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Lo que pasa cuando te enamoras de una amiga por Yaoi lovers

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Notas del capitulo:

¡¡Hola a todos!!  Ni siquiera puedo recordar la última vez que estuve aquí...

Bueno, les dejo el apítulo 4, espero sea de su agrado

Como ya dije estoy en el último año de la preparatoria pero esta historia tiene su principio hace 2 años… Para llegar a la escuela tomo dos autobuses, uno que pasa a unas cuadras de mi casa y me deja a la mitad del camino y otro que pasa en el sitio donde me deja el anterior y de ahí llego al  frente a la prepa; toda la mitad del primer curso mi papá me acompañaba de ida y de regreso, cuando terminaban mis clases iba a la parada del bus y mi papá ya me esperaba allí. En muchas ocasiones encontré a varios chicos y chicas de la prepa, entre ellos  mis amigos, que también usaban ese autobús.


Como ya iba acompañada no iba con nadie más, pero fue un martes cuando la vi: era una chica bajita, con el cabello corto y castaño claro, probablemente estaba en el primer curso al igual que yo aunque parecía más madura que yo, por lo que pensé que era de un curso superior y sobre todo porque iba con un chico que parecía mayor.


Lo que sentí al verla fue extraño: me quedé estática unos segundos, sólo pude observarla y quedarme justo donde estaba para poder seguir observándola y eso mismo que experimenté con varios chicos que conocí en algún momento y que después de tratarlos comenzaron a gustarme se repitió pero ¿Por qué? Se trataba de una chica, alguien que ni siquiera conocía y que además de todo era la primera vez que veía. Es cierto que durante el último año de la secundaria bromeaba con respecto a mis preferencias y decía que me gustaban las chicas y nunca lo consideré en verdad; sólo lo decía para molestar a un chico con el que salí, y no tenía sentido que de la nada experimentara estas sensaciones con ella.


En ese momento me quedé confundida, no sabía que pensar con respecto a lo que acababa de pasarme y ni siquiera quería seguir pensando en ello; yo no estaba en mi mejor momento pues pasaba por una crisis depresiva porque la relación que acababa de terminar no tuvo un muy buen fin, y sentirme “extrañamente” atraída por una chica resultaba más complicado para mi. Decidí no prestarle mucha atención y seguir como si nada pero al llegar a la parada en que me bajo me llevé una gran sorpresa: tanto ella como el chico con el que viajaba bajan en la misma parada.


Cuando bajé no pude evitar seguirla con la mirada e intentar descubrir hacia donde iba; para mi desgracia, yo aún necesitaba tomar otro bus y ella fue hacia una tienda justo cuando el otro bus iba llegando. Quería esperar a que la chica saliera pero, como iba con mi papá, tuve que tomar el autobús apenas se detuvo en la parada; conforme fui avanzando pude ver que la chica salía de la tienda y caminaba hacia la misma parada en que me había subido… ¡Perfecto! Sigue el mismo camino que yo y por sólo unos segundos no pude saber durante cuanto tiempo podría observarla si coincidíamos en el bus.


A veces me sigo preguntando: ¿Por qué si aseguraba no sentirme ni siquiera un poco atraída por ella quería observarla? Si lo veo de esta manera, da la impresión de que simplemente ni yo entendía mis sentimientos, y puede que sea cierto después de todo; me cuesta mucho darme cuenta de mis sentimientos y no me resulta sencillo aceptar cuando alguien comienza a tener una mayor relevancia en mi vida.


Varias semanas pasaron después de ese día y no había vuelo a ver a “la chica linda”, sobrenombre que le puse, ni camino a casa ni en la escuela. Simplemente lo dejé pasar, pensé que tal vez sería de esos “amores” que te encuentras en el transporte y que nunca vuelves a ver. Para este momento yo empecé a regresar a casa sola y pensé que era mi oportunidad para conocerla, pero no conté con mi  mala suerte y las cosas pasaron sin pena ni gloria: no logré aclarar mis sentimientos pero tampoco me preocupaba no entenderlas pues no la volví a encontrar.


Justo cuando yo estaba superando esos sentimientos confusos pasó: iba llegando a la parada de segundo bus y éste ya se iba; como realmente no tenía ganas de esperar al siguiente, y menos porque fue de esos días que salía tarde, corrí hasta alcanzarlo. Venía medio lleno y estaba un poco apretado pero no tenía intenciones de retrasarme más, simplemente me subí y busqué un lugar en donde la gente no viniera sobre mí y me dediqué a esperar que llegara a mi parada.


Venía sumida en mis pensamientos sin prestarle atención a nada más, pero una voz que apenas pude reconocer me desconcentró y dirigí mi mirada hacia el lugar del que provenía el sonido; ahí estaba ella, sentada justo en uno de los asientos frente a mí, venia con una de sus amigas y se veía que estaba muy interesada en su conversación. Lo evidente era quedarme como si nada, no podía hablarle así como así y menos si iba acompañada. De vez en cuando volteaba a mirarla, seguro notó que la observaba pues aunque eran miradas rápidas fueron bastante constantes y no sé que suerte tengo que mi mirada es penetrante…


Ese viaje me sirvió para descubrir  más cosas de ella pues pude darme cuenta de que era muy tierna, actuaba de forma un tanto aniñada y le encantaba hablar, tenía la costumbre de arreglarse el cabello constantemente, sus ojos eran pequeños y un poco rasgados, también descubrí que era otaku, pues venia hablando de un Hetalia con su amiga y además llevaba un cuaderno con una imagen de Toradora en la portada. Así es, realmente estuve muy pendiente de todo lo que hacía y pude ver muchas cosas que me hicieron empezar a conocerla un poco más, claro que aún había un gran problema: ni su nombre sabía, y por si eso no bastara simplemente era demasiado cobarde como para siquiera acercarme a ella incluso con el pretexto de que algunas veces la había visto en la escuela y me parecía interesante; es difícil decirlo pero para estos temas siempre he sido muy torpe.


Y las cosas pasaron así el resto del año, una que otra vez la encontraba en el bus o en la escuela y cuando eso pasaba me dedicaba a observarla, evitando tanto como me fuera posible que se diera cuenta. He de aceptar que mis esfuerzos no daban muchos frutos pues después de varios segundos ella volteaba y me miraba y lo único que se me ocurría hacer era fingir que veía hacia otro lado e ignorar su mirada clavada en mí.


Al terminar el primer curso me sentí liberada pues por mi mente pasó la absurda idea de que ahora todo estaría bien, que no volvería a topármela a menos de que tuviera en verdad muy mala suerte; no sé ni como pensé que eso pasaría, no tenía sentido creer que mientras ambas estuviéramos en la misma escuela no nos encontraríamos en algún momento. Sin embargo, aún tenía un consuelo: todos los horarios de los grupos de la escuela son diferentes, era 1 contra 18 la posibilidad de que quedáramos en el mismo grupo y no había más de que preocuparse… Que ingenua fui…


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