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Niñero de nekos por Angie Sadachbia

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Notas del capitulo:

¡Discúlpame mucho, Barahime!

 

Notas finales D:

Uruha-san

 

Fui criado para ser la mascota perfecta, no me molesta porque obtengo muchos beneficios de ello y el dueño que me tocó es el perfecto. Sin embargo, eso significa que tengo que encadenar el lado más agresivo de mi personalidad… y del que más disfruto.

Hay un momento travieso en el que mi cuerpo se desinhibe, en el que se desata mi rudeza natural: el ensueño. Cuando ocurre, siempre se trata de una cacería, de una lucha o de sexo; básicamente, las tres cosas que más me gustan y las que están prohibidas para mí. Al ser un neko casero, no necesito cazar y tampoco tengo muchas cosas al alcance para jugar; tan sólo puedo fingir con juguetes que Uruha ha comprado con ese fin. Las luchas, por aquello de ser mascota, tengo que evitarlas o mi dueño se molestará por dejar rienda suelta a mi lado provocador. En cuanto al sexo…

 

Toda una semana seduciéndolo, vistiendo con ropa provocadora, actuando como si fuera una hembra en celo e invadiendo su habitación cada noche para que tratara de tomarme… para que lo hiciera, mi cuerpo lo pedía y yo estaba conquistado por sus encantos.

Esa noche, después de la ducha, me dejó bajo su cuerpo desnudo, nos besamos suavemente hasta que la sensibilidad de nuestras pieles estuvo al máximo. Le sentía cuando fingía poseerme a través de la ropa, me tenía asido por la cintura y devoraba mi cuello con provocadoras y delicadas mordidas.

Marchaba perfecto, pero…

—¡Agh! —gritó agudamente y se alejó al instante, mirándome horrorizado. Le había rasgado la suave piel de la espalda con las diez garras de mis manos, diez hilillos rojos que iban desde sus hombros hasta su espalda baja, eran la prueba.

—Lo siento, Uru-sama. —Estaba horrorizado por la reacción de ese hombre, el mismo que me miraba con duda y miedo.

—Lo siento yo, Aoi. —Se levantó después de vestir su intimidad, me miró con más suavidad y se acercó a mí—. No debí ceder —susurró con calma, yo me acerqué a su cuerpo y ronroneé contra su pecho—. Escúchame bien: nekos con nekos y humanos con humanos. —Suspiró, besó mi frente y se retiró al baño, luego le seguí para curarlo en medio de un pesado silencio.

 

De ser honesto, jamás me ha interesado aparearme con hembras. Uruha-san me ofreció, tras ese incidente, muchas oportunidades de ser “novio” de algunas lindas nekos, cuyos dueños querían sacarle camadas para vender a los cachorros y hacerse ricos. Todas y cada una de esas veces me negué, hasta que un día le dije con sinceridad que quería un macho y que no quería que él eligiera una pareja para mí. Sonrió para mí, jugueteó con mis orejas y me prometió que saldríamos a muchos lugares para que yo viera otros nekos y tuviese de dónde elegir.

El idiota nunca cumplió con eso. Tampoco me interesaba, porque estaba bastante encaprichado con él como para fijarme en otro.

 

Cuando sueño con cacería, luchas o sexo, mi cuerpo se deja llevar por ligeros impulsos, se comporta como si fuera algo real. La mayoría de las veces, sólo son suaves movimientos de manos, pies, cola o cualquier otra zona de mi cuerpo. Cuando sueño con sexo, suelo mover la cadera, estirar (no mucho, sólo hago el amago) mis extremidades y, en casos extremos, rasguño lo que tenga bajo mis patas superiores. Por eso el colchón especial… por eso duermo solo —una vez arañé el abdomen de Uruha-san—.

En el ensueño, no recordaba que un rubio acosador dormía sobre mi pecho. Un grito, esta vez grave, me despertó de inmediato.

Miré hacia mi derecha, de donde venía el grito, y pude ver a Akira-san con sus ojos cerrados en una expresión de dolor. Me senté perezosamente, refregué mi ojito izquierdo, tratando de despertar del todo.

—Aoi —dijo con suavidad, sentándose mientras sobaba su brazo. Entonces noté que estaba arañado. Cubrí mi boca con una mano, en tanto mis orejas bajaban por la vergüenza—. No sabía que eras tan salvaje, gatito mimado...

—Puedo curarlo, por favor, no se enoje. ¡No le diga a Uruha-san! —Interrumpí sus palabras, estaba aterrado por lo que había hecho. Aunque me asustaba más lo que podría ocurrir si mi dueño se enterase, ¡seguro me echaba! Un neko casero no puede lastimar a un ser humano, no importa si no estaba consciente al momento de cometer ese daño.

—Cálmate. —El rubio que me cuidaba se levantó, encendió las luces y empezó a desinfectar la herida en un sillón lejano a la cama. De mi parte, seguía consumido por el pavor, por la idea de ser acusado ante Uruha y que él decidiera llevarme a un centro de adopción. Perder mi vida perfecta, era todo lo que temía.

­—Déjeme curarlo. —Creo que mi voz sonó algo parecido a un llanto contenido mezclado con impotencia. Sea como haya sonado, los ojos grises de mi pervertida pesadilla me miraron asombrados, arrastrando con ellos una suave sonrisa. Me asintió y yo corrí a su lado, a una mesita alta, donde me senté para poder realizar el ritual de desinfección en forma cómoda.

—Ahora entiendo por qué Uru te quiere tanto.

 

No volvimos a hablar del tema, él no volvió a acosarme, pasamos el día de lo lindo jugando con pelotas de estambre y peluches de varios motivos. Estuvo bien, pero era como si algo me hiciera falta.

Era asiduo a visitar a Uruha-san, especialmente cuando su trabajo no le demandaba tanto tiempo, comían y jugaban, dejándome de lado. Apenas me miraba para saludarme o dedicarme una suave, lejana y necesitada caricia. En realidad no me comprendo, quería que me dejara en paz y, cuando lo conseguía, ¡me frustraba! Su indiferencia no me gustaba.

Una tarde, varias semanas después, estaba acostado en mi colchón de la sala mirando el techo, en su interesante y monocromático tono púrpura. Uruha-san trataba de distraerme usando el puntito de luz roja, un juguete, comida, sus manos… nada. Conseguía romper mi trance, pero sólo eso; pronto volvía a caer en mis lagunas mentales, como si no estuviera en la sala con mi dueño.

Tal vez se asustó demasiado, tal vez por eso se acostó sobre mi pecho y me abrazó, refregando su mejilla ahí, como yo suelo hacer con otros. Me sobresalté por el repentino contacto, aunque ya sabía que estaba merodeando por ahí, lo rodeé suavemente con un brazo y con mi cola. Resoplé, porque me recordaba a Reita.

—No me ignores tú también. —Sollozó al aire, a mí, a su propia angustia. No supe qué hacer, nunca me tocó enfrentar a mi dueño quebrándose como lo estaba haciendo en ese momento. Lo abracé del todo para tratar de reconfortarlo, de que supiera que no lo ignoraba.

—Toda mi atención es para Uruha-san. No esté triste —susurré mientras le acariciaba suavemente la espalda, podía sentir una extraña energía triste tomando mi cuerpo. Soy capaz de sentir lo que siente la persona que entre en contacto conmigo, siempre y cuando esté cómodo a su lado; mi dueño se sentía terrible—. Comamos pastel.

—No quiero, el pastel me lo recuerda. —Se levantó y sentó a mi lado, mirando al suelo con inmensa tristeza. Un tanto somnoliento, me senté también para abrazarlo mimosamente—. Kai me dejó, Aoi-chan. —Y empezó a llorar, yo lamí sus lágrimas con lentitud.

 

Una fría ducha, muchos brownies y un par de películas después, Uruha-san se encontraba más calmado. Mi dueño fue pareja de Kai-san desde que regreso de su viaje a Sapporo hasta la mañana de ese día. No supe detalles y no me interesaban, mi única misión era reconfortarlo. Tomamos juntos una siesta, gracias a todo lo gatunamente divino que no le rasguñé, y despertó de un humor mucho mejor. Mejor dicho, cuando yo desperté, lo encontré con una sonrisa radiante en el rostro mientras se arreglaba ante el espejo.

—¡Qué bueno que despertaste! Aoi, toma un baño y vístete bien. Saldremos. —Bostecé largamente, me dejé caer en la cama de nueva cuenta con la pereza fluyendo por todos mis poros—. ¡Aoi-chan! —Sacó la cobija de encima y me miró molesto. Ante eso, sólo podía obedecer.

 

—Quieto, quieto. —Seguía parpadeando por el fastidio que ese palito, manejado por Uruha-san, me daba—. Por favor. —Alejó esa negra amenaza y le miré con  un puchero en mis labios—. Aoi…

—No me gusta. —Moví mis orejas hacia atrás, inflando mis mejillas, ya muy molesto.

—Dijiste que lo harías, mentiroso. —Se sentó sobre mi regazo y detuvo mis manos—. Déjate hacer.

—¡No sabía lo que decía!, ¡no me maquilles! —chillé y me retorcí. Una suave risita salió de sus labios.

—Sin lápiz, ¿qué dices? —Tiró el palito y me miró con mucha gracia. Payaso no soy, soy mascota.

—Bueno —murmuré y volvió a ponerse de pie para untar varios polvos y talcos en mi cara. No sé qué quería conseguir, pero mi paciencia estaba llegando a su límite… odio que toqueteen mi rostro.

Unos cinco minutos después, puso un espejo para que pudiera verme, miré de reojo y bufé porque no me reconocí. Él rio otra vez, vaya que la estaba pasando bien haciéndome enojar. Lo miré con mis pupilas dilatadas del todo, calló al instante y yo volví a mirarme. Estaba muy diferente, mi rostro no tenía marcas, la piel era más clara y mis ojos parecían de mapache. Uno bonito.

—Ahora estamos listos, iremos a divertirnos —dijo con la emoción rozando cada palabra, logrando quebrar mi enojo para transformarlo en alegría. Estaba haciendo bien mi trabajo.

—¿A dónde iremos, amo? —Me miró asustado, volvió a concentrarse en su pequeño bolso y suspiró.

—Tendremos una cita doble con Reita y Kai… Reita dijo que podría hablar con Kai para arreglar todo. —Sonrió para sí mismo.

—¿Qué es una cita doble?

—Dos parejas en una cita, ¡simple! —Se acercó para peinarme el cabello, reparando en mi gesto confundido—. No sabes lo que es una cita, ¿eh? —Negué lentito­—. Eso es cuando… —Entonces sonó el timbre, miré a la puerta por instinto y supe que era él—. Tu cita es Reita, ayúdame. —Besó mi frente y fue a abrir la puerta.

Notas finales:

Estoy despertando lentito, lentito... como Aoi cuando negaba.

Actualizaré en este orden:

*I don't want to live on this planet anymore.

*Los berrinches de Aoi Superstar.

*Desafío.

*Niñero de nekos.

 

Lamento dejarlo en tres partes, es que ya me sentía culpable de no actualizar y... bueno, este capi ya no daba para más. Lo culminante queda para el siguiente.

 

¡Espero que te haya gustado, Kira!


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