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AFFAIR por malchan

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Notas del capitulo:

Un aviso, este capítulo es excesivo. No he sabido controlar la perversidad de Olaf.

Saben que la tortura no es el tema de esta historia, pero si está en las advertencias, ha sido por algo.

Prevenidos están.

 

 

Baladi conocía a Paige y Gem de manera superficial. Solía toparse con ellas en algunas reuniones relativas a producción de medios. Esa misma noche acababa de enterarse que Gem había sido la estilista en la última sesión de fotos de Ritsu, donde su amigo vuelta amiga se había caracterizado de geisha albina en un estudio pintado todo de rojo.

No era algo de que sorprenderse, después de todo, era una parodia de la alta costura de Jean Paul Gaultier de hacía unos años, con exagerado uso del delineador para hacerle parecer asiática.

Había algo bizarro en Ritus y Gem, y claro, en Paige también y éste común demoninador era un sentido de la estética singular y bizarro. Con un poco de psicología, el publirrelacionista podía ver la conexión que las había llevado a esa colaboración.

Seguirlas a ellas como conejos blancos de Lewis Carroll a un after desconocido sonaba como algo divertido que hacer, un rato interesante como mínimo.

Detuvo su ActiveHybrid a unos cuantos metros del callejón de restaurantes que les habían dado como referencia. A esa hora y por el rumbo en que andaban, ya no quedaba nada abierto y no había un alma en la calle.
Sin embargo, había muchos autos misteriosamente estacionados.

- Enzo, ¿ya vas a decirnos a dónde vamos? No es como si hubiera un montón de lugares
  abiertos a las seis de la madrugada en esta ciudad- decía Mestri en el fondo del auto.

Zaphyr estaría ahí. Zia, la hasta hace poco pareja de Abrianna.
Sin duda era una información que Enzo debía compartir, pero en realidad no estaba tan seguro de eso. Quizá la rubia no asistiera, pero también quizá era tiempo de que se enfrentaran. Ambas se movían en el ambiente gay de la ciudad, era cuestión de días para que terminaran topándose.
Y además, ¿no esa noche una noche de encuentros?

- Me han dicho que tal vez Zia esté aquí- le avisó finalmente.

Abrianna salió del auto, como si no lo hubiera escuchado.
Kyan le lanzó una mirada confusa a Baladi mientras salía también.

El frío ahora se hacía más crudo conforme se acercaba el amanecer y el par siguió a su guía nocturno hacia una cortina metálica en el fondo del callejón.

El lugar estaba cerrado pero se escuchaba un beat ronco a la distancia, dentro de los edificios.

Tocó la puerta y tras unos minutos pareció que nada ocurría, Baladi comenzó a observar, una cámara los grababa, parte del sistema antirrobos, debían estar controlando el acceso de esa forma.

Miró directo a la cámara y dijo el nombre dado, “Lapush”.
Un segundo. Dos. La puerta se abrió automáticamente.

Dentro, un pasillo angosto formado por pilas de cajas apiladas, creaba un camino que llevaba a aquel lugar secreto.

Y cuando llegaron al lugar donde estaba la fiesta resultó ser el interior de una bodega, un  espacio que sabía a clandestino, con un aire exótico, claro, los asistentes a ese lugar no podían ser precisamente convencionales. Enzo sonrió, aquel era el escondite más recóndito del ambiente homosexual esa noche.

Había docenas de grupos, en un ambiente de provocación, podía ver el juego de miradas, las risas sensuales, el toqueteo de los dedos en palmas de las manos, las sonrisas.
Exudante de tensión sexual.

- Una pequeña reunión gay.

- Ah, la boca del lobo- dijo la fotógrafa con fastidio- Baladi, sabes que no me gustan este
  tipo de fiestas- se quejó.

Miró a su amico, pudo ver como se iba percatando él también de la situación, si Enzo tenía ahí ex amantes, ese financiero los tenía más aún.
Supo lo que iba a decirle antes que lo hiciera.

- Aunque no lo creas, estoy de acuerdo con Mestri, ¿te molestaría mucho si pedimos un
  taxi y nos vamos? Enzo, esto literalmente es mi pasado sexual desfilando en mi cara, no
  tengo en absoluto ganas de quedarme aquí.

Para Kyan bien podría mejor volverse invisible. ¿Tendría que ser arisco al máximo para no tener que hablar con nadie de sus exes presentes ahí?



- - - - - - - - - - -



Escuchaba en su penthouse a través de su sofisticado equipo de sonido, acordes que lo hacían viajar por un mundo antiguo, se trataba de una recopilación de improvisaciones grabadas en vivo en bares de jazz de Nuevo Orleans, era imposible saber quienes eran sus autores perdidos en el tiempo, aquella era una pieza para ser disfrutada.

La cadencia que llenaba ahora su estancia tenía innegables raíces africanas del buen jazz americano, pero lo cierto es que ni su música favorita podía cambiar el mal humor con el que había llegado del Swoop aquella noche.

Esa bomba rubia lo había puesto de malas, ¿cómo conseguía algo así alguien que podía ser tan exquisitamente agradable con desconocidos?

Era tan fácil caer bajo el encanto de perfecto anfitrión de Enzo. Estaba feliz con los resultados profesionales de esa noche, no podía haber pensado en alguien mejor para ese papel.

Lo había contratado para esto, aunque no le hubiera aceptado el pago. Y aun así, Reiner Köhler no podía sino sentirse cínicamente timado. Había visto al italiano sonreír suavemente, ser chispeante y perfecto y apenas entraron en el plano personal, el italiano se volvió irritantemente cortante. Aquello sólo conseguía provocarlo más, sacar su instinto cazador.

No mentía cuando le había dicho que había sido difícil resistirse a tocarlo en el restaurante, a desatar la cola alta con la que llevaba amarrada su melena dorada.

No había podido contenerse mucho más una vez dentro de su auto, lo había besado.
Y no es que no hubiera deseado meterse dentro de sus pantalones, eso ni era una pregunta, pero al igual que su cabello, no había querido desatar sus propios deseos.

Quería hacer algo que no solía hacer con sus amantes: un alto.
Deseaba darse el momento de analizar las cosas porque estar cerca de Enzo siempre le ataba los ojos con deseo.

Esta vez… quería ver más allá.
Quería… simplemente besarlo.

No le apetecía jugar más.

Después de todo, había dicho que lo tomaría con calma, se lo había incluso prometido a Victoria, ¿no es cierto?

Así que lo besó suavemente, como no solía besar nunca. Dándose tiempo y quietud para sentir el tibio calor de sus labios contra los suyos.
Y había parado ahí, capturado esa sensación para preguntarse realmente que era lo que sentía por él.

Quizá esperaba la buena noticia de que sólo lo deseaba para tener sexo, buen sexo con enloquecedora química.
Pero de Enzo quería algo distinto a lo que era tan fácil de obtener de todos, con él no se trataba de placer, ni satisfacción física.
Quería algo diferente con él, siempre lo había querido.

¿Qué tan tonto era descubrir que se quiere a alguien con un simple beso?

Pero al abrir los ojos de aquel transe, se topó de frente con el desconcierto habitando su hermoso rostro, sus gemas esmeraldas tan brillantes lo escudriñaban analíticas.

¿Dónde habían quedado esos ojos jóvenes y salvajes de Enzo, provocadores y juguetones hermanos del Mediterráneo?
Era como si el tiempo se hubiera devorado una parte de ese hombre.
Lo sentía tan extrañamente lejano.

Eso no pudo sino molestarlo.

¿Qué se supone que hacía besando a su ex amante en su auto de todos modos?
Salió de ahí, comprendiendo que estaba siendo absurdo.

No había esperado que el italiano le reclamara lo que hacía.
Una parte de sí no pudo sino darle la razón, ¿no era más lógico besarlo apasionadamente hasta quitarle el aliento y luego comenzar a tocarlo hasta escucharle desear que lo poseyera?
Si lo era.
Pero ya no iba a jugar ese juego.

Dio un trago a su séptimo whisky del nuevo año, eso y todo el vino que había bebido técnicamente el año pasado, le hizo sentirse que debería estar más tomado, ciertamente por su altura y complexión le era difícil ponerse realmente ebrio.

Como sea, quizá estaba tirando energía a la basura pensando en Enzo, tal como le había sugerido su amiga. Ese rubio no era alguien que quisiera ser cazado, nunca lo había sido.

Si no se contentaba con tenerlo como amante, nunca tendría una satisfacción de su parte.
Había descubierto que aún sentía algo por él. Pero podía renunciar encapricharse más ahora que aún no había comprometido del todo sus sentimientos.
Eso también sonaba lógico.

Aquel universo auditivo y mental se vieron interrumpidos por una llamada a su teléfono móvil, que le hizo volver en sí.

Estaba bebiendo a obscuras y pero quizá no faltara mucho para el amanecer.

No reconocía el número.
- ¿Diga?

- Feliz año nuevo, espero no importunarte- decía una voz masculina y profunda.

Tampoco a ésta la reconocía.
- ¿Con quién hablo?

Hubo una inesperada pausa que le hizo sentir aún más extrañeza.
- Me ofende un poco que no reconozcas mi voz- le decía- pero es cierto es que la primera
  vez que hablamos por teléfono. Estoy aquí con Sylvane, está al lado mío y no deja de
  pedirme escucharte, me ha pedido que te marque, precisamente a ti.
  Me imagino que te echa de menos.

- Olaf.

- Estás en altavoz, ¿hay algo que le quieras decir?

No supo si decía la verdad.
Ese viejo estaba traspasando los límites.
Pero si existía la posibilidad de que dijera la verdad, no desaprovecharía ese instante.

- No sé si es cierto que estás ahí- dijo, suavizando su voz- si es así, entonces no has  
  escuchado lo que te he dicho la última vez. No desperdicies tu tiempo con Olaf, no
  hagas nada de lo que te pide,  por más que te convenza. Él diría lo que fuera para
  convencerte y es tiempo de parar.

Iba a aprovechar para decirle lo que pensaba.
A ambos.

- Ah, que grosero de tu parte- se burlaba el Gran O- no estoy obligando a nadie a nada, no
  es mi estilo y ya deberías saberlo, esta criaturita aquí se ha dejado convencer por su otra
  mitad, que por cierto, puede oírte también.

  Lo que le has dicho a su hermana, no parece haberle gustado, él quiere estar aquí y  
  quiere lo mismo para ella… tú ya lo has deducido, ¿o no? ¿sabes toda la verdad?


Supo que aquel era un laberinto de palabras con las que buscaba envolverlo, cada una de ellas.

 ¡Como deseaba lanzarle un derechazo a su vieja cara pretenciosa!
- ¿Por qué me has llamado, O? ¿Qué es lo que quieres?

- Quiero que vengas a la galería y les cumplas un par de fantasías a estos dos enfermos
  hermanitos, puedes cogerlos al mismo tiempo y yo a cambio quiero verlo todo.
  Sé que vas a decir que no, pero tengo algo a cambio que quiero ofrecerte además.
  Que mi nuevo modelito se aparte de tu querido rubio.

Reiner sintió como le hervían las entrañas.

- Quisiera aclararte algo que quizá estás dejando de lado en tu entusiasta invitación, que
  yo no soy tu juguete. Sé que no estás acostumbrado a que la gente te contraríe, no un
  manipulador como tú.
  No tengo que hacer nada de lo que me pides.
  ¡Así que guárdate tus juegos, tú y todos ustedes!

Colgó el teléfono, con una furia que no había entendido lo dominaba hasta ese momento en que alzaba la voz.
¿Quién mierda se creía ese ridículo Lundgren?

Sylvane, Sylvan… cuando creía entender el juego, de pronto éste parecía más complicado, de pronto le dio la moleta impresión de que había una sola verdad en lo que el doctor decía, el que no obligaba a nadie a nada.

Aún podía escuchar el eco de su voz ronca diciendo:
“Tú ya lo has deducido, ¿o no? ¿Sabes toda la verdad?”
No, pero iba siendo tiempo de enterarse.



- - - - - - - - - -



No lo sabía porque cuando la habían metido en el cuarto de torturas ella tenía puesta una máscara de privación sensorial, pero aquello a lo que la encadenaron fueron argollas directamente fijadas en el piso de cemento, su cuerpo había quedado haciendo una cruz, con los brazos y las piernas extendidas. Le habían quitado la ropa.

El Gran O había pasado todos los días anteriores realizando en ella prácticas de sadomasoquismo, enseñándole aquellos rituales que muchos disfrutaban, ataduras, azotes, torturas mentales y demás.

Era como si desearan crearle un condicionamiento en cual el martirio se volviera placer, excitándola mientras la dañaban. Quizá era su desamparo, pero aquel experimento comenzaba a funcionar… o tal vez era sólo su deseo de encontrar un consuelo en aquel dolor.

Lo cierto es que representaba pura miseria el haber sido entregada a ese loco. Y más porque era su otra mitad quien lo había hecho, regalándola al Gran O como si fuera un objeto

El doctor solía decir que Sylvan estaba ahí a momentos, mirándola desnuda y llena de heridas y sudor, obligada a exponer su sexo a seres inimaginablemente perversos. Con la máscara puesta no sabía si aquello era verdad, lo cierto es que hacía días que no veía a su gemelo, que no lo escuchaba, que no sentía su tacto.

Pero sus sentidos restantes se agudizaban, pudiendo saber que eran M y la más reciente adquisición del doctor, ese joven de rasgos árabes que hacían llamar C, quienes eran sus verdugos. Sus movimientos siempre estaban acompañados del sonido chillante del cuero de sus trajes.

El mundo era un lugar obscuro…
Y ella lo era entonces también.

La máscara que llevaba atada a la cabeza era una funda de piel sujeta por correas, la primera sobre los ojos bien apretada, la segunda sobre la mandíbula hasta la coronilla le mantenía cerrados los dientes, y la última sobre el cuello, llevaba un candado sobre la segunda correa que tintineaba y pesaba. No había escape y aquel sentimiento de restricción se estaba volviendo insoportable.

Con aquella privación era difícil calcular el tiempo, no escuchaba sonido alguno, no podía ver ninguna luz alguna… sólo percibía el sonido de su respiración y el latir expectante de su corazón.

Aquello no iba a parar. Después de tantos días, lo comprendía.

Alguien la tocó, haciéndola saltar del miedo. Pudo oír una risa burlona mientras le destapaban las orejas, era M.

- Zorrita, haces bien en tener miedo.

El ambiente se llenó de olor a cigarro y supo que el Gran O estaba ahí.
¿Qué planeaban hacerle?

Tuvo miedo.
No era excitación.

- Me alegra saber que estás despierta, ¿cómo te ha tratado el suelo?- se burlaba.
  Se escuchó como arrastraba su silla favorita, la que usaba como el trono de su
  voyerismo- Esta sesión no durará mucho esta vez, me temo, porque tengo otros planes
  para ti.
 
 Y además, esto más que una sesión para ti, es un entrenamiento para C.
  Como sabes, hemos estado trabajando juntos los días anteriores, es un alumno
  aventajado, a diferencia de ti.


No podía responder a nada, ni siquiera sin la máscara podría haberlo hecho.
Durante sus horribles monólogos, optaba por llevar su mente lo más lejos posible. Pero sus palabras eran siempre presentes, por más lejanas que ella quisiera hacerlas, pues llevaban una horrenda verdad en ellas siempre.
Olaf las hacía odiosamente personales y misteriosas.

- Estamos sacando su lado más sádico. Tú sabes que todos estos juegos son una terapia.
  Lo son para C, lo son para M y lo son para mí, por supuesto. Porque ellos son mis
  manos y yo puedo simplemente disfrutar ver mi obra en acción.
 
  La realidad es que no soy muy diferente a todas las personas con las que te toparías en
  un día normal, sólo que yo tengo el valor de admitir mi frivolidad.
  Verás, el valor de los demás es sólo lo que puedes obtener de ellos, esa es una verdad
  que nadie te dirá.
 
  Tú eres para mí el placer que obtengo de destruirte pero también eres la moneda de
  cambio con la que deseo comprar a mi siguiente verdugo, ese que tanto se me está
  resistiendo y que acaba de rechazarme una vez más. Supongo que sabes de quién estoy
  hablando.

Si, lo había deducido desde la última vez que la habían dejado libre.
Era ese hombre llamado Reiner, aquel con el que su hermano se había acostado y que con ella había sido un perfecto caballero. Una persona más a la que Olaf quería arruinar.

Él la había rechazado a ella también.

Cuando ese hombre de cabello plateado le había tomado del brazo para introducirle a su auto al salir del Doubletree  la noche de navidad, pudo sentir como aquel brazo poderoso era tan suave con ella.

Pero al final, ese sujeto tan atractivo y fuerte no quería nada que ver con ella, no prefería a nadie en su lecho que no fuera Enzo Baladi esa noche.

Aparentemente no era lo suficientemente buen premio como ese rubio, ¿cómo serlo? Ese joven era el mejor amigo de Novak, aquel en que realmente debía abrir su agresivo hermetismo y al mismo tiempo resultaba el ex amante de Reiner, el tipo de persona que había logrado captar el interés de éste hasta volverse un capricho.

Envidiaba a ese hermoso rubio más que a nada en el mundo y se preguntaba dónde estaría ese día. ¿Rodeado de amigos y una vida gloriosamente normal?

- Reiner Köhler es un hombre con mucho potencial- comenzó a explicar O- y tú lo traerás
  a mí. Lo seducirás a cambio de todos los caprichos que te estoy cumpliendo.

¿De qué estaba hablando? ¿Qué se supone que hacía por ella?

- Pero dejemos de hablar de él y enfoquémonos en ti.
  Hoy quiero tratar algo que me inquieta, algo que el otro S ha dicho de ti y que he
  podido comprobar por tus cicatrices. Debo decir que me molesta que te hieras sin mi
  permiso.
  C, por favor, procede.

Atraían a ella el carrito de instrumentos, podía escuchar el metal sonando.
¿Qué iban a hacerle?

Si él hablaba de lesiones…
¿Iban a cortarla?

¡No! ¡Eso era algo sobre lo que ella tenía control! ¡Tenían que dejar de arrebatarle eso!
Cortar su piel, ser ella o Sylvan quien lo hiciera era lo poco que le daba paz.

Rabió en el suelo, agitándose furiosa.
¡Maldito Olaf!
¡MALDITO ENFERMO!

- Hay muchas razones por las que gente enferma como tú se mutila.
  Algunos lo hacen para llamar la atención, otros para castigarse a sí mismos, para otros
  es una conducta parasuicida, lo hacen para sentirse vivos también o evadir otro dolor de
  índole emocional y finalmente hay quienes lo hacen para sentir que pueden controlar
  una situación en tu vida. No siempre son motivos excluyentes, S, he llegado a la
  conclusión de que en tu caso, es por éstos últimos tres.
 
  La estadística además, no te favorece, pues más de la mitad de las personas que
  practican la autolesión entran dentro de los marcos de una enfermedad mental.
  Si no te conociera, querida, lanzaría una moneda al aire y jugaría tus probabilidades,
  pero creo que en este punto es obvio que estás muy enferma. Sylvan y yo sólo buscamos
  ayudarte.

De pronto, él cayó, haciéndola sentir miedo.
Su silencio solía significar que algo estaba a punto de pasar.

Sintió la mano enguantada enredarse en su cabello y la otra agarrarle la cabeza.
¿De qué se trataba e…?

La mano que la agarró de la melena dio un fuerte tirón, un ardor espantoso se extendió por toda aquella piel y el sonido seco de varios mechones arrancados fue espantoso.

¡Era horrible!

C volvió a sujetarla ya sólo del cabello y atada como estaba, no pudo defenderse, nunca podía. Sintió su peso alejarse de su cráneo y tras un segundo de liberación, la tensión volvió a arrancarle más cabello.

¡No!

Cuando la soltó, la espera de un nuevo ataque la mantuvo en un momento de ansiedad.
No iban a parar del todo. Aquella pausa era también una tortura.

- Mucha gente piensa que aquel que se infringe dolor a propósito es porque lo disfruta,
  eso en una base teórica los clasificaría como masoquistas, pero en la realidad no es así,
  mutilarse como a ti te gusta hacerlo está menos relacionado con el placer y más con la
  evasión. Si fueras una masoquista, en este momento estarías muy lejos de aquí,
  regocijada en un mundo de elación, con un poco de práctica podríamos llegar a eso, Syl,
  pero francamente… no creo que vayas a durarme demasiado.

¡Quería que pararan! ¡Prometería lo que fuera!

- Arrancar el pelo es una forma de mutilación con la que quizá no estés familiarizada, en
  cierto sentido me alegra, los huecos en la cabeza son aún menos atractivos que las
  cortaduras y tu frágil belleza es una gran parte de tu encanto.
  Vamos a detenernos ahí.

No supo si creerle. No quería sentir esperanzas.
Ese hombre era el demonio mismo.

Un olor extraño inundaba el cuarto, mezclándose con el aroma del humo del puro.
Algo caliente.

- Ahora bien… la estadística nos dice que las mujeres suelen herirse más comúnmente
  con cortes y los hombres con quemaduras, tu mente femenina parece comprobarlo a la
  perfección, ahora me pregunto, ¿qué pasaría si alguien te quemara?

Y entonces comenzó el verdadero horror.
Un dolor indecible la inundó.
Por varios segundos nada más existió.
Un vacío, un infierno completamente aterrador.

Cuando terminó, sintió como la máscara se llenaba de lágrimas.

¡Acababan de quemarle la carne como una res!
Negó con fuerza la cabeza, asustada.

“Por favor no. Por favor no. Por favor no”.

- ¿No te agradó? ¿Te gustan más los cuchillos?

“No. No. ¡NO!”

- Rompe la promesa que le has hecho a Ricard. Y me detendré. Grita piedad, perrita.

¿Cómo es que le pedía que gritara? ¡Era tan ridícula esa condición!

Ella apretó los dientes, dolía aquella herida pese a que hubieran parado.
¿Cuánto tiempo ardería de esa forma?

- ¡Grita! ¡Eso es lo que tu hermano quiere!

No. Mencionar a Sylvan en un momento como ése era algo bajo.

Ante su silencio le siguió la siguiente quemadura.
Ahora en su otra pierna, honda y horrenda. ¡Completamente agónica!

El olor a la carne quemada fue más nauseabundo que el puro mismo…
Quiso quebrarse, quiso suplicar…

¡Dolía más que nada que hubiera experimentado antes!
¡No iba poder aguantarlo!

- Se ha hablado de la despersonalización durante las autolesiones, así como de episodios
  psicóticos. Para las mentes no educadas en los términos, quiere decir que quien se
  daña en el primer caso, no es consciente de que se lo está haciendo a sí mismo, pero eso
  no es una verdad para ti, no para ti Sylvane.

  Tú sabes perfectamente lo que te haces cuando lo has hecho, ¿no es cierto? Incluso
  cuando tu hermano te ha ayudado.
  Eres una persona compleja, S, fascinantemente compleja.

“¡Para ya!”
Una quemadura más. Un segundo era una eternidad de agonía…
Su cuerpo temblaba, lleno de miedo y horror.

- O… no puedo hacerlo- escuchó decir a C- lo siento, no puedo seguir.

Un movimiento violento alejó a Camil de ahí.
El olor ácido del vómito y el sonido de su expulsión le hizo comprender a Sylvane que su verdugo no aguantaba tampoco.

Quizá pasó un minuto.
La puerta se abrió y se cerró.

- Eso es una decepción- escuchó el susurro de Lundgren- habrá que trabajar más con él.
  Ven a limpiar este desastre- decía a alguien.

Alguien entró, podía reconocer su perfume, era la enfermera.
La escuchó gemir con asco.
Debía estar mirándola.

- He dicho que limpies éste desastre.

Múltiples sonidos indefinibles le siguieron.
Olaf debía estar muy enojado y temía que la pagara con ella una vez más.

Alguien la tocaba, ella se revolvió llena de terror.
- Soy yo, soy yo- decía la enfermera- no te haré daño, cálmate, cálmate.

- B, pon a esta estúpida presentable. Y dile a C que no hay tiempo para sus estupideces,
  lo quiero listo en 15 minutos en la entrada, ¿entiendes?

- Si, Gran O.

Sintió como la liberaban y su deseo era ponerse de pie y correr, pero aún temblaba… no podía ver nada.

Y más allá de todo eso… en realidad hacía varios días comenzaba a tener el verdadero temor de que fueran a matarla.




Continuará...

 

Notas finales:

Este capítulo se lo dedico a ReiLeao, por animarme a dejar fluir la obscuridad en mis letras.


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