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AFFAIR por malchan

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Notas del capitulo:

Como ya se está haciendo costumbre, estaré trabajando fuera las últimas semanas del año, esto me hace muy complicado poder actualizar!
Así que por lo pronto, les dejo un maxi capítulo que espero les dure un poco más ;)

Dicho eso, FELICES FIESTAS!!!

Mis mejores deseos para mis queridas reviewers! Las quiero muchísimo y espero les pasen puras cosas bonitas, mucho amor, mucha salud, mucha felicidad y mucho yaoi!


*regala galletas con forma de chinchin*

 

 

Miraba el cielo italiano a través de un ventanal, dejando que el calor le bañase la piel desnuda. Estaba sentada en la orilla de la cama, con los ojos cerrados, arropada en sí misma.

Había obedecido a un impulso extraño cuando, habiendo tenido la oportunidad de irse con Kyan, había optado por no hacerlo. No es que Enzo no le importara y esperaba que no fuera a dar esa impresión, estaba angustiada por lo que le ocurría a su amigo pero confiaba que la presencia del castaño fuera suficiente hasta que pudiera verlo.

Era sólo que… sus prioridades se habían reacomodado.

Sintió como el cuerpo de Zia se movía en la cama, estaba despertando.
No tardó en sentir su abrazo, olía tan dulce como lo era su perfume.

- Anna… no recordaba te despertaras tan temprano.

Eso tuvo cierta gracia, porque era cierto.
No solía existir antes de mediodía.

Zia le giraba la cara para verla.
Sus labios sonreían.

- Aun me despierta curiosidad ver tu cara sin lentes, eres muy bonita- decía su chica.

Ella podía decir lo mismo de la empresaria, siempre con el pelo platinado perfectamente peinado, maquillada preciosamente y siempre vistiendo de diseñador.
Ciertamente las mañanas como ésas la hacían ver mucho más real y a ella le gustaba la señorita Borden recién levantada más que aquella sofisticada mujer de negocios que le pertenecía al resto del mundo.

- Me da gusto haber venido- continuaba la rubia- y saber que los siguientes días
  estaremos encerradas en ésta casa.

Aquello… la hacía sentir culpable porque ella no estaba pensando de la misma manera.

Mestri tenía que aceptar que las cosas habían cambiado entre ellas, Zia se mostraba ciertamente más accesible y comprometida. A decir verdad poco había esperado de su último acuerdo en año nuevo, pero la otra parecía de verdad determinada a que lo que volvía a ocurrir entre ellas, continuara.

Abrianna ahora sabía que no habían sido sólo palabras, ella parecía quererla de verdad. ¡Eso la hacía tan feliz!

La mano suave y con perfecto manicure de la mayor la estrechó por la espalda, acariciando lentamente la superficie blanca de sus pequeños senos. Lo habían hecho toda la noche y al parecer, ella no había tenido suficiente.

Entendía que ese lugar fuera un escape maravilloso para la empresaria y que deseara aprovechar cada día, y deseaba de verdad estar en el mismo humor que ella, pero no era así.

- Si alguna de nosotras es bonita, no soy yo- decidió que era necesario aclarar.
  Mírate a ti, eres alta, delgada, bella y elegante. Y yo soy como un chico en la pubertad.

Le provocó una risa de su hermosa novia, la cual la rodeó ahora con ambos brazos por su cuerpo desnudo, haciéndola sentir escalofríos.

- Pues tu cuerpo no es el de un chico, Anna, me consta- la incitaba- y ahora que te tengo
  así, bien puedo demostrarte que estás lejos de ser un adolescente.

- Ah, Zia… ¿podemos desayunar primero?

Era una excusa horrible para no tener sexo con ella.
Pero tras aquel rato de reflexión, no podía aterrizar de vuelta al mundo real. Un asunto la perturbaba y todos parecían querer desestimarlo.

Ante su negativa, como un conjuro, sintió como la rubia se separaba de ella.
- Te haré una contraoferta, Anna- le escuchó decir, su voz era dura ahora- Dime mejor
  qué es lo que ocupa tu mente antes de que me ponga de malas.

- ¿Eh?

Se giró para mirarla.
Los ojos azules que la observaban estaban inconformes.

- No finjas, no te queda, tu cara siempre lo dice todo.
  Has estado muy ausente desde que llegué, ayer mientras lo hacíamos ni siquiera me
  mirabas- reclamó- esa no eres tú.
  Y siendo práctica, me preocupa que se trate de algo malo entre nosotras que se
  me esté escapando. No cometeré errores de nuevo contigo, me lo prometí a mí misma.

- No, no es nada de eso- se apresuró a explicar, ansiosa ante la idea de que se estuviera
  haciendo de ideas equivocadas- ¡soy muy afortunada de que hayas venido!

Se estiró sobre la cama para tomar sus gafas y ponérselas. Las necesitaba como una especie de objeto de seguridad.

- Es sólo que… hace unos días el padre de Enzo murió, Key se fue a Palermo a verlo y
  yo… me quedé aquí. Me siento culpable por eso.

- Debiste decirme- le contestaba, la expresión de su cara se acorazaba- No tenías que
  quedarte a esperarme, lo hubiera entendido.

- No era mi intención…

- ¿Quieres que vayamos a Palermo?- proponía inesperadamente.

Parecía decirlo muy en serio.

- No- respondió tajantemente- No… yo… ¡no te sientas culpable de la situación!
  No es… ¿cómo decirlo sin que suene terrible?
  No es que no me fuera con ellos porque me sintiera comprometida con tu llegada, claro
  que de alguna forma era así, pero…

La hermosa cara de la luxemburguesa pareció desconcertada.
Mestri sentía que su incapacidad para explicar la situación estaba empeorando las cosas.

- Quería verte, porque tú eres mi sentido común.
  Quería saber si me apoyarías en esto.

- ¿En qué?

La falsa morena suspiró, dirigiendo su cara al ventanal de nuevo.
Desde ahí podía verse el mar, cristalino y bello.

- Sé que va a sonar estúpido. Y no quiero que pienses que soy una tonta.

- Bueno, si de entrada te parece que es una mala idea, creo que tú misma estás
  contestándote de antemano, ¿no crees?

La fotógrafa optó por no hacerle caso a sus ideas previas.

- Carolina me dijo que conocía a Sylvan D´Oria, el hermano de Ricard.

Había soltado esa frase casi de la nada.

Zia se sentaba en la cama más apropiadamente, porque sabía que ese tema nada tendría de romántico. A la basura se iban sus planes de sexo.

Cuando se trataba de Abrianna y los D´Oria, si, ella actuaba como una tonta.
Pero deseó darle el beneficio de la duda.

- ¿Y qué hay de relevante en eso?

- Kyan dijo que la hermana de Rick lo había contactado en Luxemburgo.
  Ellos se encontraron, y ella no tardó en involucrarse con Olaf Lundgren, si no es que ya
  lo estaba desde antes.

La mirada de la italobelga se fijaba entonces en ella.
Mestri sabía que el Gran O no le era un tema desconocido.

- Fallo en ver hacia donde te diriges- se zafaba de toda acusación.

- Olaf fue violento con esa chica, Key me lo dijo, está metida en aguas muy turbulentas.
  Pero lo que más extraño me resulta de toda esta historia… es que jamás supe de ella,
  Zia, tú sabes que estuve averiguando por meses acerca de los D´Oria cuando me dijeron
  que Rick había muerto.

Pero no es como si Borden no es que estuviera olvidando aquello, sino todo lo contrario.

- Y a cambio obtuviste puros rumores- debatía- ¿Por qué te importa lo que te haya dicho
  Carolina? ¿O Novak? ¿Qué tiene nada de eso que ver contigo?

Abrianna se encogió de hombros, sintiéndose incómoda.
- Te dije que iba a sonar como una tonta.

- Anna… creo que es momento que dejes el tema en paz. ¿No recuerdas acaso que
  entrometerte en ese asunto fue lo que provocó en primer lugar ese distanciamiento entre
  tú y tu amico?

Eso le causaba malestar.
- Claro que lo recuerdo. Y admito que en mi intento de ayudarle, acabé empeorando todo,
  pero por eso mismo, ¿no lo ves? Puedo hacer las cosas bien en ésta ocasión si yo…

No pudo decirlo.
Quizá ella tuviera razón y todo eso fuera una mala idea.

- ¿Si te dispusieras a averiguar sobre ésta hermana?

- Creo que ella es una impostora- lo decía al fin.
  Creo que está usando esa identidad para acercarse a Key. No creo que Sylvane exista.

- ¡Es una locura! ¿Estás escuchándote?

- Si, sé cómo suena, pero… ¡es un pensamiento que no puedo sacarme de la cabeza!
  Esta vez no es un rumor, Carolina conoció a los D´Oria, a cada uno de ellos, esa
  hermana no existe, Zia, se lo dije a Kyan.

La rubia se acomodó los cortos mechones platinados atrás de la oreja, disgustada.
Después, la tomó de las manos y la miró con gravedad.

- Entonces, ¿le dijiste esto a Novak?

- Sí.

- ¿Y qué fue lo que él te dijo al respecto?

No iba a gustarle su respuesta.
- Que no hablara de eso, que era una tontería.

Zia la desarmaba poco a poco. Tal como en el fondo había temido que hiciera.

- Ahí lo tienes, la única persona a la que podría importarle el asunto, no lo hace.
  Me pediste mi opinión y yo creo que no debes involucrarte. Nada bueno saldrá de esto y
  es probable que acabes lastimando de nuevo Novak en el proceso, como ya ocurrió en el
  pasado. Anna, mírame, ¿me estás escuchando?

Pero la fotógrafa negó con la cabeza, sin poder poner en sus ojos azules tan firmes su mirada.
- No puedo…

- Anna.

- ¡Tengo un mal presentimiento!

- ¿Y vas a basar tus decisiones en una simple corazonada?

Se sintió herida.
Claro que no tenía lógica, no todo en el mundo tenía que tenerla. A veces el universo no marchaba con ese combustible.

- No soy tan racional y estructurada como tú, no funciono así. Creo en seguir al corazón y
  creo que esto es algo que no puedo ignorar, lo siento.

Quizá era una defensa pobre, pero era con la que contaba.

- Entonces en realidad no te importa lo que pienso de verdad, sólo deseabas que te
  dijera lo que quieres oír- se puso de pie y se cubrió con una bata- Iré a hacer un poco de
  café.

Salió de la habitación, dejándola sola.

Le estaba haciendo sentir que actuaba mal.
Y tenía razón, había querido que ella, con su pragmatismo le confirmara que era buena idea volver a abrir esa puerta. Pero no lo hacía, Zia consideraba que no resultaría en algo bueno.

Era mala idea, obviamente lo era…

Se puso de pie, sin ponerse nada y caminó en esa espléndida casa que la luxemburguesa había rentado para ambas hasta alcanzarla en la cocina.

La encontró llenando la cafetera.

- Necesito que me apoyes en esto.

- No tiene sentido- decía la otra, sin hacerle caso.

- Ahora sé que no crees que deba meterme con los D´Oria de nuevo.
  Pero ya te lo dije, esto es importante aunque no entienda por qué aún.

- Sólo quiero lo mejor para ti- declaró Zia, dejando todo lo que hacía para enfrentarla- y
  esto que pretendes hacer es una equivocación que no hablará a tu favor.

Aquella declaración le dolió.
Y Zia pudo comprobarlo por su expresión.

- Lo siento… de verdad, pero es lo que pienso.

Mestri buscó donde anclarse, pero aquellas emociones se volvían una tormenta.
¡Al demonio!

- ¿Sabes qué? No me importa, no me importa que él se enoje conmigo de nuevo, necesito
  saber quién es esa chica, hay algo muy turbio en ella.

- Y tú quieres meterte en ese asunto turbio- la acusaba.

- Sí. Y quiero que tú me apoyes en esto.

La mayor suspiró, frustrada.
Miró a su alrededor, buscando un algo que no encontró.

- ¿Por qué eres tan cabeza dura, Abrianna?

- Zia… -la forma lastimosa en la que pronunció su nombre, dejaba en claro que buscaba
  ponerla de su lado.

La vio dudar, eso era un pequeño éxito. Quizá.

- ¿Qué es exactamente lo que me estás pidiendo?

La joven se mordió los labios, antes de finalmente decir:
- Que me acompañes a Turín.
 

 


- - - - - -

 


Sylvan D´Oria no era una persona saludable, en ningún aspecto.
Solía tener pensamientos macabros todo el tiempo, así como conflictos existenciales intensos y masoquistas, desde que tenía memoria así había sido. Y su salud mental mandaba sobre su físico, al que castigaba al igual que su cabeza en ocasiones por tiempo prolongado.

La culpaba a ella… por muchos motivos, siendo uno de ellos, el que fuera lo más fácil.

Pero la voz que gritaba en el fondo de sí mismo por ayuda, aquella que le había hecho acudir al doctor Olaf Lundgren en primer lugar, fue aquella que aceptó la propuesta que ese alemán de ojos azules le ofrecía.

Le había contado sus secretos a un hombre que apenas si conocía, la manera en que R lo había tratado le hacía pensar ingenuamente que podía confiar en él, había esperado quizá un poco de comprensión de su parte aquella noche en que habían terminado en su penthouse y él no lo había tocado. Ese sujeto, que lo había abrazado con toda la fuerza de sus potentes brazos, pudo haber tenido diferentes reacciones a la historia enfermiza que le relataba, muchas de ellas aunadas a un lógico rechazo, pero… no fue así.

Le ofreció ayuda, verdadera ayuda, donde todos habían intentado sacar provecho. Aunque había esperado tanto esto, no supo cómo reaccionar cuando la obtuvo.

Había dicho que sí en su deseo por satisfacerlo, pero realmente no tenía intenciones de ser internado en ningún lado como un enfermo mental…

De cualquier forma, R no tardó en irse a Sicilia a perseguir al hombre al que realmente quería, el perfecto Enzo Baladi, dejándolo envuelto en un abandono que le pesó, por primera vez en mucho tiempo.

Los siguientes días aguardó ver a su hermana, seguro de que su compañía lo aliviaría, pero ella no se apareció.
Fue extraño como tras odiarla tanto al grado de desear destruirla, el saber que ella desaparecía lo llenaba de angustia.

Mientras pasaban los días, su aflicción escaló varios niveles.
Tenía que hacer algo por sí mismo. ¡No podía seguir dependiendo de su gemela!

Así que tomó una decisión.

Esa tarde fue al Vinnart para hablar con Lundgren.
En cuanto estuvo en presencia del Gran O, éste pareció enojado en demasía de saber que R le había ofrecido ayuda psicológica, ¿qué no eso estaba fuera de su área de competencia?
Y lo que más le irritaba, es que hubiera sopesado aquella posibilidad y estuviera siendo tan insolente como para ir hasta ahí a informárselo.

Cuando el psiquiatra le preguntó si continuaba tomándose el medicamento que le había mandado, tuvo que admitir que no lo hacía.

¡Eso pareció ser lo que terminó de disparar su verdadero enojo!

- ¡Eres tan malagradecido que ni siquiera lo comprendes!
  ¡Y además, te marcharás de aquí como una golfa tras follar!- gritaba.

Había querido decirle con firmeza que renunciaba a todo, tal como había venido a hacer, pero… tuvo miedo de admitirlo, en especial si el inglés lo miraba de esa forma tan iracunda. Podía ver como sus ojos se inyectaban de sangre ¡y supo que tendría que salir de ahí cuanto antes!

Había sido testigo de todo el dolor que era capaz de causarle a su hermana gemela y supo que la víctima… esta vez sería él.

Olaf se levantó de su silla, y mientras D´Oria retrocedía, se topó con el cuerpo de una figura envuelta en cuero, sus fuertes brazos lo atraparon como una bestia…

M. Y a su lado, C.

- Me parecería incorrecto que te fueras sin que nos despidiéramos apropiadamente de ti,
  ¿no crees?- amenazaba el viejo, su sonrisa se torcía hasta volverse grotesca- porque
  siempre ha sido tu adorable y heroica otra mitad la que nos complace con su deliciosa
  agonía y creo que es sólo justo que sientas lo que sin ningún problema le has recetado a
  ella, como mi buen discípulo.

  Quiero crear en ti, un recuerdo en tu cuerpo y en mente que dure el resto de tu ridícula
  existencia, para cuando te sientas sano y recuperado, no olvides de dónde has salido y
  las cosas que has hecho.
 
  Una vez que te unes a mí, no hay marcha atrás.
 



- - -



Iba rumbo a una simple galería, el Vinnart.
Caminaba con una maleta con ruedas sobre la calle empedrada cubierta de nieve.

Nadie podría decir que algo raro pasaba ahí, ¿no es cierto? Sólo era una joven rumbo a su trabajo.
Pero su labor consistía en hacer un control de daños para un sujeto de mente muy muy enferma y los sádicos que le servían.

Hasta ese momento jamás, ni siquiera siendo enfermera en Serbia, había visto heridas tan horribles, ¡a veces le parecía increíble que S resistiera tanto!

Pero aunque su cuerpo lograra recuperarse en un par de días de los cortes, las quemadas, los azotes, las suspensiones, las perforaciones y demás… Beka sabía que a cada una de esas heridas físicas le correspondía una en su psique. Y para eso no existían curaciones que ella pudiera ofrecerle.

Las semanas anteriores había tenido pesadillas en que esa galería tan inmaculada y sofisticada de día, se transformaba de noche en un siniestro infierno lleno de gritos que jamás paraban, risas despiadadas y enloquecidas y el olor a sangre coagulada y carne quemada que le hacía vomitar y llorar. Se descubría atrapada en sus aterradores cuartos secretos, siendo grabada por Olaf, que podía ver cada uno de sus movimientos sin tener que moverse de su macabra silla.
La morena despertaba bañada en sudor, alterada y culpable, ¡horrorizada por lo que había accedido a hacer por dinero!

Solía acariciar la cabeza de S cuando caía en la inconciencia porque esa criatura le despertaba una deplorable compasión, pero esa insignificante gentileza no expiaba su culpa de ser testigo de aquel suplicio y no hacer nada al respecto.

Sin embargo hacía días que ninguno de los S se aparecían por ahí. Se sentía verdaderamente aliviada por ello aunque eso significara que sus generosos ingresos pudieran peligrar.

Pero esa tarde cuando cruzó la puerta, encontró la galería sumida en un extraño silencio.
Una mala señal, como ya sabía.

Dejó su bolsa y su maleta en el recibidor, al igual que su abrigo y caminó a través del estudio hacia los cuartos del fondo, que sabía eran a prueba de ruido.

Giró la manija de la habitación favorita del galerista para efectuar “su arte” y encontró con que la puerta estaba cerrada desde adentro. Aguardó, nerviosa del otro lado.

¡Algo repugnante ocurría dentro!
Deseaba irse a casa. ¡Deseaba abandonar todo lo que significaba trabajar para el Gran O!

Finalmente fue C quien le abrió, su mirada parecía desprovista de toda humanidad. En tan poco tiempo ese joven bobo, se había vuelto un monstruo también, ya no veía nada de humanidad en sus ojos, ahora tan similares a los de Mika.

Dentro, el horror ocurría con lasitud.

Cobijados bajo un beat profundo y constante, O fumaba confortablemente su puro sentado en su silla especial, su mirada complacida estaba sumergida en el gozo del voyerismo, el humo lo envolvía grotescamente dándole un halo similar al de una criatura maligna.

M también estaba ahí, siendo las manos del Gran O, sujetaba el cuerpo de alguien a quien habían atado y colgado del techo con cadenas, ¡ni siquiera cuerdas! y con la otra mano trazaba grotescamente un cuadro muy grande en el pecho de su víctima.
C cerró la puerta y fue hacia la mesa de instrumentales, pasándole otro unas pinzas.

¿Qué mierda hacían esta vez?

Su compañero de departamento y trabajo sujetó entonces la orilla de aquella piel y de un movimiento firme y espeluznante ¡comenzó a desprenderla de la carne!

¡NO! ¡Ese proceso debía ser inmensamente doloroso!

Habían neutralizado a aquel sujeto con una máscara de privación, pero éste se agitaba desesperadamente. Chorros de sangre escurrían agónicamente por su cuerpo. No estaban usando ningún tipo de anestesia. ¡Hijos de puta!

Sintió que le faltaba el aire…
- ¿Se trata de S?- preguntó, horrorizada.

- B hermosa, ve a cambiarte, me interesan tus habilidades, creo que podrías remover
  superficies más largas de su cuero con mejor precisión- decía su jefe, ignorando la
  pregunta.

Sintió que vomitaba, ¡tal como en su pesadilla!

- No, no puedo hacer eso- sacudía la cabeza- Ya te había dicho que no.
  Me encargaré de curarle cuando terminen, pero… ¡no puedo participar en algo así!
  ¡Está sufriendo! ¡Mucho! ¿No pueden verlo?
  ¡Desollar a alguien es una de las torturas más dolorosas que existen!

Su voz sonaba llena de angustia, supo que tenía que contenerse.
¡Pero aquella crueldad debía tener un límite y no el horror de presenciarla!

- Claro que sufre, idiota, es la idea- decía ese hombre de cuero en que se había
  transformado Mika- ¡Se ha desmayado varias veces! ¿Vas a ayudar o no, B?

La joven quedó enfrentada a la mirada de todos los victimarios.
La sangre se le iba del cuerpo, sentía mucho asco.

El que suponía era S temblaba, se movía en espasmos violentos haciendo claro que no deseaba nada de eso, ¡sin importar lo mucho que todos dijeran que sí!

- Está perdiendo mucha sangre- dijo en cambio.
Supuso que eso prendería algún tipo de alerta en aquella sesión, pero el Gran O pareció disfrutar sus palabras.

- S dijo que se iría de nuestro lado, tanto él como su hermana, porque al parecer nuestras
  atenciones con ellos, dejaron de ser de su agrado. Es una pena, porque yo me tomo el
  rechazo de manera personal, querida B, como seguramente no querrás comprobar.

¿Acababa de amenazarla?

- Pero, como en realidad nadie está obligado a permanecer aquí- seguía, con el mismo
  cínico aplomo de siempre- le estamos organizando una fiesta de despedida.
  Así que más te vale ir por ese bisturí, hermosa, porque cuando alguien no me
  complace… la paga.

Una ola de estupor le impidió reaccionar.
Sí, aquello era una advertencia, una muy peligrosa.
No pudo creerlo.

- Mika- le susurró- vas a matarlo.

Le escuchó reír mientras continuaba jalando aquella lámina de piel hasta desprenderla como un gajo sanguinolento, su víctima jadeaba horrendamente, luchando contra aquella siniestra fuerza en una batalla que no ganaría.

¿Qué diferencia había entre sus pesadillas y aquella escena? Se preguntó Beka.
Fallaba en encontrar la diferencia.

- ¡Toma el bisturí, B, AHORA!- exigía el Gran O.

C se lo ofrecía, con su mirada muerta.


 


Continuará...

Notas finales:

Cuento con sus reviews para aliviar mis jornadas, que duras saben estando lejos de casa...

 


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