminuto taheño se había deshecho de la camisa y del pantalón, sin mencionar que tenía los pelos de punta. Yahiko se ponía en medio para tenderle una emboscada pero era inútil, Nagato era muy escurridizo.

El bebé soltaba carcajadas en su huida.

De repente, su cabecita chocó contra algo. Miró hacia arriba y vio los ojos dorados de Oro-chan.

—Bapo —alabó Nagato mirándole de cuerpo entero, al tiempo que Orochimaru lo tomaba en sus brazos y volvía a vestirlo.

—Nagato tiene razón, Oro-chan. ¡Estás muy guapo! —dijo Minato acompañado de un silbido, haciendo que todos voltearan a ver.

El pasillo entero quedó en silencio. Fugaku, Shizune, Izuna y Madara se quedaron con la boca abierta al límite.

—Gracias, supongo. ¿Por qué no estabas vestido?

—Nato —dijo Nagato señalando a su hermano mayor, como el causante de todos los males y la explicación de por qué era un desastre.

—¿Con que Minato, eh?

—¡Él se desvistió solito y logró escapar de todos nosotros! ¿La culpa la tengo yo solo por ser el hermano mayor?

—Acostúmbrate, Minato. De ahora en adelante será siempre así —sollozó Madara en su hombro.

Tsunade les miró con rabia y silbó fuerte para que todos le pusieran atención.

—¡Todos dejen de haraganear y muevan sus traseros, los quiero a todos en su posición! ¡Vamos a comenzar esta ceremonia!

 

 

—Estás muy sexy, Oro-chan —murmuró Jiraiya por la comisura de sus labios.

—No digas nada que me altere en este momento, idiota.

Habían montado una pequeña carpa, con una alfombra blanca y llena de plumas, dispuesta para los novios, con un arco e Itachi esperándolos en el fondo. El minino tenía ordenados unos documentos en la mesita donde le habían colocado. Las flores eran los detalles principales en ese cuadro, debido a las atenciones de Shizune y la disposición de Tsunade.

Todos se sentaron en sus sillas. Solo quedaron de pie Fugaku y Minato que estaban junto a Itachi. Konan esperaba con las sortijas, deslumbrante por su sonrisa y por su alegría.

Orochimaru apretó fuerte la mano de su esposo cuando enfilaron en la alfombra frente a ellos.

Se miraron como la primera vez, con los ojos llenos de amor.

A sus lados, su familia y amigos, que les acompañaban en uno de los días más maravillosos de sus vidas. El pelinegro agradeció su presencia desde su corazón, a sabiendas de que todos sabían como se sentía sin necesidad de usar las palabras. Nagato aplaudía sin cesar y pronto se les sumaron todos los demás, interrumpiendo la música de fondo y toda la calma, haciendo que la pareja sonriera.

A ellos no les importó.

Porque querían llenar esa boda con las mismas cosas con las que llenaban su vida. Ruidosa y alocada, llena de risas y aplausos.

Al llegar al final, Itachi tocó la primera hoja.

“Votos”, preguntaba el neko.

—No había preparado nada pero… —Jiraiya volvió a apretar su mano, tragando saliva—. Orochimaru, eres muy mandón, amargado y cabezón, pero eres mi amorcito —risas—. Amo cada segundo que paso a tu lado, y cuando no estoy a tu lado siempre te pienso, por lo que siempre te tengo conmigo. Admiro todo lo que haces y como me haces sentir cada vez que me miras. Tú y nuestros hijos son la razón por la que me levanto todos los días, y nadie más me podría hacer tan feliz como tú. Sé que te desespero, sé que no soy perfecto, no tienes que decir nada —más risas—, pero te amo y te prometo que te seguiré haciendo feliz.

Konan se acercó a sus padres y el peliblanco tomó el anillo que encajó a la perfección en el dedo de su querido.

—Jiraiya… Eres un desastre ambulante, roncas, tienes los pies helados en la noche, eres un maniático cuando escribes y a veces siento que me vuelvo loco, pero por todas esas cosas es que te quiero en mi día a día y no creo que exista nadie más en el mundo que pueda aguantarme y obedecerme como tú lo haces —carcajada general—. De no ser por ti, mi vida sería aburrida. Gracias a ti es que tenemos a nuestros maravillosos hijos y gracias a ti tenemos estos grandes amigos que nos acompañan y que desean nuestra felicidad. Todo lo que ves es lo que soy y seré tuyo por todas las vidas que nos queden por vivir. Te amo, mi vida.

Esta vez fue Orochimaru quien tomó la sortija y le dio un beso a su nena en la frente, para luego colocar sin problemas el anillo en el dedo de Jiraiya.

Miraron a Itachi, que lanzó la hoja que decía: “Ahora los declaro marido y marido. ¡Pueden besarse!”

Jiraiya se inclinó ligeramente y le besó, haciendo que las palmas se alzaran eufóricas en el aire. Minato y Fugaku soltaron tanto confeti que el suelo quedó iluminado con mil colores diferentes.

Los recién casados, tímidos de repente separaron ligeramente sus labios en medio de su abrazo.

Madara sirvió de anfitrión, Tsunade le dejó a pesar de la rivalidad que tenía con el morocho.

Comieron, bebieron, se divirtieron hasta reventar.

Apoyando la mejilla en el hombro de Jiraiya, Orochimaru estaba feliz, exhausto y bien acomodado entre los brazos de su esposo, balanceándose al ritmo de la música suave que se oía en el ambiente.

—¿Cansado?

—Un poco —admitió la serpiente que no apartaba los ojos de su sortija.

—Espero que no mucho porque tengo que cumplir, esposito mío.

—¿Ah sí? ¿Y dónde quedó lo de dormir junto a los niños y nuestro gato?

—Izuna, Madara y Shizune se han ofrecido a cuidarlos, solo por esta noche, ¿qué dices?

—Digo que Madara les puede hacer algo… pero confío en Izuna y Shizune.

—¿Entonces?

—¿Qué? —dijo Orochimaru haciéndose el desentendido.

—¿Vas a dejar que te encante esta noche con mis indudables dotes de seductor?

—Tal vez, veré hasta donde puedes llegar.

—¿Y si te digo que te amo?

—Ahí sí lo puedo considerar, me gusta esa razón.

—Te amo, Orochimaru —le besó sin dejar de bailar.

—Yo también te amo, idiota.

Su boda estuvo llena de las caritas felices de cada uno de sus hijos, de las miradas alegres de sus amigos.

Llena de Shizune que no sabía como contener a Yahiko, de Tsunade que le hacía expresiones graciosas a Nagato, de los Sasuke y Naruto que ya habían probado el pastel mientras nadie se daba cuenta.

De Minato que les miraba con todo el amor del mundo, de Fugaku que les sonreía con admiración, de Konan luciendo como la flor más bella de la sala, de las exclamaciones apasionadas de Madara…

De Izuna regañando a Madara.

De todo. Llena de momentos agradables, de la cálida mano que sujetaba la suya, de vivir un nuevo día con la frente en alto y la seguridad de que la soledad de su sombra estaba por siempre vencida.

La luna, que asomaba pálida en el horizonte, anunciaba la llegada de la noche. Pero a nuestros Jiraiya y Orochimaru aún les quedaban incontables noches que compartir, uno en los brazos del otro.

 

>>:<< >> FIN << >>:<<

 

Notas finales:

Por ahora ( ^^ )

Esperamos que lo hayan disfrutado mucho. Que les haya hecho pasar un buen rato de lectura y esperamos que los enamore un poquito más del FugaMina.

Deseamos volverlos a todos tan locos como nosotras ( ^^ ). 

Obvio que nos verán de nuevo, hasta que muramos o hasta que Stig se canse de mí ( XD )

Solo nos resta reiterarles nuestro sincero agradecimiento y preguntar:

¿Merecemos reviews? Somos todo ojos y queda a su decisión. Ustedes, mejor que nadie, reconocen que sus comentarios son nuestro mayor sustento.

Estamos más que dispuestas a conocer su opinión.

Y sin más...

¡Hasta pronto!


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