Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

AFFAIR por malchan

[Reviews - 1220]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Quizá no lo digo siempre -salvo que me escriban un review jaja- pero muchas gracias por seguir este fic!

 


El centro histórico estaba rebosante de gente, en su mayoría turistas que deseaban pasar el año nuevo en una locación privilegiada en la capital de Luxemburgo.

Baladi miró la hora en su reloj al cruzar la puerta del restaurante Swoop, en el séptimo piso del hotel Sofitel Le Grand Ducal.

Faltaba poco para las diez de la noche y estaba llegando anticipadamente, pero claro, no por llegar antes se iría antes. Ciertamente no se encontraba especialmente entusiasmado de asistir a esa reunión dada que su agenda de esa noche era un tanto apretada. Había accedido a servir como anfitrión al grupo de banqueros holandeses que Reiner Köhler deseaba agasajar hasta la medianoche, después éste le había prometido dejarlo libre.

Dos horas nada más.

Aun así le sabía grosero llegar pasada esa hora a la ceremonia de fin de año de Muggen, un evento en que se convocaba a la crema y nata de las finanzas de la ciudad, además de muchos otros invitados prestigiosos, él como uno de los RP más conocidos de su empresa, era de suponer que estuviera ahí desde el inicio del evento y ahora se veía maniatado por el “favor personal” que el inversionista le había pedido.

En momentos como ese es que deseaba haberse mordido la lengua y haber accedido al generoso pago que éste le había ofrecido. No que necesitara el dinero, por supuesto, pero este daría más sentido a estarse perdiendo “la” cena.
Bueno, esa sería una cena de trabajo también.

La linda hostess le indicó la mesa, era un espacio para unas seis personas, muy bien ubicado; la vista desde ahí era perfecta de ambos valles, Alzette y Pétrusse, un paisaje realmente excepcional no sólo para el visitante, sino para un local también, podía verse todo el casco viejo iluminado por las fechas decembrinas. Ése era sin duda, un sitio perfecto para para pasar el fin de año.

- ¿Gusta algo de tomar?- preguntó la joven, ofreciéndole asiento.
- Sólo agua mineral de momento, ordenaré cuando lleguen los demás.

Supuso que Köhler no escatimaría en buena bebida esa noche, no tenía sentido empezar a beber tan temprano.

 


- - - - -

 


El chofer de Daniel, Viriato, se encargaría de recoger a los cuatro banqueros de su hotel. Reiner habría podido ir en la limousine con ellos, pero la verdad no le apetecía hacer la función de guía, ¿no por eso había contratado al italiano?

Su Maserati Quattroporte color champaña avanzaba hacia el Boulevard d´Avranches, la cabina blanca y acogedoramente suave que lo acomodaba era ambientada por su nuevo descubrimiento melómano, la argentina Karen Souza que en su álbum The Jazzistics hacía covers de canciones conocidas. Su voz, poderosa y melodiosa a la vez lo relajaban de la que sería una cena con tintes informales en la que haría pasar un rato menos solitario al grupo de recién llegados a la ciudad.

Sinceramente, esperaba la pasaran lo mejor posible en una fecha tan sensible como lo era el Año Nuevo. Él mismo en alguna parte de su mente, había considerado pasar con su familia esa noche, lo cual sonaba ilógico si se consideraba que nadie de ellos vivía en el mismo país, que fuera el único de ellos sin familia propia y finalmente el hecho de que tuviera una irremediable barrera generacional con todos ellos. Friede, la más joven de sus mediohermanos le sacaba más de 16 años de diferencia y recién acababa de ser abuela por segunda vez.

Una cena de negocios disfrazada de cena de año nuevo sonaba bien, a decir verdad, incluso entre desconocidos. Tres de las personas que asistirían en realidad no tenían la menor importancia por el momento, pero si algo tenía muy claro en la cabeza, era que la cuarta era la más relevante; Steven Van Buren, el padre del señor Willem, que era su contacto en Holanda para el negocio que LD tenía en puerta y por el cual su socio Daniel estaba fuera de la ciudad.

De cerrarse ese trato, a la constructora le iría fantásticamente bien y dicho sea de paso, aquel era un proyecto que había conseguido enteramente el mismo.

Con una pisca de pretensión podía afirmar que su llegada había salvado a LD, ni que decir de haber logrado triplicar sus pasadas ganancias en relativamente poco tiempo. Pero ciertamente eso último era sólo por ser quien era y tener el apellido que tenía.

La gente que conocía en su medio social regular eran personas acomodadas y con influencias, quienes no tenían dinero para invertir o hacer proyectos o no les apetecía hacerlo, tenían amistades que sí tenían una o ambas.

Honestamente, siempre había creído ser una persona afortunada en su vida, su salud siempre había sido estupenda y la agudeza siempre había estado de su lado, sin olvidar que gracias a sus genes también había nacido rico y bien parecido.

Nunca le había faltado nada en la vida, ni había vivido grandes tragedias, su existencia transcurría en términos tan positivos, que le sabía casi como algo injusto. Estaba perfectamente consciente de que su mundo era el de una élite, una extraña excepción entre la pobreza, el hambre y las dificultades que el resto de los mortales sufriría a lo largo de una vida y que a él no parecían llegar. Si, hacía años que participaba regularmente en beneficencia, pero siendo totalmente cierto al respecto, no sentía que en realidad hiciera un esfuerzo suficiente para lograr nivelar la balanza de  su favorecida vida.

“La gente rica y lista, sólo se hará más rica. Es sólo lógico que tomen las decisiones adecuadas si conocen correctamente su medio y eligen cuidadosamente a quienes les asesoran”, le había dicho alguna vez su mejor amiga Vi, refiriéndose a la gente que contrataba sus servicios como asesora financiera, “Dinero llama dinero, todos lo saben. Y a menos que tomen una larga serie de errores, no verán su riqueza desvanecida”.

Era una buena teoría, quizá algo fría, pero no por ello menos real. Tal como era Victoria.

Con sus pensamientos en esa línea, otras palabras de la economista volvieron a sus oídos.
“No vuelvas a enamorarte de Enzo”.

Lista como una zorra suiza, pensó cínico Köhler mientras aceleraba un poco más su deportivo de más de ciento veinte mil euros.

Vería a Baladi esa noche. O mejor dicho, esa noche también.

Se había resistido al principio a la idea de llamarlo, pero Lascurain había hecho hincapié  en que consiguiera al mejor anfitrión que pudiera, ciertamente sólo conocía a Enzo en un plano personal, pero podía poner una mano en el fuego a que su carisma no se limitaba a cuestiones de alcoba. Conocía sobradamente sus habilidades sociales, o por lo menos lo había hecho en el pasado y el que ahora trabajara en una empresa como Muggen Corp, sólo lo confirmaba.

Pero, de cualquier forma, ¿qué tan sabio resultaba mezclar los negocios con el placer?

La última vez que lo había visto, había sido una semana atrás, donde se había sido incapaz de no provocarlo y… no tocarlo. Y cuando eso no había sido suficiente no había titubeado en sabotear su relación con ese andrógino modelo con el que se acostaba -y con quién él también se había acostado- y que siendo sinceros, no había hecho más que con la intensión de simplemente interferir en lo que pasaba en la vida sexual de ese devastadoramente hermoso italiano.

Era un comportamiento por demás dudoso, lo sabía perfectamente, si alguien le hiciera eso mismo a él, tendría motivos suficientes para no querer verlo siquiera.

Köhler solía ser impulsivo y terco en la consecución de todas sus metas, hasta un grado excesivo, sin embargo, con Baladi parecía que no existía un límite real.

Si, Vi le había advertido que se fuera con cuidado en todo lo que tuviera relación con esa bomba rubia, pero simplemente… no podía manejarse a sí mismo con mucho sentido común en esos temas.

¿Qué tan peligroso era eso?
¿Insistir en seguir cerca de alguien que le hacía perder el dominio de sus acciones?

Al final, todo parecía volver atrás en el tiempo, en que había querido tanto estar al lado de Enzo sin nadie más, que lo había llevado a su yate para tenerlo sólo para él.

Siempre había sido una persona competitiva, pero esto iba más allá, el linde entre lo aceptable y lo que no lo era, parecía desdibujarse cuando se trataba de él.

Esa navidad en el Doubletree, había conseguido enfurecerlo y eso que se trataba de  alguien que no solía perder su encanto con facilidad y cuando Baladi se hubo marchado en pos de Jan tuvo que hacer uso de una gran voluntad para no seguirlo. Literalmente había apretado los puños y congelado su cuerpo hasta que pudo controlar ese deseo.

Quizá había permanecido en esa escalera un minuto, quizá diez. Sólo Sylvane asomándose ahí lo hizo reaccionar al fin. No sabía si había escuchado lo que había ocurrido entre él y Enzo, pero se acercó.

Era obvio que D´Oria había vuelto al ver irse al hombre por quien le habían rechazado.
“Eres libre ahora, ¿no es así?”
Y era verdad.

Sabía lo que ocurriría a continuación, él mismo se ofrecería a llevarle a su hotel de vuelta, recibiendo a cambio la invitación de subir a su habitación. Reiner accedería, ¿había una razón para no hacerlo? Le haría recordar a Sylvane lo que era una buena follada hasta que el cielo se volviera azul.

Pero estando estacionados enfrente de su hotel, el Francais, D´Oria se acercó a sus labios, que eran tibios y eran tan suaves, su cabello color chocolate le rozaba los hombros y tenía un virginal sonrojo en las mejillas.

Reiner deseaba ese contacto, le hubiera tomado en el auto mismo, sin embargo… no lo hizo… y nada del resto de aquel plan se llevó a cabo.

Eso no tenía sentido en un día normal, ¿declinar una invitación a una buena noche de sexo sólo por Enzo?

Sylvane era alguien a quien normalmente no rechazaría, pero esa noche lo había hecho por segunda vez.

Se había marchado a casa solo. Y nadie le había hecho compañía esa noche.
Ni ninguna después tampoco.

Arribó finalmente al Sofitel Le Grand Ducal y vio al fondo del estacionamiento la limousine de su socio aparcada. Los banqueros justamente descendían de ella cuando los alcanzó y rápidamente se presentó para dejarlos entrar y que no pasaran frío.

Nunca había estado en ese restaurante antes, pero le gustó lo moderno y elegante que era, con sus muebles minimalistas, sus techos altos de espejo y largos ventanales. Contemporáneo y lujoso.

Enzo Baladi aguardaba en una de las mesas con mejor vista, mirando el paisaje de la ciudad antigua. Vestía un traje gris de líneas simples y pulcras, su cabello rubio lo había amarrado en una cola de caballo alta y sus ojos normalmente fulgentes estaban contemplativos. Lucía simplemente soberbio.
¿Qué hombre podría competir contra alguien así?

 

 

- - - - - -




El RP se puso de pie para recibirlos. El alemán se encontraba con el comité de recién llegados en la puerta del Swoop, llevaba un formal traje de tres botones color negro profundo, que hacían ver su cabello plateado y a sus ojos azul índigo más claros aún. Y bajo ese formal atuendo, podía notar su cuerpo fuerte que conocía sobradamente.

Tenía que tener cuidado esa noche. Una distracción podía hacer física la evidencia de como ese hombre podía afectarle.

- Caballeros, quiero presentarles a nuestro anfitrione de esta noche, su nombre es Enzo
  Baladi. Suele trabajar con gente de alto perfil aquí en Lux, así que siéntanse en
  confianza.

Lo decía en un perfecto inglés en que su acento alemán desaparecía.
Por extraño que pareciera, el rubio no recordaba haberlo escuchado hablar en ese idioma antes.

 


- - - - -

 



- Willen Van Buren es mi hijo- explicó el viejo holandés a Enzo.
De todo ese grupo, ese sujeto era el de mayor edad  también. Al parecer, el inversionista tenía especial atención en él.

Por lo que había podido intuir, era a él a quien tenía que dedicarle más tiempo, el tipo parecía ser un poco arisco, pero un pez gordo como aparentemente era él, podía darse ese y más lujos.

El grupo se encontraba ahí por negocios, y estaban hospedados a pocos minutos de la sede de la UE, pero esa noche buscaban salir y pasarla bien.

La velada había resultado bastante relajada, con un desfile de botellas increíblemente caras, la exposición de un somelier dedicado exclusivamente al grupo y una charla amena llevada en buena parte por la batuta del italiano.

Köhler, por su parte,  no había sido nada salvo encantador esa noche, con una plática sagaz respecto a la política internacional y por supuesto, los negocios de alto calibre, en que dejaba claro su dominio sobre ambos temas. Enzo no sabía hasta qué punto buscaba facilitarle el trabajo, pero al final lo estaba haciendo.

No es que esperara menos de un hombre como él, aun así… era extrañamente familiar verlo desenvolverse tan social y agradable como… en el pasado.

En algún punto de la noche, el tipo parlanchín de ojos saltones que se había sentado a su lado casi toda la noche, había cambiado de lugar para discutir acerca de una nueva regulación del fondo monetario internacional con otro de sus colegas, dejando el asiento libre y el alemán no había perdido tiempo en tomarlo. Podía ser un detalle sin importancia, pero de pronto estaba sentado al lado de su ex amante en una situación que no podía ser sino extraña.

Sin embargo, no hubo ningún indicio de coqueteo o desafío de su parte y aunque de alguna forma Baladi lo tuvo como algo anticipado, le alegró no ocurriera.

- ¡Feliz Año Nuevo a todos!- dijeron los meseros al unísono de pronto.

¿Tan pronto?
El italiano comprobó la hora.
¡Que rápido habían pasado dos horas!

En su mesa, el grupo brindó con unas exclusivas copas de la casa llenas de Château Lafite.

El sonido atrajo la atención hacia el magnífico escenario, fuegos artificiales surcaban el cielo dotando al cielo nocturno de una inesperada explosión de múltiples y alegres colores.
Sus acompañantes dejaron ver su sorpresa ante el grandioso espectáculo y en todo el Swoop se escucharon los choques de los brindis y risas alegres.

Baladi sintió una especie de dicha que cada inicio de año inevitablemente le provocaba, pese a todo, ese era un buen lugar para iniciar el año.
Había ganas de disfrutar ese momento, y él se dejaba llevar por esas sensaciones fácilmente. Su mirada se topó con la de su jefe de esa noche.

- Feliz año, Enzo- le dijo el otro como si fuera lo más natural que hacer.

No pudo evitar sonreír.
- Feliz año, Rein.

Tomaría esa noche como una especie de tregua.
- Todo ha salido estupendamente hoy, ¿no lo crees?- decía el inversionista.

- Si, un buen inicio promete un buen año.

- Celebro eso - alzando su copa, que pronto recibió la del rubio.

¿Cuántas veces ellos habían brindado? Pero claro, todas las veces anteriores se había tratado de una situación mucho más personal.
Mucho más.

El recuerdo de pronto fue tan fresco que el joven lo sintió en la piel.
¿No tenían sus copas champaña en vez de tinto?
¿No estaban desnudos en la cama de su camarote en lugar de un restaurante rodeados de gente?
El tiempo había pasado y sin embargo, el destino se las ingeniaba para repetir una parte de ese escenario.

- Bueno, es medianoche- le dijo a su jefe de esa noche.
- ¿Buscas a quien besar bajo un muérdago?
- No exactamente.
- Ah, entonces es la forma en la que me avisas que has de partir, ¿no es cierto?
- Eso es más acertado. Sabes que mi noche continúa en otra parte.

Si hubiera algún tipo de decepción como resultado, no fue evidente.

- Lo sé, no voy a retenerte.

Dedicó los siguientes minutos a cerrar su participación en esa velada, lo menos bruscamente posible, repartiendo su tarjeta y buenos deseos para ese año que comenzaba.

En un momento de sentimentalismos, incluso pudo haber abrazado a Köhler, pero tuvo el tino de no hacerlo y darle un ridículo apretón de manos.

A los pocos minutos, iba de salida del hotel.

Iban a traerle su vehículo cuando alguien lo alcanzó.
Köhler se ponía una bufanda apresuradamente, no llevaba nada salvo su camisa para protegerse del frío.

- ¿Olvidé algo?- le preguntó al verlo salir así.
- No que yo sepa, quería agradecerte por haber venido hoy.

Su auto era estacionado frente a ellos.

- Espero todo haya salido como esperabas. Y que tus banqueros estén impresionados por
  la velada que les ofreciste. Yo lo estaría.
- Es bueno saberlo.

Cuando Baladi entró a su vehículo, encontró que Reiner también lo hizo.

- Da la vuelta a la manzana, ¿quieres? Sólo te robaré un minuto más.
- Sabes que voy tarde a la cena de Muggen- le recordó.
- Estoy al tanto.

Quizá estaba siendo un tanto cortante considerando que minutos antes había sido nada salvo amable y accesible con unos completos desconocidos.
Arrancó y enseguida puso la calefacción para que el otro no padeciera frío.

- Lo único que se me ocurre que quieras decirme en privado es una disculpa- dijo
  aprovechando ese momento a solas.

- ¿Una disculpa?- la pregunta dotada de sorpresa le hizo ver que estaba bastante
  equivocado.

Al parecer, él no veía razón para pedir perdón por meterse en su vida privada.
En ese caso, no tenía sentido volver a mencionar a Jan, ya que nada obtendría de algo así, sin embargo el otro pareció meditar sobre eso.

- Te refieres a Jan por supuesto. Bueno, quizá debería. Pero siendo honestos, ¿no te hice
  un favor?

- Estás siendo absolutamente descortés y en verdad no lo aprecio.

De pronto todo lo encantador que le había parecido era, perdía fuerzas y ahí estaba Reiner Köhler, descarado como podía llegar a ser.

- ¿Puedes detenerte un poco más adelante?- pedía el inversionista.

Una mirada de desconfiada fue lanzada hacia él, pero lentamente el coche fue perdiendo velocidad hasta parar por completo.

No había nadie cerca, pero en la otra acera un grupo de jóvenes caminaba mientras hablaba a gritos, evidentemente borrachos.

- ¿De qué se trata entonces?
- En el pasado solías prácticamente leerme la mente, Enzo.
- Si, pero debo admitir que eras mucho más transparente.
- Claro, el tiempo no pasa en vano, ahora soy más viejo, ¿no?

Baladi no podía decir que echara de menos su cabello rubio, desde que lo había visto había decidido que le gustaba el nuevo tono plateado y la recta final de sus treintas no le restaba puntos de atractivo, al contrario. Reiner Köhler era como un buen vino, con el tiempo sólo parecía mejorar.

- Sin ofender, Rein… no es tu edad la que me molesta. Es tu actitud cínica la que no
  disfruto ahora.

Tuvo un momento de cruel verdad y lo reconoció enseguida.
Pero si con alguien había intentado ser honesto en su pasado, era con esa persona.

El otro no parecía haber esperado palabras así y no respondió, sin embargo lo miraba con una intensa profundidad.
El RP comenzó a incomodarse con su presencia ahí.

Echó de menos cuando trabajaban en equipo minutos atrás, así de decidió marcar la distancia que debía ser apropiada entre ellos, en especial esa noche, que trabajaba para él.

- Estoy siendo inapropiado, discúlpame, Reiner. No tengo intensiones de hablar del
  pasado, ni de  volver a él. Somos personas diferentes ahora, las comparaciones están por
  demás.

Lo decía para protegerse a sí mismo, tuvo que aceptar.
No quería pensar en él como nada salvo su cliente esa noche.

Y es que lo que había pasado entre ellos, pese al tiempo transcurrido, había resultado demasiado poderoso como para simplemente obviarlo.
Ahí estaban, encerrados en su BMW, años después de que él se marchara de su yate, dispuesto a no volver a verlo.

Sería necio negar que su cercanía no le erizaba la piel, como siempre había ocurrido.
Y que estar a solas con él, no hacía más que despertar sus deseos de ser tocado.

En ese momento es que comprendía el grave error que era haber aceptado verlo en un escenario así.

- No tienes que ser tan educado- le dijo el alemán- Soy consciente de lo inconveniente
  que resulto para ti en ocasiones, como ésta.

No había esperado escuchar eso de él.
Köhler lo miraba con firmeza, con cruda franqueza.

- Y sin embargo, tú no puedes sino ser encantadoramente correcto y frío, y sin
  ofender, eso es algo nuevo en ti que no disfruto a mi vez.

- ¿Disfrutarías más si te ofendiera?

- No lo creo, pero podría preferirlo- tal vez bromeaba- Aunque siendo justo, hay algo
  más que tenía en mente- continuó y tras un movimiento repentino, lo tomó de la
  barbilla- ¿sabes lo absolutamente irresistible que luces esta noche? ¿Lo complicado que
  haces el que pueda controlarme?

Al final, estaba tocándolo, tal como furtivamente el rubio había esperado.
Pero ahora que lo hacía, quería detenerlo. Si Reiner le pidiera que lo hicieran ahí… existía una posibilidad por muy mínima que fuera de que lo complaciera.

- Enzo…
- Me gustaría que te marcharas ahora.

Köhler ni siquiera reaccionó a sus palabras, como si simplemente no las hubiera escuchado.

- Con tanta gente rodeándonos esta velada, no he cumplido mi promesa de besarte esta
  noche. La verdad es que un apretón de manos no satisface mis deseos respecto a ti.


Cuando habían acordado su participación en la reunión por teléfono, ciertamente le había dicho que lo haría. Pero tratándose de él, había creído que estaba jugando.

- ¿De verdad subiste a mi auto para besarme? ¿No te parece algo un poco infantil?

El otro no pareció molestarse por aquel adjetivo.
- Supongo que lo es- admitía.

- Como dije, está haciéndose tarde. No tengo tiempo para tus indirectas, Rein.

- Te aseguro… que no son indirectas.

El otro había tomado uno de sus mechones dorados de la alta cola de caballo y jugaba con él, haciéndolo sentir escalofríos.

- No me dejas otro remedio más que probártelo, Enzo.

Y sin embargo, actuó lentamente, dándole suficiente tiempo para detenerlo si esa fuera su deseo. Dueño de su mentón, lo atrajo hacia su boca. El italiano no se movió, sintiendo la sorpresa mezclándose con una emoción que no había anticipado.

Sus labios se encontraron, pero a diferencia de sus usuales besos, ahí paró el contacto.
Era extraño que él lo besara así, sin adentrarse en su boca.

El rubio no cerró los ojos y descubrió que el otro si lo hacía, por lo que pudo ver su expresión con los ojos cerrados, sus pestañas claras, el ángulo afilado de sus cejas.

Se trataba de alguien que había besado con pasión cientos de veces, pero no de esa manera tan… simple.
¿Calificaba como algo nuevo?

Reiner simplemente lo sostenía, sin exigir nada más, quizá simplemente estaba siendo cauto ante un posible rechazo. Pero, a estas alturas, ya debería saber que siempre había tenido problemas diciéndole que no.

El más joven descubrió que no le bastaba aquel beso, que si a Köhler no le bastaba un apretón de manos a él no le bastaba tampoco con ese gesto tan básico, quería más y aquella epifanía fue más bien frustrante para sí mismo.


Gruñó a modo de queja y entonces sus miradas se encontraron, al peliplateado no pareció gustarle que tuviera los ojos abiertos. La expresión de sus gemas índigo fue de evidente malestar y se separó de él.

- En fin… feliz año.

Salió del auto en un movimiento inesperado.
¿En verdad se iba?

- ¡Espera! ¿Qué se supone que significa eso? ¡No somos un par de adolescentes
  confundidos!

Se sorprendió a sí mismo, alzando la voz.
Mordió sus labios en seguida. ¿Realmente tendría sentido ese reclamo?

Por un súbito momento, el calor de su vergüenza le dio una bofetada en la cara y no pudo pensar en nada salvo irse con él a su cama, de hacer que ese beso ridículamente casto se transformara en el maremoto asfixiante que Köhler podía llegar a ser.
Era un deseo que odió tener en su cuerpo.

Reiner Köhler, después del beso tan tonto que le había robado, le deseaba año nuevo sin ningún tipo de emoción y ahora simplemente daba media vuelta y se iba.
¡Estaría de broma!

Desconcertado, el RP no volvió a abrir la boca, había demasiados deseos dentro de ella.
Simplemente emprendió la marcha mientras arrastraba el dorso de su mano por sus labios, borrando todo rastro de aquel ósculo de su piel que pedía más.

Su BMW no tardó en alejarse de él, tal como su dueño exigía.
Y algunos minutos después, cuando desaceleró para toparse con su primer alto, tuvo a mal mirar su aspecto en el retrovisor, no iba a engañarse, había un sonrojo en sus mejillas, más intenso del que un simple beso como ese podía provocar.

Baladi sabía sobradamente la verdadera razón por la que se había marchado de su lado, pero siempre había creído que era verdaderamente estúpido admitir aquella razón en voz alta. Mentía a cambio, a todos, incluso a Key.

Años después, nada parecía haber cambiado.
Y era extraño sentirse tan frustrado por alguien… que se había dicho haber superado.

Si se decía una mentira mil veces, ésta se volvería realidad, decía el refrán.
Entonces, ¿por qué no estaba funcionando?




Continuará...


 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).