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AFFAIR por malchan

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Notas del capitulo:

Antes que nada, gracias por su paciencia. Sé que estoy tardando más de lo acostumbrado en actualizar y me disculpo por eso.
Como había mencionado anteriormente, quizá vaya a ser así durante algún tiempo, espero que eso no haga que dejen de escribir reviews!
Amenazo con lanzarme de un puente, eh?
Pero bueno, aquí seguimos, llueva, truene o me quede sin hogar XD

Y aprovecho éstas líneas para agradecer ENORMEMENTE a oscworldximena por darme las directrices para que gran parte de los acontecimientos descritos tuvieran sentido! A tí te dedico completamente este capítulo, doc!



Hacía… frío.
Todo era negro. No existía luz. Pero… desde hace mucho tiempo en su mundo… no la había.

Una tormenta de confusión se vertió sobre él, dotando a su cuerpo de un extraño y torpe impulso.

¿Dónde…?

Sus manos se apoyaron en una superficie, tentando… las usó para alzarse en cuanto encontró apoyo. Pero un mareo amenazó con tumbarlo de vuelta.

¿Dónde… estaba?

Jadeó, intentando sostenerse.
Todo daba vueltas… horrendas e inmanejables vueltas.
Algo ligero resbalaba por su cuerpo.

¿Qué tenía en su brazo?
¡No podía ver nada!

No supo a quién más llamar.
- Enzo…

La desesperación movió sus piernas que dieron una patada, sus pies tocaron el suelo frío, todo era instinto y aturdimiento. Trató de ponerse de pie, ¡pero no tuvo las fuerzas! algo le jalaba el brazo limitando su movimiento y cuando se tocó no entendió que traía colgando un tubo plástico.

- ¡Enzo!

¿Dónde estaba?
¡¿Qué estaba pasando?!
¡Odiaba no poder ver nada!

- ¡¡Enzo!!- su voz… sonaba llena de terror.

¡No podía mantenerse erguido, estaba muy mareado!
¿Ese mundo… era el mundo real?

Sintió que se caía…

- Scheiße! Was machst du da? Steh nicht auf!!* - oyó decir repentinamente.
*/ ¡Maldición! ¿Qué haces? ¡¡No te levantes!!

Sintió que lo empujaban de vuelta.
¿Era… Enzo?
¿De verdad… era él?

- ¡Vas a matarme de un susto!- le oyó exclamar a Enzo en algo… que sonaba extraño en
  él, entonces comprendió que le hablaba en su idioma materno… probablemente para
  facilitar su comprensión.
Sí, era él. Nadie más tendría esa sagacidad tan apropiada.

Buscó tocarlo, a ciegas en aquel mundo de obscuridad.
Sus manos tentaron el vacío hasta que pudo sentirlo, dimensionalizó torpemente su cuerpo y lo tomó de lo que supuso serían sus brazos, desesperadamente.

- ¿Esto… es real? ¿Es… el mundo… real?- logró verbalizar.

- Rein- el joven sonaba sorprendido y angustiado- ¡Claro que es el mundo real!
 
Pero su preocupación pareció congelarse al comprender lo que ocurría. Reiner en cambio, no entendía nada.

- Tú… me reconoces. Me recuerdas. Puedes moverte. Puedes hablar… ¡Estás… estás  
  vivo! ¿Lo entiendes?
  ¡Estás vivo, Rein!- exclamaba, luchando por acomodarlo de vuelta a lo que ésta vez
  comprendió que era una cama.

Eran demasiadas palabras para entenderlas.
Se sintió confundido… y avergonzado. Y tardó varios segundos en comprender lo que le era dicho.

Estaba… vivo.
¿Cómo?

- Aquí estoy, contigo- le aseguraba Baladi, hablando en alemán, aquella voz siempre
  musical sonaba un poco más gutural- Estás a salvo. Estás mi lado…. estás vivo.
  Rein, ¡estás vivo!- repetía.

Fue abrazado por él, muy muy suavemente…
Enzo. ¡Oh, su amado Enzo!

Lo estrechó de vuelta, apenas con fuerzas para corresponderle. Pero dio su alma en aquel abrazo, como si aquel esbelto cuerpo fuera un salvavidas en el naufragio de su cordura.

- ¿Cómo te atreves a levantarte, tonto?- escuchó su terso susurro- acaban de hacerte una
  cirugía en la cabeza. Vas a matarme un día de éstos.

No podía explicar el por qué lo había hecho.
Era difícil pensar con claridad, debía estar aún bajo la anestesia…

- El médico viene en camino, entrará en cualquier minuto.
  Pero Rein… esto es real- continuaba aquel profundo susurro- métetelo en tu pesimista
  cabeza- pidió, alejándose.

¡No quería que se apartara! ¡Ni un centímetro!

Pero escuchó un sonido de lo que entendió era una puerta abriéndose, antes de que ocurriera del todo, los labios del rubio se posaron en los suyos efímeramente. Fue tan rápido que apenas si pudo probarlos, ¡y quiso sujetarlo de la cabeza y besarlo de nuevo de inmediato!

- Ti amo, Rein- murmuró en italiano, su voz queda parecía provenir del cielo.

Todo ocurría tan rápido.
¡Quería escucharle decir eso de nuevo también!

- ¿Señor Köhler?- lo nombraba alguien más.
  Bienvenido al mundo de los vivos- dijo ácidamente el neurólogo con lentitud- ha sido
  una cirugía sumamente larga y complicada, pensamos que se nos iría muchas veces,
  pero aquí está. Felicidades.
  ¿Comprende lo que acabo de decir?- cuestionaba el doctor, pasando a cuestiones más
  prácticas, sus pasos entraban en la habitación, acercándose.

- Sí- aseguró, con la voz ronca.

Podía entender. No había quedado mal de la cabeza.
“Me reconoces. Me recuerdas. Puedes moverte. Puedes hablar… Estás vivo.”
Una tras otra, aquellas sentencias que apenas comenzaba a asimilar eran gloriosas.

¡Era tan difícil de creer!

Nunca había considerado que en un mundo tan desastroso existiera en verdad algo como Dios, pero aquello… en serio lo ponía a dudar por primera vez en toda su vida.

Un torrente de emociones lo inundaron y luchó con todas sus fuerzas para controlarlas.

Estaba… vivo…

Se llevó las manos a la cabeza, toda la parte de arriba la tenía vendada.
¿Le habrían cortado los huesos? ¿De ahora en adelante luciría como un desfigurado?

Baladi lo detuvo con firmeza.
- No, no te toques. Eres tan mal paciente- lo escuchaba decir, parecía tenso.

- Señor Köhler, ¿sabe qué día es hoy?- le preguntaba el médico.

Lo pensó un momento.
¿Cuánto tiempo había trascurrido desde la última vez que había estado consciente? Si era el mismo día, sería…
- 14 de enero.

- Bien. ¿Puede decirme cuánto es ocho más treinta y nueve?

Aquella inesperada pregunta lo hizo titubear.
- Cuarenta y siete.

- Perfecto. ¿Puede mirar hacia el techo?- lo hizo- Señor Baladi, suéltele las manos, por
  favor- sintió como el rubio obedecía- ¿Puede abrir y cerrar su mano izquierda?

Su mano obedeció con cierta lentitud… pero lo hizo. ¡Haciéndolo sentir un enorme alivio!
- Ahora la derecha, por favor.

Cuando terminó de hacerlo, ¡sintió un pellizco en la pierna! Se tensó quitándola de inmediato con un movimiento brusco.

- Bien, lo ha sentido- le oyó decir, “explicando” a la vez.

¡Ese idiota!

- Todo parece ir bien, es realmente afortunado, ¿lo sabe?
  Supera en serio todas nuestras expectativas.

  Hoy le tengo buenas noticias, a diferencia de la última vez que nos vimos.
  Logramos extraer todo el tumor- le informaba con cierto tono orgulloso- yo y mi equipo
  nos hemos tomado nuestro tiempo para conseguirlo y al final, no hemos tenido que
  romper ningún hueso.

  Su cara está íntegra pero obviamente la inflamación aumentará en las siguientes horas,
  su aspecto empeorará dado que el rostro es muy escandaloso cuando se trata de un
  trauma, en especial los ojos, pero le aseguro que eso mejorará en cuestión de días.
  ¿Entiende lo que digo?-  repetía, siendo odioso.


- Sí, lo entiendo- contestó, ahora más despierto- Me está diciendo… que es el mejor
  neurocirujano de Alemania, ¿no?

Lo escuchó reír.

- Me alegra mucho su lucidez, son más buenas noticias.
  Respecto a su vista, como ya le había dicho, todo dependerá de si la presión del glioma
  solamente interrumpió la señal visual o si realmente hubo un daño permanente en el
  nervio. De momento no es posible darle una respuesta, ya que para evaluar su función
  ocular necesitamos que la inflamación disminuya, tendremos que aguardar por algunos
  días más la incertidumbre, me temo.

Quizá había sobrevivido sin aparentes secuelas y no tendría esa jodida cosa causándole tanto dolor, pero el cirujano le recordaba que tal vez no volvería a ver.
Pero por primera vez aquello… no le importó.
Estar ciego era el menor de sus males, podría soportar una vida de invidencia, después de todo… había estado tan cerca de perderlo todo…

Y justo cuando iba a dejar de lado la idea… una duda emergió de lo más hondo de sus temores, obscura como lo era todo aquel asunto que lo había vuelto tan frágil: Si él jamás pudiera volver a ver, ¿Enzo de verdad se quedaría a su lado?

¡No! ¡No debía dudar! Él le había dicho tantas veces que no lo dejaría. ¿No estaba ahí, demostrándoselo? ¿Qué más prueba que eso necesitaba para confiar en él?

Mató aquella inseguridad. Deseaba creer cada una de las palabras de apoyo que su hermoso rubio le había dado con tanta firmeza, estaba convencido que no era simple bondad ante un moribundo, que se trataba de amor… que Enzo lo amaba.

Pero… aún si a Baladi no le importara su ceguera…. ¿no sería eso injusto? ¿Atarlo a un discapacitado? Una persona como él, joven, atractivo, astuto, con una vida fantástica por delante.
Él merecía a alguien a su nivel, un hombre que pudiera ser su compañero de vida, que le apoyara en su carrera, que le ayudara a crecer. ¿Cómo es que un ciego podía tomar ese papel?

Ésta vez… no se trataba de sí mismo.
Amaba tanto a ese hombre que aquello le perturbaba.

No obstante aquellos pensamientos no estaban ayudando. No debía ahondar en aquello, no aún por lo menos.
Quizá él podría recuperar la vista, quizá no.
Pero no tenía sentido torturarse por algo que aún no se sabía.

Además, ¿no sería una jugada más estúpida del destino? Ser quien lograra tener a su lado a un sujeto tan fascinantemente bello y no se capaz de verlo.
La vida podía ser irónica sí, pero no podía ser TAN ridícula, ni siquiera alguien tan sarcástico como lo era Reiner podía concebir tal injusticia.

Buscó la mano de Enzo y él pareció comprenderlo, porque le tomó la suya, apretándola con fuerza, dándole su apoyo. Esa preciosa criatura estaba a su lado sin importar nada, no debía dudar de él, nunca jamás.

Quería verlo. Quería ver a Enzo. ¡Tanto!
Horas antes se habría conformado con estar respirando, pero era ambicioso y desagradecido con su suerte quizá, ¡y quería verlo!

- Lo dejaremos descansar un rato para que despierte por completo, pero pronto tendremos
  que hacerle nuevamente una serie de estudios y…

Iba a seguir hablando cuando él lo único que quería era un momento a solas con aquella preciosa persona.
Tuvo que interrumpirlo. No le importaba nada salvo eso.
Acababa de vencer a la muerte, ¡no quería perder el tiempo escuchando ese parloteo!

- Doctor, ¿hay algo más que requiera su presencia justo en éste momento?
  ¿Nos puede dar un minuto?- preguntó sin nada de sutileza.

Un momento de duda puso en manifiesto el total desconcierto del médico.
- Es muy importante lo que estoy diciéndole- rebatió.

- Rein, che stai facendo?-lo cuestionaba su amante, no, su novio.

- No voy a morir en los siguientes minutos, ¿cierto?
  Puede permitirnos un instante a solas- insistió. No iba a recibir un no, no lo iba a
  admitir.

- Sí… supongo que sí- respondió entonces renuentemente el médico ante lo que
  difícilmente podía calificarse como una indirecta.
  Señor Baladi, preste atención a sus reacciones e infórmeme de cualquier cosa que le
  parezca inusual en él. Y a usted le pido que tenga cuidado con sus movimientos, mucho
  cuidado- ¿Acaso estaba implicando algo?- Volveré en un rato, un rato corto. No haga
  esfuerzos, es muy en serio.

No tardó en escucharlo salir.
- Rein, eres lo peor- escuchó quejarse al más joven.

Köhler puso la mano en su propio regazo y para no volver a tentar a la nada, recorrió el camino sobre el esbelto cuerpo de su amando hasta tomar su rostro.
Era extraordinariamente suave, tal como recordaba.

- No sé qué hacer con ésta felicidad que estoy sintiendo- le confesó- ¡Soy tan feliz en
  éste momento!

- Ah, Rein…- escuchó que lo nombraba, sorprendido. Lo escuchó jadear.

¿Todo estaba bien con él?
En realidad había estado un tanto callado todo ese tiempo, lo cual era muy extraño.
¿Tenía que preocuparse?

- Yo también… ¡soy tan feliz de verte!- le oyó decir. Su voz parecía quebrarse.

Era como si nada existiera salvo ellos de pronto. Un segundo a solas transformaba la intimidad entre ellos en algo profundo e inmediato. Como siempre.

- Hay algo… que quería decirte- decía Baladi. Inclusive sin verlo, pudo comprender que
  ese joven estaba luchando por mantenerse ecuánime- Cuando te llevaron a cirugía, quise
  decírtelo, ¡pero no hubo tiempo! Y me prometí a mí mismo que lo haría en el siguiente
  instante que pudiera verte de nuevo.

Köhler sonrió, comprendiendo que lo que fuera, sería algo intenso e italiano.
- Bueno, me he ganado escucharlo, ¿no es así?

Eso le hizo reír un poco al más joven. Y con más calma, continuó.
- Reiner, eres la única persona en el mundo por la que he sentido lo que siento.
  Eres también… mi primer amor. El único al que he querido en serio.
  Todo eso te hace… el amor de mi vida también- lo escuchó sollozar, los dedos que
  tocaban su cara pudieron sentir lágrimas atravesándolos. No tardó en limpiárselas.

Enzo.
¡Aquel llanto lo conmovió hasta lo más profundo!

Si él llorara de dolor, intentaría detenerlo pero comprendía que ese llanto era de alivio y dicha.
Era tan adorable, ¡en verdad Enzo era tan adorable!

- Y Rein; eres todo aquello que siempre busqué sin saberlo. ¡Te tuve frente a mí todo el
  tiempo y no supe reconocerlo! ¡Jamás volveré a cometer ese error!
  Te prometí un futuro, ¿recuerdas? Estamos ahora en él, ¡quiero vivir mi vida junto a ti!
  ¡Quiero abrazarte fuerte y no volver a dejarte ir jamás!

Eso lo dejaba helado.
Aquello no era un juego, ni una broma, ni una mentira, ni un momento de locura. Era una declaración de amor, una completamente romántica.

¡Sintió que perdía el aire!

- Y quiero que entiendas algo, de verdad no me importa si no eres capaz de volver a ver,
  lo digo en serio- aseguraba, resolviendo la duda que lo había asaltado antes.

Sí, él ya lo sabía, en el fondo de su corazón ahora comprendía que aquello era verdad, ¡y lo adoraba por eso!

- Estar contigo es todo lo que quiero, Rein, ¡éste es mi final feliz!

Una ola de dicha lo envolvió, haciéndole sentir una sensación de calor en todo el cuerpo.
Aquellas simples palabras le hicieron entender que todo lo que alguna vez hubiera ocurrido de mal en su vida, las pérdidas, el dolor, la incertidumbre… ya no importaban.
Porque lo tenía a él, se tenían mutuamente.

Un final feliz.
Teniendo a ese rubio a su lado, cualquier final sería uno feliz.

- Ah, siempre has sido tan bueno con las palabras, caro.
  ¿Acaso quieres hacerme llorar también?
  Y es que todo esto… ¡parece un jodido sueño! No puedo creer que esté ocurriendo en
  verdad… no siento como si fuera real… ¿suena como algo loco?

Lo que acababa de decir, pareció romper la magia del momento.
Hubo un largo momento de silencio.

- No digas eso- le oyó murmurar, su voz siempre tersa parecía llenarse de miedo.

La repentina seriedad con la que se topó, lo hizo sentirse rápidamente culpable.
Ese joven… debía haber pasado unas horas horrendas por causa suya.
Estaba siendo completamente insensible ante su angustia. Y aquello era justo lo contrario a lo que quería, ¡más después de oírle decir cosas tan hermosas!

- La anestesia… hace todo confuso- trató de justificarse.

- Es real, este momento, mis palabras, todo es real, Rein.
  No vuelvas a dudar de lo que digo.

- Lo… lo siento- se disculpó, sin saber qué otra cosa hacer.

Baladi le apretaba la mano, había un dejo de temor en tal acción.
Lo oyó suspirar, sacando toda la tensión en la subsecuente exhalación.

- ¿Será que te parece el paraíso?- lo oyó jugar entonces, aligerando súbitamente el
  ambiente como sólo él sabía hacerlo.

Al parecer, comprendía que su propia reacción estaba enturbiando la alegría que ese momento debería tener.

- ¿Estás bromeando?- le siguió la corriente, aprovechando la pauta- Vencí una estadística
  totalmente ridícula que tenía todo en mi contra, ¡y el hombre que siempre he querido  
   acaba de decirme que soy el amor de su vida!
  No puedes culparme por mi incredulidad, cariño.

Logró hacerle reír, menos mal.
Pero más allá de todo, aún quedaba algo por asegurarle.

- Yo en verdad creo en tus palabras. En verdad creo en tus sentimientos- aseguró y no se
  trataba de sólo ofrecerle alivio, estaba siendo sincero.
  No volveré a separarme de ti, no quiero, ¡sin importar nada!
  Vivir sin ti, Enzo, ésa era mi verdadera obscuridad. ¡Y no volveré a caer en ella!

Aquella frase no falló en dejar sin palabras al publirrelacionista.
No era el estilo de aquel alemán sardónico ser tan sentimental.
¡Enzo amó que lo fuera!

- Ah… Rein… ¡eso es…!

No encontró las palabras. ¡Estaba completamente conmovido!
En cambio, se acercó poco a poco a él, con cuidado hasta unir sus labios con los suyos.

Baladi era terso, cauto, suave… y aquel beso era todo lo que había deseado al entrar horas antes al quirófano.

¡No había esperado vivir!
No había sentido nada salvo pánico mientras lo llevaban al quirófano, convencido de que iba directo a su muerte, sin dejar de pensar… en cómo lastimaría a Enzo.
Y cuando le pusieron la máscara que lo dormiría y contó hacia atrás, creyó en verdad que ése era el final, que no volvería a despertar, que eso era todo. ¡Había estado tan hondamente aterrorizado!

Pero ahora estaba ahí.
¡Y cada segundo extra era un regalo!

Rodeó con sus brazos a ese rubio, a quien le abrió boca para acariciarlo con su ansiosa lengua, correspondiendo a aquel infinito sentimiento que le brotaba del alma.

Estaba vivo.
Vivo y junto a la persona más importante para él.
¡Jamás había sido tan feliz en toda su vida! Ese médico presuntuoso había tenido razón, ¡era tan estúpidamente afortunado!

Lo besó como jamás había besado a nadie.
Lo besó como si aquella fuera la primera vez que probaba sus ansiados labios.

¿Era la narcosis la que hacía que todo diera vueltas?
¿O era el amor?

Nada importaba, ¡nada en el mundo!
¡Todo lo que había alguna vez soñado estaba ahí! ¡En sus brazos!

El amor de Enzo que tanto lo había sostenido, de pronto ya no era un consuelo sino que se sublimaba hacia algo etéreo.
¿Acaso su precioso italiano podría sentir también aquella correspondencia? ¿Podía decirle con aquel beso todo lo que lo quería?

Sí, no había mentido, ¡aquel era el cielo! ¡El paraíso mismo!

Se besaron hasta perder el aliento, hasta desaparecer el mundo, la desconfianza y el miedo, tal como aquel afecto había probado en el pasado tener el extraordinario poder de lograr.
 
Aquel era el fin de todo ese horror.
Y el inicio de algo nuevo.

“El final feliz” había definido Enzo.
Sí, era algo hermoso. ¡Algo totalmente maravilloso!

Nunca antes se sintió de aquella manera, tan sanado y tan… amado.

¡Querría a ese hombre todo lo que le quedara de vida! como había sido en el pasado.  Pero ésta vez, se juró que no dejaría nunca más que hubiera dudas al respecto.
No con él, no su familia… su verdadera familia.

- Dilo de nuevo, Enzo- murmuró roncamente.

El otro como era de esperarse, comprendió perfectamente su petición.
Lo cierto es que ya no le importaba decir algo que jamás hubiera dicho a nadie antes.

- Te amo- lo escuchó, su ronroneante voz rompiendo entre ellos- te amo más que a nadie
  en el  mundo, Rein- y al instante después ya lo besaba de nuevo.
 
“Yo también, ¡más que nada también!” quiso decirle, pero… ¿cómo interrumpir el beso más dulce que jamás había recibido de alguien?

Ningún amante antes lo había besado así.
¡No quería que nadie nunca jamás lo besara así salvo él!

Ya le diría después cuanto lo quería de vuelta.

¿No tenían una vida por delante?
… ¿juntos?




Continuará...

 

Notas finales:


Creo sinceramente que éste debió haber sido el capítulo 100.

Escribir esto me ha hecho sumamente feliz no sólo porque lo considero super dulce y adorable sino porque también es una especie de culminación entre ellos, que aunque me inquieta hacer, también creo que era el momento.

No quiere decir que ya no vaya a escribir nada de Reiner y Enzo, aclaro, porque es obvio que no todo ha sido dicho y porque también... no puedo simplemente dar por terminada la historia entre ellos. Más allá de la trama o la lógica no puedo porque... amo a éste par! Así que mientras exista Affair, ellos también lo harán! :D

Espero lo hayan disfrutado leyendo tanto como yo lo hice al  escribirlo y... ¡no olviden comentar! ¡Sobre todo ahora!

 


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