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AFFAIR por malchan

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Notas del capitulo:

A seis días de mi última actualización me siento muy orgullosa de mí misma!   *me voy a dar una medallita cumplidora*   Aunque mucho tiene que ver el hecho de que de verdad deseaba continuar el encuentro de Key y Dan cuando él espera fuera de su departamento.

Y quizá porque ya quiero darle luz, les dejo también la versión "live" de Kyan Novak! -estoy muy neviosa, pero quiero sus opiniones sinceras, no se olviden de decirme que piensan!- y lo que habíamos dicho, una foto siempre será una imagen muy "real" de un personaje y puede no siempre coincidir con la persona que existe en su mente, es un riesgo grande y los que no quieran verlo, también se vale!

Kyan (véase a discreción jaja)-->  http://img.photobucket.com/albums/v356/malary/affair/kyan0_zps3244bb2f.jpg (EDITADO: aparentemente la página de Amor Yaoi tiene en su código desactivado el poder seleccionar texto :( eso hace complicado ver el link, no hay nada que pueda hacer al respecto, lo siento mucho, sería cosa de que copiaran todo el texto de la liga en otra ventana para poder verlo).

Disfruten!!


Daniel Lascurain estaba fuera de su edificio, quien sabe cuánto tiempo llevaría ahí.

Hacía unos días, le pedido una cita ese día y Novak no había accedido. Había creído que eso sería motivo suficiente para no tener que encontrarse precisamente en la situación en la que ahora estaba, pero una vez más a ese hombre no parecía importarle lo que tuviera que decir al respecto y ejercía su voluntad por sobre sus quejas.

- Kyan… ¿estás bien?- había preguntado sin dejar de mirar sus manos llenas de sangre.

Simplemente perfecto.

- No es de tu incumbencia- señaló, abriendo el acceso principal. Al mover las manos,
  sintió por fin el verdadero daño que se había hecho, pero no se detuvo a mirarse, quería
  tener que explicar lo menos posible- Lamento tener que decirte una vez más que no
  puedo acompañarte esta noche. Ten la decencia de largarte.

Cerró la puerta en sus narices sin más.
Tener que enfrentar al portugués era lo último que necesitaba después de aquella experiencia en la residencia Liewensbam y los gritos de su abuela desgarrándose en su garganta.

Si su conciencia tuviera algún tipo de culpa, ésta debía ser por no volver a la cena en Casa Azul como había dicho a Mila que haría, la idea de sentirse mal por su grosera rudeza con Lascurain ni siquiera le pasaba por la cabeza.

El elevador llegó a su piso y al entrar en su departamento se desplomó en el sillón.
Pensó en marcarle a su amigo Enzo, pero enseguida desistió de la idea. No iba a arruinarle su noche en el Doubletree con sus problemas.

No tenía ánimos tampoco de describir los patéticos acontecimientos que lo llevaban a guarecerse como un animal herido en su cueva.
No quería ver a nadie. No quería saber nada del mundo.

La última vez que había hablado con Neru habían conversado en el comedor, bromeando sencillamente sobre cosas de su infancia, como el fuerte de sábanas y cojines que habían armado en una ocasión en la sala, las manzanas rellenas que horneaban en épocas como ésas, los paseos que tomaban los primeros días sin nieve en las colinas de Itziger.

Hablaron por horas, ella sonreía, estaba feliz.
Habían cenado juntos en aquel comedor comida ciertamente insípida y jugado cartas juntos.
Ahora esa visita un tanto insulsa resultaba un tesoro que no había sabido apreciar en su momento.

“Tendrá periodos de lucidez, pero éstos cada vez serán menos frecuentes. Debe estar  preparado para dejar ir a la persona que conocía” había dicho el doctor con un pesar que parecía sincero.

Neru aún vivía, pero gran medida se había ido para siempre.

Apretó los dientes, intentando dominar sus emociones, pero era imposible.
Aquella tarde resultaba más de lo que había podido procesar.
Cerró sus ojos con fuerza deseando que todo fuera un sueño del cual fuese posible despertar.



 -  -  -  -  -  -  -




Un sonido lo hacía volver. La realidad lo exigía.
Le llamaban.

Turbado, buscó su teléfono en sus bolsillos y el dolor en sus manos le recordó lo que había pasado horas antes; la desesperación volviéndose furia y encegueciendo su juicio.
La obscuridad pesaba a su alrededor, lo que le hizo preguntarse qué hora era.

- ¿Diga?

Se oía mucho ruido en el fondo y se regañó a sí mismo por no ver quien era antes de contestar.

- ¿Kyan? ¿Cómo va tu cena?

Baladi.
Debía estar celebrando en el Doubletree, rodeado de ingleses acaudalados.
En serio, ¿qué hora era?

- ¿Estás con Neru? ¿Me dejas saludarla?

Deseó poder cortar esa llamada por lo que le provocaba, pero se trataba de su mejor amigo.
- No… estoy en casa.

- Apenas es medianoche- pareció extrañado el biren- ¿Tan pronto es que has vuelto?

- Es un poco largo de explicar en este momento.
Su voz sonaba seca, intentó aclararse la garganta pero no sintió que diera resultado.

Explicar lo que había ocurrido en el asilo por teléfono no tenía mucho sentido.
Enzo era capaz de salir de donde estuviere para ir a su encuentro y verdaderamente le haría mucho bien su compañía, pero… era navidad.
¿Valía la pena arruinarle la noche a su amico de una forma tan egoísta?

- Key, suenas extraño.
- Estaba dormido.

Le pareció que dudaba.
- ¿Quieres venir conmigo? No es la gran cosa, pero así puedo darte tu abrazo navideño.
Debía intuir que algo iba mal, sin duda.

- El abrazo se da en Año Nuevo.

- Da igual. Puedo ir a tu departamento también, no me caería mal verte hoy.
¿Le estaba resultando a él también una noche complicada?

- Disfruta tu querida navidad. Esta fecha sabes que me pone mal y no haría más que
  estropeártela. Hablamos mañana, ¿de acuerdo?

- Key…

Le cortó.
Era patán y lo estaba al tanto, pero no sabía que más hacer.
Unas frases más y terminaría por confesarlo todo.

El teléfono volvió a sonar y se imaginó al hermoso rubio preocupado al otro lado de la línea, desperdiciando sus energías en un drama que no le correspondía. Tiró el celular al sillón y caminó hacia la cocina.

Andar lo hizo sentirse entumecido por la extraña postura que había adoptado en esa superficie que no era su cama.

Abrió el grifo del lavabo y el frio del agua calmó el furioso ardor de su carne expuesta en los nudillos.

- Arg… diablos… que imbécil- gruño.

La sangre se había comenzado a hacer costra y estaba incrustada de suciedad.
Se lavó concienzudamente las manos en un proceso que fue agónico y largo.
Fue a su botiquín y cuando se puso las gasas en los nudillos, éstas se tornaron rojas casi de inmediato.

Vaya estúpido.
Maldito día, maldita fecha. ¡A la mierda todo!

Navidad solía gustarle y ahora la odiaba.
Él, siendo un niño pequeño alguna vez se quejó con Neru de que no le gustaba su fecha de cumpleaños, después de todo era el día oficial de entrada a clases.
Ella le dijo que si quería podían cambiar el día, que sería un secreto entre los dos.

“¿Te gustaría celebrarlo en Navidad? Recibirás el doble de regalos” prometió.
Su abuela adoptiva le había dado la navidad como obsequio para hacer más mágico un día que al parecer nadie deseaba que hubiera ocurrido.

Pero ese era el peor “cumpleaños” que había tenido en mucho tiempo.

Sus vecinos de arriba reían, el sonido no era alto, pero para aquel departamento sumido en silencio, fue evidente aquella dicha que no compartía.

Con las manos vendadas con torpeza, caminó hacia la ventana, mirando las intermitentes luces navideñas adornando el barrio.
No había sido su fecha favorita en mucho tiempo y ahora estaba seguro que jamás volvería a serlo.

Su estómago exigió su atención, pero supo que no había nada que cenar en el refrigerador debido a sus planes de asistir a la cena hecha por Erika, pero evidentemente aquello no se llevaría a cabo ese año haciéndole fallar a su palabra con la pequeña Camila.

¿Cuándo podría volver?
Ahora estaba incierto de que pasaría la próxima vez que viera a Neru, pero por la forma en que la había alterado, quizá sería mejor idea dejar pasar un tiempo antes de regresar.
Pero, ¿cuánto? ¿No era eso ser cruel?

Además, sus periodos de lucidez serían cada vez más escasos, le habían explicado, si en tan pocos meses su mente se había degenerado a ese punto, ¿cuánto más tardaría en alienarla por completo de la realidad?

Aquella experiencia le dejaba un hueco en el pecho. Se trataba de su abuela, de su madre, la mujer que era la única familia que había tenido realmente.
Al concepto retorcido de su madre Hayley ahora se sumaba su padre… Auguste, un nombre que sólo había escuchado en un grito de odio. Sí, ahora podía armar el concepto de un par de padres en su cabeza, y éste era el de un par de drogadictos que no habían tenido el plan de tenerlo.

¿A dónde pertenecía ahora si Neru no lo recordaba? Y además, ella veía en él alguien a quien odiaba. ¿Cuántas veces había sido así y ella lo había callado?

Debía parecerse a su padre, por lo menos físicamente. Fue horrible ser el objeto del repudio de Neru de esa forma tan vehementemente. Hacía más doloroso que nunca ver a la persona por la que sentía tanto amor.

¡Resultaba tan injusto!
¿Por qué alguien como ella?
Se sintió desamparado como el huérfano que había sido en el pasado.

No quería sumirse en la obscuridad… pero… en verdad tenía ganas de llorar.

Otra vez las risas.
Era normal que la gente festejara esa noche con sus seres queridos. De pronto, eso ya no era una opción para él.
Todo aquello era una porquería.

Bajó la mirada, sintiendo el abatimiento pesándole en el cuerpo cuando… vio algo que no había esperado jamás.

Un auto negro estaba estacionado en la entrada de su edificio, no era la limousine del arquitecto, pero él seguía ahí.

¿Por qué…?

Fumaba apoyado en el vehículo, sus hombros estaban completamente cubiertos de nieve.
¿Qué se supone que hacia ese idiota a la intemperie?

Calculó mentalmente la hora a la que había vuelto, casi las nueve de la noche.
El portugués llevaba por lo menos tres horas ahí.
Su enojo fue rápidamente superado por la culpa.
¿Qué clase de idiota hacia algo así?

Cuando salió a la calle, Lascurain pareció sorprendido de verlo bajar.

- ¿Te sientes mejor?- le dijo, matando su cigarrillo contra el pavimento.

Su piel morena lucía falta de color a causa del frío. Eso le hizo descartar la posibilidad de que tal vez había aguardado parte de ese tiempo en la calefacción del carro.

- ¿Por qué no te fuiste?- en verdad era lo único que quería saber.

- Supuse que algo andaba muy mal- sus ojos grises se dirigieron a sus manos
nuevamente, notando las vendas de inmediato.

- No tienes que preocuparte por mí- no es que creyera que eso fuera suficiente para
  hacerlo marcharse, pero tenía que intentarlo.

- Sé que no soy la persona que buscarías para ayudarte, así que quise darte tiempo.
  Sabía que saldrías tarde o temprano.

¡Eso era ridículo!
- ¿Y si no hubiese salido sino hasta mañana?

La expresión del arquitecto se tornó apesadumbrada y supo que no debió haber inquirido eso.
- No es que debas saberlo, pero… ciertamente nadie me espera en casa y sólo hay una
  persona con la que quiero estar esta noche.

Eso no podía ser verdad. Daniel Lascurain debería tener a alguien que lo aguardara en su ridículamente lujoso castillo.
- ¿Qué hay de tu familia?

- Ya te lo dije, nadie me espera- aseguró nuevamente. Pero esta vez, su voz sonaba
  apagada- ¿Puedes creerme esta vez por favor?

Entonces reparó en la expresión triste en su rostro.
El confiado y seguro Daniel lucía derrotado y no supo que tanto tenía que ver el hecho de haber aguardado tantas horas en el exterior.

- Venías en tu limousine hace rato, ¿por qué estás ahora con éste vehículo?
  No esperaba verte y no tenía pensado cenar contigo tampoco.
  Nunca confirmé nada y lo cierto es que tenía mis propios planes.

Al decir esto último supo lo verdaderamente patética de su actual situación.

- Supuse que te negarías y que también que tardaría en poder hablar contigo. Por eso
  decidí decir a Viriato que se fuera a casa temprano y la pasara con su familia.

- No vas a hacerme sentir culpable- mintió lo mejor que pudo- ¿de dónde has sacado este
  auto?

- Es de un servicio ejecutivo.

La idea era chocante con el sentido común.
- ¿Qué? Eso es ridículo, Daniel. ¿Cuánto va a cobrarte?

Eso no pareció tener sentido práctico para el otro.
- ¿Qué importancia tiene eso?- preguntó de vuelta.

Novak, como buen financiero, hizo sus propios cálculos; debían ser al momento más de 100 euros de un taxi normal, ¿cuánto más podía esperarse de una compañía que mandaba un BMW del año?
No es que dudara de la capacidad económica de ese hombre para pagarlo, pero era un gasto absurdo para cualquier persona.

La determinación que encontró en el semblante de ese portugués le hizo saber que no se trataba de dinero en absoluto -¡alguien en su posición claro que no le daría importancia!- sino el hecho de en verdad aguardar ahí neciamente.

Eso lo llevó al siguiente planteamiento, ¿acaso Lascurain era alguna clase de masoquista?

- ¿Y por qué no aguardaste dentro? Debes estar congelándote.

- No sabrías que era yo el del auto si te asomabas por la ventana.
El financiero sacudió la cabeza.
Era un plan absurdo, pero había funcionado, ¿no?

En su mente se fueron acumulando los pretextos que podía poner para no subir a ese vehículo. Y en realidad tampoco es que necesitara justificarse.
Sin embargo, antes que volviera a abrir la boca, el guallen se le adelantó.

- Kyan, ¿estás bien?

“Claro que estoy bien” iba a decirle, pero estaba seguro que no iba a sonar cierto.
¿Por qué ese sujeto siempre tenía que encontrarlo en sus peores momentos?
Era humillante tener que mostrarse así de vulnerable ante la gente, pero más cuando se trataba de él en particular.

- No. No estoy bien- confesó a cambio- odio esta fecha.  Y hoy tengo motivos para
  odiarla más que nunca.

- Me imagino que no te refieres exclusivamente a mí
Estaba seguro que eso tenía intenciones ser una broma. Pero en instantes como ese, difícilmente podía encontrar gracia alguna a la situación.

- Vete a casa.
- Sólo si vienes conmigo.

Jadeó para exclamar. El aire era verdaderamente frío y le cortaba los pulmones.
- ¡Vete a casa! Vas a congelarte y no cambiaré de parecer.

- Sólo si vienes conmigo- repitió, acercándose. Su mirada era tan profunda que por un
  segundo le asustó.

- ¿Acaso estás sordo?- le preguntó lentamente, haciendo énfasis en cada palabra para que
  no quedara duda alguna de su rechazo.

Era tal como aquella vez en que había insistido tener una cena con él. Y que aparentemente ahora se estaba cobrando.

Daniel esta vez no gritaba por la ventanilla de un auto, estaba frente a él. Un paso más acortó la distancia lo suficiente para que lo tomara del rostro. Tenía las manos gélidas, todo su cuerpo debía estar congelado.

Sus ojos eran de un gris tan claro… pudo ver un dolor compartido en ellos realmente inesperado.
Quizá su presencia ahí no era solamente por él. Tal vez esa persona también intentaba alejar una pena.

- Kyan, déjame intentar salvar esta fecha para ti- le ofreció.

Esa noche todo con Daniel parecía un deja vú.
¿No le había prometido alejarlo de su dolor la primera vez que lo que lo encontrado llorando en el Zaphyr?

Parecía que nada de lo que hiciera cambiaría las actitudes del arquitecto hacia él, que aunque estuviera siendo grosero y evasivo, él estaba ahí como si recién se conocieran.
A ese hombre no lo frenaba el rechazo.
Simplemente insistía en estar a su lado.

- No tienes que rescatarme. No soy una damisela en peligro.
  ¿Y qué podrías hacer por mí de todos modos? ¿Cambiar mi pasado?

- ¿Es tu pasado el que te pone así?

No iba a contestar a eso.
- Pierdes miserablemente el tiempo conmigo. Y no me refiero sólo a este momento- le
  dijo inesperadamente, incluso para él.

Tenía un momento de cruda honestidad y lo miraba intentando mostrar que lo decía muy en serio.
Comenzó a sentirse incómodo por aquella cercanía… temía comenzar a acostumbrarse a ella.

- Tienes que comer algo y quiero cenar contigo, ¿podrías no complicarlo más?

- Ya he cenado- afirmó rápidamente.

- No te creo.

- ¿Cómo puedes asegurar que miento?

- Sé que dirías cualquier cosa para no acompañarme- sus palabras también llegaban
  rápido.

- ¿Y por qué quieres obligarme entonces?

- ¿Crees que quiero obligarte?- sonó afligido-  Lo que quiero es que entres al auto por
  voluntad propia.
  Estoy aquí para ti, no parece que te fuera a caer mal un amigo en este momento.

Lascurain parecía listo para refutar cualquier argumento.
No sería tan fácil hacerlo marcharse.
Y de pronto se dio cuenta… que no quería que se fuera.
Ese momento, su pelea con él, por ridículo que pudiera ser, era lo más cercano a la cotidianidad que había tenido en el día.

No es que alejarlo le hiciera sentir mejor, pero… irónicamente él tenía razón en decir que necesitaba compañía, en ese instante él era lo más cercano que tenía a un amigo, por más patético que sonara.

- Nos hemos acostado varias veces. Sé que no buscas ser mi amigo, Daniel.
Lo creía de verdad, de otro modo no lo hubiera dicho, no obstante… no deseó que fuera realmente cierto.

- Te equivocas en eso, ya te lo he dicho antes.

Apretó sus manos frustradamente, cuando éstas le recordaron el frenesí al que había sucumbido. Tenía que admitir… que parecía algo bueno haberse encontrado con él, quien sabe que otra tontería hubiera hecho si su voz no lo hubiera regresado a la racionalidad. Ese hombre… llevaba tanto tiempo aguardándolo. Y que seguía ahí a pesar de todo.

- Dame un poco de tu tiempo, Novak y si decides que quieres irte, te traeré de regreso, en
  verdad lo haré.

Su estómago pareció dispuesto a cerrar el trato, rugiendo ansiosamente de nuevo.
Una vez más, su cuerpo parecía favorecer a Lascurain más que su propia mente.

- Sólo cenaremos, no intentaré nada más. Te doy mi palabra.
  Sube al auto, por favor, en serio… me estoy congelando.


 


Continuará...



.

Notas finales:

¿Vieron el live?


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