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AFFAIR por malchan

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Notas del capitulo:

¿Querían saber quién era S?

 

 

Aquel sujeto se había hecho popular muy rápidamente. Kyan Novak.
Esa noche era que recién lo conocía, sin embargo ya había escuchado antes de él.

Estando formalmente en la galería, le había intrigado el aire desinteresado que cargaba consigo, al final la gente atractiva siempre llevaba a cuestas una dosis de desdén, ¿no es así?

Pero entonces, una hora más tarde, sus ojos habían cambiado y el fuego se encendió en ellos tan pronto divisó a la joven D´Oria en el callejón, mientras era abusada por sus hombres.
Algo nacía en él, una intrigante vehemencia que dominaba cada una de sus acciones. Hacía tanto no veía una pasión así…

No obstante, no había podido predecir ese golpe que le había roto la boca, ni que ese caballero arropara a la victimizada Sylvane cargándola entre brazos, que ese hombre no mostrara ni por un momento duda o cobardía.

M estaba a su lado convertido en una figura de puro cuero mientras los veía marchar, respiraba profunda y enfurecidamente dentro de su traje esperando instrucciones de detenerlos que él no dio.

- ¿Vas a dejar que se vaya después de lo que te hizo?- su voz sonaba apagada por su
  máscara, pero rayaba en el límite del cólera- ¿Qué no tienes orgullo, O?

Vaya, eso era gracioso. O casi.

- Cuida tu puerco hocico- le advirtió- ¿no recuerdas el acuerdo?




- -




Llevaba un tiempo viéndolo. Se trataba de un joven de una familia italiana muy rica. Estaba correctamente sentado en un diván hecho para recostarse. Vestía unos pantalones negros y una camisa blanca cuyo cuello estaba bien apretado bajo una corbata con un sorprendentemente perfecto nudo Eldredge.

Ese chico lo miraba con una extraña inexpresividad al hablar, como siempre.
Lundgren lo contemplaba a su vez de una manera mucho más analítica y deductiva.

- Por lo que estoy escuchando, entiendo que es ella el problema- resumió el médico aquel
  discurso.

Eso frenó al joven, que lo miró lleno de sorpresa, como si no estuviera consciente de que eso era lo que llevaba diciendo toda la sesión.
Buscó una manera de explicarse, seguramente sintiendo culpabilidad.

- Se ha vuelto imposible controlarla.

Lundgren miró sus notas, pensativo.
- No lo sé, ella me parece mucho más pasiva e inofensiva que tú.
  A riesgo de que no sea lo que quieres oír, me parece que tendría más bien que hacerme
  cargo de ti.

El joven entrecerró sus ojos violetas con evidente molestia. Una parte de él no comprendía del todo al parecer.
- ¿Cómo puedes decir algo así? ¿No estás escuchando lo que te digo?

- De los dos, no me parece que sea ella la que representa un peligro, el daño que es
  capaz de hacer, se limita a sí misma. No posee un poder real.

- No- dijo el joven con decisión- No pareces entender que el alcance de cada una de sus
  decisiones me afecta a mí. He acudido a ti para que me auxilies. No puedes ponerte
  de su parte- apretaba los puños y endurecía su voz, pese a que su cuerpo estaba como un
  maniquí propiamente acomodado en el diván- Tienes que ayudarme… a destruirla.

Olaf Lundgren sonrió entonces.
- Interesante propuesta.
  No olvides este momento en que lo estás pidiendo. Justo ahora. Para que cuando te
  arrepientas no me pidas que pare.

Podía ver la contradicción en su rostro.
Era poco más que fascinante.



- - - -


La noche anterior se había quebrado por completo.

En algún punto de su agonía había dudado de poder recuperarse de lo que estaba pasando y se pidió a sí misma toda la entereza que tuviera su psique para soportar la mayor humillación que hubiera tenido en su vida.

Y entonces él llegó.
Apenas si había podido reaccionar a que Kyan se hiciera cargo de su persona y más allá de simplemente ofrecerle resguardo, él fue gentil, más allá de lo que jamás habría esperado.
Lo cual lo hacía terriblemente más vergonzoso.

Le habían violado y fotografiado en un callejón y el hombre que le gustaba había visto todo.
Aquella no podía sino ser la noche más horrible de su vida. Y temía no entender del todo lo hondo que había sido esa degradación, no llegar a comprenderla con todo su peso y que de pronto sintiera el verdadero abismo en que había caído y que en ello le valiera su cordura.

Ahora se sentía completamente aterrada. Kyan la abrazaba, plenamente inconsciente de sus acciones. En cualquier otra circunstancia aquello significaría un momento de dicha plena, pero no bajo ese contexto.

Aquella intimidad y aceptación provenía de algo muy obscuro.
Podía recordar los ojos color miel de ese hombre llenos de lástima y horror, ¿quién podría desear despertar esos sentimientos en quien le gustaba?

Miró a Kyan aún en su cama. Era tan extraño poder contemplar esa escena. Era un instante que seguramente sólo un amante podría ver. Kyan Novak estaba profundamente dormido, su camisa de la noche anterior estaba arrugada y entreabierta, su cuerpo se había recorrido a más de la mitad de la cama, sus miembros estirados caprichosamente invadiendo el lecho indicaban que era un mal compañero de cama.

Sintió como un intenso sonrojo inundaba sus mejillas, así que se levantó de aquel lecho y envuelta en un lloriqueo que intentaba controlar y el dolor de su cuerpo abusado, buscó cualquier prenda que estuviera a la mano.

Iba a robarle ropa, un punto añadido a aquella vergüenza
Un pesado suéter tejido color camello y unos pantalones que le quedaban grandes podrían ayudarle. Se sentía como un último abuso a la hospitalidad de esa persona, pero no podía hacer nada más.
No podía salir sólo con una camisa ensangrentada a la calle.

Tomó su sostén todavía húmedo y se lo puso, nunca salía sin él y en ese momento no usarlo le haría sentir más su vulnerabilidad. Y se puso los calcetines más gruesos que encontró, sin atreverse a tomar también zapatos.

Se acomodó su cabello color chocolate que estaba hecho un verdadero desastre y se lo amarró sobre sí mismo.

Su perfección estaba rota como un espejo, irreparable.

Avanzó tan rápidamente como pudo a la sala, porque sentía que el llanto le ganaba, pero una vez sola, no pudo contenerlo más.
Se cubrió la boca para no berrear y sin querer ocupar el sillón, se dejó caer.
Rabia, impotencia, horror.

El llanto en brazos de Kyan antes de dormir no era suficiente.

¡Odiaba a Olaf y odiaba a su hermano por hacerle eso!
Porque, por más nefasto que fuera, una pequeña voz le sugería que su propia sangre estaba detrás de todo aquel infierno.


- -


En el trayecto a su hotel, su cuerpo comenzó a avisarle las consecuencias de lo ocurrido, su carne pulsaba dolorosamente y su entrepierna sangraba y estaba desgarrada al punto de comenzar a temer que esos pantalones que había tomado estuviera manchándolos de sangre y ya no pudiera devolverlos.

¿Por qué había tenido que pasar por algo así?

Era algo enfermizo, algo absolutamente horrible.
No... no podía llorar otra vez. Si lo hacía, no podría parar.

Y fue cuando entró en su hotel, reprimiendo sus sollozos que vio a su hermano en la recepción.
Al verle entrar, se puso de pie. Tenía la cara descompuesta.

Él caminó en su dirección, tomándola de los hombros. Su expresión le hacía pensar que su apariencia debía ser completamente horrible.

Le preguntaba si estaba bien.
No supo que responderle.

Sintió que se hundía en su abrazo y él la estrechaba de vuelta con fuerza. Mucha fuerza.
Sylvan le prometía que se encargaría de ella.



- -



Su cama de hotel nada tenía que ver con la de Kyan.
Para empezar, en ésta no estaba él.

Las caricias de Sylvan le hacían sentir un poco mejor, pero no lo suficiente pese a que él la sujetara por detrás mientras le besaba el cabello.

Su cuerpo estaba tan herido que no podía sostenerse bien, pero él insistía en tenerle sobre la cama y estrecharle por detrás de una forma casi posesiva.

Sentía sus besos en el cabello, y éstos sabían a arrepentimiento. Eso le daba nauseas.

Quizá era algo enfermizo, pero comprendía que a su manera, él la amaba.
Y a diferencia de todos los demás, él le quería como era. Completamente como era.
¿Qué no finalmente Sylvan era su otra mitad?

Dedicó los siguientes minutos a intentar sobreponerse, pero eso estaba requiriendo demasiado de su salud mental.
Tuvo que concentrarse en el toque de su gemelo en su cuerpo y en buscar alivio en eso.

Normalmente sus caricias funcionaban como magia, dándole una profunda paz y era absolutamente horrible el cómo en esta ocasión, no parecían ser tan efectivas.

Él le pedía que no lo odiara. Y se culpó por todo aquello.
Eso era simplemente horrendo.

“Pensé que esa sería la manera perfecta de que te acercaras a alguien como él.
Y has dormido en su cama, ¿verdad? Te ha hecho sentir mejor”.

Un vórtice de desesperanza la atrapó, llevando su alma a un lugar horrible.
Sí, había pensado en algo así, pero otra gran parte de sí misma había creído que era por la desesperación con la que buscaba una explicación.
Tal como había temido tanto… Sylvan había tenido que ver.

“No esperaba que el Gran O fuera a hacer algo tan monstruoso, no con mi pequeña Sylvane”.

Sus delgados dedos acariciaban su cuello, bajando por su pecho.
Le quitaba el suéter de Kyan, le quitaba el sostén recogiendo la humedad de su pecho con las manos.
Le decía que su ropa estaba mojada, que no debía de habérsela puesto otra vez.

Ese contacto quizá era inapropiado, pero ella no lo sentía así, ¿qué no su gemelo era parte de sí misma y viceversa?
Y aunque no fuera así… no era capaz de detenerlo, nunca había podido hacerlo.
Se dejaba arrastrar por él, aunque fuera hacia un abismo.

“Perdóname, por favor, Syl. De verdad lo siento mucho. No esperaba que fuera de esta forma”, le hacía saber de pronto.

Entonces ella decidió mirar a la nada, alejar la vista ya que no podía apartar el cuerpo.

A veces encontraba que él era demasiado cruel, a veces costaba trabajo perdonarlo de verdad.
Pero Sylvan le hizo girar la cabeza para limpiarle unas lágrimas que no se había percatado que estaban en su faz. Le veía con los profundos ojos violetas que compartían.
Le aseguraba que su único deseo era que fuesen felices.

Ella sintió furia ante lo que supo a mentira. Apretó los labios sintiendo ganas de reclamar con toda la fuerza de su voz, Sylvan había permitido que el doctor Lundgren le hiciera pasar por ese infierno a cambio de darle un momento de intimidad con el amante de Rick.
¿Qué tan irreal podía ser ese plan? ¿Qué tan retorcido?

Pero no pudo decir nada, no poseía voz. Era como si tuviera ataduras y candados en su voluntad.

Así que permitió que él la desnudara y cubriera con las mantas.
Se dejó consolar con la esperanza de que eso le haría emerger de esa pesadilla que no parecía terminar nunca.

Pero no encontró alivio alguno. Todo estaba totalmente mal.

Sylvan le besaba la frente y supo que en ese momento, odiaba a su gemelo más de lo que lo amaba. Y eso volvía aquel instante en algo asfixiante y autodestructivo.

¿Dónde estaría Ricard? ¿Por qué no estaba él para protegerla de toda esa maldad?
Había prometido no dejarla sola, pese al tiempo y la distancia. Y había roto su promesa al desaparecer. Al seguir escondiéndose.

Sylvane se había dicho que no iría a importunarlo, que le daría espacio.
Pero ahora, acudir hacia el único lugar donde sabía podía estar, se tornaba inevitable.






Continuará...

 

 

.

Notas finales:

Me siento dichosa de tener gente que me apoya en esta historia como Rin, yaonita y Keyla, y aunque entiendo que el capítulo anterior no era un jugoso lemon, recuerden que sus reviews aceleran mis dedos en el teclado y me inspiran en seguir escribiendo Affair, por favor no dejen de escribir y los que no lo han hecho, déjenme leer su voz.


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