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AFFAIR por malchan

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Notas del capitulo:

Espero no decepcionar a Asterocampa porque no aparecen los protas principales en estos capis, pronto volveré a ellos!

 

En cuanto el elevador abrió sus puertas, una vista espectacular se mostró ante Baladi.
Las paredes de cristal en el piso de Reiner Köhler generosamente enseñaban lo magnífica de aquella privilegiada locación, la belleza congelada del parque hundido en la bruma como segundo plano y las extendidas colinas blancas sobre las cuales yacía la pequeña urbe en el fondo de aquel elegante cuadro.

El hotel Hollerech había sido construido recientemente y era obviamente muy muy costoso, pero el hombre que lo había invitado ahí pertenecía a esa clase de personas dueños de autos deportivos, mansiones y yates, casi todos empresarios, funcionarios de alto nivel, exitosos profesionistas consentidos por sus empresas… o inversionistas como en este caso.

El italiano se quitó la bufanda dorada que llevaba, dirigiéndose a la ventana para ver como la nieve descendía con suavidad desde uno de los edificios más altos de la zona.
Era un espectáculo digno de admiración sin duda.
Una belleza melancólica como el recuerdo de un amante lejano.

- Aquí hace más frío ahora que en Berlín, ¿puedes creerlo?- dijo su anfitrión a sus
  espaldas, pudo ver en el reflejo del cristal como se quitaba los guantes- Y estamos
  hablando de uno de los rincones más gélidos del centro de  Europa.

- Por favor, ayúdame a entenderlo. Sé que nunca fueron de tu agrado los climas de países
  fríos, y negocios o no, eres alguien que podría vivir donde se le placiera.

Su voz sonaba tersa y educada. Reiner lo miraba de espaldas, su largo cabello y su postura perfecta hacían de Enzo algo más interesante de ver que la vista exterior.
¿Cuándo se había vuelto tan refinado al hablar?

- Bueno, siempre cuento con un bourbon para el frío, dicen que es lo mejor que puedes
  tomar en invierno- contestó, quitándose también el abrigo.

Y empezó a caminar a través de ese colosal penthouse dirigiéndose al bar de placas de mármol gris.

- Así que dejaste el whisky por el bourbon.

- No, no lo he dejado. Pero me topé con este Hudson Baby, que es cien por ciento maíz
  americano- explicó con la botella ámbar en la mano- Hace dos semanas lo encontré en
  un pueblo cerca de Innsbruck. Es curioso como lo mejor a veces viene de donde menos
  lo esperas.

Baladi se giró para verlo servirlo sobre un par de hielos y aprovechó para echar un vistazo a donde se encontraba.

La decoración era sobria y masculina, maderas obscuras predominando el ambiente seguramente de teca oriental, asientos de cuero color chocolate y muebles de diseño nórdico minimalista. Era más de lo que incluso para una suite de lujo se podría esperar, soberbio y funcional. Seguramente Köhler lo había mandado a adaptar a su gusto, pensó el más joven y no le habría salido nada barato.

La sala a desnivel descendiente le recordaba a las suites de los años setentas en las casas de verano europeas, donde el jet set vivía su apogeo en las locaciones más exóticas.
“Capri” pensó.

Baladi alcanzó el vaso que le era ofrecido, agradeciendo con una ligera sonrisa que apenas podría considerarse un gesto.

Dio un sorbo y de pronto sintió su boca saturada con el dulce sabor del licor, quemante por el alcohol en la lengua, pero suficientemente suave como para resbalar por su garganta.
Sin duda era un muy buen trago.

Un sorbo más vació el vaso. Y si hubiera pensado que bebía demasiado aprisa, Köhler  desmentía esa idea, volviéndoselo a llenar como si fuera lo más natural.

Esta vez la sonrisa del apuesto rubio fue más auténtica.

Y sus siguientes palabras fueron igual de suaves en su voz, pero habían cambiado de sentido.

- Sabes que no necesitas emborracharme para que me acueste contigo, Rein.

Sus labios ahora se arqueaban tan suaves como lo provocativos que podían llegar a ser, sirviendo un reto en la mesa que no pasó desapercibido por el otro, a quien el italiano recordaba como un ser de sangre caliente.

Y es que ese precioso rubio conocía su propio encanto, sería imposible que no fuera así.

- Eso quiere decir que crees que era un buen amante- respondió su anfitrión jugando
  también.

La respuesta era obvia. Recordaba todo lo que habían vivido juntos, lo divertido y delicioso que había sido conocer a Köhler en el mediterráneo.
Pero no lo admitió tampoco.

- Tendríamos que ver en qué tipo de amante te has vuelto- dijo sólo por incitarlo.

El peliplateado le lanzó una sonrisa retadora, parecía bastante entretenido de tenerlo ahí.
Se recargaba en el sillón, y aunque sus músculos se relajaban, no perdían su forma. Un buen cuerpo lo esperaba bajo esas ropas.

Baladi siempre sentía al lado de ese hombre, que no las tenía todas de ganar. El alemán era esencialmente un hombre muy atractivo en el sentido más amplio de la definición, pues no sólo era guapo y encantador, sino también poderoso y fuerte.

- Pero no es como si estuviera dudando que has mejorado como amante, no creas que
  pretendo ser grosero ni ilógico, Rein. No me queda duda alguna que puedes practicar
  tanto como quieras, no creo que tengas problemas con encontrar con quien hacerlo.

El inversionista lo miró intensamente, decidiendo si estaba siendo sincero o irónico.

- Podría suponer lo mismo de ti- dio un trago y luego otro, sin darle tiempo de reaccionar-
  Hablemos de tus negocios, Enzo- propuso entonces- ahora que tenemos la mente clara.

¿Estaba listo para hablar de dinero?
Cuando se trataba de Reiner en el pasado, él no había actuado siempre como debió hacerlo, así que de pronto se preguntó si de verdad quería hacerlo parte de su vida profesional.

- ¿Y qué pasará cuando ya no sea así?- quiso saber- porque me parece difícil de creer que
  me hayas traído a tu penthouse para hablar de negocios.

- Sólo un hombre hermoso podría decir eso- contestó el mayor parándose frente a él.

Aquel calificativo.
Reiner solía usar ese término con él.
“Hombre hermoso”.
Podía comprenderlo, pero ese adjetivo sonaba demasiado femenino para su gusto.

En realidad a Baladi no le gustaba en absoluto el lado delicado los hombres, apreciaba más un buen cuerpo varonil, de brazos anchos, de mandíbula cuadrada, de voz profunda. Tal como el que tenía enfrente.
Un hombre capaz de sostener horas de buen sexo.

Más pese a tener ese concepto tan marcado de masculinidad, reconocía la armonía de lo delicado. Él mismo tenía algo de eso en su propia persona. No podía pedir menos de ningún semejante.

El mayor llenó su vaso con hielo de nueva cuenta y los roció de bourbon para después caminar hacia su invitado.
El otro lo contemplaba con sus ojos esmeraldas, brillantes e intrigados.

Tras ellos en los ventanales continuaba viéndose caer la nieve.

El anfitrión pareció perder finalmente su energía pasiva y se dirigió a él con decisión.

- ¿Sabes, Enzo? Arriesgándome a ser demasiado directo, quisiera que quedara claro que
  acostarte conmigo no es un requisito para hacer negocios con Muggen… del mismo
  modo en que tampoco es una garantía.

La idea pareció divertir mucho al joven. Quien esbozó una enorme y linda sonrisa.

- ¿De dónde vienen esas palabras tan innecesarias?
  Además, no des por hecho que haremos negocios juntos todavía.

- ¿No es ésta una negociación?
- ¿Lo es?

Baladi se decidió por la acción también, acercándose hasta casi tocarlo.

- Bueno, supongamos que lo fuera, Rein, pese a que no sé qué es exactamente lo que
  estamos tratando. De mi parte habría un término indiscutible, de una naturaleza parecida
  a la de tu aclaración. El acostarte conmigo, ahora o en el futuro, no es algo que decidas
  tú, sino yo.

Su ex amante torció la boca, divertido.

- Vaya. No esperaría menos del irresistible Enzo Baladi.

Köhler dejó su trago en la mesa y le quitó el suyo al italiano, para después pasarle las manos detrás de la cabeza y meter sus dedos entre su cabellera.

Eran hebras doradas y suaves como seda, vio como aquella caricia le causaba un estremecimiento al joven, nublando por un instante la expresión de su cara. Era un hombre verdaderamente tan bello…

Quería tenerlo ahí mismo. Y estaba seguro que era mutuo.

Enzo se separaba, también deseaba permitirse un pensamiento coherente que la cercanía de Köhler jamás le permitiría.
Y sinceramente se preguntaba a sí mismo si iba a seguir adelante con eso. Como él mismo había dicho, estaba convencido de haber sido traído ahí con una doble intensión, después de todo ¿a quién invitas a beber a tu lugar a las dos de la tarde?

Sonaba como una idea tan inapropiada acostarse con Reiner, justo con él. Tanto, que era irresistible.

Dada la forma en la que se habían separado, ellos no deberían siquiera estar así de cerca.

Pero era sencillo, tan fácil simplemente hacerlo.

En ese instante, deseaba dejar de hablar, quería que ahora fuera el cuerpo quien actuara.
¿Por qué resistirse a tener sexo con alguien con quien lo hacía bien?

Sentir ese físico musculoso encima y adentro.

Pero había un paso previo que no dejaría de lado antes de explorar aquel terreno, pese a que fuera tan morboso tenerlo así de cerca.
Tenía que volver a las palabras y decir las necesarias para asegurarse de que no hubiera pie a malentendido alguno entre ellos.

- Antes de seguir debes saber que no estoy buscando nada serio, Rein.

Era la advertencia que hacía a todos los hombres con quien se acostaba y dado que ellos habían estado juntos, se hacía más imperativa aquella aclaración.

- Pero, claro, ¿cuándo lo has hecho?- obtuvo como respuesta. Quizá demasiado rápido.

No supo siquiera si podría tomarlo a mal.
Los reproches no habían sido nunca parte del juego entre ellos.

- Sólo quería que quedara claro- agregó acomodando su cabello que había quedado
  despeinado por el otro.

Y en un extraño impulso que luego tuvo que explicarse a sí mismo, dijo después:
- Y en realidad no me parece la mejor idea hacer negocios contigo, Reiner, no si vamos
  a tener sexo.
  No caminaré sobre un cristal tan delgado como el que dejamos.

Si iba a repeler algo, no se lo permitió, orillándolo a sentarse en el sillón. Una vez así, el italiano lo sujetó de los hombros, manteniéndolo en esa posición.

El otro no parecía haber esperado ese movimiento, pero lo admitió sin resistirse.

- Como tú desees. Pero si me vas a mantener sentado, más te vale hacer algo interesante
  con la posición en que me pones.

En respuesta, Enzo simplemente se acomodó sobre él, pasándole las piernas por los costados, el otro tensó sus músculos para soportar su peso, mientras lo miraba con interrogación y una sorpresa apenas perceptible.

El rubio cerró un poco el compás, su entrepierna quedó presionada contra la piel de sus muslos, ahora quedaba sentado sobre él y al sentir el calor de su cuerpo contra el suyo, el alemán murmuró.

- Sentirías mi piel sobre la tuya sino tuviésemos pantalones.
- Ni ropa interior- anotó Baladi.
- ¿No traes ropa interior?
- ¿Y tú, Rein? ¿Será que tus almuerzos son siempre tan interesantes?

Quizá la verdadera pregunta es si solía acostarse con tipos en su hora del lunch.
Las manos de inversionista le quitaban el cinturón, no lo esperaba aún, pero no ofreció resistencia.

Después, bastó un movimiento para bajarle la cremallera. Köhler se encontró dentro de sus pantalones, sintiendo el algodón tibio de sus boxers.

- Estabas mintiendo- susurró.

- Claro que estaba mintiendo, pero, ¿no hizo más rápido el que me comenzaras a
  desnudar?

- No sabía que tenías prisa- arremetió el peliplateado agarrándolo de la piernas.

Estaban sexo a sexo, sus erecciones se rozaban casi dolorosamente.
Reiner y Enzo se miraban intensamente excitados sólo por la presencia del otro.
Porque no eran dos desconocidos, habían sido amantes y no cualquier tipo de amantes.
Era imposible no recordarlo.

Habían pasado semanas en altamar y a la deriva. Teniendo sexo, bebiendo y bronceándose.

El más joven se apretó contra el otro, poniendo su boca cerca de su cuello y respirando hondo en ella, como un animal reconociendo a su pareja. Había olvidado ese olor que en alguna época había inundado todo su espacio sexual, e inclusive más que sólo ése…

Comenzó a recorrerlo a través de su largo y ancho pene, paseando por su superficie completamente, recordando cada centímetro, dándose tiempo para darle aquella prolongada caricia.

Su mano lo recorría regalándole una presión que culminó en su punta, disparando un acelerado placer en Köhler que se reflejó en la nueva tensión en su espalda.

Continuó con ese movimiento, volviéndolo cadencioso.

Escuchó como le cortaba la respiración y usó su otra mano para bajar sus pantalones por completo, haciendo que sus miembros se tocaran ya sin ropa de por medio.

Su mano los sujetaba a ambos. Y lo miró a los ojos.
Reiner lo observaba desde antes, un sonrojo perverso se acomodaba en sus mejillas.

- Justo ahora estoy pensando que no debo ser el único que haya mejorado, Enzo.
  Y no parece que quieras desmentirme.

- Estás siendo descortés- bromeó pasándole un brazo por encima de los hombros,
  enfrentándose a él como si lo montara. Como respuesta, Reiner lo sujetó de la cadera,
  acariciando suavemente su trasero, erizándole la piel de todo el cuerpo.

- Sería mejor si lo tomaras como un halago.

Enzo rio con él, encontrándole gracia a esa respuesta tan cínica.

- Supongo que hay cosas que no cambian, como tu humor incorrecto.

- Nunca me importó mucho ser correcto- parecía confesar el otro.

Lo sabía perfectamente.
Era interesante verlo interactuar a  veces con la gente, navegando descaradamente en la línea que dividía lo aceptable y lo que no en una conversación. .

- Me gusta este lugar- susurró el rubio sin parar esa masturbación.

- Hm, puedes venir cuando quieras, pero no saldrás de aquí indemne.
  Levántate un poco, tus pantalones me estorban completamente para lo que quiero
  hacerte.

Baladi dejó que se los quitara. ¿Cómo dejarlo hacerlo cuando lo decía en perfecto italiano y con esa voz tan grave?

Köhler le dio un beso suave, dejándolo desnudo.
Y luego se alejó un poco para observarlo.
Estaba sonriendo como un estúpido.

Sus ojos glaciares pasearon por su cuerpo, y cuando se pararon en sus muslos, supo que podía verlas. Unas pálidas cicatrices que a plena luz del día en un penthouse de puros ventanales, eran ligeramente visibles.

Él recordaba el físico de Baladi en su memoria, completamente perfecto, ahora se encontraba con esas marcas que lo desconcertaban.
¿Quién podía haber querido herir un cuerpo así?

- ¿Qué te ha pasado?

- Nada que valga la pena la distracción, eso es seguro.

- Debió dolerte- susurró el otro.

El italiano le tomó las manos y se las puso en la cara interna de sus muslos.
- No se sienten, no son tan profundas, ¿ves?
Era una provocación bien colocada.

El contacto pronto se volvió una caricia sobre esa delicada dermis.
Baladi se inclinó para recoger con su boca el aliento ahora excitado de los labios del alemán. Y aquel gesto se volvió un segundo beso que no tardó en profundizarse.

Rein le abría las puertas de la boca, pero su bienvenida era exigente, su lengua caliente lo atrapó como a una presa.

La humedad anunciaba lo ardientes que ambos estaban. Sus respiraciones se habían hecho pesadas y ansiosas.

Aquella mano fuerte en su nuca movió su cabeza hacia él, acercándolo más.
Baladi cerró los ojos, sintiéndolo erecto y urgente contra él. Su ex amante estaba encendido y condenadamente duro,  y eso lo hacía sentir más deseos por avanzar.

- Aún no conozco tu habitación.

- No hay nada en mi alcoba que no podamos hacer aquí- dijo acostándolo de pronto en el
  sillón de cuero, que en seguida lo recibió confortablemente.

Köhler le tomó los muslos, abriéndoselos. Posaba su mirada en la suya, atento a detectar cualquier resistencia suya, a cualquier cambio de juego.
Recordaba que ese tipo de detalles hacían de él un buen amante.
Y esa evocación lo hacía más receptivo a sus caricias.

Köhler bajaba entre sus piernas, tocando con la punta de los labios su miembro, como un beso. Aquel falo era tan estilizado y perfecto como su dueño y tenerlo de nuevo así de cerca resultaba inquietante para su anfitrión.

Un suave gemido escapó de Enzo, su cabello dorado se le pegaba al cuello que ahora mostraba sin saber.

Reiner usó su lengua para recorrerlo en largas lamidas.

Las mejillas del rubio se sonrojaban y dejó caer su cabeza sin resistencia, rápidamente la sangre se le iba a la parte baja. Lo introdujo por completo en su boca, provocándole una sensación tan deliciosa que le hizo arquear la espalda.

- Rein… diablos…

¡Había olvidado lo bueno que era dando placer con la boca!
Sólo por eso valía la pena haberlo seguido hasta ese lugar…
Al sentir aquella succión sacudió la cabeza y con ello la cascada de su pelo.

Cerró sus ojos un momento, dedicándose sólo a sentir placer, a ser consciente de éste recorriéndole su espalda.

Apretó los labios también, sintiendo los de Köhler llevándolo lejos.

La presión perfecta sobre su entrepierna hizo que comenzara a jadear, su temperatura aumentaba. Su bufanda, el saco, la camisa y todo lo demás caían ahora al suelo. El inversionista lo sujetó de las piernas y se las abrió más, colocando su cabeza entre ellas.

Baladi comenzaba sentirse demasiado excitado, sentía que estaba bastante mojado y justo cuando ponía las manos en la mandíbula de su amante para hacerlo detenerse, el otro sujetó la base de su pene con una mano y comenzó a masturbarlo.

- ¡Ah! Ahhhh….

La mirada de Baladi se hacía más sexual a medida que perdía el control.
Su amante metió sus dedos en lo profundo de él, jugando con su piel más sensible.

Lo supo. Deseaba tenerlo en su boca igualmente, volver a saborear su miembro bien dotado.

- Rein, déjame… tenerte también- pidió.

No esperaba la respuesta que obtuvo.
- No me apetece.

Por un segundo, no creyó lo que escuchaba.
¿Lo decía en serio?
- ¿Qué dices?

Quiso hacerlo parar, pero la intensidad glaciar en la mirada de ese hombre fue definitiva.
No iba a detenerse.

- No… recuerda que en el sexo casual todas las partes deben sentir placer. Si te gira yo…

Pero el alemán lo succionó todo el camino de su boca y de regreso, haciéndolo gemir profundamente.

Merda!

Sentía que ardía, su cuerpo comenzaba a traicionarlo docilizándose más, como si tuviera mente propia. ¿Ese era el resultado de acostumbrarlo al placer físico?

Baladi apretaba su mandíbula para no gemir, no podía contestarle mientras siguiera haciendo eso.

- Hoy me siento egoísta, Enzo- le decía como única explicación.

Luego, a aquel sexo oral se le unió la invasión de sus dedos, los cuales se deslizaban suavemente hacia su interior. Los fluidos que escurrían de su entrepierna eran de momento suficientemente lubricante. Iba directo a su punto más grande de placer, encontrándolo de memoria en sólo segundos.

- ¡Ah! Basta… esto…

No pudo articular más, ¡todo lo que le hacía era simplemente increíble!

Era tan buen sexo.
Y él amaba el buen sexo.

Aunque apretara los labios, sus gemidos ya sonaban profundos y ronroneantes, su cuerpo estaba tan caliente que sintió su cara ardiendo, sus muslos ardiendo, su miembro ardiendo, delirando en el calor de su propio cuerpo, poseído por el demonio del placer.

Jadeó metiendo sus dedos entre ese cabello plateado, sintiendo el movimiento con que lo succionaba. ¡Su boca y sus dedos sabían cómo enloquecerlo sin fallar!

Pero quería ver su cuerpo desnudo, su musculosa espalda, tenerlo dentro.
Y además… no quería ser descortés.

Así que intentó incorporarse para empujarlo, pero encontró resistencia.
Era muy en serio. No se lo permitiría, con sólo la fuerza de su brazo lo obligó a volver a acostarse, su ex no admitía un tal vez.

- Esto es cosa de dos, ¿qué se supone que… ? ¡Ahhhh!
  ¡Reiner!- gritó su nombre, esta vez en un reclamo.

Era como si no le importara lo que pensara, lo que quisiera.
Existía un código muy claro en un affair. Debía ser justo para ambos.

No podía haber mentiras y ambos debían disfrutar. Eso los dejaba en una balanza, alejando las posibles recriminaciones, ¡era tan solo lo justo!

Siempre lo dejaba en claro, haciendo un acuerdo con cada uno de los hombres que llevaba a su cama.
Y Köhler obviamente lo sabía a la perfección.
Y aun así…..

Su negativa a permitirle corresponderle le parecía una provocación, un juego de poder.

-  Ah… ahh, ¿puedes… puedes detenerte un segundo?

Una ola de placer lo sacudió, borrando todo pensamiento.
Sentía que se perdía por completo.
Su cuerpo estaba tan excitado que deseaba tenerlo en sus entrañas.

Recordaba perfectamente cómo se sentía tener a Reiner dentro, tan grande que llegaba a un lugar donde nadie más lo hacía.

Pero sus dedos en su profundidad y su boca recibiéndolo al ritmo perfecto le hicieron sentir los espasmos que antecedían al orgasmo.

- Voy… voy a venirme…

El otro le dedicó una mirada sonriente desde donde se encontraba.
Era una expresión lasciva y retadora que le hizo sentir una punzada de furia, seguida de otra más intensa, de infinito gozo.

- Ah, ¡lo digo… lo digo en serio, Rein!

Pero él, tal como había demostrado hasta el momento, no iba a detenerse. Lo advertía en esa vista dominada por algo que no era lujuria.

Le hizo retorcerse en el sillón, molesto o no, no le era posible retrasar su clímax un instante más.

Sus piernas se cerraban alrededor de su cabeza, el calor en esa boca hacía de aquella humedad el lugar perfecto.

Los últimos movimientos fueron una obra de perfección, aumentando su ritmo hasta que llevarlo al sublime final.

Köhler conocía su cuerpo, sus reacciones, no era difícil, supo el momento preciso de sacarlo de sí. El gemido delicioso de Baladi se escuchó en todo el penthouse y su semen aperlado le salpicó el pecho. Le siguieron unos jadeos remanentes que al alemán le parecieron adorables mientras limpiaba con la punta de su lengua los restos blancos en aquel falo.

El otro estaba aún derrumbado, pero su cerebro luchaba por recuperarse pronto. Había tomado una decisión.

En cuanto pudo, se incorporó en un movimiento, sorprendiendo a Köhler que tuvo que apartarse.

Enzo se sentó en el sillón, poniéndose sus prendas una a una con efectividad, como alguien que actúa con la rutina de su lado.

El alemán se limpiaba la boca con el brazo, mirándolo vestirse.
- ¿Te vas tan pronto?

- No veo a qué podría quedarme- pese a la rapidez de sus movimientos, el timbre de su
  voz carecía de enojo, era estudiadamente terso aunque si respiración sonara aún algo
  agitada- Ya me he venido y si no me vas a dejar tocarte, yo diría que hemos terminado.
Era como si supiera modularla perfectamente para esas ocasiones.

Reiner frunció el entrecejo, su mirada se endurecía al escucharlo hablar de ese modo.
El Enzo que recordaba nunca había tenido tal control sobre su pasión, especialmente después de haber tenido un orgasmo como ése, pero en este momento le mostraba mucha cabeza fría…. casi calculadora.

No pudo evitar odiarlo.

- ¿Te has molestado?

El más joven se amarraba el cabello. Aunque actuaba indiferente, mostraba una expresión desquiciantemente relajada.
No, no recordaba aquel frío control en el rubio. Su espontánea y sincera personalidad parecían haber desaparecido con el tiempo.

- No tendría por qué estarlo.
  Si tienes a alguien en tu vida, entiendo que no quieras llegar hasta el final conmigo.

- No hay nadie que merezca tales deferencias- aclaró.

Baladi quizá sólo buscaba explicar ese extraño comportamiento.
El hecho de escuchar esa respuesta resultó una extraña molestia.

- Entonces simplemente me decepcionas- declaró, poniéndose el abrigo color arena- Son
  dos los que deciden durante el sexo o por lo menos el que a mí me gusta practicar.
  A mi parecer, los encuentros casuales deben ser recíprocos para que sean justos. No me
  gusta quedar nada a deber.

La respuesta del otro, resultó un tanto ácida.
- Quien diría que pondrías tantas reglas al sexo, Enzo.

Pero el otro optó por ignorarlo, yendo al elevador. Mientras aguardaba su llegada le dirigió una mirada fría.

- Es obvio que me guardas rencor, tal vez no es buena idea volver a encontrarnos.

Köhler tuvo que admirar la facilidad con que el más joven decía esas palabras.
Una vez más, esa bomba rubia resultaba ser muy diferente a como lo recordaba.

- Si no crees que es buena idea, entonces no hice tan buen trabajo- le dijo.
  Y si te marchas así, entonces será verdad que no corresponderás a mis atenciones.
  ¿No iría eso en contra de tu idea de quedar a mano?

El otro resopló.

- Vaya, sólo tú podrías contestar de esa manera tan descarada.

Reiner sonreía, semidesnudo e insolente en el sillón de su penthouse.

- Enzo… es absurdo negar lo que pasa aquí y ya quedó claro que no queremos nada
  serio ninguno de los dos.

Era difícil creerle a alguien que en el pasado había resultado ser tan posesivo con su persona.

Pero el peliplateado en ese momento lucía avasalladoramente encantador, siempre lo hacía en la profunda intimidad. Y lo cierto es que renunciar a la oportunidad de volver a aprovechar ese cuerpo musculoso era odioso, más ahora que recordaba perfectamente lo que era coger el placer de Reiner.

Respondió algo que normalmente iría contra su proceder normal, en un impulso que fue más fuerte que su razón.

- El pasado es el pasado y es mejor que se quede dónde está. Así que si vamos a abrir esta
  puerta, no podemos repetir nuestros errores; el que tengamos sexo no significa que
  estamos juntos ni que algún día lo estaremos. Y que si quiero tocarte, no tienes derecho
  a negarte.

Sus términos eran claros.

- De otra forma…

- Bien- le interrumpió- Al final no pudiste evitar hablar de negocios, ¿verdad?
  Tus términos para proceder me parecen aceptables en realidad. Como digas, se hará.
  Además… me encanta la parte en que te das total derecho a tocarme.

Esta vez parecía tomarlo en serio pese a la guasa.

- Y es cierto que quiero seguir viéndote.

Estaba poniendo en la mesa su deseo y no titubeaba ni un instante al hacerlo.

- No te dejaré marcharte sin que tenga una satisfacción al respecto- completó, esta vez
  con severidad. Esa parte no parecía tener nada de broma.

El más joven parecía ahora sorprendido por aquella exigencia.
Pero no era de extrañar escucharle decir eso, alguien como Reiner estaba acostumbrado a obtener todo cuanto quisiera, la vida no lo había acostumbrado a nada diferente.
De ahí venía su aplastante confianza en sí mismo.

- Hablemos de satisfacción entonces. Si bien es cierto que he disfrutado tu hospitalidad,
  también estoy lejos de estar completamente satisfecho, Rein.

Era casi obsceno escucharlo hablar así.
- Quería tenerte de todas las formas posibles y simplemente no me lo has permitido-
  continuaba sin darse cuenta lo adorable que sonaba para la otra parte-  ¿Qué se supone
  que significa eso?

- Nada. Quiero lo mismo que tú. Quiero tenerte también.
  Te conozco, ¿no es así? Pese a que el tiempo ha pasado sigues sin querer perder tu
  valiosa libertad, y estás en tu derecho. Respetaré eso.

Baladi torció ligeramente sus carnosos labios. El timbre del elevador anticipó su llegada.

- No sé… si creerte.

- No tendrás de mí salvo lo que quieras tener.

El RP entró al elevador.

- ¡Baladi!

Esta vez no era un llamado. Él nunca lo nombraba por su apellido.
El corazón del rubio se agitó encerrado en su pecho, pese a su apariencia indolente.
También deseaba volver a verlo, pero no lo admitiría tan fácilmente.

- Acabas de decir que tengo libertad, entonces puedo elegir lo que yo quiera, ¿o no?- replicó.
- ¿Y eliges entonces?
- Que no tengo que hacerlo ahora mismo.  

La puerta se cerró.

Mientras descendía, el rubio recuperaba la cordura.

Acceder a los deseos de Köhler en el pasado había sido un arma de doble filo.
La pasión que ese hombre desataba era un mar furioso en que alguna vez casi se había ahogado.

No podía volver a cometer ese error.

 

 

 

Continuará...

 

Notas finales:

Me da gusto estar teniendo un buen ritmo en las actualizaciones, tengo muchas ganas de escribir Affair y creo que se nota. Pero recuerden que mi principal motor son sus reviews, así que no se olviden de comentar por favor! <3


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