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AFFAIR por malchan

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Notas del capitulo:

Le paso la estafeta del angst a mi más lindo bishie...

 

 

Dio un trago a su vaso gigante de agua helada y dejó que el frío le congelara la garganta para después sentirlo descender por el interior de su pecho, instalarse en sus entrañas y de ahí… enfriarlo.
Otro trago casi doloroso le hizo volver a su realidad.

Estaba sentado en los jardines interiores de un restaurante llamado Limbo en la zona del Gare, un lugar que sin ser barato tenía aires informales y buena iluminación natural, los fines de semana solían tener un dj y se llenaba de gente, pero un jueves a mediodía tenía un ambiente completamente diferente. Estaba casi vacío, salvo él y una chica preciosa a algunas mesas a distancia. Ella estaba sonriéndole.
 
La joven llevaba un chongo de cabellos muy rubios, ojos cafés muy claros perfectamente delineados y un vestidito Chanel color hueso de la temporada pasada. Llevaba mirándolo un rato cada vez con mayor insistencia.

Enzo no le había correspondido, había estado trabajando en su computadora, pero se tomó un momento para verla realmente.
Ella se acomodó en su asiento, siendo adorable.

No le había en ningún momento coqueteado de vuelta, ciertamente la había estado ignorando. Pero ahora la veía directamente.

No es que tuviera realmente intenciones de hacer nada al respecto. Y había tres razones:
La primera era que desde hacer mucho tiempo no le interesaban las chicas.
La segunda era que aunque ella le gustara muchísimo, cosa que no ocurría, no tenía cabeza para liarse con una desconocida dadas las condiciones actuales de su vida.
Y la tercera… era la persona por la que esperaba ahí.

Miró la hora, habían quedado de verse con él hacía ya cuarenta minutos. No los había sentido por completo dado que había estado trabajando, pero su reloj A. Lange & Söhne comprado como autoregalo de año nuevo no mentía.

Reiner tendría que estar por llegar en cualquier momento. Él no era de los que llegaba tarde, pese a sus irreverentes modos en el fondo era un hombre de etiqueta burguesa.

Abrió su sesión de Skype y vio al señor Rivielle conectado. Le mandó una solicitud de llamada, aprovecharía esos minutos para agradecerle personalmente haberle salvado el pellejo tantas veces dado que aquella carta de agradecimiento no había podido terminarla. De todos modos se le daba más el verbo hablado.

Aunque su despedida había sido muy grata, no eran suficientes las simples gracias que le había dado en el aeropuerto y a decir verdad… incluso lo echaba de menos.

No tardó mucho en verlo en la pantalla, atrás de él parecía mostrarse una hermosa terraza soleada, a diferencia del día nublado que ocurría en Luxemburgo.

- Enzo, que inesperado placer- decía en su italiano siciliano.

El joven lucía ciertamente bello incluso atrás de un monitor. Aunque lo que alcanzaba a ver era un atuendo casual, no lo era del todo. Comprendió que Maurizio Galante debía ser su diseñador favorito, ¿no siempre lucía su estilo?

- No sé qué tan cierto pueda ser eso cierto, Paine, mi cara debe significar sólo
  complicaciones para ti.

- ¡Eso no es verdad! A decir verdad estoy sorprendido por la detallada documentación
  que me has estado mandando, me vas a dejar sin trabajo- bromeaba, siendo mucho más
  que sólo amable.
Se veía adorablemente sonriente en aquella pantalla.

- Es lo menos que podía hacer, Paine. Te debo muchas.

- Pues… considéralas saldadas- decía de pronto el pequeño príncipe- porque gracias a ti
  es que he podido contactarme finalmente con Gustav.

Recordaba la historia atrás de la primera noche en Catania.
Rivielle lo había llevado a la fiesta de Diageo, pero su razón iba más allá de conectar a un colega publirrelacionista que recién llegaba, tenía el objetivo de encontrarse con Gustav Nolet en la fiesta de su compañía, cosa que no había ocurrido.
No obstante, Baladi recordaba haberle presentado al anfitrión de esa noche en el Voyager, quien trabajaba para la empresa de Nolet y de quien, tenía entendido, era amistad suya.

- ¿Lo dices por Phillipo?- dedujo, pero quiso confirmar.
- Sí. A ti te debo que me lo presentaras.

Los había visto hablar en esa fiesta y también en la inauguración donde había perdido a Kyan. El resto de la noche mejor ni recordarlo.

- ¿Lograste ver a Gustav, entonces?

Paine se relajaba en su asiento, los ojos le brillaban de felicidad, no había otra forma de ponerlo. Lucía en verdad lindo.

- Phillipo y yo comenzamos a frecuentarnos durante la Copa y he seguido viéndolo ahora
  que ha terminado. Vivimos en una isla, Gustav no tardó en enterarse. Está loco de celos.

No creyó estar entendiendo bien.
¿Acababa de decir que tenía algo que ver con el señor Collins?

- ¿Estás saliendo con Phillipo?

- Algo así. Él y Gustav se han peleado debido a mí. Sé que no es algo que debiera de
  darme gusto, pero no puedo evitar alegrarme porque por fin puedo dejar de pensar en él,
  para pensar en alguien más, un hombre a quien no le importa ser visto conmigo.

¿Todo eso había ocurrido en un par de días?
Olvidaba lo intensos que podían llegar a ser los italianos, pensó, encontrándole cierta gracia.

- No me esperaba ese giro en los acontecimientos, la verdad. Pero… me da gusto, por ti y
  por Phillipo también, Paine.

- Si, supuse que así sería, por eso te lo estoy contando- decía él con aires irónicos.
  Phil me ha puesto al tanto sobre la historia que tiene contigo y sobre su enamoramiento
  con ese tal Köhler que busca dejar atrás.
  Así que si aún sientes esas ganas de agradecerme, lo puedes hacer alejando a tu alemán
  de él- bromeaba, aunque Baladi sabía que algo tenía de cierto aquello.

Después de todo, Phillipo había tenido años para superar a Reiner y no lo había hecho.
No era algo que debiera sorprenderle en realidad, Köhler era una persona difícil de olvidar.

- Eso… estoy tratando, Paine.

Volvió a consultar la hora. Y luego a la entrada del restaurante.
No estaba logrando mucho.

Después de casi una semana de llamarle y mandarle mensajes, por fin había recibido una respuesta en texto. Lo citaba para almorzar ahí sin decir más nada, de un modo tan impersonal que casi parecía que no fuera él.

Toda esa situación estaba frustrándolo, ¡porque no solía ser quien buscara a sus conquistas sino al revés!
Estaba haciendo una excepción por él, como siempre y a cambio llevaba casi una hora sentado en esa silla aguardándolo. Algo que no pasaba en su universo.
Ni un mensaje, ni una disculpa, ni la certeza de que no estaba perdiendo absurdamente el tiempo.

- Me da gusto saberte satisfecho con el drama- decía Baladi tratando de no pensar
  en el hecho de que seguramente en ese mismo momento mientras hablaban, estaba
  siendo plantado- ven a verme algún día a Lux, me dará gusto verte.

- No puede ser peor que esta diminuta ciudad, ¿cierto?

- Te aseguro que si te quedas junto a Phillipo, no te quedarás mucho tiempo en ella.

Lo escuchó reír.
Era feliz.
La melancolía que había visto en él la primera noche parecía haberse disipado como una niebla que le daba su terreno a un día brillante.

- Sí, quien sabe, quizá te dé la sorpresa pronto de que me veas allá.

Enzo miraba a la puerta nuevamente.
¿Acaso Reiner de verdad no pensaba llegar?

- Bueno, tengo que irme, Enzo. Ha sido un placer, de verdad. He aprendido mucho de ti.
  Espero todo esté marchando bien en casa. Y te deseo lo mejor con Reiner Köhler, por el
  bien de nuestras relaciones- bromeaba, sin darse cuenta que estaba siendo inapropiado.

Baladi asintió, sin abrir más aquella puerta.
Además, le gustó el detalle de que Paine no hiciera ninguna referencia a su reciente orfandad.

- Quizá vuelva a marcarte cuando sienta melancolía por Italia, te lo advierto, Paine.
- Siempre que gustes.

Terminaron la conexión.

Hablar con él le había hecho sentir una alegría un tanto infantil.
Rivielle por muy sofisticado que se mostrara, en realidad era bastante sencillo en sus sentimientos o por lo menos así había sido con él desde el inicio.
Algo tenía que aprenderle él mismo.

Cincuenta minutos tarde.
Suspiró en la silla.
Nadie lo había dejado esperando tanto tiempo que pudiera recordar.

Aquello no era más un retraso…

Decidió haber aguardado demasiado. Le marcó.
Un timbrazo. Dos. Tres. Cuatro. ¡Nada! Entraba al correo de voz.
¡No de nuevo!

Ya conocía esa grabación de memoria “No puedo contestar en éste momento, deja tus datos y me contactaré contigo en cuando pueda” decía Reiner del otro lado, con el único Reiner que había podido escuchar esos días y que ya le estaba hartando.

Le marcó una vez más. Ahora estaba molesto.
No había una respuesta.
Que desconsideración…

Entonces revisó mentalmente si había alguna posible equivocación.
Recordaba perfectamente el mensaje que el inversionista le había mandado con el nombre del lugar y la hora.

Revisó los textos. No había ningún error.

Cincuenta y dos minutos tarde…

Aguardó a que diera la hora sólo por cerrar el ciclo.
Terminó su copa de vino, se limpió las comisuras de los labios y se puso de pie.

La chica linda lo miró salir del restaurante. Supo que por un instante iba a hablarle, pero él la ignoró por completo, sin darle aquella oportunidad.

Una semilla de amargura estaba siendo regada por aquella descortesía.
Ya no era más una impresión.
Él estaba ignorándolo a propósito.

Sus amantes siempre eran los que lo buscaban y no al revés y sabía que no debería meter a su altivez en el asunto, pero ¿cómo no sentirse ofendido?

¿Desde cuándo alguien que le interesaba se atrevía a plantarlo?
Aparentemente… desde ese mismo momento.

“¿Por qué me estás haciendo esto, Rein?” Deseó preguntarle, pero no había nadie a quien formular esa angustiosa pregunta que estaba destinada a jamás salir de sus labios.

La amargura llegaba a él, sin ser invitada.






Continuará...

 

Notas finales:

Fue triste no leer a muchos de ustedes la semana pasada en los reviews T.T

Rintarou querida? Aún andas por éstos lares?

 


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