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AFFAIR por malchan

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Reiner Köhler le había gustado desde el instante mismo en que había posado su mirada en él, años atrás. Había pensado que era un hombre del cual le costaría trabajo hartarse y no estaría equivocado.

El cabello por el que ahora pasaba sus dedos en ese entonces había tenido un tono rubio cenizo muy claro, pero tenía que admitir que la tonalidad plateada que tenía ahora le gustaba mucho más. Su cuerpo, si había cambiado lo había hecho para bien, aún era atlético fuerte y si cabe, más marcado y poderoso que antes. La edad le sentaba odiosamente bien…

Tocar a ese hombre no significaba encontrar suavidad y delicadeza sino músculos perfectos para dar un buen y prolongado sexo. Sus labios expertos eran todo lo terso que necesitaba esa noche de todos modos… y por sobre todas las cosas que le gustaban de él, lo más fascinante eran sus maneras intensas. ¡Y es que el placer que Reiner nunca fallaba en darle resultaba siempre increíble y absoluto! ¿No le precedía su bien conocida reputación en la alcoba?

Era absurdo pensar tantos años después tendrían su primera cita.

Gimió sin poder controlarlo cuando aquel largo beso fue demasiado bueno, sus dedos tentaban los botones de la elegante camisa de seda negra que el alemán se había puesto para esa cita.

“Me gustas tanto” ansió decirle, el cuerpo le ardía en deseo, la erección entre sus piernas exigía ser atendida y el hambre de sus entrañas era cada vez más insoportable.

Respiró, separándose un poco.

- Disculpa, no consigo quitarte la camisa y no quiero estropearla, sería una pena-
  reconoció que su voz sonaba un tanto gutural.
- Es nueva, debe tener muy cerrados los ojales- le escuchó decir.

¿Había comprado una camisa para la ocasión? La idea lo hizo sentirse un poco menos ansioso, pues si bien aquel plano era uno en que se entendían a la perfección, aquella velada había tenido tintes agridulces toda la noche.

Köhler se quitaba con soltura el resto de la ropa que lo cubría, simplificando las cosas.
Debajo de ésta, su cuerpo trabajado y caliente le esperaba.
Baladi se dio tiempo para contemplar el apetitoso paisaje. Reiner desnudo era una delicia visual.

- ¿Por qué paras?- cuestionaba el alemán.

No pudo evitar encontrarle la gracia a su pregunta.

- Estaba mirándote.
  Sabes perfectamente el cuerpo que te cargas, Rein. Y sabes que me encanta verte
  vistiendo sólo tu piel.

Supo que Köhler le diría algo provocativo.
Y no se equivocó.

- Me estaba preguntando cómo se supone que es el sexo de una primera cita, Enzo.
  Porque no tengo idea.

- Debería ser inolvidable-contestó.
“Pero el sexo contigo siempre lo es” se abstuvo de completar.

- Inolvidable… tomaré nota.

Lo empujaba de vuelta al sofá y le abría los pantalones. Baladi sintió como un golpe de calor lo ruborizaba cuando lo tomó con la boca. Estaba siendo brusco pero el caliente interior que lo cubrió y comenzó a engullir su miembro tomó una cadencia que le dejaba la mente en blanco.

Ahh… dios….
Esos labios subían y bajaban por su erección desquiciantemente avezados, acelerándole su respiración.

Reiner…
Reiner…
Se enamoraba de él otra vez.
Su voz susurraba su nombre sin saberlo.

Se dejó llevar por aquella sensación de excitación que lo envolvía como una hoguera de ansia, su voz se descompuso hasta volverse un gemido ronco… las puntas de sus dedos revolvían las hebras de plata que eran su cabello, mientras se abría por completo a sus caricias más íntimas.

El mayor lo atrapó en su totalidad, engulléndolo todo para él, sumergiéndolo por completo en su juego. Sabía exactamente qué hacer con él… como tantas veces antes…

Enzo apretó los ojos, pero dejó libre su boca. Se retorcía en aquel sofá, su pelo de oro creaba el lecho perfecto para su cuerpo esbelto.

El alemán lo chupaba con justo la fuerza para que su fruición emprendiera una carrera cada vez más vertiginosa.
¿Cuánto podría soportar esa estimulación tan intensa antes de correrse?

- Ah… Rein… aguarda, vas a hacer que me venga…

¡Era tan erótico!
Jadeó intensamente, retorciéndose en el sofá de su sala. Intentando controlar aquella sensaciones.

- Ah… ahhh… ¡espera, por favor!

Éste lo sacaba de su boca y una queja vuelta gemido escapó involuntariamente de sus labios.

- ¿Qué ocurre?- murmuraba el otro.
Su voz era dura.
Definitivamente aquello estaba muy lejos de ser algo más que lujuria.
No es que esperara algo diferente, aquello era buen sexo, pero…

- Es tan bueno- decía entre jadeos- y normalmente no te pediría que pararas…

- ¿Cómo lo quieres entonces?- fue interrumpido. La tensión en su voz no se iba.

Reiner parecía tan sombrío como lo había estado toda la noche pero aparentemente comprendía a la perfección su deseo, la pregunta que formulaba era precisa. Más la respuesta no pudo decirla.

Quería… que le hiciera el amor, como lo había hecho la última vez ¡en esa cama en la casa de sus padres algo había cambiado para siempre!
Pero, ¿cómo pedirle eso en vista de la forma en la que estaba resultando aquella cita?
Y lo cierto es que Enzo mismo tenía un límite, ya había puesto sobre la mesa demasiado de sus sentimientos aquella noche… para alguien que jamás daba nada.

Aquella extraña frialdad estaba torturándolo.

- Sólo creo que esto puede ser mejor que sexo rápido.

Las gemas índigo que eran los ojos de Reiner de pronto brillaban, realmente brillaban como no lo habían hecho toda la noche.
¿Qué tendría en esa mente tan morbosa?
Definitivamente tenía esa expresión en la cara.

- Supongo que tienes razón. Lamentablemente, lo que se me antoja hacer contigo…
  tampoco corresponde a lo que una pareja haría en su primer encuentro.

- ¿Será alguna de tus perversiones? ¿Cómo esa fresa?

El mayor pareció disfrutar de aquella insinuación y le vio esbozar una sonrisa perfectamente blanca e irreverente. Por fin. Ese era un pequeño regalo para el italiano, que estaba esforzándose todo lo posible por no naufragar en esa tormenta.

- ¿No me dejarías, Enzo? ¿Meterte algo?

No supo si lo decía en serio.
Quizá sí. O tal vez aquella era sólo una broma que a su vez, también trataba de aligerar el ambiente.
¿Desde cuándo tenían que esforzarse por eso?

- Dime lo que deseas, lo haré.
  Tanto así me gustas, Rein- murmuró con vehemencia.

- Ah, ten cuidado con lo que pides, puede que te sorprenda mi respuesta. No deberías
  hacer apasionadas promesas anticipadas.

- Confío en ti por completo.

El alemán lo acercó a él, jalándole la mandíbula hacia su cara.
La sonrisa había desaparecido.

- ¿El tiempo que éste sexo dure?

Reconoció aquellas palabras, él mismo las había pronunciado el primer día del año mientras follaban en el Maserati. Las había dicho porque sabía que se iría al terminar aquel sexo a su siguiente amante. Aquella vez se había portado como un idiota con él y él no parecía haberlo olvidado.

¿No se había ya disculpado por eso?
Aquel rencor lo tomaba por sorpresa.

Quizá… lo que existía entre ellos realmente nada tenía que ver con lo que el italiano pensaba. De pronto, se sintió inesperadamente solo en aquel enamoramiento.

- Reiner… ¿estás enojado conmigo?

Lo vio reír con cinismo. Esta vez no había alegría en ese gesto.
A tanta cercanía le seguía un húmedo susurro en el oído, llevado a él por su voz ronca y profunda.

- ¿Harás todo lo que te pida en serio?- se aseguraba de que asintiera, evitando su pregunta.

El rubio sintió una congoja extraña, pero decidió no detenerse en ese sitio tan obscuro.
- Si, no lo decía por decir. Dime lo que quieres de mí y te lo daré.

Deseaba enfrentarlo a sus deseos, comprendiendo el riesgo que tomaba. Quería entender.

- Bien, Enzo. Te diré lo que ansío.
  Quiero destruir tu perfección y hacerte sexo duro y sucio.

Aquellas palabras le provocaron un escalofrío por la espalda.
Definitivamente no había esperado eso.

- Forte e sporco?

- Haré que valga la pena y lo sabes.

Claro que lo sabía. El señor Köhler estaba lleno de buenas ideas horizontales.
No iba a decirle que no, ¿quién se negaría a tener lo que fuera de un hombre como ése?
Aun así… no era lo que quería de él en realidad.

- Haz que valga la pena entonces.

Aquel lugar caliente volvió a envolverlo, retomando justo donde se había quedado.
Ahora Reiner lo metía hasta lo más profundo de su garganta con extraordinaria sencillez.

Ohh… diablos… ¡estaba devorándolo!
Un escalofrío azotó su cuerpo, haciéndolo estremecer.
No atinó a reaccionar ante aquel intenso placer que disipaba todo pensamiento tortuoso ocupando su mente.

Reiner era un experto… cambiaba la cadencia, el ángulo de inserción, la superficie con que lo rozaba… pero era intenso, ¡muy intenso!
Era inútil… ¡no podría durar mucho dentro de aquella morbosa boca!

- Ah… ¡¡Rein!!

Espió a su amante, había cerrado sus ojos y le daba un duro sexo oral. Una de sus grandes manos recorría su extensión exigentemente mientras sus labios chupaban la punta de su falo de una manera inclemente. Su otra mano bajaba más, trazando un camino hacia su perineo… tentando… hasta encontrar el lugar exacto, entonces, hizo una presión perfecta sobre su punto G.

¡Ahhh! ¡Dios, ahí!

Enzo gimió, tensándose. Perdiendo todo lo que le quedaba de control.

Aquella técnica… era demasiado buena… ¡y no paró ni un segundo hasta hacerlo correrse!

Su clímax fue por demás escandaloso, su cuerpo se sacudió por completo para después quedar derrumbado en aquel sofá.

Debía haber durado más, había tenido incluso una segunda oportunidad.
Ciertamente, ese hombre conocía su cuerpo a la perfección y sabía exactamente qué hacer para llevarlo rápidamente a un sitio lejano.
¿No era esa una trampa para una supuesta primera cita?

Enzo alzó su tronco, jadeaba sin parar. Pudo verlo a través de las cortinas translúcidas de su orgasmo, la manzana de Adán en la garganta de su amante bajó mientras tragaba, se limpiaba la boca con el torso del antebrazo sin ninguna delicadeza.
No fue hasta ese momento que lo comprendió.

- Te lo tragaste… ¿todo?

Sporco.

La misma pregunta era tan poco elegante. Le hacía sentir todavía en llamas.
Köhler se relamió los labios, como un animal hambriento.

- Hablabas en serio…- ¡no podía creerlo! - eso es sucio sin duda.

- Me gusta el sabor de tu semen- replicaba el alemán- siempre me ha gustado.
  Además, hay algo erótico en beberme una parte de ti, ¿no crees?- su hablar lo dejaba
  estupefacto- en especial una parte que sólo emerge de tu cuerpo cuando éste se inunda
  de placer.

- Rein…

- Has dicho que harías lo que te pidiera, ¿verdad?
  Si yo estuviera a punto de correrme y te ordenara que abrieras la boca para recibirme,
  ¿lo harías?

Ahora no sólo eran sus acciones las que eran sucias, sus palabras también lo eran.
Baladi ni siquiera había terminado de enfriarse cuando recibió un golpe de calor debido a ellas. Imaginó aquel momento erótico a la perfección, a la expresión impúdica en el cínico rostro del Reiner y su voz exigente ordenándole tragárselo todo. A nadie le permitiría algo así de descortés… salvo a él.

- No dejaría escapar una sola gota- le contestó, jalándolo del brazo para acercarlo.

Enfrentados cara a cara, el italiano podría sentir la electricidad entre ellos, tan intensa que podía de verdad percibirla.
Estar tan cerca de él bastaba para volver a excitarlo de nuevo.

Nada del drama que ocurría en su “relación” tenía sentido en ése momento tan elemental.
Ellos siempre se habían atraído de una manera salvaje.

Pero la simple contemplación no pareció bastarle al otro, sus manos ya las sentía de vuelta en su cuerpo, el contacto visual que sostenían fue roto cuando Reiner se dedicó a pasar su lengua hirviente por la superficie de su pecho, lamiéndolo todo el camino, aquel recorrido dejaba un rastro húmedo que no tardaba en enfriarle, más por un segundo su piel ardía con el calor de su lengua.

Köhler llegó hasta uno de sus pezones, que comenzó a mordisquear mientras su otra mano le pellizcaba el otro con cierta fuerza. Aquellas “caricias” rozaban el límite entre el placer y el dolor, pero no fallaban en encenderlo.

Forte.

- Ah… ¿qué sigue, Rein? ¿Qué más vas a hacerme?

La anticipación era emocionante, tenía que admitirlo.
Dejarse llevar por él nunca lo decepcionaba. No mentía cuando decía que le dejaría hacer lo que fuera en el sexo.

- Ahora…. quiero calentar tanto que tu melena felina se moje de sudor, quiero saborear
  tus labios empapados de mí- su voz era como un ronroneo incitante y obsceno, vaya que
  estaba siendo gráfico al hablar a la vez que sus dientes filosos le sujetaban su pezón a
  poco de herírselo.

El italiano se sonrojaba. Su mente se iba en la elación de aquella descripción y el placer que aquellas mordidas que le daba a sus cimas sensibilizadas. Quizá le dejaría marcas… pero no le importaba.

- Y por sobre todo…. quiero la hirviente estrechez de tu profundidad engulléndome con
  egoísmo- completaba la idea, sin dejar de excitarlo- tu gozo caliente escurriendo entre
  nuestros cuerpos…lúbrico.

Ese lenguaje sucio describía un escenario que no sonaba nada nada mal.

- Ah… si… tienes razón- murmuró la bomba rubia, víctima de aquel hombre que lo había
  vuelto a recostar para lamer ahora sus muslos desnudos, donde sus pálidas y casi
  invisibles cicatrices se encontraban ocultas en la penumbra- nadie diría eso en una
  primera cita más que tú.

Su pantalón había caído por sus piernas cuando antes ni siquiera había llegado a ese punto, Köhler tiraba de ellos para después lanzarlos lejos sin inmutarse.
Le arrancaba el resto de sus prendas, sin ningún tipo de suavidad.

- Puedes negarte.
- ¿Puedo?
- No sé, Enzo, ¿puedes?

Su boca lo chupó entre las nalgas, empapándolo.
La sensación fue tan íntima que le hizo jadear.

Lo besaba como si aquel anillo de músculos fueran otros labios suyos.
Era… ¡tan bueno!

- Oh… ¡Dio!…

Tuvo que cerrar los ojos, sentía que su cuerpo se revolvía por un temblor de lascivia pura.
Le alzaba la pelvis, dejándolo abierto de piernas en el aire. En esa posición lo tenía completamente a su merced. Sería tan fácil sentirse avergonzado.

Era como si esa parte de su cuerpo se derritiera, su joven anatomía se estremecía cada vez más en la vertical, el alemán había alzado su cadera, su cabello dorado caía en la superficie del sofá como el velo de una novia lujuriosa.

Pronto sintió cómo le insertaba un dedo en un movimiento que distaba de ser delicado, se abría espacio dentro de él. Otro dedo… grueso y grande…

Su voz se rompía en jadeos nuevamente, echó su cabeza para atrás, podía sentir la humedad en su cuello, su pelo comenzaba a mojarse… tal como su amante deseaba.

La posición representaba un reto, tuvo que estirar sus manos para recuperar un poco de control. Pero sus brazos le temblaban.

- Vas a hacerme… venir otra vez…

Abrió los ojos, viendo su cuerpo de cabeza, a Reiner entre sus piernas, adentrando un tercer dedo en su entrada empapada. La invasión de su mano no dejaba ser exigente, ¡cada vez más!
Sus dedos ahora resbalaban al entrar y salir con fuerza. Sentía como su amante empujaba dentro un chorro de saliva que lo dejaba empapado y escurriendo.

¡Rayos! ¡Que morboso!

La intensidad aumentaba, su cuerpo temblaba haciendo difícil sostenerse.
Desde su perspectiva, podía verlo arrodillado en el sillón, sosteniéndolo casi de cabeza y ese ángulo le permitía ver la extensión de su propio cuerpo esbelto entregado a él, con sus músculos tensos agarrándolo y su expresión voluptuosa y entregada a llevarlo lejos.

¿Cuántas veces había hecho Reiner esto?
Cada movimiento que hacía en su persona era preciso, como si supiera que botones y palancas jalar en su cuerpo, para acelerar sus motores.

Tan alejado todo aquello del sexo caretza que había secretamente deseado de él, pero no por ello menos fantástico.

- Ahhh… diablos, estoy cerca… nuevamente…

- Lo sé, estás engulléndome los dedos provocadoramente, ¿quieres más?

- Siiii- gimió largamente- ¡te quiero a ti!

Entonces sintió su boca devorar su erección, hasta la misma base, sin dejar de lado la estimulación en su entrada.

¡Ahhhh!

Aquello, más la sangre corriendo a su cabeza, le hizo sentir que no era capaz de soportar más, ¡era enloquecedoramente bueno!
Jadeó intentando contenerlo… pero era imposible…

Sintió como se corría y cómo Reiner no dejaba escapar nada.

Lo dejó recostarse en el sillón, su cuerpo no le respondía.
Su cabello estaba empapado.

“Quiero calentar tanto que tu melena felina se moje de sudor, la hirviente estrechez de tu profundidad engulléndome…” uno a uno, se cumplía cada deseo, ¿qué era lo que seguía? No podía pensar.

La barbilla de Köhler brillaba aperladamente por el rastro de su propio semen en él.

Lo acercaba con fuerza, tomándolo de la nuca y lo siguiente fue un férreo ósculo con algo inesperado en él.

Un beso blanco.
Ese néctar seguía en su boca y ahora entraba en la suya ardiente y viscoso.
Pudo saborearse a sí mismo pécoramente en aquel beso.

No había fresas quizá… pero aquello era igualmente perverso… e incluía a Köhler.
¿Qué más podría desear en su pernicioso mundo?
La verdad es que jamás habría creído que la obscenidad pudiera ser tan afrodisiaca.

Su lengua jugaba con el interior de su boca, diluyendo aquel semen con dulce saliva.
Que beso tan obsceno… lleno de los fluidos de ambos.
Cuando se separaron un hilo blanco se rompió entre sus labios.

- Ah… esto es tan tórrido y sucio… quiero más, quiero más de ti… - murmuraba,
  habiendo perdido la cabeza. Sus ojos esmeraldas brillaban con lujuria.
- Y yo más de ti, biondi.

Köhler sonrió, erótico, la lengua que le había lamido ya todo el cuerpo le dio un inesperado lengüetazo que inició en su cuello viajando por él hasta su barbilla y sus labios, mojándolo con esa nacarada viscosidad que ahora era de ambos.

- ¿Te gusta tu propio sabor, Enzo?

Asintió, luchando por recuperarse de aquel intenso orgasmo.
- Me gusta… todo lo que me haces me gusta….
  Rein… cógeme, cógeme ya. No puedo más- musitó, envuelto en necesidad.

- Umm… tengo ganas de cargarte- le dejaba saber. Eso no debía ser reto alguno para
  sus músculos.

Köhler puso una rodilla en el suelo junto al sillón y le dio un tirón a su brazo para hacerlo sentarse con tal fuerza que el joven fue como un muñeco. Le puso las manos debajo de sus nalgas, encontrando el punto de equilibrio.

- Agárrate de mi cuello… con fuerza- indicó, y en cuanto lo hizo, éste usó el poder de sus
  piernas para cargar el peso de ambos y ponerse de pie de un movimiento limpio.

Estaba siendo cargado por él, con facilidad.
Su cuerpo robusto lo sostenía sin problemas.

- Ah, ¿esta es la parte en que me follas contra la pared de mi sala?- lo incitó jadeante.

Lo hacía sonreír con sus palabras. Sus ojos azules brillaban de deseo de una forma fascinante.

- Me da gusto que pongas atención a nuestras conversaciones eróticas- respondía con
  descaro, acomodándolo para asegurarse de poder mantenerlo alzado en sus brazos sin
  importar lo que hicieran a continuación.

Ahora de verdad pocos centímetros los separaban, sus cuerpos estaban rociados de sudor.
¡Hacía tanto calor en esa estancia!
Y Baladi estaba tan encendido que era arcilla en sus manos.

- Voy a cogerte duro ahora- advertía.

El italiano sonreía de vuelta, envuelto en voluptuosidad y descaro.
- Sí, por favor- pidió.

Entonces golpeó contra la pared, siendo empujado por aquel miembro glorioso,
¡De un movimiento profundo, llegaba hasta el tope de su cuerpo!

Había jugado tanto con su entrada que era extraordinariamente fácil recibirlo pese a su tamaño.

- Ahh…

Enzo jadeó, sintiendo la brusca invasión, estaba demasiado excitado para que el dolor fuera algo malo, esa intrusión lo llenaba por completo, tan ancho y grande como era él.
¡Quería engullirlo, sacar todo su suculento jugo!

Las siguientes invasiones fueron intensas y las que le siguieron aún más, sus piernas se balanceaban en el aire a la deriva y atrapó entonces el cuerpo de su amante con ellas, para hacer aquellas estocadas más profundas. Había cierto dolor en aquella rudeza… ¡eso inesperadamente estaba gustándole!

¡Costaba tanto trabajo dosificar ese placer!
¡Sentía que éste lo reventaba obscenamente!

Reiner lo doblaba en dos contra el muro de su sala, sin misericordia.
La dureza de su mirada azul era hechizante... inclemente.

¡Sí! Ese sexo era tan bueno como siempre.

Sus gemidos inundaban de pronto la habitación, ¡iba a hacerlo correrse por tercera ocasión sin mucho problema!

La boca de Reiner se fue hacia su oreja, donde los dientes mordían ahora su lóbulo.
- Me pones tan duro, Enzo, quiero escucharte explotar otra vez… y otra vez…
  No puedo parar si eres tú.

- Ah… no… ¡no pares entonces! ¡No quiero sentir otra cosa que no seas tú!

La siguiente inesperada mordida fue para atrapar sus labios, Reiner lo sostenía entre sus afilados dientes, haciendo una erótica presión en ellos.
Gimió, sintiendo su corazón latiendo con fuerza. Y lo besó de vuelta, atrapando sus labios también.

Apoyado en la pared, fue devorado por completo, a la merced total de ese hombre.
Él lo sujetaba con tanta fuerza que sentía que le estrangulaba las piernas… pero el placer anestesiaba cualquier otra cosa que pudiera sentir.

Era incitante saber que gracias a la fuerza del cuerpo de Reiner podían coger en esa posición tan exigente, su amante tenía control absoluto de la invasión, de la postura, de su placer.
Se lo hacía con una pasión que se volvía tan intensa que el golpeteo de sus cuerpos sonaba en todo el cuarto, como lo que era, carne contra carne.

¡Tan duro!

Luchó para no cerrar sus ojos y perderse el espectáculo de ver a ese cuerpo tomarlo enérgicamente, su dios griego de pelo plateado… ¡haciéndolo suyo tan pernicioso, tan poderoso y demandante!

Reiner…

Se dejó ir por completo, regalándole su cuerpo y su entrega. Y a cambio, él lo elevó a un universo de gozo y lujuria, llevándolo de la mano firme y severamente hacia aquel paraíso que se apoderó de todo él. Antes de poder comprender otra cosa, su propia explosión fue sobre sí mismo, estaba tan doblado en dos que se salpicó el cuello y el pecho.

Aquello era tan sucio y contrario a él mismo que lo hizo sonreír cínicamente.

Reiner resoplaba como una bestia. Aún no había terminado con él, estaba tan tremendamente tenso que su fuerza superaba todo.

Fue arrojado de vuelta al sofá con brusquedad.
Entre su confusión, sintió como él lo sujetaba con firmeza del cabello, haciéndolo encarar su enorme erección.

Reiner estaba a punto de correrse… sus ojos estaban totalmente dilatados y los rasgos estaban transformados por la fruición contenida en una expresión fascinantemente pecaminosa.

Quería lo que él quería. Quería saborear su clímax.

Baladi acercó su boca a él y lamió la punta de aquel fantástico falo, el alemán se estremeció, estaba tan caliente… ¡que morboso era su rostro en ese momento!

Sabía lo que debía hacer, él ya se lo había dicho minutos antes. Y la verdad es que quería tenerlo en su boca por completo, a toda su jugosa longitud que tanto adoraba.

Lo metió hasta el fondo de su garganta, acariciándolo todo aquel camino con la superficie de su húmeda lengua y lo escuchó gruñir, lo saboreó con gula y posesividad. Y tras unos cuantos segundos de aquella succión un disparo sexual le llenó la boca, saciándolo.

Cuando lo sacó de sí, su blancura le escurría por los labios. Reiner lo miraba, sus ojos estaban tan dilatados que eran casi negros. Le tomó la barbilla con una mano y con la otra le pasó los dedos, dispersando la miel con que lo había alimentado por su boca y su barbilla, ensuciándolo, haciéndolo verle.

El italiano estaba cubierto de semen, saliva y sudor, su piel blanca, su cabello de oro, todo él.

 

- -

“Quiero destruir tu perfección” le había dicho a Baladi.

No había podido hacerlo. El italiano lucía devastadoramente bello y erótico como un ángel caído.

Ese hermoso joven le había permitido hacer todos sus deseos y ahora lo miraba lleno de felicidad, haciendo que todo el mundo entero careciera de importancia.

Enzo…

 

--

 

El rubio sonrió, se sentía tan sucio como estaba.
Abrió la boca, chupando sus dedos a la vez que miró sicalípticamente a su amante con sus ojos verdes cual gemas eróticamente entornadas de placer.
¿Eso era lo que deseaba Reiner? Se lo daría. Jugaría su juego indecente.

Pudo ver la fascinación que le provocaba y supo que estaba funcionando.

- Me encantas- le escuchó decir casi sin voz- me encantas, Enzo.

Aquellas palabras le hicieron reír sin poder evitarlo, regalándole una brillante y blanca sonrisa en sus labios mojados, Reiner apretaba su agarre en su cabello para atraerlo hacia él, donde volvió a besarlo intensamente.

Forte e sporco. ¡Y tan bueno!
El ritmo de su corazón no paraba.

Lo estrechó, acercándolo a su pecho, sintiendo en ese momento algo tan intenso por él que aquel temor que había sentido en Esmerald, ocho años atrás, volvió a él como si el tiempo no hubiera pasado.

Porque quería a Reiner.
¡Estaba tan loco por él!

Se sintió tan vulnerable en ese momento… tirado en el sillón como sólo un cuerpo recién follado, desnudo ante él… enamorado hasta la médula de él.
Cerró los ojos, intentando controlar sus emociones y el temor que su intensidad le despertaba.

 


Continuará...

 

Notas finales:

Lemon sucio YYY kilométrico!

Ha sido muy extraño escribir una escena así, los que me conocen sabrán que me gusta cierta estética y me preocupaba que fuera demasiado gráfico, pero como siempre, necesito experimentar! Diganme qué les pareció, onegai?

 


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