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AFFAIR por malchan

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Notas del capitulo:

Un momento inesperado ocurre entre Kyan y Daniel.

 



Se acomodó el saco de un tirón y movió su cuello en círculos, sintiendo los huesos de sus cervicales tronar bajo la tensión que tenía instalada. Al respirar profundo tuvo la impresión que exhalaba fuego puro.

En serio, ¿cómo lograba Daniel alterarlo tanto?

Estaba al tanto del mal humor que llegaba a tener ante ciertas situaciones y también de lo emocional podía ser aunque intentara que no fuera así, sin embargo ese hombre parecía conocer la manera exacta de sacar lo peor de él.  

Había salido del Zaphyr dando por terminado esos tragos de negocios que se habían vuelto tan intrigosos y se marchaba por fin.
¿No había sido de todos modos un día muy largo?

Caminó a paso rápido y descubrió que pese a ser un día entre semana había mucha gente en la calle, era obvio que la locura de las compras de temporada estaba en su apogeo.

Vio las luces de taxi y estiró la mano. Afortunadamente el vehículo paró enfrente y justo en ese momento fue tomado del brazo con una inesperada firmeza, dándole un gran susto.

- ¡Qué mierda!- exclamó sorprendido. A Daniel.

Pero él ya lo metía al vehículo y entraba también.
- Pensaba que si te estabas marchando… no tenía sentido… que yo me quedara- explicó
  él respirando afectadamente. Al parecer se había agitado de llegar ahí.

¿Se habría apresurado para alcanzarlo?

- ¿A dónde los llevo?- cuestionó el conductor.

- Siga de frente- pidió el arquitecto, centrándose el nudo de su corbata. Antes de que el
  castaño pudiera protestar, continuó- Kyan, eres la única razón por la que he ido al
  Zaphyr con Roger y creo que lo sabes.

Pero el otro lo miraba con duda, preguntándose cuales eran sus verdaderas intenciones.
- Esta noche me has irritado, Daniel, mucho.

- Si, tú también- le decía de vuelta el otro, como si no tuviera importancia interrumpirlo.

Novak se aclaró la voz haciendo evidente que no había terminado de hablar y continuó:
- A veces me asombra lo poco que te importa lo que piensen los demás, lo insistente y
  egoísta puedes llegar a ser. ¿Qué esperas de mí en este momento?

Encerrado en esa cabina con él, se sintió atrapado una vez más en esa situación.
¿Iría a tocarlo pese a estar en un vehículo público?

- No entiendo porque estás tan enojado conmigo- declaró el portugués- a veces no te
  comprendo en absoluto. Porque no estoy haciendo nada malo al querer estar cerca de ti-
  su voz de pronto sonó mucho más ronca.

El castaño dio un vistazo al chofer que conducía sin aparentemente hacerles mucho caso.

- Estar cerca de mí es muy diferente a acostarte conmigo- dijo Novak con aspereza
  bajando la voz lo más posible.

Si pretendía confundirlo con sus palabras, no iba a resultar, pero lo que escuchó a continuación, lo dejó desarmado.
- Lo entiendo y no tiene que ser así.

- ¿Qué dices?

- Cuando te dije que quería conocerte más, lo decía en serio.
  No quiero que pienses que solo me interesa tener sexo contigo.

Novak miró al conductor de nuevo, inquieto.
Al darse cuenta de eso, Daniel sacó un billete de varias decenas de euros y se lo extendió al sujeto que los llevaba.

- Esto es por si lo estamos incomodando- dijo.

El otro no demoró absolutamente nada en tomarlo.
- Esto no es para nada lo más extraño que he escuchado- aseguró sin cambiar la expresión
  de agotamiento de su rostro.

- Vamos a hablar, Kyan, a un lugar en que podamos hacerlo.
  Y antes de que digas que no tienes nada que decirme, dame una oportunidad de hablar a mí.
Aquella era justa la contestación que estaba a punto de darle.

El asesor sintió un nudo en el estómago, recordando de pronto lo que él le había dicho horas antes.
“Respecto a contarte mis problemas… entenderás sino lo hago en este elevador. Pero me gusta la idea, tal vez tú también puedas hablarme de ti más adelante. ¿Esta noche, tal vez? Cuando este circo se haya terminado”.

Creía que lo había dicho por decirlo, pero evidentemente, era muy en serio y no lo había olvidado.

- Tú de verdad estás convencido de que haré todo lo que tú quieras- susurró con cierto
  rencor.

- No, pero estoy convencido de que lo que está ocurriendo aquí… me importa. Y estoy
  buscando la manera de que a ti te importe también.

El auto continuó avanzando ahora en un raro silencio lleno de incertidumbre.

Sentía su corazón agitado, como el de una presa sintiéndose cazada.
Ese hombre quería hablar… quería algo más que un affair, quería algo más que su cuerpo. O eso decía.

Se daba cuenta que el guallen se había acercado poco a poco acortando distancia entre sus cuerpos y aquello le hizo tener esa sensación de peligro que ya había tenido alguna vez en su limousine, donde apenas había bajado la guardia un poco y había acabado tumbado en sus asientos de piel.

Ese hombre quería hablar… de importarse mutuamente. Y lo hacía mientras lo miraba con tanta seriedad, haciéndole sentirse acorralado.

Baladi lo había acercado para susurrarle algo cuando se despedía de todos en la mesa VIP del Zaphyr. Aún podía escuchar las palabras flotando en el aire. “Si vas a irte, tal vez deberías considerar la idea de llevarlo contigo. Sé que para ti sonará como una locura, pero tal vez no has considerado la idea de sólo hablar con él y dejar los juegos”.

En ese momento había chasqueado los dientes con aquella propuesta, pero ahora… quizá… quizá tenía sentido.

- Vamos a Limpertsberg por la universidad- indicó finalmente Kyan,  cruzándose de
  brazos y hundiéndose en su asiento.
No sentía alivio de tomar esa decisión, pero tampoco había esperado sentirlo.

- ¿Vives ahí?
- No es un castillo así que no vayas a sentirte decepcionado.

El taxi avanzó rápidamente hacia el noroeste de la ciudad, los camellones se ensancharon y de ser verano habrían estado más verdes. Rodeados de árboles congelados y entraron a su barrio.

Era una zona hermosa de la ciudad, muy bien comunicada. Había una parte de casas muy costosas y ambiente familiar en la parte alta de la colina, pero a donde se dirigían, era más céntrico y lleno de edificios de departamentos, usualmente pequeños para gente joven.

Kyan había estudiado en la Universidad de Luxemburgo hacía ya cinco años, pero seguía viviendo en el mismo apartamento de una habitación que cuando era estudiante. Debía ser la única persona que se dedicaba a las finanzas que tenía más de cuatro ceros cada mes ingresando en su cuenta bancaria y que no se lo gastaba en tener un estilo de vida lujoso. Lo cierto es que tenía otras prioridades que presumir su dinero, como lo era la Fundación Neru.

Y finalmente, en verdad que le gustaba su hogar. Había comenzado rentándolo hacía años pero al final había convencido al dueño de vendérselo, dado que era el mejor inquilino que se podía tener puesto que nunca causaba problemas ni se atrasaba un solo día en la renta, el dueño no pudo decir no a la oferta que le propuso. Podría decirse que ese había sido su primer gran negocio, a nivel personal por lo menos.

Al llegar, él mismo pagó el transbordo rechazando expresamente el dinero del millonario y bajaron enfrente de un edificio de cuatro plantas color ladrillo y vidrios entintados en verde. Daniel fue precavido de no opinar naba nada pues supo que en el estado tan a la defensiva que Novak parecía estar, todo lo que dijera podría ser mal interpretado.

Kyan abrió la puerta de su departamento y le cedió el paso como buen anfitrión.
Pese a tener modales algo bruscos a veces, no desconocía la cortesía básica al tener un invitado. Él lo había traído a fin de cuentas, por increíble que pareciera.

Daniel supo que estaba entrando en el espacio personal de Kyan Novak y no pudo ignorar ese hecho. De alguna manera se preguntaba por qué razón le permitía ir a su casa cuando en otras ocasiones habría sido simplemente impensable.

En los siguientes cinco segundos decidió que ese espacio le gustaba.
No parecía el lugar de un estudiante definitivamente, el orden y los espacios eran el de un adulto, aunque había un aire un tanto impersonal e imperaba la básica funcionalidad.

Un librero negro ocupaba todo el muro de la estancia e inmediatamente quiso acercarse a verlo, dado que a él mismo le encantaba la literatura, sin embargo optó por ir hacia un amplio sillón color hueso blanco al fondo de la sala. Miró al dueño preguntando si no había problema.

- Te diría que te pusieras cómodo, pero ese nunca parece ser un problema para ti- dijo
  irónico el castaño mientras encendía la calefacción- Toma asiento. Traeré café.

- Estoy bien, no tienes que molestarte.

- Ambos hemos bebido. Si en verdad quieres conversar, será mejor bajarnos esta
  borrachera ridícula.

No esperó su respuesta, marchándose a la cocina.

Daniel miraba a su alrededor, sin sentirse cómodo de estar ahí, incluso podía decirse que tenía cierta ansiedad. Como siempre, se sentía impuesto en la vida del luxemburgués.

Conocía a la gente de ese país, tan habitualmente reservados con quienes no conocían, pero el señor Novak parecía al epítome de ese concepto.

El asesor bien tenía un poco de razón al acusarlo de egoísta, finalmente una persona educada lo habría dejado en paz tiempo atrás. Pero verlo marchándose del bar le hizo darse cuenta que no podía hacer otra cosa más que seguirlo. Era necio hacerlo, de eso estaba consciente, pero en cambio no había esperado realmente que Kyan lo llevara, de buena gana o no, a su casa y se veía de pronto ahí, sentado en su sala sin saber muy bien que hacer.

Hacia tanto que no se sentía tan fuera de lugar estando con alguien.
Él no solía tener torpeza social, realmente debía gustarle ese hombre.
Se rio de sí mismo.

Ante su soledad en esa habitación, se dio cuenta que el financiero no saldría de la cocina hasta tener listo aquel café y que seguramente encontraba ahí donde estaba una especie de refugio.

Era obvio que no lo quería ahí, ¿por qué lo había llevado a su departamento entonces?
Suspiró pesadamente.

Ése no era su ambiente, ése no era el tipo de persona con la que esperaría estar. Todo en eso dejaba  ver que sus acciones no eran lógicas, ni racionales, ni amables, ni siquiera dotadas de un mínimo sentido común.

Ese joven de cabello castaño y ojos intensos hacia que se comportara como nunca había esperado hacerlo. Había roto varias reglas personales como no mezclar el mundo personal con el profesional, como no llevar desconocidos a su casa, no mostrar todas sus cartas en el juego y finalmente… no volver a darle su corazón a nadie.

Kyan incluso le había dado a entender que consideraba a su moral muy baja, que creía de su persona ser del tipo que puede acostarse con cualquiera sin importar el ámbito que ocupara en su vida.

Pero él no había mentido, todo lo que ocurría era porque no se trataba de un cualquiera sino de alguien que le resultaba… irresistible.
Así que no podía detenerse a sí mismo.
No podía.
Mientras más intentaba alejarse, más fuerte se volvía el deseo de tenerlo cerca.

Ese comportamiento… no era del todo sano.
Y sin embargo, ahí estaba, aguardando.


- - -


Kyan había preparado dos expressos dopios pese a que normalmente no tomaba café doble. La infusión de aroma amargo ya estaba servida en un par de pequeñas tazas desde hacía más de un minuto y era hora de volver al salón, sin embargo algo se lo impedía.

Había permitido que ese hombre entrara a su apartamento.
Quizá había tenido sentido dado que Sylvane había estado ahí hacía dos noches, recordándole a Ricard.

O tal vez… solamente estaba volviéndose loco.

No quería tener sexo con Lascurain, y menos en su refugio. Pero el hecho de pensar eso quería decir que él mismo tenía esa idea dando vueltas en su cabeza.

Le había pedido a ese sujeto hacía apenas unas horas que confiara en él, que tuvieran una comunicación personal.
Sí, había sido en un intento de comprenderlo, de averiguar el conflicto entre Roger Miller y él, pero… ahora quería saber la verdad de aquella mujer.

Había traspasado la barrera de lo profesional y ése era el resultado.

El moreno le había dicho que quería estar cerca de él, ¿eso equivalía a querer meterlo a su vida de verdad?  Ser algo más que la aventura de ese tipo rico acostumbrado a tener cualquier cosa que deseara.

No,  podía salir de esa cocina.
No podía tener sentimientos por Daniel.

Se dijo a sí mismo que era un estúpido. Estaba tan fuera de control con sus emociones que temía que cualquier cosa cambiara.

Era tan débil… él no había sido así en el pasado. Ricard lo había dejado así, emocionalmente inseguro.

Pasó las tazas a una charola, obligándose a apagar su mente, a simplemente hacer las cosas sin pensarlo de más. De otra manera no podría llevarlas a cabo.

Cuando salió de la cocina, el portugués se había puesto de pie.
- Hablé a Viriato. Le pedí que recogiera mi auto y viniera por mí.

Kyan puso la charola en la mesa de cristal, controlando el temblor en sus manos. Los expresos humeaban suavemente.
- ¿Me seguiste hasta aquí para hablar conmigo y ahora cambias de opinión?

- No se trata de eso. Pero no quiero permanecer aquí mucho tiempo, creo que ambos
  sabemos lo que pasaría si me quedo.

- Oh, sí, es inevitable que acabemos acostándonos, ¿esa es la idea?
  Me alegra que te vayas porque no puedo sino pensar en arrancarte la ropa.
Fue ácido. Sarcástico e corrosivo.

- Ahora, siéntate, Lascurain, no seas tan maleducado, ¿quieres?
Le dio el ejemplo tomando asiento y esperando a que el otro lo emulara.

Estaba siendo intencionalmente directo, sin ningún filtro.
Por una vez, quería verlo tan desquiciado como él se sentía.

Pero en cambio Daniel hizo algo inesperado tras sentarse.

- Mi nombre es Daniel Lascurain Teixeira- dijo con una expresión que intentaba ser
  relajada- cumpliré 36 años dentro de poco. Mi madre es portuguesa, fue modelo en
  Brasil y mi padre es de origen español aunque vivió en Portugal toda su vida, ellos
  residen ahora en Marruecos, tengo una hermana también con la que no me llevo del todo
  bien. Nací en Luxemburgo, pero la mayor parte de mi vida la he hecho en Londres y
  Paris.

El asesor no comprendía muy bien el sentido de aquello.
- Es un poco tarde para una presentación, ¿no te parece?

- Nunca es tarde para algo así, en realidad quiero que sepas todas esas cosas de mí-
  aseguró- Quiero que sepas también que no tengo ninguna relación con nadie. Estuve
  casado hace casi un año, pero eso…

Se detuvo, después de tanto entusiasmo que había invertido en ese tema de conversación.
Pero Kyan no disfrutó la turbación del enemigo. Los ojos del moreno de pronto se transformaron, se volvían tristes… solitarios.
¿Era tan complicado definir su status sentimental?

Tuvo en ese momento la misma sensación de incertidumbre que al ver esa mirada fría y hostil hacia Roger Miller.

Pero no iba a dejar que ese pensamiento se quedara inconcluso, así que intervino, simplificando las cosas.
- ¿Estás involucrado con alguien, Daniel, en este momento?
Quería saber la respuesta, aún si fuera a mentirle.

- ¿Además de ti?- preguntó de vuelta.

- Lo pregunto en serio.

Daniel preguntó amargamente:
- ¿No crees que lo diga en serio?

- Sólo dime si estás con alguien más.
¿Su voz se había quebrado?

- No- fue una negación firme- No había querido estar con nadie más.
  El anillo en mi dedo… es sólo un recuerdo.
  Sé que no debería usarlo, no siempre lo hago, pero admito que forma parte de mi
  inhabilidad para seguir adelante.

Sonaba como la excusa clásica de un mujeriego, pero lo decía con una expresión de total honestidad.

- ¿Estás diciendo la verdad?

Daniel le tomó la mano haciéndolo saltar. Y no pudo quitarla porque se la sujetaba con firmeza.

- Claro que digo la verdad. Y es cierto cuando te digo que en serio me interesas.

- Basta con eso, ¿quieres?

El arquitecto estaba realmente solemne ahora.
- ¿Me permites preguntarte ahora algo yo a ti?

Tratándose de él, Novak casi tenía miedo de ceder en cualquier cosa.
No esperó una respuesta, simplemente formuló la cuestión de lo que quería saber.

- ¿Tienes una relación con Enzo Baladi?

Ja. Debía haberlo esperado.
Ahora estaba seguro que esa actitud en el Zaphyr había surgido de los celos.

- Sí, sí que la tengo.

- ¿Te acuestas con él?

Le apretaba la mano con más fuerza.
Eso era casi como ser interrogado.

Si bien su invitado había revelado información de él mismo, lo había hecho voluntariamente. En cambio, estaba sintiéndose forzado a contestar algo muy personal.

No veía a Enzo de esa manera, lo que sentía hacia él iba más allá de la atracción física, pero ¿quién se creía el guallen para merecer saber todo eso?

Y pese a todo, fue honesto en su respuesta.
- Él es la persona más cercana a mí, el hombre a quien más quiero. Y no tienes
  derecho a preguntar algo así.

- Lo sé. Pero quisiera saber si acostarme contigo lastimará a alguien más.

En el contexto en el que se encontraban, sabía un poco absurda su nobleza.

- Hablas como si tuvieras la absoluta certeza de que volveremos a tener sexo.

El otro sonrió, sin dejar de apretar su mano.
Ahora parecía mucho más calmado.

- Sólo diré que la forma en que me siento atraído hacia ti es tan poderosa que me parece
  simplemente natural pensar que volveré a estar contigo, aunque admito que suena muy
  pretencioso.

Vaya que lo era.

- A veces me desconcierta la forma en la que hablas con total descaro y certeza.

Los labios de Daniel hicieron una mueca de desagrado entonces.
- No me gusta esa impresión que te has hecho de mí.

No iba a restarle peso a sus palabras. El castaño se mantuvo firme.

- Pero está bien, no tienes que decirme nada más respecto al italiano, tú como tema me
  interesas mucho más. Háblame de ti, cualquier cosa.

El arquitecto liberaba su mano, en un intento voluntario de calmarse.
Tomaba la taza de café y daba un sorbo.
Kyan lo imitó. Hacía rato que el efecto más fuerte del alcohol se le había disipado, aun así confiaba en el expreso para despejarle un poco más la mente.

Aún no entendía del todo bien cómo es que permitía a ese tipo acercarse tanto a él.

Respiró un poco más hondo, algo casi imperceptible y se dijo a sí mismo que mientras hablaran como gente normal es que ese momento sería menos desagradable.

- De acuerdo, te hablaré de mí. Aunque tengo la impresión de que ya sabes más de lo
  que aparentas.
Simplemente lo intuía. Y él no lo desmintió.
- Nací en Luxemburgo también y aunque he viajado a varias partes de Europa, siempre he
  vivido y estudiado aquí. Fui criado por mi abuela.

- ¿Y ella vive?

- Sí, está en una residencia en el norte de Troisvierges.
  En realidad no hay nada emocionante que decir de mi vida.
  Entré a la escuela de negocios y durante la carrera trabajé en la bolsa haciendo prácticas
  y un internado, me gradué como el mejor de mi clase y gracias a eso me ofrecieron un
  trabajo en Finesti como consultor junior, estuve ahí los dos años que duró mi maestría.
 
  Después entré a trabajar en la bolsa de valores e hice negocios de inversión alcanzando
  las cifras de ganancias más altas que he tenido hasta ahora, una racha de suerte podrías
  decir, que no pasó desapercibida por los cazatalentos de Roger Miller. Él me contactó y
  me invitó a trabajar en Muggen, me fue lo suficientemente bien como para haber pasado
  de asesor junior a senior en sólo año y medio, lo demás… ya lo sabes.


Era fácil observar que era prácticamente nada lo que decía de su vida personal.
Sin embargo, de su relato, un detalle había capturado la atención de Lascurain.

- ¿Fuiste el mejor de tu clase?

- Sí. Como ya te habrás dado cuenta, soy un tanto perfeccionista.

El espacio meticulosamente ordenado en que estaban era evidencia de eso.
Y quizás esa obsesividad podría volverse un poco compulsiva.

- Además, desde que entré a la escuela media, Neru, mi abuela ya estaba enferma y no
  quería que se tuviera que ocupar de mí en ningún sentido. Actualmente procuro que
  ella tenga la vida lo más cómoda que puedo.
  Podría decirse que desde que tengo 15 años me he valido por mí mismo o mejor dicho
  me he obligado a que así fuera.

  Estuve becado casi durante toda mi educación, así que nunca me di el lujo de bajar mi
  desempeño, pero más allá de todo eso, en verdad que no tenía una razón para hacerlo
  tampoco. La escuela nunca fue un problema para mí y siempre estuve consciente de que
  tenía que prepararme para tener un buen futuro, para salir adelante por mis propios
  medios.


Dejó de hablar finalmente.

Había dicho mucho de sí mismo en apenas unas frases.
Por un segundo… le asustó la forma tan libre en la que hablaba.

La sala quedó en silencio.

Lascurain lo miraba, parecía no haberlo esperado tampoco, pero sonrió suavemente.
Él no lo sabía pero en ese momento Daniel lo encontraba admirable, por muchos motivos.
Era obvio que Novak estaba acostumbrado a abrirse su propio camino en la vida al grado que lo consideraba la cosa más esperable y normal del mundo.

- Vaya, hay algo inspirador en tu biografía en realidad.

- No es nada… no soy alguien extraordinario.

- Lo que haces por ella es muy considerado, no minimices eso.

Podría decirle que Neru Novak era quien resultaba admirable.
Él simplemente había decidido ser independiente, pues vivir en una casa adoptiva llena de otros chicos nunca había sido su situación favorita.
Pero le agradecía a su abuela el hecho de haberle dado un hogar y se encargaba de que otros también pudieran seguir teniéndolo fondeando la Fundación.
Pero esa probablemente sería ya demasiada información.

- No es nada a cambio de todo lo que ella me dio, no es absolutamente nada. Ella fue mi
  familia.
“Cuando no tuve nada”.

En ese punto quizá debía empezar a hablar de Ricard, pero su invitado tampoco había dicho mucho sobre aquella con la que se había desposado. No quería sentirse en desventaja.

- No me acuesto con Enzo- aclaró al fin, después de todo era un tanto ridículo querer
  darle misterio a su relación con su mejor amigo- Él no es mi amante aunque admito que
  hubo un tiempo en que los límites de nuestra amistad no eran muy claros.
  Así que no estoy con nadie porque no quiero estar con nadie.
  ¿Entiendes lo que te digo?

Claro que lo hacía. Esa pregunta difícilmente clasificaba como indirecta, aun así Lascurain decidió no prestar demasiada atención.

- ¿Y por qué no quieres?

Y justamente contestar eso equivaldría a mencionar a la última persona que le había realmente importado y no quería pensar en ello. No en ese momento. Y de preferencia nunca más.

- Tú eres una persona muy distinta a mí- le dijo Novak- Tu estilo de vida, tu estatus y tu
  mundo no se comparan con el mío. Alguna vez cometí el error de pensar que eso no
  importaba y no volveré a equivocarme otra vez.

Quizá había dicho más de lo que probablemente debió.
Pero el moreno lo tomaba de la mandíbula, acercándolo.

- Son dos los que deciden eso, no sólo uno.

¿Qué pretendía con ese movimiento?

- Yo decido si quiero tener una relación contigo y elijo no tenerla.

Esta vez no tenía la intención de ser ofensivo, simplemente estaba siendo sincero.
Daniel se aproximó todavía más. El sillón crujió ante su peso.

Estaban más cerca ahora que lo que habían estado en ese taxi. Podía sentir su exhalación rompiéndole en la mejilla, a centímetros de un beso.

Sintió un golpe de sangre en la cabeza, seguramente estaba sonrojándose.
Lo descubrió mirándole los labios, seguramente él también estaba pensando en ello.

- ¿Y en qué lugar me deja eso?- preguntó el portugués sin soltarlo, su mirada gris
  brillante se trasladó de sus labios a sus ojos, cargados del magnetismo propio de un
  encantador de serpientes.

Novak admitió que lo ponía nervioso con demasiada facilidad.
- ¿En verdad quieres que lo diga?
  No me obligues a rechazarte.

Sus labios tocaban su piel, pero no intentaron besarlo. No hacía falta, esa cercanía se volvía igual de perturbadora.

Los costados de sus caras se rozaban. La ansiedad y el estrés que Lascurain le causaban surgían de esa tensión sexual que en ese momento podía cortarse con un cuchillo.

- No quieres tener una relación conmigo, pero en realidad no quieres tenerla con nadie.
  Eso debería hacerme sentir mejor dado que no es algo personal, pero no es así. Nada es
  suficiente si se trata de ti.

Si él decidía tumbarlo en ese sofá y seducirlo… tendría que hacer un gran esfuerzo para detenerlo.
Cerró los ojos, castigándose por ese pensamiento.

- Estás siendo dramático, Daniel.

Esa tarde, el asesor había contemplado una parte diferente de ese hombre. Lo había visto desenvolverse en su mundo con soltura, con confianza, con ingenio. Ese arquitecto era en definitiva una persona difícil de rechazar.
Se había dejado llevar por esa imagen de perfección, al punto en que había accedido a besarlo, accedido a dejarle saber de su vida privada.
Ese era hielo delgado y sentía que en cualquier momento iba a romperse.

- Me debes una cena, Kyan, una oportunidad de hacer bien las cosas- ¿Hablaba en serio?-
  No me interesa llevarte a un lugar pomposo, ni jugar el papel de seductor. Además, una
  cita impersonal en este punto de intimidad, no tiene sentido, ¿o sí?
  Ven a mi casa…

- Tu castillo- le corrigió.

- Mi hogar, sí. Quiero prepararte algo. Permíteme hacerlo aunque solo sea para
  complacerme. No volveré a pedirte nada más. No volveré a cruzar la línea contigo.

El timbre sonó antes que su réplica.

Esa charla era tan cercana que aquel ruido fue como un llamado a volver a la realidad.
El castaño se alejó casi de un brinco y al instante siguiente ya se encontraba contestando el videoteléfono. Veía al majordome del otro lado, el viejo portugués con cara amable y arrugada.

- Irá en un momento.

- Gracias, señor Novak- respondió el otro.

Kyan titubeó, ¿alguna vez le había dicho su nombre?
Su invitado vaciaba su expreso.

- Es un café muy bueno, gracias- decía al tiempo que se ponía de pie- ahora entiendo
  porque el de tu oficina te resulta mediocre.

Era una buena observación.
Kyan era realmente muy especial respecto a eso. El expreso que acaba de servir había sido preparado con granos colombianos en una máquina Krups Espresseria que Anna le había regalado hacía tres años.

- Quiero agradecerte que me abrieras tu espacio personal. Y que por primera vez dejaras
  de estar a la defensiva.
No supo si era broma o rudeza pero su comentario le sacó un mohín de fastidio.

- Aún no es tarde para hacerlo, no me provoques.

El otro se colocaba su abrigo.
- El sábado mandaré que te recojan a las ocho de la noche. Por favor no declines mi
  invitación. Dame un chance de cambiar tu opinión respecto a mí.

- No dejarás de insistir hasta que acceda, ¿verdad?
  Si bien es cierto que me resultas una mala opción para tener una relación, la verdad es
  que mi negativa no tiene que ver contigo.

Pero como era de esperarse, él no admitió un no.
- Mucho me temo que nada de lo que digas hará que no te esté esperando.

- Entonces mucho me temo que te quedarás esperando.

Tal como sospechaba, a veces ese hombre sólo se escuchaba a sí mismo y era desgastante luchar contra esa corriente una y otra vez.

“El anillo en mi dedo… es sólo un recuerdo” había asegurado.
Si él no le mentía, esa mujer entonces no ocupaba un lugar en su vida. Y si mentía, lo hacía descaradamente en su cara.
Eso sería simplemente una vileza, así que se obligó a darle el beneficio de la duda.

- Espero que no. Buenas noches y gracias por recibirme en tu casa.
Y tras esa despedida, cruzó la puerta saliendo finalmente de su departamento.

Sin su presencia ahí, fue que Novak se tiró al sofá, aliviado por primera vez en ese estresante día.

Cerró los ojos, digiriendo rápidamente las escenas de esa noche.
La presentación. El elevador. El Zaphyr. Turpel, el chofer del taxi.
Daniel Lascurain.

Al final habían sido civilizados. Ese momento en la sala era lo más saludable que habían hecho fuera de Muggen.

Sin embargo, no podía dejar de lado las cosas que él le había dicho hacía poco.
Él no sólo deseaba algo de una noche.
¿En qué momento había tomado esa determinación?    
Lascurain daba por hecho que algo debería existir entre ellos.

Era surreal la forma en que a ese sujeto simplemente no parecía importarle lo que él opinara respecto a eso. Simplemente no parecía interesado en nada que no fueran sus propios deseos.

Como amante sabia de su apasionamiento, así que como pareja… ¿qué le esperaba salvo algo igualmente intenso y egocentrista?

Con todo, había podido negarse con más fuerza a seguir viéndolo fuera del trabajo. Podía haber frenado cada uno de sus avances, no es como si fuera la primera vez que un hombre se obsesionaba con él. Pero manejar a ese tipo había resultado ser imposible, no lograba comprender como su resistencia siempre terminaba por doblegarse.

Una gota de la infusión resbaló por sus labios y la recogió con los dedos.
Rozar las comisuras de su boca le hizo darse cuenta de que la sensación de ese beso en el elevador volvía a sus labios.

Estaba cediendo, reconoció, cada que se distraía aunque fuera un poco, entregaba más y más de sí mismo. Si no se detenía… pronto no podría hacerlo en absoluto.
Y solo por fin en su departamento, es que reconoció que aquello le aterraba.




Continuará...

 

.

Notas finales:

Espero les haya gustado!


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