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AFFAIR por malchan

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Notas del capitulo:

Éste es un capítulo largo, al parecer escribir en papel hace que no me mida (porque no tengo aún referencias de la extensión en digital) y el tener que trascribirlo todo me lleva muchas horas así que si están leyendo ésto es porque amo esta historia jaja

Ahora vamos a ponernos serios, que quiero decirles unas palabras.

Siento que en éste capítulo voy a un ritmo lento y que dado que anteriormente la espera para que Daniel despertara no fue corta, temo que mis queridos lectores puedan estar frustrándose (aunque espero que no sea así!) pero no puedo simplemente faltar a lo que me parece lógico y apresurar ridículamente las cosas a favor del dinamismo de la trama, espero que por favor lo entiendan y sean comprensivos.

Aunque quizá no piensan eso y esto siendo paranoica, quién sabe. Igual necesitaba decirlo.

Como ven estoy inquieta, necesito saber que piensan, por favor háganmelo saber, dejen review! 

 

 

Sus ojos grises estaban abiertos.
Miraban hacia el techo de aquel cuarto estéril.

Kyan Novak estaba a su lado, con su mano entre las suyas, perdiendo el color del rostro.

De entrada, el asesor no supo realmente que hacer, sus emociones de pronto estallaban por completo dentro de él, impidiéndole controlarlas.

- ¿Daniel?- musitó, su voz sonaba como un ruego.

Esperaba que éste girara su rostro y lo viese, que aunque no pudiera hablar tras todo ése tiempo lo mirase, lo reconociera, ¡que hubiera de su parte un indicio de existir!
¡Había pasado meses anhelando desesperadamente poder volver a verlo!

- ¿Daniel?- repitió, sintiendo que estaba a punto de tener un ataque de nervios.

¿Por qué… no respondía?
Lascurain permanecía inmóvil, como siempre, pese a tener los ojos abiertos.

No estaba imaginándolo, ¿verdad?
¡No estaba volviéndose loco, ¿verdad?!

 


Aquello no fue lo que todos los que pasaban sus días ahí esperaban realmente.
Si bien era fantástico que ese moreno hubiera tenido una reacción física donde antes no había existido ninguna otra, eso fue todo.

Él no daba respuesta a ningún estímulo.

Después de extensos exámenes físicos se hizo claro que aunque ese día era mejor que otro, tampoco significaba en absoluto que estuviera realmente despierto.

Su condición vegetativa había pasado de un estado de vigilia sin respuesta a un estado de mínima consciencia. O casi.

Los siguientes días Key experimentó una terrorífica inquietud, encontrarse con la mirada de ese arquitecto y constatar que él aunque estaba ahí, no lo estaba. Era ser mirado por un par de ojos vacíos.

Lascurain no parecía estar dentro de su cuerpo, más que nunca.

Esa noche y la siguiente, las pocas horas que tuvo de sueños estuvieron plagadas de nefastas pesadillas. Lo miraba muerto, cubierto de sangre y heridas, insensible, gélido y vacío. Inalcanzable. ¡Era completamente horrendo! ¿Acaso necesitaba más?

Más tal como debía haber esperado, aquel cambio bastó para que Vanita se pusiera en movimiento. La siguiente vez que entró en la habitación la vio cómodamente sentada frente a un caballete de pintura, había una mesa también nueva para el específico propósito de tener sus múltiples pinturas y pinceles. La dirección en la que miraba le permitía mirar de reojo a su hijo sin tener que estar justo a su lado. El asiento junto a la cama permanecía sin cambios, libre para el que deseara ocuparlo.

Recordó entonces el impresionantemente bello cuadro Art Nouveau que existía en la recepción del castillo Lascurain, una réplica exacta de una musa antigua de Alphonse Mucha. El portugués le había dicho en ese entonces que su madre lo había pintado.

Tenía que haberlo esperado, además, esa mujer ya le había advertido y no lo olvidaba: Yo también pienso quedarme junto a Dan hasta que despierte, así que parece que ninguno de los dos irá a ningún lado próximamente.

- Buenas tardes- la saludó con formalidad desde la puerta.

- Hola, Kyan- respondía, sus ojos negros se le posaban ligeros. Tras una pausa, en
  que él permaneció tieso, ella continuó- Por favor no te quedes ahí con esa cara de
  sorpresa, has como si el que estuviera pintando aquí formara parte del paisaje- bromeó,
  señalándole el camino a la silla junto a su hijo.

Novak hizo exactamente lo que ella pedía, porque aquel era un claro gesto de cortesía.
No dejaría que la identidad de aquella mujer le siguiera poniendo nervioso, odiaba que las cosas se pusieran incómodas frente a esa familia.

- Daniel ya me había dicho que pintabas- le dejó saber, aún sin estar bien con la idea de
  hablarle de - ¿Q-qué tienes pensado hacer en el lienzo?

Parecía un tanto perdida ante lo que parecía ser un fondo indefinido.
Miraba a aquel espacio vacío como si pudiera ver algo dentro aún inexistente.

- Todavía… no lo sé.
  Normalmente hago varios bocetos antes de comenzar, es la manera “correcta” de
  hacerlo. Pero ésta vez… tendré que ir sintiéndolo.
  Éstos últimos días han sido de emociones profundas y necesito dejarlas salir de algún
  modo.

- Entiendo. Supongo que pintar es terapéutico.
Y yo gastando 70 Euros la sesión. Se dijo a sí mismo con ironía.

Pero ella no fue tan cínica.
- Claro que lo es, ¿por qué no?
  Es una función más del arte- la oyó murmurar.

La había escuchado hablar con Abrianna acerca de la creación artística. Aunque no había estado prestando demasiada atención dado el tema, alcanzaba a entender que sus visiones no eran iguales, no obstante ambas parecían coincidir en una noción un tanto idealista, noble y romántica. Su amiga y ella no tardaron mucho en simpatizarse, pero ¿a quién no encantaba la sehnora Lascurain?

Honestamente, había pensado que tener que pasar tiempo con Vanita sería algo estresante, pero extrañamente no había tenido realmente conflictos con tenerla ahí, contrario a su usual paranoia. Tenía que admitir que se trataba de persona con una energía positiva y quizá el que ella pareciera tan tranquila hacía que el ambiente no tuviera tensiones innecesarias.

Así que Kyan suspiró y la miró pintar un buen rato, escuchando la rasposa respiración de otro en fondo.

Pero aquel momento de calma no habría de durar. La legión de médicos que atendía a Daniel, tras haberle realizado estudios el día anterior, tenía algo que decir. Vanita llamó a su familia para que todos escucharan aquella explicación.

Claro que era algo bueno tener una reacción del paciente, pero el hecho de que éste hubiera estado tanto tiempo inconsciente hacía que su recuperación tuviera un pronóstico ciertamente reservado, en el cual insistieron se mantenían muy positivos. Ante este mejor escenario la situación se complicaba, porque cualquier avance hacia una mejoría sería sumamente lento y nada aseguraba que terminara en una normalidad o siquiera algo cercano a ella.

Y no hablaban de semanas, sino de meses y en el peor de los casos años.

¡Años!

Sin embargo, todos parecían felices. ¿Estaba siendo un idiota por pensar que ese hombre podría quedar con secuelas permanentes, o que simplemente sus ojos abiertos serían todo lo que alguna vez obtendría de él?

Estaba siendo funesto. ¿Por qué no podía simplemente ser feliz con eso?
Pero no era suficiente. No para él.

Y mientras miraba el cuadro de Vanita avanzar con los días, él la pasaba martirizándose inútilmente. Ese hombre estaba más cerca de despertar que antes, ¿no? Pero aquello era una posibilidad, no un hecho.

¡Ni la perspectiva esperanzadora que le daba su terapeuta lograba calmar su angustia!
Porque se sentía tan destrozado que temía tener una esperanza que pudieran arrebatarle, sintiéndose tan cerca de poder volver a verlo todo se volvía más angustioso.

Nada lo hacía sentir bien.
Absolutamente nada.
¡No mientras esos ojos grises no contuvieran a Daniel!

Fue extraño ver transformar su tristeza en rabia.
No era algo mejor, ¡en absoluto! Tenía que fingir aún más su sosiego.

Pero una buena tarde, más de una semana después, justo cuando comenzaba a hacérsele pedazos el estómago, algo pasó. Se encontraba mirado el cuadro de Vanita tomar forma cuando algo distrajo su atención, un algo que lo llamaba sin palabras.
De inmediato supo que era.
Tal como la primera vez que ellos se habían encontrado, sentía ese llamado.

Un par de brillantes espineras brillaban para él.
Daniel… estaba ahí. Lo estaba mirando.

No era un juego de su mente.
¡LO ESTABA MIRANDO A ÉL!

Se puso de pie y pudo ver cómo Dan lo seguía en su trayectoria.

Aquella vista no lo abandonó en ningún momento, ¿cierto?
¡¿Cierto?!
¡Eso le hizo sentir el corazón salírsele del pecho!

Le habían dicho que tenía que “comportarse” y no tocarlo demasiado, hablarle mucho y estimularlo de más, pero fue… imposible.
Llegó a él y lo miró tan de cerca que aquello fue lo más cercano que jamás había estado de un rostro estando Vanita presente. La máscara en su boca impedía un contacto con sus labios de cualquier modo.

Podía ver cómo ese guallen lo miraba.
Lo veía a él. ¡Estaba seguro!

- Daniel, ¡estás aquí!
  Soy Kyan, estás en el hospital.
  Estás… a salvo.

Pudo sentir como su madre se tensaba y dejaba todo para ponerse de pie también.

- Has pasado meses ausente.
  Daniel.
  Reacciona. ¡Me oyes esta vez, ¿verdad?!

No recibió ningún tipo de respuesta salvo aquella mirada entornada sobre él.

Ni siquiera sabía si él lo reconocía, si comprendía lo que pasaba, si entendía un carajo.
Y aunque no era suficiente, de momento lo fue.

 

Esa misma tarde, tras asegurarse de que no se trataba de Novak imaginándose cosas, comenzaron a darle fármacos para “acelerar” ese proceso que oficialmente iniciaba.

En verdad estaba despertando.

 


Sus siguientes respuestas fueron al dolor.

Tras la primera tanda de aquellas dosis, ahora los músculos aislados comenzaron a responder ligeramente cuando los médicos le infringían estímulos negativos. Era algo tan tenue que si no se prestaba mucha atención era imposible notarlo. Claro que para el castaño, quien bebía sus reacciones como el agua que necesitaba para vivir, no pasaban desapercibidas, ¡cada movimiento que lograba era un paso adelante!

Los dedos de su mano derecha que siempre sostenía cuando estaba a su lado, poco a poco reaccionaban también, igualmente sutiles y débiles. ¡Le hacían sentir entusiasmado de percibir aquella vida!

No sabía si Daniel estaba lo suficientemente ahí para pretender hacer algo pero esta vez sí que podría vivir con la incertidumbre.

 

Un día Vanita terminaba los fondos de su pintura y comenzaba a crear un jardín hermoso en su lienzo mientras platicaba distraídamente acerca Vi y Dan cuando eran niños. Resulta que ambos eran campeones de natación y altamente competitivos en especial entre ellos. Xanti frenaba todas las discusiones absurdas sobre quién era mejor proponiéndoles una carrera en la alberca en ese momento y ellos corrían a ponerse sus trajes de baño.

Vanita mencionaba los nombres de sus hijos una y otra vez en ese relato cuando en una frase en que presumía sus trofeos deportivos dijo el nombre de Dan dos veces y aquello causó un efecto en el que yacía ahí, ¡como si supiera que le llamaban!

Era… una respuesta auditiva.

Que no pasó de eso. De momento.

 

Algo nuevo llegó para terminar de inquietarlo, y esta vez tenía más que ver con él que con Daniel.

El día de la entrada de la primavera llegaba con un regalo. El hombre que quería comenzaba a tener expresiones leves en su rostro y Kyan creyó que eso sería fantástico hasta que comenzó a percibir la emoción que aparecía en su cara cuando estaban a solas.

No le gustaba para nada la expresión que aparecía ahí.

¿Era su imaginación? Pero Kyan creía conocer ese rostro, cada emoción en éste.

¿Acaso… le incomodaba verlo ahí?
¡No se detendría en ello o se volvería loco!

Pensaría… pensaría en lo bueno que era el hecho de que el cerebro de ese sujeto estuviera funcionando lo suficientemente bien como para identificarlo, ¡sin importar nada más!

 

Diez días después, mientras su hermana lo afeitaba, Daniel la reconoció o por lo menos pareció hacerlo. Una suave sonrisa apareció mágicamente en sus carnosos labios, sorprendiéndola.
Y Victoria tras un instante de estupefacción, le sonrió de vuelta por primera vez en mucho tiempo.

En seguida, ella demandó pasar tiempo a solas con su hermano. Francamente Kyan no habría pensado que Vanita fuera a acceder a marcharse justo en ése momento y detener aquel dedicado trazo que realizaba, pero estuvo equivocado.

A partir de entonces, la actitud de Victoria con él comenzó a relajarse.

Tiempo después, los dedos de los pies de aquel moreno comenzaron a moverse esporádicamente bajos las blancas sábanas.

 

Aunque era verdaderamente frustrante no saber a qué grado ese guallen entendía lo que ocurría a su alrededor el neurólogo admitía que su cerebro estaba teniendo un progreso consistente en volver a la realidad poco a poco. Lo declaraban un hecho.

Reiner llevó una muy costosa botella de champaña para celebrar y aunque no se permitía tomar en el hospital, a la gente privilegiada le dejaban hacer cualquier cosa, ¿o no? O eso fue lo que le susurró Enzo quien entendía también la ironía mientras accedía a una copa de Krug.

 

En verdad era vergonzoso que a veces se quedara dormido encima de Daniel, además, el asunto era contraproducente ahora que él podía estar comprendiéndolo todo.

Y lo más probable es que fuera a arrepentirse de crear esa intimidad sin tomar en cuenta lo que el otro pudiera estar sintiendo pero… de momento quería ignorarlo todo. Estaba aprendiendo a vivir con cosas peores, ¿o no? Y su lado masoquista estaba dispuesto a atragantarse de auto engaño, por lo que a veces se acomodaba en su hombro y cerraba los ojos a riesgo perderse ahí mismo.

Porque quizá nada había cambiado.
Porque quizá Daniel no quería tenerlo en su vida una vez que la recuperara.

Ese portugués no lo alejaba... porque probablemente aún no podía.

 

Eran pocas las veces que el señor Xanti estaba a solas con su hijo, al parecer no se trataba de un tipo muy emotivo, pero cuando lo hacía pasaba el rato leyéndole en español y portugués.
Eran historias románticas, según le había explicado Vanita, los ejemplares que sabía que más le gustaban, los más desgastados que había encontrado en su biblioteca.

El abuelo de Daniel, quien había sido el original Daniel Lascurain había sido un hombre llegado a Luxemburgo para ser un obrero, pero había crecido hasta volverse empresario.
Los gustos de aquel inmigrante habían empezado siendo burdos pero la lectura poco a poco se fue volviendo su gusto más preciado, por lo que insistía mucho en cultivarla en su hijo y posteriormente en sus nietos. Dan teniendo apenas la edad de Josú solía pedirle que le leyera y pese a su edad avanzada, el viejo lo complacía. Quizá Xanti quería llamar de regreso a Daniel con la fuerza de aquellos recuerdos.

Kyan de pronto sentía aquella envidia que siempre tenía hacia aquellos que tenían padres, era inevitable.

Lo cierto es que Xanti había salido de su jubilación en Salé para volver al mando de la que había sido su constructora. Kyan estaba enterado que Miller, le había mandado a su suegro cinco empleados de Muggen puestos a su absoluta disposición. Respecto a LD, Reiner hablaba con Enzo maravillas de cómo la maquinaria de ésta volvía a marchar sin contratiempos para dar a entender que no había de qué preocuparse en su papel como socio de aquella empresa.

Sin embargo el hueco que Daniel Lascurain había dejado no era llenado con nada, el arquitecto era un líder carismático querido por todos y la moral general estaba baja y era evidente, Andrew Kelly se atrevió a mencionárselo en una de sus visitas con lo que parecía ser una falta de tacto de las que a veces se le escapaban.

 

No lo había esperado pero el que Daniel estuviera recuperando algo de su consciencia hizo que sus interacciones con Kyan se convirtieran en algo… preocupante.

El castaño había tenido una extraña oportunidad de tener monólogos con él, cuando el no saber a ciencia cierta si era escuchado le daba un valor que no solía tener para abrirse, pero ahora que era probable que sus palabras fueran oídas ya no sentía la misma libertad de antes.

Y lo que era peor, era cada vez más difícil ignorar el hecho de no se trataba sólo del mutismo de Lascurain. Él estaba siendo frío, esquivo.
Claro, eso podría ser únicamente paranoia suya, ¿cierto?
¡No es como si nada fuera claro en esos momentos!

De cualquier manera, Novak trataba bajo todos los medios de hacer de aquel asunto algo acerca del bienestar de quien amaba y no sobre sus caprichosos deseos de tener un futuro con él. Había tanto a lo que tenía que agradecer, cada pequeño progreso era algo que le callaba la boca de despotricar contra el mundo.

Porque Kyan estaba enamorado de él y lo único que importaba ahí era su salud, de otra forma ¿qué tipo de encaprichamiento egoísta sería ese?

¡Sería consistente con sus palabras! Decía quererlo y lo haría más allá de sí mismo.

 

Pero una tarde todos sus ánimos no pudieron más, el silencio que crecía con su presencia evidenciaba lo que no quería aceptar, había un espacio enorme entre ellos y Key no sabía qué decir.

Había tanto que podría haber pronunciado, pero… la verdad es que estaba tan abatido que no encontraba el aplomo. Así que para romper aquella incomodidad se atrevió a tomar el libro que Xanti le estaba leyendo esta vez.

Iba a usarlo también, ¿era algo malo intentarlo?

Podría haber encontrado un cuento dentro de ese enorme libro que no fuera el que su padre le estaba relatando en esos días, pero de pronto quiso en realidad que fuera el mismo para darle continuidad y sentido.

Iba a tener que leerle en portugués del cual no sabía mucho.

Buscó la página en que se habían quedado y comenzó a leer en voz un poco más alta de la normal para dejar oír con claridad su mala pronunciación por encima del sonido del respirador.

Había escuchado ese idioma a su alrededor toda su vida. Conocía un puñado de palabras y sus entonaciones pero nunca había sentido interés en aprender por lo que ahora tendría que improvisar.

Pero prefería obligarse a eso, pues por más que aquella fuera una dinámica forzada, lo era más intentar interactuar directamente con él.
Porque si él sentía aquella tensión, el otro debía estar sintiéndola también. Y detestaba que su presencia pudiera significar algo desagradable para esa persona que estaba convencido que estaba ahí y no debía estar disfrutando el encontrarse atrapado en su propio cuerpo.

Pudo creer que el señor Xanti se molestaría de que se estuviera tomando la libertad de tomar un libro que no era suyo y continuar con aquella lectura que tenían entre padre e hijo, algo propio de sólo ellos… pero la siguiente vez que buscó el separador, descubrió que seguía avanzando por sobre donde él había terminado.

El sehnor Lascurain era un hombre de hechos. Había dicho alguna vez su mujer.

Lo sería él también. La siguiente función que instalaría en su tablet serían lecciones de portugués. Confiaría en su habilidad con los idiomas y después de todo, había tiempo que matar.

 

La suave respiración de ese paciente más de una vez comenzó a dejar de seguir la marcha del respirador.

¿Acaso quería hablar?
…¿se agotaba su tiempo con él?

 

Llegó el momento de cambiar su respirador CPAP a oxígeno por puntas nasales, no sólo porque su sistema respiratorio estaba respondiendo, sino porque era más sencillo ahora alimentarlo por medio de una sonda enteral y activar su sistema digestivo también.

Sin embargo, tardó varios días en adaptarse en que parecía sufrir por respirar. Era verdaderamente acongojante verlo así. Tan cerca como insistía en permanecer de Daniel, Novak era testigo de su agonía silenciosa.

Pero se alegraba, en el fondo lo hacía, porque sin aquella máscara en su cara lucía menos tétrico, porque ahora ya no se alimentaba sólo de sueros, porque… lo veía recuperarse muy muy lentamente, pero haciéndolo al fin y al cabo.

Y su piel… ya no estaba tan fría. Aunque se hubiera vuelto tan incómodo sentir aquel contacto.

 

Los médicos advertían que podría tener daños graves o secuelas, físicas y psicológicas, era probable que quisieran matar las infladas expectativas que todos tenían. Incluso a Kyan que solía ser pesimista, aquello le pareció algo cruel.

Entonces una mirada podía no significar nada, un movimiento de su mano, tampoco.
Si bien aquello podía representar alguna clase de cínico alivio ante lo que parecía ser agobio hacia su persona, el castaño no lo creía del todo. Pese a lo que dijeran en el hospital, él estaba convencido de que estaba consiguiendo expresarse a través de su rostro, ¿aquella sonrisa a Victoria no indicaba nada? ¿Ese abatimiento que mostraba con él tampoco?

Cuando ese guallen había estado inconsciente, quizá se había dicho a sí mismo que de alguna manera éste lo necesitaba a su lado. Vanita incluso había supuesto que sería así, pero ahora temía que no sólo no fuera cierto sino que su presencia en verdad estuviera conflictuándolo. Y honestamente, donde terminaba su obsesión por Daniel, lo cierto es que lo veía sufrir tanto que… no quería hacerle pasarla peor.

Ellos tenían una historia y no es cómo si pudiera olvidarlo.

¿Tenía que marcharse? Aquello lo llenaba de angustia y sin embargo no lo expresó en voz alta, a absolutamente nadie, ni a su terapeuta.

No. Si Daniel quería correrlo, ¡entonces tendría que decirlo! ¿No sería esa una buena motivación para hacerle volver a expresarse?

Y es que no bastaba la tensión entre ellos, Kyan en su empecinamiento iba a requerir un claro rechazo para hacerle cambiar de parecer respecto a ellos.

Quizá…. estaba siendo un estúpido.

Si Daniel en el futuro fuera a quitar la mano que Kyan le sostenía, eso iba a herirlo, realmente herirlo.

¡Porque él estaba mostrándole abiertamente cuánto le importaba! ¡Frente a todos!
Y a cambio… sería despreciado.

Probablemente lo merecería, ¿cierto?
Probablemente merecería mucho más.

No seas paranoico.
No seas paranoico. Se repetía, sosteniendo la mano de Daniel con fuerza.
Él ha dicho… que te amaba.

 

Pronto se unieron al equipo médico de ese millonario varios rehabilitadores.
Era poco lo que podían desplazarlo dado que sus escandalosas lesiones no se habían curado por completo, pero por lo menos estaban intentando hacerle volver a hablar y mover las manos. Lo cubrían de electrodos por largas horas para avivar sus músculos y a Daniel eso parecía dolerle aunque todos dijeran que no era así.

Las primeras semanas pareció una labor destinada al fracaso. Éste parecía tan abrumado y torturado que Kyan quería detenerlos, protegerlo de alguna manera que sabía absurda.

Una de aquellas terapeutas, una joven menuda, le dijo al verlo tan preocupado que “despertar a la vida” era como volver a nacer, literalmente. Tendrían que reenseñarle a Lascurain a hacer lo más básico.

Ya se planeaba su reeducación en su marcha, la normalización de su tono muscular, su nueva dieta, la recuperación de movimientos finos y demás. Pero era completamente frustrante verlo tan privado de voluntad, tan lejos de ser él mismo.

 

Daniel no podía expresarlo pero era obvio que estaba abatido y frustrado.
Sus ritmos de sueño no terminaban de normalizarse y era frecuente que despertara en la madrugada incómodo, sediento, confundido.

Novak, quien solía estar en las noches con él ahora no sabía que decirle, más cuando el arquitecto se negaba a mirarlo. ¿Qué se supone que debería hacer ante eso?

Su pesadumbre le afligía, ¡nunca antes de Enzo había tenido ese intenso deseo de atesorar y proteger a alguien de ese modo! Y aunque semanas antes había dicho que esperaría un claro rechazo y no su simple incomodidad, últimamente lo veía sufrir tanto que aquello lo descolocaba.

No quería ser un motivo más de molestia… deseaba… deseaba lo mejor para Daniel.

¡En serio lo hacía!

Así que sería ridículo forzar su presencia en aquel cuarto y aunque no fue capaz de renunciar por completo, sin lugar a dudas le fue cediendo su tiempo ganado a su hermana, sus padres y su mejor amigo, quienes gustosamente tomaron su lugar.

Vanita y Enzo le preguntaron a qué se debía el que por fin estuviera apartándose un poco.
¿Qué podía contestarles? Mentía diciendo que ahora estaba mucho más tranquilo de verlo mejorando y que sería bueno para él darse un poco de descanso.

Pero no era así.

En realidad también tenía miedo.

Se había prometido hacía mucho tiempo que jamás se quedaría en un lugar donde no fuera querido, ¿no esa era una lección que amargamente le había enseñado Rick? Y había roto aquella regla insistiendo en mantenerse junto al guallen, luchando contra el desprecio que pudiera despertar en los más cercanos a éste. Podía aguantar el rechazo de quien fuera pero enfrentarse al de Él realmente lo destruiría.

Nadie tendría la culpa más que él mismo, no debía tener expectativas respecto a su relación y su futuro pero secretamente… las tenía.
¿Por qué pensaba que algo había cambiado entre ellos después de su despedida?

Ese arquitecto había acudido en su rescate cuando más lo había necesitado por lo que era claro que tenía sentimientos hacia su persona, pero también no había puesto sobre la mesa que aquello ya no era suficiente para querer tenerlo en su vida.

En verdad creo merecer más que esto- había pronunciado ese hombre la última vez que había tenido una conversación real con él- ¡estoy cansado de luchar por ti!
Sus ojos grises habían brillado con furia, validando dolorosamente cada una de sus horribles sentencias.
Todo está podrido entre nosotros. ¡Y no quiero nada que venga de ti!
¡Tú eres incapaz de amar!

 

El Dr. Rubens le instaba en terapia a retomar las actividades que lo hacían ser más él mismo. Le decía una y otra vez que su comportamiento respecto a Daniel no era saludable.

Por supuesto que regresar a su vida y olvidarse de Lascurain sin duda era lo más sensato, ¡había pasado casi medio año a la orilla de su cama sufriendo como un estúpido! ¡Avergonzándose a sí mismo frente a todos!

Una parte de sí entendía que era lo mejor, que estaba obsesionándose con él, que aquello no ayudaba en nada a superar las lesiones emocionales causadas por el abandono de su madre, de su figura materna y de su pareja. Entendía también que el sacrificio que significaba estar siempre en ese hospital buscaba inconscientemente expiar la inmensa e inmanejable culpa que le causaba ser el causante de que éste se encontrara en tal estado. Lo sabía ahora, lo comprendía por completo.

Pero no podía frenarse, ¡no podía!

Aunque pretendía distanciarse, apenas si lo conseguía, ¿cierto?
Porque no dejaba de pensar estando fuera viviendo su vida, en que necesitaba regresar.

Y cada mejoría de ese portugués le hacía tener expectativas que no debería tener.

Deseaba recuperarlo pese a saber qué no era la persona correcta para Daniel.
¡Las evidencias estaban frente a él!
¡Lo había dejado en ese estado involucrándolo en el desastre que era su vida!

Aquel amor que se negaba a apagarse… iba a terminar por destruirlo si Lascurain lo corría de ahí. Lo sabía.

Key decía le daba igual lo que pasara con tal de ver a Daniel estar bien.

Más una parte de sí mismo no dejaba de pensar en un final feliz, ¿su mente se había contaminado por aquellos cuentos de hadas que le había leído noche tras noche?

Pero para alguien que había dejado de creer en la felicidad…
un final feliz era algo que…
… no debía existir.

 


Continuará...

 


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