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AFFAIR por malchan

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Notas del capitulo:

Me da mucho gusto leer volver a leer a algunos reviewers que tenía tiempo sin ver! Y además me ha sorprendido la rapidez con que han comentado ^^ 

Para agradecerles creo que es mejor hechos y no palabras así que:
1. Me he puesto las pilas y estoy actualizando antes de lo que suelo hacerlo.
2. (Como oscworldximena diría) es un maxi capítulo :p
3. También es tiempo de subir más "lives". Esta vez le toca a Zia y a Daniel! Éste último dedicado a Natsuki4U por ser el review 500!!

 

Live de Daniel (o "la razón por la cual Novak tiene ciertos sueños"): 

http://img.photobucket.com/albums/v356/malary/affair/daniel2ac2_zpsxptvak59.jpg

Live de Zia (me hubiera gustado darle un fondo, pero preferí sacarlo así para no tardarme más en subir el capi):

http://img.photobucket.com/albums/v356/malary/affair/zia%20-zeta%20makrypoulia9a_zpsh5ekkhzq.jpg

 

Como pueden ver, estoy generosa y de buenas ;) lástima que a cierto bishie no le toque de esa dicha... cuando acaben de leer, sabrán a lo que me refiero.

 

 


Después de casi una hora finalmente estuvo satisfecho con el reflejo que el enorme espejo de su habitación le regalaba.
Si bien sabía que podía lucir apuesto sin mucho esfuerzo, lo cierto es que en realidad había dedicado esfuerzo a arreglarse esa tarde más que ninguna otra. Por una parte tenía ahora mucho tiempo libre, sí, pero más allá de eso… le importaba lucir verdadera irresistible esta vez.

Llevaba el cabello suelto, lo había cepillado hasta dejarlo brillante y suave. Iba vestido con una ajustada camisa roja cuyo tono quizá resultaba un tanto vistoso pero que balanceaba con un chaleco a la medida color gris claro al igual que sus pantalones y zapatos perfectamente combinados y más casuales.

Se preguntó una vez más si requería corbata, pero decidió que no.
¿Era demasiado llamativo su atuendo? Se preguntó una última vez. Decidió que lo era en la justa medida.

Justo cuando verificó la hora en su reloj nuevo, el timbre sonó.
Impecablemente a tiempo. Al parecer, Reiner no le haría esperarlo de nuevo.
Eso le hizo avanzar con entusiasmo hacia su intercomunicador.

- ¿Sí?
- Buenas tardes, el señor Köhler le espera abajo- no había esperado escuchar a nadie
  salvo al inversionista del otro lado.
- En seguida iré, gracias.

Fue hacia la ventana, una limousine negra aguardaba en la entrada del edificio.
Probablemente el alemán sólo estaba ridiculizando aquella cita, como había prometido que haría. Y el detalle era algo encantador.

Al salir se encontró con el majordome de Daniel aguardándolo. Aunque eran apenas las seis de la tarde, el sol de invierno ya se había puesto y esa noche hacía un condenado frío de mitad de enero, aun así, se dio un segundo para dirigirse al viejo.

- Viriato, ¿no es verdad?

- Sí, señor.

- El otro día no tuve la oportunidad de presentarme, me llamo Enzo Baladi- le dijo en
  en luxemburgués, recordando que aquel era el idioma con el que había escuchado él se
  comunicaba con Köhler. Esos detalles nunca se le escapaban, estaba entrenado para ello.

- Mucho gusto, señor, es usted muy amable- le abría la puerta de ese fastuoso vehículo.

Ingresó rápido para no enfriar la cabina y al hombre dentro de ella.

Reiner lo esperaba adentro, tenía un whiskey en las rocas en la mano. Lucía extraordinariamente apuesto en un saco blanco y camisa de seda negra. Quiso tocar aquella tela y la carne caliente debajo de ella.

- Rein- la puerta se cerraba- no tenías que traer una limousine.
- ¿No? A mí me pareció lo más adecuado.

 

- - 

 

No tardaron mucho en llegar al Barn Burner.
Enzo había elegido ese sitio porque supuso era un sitio familiar y cómodo para él. Se trataba de un pequeño bar en el barrio de Verlorenkost, una zona con buena vida nocturna aunque no tan mainstream como el centro. Entraron, siguiendo a Viriato que abría puertas y arrimaba sillas.

El local era un largo y acogedor pasillo de techo bajo con duela de madera y paredes de ladrillo rústico, con posters enmarcados de festivales de jazz, soul y blues, fotografías de músicos legendarios y promocionales de sesiones musicales acontecidas en las primeras décadas del siglo pasado, la mayoría ocurridas en la que entendía era una ciudad emblemática para el jazz, Nueva Orleans. Imperaba una decoración informal y acogedora y había un pequeño escenario al final, que mostraba los instrumentos acomodados para la banda que tocaría en vivo esa noche. Ya había muchas mesas llenas, pero una de ellas que daba al frente, estaba reservada, por supuesto, era la suya.

No tardaron en llevarles la carta de bebidas, pero ninguno de los dos le echó un vistazo, Enzo pidió un Martini clásico y el alemán continuó con un trago igual al que había estado bebiendo antes.

El trayecto de ida ahí, Reiner había estado muy callado, como si quizá… ¿algo le preocupara? Baladi no preguntó, supuso que en algún momento le mencionaría algo al respecto, pero no fue así.
Estaba serio y silencioso eso en él era muy extraño.

Lo miró, pensando que para haber estado en una isla de Italia hacía tan pocos días, ese inversionista no lucía realmente bronceado, todo lo contrario, su piel estaba pálida.

- Redecoraron el lugar- le dijo, para romper el silencio.

- Si, ahora tiene un toque más antiguo- recibió como respuesta, Reiner entonces pareció
  comprender su propio mutismo por lo que se acomodó en su asiento y comenzó a
  hablar- éste es el pequeño bebé de Zia, le interesa mucho más que cualquiera de los
  locales que tiene, es su proyecto más personal.

- Compartes con ella tu amor por el jazz- dedujo- ¿sus conversaciones se vuelven debates?

- La pasamos peleando por quién es el mejor músico, la mejor banda, la mejor
  cantante, somos unos necios- describió, relajándose por fin- La conocí en Londres hace
  muchos años por amigos mutuos y aunque no tenía mucha comunicación con ella, sabía
  que se había mudado a Luxemburgo, así que cuando llegué a la ciudad la contacté.
  No habría esperado que estuviera saliendo con una amiga tuya, a veces me sorprende lo
  pequeño que es Lux.

- Es verdad, todo mundo se conoce.

- Y tú conoces a todo el mundo- decía en un murmuro, dando un trago a su vaso.

- Eso no me concede ningún mérito, tal como has dicho, es una ciudad pequeña.

- Que humilde suenas. Lo cierto es que tampoco esperaba encontrarte aquí, Enzo, eso fue
  una completa sorpresa.
  Aún recuerdo haberte visto en ese parque, tan cerca de dónde ahora vivo, luciendo tan
  sofisticado como no te recordaba y tan apuesto como si lo hacía.

Ese halago le hizo sonreír.
Reiner era completamente cautivador cuando quería serlo.
Si ahora podía ser tan abierto y suave en la conversación, ¿qué le ocurría últimamente cuando estaban juntos?
No pudo sino pensar que aquello tenía que ver con ellos dos.

Miró a su alrededor, la luz del lugar era tenue y había una vela pequeña en su mesa.
Sí, todo eso era algo fascinantemente romántico, ¿no?
Se prometió dejar de ser paranoico y disfrutar la noche. Después de todo, había tenido que conseguirla.

- Pues me alegra haberte encontrado de nuevo, Reiner- le dijo, siguiendo su impulso-
  tener la oportunidad de poder volver a estar contigo.

Decía algo muy sentimental, contra su costumbre. Admitía estarse dejando llevar por lo que sentía por él. Pero contrario a lo que hubiera esperado, no encontró una sonrisa del otro lado de la mesa, como si sus palabras de pronto hubieran tenido el efecto contrario al que quería. Köhler estaba serio de nuevo.

Se formaba una extraña tensión entre ellos que el italiano no pudo comprender y cuando se dispuso a quebrarla, alguien apareció.

- Buenas noches, bienvenidos- decía Zia, luciendo impecablemente bella y seductora.

Fue bastante inesperado verla. Había creído que ella y Anna seguían de viaje y aquella era la razón por la que no había escuchado nada de la fotógrafa en esos días.

- Zia, no sabía que habían vuelto ya de Sciacca- le dijo sin poder evitarlo.

La primorosa rubia dibujó una mediasonrisa y no contestó a eso, sin embargo hizo un poco de charla amigable tras la cual, pidió un momento a solas con Reiner, no tardó nada en llevárselo.

Baladi tenía que admitir que las cosas no estaban resultando como las había pensado y de pronto estaba en aquella supuesta primera cita, sin él, a solas con sus pensamientos.

Miró a su alrededor, no muy lejos de ahí reconoció a unos contactos suyos, una mesa de cinco personas de la cual los conocía a casi todos, entre ellos Diane Joseph con quien había charlado brevemente la noche de navidad en el Doubletree.
El grupo estaba enfrascado en lo que parecía una plática divertida que los tenía a todos riendo. Quizá debería ir con ellos y matar un poco el tiempo, pues aquella energía extraña… lo estaba poniendo mal.

 

- -

 

Reiner fue al final de la barra con la dueña del bar. El cantinero se acercó a ver si querían algún trago, pero ella lo despachó de inmediato.

- ¿Qué es lo que misteriosamente quieres tratar conmigo a solas, Zia?

- Lamento la interrupción, de verdad- se disculpaba ella, poniendo un folder sobre la barra.

- Vas a tener que decirme que es todo eso, la luz aquí es tan baja que no puedo ver nada
  de lo que dice- le decía el otro, su semblante parecía molesto.

- Descuida, lo haré.

 

- -

 

Se trataba de un pequeño café al aire libre en Turín, un italiano mal vestido había llegado con ellas. Zia podía sentir la ansiedad que aquel encuentro generaba en Anna, sentada a su lado.

El hombre les daba copias de una serie de documentos, archivos médicos. Aunque la verdadera clienta era la fotógrafa, Zia no pudo evitar ser la primera en hojearlos.
Aquellos papeles constataban que el menor de los D´Oria, un joven de 18 años llamado Sylvan, había entrado y salido durante varios años de diferentes instituciones de salud mental, el sujeto les informaba que su intermitencia en los internamientos le había provocado perder años del colegio. Hablaba de un lugar en Londres donde había permanecido un tiempo, pero finalmente había salido por recomendación de un psiquiatra llamado Olaf Lundgren.

Lo que Anna le había comentado era cierto entonces, comprendió Borden; Kyan le había dicho a la fotógrafa que el Gran O estaba involucrado con los D´Orias y que tenía en sus manos a la hermana menor de Ricard.

 

- -

 

- Olaf- nombró Reiner al ausente con un tenso rencor, sin tomar los papeles ni mirarlos en
  absoluto- ese hijo de puta era médico de Sylvan entonces… él fue quien lo sacó de aquel
  lugar para tenerlo a su merced- dedujo, indignado- para aprovecharse de él... seguir
  aprovechándose de él.

La señorita Borden jugaba con una dije de oro en su cuello, estaba incómoda balanceándose de un tacón al otro.

- Eso ocurrió antes de que lo cesaran en Londres bajo la acusación de haber abusado de
  un menor- le explicaba su amiga- de alguna manera los cargos fueron desechados, pero
  él perdió su licencia para ejercer.

- ¿Un menor? ¿Te refieres a D´Oria?

- No lo sé, nuestro informante no llegó tan lejos. Le dije a Anna que eso era todo lo que
  podíamos averiguar sin entrometernos, pero ella insistió en quedarse en Italia y no
  dejará el asunto en paz al parecer.

- Pero tú volviste a Luxemburgo.

Eso la contrariaba y pudo verlo en su cara.
- Sí, no puedo irme de la ciudad por tanto tiempo y mucho menos por un asunto que en
  realidad no me compete, sin embargo, tengo otras fuentes de información. Hay una
  chica que trabajó conmigo un tiempo, a ella me la presentó mi cantinero en el Zaphyr,
  un tipo que renunció a mi bar para ser la mano derecha del Gran O.
  Ella se llama Rebeka Ilić, pero Olaf la llama solamente B.

  Hablé con ella, el Gran O le ofreció una gran cantidad de dinero para trabajar en sus
  “proyectos privados” algo más retorcido que sus ya de por sí bizarras fiestas. Lundgren
  le ha estado obligando a hacer cosas horribles, aprovechando que en realidad ella
  trabajaba de enfermera en Belgrado.

  Rebeka fue quien me dijo que S se ha marchado y que Olaf está furioso y de muy mal
  humor. Ella está aterrada, no quiere trabajar más con él pero tiene miedo de que el
  doctor pueda tomar venganza y tú y yo sabemos que es un temor con fundamentos, ¿no
  es cierto?

- ¿Y qué esperaba?- fue la dura respuesta del alemán- Olaf es un enfermo.

- Nada diferente a lo que yo le dije- contestó la empresaria- le prometí ayudarla a cambio
  de información, le daré el dinero que necesite para que se marche de la ciudad en cuanto
  tenga lo que busco.

Esa poderosa mujer obtenía todo lo que quería siempre, ¿o no?
Aquello lo irritó al comprender su papel en todo eso.

- De eso se trata todo entonces, ¿no es así, Zia?
  De dinero e información.
  Voy a suponer entonces que el motivo por el cual me estás contando todo esto, dada
  nuestra posición, es porque yo mismo soy una fuente de información más para ti, ¿me
  equivoco?

La rubia suspiró largamente, intentando sacarse la tensión, sin muchos resultados. Se alisó su ajustado vestido azul que llevaba puesto y que parecía pintado en su curvilíneo cuerpo.

- No lo pongas así, Rein. Estoy haciendo esto por Anna, quien cree que el misterio de los
  D´Oria va a perjudicar a su amigo Novak a quien su relación con uno de ellos le trajo
  consecuencias muy graves en el pasado.

Así que todo se resumía a eso.

- Tu novia está intentando proteger a Kyan Novak- entendió entonces Köhler- No creo
  que sea algo que él esté enterado, ¿verdad?

Una sonrisa irónica se marcó en los labios rojos de ella.
- Por supuesto que no. Tú conoces a Novak, ¿cierto? Debes saber del carácter que se
  carga. Él cortó comunicación con Abrianna durante mucho tiempo porque ella insistió
  en entrometerse en el asunto D´Oria en el pasado, pero mi querida tonta no quitará el
  dedo del renglón… nuevamente.

- Y tú tampoco- la acusaba. Esa conversación no estaba ayudándole nada con su dolor de cabeza.

- Sylvan era el chico con el que te acostaste en esa fiesta, ¿verdad? El chico del antifaz de
  encaje. Y tú has mantenido contacto con él, te importa de una manera personal.
  Ese joven ha ingresado a una institución y tú eres su persona de contacto, la que está
  pagando por todo eso.

Interesante “deducción”.

- Veo que te has puesto a averiguar- eso le molestaba aún más- ¿tienes un detective en la
  ciudad también?

Si ella podía haberlo sabido, Olaf también si lo quisiera.
Aquello… lo inquietó.
Había esperado que S estaría a salvo en aquel lugar, de pronto entendió que para personas con recursos suficientes, no sería así.

- Lo siento por meterme con tu vida privada, Reiner, en ninguna otra circunstancia lo
  haría, pero tengo que preguntarte, ¿qué sabes tú de su hermana, Sylvane?

Una sonrisa amarga se dibujó en la cara del alemán.
No recordaba haber sentido alguna vez aberración por Zia, pero ésta vez estaba siendo tan insistente.

- Lo sé todo, Zia, todo lo que querrías saber acerca de esos hermanos.
  Lamentablemente para ti y Abrianna, S me ha permitido saber todo eso de forma confidencial.

Pudo ver como la desesperaba.
La señorita Borden miró a su alrededor pensativamente, debatiéndose seguramente entre buscar otra alternativa o continuar insistiendo, pero finalmente volvió a verlo, más determinada que nunca.

- ¿Qué puede querer alguien que lo tiene todo a cambio de lo que necesito saber?
  Te daré lo que sea, Reiner- aseguró con una confianza aplastante esa guapa mujer.

Sin embargo, eso sólo le sacó una risa vuelta bufido al otro.

- Lo único que quiero, no puedes dármelo, nadie puede- la enfrentaba.
  Además, no me gustaría que te equivocaras, Zia, yo no soy una de tus piezas de ajedrez.
  Así como no lo fui del de Olaf.
  No pretendas comprarme.

Su respuesta dura, de pronto indicó que era un terreno de verdad delicado y que el alemán hablaba muy en serio cuando declaraba que no le diría más.
¿Hasta qué punto estaba Köhler involucrado con ese joven?

- Ya te he explicado el motivo por el que lo hago. Lo último que busco es enemistarme
  contigo, pero se trata de algo que…

- D´Oria ha confiado en mí, me ha dicho sus secretos, dolorosos secretos- la interrumpió-
  si tú supieras a lo que me refiero, comprenderías porqué éstos no tienen un precio.
  Prometí ayudarle, realmente ayudarle donde todos los demás han intentado sacar
  provecho y no voy a defraudarlo sólo para que quedes bien con tu novia.

- Pero…

- ¡No, Zia! ¡Ya basta!
  Syl está bajo mi protección, ¿entiendes?
  No dejaré que nadie vuelva a hacerle daño- declaró, subiendo la voz.

- Rein…- decía la voz de Baladi tras ellos- la banda está pronta a comenzar.

La pareja que conversaba quedaba de pronto completamente en silencio.
Baladi lucía… traicionado.

 

- -

 

“Syl está bajo mi protección. No dejaré que nadie vuelva a hacerle daño” le escuchó exclamar a Reiner apasionadamente.

Él había estado sombrío durante gran parte de la noche. Y antes, le había hecho pasar un mal rato, pasando de largo sus intentos de contactarlo.
¿Tenía todo aquello que ver con D´Oria?
¿Era con esa persona con quien estaba, a quien le dedicaba sus noches mientras a él lo ignoraba?

Podría especular todo lo que quisiera y sumergirse en los celos, lo cierto era que Reiner realmente estaba implicado con quien íntimamente llamaba Syl, no sólo era su amante al parecer.
¿Por qué? ¿Por qué D´Oria de toda la gente del mundo?

Sería absurdo decir que el asunto no le calaba hondo, porque se trataba no sólo de alguien con ese apellido que tanto detestaba, sino de Sylvane, una persona manipuladora que ya se había acercado demasiado a Kyan y ahora resultaba ser “la protegida” del hombre a quien quería sólo para él.

Sintió como la ansiedad se le adhería a la piel, mientras ambos volvían a su mesa.
La banda hacía una sencilla introducción y estaba a punto de empezar.

El asunto parecía haber puesto en Reiner un semblante frío y si antes había estado callado, ahora no dijo una sola palabra.
Baladi maldijo para sus adentros. La simple mención de esa familia bastaba para mandar aquella cita al demonio.

En su trato con la gente, para aligerar la tensión del ambiente lo correcto sería redirigir la atención hacia rumbos distintos, pero… aquello estaba realmente molestando al italiano e ignorar el asunto le haría arrepentirse después.
Lo que le preguntó a continuación, le sorprendió incluso a sí mismo:

- ¿Te acuestas con Sylvane? Nunca contestaste mi pregunta en el pasado, ahora quiero saberlo.
“Por qué mis sentimientos están esta vez en juego” deseó completar.

- ¿Qué tanto has oído de esa conversación, Enzo?
Se resistía a contestar, ¿era tan obvia la respuesta?

- Sólo alcancé a oír que estás protegiéndole. No puedo mentir y decir que eso no me
  importa, Rein, porque tengo sentimientos por ti.

Lo había dicho. ¡Finalmente lo había dicho!
Pero la mirada azul de Köhler pareció llenarse de enojo.
¿Por qué? ¿No acababa de decirle que estaba enamorado de él?

El RP sintió un golpe de indignación, ¿es que a Reiner eso no le importaba en absoluto?

Sintió que naufragaba en el mar de sus emociones y que nadie acudía a su rescate.

- No estoy acostándome con la hermana de Ricard D´Oria. Y aún si así fuera, ¿crees que
  lo que acabas de decir justifica entrometerse en mi vida?

¿Qué había dicho?
No supo ni que contestar. Él hablaba en serio y además estaba ofendido.
¡Ese idiota!

La música comenzó en ese momento, cortando aquella charla justo antes de que escalara a algo peor.

Baladi sentía que todo estaba de cabeza, mientras más se encaprichaba con Köhler y pretendía avanzar con él… más se estaba jodiendo todo.

Hizo un enorme esfuerzo por disfrutar aquella presentación, pero lo cierto es que ni el carisma y el talento de aquel grupo al que todos parecían adorar en aquel bar pudieron hacer más disfrutable aquel momento tenso.

Espiaba en la expresión del hombre con el que venía, sólo veía molestia y algidez en ella.
Reiner nunca había sido así con él.

Incluso antes de que se hubieran bajado los músicos del escenario, su acompañante ya había pedido la cuenta. No le permitió pagar y aquello y la limousine eran lo único que hacía que aquello pareciera todavía una cita.

El alemán tropezó con una silla antes de salir del local y tras esto, la empujó groseramente. Al parecer estaba realmente enfadado, ¡jamás lo había visto reaccionar tan groseramente con desconocidos!

Viriato solícitamente los esperaba con las puertas del vehículo abiertas. Preguntó si habían disfrutado la noche y ante el silencio del peliplateado, Enzo contestó que sí siendo educado aunque evidentemente mentía.

Aunque estaba perturbado por lo que le había escuchado decir, quería dejar su ego de amante despechado de lado y salvar la noche, tenía poco tiempo dado que no tardarían mucho en llegar de vuelta a su departamento, así que decidió limar asperezas por el bien de lo que quería de ese tipo insensible.

- Rein… no quiero que la noche termine así- le dijo, usando un tono de perfecta suavidad-
  no me gusta estar en malos términos contigo, lo sabes.

El alemán volteó en su dirección, no parecía haber esperado escuchar eso pese a que era el italiano quien siempre daba el primer paso para la reconciliación en sus peleas.

- Zia me dijo que los D´Oria le hicieron daño a tu amigo Novak. ¿A qué se refería?

Aquella no era la dirección en la que había deseado llevar la conversación, pero por lo menos lo había hecho hablarle de nuevo.

- Tú has dicho el nombre de Rick, sabes parte de la historia, ¿no es verdad?
  Ricard D´Oria salió con Kyan durante dos años, dos años en que insistió que aquella
  relación se mantuviera en secreto, nunca lo reconoció como su pareja y ellos discutían
  por eso una y otra vez, hasta que Kyan no pudo más y le dio un ultimátum.
  La respuesta de Rick fue dejarlo, irse del país sin siquiera romper con él para nunca volver.

  Entonces los D´Oria le quitaron a Key la casa que habían comprado juntos, bajo todo
  tipo de infames amenazas. Hicieron de su vida un infierno y no es una exageración, yo
  estuve ahí. Ese imbécil jamás intervino, dejó que su familia lo humillara y lo hiciera menos.
  Hicieron pedazos a Kyan… lo destruyeron. A veces creo que todo eso lo cambió para
  siempre, ¿entiendes?


Köhler pensó en el luxemburgués, en sus impenetrables ojos color miel, en todo ese resentimiento al que se había enfrentado al hablar con él por primera vez rumbo a Palermo.
Había creído que todo aquello tenía que ver con su socio y seguramente así era en gran parte, pero saber de aquel pasado de pronto hizo que una parte del rompecabezas tuviera sentido.
Y Enzo… parecía tan afectado por aquel episodio que no pudo evitar sentirse molesto una vez más por aquel afecto que sabía ambos se tenían.

- Key… no ha vuelto de verdad a ser él mismo, no por completo- decía el italiano, con la
  voz inquieta.

Köhler lo escuchaba pero su mirada índigo no lo veía.
Parecía reflexionar cada palabra que oía.
¿En qué estaba pensando? De pronto su expresión era tan críptica.

- Ahora Sylvane se ha acercado a Kyan, creo que está enamorada de él, es por eso que su
  cercanía me saca de quicio y contigo me pasa lo mismo. Me molesta tanto la posibilidad
  de que te vuelvas parte de su juego.

  Lo siento si no lo expreso de la manera más correcta, yo más que nadie debería
  saber cómo hacerlo pero… ustedes son las personas que más me importan.


Köhler resopló de una manera extraña, como si de alguna manera no le creyera o no quisiera que aquello le afectara.
¿Cómo saberlo si de pronto tenía aquella actitud?

- Rein… haces que me sienta ansioso- dijo al fin.
  De pronto es como si estuvieras lleno de secretos- murmuró el rubio sin poder
  callarlo más- No entiendo lo que está pasando entre nosotros, que ha cambiado.
  Tú siempre has sido tan honesto y ahora… no sé dónde estoy parado.

¡Köhler estaba evitándolo incluso estando en el mismo lugar!

- Reiner… - quería que lo mirara, pero él no lo hacía- Rein… - repetía- por favor,
  ¿podrías verme mientras te hablo? ¿Acaso no estoy aquí intentando conectarme contigo?

Enzo no se reconoció. Había un dejo de desesperación en su voz que le resultó horriblemente vulnerable. Al parecer, no iba a poder controlar más la situación.

Entonces, inesperadamente, la mano del alemán buscó la suya. Y en cuanto pudo sentirla, la apretó entre sus dedos.
Parecía hacerlo… mientras luchaba contra sí mismo.

- Lo siento, caro- le escuchó decir muy quedamente.
  No debería actuar así contigo. Siento que te estoy haciendo daño.

Fue tan sorpresiva aquel pensamiento que quiso rebatirlo, más el otro no le dio oportunidad.

- Quizá…. no deberíamos seguir viéndonos.

Aquello fue como un balde de agua fría.
Baladi miró sus manos entrelazadas, Reiner lo apresaba.
No… no comprendía nada.

- ¿Y para eso me tomas la mano?- sonaba dolido, tal como lo estaba.

Aquella señales eran contradictorias pero no dejaría que eso importara.
¡Era suficiente! ¡No iba a permitirle rechazarlo de nuevo!

Se recorrió en el asiento, hasta estar junto al inversionista y una vez cerca, le hizo girar el rostro para verlo. Sus ojos azules… eran inesperadamente tristes.

Con la mano libre, acarició su rostro, intentando comprender qué era lo que estaba saliendo tan mal… cada vez peor, pero no dio con ninguna respuesta, así que simplemente unió sus labios a los suyos.

¡No iba a dejarlo ir a ninguna parte!

Imprimió en aquel beso todos sus sentimientos por él, atrapándolo en su boca con vehemencia y con algo más que jamás querido dar a nadie.

Quería a Reiner… lo quería de verdad.
¿De qué manera tenía que decírselo para que lo entendiera?

La mano que sostenía la de él, acarició sus dedos como aquella vez en ese afterparty, y la otra lo sujetó de la cara, impidiéndolo alejarse.

Con sus labios llamó al fuego que sabía existía dentro de ese hombre frío, con su lengua recorrió con tersura la suya, recordándole la magia que surgía entre ellos siempre que estaban juntos y que iba más allá de las cuestiones mundanas, más allá de la lógica, más allá del mundo entero.

Se acercó más a su cuerpo, hasta que sintió el calor que manaba y no lo dejó ir hasta escuchar que gemía roncamente contra su piel.

Quería hacerle recordar el motivo por el cuál ellos funcionaban tan bien juntos. El motivo por el cual estaba luchando tanto por él.

Cuando lo separó de él, pudo ver como su expresión había cambiado, Köhler parecía sorprendido… afligido.

- No vas a ir a ningún lado- le aseguraba- ¿entiendes?
  Esta es nuestra primera cita y no admito que se termine así, Reiner.
Su cortesía se había agotado hace varios minutos, pero su astucia.
- Además… me hiciste una promesa que no olvido, hacerme correr escandalosamente
  cuando te invitara a subir a mi departamento.
  Quiero eso, quiero estar contigo, deja de ser un necio.

Lo había dejado callado.
El inversionista no lo miraba, su vista parecía perdida.

- Enzo… -escuchó su nombre en aquella voz tan cerca como estaba, sintió que se
  estremecía de amor por él y supo que no aguantaría un rechazo más de ese hombre-
  admito que tienes una forma muy tentadora de plantear las cosas.

La limousine se estacionaba en la entrada de su edificio.
El joven jamás habría creído que existiera la posibilidad de que él fuera a dejarlo ahí sin más, pero ahora comprendía que su cita bien podría hacerlo, en ese mismo momento. No le permitió dejar ver toda la angustia que ese pensamiento le generaba.

- Sube conmigo, Rein. Realmente quiero estar contigo.

Ponía todas sus cartas sobre la mesa, jugándoselo todo.
Ya no le importaba quedar expuesto.

 

 

Continuará...

 

Notas finales:

No me maten (especialmente tú, Rei).


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