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AFFAIR por malchan

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Notas del capitulo:

Desde la primera vez que publiqué un fic han pasado 9 años y creo que salvo algunas muy contadas excepciones, nunca antes había recibido comentarios tan duros y apasionados como los de los dos anteriores capítulos.

Los que han dejado review ya pueden leer mis respuestas, los que no lo hayan hecho no puedo resolver sus inquietudes hasta que lo hagan. Sólo diré que sigo mi corazón cuando escribo y creo en ser fiel a mis deseos, ésto me lleva a ser obscura y perversa a ratos, porque yo misma lo soy también.

Creo haber corrido un riesgo muy grande en honor a una escena que era incapaz de no escribir, y que por muy horrenda que sea, he disfrutado. Supongo que a partir de ahora muchos ya no querrán leer más, ni querrán perdonar a Daniel, lo entiendo y me disculpo si las ha decepcionado él o yo XD pero éste es el camino de ésta historia de amor.

Affair sigue para quienes no lo abandonen...


Así comenzaba aquella historia:


Entonces… lo vio.
Entre la multitud estaba él: apuesto, cabello color miel y un aire existencial.

Tuvo que tomar aire, como si de pronto recordara que tenía que respirar.

Había algo en ese hombre.

Podía ver una expresión triste en su mirada, tan contradictoriamente hermosa y el primer contacto visual que tuvo con él, le provocó una clase infantil de emoción.
Fue absolutamente fascinante la fuerza de esos ojos. ¡No podía apartar su vista de ellos!

Fue tras él. Tenía que acercársele. Tenía que hablar con él. Tenía que hacerlo parte de su vida. ¡A como diera lugar!

No era el tipo de persona que creyera encontrar a su pareja ideal en un bar, ni tampoco que disfrutara los encuentros de una noche, pero por ese sujeto... por ese flechazo... estaba dispuesto a hacer una notable excepción.

Después de todo, ¿por qué no creer que el amor podría aparecer en cualquier parte?

Entonces pudo verlo de cerca, esos ojos intensos eran de un sorprendentemente cálido color miel. Una total ironía.
Le escurrían dolorosas lágrimas. Vio en su faz una pena que conocía.

Un avasallador deseo de alejarlo de ese dolor se apoderó de él. Su educación básica le decía que lo dejase en paz, pero otra parte de sí encontraba eso imposible. ¿era morbo lo que le hacía  acercarse a él? La fascinación enfermiza bien podría considerarse así.

Deseó romper la distancia física que lo separaba de ese desconocido. Descubrió que ese hombre realmente le gustaba.

En ese instante supo que quería tenerlo a él, besar esos labios y revolverle el cabello con las manos. Era una especie de magnetismo irremediable.

Kyan Novak, después sabría ese nombre y de su fría mirada y sus palabras crueles.

"Este sitio es impresionante, tú eres guapo, millonario y cortés" sería de lo primero que le escucharía decir, mientras contemplaba el castillo, "¿no es esto ridículamente ideal? Sigo esperando saber dónde está el truco".

Estaba siendo irónico… no se daba cuenta todavía en que el truco consistía en el desastre emocional que era también, el que... seguía siendo.

Pues quizá su destino simplemente no era ser feliz, ¿no lo había podido comprobar ya?
Era cuestión de llegar finalmente a amar a alguien para que lo perdiera de una forma u otra.

¡Por eso no había podido con las palabras de Kyan en su reencuentro!

“Estoy tan aberrantemente cansado de todo lo que tenga que ver contigo... ¿por qué no te has largado ya?
¡Deja de joderme! ¡Estoy harto! ¡De toda la mierda que dices!
Sólo estás delirando, siendo ridículo, ¡y tienes que parar esta locura! No eres nadie para mí, así que guárdate tu patético amor para otro.
Ya me cansé de tu absurda e incómoda insistencia. Venir a Catania tras de mí, es lo más patético y desconsiderado que has hecho.
¡Elijo ser libre de ti!”.

¿Aberrante, ridículo, nadie, patético, absurdo, incómodo, desconsiderado?
¿Eso era para Kyan? ¿Tanto odiaba ser amado por él?

No pudo. ¡No pudo soportarlo más! Se derrumbó.

Había ansiado tanto ser la persona que él amara,  que él deseara lo abrazara, el único que le besara, el único capaz de hacerle el amor.

¿Cuánto habría deseado compartir una de sus mañanas con él? Escucharlo ser brillantemente sarcástico, vislumbrar un futuro a su lado.

¡Y todas aquellas palabras le habían arrebatado todo eso, como las garras de un monstruo!

No había podido manejarlo. ¡Había estallado!

¡Yo te amo!
¡Yo quiero estar contigo! ¡Y tienes que estarlo!
¡Tienes que aceptarme! ¡Tienes que amarme con la locura con la que yo lo hago!

Y después… las puertas del elevador se cerraban, llevándose a Kyan Novak tras ellas, lejos, muy lejos.





 

Era muy fácil amar a las historias románticas, nunca se había resistido a ellas tampoco.

En su habitación en el castillo de su abuelo, había heredado una gran biblioteca, a poca distancia de su cama, en el cuarto principal. Un precioso lujo, ¿cómo disfrutar más una lectura íntima y atrapante que en tu habitación durante una tarde lluviosa?

Y los viajes lejanos a los que lo llevaban las novelas románticas, aunque no eran su único gusto, siempre lograban colarse entre los demás géneros.

Goethe, Austen, Brontë, Shakespeare por supuesto, tantos más... y quizá para dormir, un cuento corto.

Su historia de amor con aquel financiero de ojos color miel ahora sabía que sería algo que, de tener en sus manos, no querría leer… porque sería… tan triste.




 

Tras haber sido golpeado con tanta fuerza es que comenzaba a conectarse con lo que acababa de ocurrir. Había transcurrido todo casi como un sueño que estaba a punto de volverse una pesadilla…

Más allá de cualquier cuestión de su comprensión, lo cierto es que jamás había visto a Kyan con esa expresión antes.

Y jamás... habría creído ser capaz de dejarse llevar de esa manera.

Estaba jadeando mientras su mano se agarraba la cara donde el italiano había descargado su furia. Para un hombre tan refinado y elegante, había sabido conectarle un muy muy buen derechazo.

¡Había podido ver perfectamente fuego verde saliendo de los ojos esmeraldas de Baladi y al siguiente instante aquel rencor se había transformado en un impacto tan potente que sencillamente lo había volteado al suelo!

La anestesia del sexo aún lo tenía drogado, no sentía el dolor que sabía debía haber sentido, se puso lentamente de pie.

Estaba semidesnudo en el pasillo del hotel. Atinó a volver a su habitación.
El cerrar de la puerta fue lento y estaba ocurriendo en el silencio que deja la tragedia, en un cuarto en el que hacía un minuto habían existido únicamente gemidos.

Era… surreal aquella situación. ¡No parecía estar pasando!

Caminó sin rumbo por aquel espacio, descubriendo con horror que estaba atrapado frenéticamente como un animal salvaje retenido en su mente, encerrado en las paredes que formaban sus repugnantes pensamientos. En su interior una vorágine de ansiedad se alzaba rápidamente como un irrefrenable huracán.

¿Qué había hecho?
¿Qué le había hecho?

Toda la evidencia estaba ahí para recordárselo; la ropa de ambos arrancada, el cubo de basura y la toalla de manos, el cristal del ventanal salpicado de sudor y semen y en medio de todo el caos, como mayor testigo, una cama. Deshecha.

Súbitamente se hizo consciente de la humedad que escurría por su cuello que no era otra cosa más que sangre manando de sus labios mordidos y a ésta sensación se unía el ardor de la carne arañada en la espalda con intensidad…

Key…
No podía creer... que había tratado al hombre que tanto significaba para él de esa manera.
 
No.
NO.
¡NO!

La incredulidad deseaba protegerlo, pero tampoco duraría mucho tiempo.
Estaban demasiado frescas las escenas de aquel acto. Aún podía verse a sí mismo apretándole las muñecas, alzándole las piernas, ¡besándolo a la fuerza con saña! Había usado todo el poder de sus músculos para obrar su voluntad sobre aquel cuerpo tan precioso para él…

Había escuchado la voz de Kyan gritando furioso que lo liberara, decirle una y otra vez que no. Había escuchado sus gemidos coléricos, convencido a sí mismo que eran del placer que ese hombre no se daba, como las veces anteriores.
Pero esto… era diferente a las veces anteriores.

Era espantoso no reconocerse a sí mismo como el protagonista de aquella obra funesta.

- Que merda... que merda eu fiz?

“¡Él nunca va a perdonarme!”

El castaño había clamado que estaba haciéndole daño y tenía que dejar de engañarse: debía ser cierto, invadirlo de esa forma no podía sino haber sido algo doloroso… pero… no le había importado lastimarlo. ¿Qué clase de persona era?

Quería tenerlo, poseerlo, sentirse dueño de su cuerpo, de su persona, completamente enloquecido por aquella frustración de saberlo tan emocionalmente alejado de sí, ¡tan listo a meterse en la cama de cualquiera!

Saber que Kyan había ofrecido su celosa intimidad a otro con tanta facilidad, ¡cuando él tanto había luchado por ésta! Aquello había terminado por desatarle una furia finalmente incontrolable, ¡ENCEGUECEDORA!

¿Cómo Kyan podía herirlo así, ignorarlo así, ser tan horriblemente cruel e indolente?

“No siento nada por ti. Nunca voy a sentirlo.”, era la estocada final que había destruido la parte más esencial de sus sentimientos por él, imposibilitándolo para reaccionar ante un Kyan Novak que se salía de su vida sin que pareciera importarle nada.

Ansiaba tanto hacerle volver, hacerlo tragarse sus atroces palabras. ¡Odiaba a Kyan por su actitud!
No había podido soportar más aquel rechazo, finalmente llegaba a su límite.
No le dejaría escapar, forzándolo a aceptarlo en su espacio personal como algo inevitable.

Había actuado tan perversamente… como si su dolor hubiera tomado forma y se hubiera hecho cargo de destruirlo.

“No voy a perderte también a ti” había pensado cuando lo había tendido en esa cama, loco de celos, loco de frustración.

Porque había estado absolutamente seguro en aquel instante de vehemencia y excitación que, bajo toda esa resistencia, estaban los verdaderos deseos de esa arisca criatura, que toda la resistencia de Novak era un autoengaño, que cada NO era un SI que negaba… ¡que sólo debía demostrarle que estaba equivocado!

Las señales físicas no parecían dejarle mentir, tratado o no con rudeza, había puesto a Kyan duro en sus manos, había hecho que sus caderas se erotizaran por aquel vaivén, que sus insultos se fundieran en la lubricidad… lo había escuchado gemir en esa voz… ¡estaba condenadamente seguro de ello! Se había quedado recibiéndolo incluso después de que lo hubo soltado, sintiéndolo sincronizarse a su invasión, succionarle con su interior, apoderándose de él para no dejarlo resbalar fuera de su cuerpo… eso había pasado… ¡eso había pasado!

¡Se había corrido juntos!
¿Acaso no podía ver aquel perlado líquido empapando el cristal del ventanal?

Su cabeza intentaba darle coherencia, pero no iría muy lejos.
Porque si todo aquello lograba resultarle placentero a Kyan, ¿por qué lo había visto huir de ese cuarto sin llevarse nada más que su desesperación de alejarse de él?

Negó desesperado, horrorizado ante lo que acababa de hacer, sin dar con la respuesta correcta que pudiera borrar los minutos previos.

¡Aquello no iba a poder revertirlo! Se llevaría tatuada en el alma la mirada ambarina de sus ojos mientras el elevador se cerraba. Todo el odio de Kyan contenido en ellos, ¡más duros y más reales que nunca antes!

- Por Deus... não... ¡não!

No deseaba ser objeto de esa mirada.
¿Quién podría querer ser visto con tal rencor por su persona más importante?

¡¿Cómo había podido hacer algo así?!

Tenía que buscarlo, tenía que...
Fue a la salida. Tenía que encontrarlo, ¡tenía que hacer algo! Averiguar qué cuarto sería el de Baladi, hacerse oír por él, ¡decirle que todo había sido un error! ¡pedir por su perdón!

No.
No… ¿cómo? ¿cómo verlo a la cara?
¿Qué explicarle?

No podía. No tenía cara para hacerlo.
¡Era demasiada la vergüenza!

Un maremoto de horror le hizo sentir que las piernas no lo sostenían y sin poder controlar su cuerpo, sintió como éste bajaba hasta el suelo, privado de fuerza.

¿Qué tipo de hombre hería así a la persona que decía amar?
¿Qué tipo de hombre imponía tan egoístamente y arbitrariamente su voluntad?
¡ESA voluntad!

Había justificado toda su conducta, su obsesión por él, su necesidad de verlo, su determinación por dejar ir el pasado, con haberse enamorado de Key, realmente enamorado. Pero lo que lo acababa de hacer... nada tenía que ver con el amor.
No podía engañarse diciéndose que sí.

Había actuado ese miedo tan profundo y real de perder a quien quería.

Tenía que haberse detenido… ¡tenía que hacerse dado cuenta de lo horrible que estaba siendo con él!

Y quizá Novak sólo había dicho la verdad durante la fiesta, una verdad que Daniel era infantilmente incapaz de admitir. Que ese castaño no le amaba, que nunca lo haría.

En el mundo de Daniel eso no podía ser cierto, estaba tan convencido de ser especial para Kyan también, con todo su absurdo corazón. Aquella fuerza inevitable que lo atraía a él… no podía existir sólo de un lado, no si era tan fuerte…

¡Era abominable descubrir que era capaz de llegar tan lejos por esa creencia, que la pasión y el odio podían hacerlo conducirse de esa forma tan inverosímil!

¡Aquello era una pesadilla!
Un infierno…

¿No siempre había creído en el amor?
¿No predicaba que en la unión recíproca y profunda con la persona de tu vida es que se llegaba inequívocamente a la felicidad compartida?
¡Pero nada importaba si él no lo quería!

Ese hiriente monólogo lo había aniquilado, Kyan lo había atacado con su mordaz lengua hasta volverlo nada, su ego no había podido soportarlo… no por más tiempo…
Habían sido meses de rechazo, uno tras otro, ¡cada vez más dolorosos y fríos!
Si a Kyan no le importaba herirlo, ¿por qué habría de importarle a él?

¡Había querido hacerle pagar por torturarlo así, por ignorarlo por completo,  por rechazarlo de esa forma tan despiadada, ¡por acostarse con otro!!

Sintió al asco subirle por el estómago al cuello. Y de pronto esa habitación que olía tanto a sexo que era tan repugnante como él mismo.

Por ella… habría hecho cualquier cosa, cualquiera menos esa.

Novak lo había llevado a su límite con su inexplicable hermetismo envuelto en su sadismo que jamás paraba… ¿por eso se había comportado así con él?

Ja, ¡no! ¡No podía creer aún la mierda que acababa de  provocar!

¿Sería que se había atrevido a hacerlo por el hecho porque se tratara de un hombre? ¿Era menos condenable maltratar a un hombre que a una mujer?

¡Él no solía pensar así! Nunca había tenido esa doble moral en cuestión de géneros.

Entonces lo entendió, en el peor momento para una epifanía… lo que era capaz de sentir por Kyan, lo glorioso y lo terrible… era más grande de lo que había sentido jamás por ella. En todos los sentidos, en toda su intensidad.

¡Dios no!
Ese pensamiento fue completamente horrendo.

Porque nada justificaba sus acciones, absolutamente nada, ni siquiera aquel orgasmo humillante que le había inducido. Ese momento glorioso entre ellos, tan infinito y sublime… ésta vez sólo era sexo forzado.

Y lo que acababa de hacerle... era imperdonable.

Y en ese momento comprendió que justamente así sería.
¡Él nunca lo disculparía por aquella acción! ¡Por más que pidiera perdón, por más se intentara explicarle!

¿Qué justificación podría ofrecerle de todos modos? Había sentido tanto resentimiento hacia ese luxemburgués que no le había importado traspasar el límite que se había autoimpuesto con él.

El financiero había tenido razón al final.
Eu sou um filho da puta…

Desde el día uno había querido plasmar su voluntad sobre él. Cada día a su lado había repetido ese patrón enfermizo. ¡Y finalmente había hecho cruzado esa línea!

De nada servía la promesa así mismo de no seguirlo persiguiendo, esperar a que fuera el otro quien se acercara, porque al momento de la verdad no había podido frenarse... como si no fuera más que una bestia.

Nada de lo que hiciera cambiaría lo que acababa de pasar.

El Kyan que estaba tras una pared de hielo, el que bajaba sus defensas y se volvía real, aquel que compartía el dolor más íntimo de su vida, el que le besaba con tanta inquietante suavidad frente a la chimenea, el que se dejaba hundir entre sus brazos… toda la inesperada calidez que era capaz de poseer… nada de eso volvería a aparecer ante él, jamás.
Ahora lo sabía porque lo conocía realmente…

Si le había sido tan fácil evitarlo por completo hasta ese momento, ¿qué podía esperar de ahora en adelante?

Novak nunca volvería a permitirle estar cerca. NUNCA.

¡Acaba de hacer lo más estúpido que se podría obrar contra quien se amaba!

Aquello sellaba una sentencia insufrible para Daniel y a la vez su más grande temor: Perder a quien quería para siempre.

Jadeó, sobrecogido por el completo entendimiento de sus acciones, las consecuencias que habría de cargar en adelante.

Sus emociones se congestionaron dolorosamente en su cuerpo, completamente paralizantes.

¡Él mismo había asesinado aquel amor tan profundo que lo había sanado, estrangulándolo con sus propias manos hasta verlo languidecer!

Y entonces la verdadera angustia llegó. No se trataba del puñetazo en su mandíbula, de sus labios abiertos, de los profundos araños, uno a acumulados como lista de males, recordándole la manera severa en que se había dejado llevar. Era una angustia diferente, más honda e incurable.

El placer le había impedido sentir la verdadera gravedad de aquello, pero ahora podía empezar a entenderlo.  Aquella tortura la tendría más que merecida, ¡incluso sería insuficiente!

¡Jodido idiota!

Toda la pena que había inundado su corazón desde hacía tanto tiempo ahora parecía emerger como extensiones de la más profunda obscuridad, para arrastrarlo el sitio más atroz de su alma.

¡Sintió que se ahogaba y jaló aire con fuerza! Sintió como el rostro se le llenaba de lágrimas, súbitas y lacerantes.

Hacía… tanto tiempo que no lloraba… tanto tanto tanto tiempo…

Había transformado algo que había podido ser glorioso en una aberración horrenda.
Había herido a la persona que amaba de una forma irreparable.

Kyan…
Key.

¡HABÍA ARRUINADO TODO!

¿Qué podía hacer? ¿Cómo podía revertir aquella maldad con la que había obrado?
¡No podía! ¡No había forma!

¡Era absolutamente imposible pedir perdón!
¿Con qué derecho podía siquiera intentarlo?

Jadeó, intentando contenerse.
Pero… aquel llanto estaba a punto de volverse una arrolladora rabia.

En el suelo de aquella habitación pudo verse a sí mismo como el monstruo que era.
De su boca, un hilo de sangre corrió hasta el tapete.

Y sólo pudo cerrar los ojos, negándose a ver más aquel cuarto, aquella realidad.

Si algo le quedaba de amor por aquel hombre, lo único que podía hacer por él era ahorrarle la vergüenza de tener que verle de nuevo.
Ese fue un golpe de amarga, muy amarga realidad.

Dentro de aquel horror había algo que podía hacer… y era marcharse de su vida.

Toda su pena salió como un rugido furioso que inundó la habitación y cuya rabia no tardó en volverse un llanto vivo.

Una puerta hacia el abismo del dolor se había abierto de nuevo… y supo que no podría cerrarla. ¡Creía haber logrado salir de su abismal agonía! ¡Pero ahí estaba de nuevo! ¡Dispuesto a conducirlo al infierno!

Gritó, berreó, ¡se maldijo una y otra vez!
¡Una y otra vez!
¡Con desenfreno, con desesperación, con total aflicción!

Hasta que su voz se apagó… al igual que toda esperanza que alguna vez había tenido de ser feliz junto a él…

Había vuelto a creer en la felicidad…

Todo había sido un sueño idiota de cualquier forma.
¿Por qué se supone que había pensado que aún podía volver a empezar?

Menudo imbécil.
¡Menudo imbécil!

Se ahogó en el mar negro de su propio veneno, sumergido en un infierno muy personal.

Esta vez… era tan hondo… más hondo que antes… ¿cómo salir de él?
¡Merecía todo aquel dolor, cada horrido instante de él!
¡Cada lágrima! ¡Cada estigma! ¡Cada día que viviera sin él!





Continuará...


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