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AFFAIR por malchan

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Notas del capitulo:

Disculpen la tardanza para actualizar, mi computadora decidió suicidarse tras casi 10 años de estar conmigo y ante mi actual pobreza no he podido repararla e incluso tardé en lograr recuperar Affair (casi me da el infarto el estar cerca de perder esta historia!) y bueno, estoy actualizando desde la compu de mi hermano jaja no creo que él tenga idea de lo que subo XD

Ésta es la última actualización del año y me da gusto que no termine sin que suba algo nuevo, más que nada para aprovechar el momento y decirles MUCHAS GRACIAS por seguir este relato y por supuesto un agradecimiento muy muy especial a quienes también me hacen tan feliz con sus reviews!

Que tengan un hermoso inicio de ciclo, que la vida les traiga muchas cosas buenas e historias inspiradoras, los quiero!!

- malchan.

El noveno piso de ese hospital albergaba una cafetería que a esas horas estaba solitaria, envolviendo el salón con un aire abandonado, el silencio era profundo e inquietante.
¿O era solo su impresión?

Era como si el invierno exterior y su propia melancolía invadieran ese espacio también, volviéndolo triste, callado, tortuoso.

A mitad de invierno no es que esperara que el clima fuera a volverse mejor, claro, siendo febrero el clima sólo recrudecía. Y aunque las nevadas más intensas habían pasado a cambio la ciudad había sido invadida por un silencioso frío muy gélido y la nieve aunque ahora caía más suavemente, en otros años ya habría parado.

A través de las escasas ventanas del edificio podía verse caer los copos. Y para Kyan resultaba inevitable asociarlo con el horrible momento en que su mente había querido salvarlo del shock, aquel en que estando tirado y herido afuera de la casa del terror adentro baleaban al hombre que amaba. En aquel instante, tal como ahora, la nieve descendía embelleciendo la tragedia.
Aquella era la belleza más triste del mundo.
Ese pensamiento logró sacarle todo el aire a su persona, dejándolo vacío.

Su mente vagaba perdida en un mundo de dolor del que ya no sabía escapar, al punto en que se sentía luchando contra la marea.
Y donde el pensamiento acababa estaba él, su cuerpo, molido en otra realidad igualmente horrenda, ¿cómo ignorarlo?

Estaba… verdaderamente extenuado, física y mentalmente.

Se sentía envejecer 10 años.

Nunca había tenido problemas para soportar largos periodos de estrés, su físico aguantaba bastante carga de trabajo intenso, desvelos, situaciones críticas… siempre y cuando no fuera personal.
Ése hombre en ése estado… era algo personal.

Movió su cuello, este tronó en cada cervical.
Volvió a girar su cuello y hubo nuevos tronidos. Tarde o terminado el pasar noche tras noche en aquella silla le habría de cobrar la factura y ese momento parecía estar llegando. ¿Hacía cuánto no dormía en una cama siquiera?

Frente a él estaba un gran vaso de cartón. Se trataba de un café que solían servir más bien en una taza de cerámica pero él siempre lo pedía para llevar poder desplazarse por el hospital sin tener que atender a ese detalle. Debía tomarlo pronto o se enfriaría, y sin embargo Kyan lo ignoraba totalmente. Aunque estaba mediocremente preparado él llegaba a pedirlo hasta tres veces al día porque necesitaba permanecer despierto toda la noche... de nueva cuenta.

La familia de Daniel estaba con él todo el día, más ahora que sus padres habían llegado a la ciudad, así que los momentos en que podía estar a solas con él ahora eran únicamente las madrugadas. La verdad es que temía que si invadía más aquel espacio familiar, sería expulsado de ese sitio.

Era probable que a esos sehnores no les hiciera gracia verlo rondando por ahí. Ya una Lascurain ya había dejado muy en claro que no soportaba verlo cerca.

¿Qué es lo que haría un padre? Novak se preguntó.
Él nunca había tenido uno, Auguste era un solo un nombre, una sombra dolorosa. Hayley no sería nada diferente. Sus propios padres jamás habían querido siquiera tenerlo, no es como si aquello pudiera olvidarlo.

Y tampoco era padre él mismo. Ante la evidencia de su vida, era evidente que estaba más lejos que nunca de lograr esa satisfacción en su vida.

Pero la lógica le decía que él mismo… no querría ver al hombre que habría mandado a su hijo al hospital descaradamente mostrándose por ahí, entrometido entre tantas personas más que realmente sí tenían un peso y un derecho a estar con él. Los que lo conocían de toda la vida. Los que no lo habían puesto así.

Entendió el temor que alguna vez había visto en Enzo, de enfrentar a Reiner a los Baladi… aquel asunto de las familias políticas podía ser terrorífico.

Y todo eso estaba siendo en verdad más de lo que era capaz de soportar en esos momentos. ¿Existía acaso un límite al que estaba llegando?

Tenía el estómago revuelto.
¡Se sentía cada día más frágil!

Inesperadamente un gran bolso de mujer cayó en la mesa, alguien llegaba y no le había escuchado ni siquiera llegar, inmerso en sí mismo como lo estaba.

Era… ella, la madre de Daniel.
¡Sintió a su estrés escalando a mil!

Sería absurdo pretender irse. Eso sería terriblemente descortés, sin importar el pretexto que inventara. Así que se quedó tieso en el asiento sin saber muy bien que hacer. Y después comprendió que probablemente debía haberse levantado para recibirla más educadamente, pero ella ya se había sentado.

¡Tenía que desperezarse!

Aquella vez que la había conocido no había podido verla detenidamente, pero ahora la tenía frente a él.

Vanita era sin duda una mujer muy bella acariciando los sesentas y estupendamente bien llevados, ojos profundos, obscuros y nítidos, cabello negro y ondulado salpicado de  destellos plateados y de elegante rostro cuyas arrugas dejaban ver que se trataba de alguien que le gustaba reír.

- Kyan- lo nombró como si lo conociera de toda la vida, con esas inflexiones en su voz de  
  un acento portugués, aquella entonación aunque más suave con la que el mismo Daniel
  decía su nombre alargando un poco la y griega también. Ese detalle hizo que le doliera
  el corazón con el recuerdo.

- Señora Lascurain- le respondió como autómata.

- Tú siempre estás aquí- afirmaba ella, haciéndole de inmediato temer a lo que fuera a
  decir- A veces pareciera que no duermes, espero que vivas cerca.

Sintió que perdía el habla. No había esperado que esas fueran las primeras palabras que ella le dirigiese a solas.

- Todo queda cerca en Luxemburgo- dijo por inercia, sintiéndose realmente incómodo.

Aquel era un comentario completamente genérico que cualquier luxemburgués diría en una charla ordinaria. Equivalía a hablar del clima.
¿Debía haber dicho alguna otra cosa?

- Claro, el pequeño Lux- aceptó la respuesta Vanita. Pero no le fue suficiente.
  No obstante, Kyan, me han dicho que desde que pudiste ponerte de pie no te alejas de
  Dan, y ahora que he pasado más tiempo aquí es que me consta.
  Esto que estás haciendo es un sacrificio muy grande, me sorprendes a decir verdad.

No sería muy prudente ahondar en sus motivos, ¿verdad? No quería hablar con ella acerca de sus sentimientos para con su hijo.
¿Para qué cavar su propia tumba?

- Y si me permites decirlo, opino que deberías descansar de éste lugar.

Kyan apretó los dientes.
Así que estaba ocurriendo. Lo que tanto había temido. Ella lo corría.

- Dan está bien cuidado y todos estamos al pendiente de él.
  Tú lo sabes, ¿no es así?

Aquella era la forma diplomática de hacerle saber que no era bienvenido.
Pero, ¿debía haberse esperado algo diferente?
¿No acababa de pensar en eso?
Sólo tenía que ponerse en los zapatos de Vanita Lascurain, no debía ser su situación favorita saber qué tipo de relación podía tener él con su querido primogénito.

El amante incómodo, ¡siempre el maldito amante incómodo!

Quien sabe cuál sería la expresión de su rostro, por la cara que de pronto se formaba en Vanita en ese momento al verlo.

- No me malinterpretes- se apresuró a continuar- me alegra que estés aquí, que te
  preocupes por él. Pero luces… tan sombrío y triste.

¿Cómo?
¿Estaba oyendo bien?

Los ojos de ébano que lo miraban no parecían contener mentira ni juego.
No supo reaccionar a ello.

En verdad estaba haciendo un chiste de sí mismo.

- Gracias- respondió, sintiéndose un estúpido- pero no necesita preocuparse por mí. Y si
  no tiene problemas con ello, quisiera seguir viniendo a ver a su hijo. Esto… es
  importante para mí.

Aquello no era algo que dejaría pasar, si la encantadora dama estaba dándole pie no desaprovecharía por mucho que eso mismo lo desconcertara.

Ella puso ambas manos en la mesa de aquella cafetería, llevaba anillos grandes de oro rosado en cada uno de sus dedos.

- Puedes estar a su lado tanto como quieras. Pero también necesitas dormir.
  Cuando él despierte, no quisiera ser responsable de que no te hayas recuperado.
  Porque tú… fuiste herido también, ¿no es verdad? Aunque la ropa te tape, estás cubierto
  de vendas.

Bajó la vista para verse a sí mismo, tenía la camisa ligeramente entreabierta, no se había dado cuenta. Las curaciones estaban un poco a la vista. Pero más allá de la sorpresa de sentirse descubierto aquellas palabras le hicieron sentir aún más extraño.

“Cuando él despierte” le había escuchado decir. A últimas fechas nadie parecía hablar más de un buen escenario respecto al estado del guallen, pero ella que daba por hecho que él volvería eventualmente a este mundo. Así que se quedaría eso, que era lo más positivo que escuchaba, en un intento por ser optimista que tan mal se le daba.

- Mis heridas están sanando, no tienen importancia- declaraba mintiendo, porque no podía
  siquiera levantar todavía bien uno de sus hombros- ¿Será que a sus ojos me veo tan mal?

Eso le causó a la mujer una reacción inesperada, una risa ligera.

- No, no tan mal. ¿Cómo si eres un joven tan atractivo? No me sorprende que Dan se  
  haya prendado de ti.

Sintió que se atragantaba con algo inexistente.
¡Las implicaciones de esa frase eran profundas y ella lo tomaba tan a la ligera!

Esa mujer refinada debía suponer que a él, no lo traía ahí una amistad con su hijo. Y estaría muy en lo cierto. Estaba seguro que alguien debía ya habérselo dicho. Y probablemente no en el mejor tono.

Sin embargo, no tenía fuerzas para llevar la conversación hacia esos rumbos.
¡Esa mujer era la madre del hombre que quería! Y era horrible tener que conocerla en esas circunstancias. Así que se quedó frente a ella incómodamente callado.

Pero si bien Vanita estaba demostrando ser empática, no pudo evitar pensar en el otro lado de la moneda; ella lo miraba fijamente como si leyera sus reacciones.
Tenía que aceptar que estaba haciéndole sentir ansioso lo sagaz que estaba resultando esa mujer, así que decidió mejor llenar el espacio que el silencio ocupaba para no desquiciarse demasiado.

- No sé si su hija le ha hablado de lo ocurrido, pero ella tiene razón en algo.  
  Yo soy el culpable del estado de Daniel.

Había una razón por la cual consideraba justo decir aquello. Y no, no era su usual autosabotaje contra el que estaba trabajando en terapia. Lo decía porque era poco probable que Victoria ya le hubiera dado su versión de los hechos, así que prefería ser franco y decirlo él mismo.

- Daniel me protegió de aquellos disparos y es por eso que estoy aquí.
  Yo soy el responsable de su estado, ¡y quisiera poder hacer algo! Me he ofrecido
  infinidad de veces a cubrir los gastos de hospital incluso, pero…

No. No debía hablar de dinero.
¿Qué demonios estaba diciendo?

- Yo… no puedo… no puedo simplemente irme- su voz hacía sonar aquello como una
  súplica y lo odió- Espero lo entienda, el cansancio no me importa.

No me pida que me vaya. Quiso de ella pero se contuvo ante lo lastimero que podía escucharse.

Vanita Lascurain se acomodó en su asiento, parecía asimilar con calma lo que escuchaba.
Y no dejaba de verlo profundamente.

- ¿Te sientes responsable de lo que pasó y es por eso que estás aquí todos los días, Kyan?

No, no era así.
¡Claro que no era sólo eso!
Había sufrido tanto viendo a ese hombre desvanecido en aquella cama de hospital. Pero, ¿admitirlo? ¿A ella?

- ¿No es suficiente?

Obviamente era mala idea dejar de ser amable con esa persona, pero no pudo evitarlo.
Fue un riesgo estúpido que no pudo dejar de correr en nombre de la honestidad.
Sin embargo su severidad no pareció afectarla en absoluto.

- Si mi hijo ha optado por recibir balas para salvar tu vida, debes ser muy valioso para él-
  concluía entonces con una extraña suavidad- creo que él querría que estuvieras a su lado.

Novak sintió que palidecía.
La rudeza con la pudiera conducirse no mermaba nada a Vanita, tal como nunca había frenado a Daniel. Supo que no podría usar ese escudo para protegerse.
¡Y tampoco es como si tuviera ánimos para hacerse el duro después de todas aquellas semanas tan devastadoras!

- Y Kyan, no deberías estar tan triste.

Esa mujer… lo desarmaba poco a poco.
Y no parecía estar jugando ningún juego.

- Tampoco deberías hacer caso a Victoria- la oía incrédulamente seguir- es su dolor el
  que toma voz. Ella quiere mucho a su hermano aunque parezca tan fría a veces. Tal vez
  mi hija y tú tengan en común más de lo que parece- sonreía ahora, como si en verdad
  todo estuviera bien en el mundo.

¿Cómo lo hacía?
¿Cómo es que estaba tan calmada?
¿Era ridículo envidiarla?

No supo que decir.
Se sentía totalmente expuesto.
Supo que tenía que tener mucho cuidado con la sehnora Lascurain.

- Gracias por sus palabras, en verdad las aprecio, sin embargo… eso es algo de lo que
  debo preocuparme, ¿no cree, Vanita? Es verdad que su hija no me quiere aquí- tuvo que
  recordarle.

Ella suspiró suavemente.

- Sí, eso parece, ¿cierto? Pero no te dejes llevar por su actitud, diga lo que diga ella no va
  a impedirte estar con él, eso te lo aseguro- le escuchó decir.

Su voz tersa era fuerte también.

- Así que, Kyan, puedes venir a visitarlo a horas más aceptables. Y dejar de tener que
  tomar tanta cafeína- se refirió a aquel horrendo vaso de cartón- Sé que los financieros se
  creen inmunes aunque no lo sean en realidad.

Novak no pudo evitar resoplar algo similar a una risa.
Vaya, había olvidado que podía emitir sonidos así.

Ella observó la expresión de aquel rostro.
- Sí, así luces mucho mejor. Me pregunto cómo eres en realidad cuando no está sobre ti la
  tragedia.- y luego, como si aquello no fuera suficiente agregó- Me pregunto qué fue lo
  que mi hijo vio en ti.

Eso bastó para que le hiciera sentir el rubor estallándole en la cara como una ola caliente de vergüenza que le llegó hasta las orejas. ¿Hacia dónde iba esa conversación? ¿Lo decía en un tono de burla? Porqué de no ser así, tampoco tenía una respuesta.

No sabía que era lo que Daniel había visto en él.
No lo sé, no soy como Catherine. Recordó las palabras de Vi, pero no se las daría como respuesta, aún no era tan estúpido.

- Bueno, supongo que ya encontraré esa respuesta- parecía decirse a sí misma ahora la
  señora Lascurain ante el involuntario mutismo del luxemburgués incómodamente
  sentado ahí- Por cierto, hay algo que tengo días queriendo decirte, Kyan, supongo que
  éste es buen momento. Es una especie de advertencia.

Oh oh.
El mundo se detenía, cada segundo tenía tanto miedo del siguiente instante y este no fue la excepción. ¿Qué tipo de advertencia podría hacerle la madre de Daniel?
Sus siguientes palabras podrían ser completamente amenazantes. Tenían completamente el potencial de hacer su vida aún más miserable.

- Y es que verás, debes tener cuidado conmigo- seguía ella con una desconcertante
  sonrisa en los labios- Porque soy insistente y tú… me intrigas.

¡Lo decía divertida!
Sí, sin duda Daniel había sacado varias cosas de ella.

- Me es difícil pensar que pueda intrigarle. Porque siento que soy un libro abierto para
  usted- logró decir.

Ella rio, quizá no era su impresión y acababan de tomarle el pelo, Kyan simplemente no podía bajar la guardia, ¿o sí?
Estaba tan tenso que respiraba forzadamente, apretaba las manos una contra otra.

- Es evidente que eres un hombre obstinado y eso me temo, lo tenemos en común tú y yo.
  Y como yo también pienso quedarme junto a Dan hasta que despierte, ninguno de los
  dos irá a ningún lado próximamente. Tendremos tiempo de conocernos, ¿no es verdad?

Su elocuencia al hablar lo ponía nervioso, porque no se tragaba enteramente sus buenas intenciones aunque en el fondo quisiera desesperadamente creer en ellas. Y es que simplemente él fallaba en encontrar suficientes motivos para que ella se pusiera de su lado.

Quería pensar que Vanita se opondría a los deseos de su hija si éstos buscaran imponerse, y que sería su voluntad la que se haría. Lucía bastante alfa, después de todo.

Tendría que confiar en ella.
¡Quería confiar en ella!

- Le agradezco lo amable que es y si estar junto a Daniel implica compartir mi tiempo con
  usted, Vanita, no encuentro lo malo en ello.

Eso debía sonar bien, ¿cierto?
Si algo había aprendido esos días en la Copa Budge cuando ayudaba a Enzo, es que habiéndolo escuchado infinidad de veces ser diplomático y encantador, podía imitarlo aunque sólo fuera de dientes para afuera.

Aguardó su reacción la cual pareció buena.
Pero aquello sólo continuaba.

- ¡Bien! Me alegra escucharte decir eso, porque hay dos cosas que quiero pedirte.
  Y de antemano aclaro que no suelo aceptar no de respuesta.

El luxemburgués aturdido, atinó a dar un sorbo al café ahora tibio.
Cuando bajó el vaso, la miró con todo el aplomo que pudo reunir en sus mancillados ánimos.

- Haré lo posible por satisfacerla.

Vanita tenía ambos brazos sobre la mesa, extendidos ahora hacia él, con el lenguaje corporal de alguien que sabe negociar. Kyan como el profesionista que era lo comprendió, ella jugaba a ganar.

- La primera es que descanses. Y va muy en serio- exigía, graciosamente dulce.

¿Descansar?
No podía creer que dentro de todo lo que ella tenía la posibilidad de exigir, que fuera eso lo que quisiera. Porque ahora estaba seguro que no pretendía correrlo, ¿o estaba siendo muy ingenuo?

- Y la segunda, es que dejes de hablarme de usted.

Parecía bromear, ¿cierto?
Y Novak que continuaba pasmado, se apresuró a asentir.

- De acuerdo- dijo, tratando de dar a sus palabras el mayor peso posible.

Pero aquello no sería el fin de aquella conversación.

Casi saltó de su silla cuando ella lo tomó súbitamente de la mano. Y con extrañas libertades se las veía detenidamente. Era bastante obvio lo que veía en ellas.
Sus cicatrices, sus vergonzosas cicatrices.

- Tus manos… también están llenas de heridas. Y son recientes.
  ¿Cuánto es que has sufrido?
  ¿Qué fue lo que te pasó aquí?- inquiría ella.

Ella no se frenaba ni tenía problemas con acortar el espacio.
Y sospechaba que cada segundo junto a ella encontraría más y más similitudes con Daniel.

- Se trató de una situación que no supe manejar- admitió, sin atreverse aún a decirle más.

Los ojos negros de Vanita lo observaban, cada cicatriz, cada cambio en su mirada.
- Habrás de aprender de eso, entonces- completaba ella, sin soltarlo.

Y de pronto, Kyan comprendió que verdaderamente… no iría a ningún lado.
Vanita Lascurain lo había atrapado.

- Sí. Eso estoy intentando- aseguró entonces Kyan.
  Mis errores, no volveré a repetirlos. ¡Lo juro!
  Quiero ser mejor, una mejor persona. No me detendré hasta que lo sea.

Apretó la boca, pidiéndose a sí mismo prudencia.
¿En qué instante había perdido control de sus palabras?
Pero pudiendo disminuir su valor, pudiendo deshacerlas… no lo hizo.
Porque creía en cada una de ellas.

E incluso, aprovechando aquel extraño valimiento, se permitió ser libre y seguir.
- Y Vanita, espero que tu hijo… pueda verlo cuando despierte.




Continuará...


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