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AFFAIR por malchan

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Notas del capitulo:

Es extraño decirlo porque tengo muchos capítulos favoritos en Affair hasta ahora -aunque la verdad, también hay muchos capis de dónde escoger- pero este especificamente es uno de los que mas me han gustado.
Ademas de ser otra actualización extensa, cosa que se me esta haciendo costumbre, lo he releido muchas veces y agregándole cosas y haciéndolo aún más largo, ojalá les guste como a mi!

No olviden de dejar comentarios, sé que es una lata y a muchos les da pereza, pero es algo muy importante para mi. Sus opiniones nutren la historia y me hacen mejorar, pero más allá de eso; me motivan y me hacen sentir querida y leída!

 

El narcótico… perdía su fuerza y debido a ello despertaba lentamente en el gran sillón azul de aquella suite rentada.
No recordaba cómo había llegado hasta ahí.
¿Habían tenido que cargarlo? Seguramente sí.

Había pedido sedantes a Enzo, ahora lo recordaba, ¡porque no podía con el jodido dolor!
Nada le había importado en ése momento salvo pararlo, ni siquiera el que tuviera que volverse una auténtica molestia para su amante que tendría que llevarlo de vuelta hasta el hotel.
Suspiró, sintiéndose culpable, sintiéndose una maldita carga.

Pudo sentir el cuerpo cálido del rubio acostado a su lado, lo estrechaba con suavidad.
Lo reconocería donde fuera, con o sin ojos… su precioso italiano.
El ritmo de su respiración le hizo comprender que no estaba dormido.

- Rein, ¿cómo te sientes?- preguntaba aquella voz tersa acariciando su sentido del oído.

- Muy dormido- musitó, todavía se sentía sumergido en la narcosis- ese somnífero me ha
  pegado muy duro.

- Estás tomando medicamentos muy fuertes, es de esperarse- le recordó.
  Pero se está bien aquí, tanto, que decidí acompañarte en tu siesta.

Hizo el ademán de levantarse pero el RP apretó el abrazo que tenía sobre él, deteniéndolo. Fue tumbado de nuevo en el sillón y se sorprendió por no tener más fuerzas para resistirse.

- Quédate así un poco más, eres demasiado cómodo en éste momento. Quiero seguir
  acurrucado a tu lado.

- ¿Qué hora es? ¿Sigue siendo de día?
No podía guiarse con la luz para ubicarse en el tiempo, porque ya no veía absolutamente nada.

- No, pero eso no importa.
  Quédate así- insistió.

Resopló, irritado. No le gustaba aquella imposición, quería levantarse, olvidar lo inútil que era pero… se rindió.
Abrazó a ese hombre, estrechándolo con fuerza en un gesto que no era en realidad afectuoso, sino uno que reconocía estaba lleno de posesividad y temor.
Lo cierto es que quizá no estaba preparado para ponerse de pie, estaba algo mareado aún.

Preso en esa postura, se dio cuenta de que era absurdo intentar zafarse… tener cerca a esa persona le calmaba, diluía su ansiedad como un conjuro. Su cuerpo se relajó nuevamente con lentitud.

¿Para qué alejar a Enzo de cualquier manera? Nada quería más en el mundo que tenerlo cerca, que sentir que éste lo necesitaba. Su mundo era tan obscuro… que él era toda la luz que le quedaba.

- Caro…
- ¿Si?
- Hueles delicioso.

- Estuve cocinando, ¿será que tienes hambre? Preparé algo y si gustas podríamos…
- No, al diablo eso… eres tú- olfateó su cabello, dejando su nariz entre las hebras de oro
  de su amante- es el olor de tu pelo, el aroma que es sólo tuyo.

Inhaló suavemente, llenándose con aquella esencia a Baladi.
Su esbelto cuerpo acomodado a su lado era también cálido y suave. No podía verlo pero su presencia sin imágenes era también maravillosa.

- En éste momento debes lucir tan hermoso… es una lástima… que ya no pueda verte.

Un momento de silencio trajo gravedad al aire, que el italiano se apresuró a despejar:
- Puedes tocarme- se incorporaba un poco, le tomaba la mano llevándola a su rostro.
  Mirarme con el tacto.

Las puntas de sus dedos viajaron por aquella piel tersa y perfecta, por sus ojos felinos y grandes adornados por pestañas espesas, por su frente redondeada y suave, sus pómulos altos y elegantes, su nariz recta y delgada, sus labios latinos y definidos, la fina línea de su mandíbula, su cuello delicado… él tenía razón, sus manos eran suficientes para poder visualizarlo.

Era tan increíblemente bello, tan preciado para él.
Amaba tanto a Enzo, ¡más que nunca antes!

No podía creer que él estuviera ahí.
Aún le era difícil pensar… que lo amara.
Más en las condiciones en las que estaba.

Comprendió que tenía muchas cosas que aclarar.

- Enzo… en Luxemburgo me preguntaste si te había alejado de mí porque no podía verte.
  Sé a lo que te referías.
  Sé que pensaste, aunque fuera por un segundo, que sólo veía tu belleza, que esa era la
  razón por la que te buscaba siempre, por la que te deseaba junto a mí. Y que no ser
  capaz de contemplarte quitaba sentido a querer tenerte. Tiene sentido, admito que puedo
  llegar a ser una persona superficial y no es como si la gente no lo fuera contigo todo el
  tiempo, es algo a lo que estás acostumbrado, puedo entender que asumieras algo así y en
  esa ocasión, no te di una respuesta.

- Hiciste bien, en realidad fue una pregunta estúpida- le oyó replicar.
Estaba siendo condescendiente con él, encantador como siempre.

- No, no lo fue. Eran tus dudas y quiero aclararlo.
  Jamás te hubiera sacado de mi vida porque no pudiera apreciar tu apariencia. No
  entiendo cómo es que eso puede ser siquiera un tema que aún exista entre nosotros.
  Te lo dije en Palermo y no fue para hacerte sentir mejor; como luces es una parte de ti
  que amo, pero no es el motivo por el que lo hago, en absoluto.

  Y aunque no puedo verte en éste momento, sí lo hago.
  Eres más real que cualquier imagen maravillosa, Enzo, eres la persona más importante
  que existe para mí. Discúlpame si te di la impresión de que no era así.
  Fui… fui cruel contigo, muy jodidamente cruel.


El silencio que le siguió le hizo comprender que aquel joven no había esperado esas palabras tan llenas de sentimientos.
Baladi no sabía que contestar.

- Sé que fui un idiota y realmente lamento haberte herido como sé que lo hice- continuó.

- Gracias por eso- oyó finalmente una respuesta- En verdad aprecio tus palabras y sé que
  son sinceras.
  Supuse que en algún momento te disculparías y de verdad me alegra que lo hagas,
  pero… estamos más allá de ese tipo de aclaraciones, ¿no siempre dices eso, Rein?

  De todos modos, sabía que todas esas tonterías que decías eran mentira- buscaba ser un
  poco irónico para quitarle peso a esa conversación- Por eso insistía tanto contigo.
  Sé que sientes por mí lo mismo que yo por ti, sé qué rechazarme fue más por mí que por
  ti… y ya te he perdonado. Así que no gastes tu aliento en disculparte.


- No, no estoy de acuerdo… -lo frenó, intentando suavizar su voz para él, el dolor de
  cabeza que siempre tenía comenzaba a pulsar un poco, quizá tendría sólo un rato más
  para poder ser capaz de pensar claramente y lo iba a aprovechar.
  Enzo, aunque seas tan primorosamente indulgente, necesitaba que supieras eso y… aún
  no termino.

¿Qué tanto decía ese alemán?
Su amante estaba comportándose de una manera un tanto extraña. Aparentemente estaba interrumpiendo algo más profundo que una simple disculpa. Baladi se mordió los labios.

- Debes saber que ha sido una muy agria experiencia ser así contigo y creer que tenía que
  decirte todas esas falsedades- le decía, devolviendo poco a poco aquel abrazo que le
  daba con sus brazos fuertes.

  Ni siquiera lo que sonaba lógico era cierto, ¿entiendes? Mis racionales motivos para no  
  quererte conmigo…  realmente no podrían haberme importado menos bajo cualquier
  otra circunstancia.

  No me interesaría el que necesitaras tiempo, el que estuvieras precipitándote en tus
  declaraciones de amor… jamás hubiera dudado un segundo en alejarme de ti en un día
  normal, ¿no era yo el más obsesionado con quitarte de encima a toda la competencia?
  ¿En qué pensaras sólo en mí?


Aquello hizo que el italiano alzara la cabeza para verlo, sorprendido por esa declaración.
Köhler parecía inesperadamente triste, pero… no recordaba tampoco la última vez que lo había visto realmente feliz.

- Me equivoqué, ¡fui un maldito cobarde, Enzo!
  ¡Tenía miedo de que me dejaras y no supiera qué hacer con esta mierda de vida que me queda!
  Quería renunciar a ti pero la idea de haberte dejado ir cuando parecías tan convencido de
  no querer hacerlo… fue tan estúpida.

Estaba sufriendo, seguía sufriendo.
Quiso detenerlo.

- Ya te disculpaste, Rein. No requiero nada más, en serio.
  No te tortures, no necesitas eso ahora mismo.
  Yo estoy aquí, no me iré a ningún lado y además… podrás verme de nuevo, muy
  pronto, recuérdalo. Esto es sólo un bache en el camino, ¿de acuerdo?

Quería ser positivo, pero el otro no respondió, haciéndole sentir angustia.

- Rein… todo saldrá bien, tienes que creerme.

Lo miraba pero él no podía verlo de vuelta. Sus ojos azules estaban derrotadamente perdidos en la obscuridad.
Pero como si supiera que era el otro quien requería un consuelo, el alemán le acarició el cabello suavemente, recorriéndolo como una brisa invernal, ligera y fría.

- No sé… si de verdad debas creer eso- le escuchó susurrar- Me preocupa realmente
  que no te estés preparando para lo peor, que estar cerca de mí vaya a hacerte sufrir.
  Todos mis temores toman fuerza cuándo éstos últimos momentos juntos deberían ser lo
  más cercano a mi paraíso- confesaba- Es tan desesperante y angustiante saber que voy a
  lastimarte.

“Estos últimos momentos” decía. Baladi sintió que aquellas palabras lo quebraban… tuvo que luchar por no naufragar en aquel mar de dolor que era Reiner.

No tenía caso, su amante reflejaba toda la verdadera desesperanza que sentía.
Tenía que hacerle cambiar de canal, y lo cierto es que Enzo mismo estaba sintiéndose más ansioso a medida que lo escuchaba ser tan negativo respecto al mañana.

Cambiaría el tema y supo de qué quería hablar, algo pendiente entre ellos desde hacía mucho, mucho tiempo.
Como su negligente amante desconocía muchas cosas respecto a él, era buen instante para ponerse al día, ¿no?

- Nunca me hablaste de tu familia, Rein. En realidad nunca te pregunté.
  Sé que tienes una hermana mayor, una vez la mencionaste, sé que por ella hablas
  lenguaje a señas…

- Que ahora ni siquiera me sirve- anotó, con fatalismo.

- Ey… basta con eso, ¿sí?
  Háblame de ti, quiero saber de tus padres, de tus hermanos, de tu vida antes de mí.
  Ya sabes que soy tan egocéntrico que jamás me interesé por esa parte tuya, pero
  realmente quiero saber de dónde surgiste, lo que te hizo ser quien la persona que eres.

- No hay mucho que decir- lo cortaba- Hablar de mi familia hará que se intensifique mi
  dolor de cabeza.

No parecía querer abrir esa puerta.
En realidad, el germano jamás hablaba de sí mismo, pese a que ser un narcisista.
Y debía haber una fuerte razón.

Lo cierto es que Enzo jamás mencionaba a los Baladi, porque se trataba de un tema que dolía. ¿Algo similar significaba para Reiner hablar de los Köhler?

- Por favor- pidió- Permíteme saber lo que a nadie le dices.

Era obvio que intentaba distraerlo, pero tras un momento, el inversionista cambió de opinión. Quería hablar de todo lo que quisiera su italiano.
Si la cirugía del día siguiente fracasaba… quizá esa sería la última vez que tendría una verdadera charla con él. Quizá ése momento que ocurría justo ahora, sería la última oportunidad de tener un momento a solas con él en que pudieran profundizar. A esas horas de mañana… él probablemente estaría muerto.
Entendió lo horrenda que era esa idea, pero no pudo evitarlo, era realista.

No quería haberle negado algo esa noche… aunque eso implicara hablar de un tema del que jamás hablaba con absolutamente nadie.

- De acuerdo, te contaré de ellos, pero no es una historia bonita, te advierto.

El rubio se acomodó, buscando una posición más confortable entre sus brazos, la mano derecha del inversionista continuó con aquella distraída caricia en esa melena leonina, larga y suave. Enzo cerró sus ojos esmeraldas para empatizar con él, para no atender a nada salvo a ese relato que intuyó estaba muy bien enterrado bajo capas de olvido y dureza.

- Soy el menor de cinco hermanos, medios hermanos en realidad.

¿El menor de cinco hermanos?
Eso no lo habría esperado, él era tan alfa.

- Soy el último de los hijos del cuarto matrimonio de mi padre, Merten Köhler. Él ronda
  los ochenta años ahora pero los Köhler son longevos y se dice que en su tiempo, él fue
  muy atractivo.

- No me extraña, tal como su hijo menor- agregó su amante.

Reiner soltó una risa irónica que indicaba que algo en aquel halago no era precisamente positivo. Era la primera vez que lo oía reír en mucho tiempo.

- Voy a tener que agradecer el cumplido, aunque no me gusta que me comparen con él.
  Mi padre me tuvo obviamente muy tarde en su vida- siguió como si no se pudiera dar el
  lujo de perder aquel impulso- Con la menor de mis hermanas, Friede, me llevo más de
  25 años así que como puedes suponer hay una enorme barrera generacional. Todos ellos
  están casados, divorciados, con hijos y hasta nietos, soy tío abuelo de 6 chicos a los que
  no veo. No tengo una relación cercana con ninguno de mis medios hermanos, no viví
  con ellos nunca y actualmente ninguno radica siquiera en Berlín, ni qué decir de Lux por
  supuesto.

- ¿Qué hay de tu madre? ¿Por qué no la mencionas?
Enzo pensó en Elena por un segundo. En su fría expresión controlada en ese rostro bellísimo que el tiempo no cambiaba.

- Porque no puedo contar mucho. Yo era muy pequeño cuando la perdí.

No supo que decir a eso, salvo un “lo siento” que obviamente no tenía importancia.
 
- En realidad mi única familia podríamos decir que éramos mi padre y yo, aunque eso es
  bastante debatible. Al tratarse de un empresario, rico y exitoso nunca estaba en casa, mi
  infancia fue su periodo de oro en los negocios, ya sabes, los años en que terminó de
  consolidar su imperio. Siempre había un negocio que supervisar, que planear, que
  discutir, que cerrar.

- Estaban distanciados- comprendió el italiano.

- Siempre lo estuvimos, pero aunque me gustaría culpar a nuestra diferencia de edades y   
  su trabajo por todo, lo cierto es que hubo una razón más para que él se alejara de mí de
  la cual soy completamente culpable.

Iba a decir algo importante.
Enzo no se movió, prácticamente conteniendo su respiración, porque la voz de Köhler se había vuelto tan profunda y grave que era fácil perderla.
La caricia que el alemán le había dedicado a su larga cabellera, de pronto paraba.

- Siempre supe que me gustaban los hombres y no estaba muy seguro cuál sería la
  reacción de mi padre ante eso, él, que siempre había sido un donjuán y se jactaba de
  tener varias mujeres a la vez.
  Yo mismo tuve bastante éxito en el colegio- pareció pensar en eso.

- Eres un seductor a tu manera, ¿no? Desde siempre fuiste así- le escuchaba decir al
  otro- Reiner, eres el hombre más atractivo, en todos los sentidos, que he conocido en mi
  vida, ¿no yo mismo he tenido que luchar contra la atracción irrefrenable que siempre
  sentí hacia ti?- Aunque lo decía para hacerle sentir mejor, no es como si estuviera
  mintiendo.
  Cuando te conocí había varios tras de ti, hombres y mujeres, buscando que los miraras,
  sonriéndote como unos idiotas, Phillipo incluido, no sé cómo no vi esa.

-Mira quién lo dice, biondi- buscó su humor en algún lado- el sujeto que no tiene que
  hacer nada más que existir para que todos queden prendados de él.

Esta vez fue el turno del rubio para sonreír.
 
- Pero… quizá tengas razón, Enzo- reflexionaba- y nunca lo pensara de esa forma, quizá
  me parezco a mi padre en más cosas de las que quisiera admitir.

El peliplateado pareció pensar en eso probablemente más de lo necesario.
No parecían gustarle las implicaciones.

- No puedo imaginarte como un adolescente, Rein, para mí eres todo lo contrario- dirigía
  sutilmente el rumbo el publirrelacionista- Me hubiera gustado conocerte en ése
  entonces, ver tus ojos índigos brillantes e inocentes- bromeaba, casi.

El peliplateado resopló.
- ¡A mis 16 tú tenías 8 años! Lo nuestro nunca hubiera funcionado, no era tan perverso en
  ése entonces- ironizó, encontrándole la gracia.

La diferencia de edad no se notaba tanto entre ellos, salvo en momentos como ése.
Ocho años no significaban nada en realidad para sus vidas actuales.

- ¿Qué ocurrió a tus 16?

Enzo era agudo, siempre lo había sido.
Como si súbitamente no pudiera seguir, Köhler dejó de hablar.
- ¿Rein?

El alemán quedó inmóvil en aquel sillón, abrazándolo.
A cambio de su confesión, metió su enorme mano en el cuero cabelludo de su amante, acariciando su cabeza con un extraño dejo de amor que docilizó al italiano como un gatito en sus manos.
Le besó la cabeza en silencio.

Quizá estaba pidiéndole demasiado, consideró el más joven.
Si aquello era algo doloroso para él, preferiría no hacerlo pasar el mal rato. Reiner no merecía más sufrimiento.

- Quizá no debí haber preguntado, discúlpame.
  No tienes que contarme… si no quieres.

- Sí quiero- contestaba con voz ronca- Supongo que no tiene importancia ya, pero nunca
  se lo dije a nadie. Quiero que seas tú la primera persona que lo sepa.

- ¿Nunca lo has contado a nadie?- inquirió casi sin poder creerlo.

¿Qué tipo de secreto podría ser ese?

- No. ¿Qué haría yo contando esto a cualquiera?
  Pero… si tú quieres saberlo entonces yo quiero decírtelo.
  Y quizá, es hora de hacerlo de cualquier forma. Ha pasado tanto tiempo.

Baladi lo miró, Reiner parecía más perdido que nunca.

- Yo era sexualmente muy activo, claro a espaldas de mi padre- comenzó, una frase y ya
  todo parecía tan íntimo.
  La casa estaba vacía prácticamente todo el tiempo, así que no era problema vivir mi
  vida  como quisiera o eso creía como el petulante adolescente que era.
 
  Una tarde mi padre llegó inesperadamente a la casa con dos de sus socios comerciales  
  más importantes, él debería haber estado en Suiza con unos banqueros o algo así, el caso
  es que encontró a mí y a un chico mucho menor que yo, y entiende eso, mucho menor
  que yo, teniendo sexo en el comedor. Estábamos tan “en lo nuestro” que no nos
  percatamos de su presencia. Él y quienes lo  acompañaban vieron todo y debo decir que
  estábamos siendo  su-ma-men-te  gráficos.
  Nada antes o después de eso fue tan vergonzoso para mí.


Una pausa en aquel inesperado relato hizo notar el absoluto silencio que se había creado.
Baladi pensaba en la reacción que sus propios padres o sus hermanos hubieran tenido ante eso. Y supo que no sería para nada, nada, nada buena.

- ¡Imagina su cara al ver al menor de sus hijos metiéndosela a otro puberto sobre esa
  mesa de mármol de Carrara la que estaba tan orgulloso y presumía a todos en sus
  banquetes!
  Él no solía ser expresivo, pero pude leer lo que pasaba en su cabeza con facilidad:
  Estaba avergonzado de mí. Decepcionado de mí. Profundamente. Irreversiblemente.

Aquello… sonaba como una pesadilla, pero había sido horrendamente real.
Baladi reflexionó; eso, era lo peor que podría pasarte frente a tus progenitores y suponía que también sería de lo peor que un padre tradicional o cualquier otro, pudiera atestiguar.

- Después de eso… ni él ni yo sabíamos cómo convivir, me evitaba por completo, más de
  lo que ya lo hacía antes, lo cual era mucho. Nunca tuvimos “esa charla”, nunca
  volvimos a hablarnos como dos personas normales.

  Cuando se hizo obvio que no me quería cerca, decidió dejar de mal fingir y me mandó a
  estudiar a Londres y en la retrospectiva, fue lo mejor sin duda.
  No es como si aquella separación fuera a acabar con mi homosexualidad de todos modos.


Merten Köhler sonaba como un tipo frío y severo.
Y Enzo estaba seguro que si Reiner podía llegar a ser así, se lo habría aprendido a él.
Esa historia lo estaba inquietando, porque sabía que contenía los miedos e inseguridades más profundos de ese hombre, aquellos que ocultaba a todos.

- La forma en la que mi padre continuó evitándome hasta el final de los tiempos nunca
  dejó de  doler, por más que quisiera hacerme el duro- su profundo verbo se frenó de
  nuevo. Sí, no era idea suya, aquella historia estaba llenándolo de emociones que no eran
  positivas.

El rubio se preguntó si aquel tema no era igualmente difícil de tratar que su enfermedad y se sintió mal, porque aunque ese sufrimiento había ocurrido mucho tiempo atrás… él perfectamente sabía que esa clase de dolor jamás se iba del todo.
Se sintió entristecido por aquel crío abandonado que le abrazaba. ¿Era por eso que podía llegar a ser tan posesivo?

- Le busqué la cara infinidad de veces, Enzo, infinidad de veces, y cada vez comprendía
  un poco más que no tenía caso- lo escuchó seguir, ahora sabía que era verdad que él no
  contaba esa historia nunca- hasta que dejé de intentarlo. Me dije a mí mismo que
  simplemente tenía que aceptarlo.

  Mi drama personal nunca interesó a alguno de mis medios hermanos, muchos de ellos me veían
  con cierto recelo y temían que mi simple existencia pusiera en juego sus beneficios
  como herederos, ya sabes, conflictos de ricos. Y si eso no bastara lo cierto es que todos
  tenían en ése punto sus propias familias y sus propios problemas. No era su culpa, ni su
  obligación lo que pasara conmigo. Yo me lo había buscado.

  No tenía a nadie.


Sonó… tan desamparado.

- Continué mi vida en Inglaterra; terminé mi carrera, estudié la maestría correspondiente
  y cuando consideré que había hecho mi parte por complacer los requisitos para ser una
  persona respetable, me fui a viajar. Supuse que mi padre protestaría que gastara mi parte
  de su fortuna en puro placer mundano, secretamente esperaba que le importara, pero no
  fue así. En realidad le cayó muy bien que viviera mi vida lejos de él y por mi cuenta y
  no le importaba pagar por ello.

  Supongo que la respuesta corta a tu pregunta, es que no tengo en realidad una familia,
  hace mucho que no la tengo. Y te diría que estoy bien con eso, que estoy acostumbrado
  a ver por mí mismo y que no me importa, pero… eso no sería cierto y tú querías
  escuchar la verdad de mi vida, ¿o no?


Ese relato sonaba tan desolador, aunque él lo dijera con frialdad.
Le costaba trabajo creer que Reiner fuera de verdad tan indolente como aparentaba al respecto de todo el asunto.

Recordaba haberle escuchado decir en Palermo que Ángelo no lo miraba como un padre decepcionado de su hijo, que él conocía esa mirada. A eso se había referido, por fin lo comprendía. Entendía entonces el por qué éste insistía en mostrarse tan independiente y fuerte, el por qué era tan mordaz respecto a la tragedia en general. Todo era una forma en la que se defendía de aquel dolor.

¿Cómo es que había tardado tantos años en saber aquello? ¿Qué tipo de persona era que no se había interesado en Reiner más allá del sexo o los buenos ratos?

Se arrepentía de todo el tiempo que habían perdido y rogó porque el destino les permitiera recuperarlo, porque Reiner sobreviviera y pudiera abrazarlo en el futuro, caer rendido a su lado después de hacer el amor, dedicarle caricias infinitas… darle el hogar que había perdido hace tanto.

Ese pensamiento lo llenó de congoja.
¡No quería perderlo! ¡No podía perderlo!

- Rein, ¿tú me crees cuando te digo que te amo?- le preguntó de pronto.

El nuevo cambio de tema lo desconcertó por completo. Baladi abrió los ojos para ver su rostro y pudo ver una ligera sonrisa formándose en sus labios, una que hacía mucho no veía, por más sutil que fuera.

- Bueno, estás junto a un ciego moribundo, creo que debes amarme algo para que sigas aquí.

Era lúgubre y negativo, ¡y era horrible que lo fuera!
Baladi se acercó todo lo que pudo a su rostro.
Sus ojos azules tan nítidos no lo veían, perdidos en un abismo. Echaba tanto de menos ser mirado por él…

- Bien, si me crees que te amo entonces, ¿me crees también cuando te digo que quiero
  tener una verdadera relación contigo?

Supuso que la respuesta sería fácil de dar, sin embargo el otro pareció tomar su tiempo para responder, dándole peso a su respuesta.

- Sí, ahora de verdad creo que quieres un noviazgo conmigo. Un deseo sin duda con un
  pésimo sentido de la oportunidad, me temo.

- Bien- su mordacidad parecía bromear de cualquier forma y supo que se escudaba tras el
  humor, así que lo dejó hacer- pero lamento tener que aclarar que mi propuesta de ese día
  ha cambiado, la verdad es que ya no quiero ser tu novio.

Jugaba con sus palabras, no pudo evitarlo.
Lo vio apretar la mandíbula pero no le dejó decir nada.

- Quiero más que eso- prosiguió.
  Después de la historia que me has contado y de la historia que yo mismo cargo, quiero
  volver a tener una familia, quiero que seas tú.

Pudo ver la sorpresa en su cara. La faz de Reiner se llenaba de sentimientos que no pudo ocultar.
Lo había conmovido, al siempre irónico Köhler.

Baladi sintió un golpe de felicidad que le trajo alivio antes incluso de su respuesta, porque supo que a él le importaba el asunto y no estaba haciendo chiste al respecto.

- Eso… me gustaría, Enzo- le oyó susurrar- me gustaría mucho.

El rubio sonrió, decidiéndose a dar el último paso.
- Entonces, amore mio, te necesito vivo. Necesito que luches.

Le oyó bufar, comprendía a dónde iba todo eso. Pero pudo ver que encontraba adorables sus palabras por la forma en la que sus labios se curveaban.

- Admito que estás dándome un buen incentivo para salir adelante, que como siempre
  haces propuestas irresistibles.

- Bueno, eso espero- le contestó, poniendo su rostro en su pecho, juntando sus cuerpos
  para después abrazarlo también- porque te necesito en mi vida, en el futuro que planeo
  pasar contigo.

Mas el alemán inesperadamente rompió aquel abrazo, sujetándolo de la cara con ambas manos.

- Cariño… ¡o mio caro Enzo!- lo nombró con voz profunda, por un segundo pareció
  poder mirarlo realmente, sus ojos ciegos parecían ver directo a la parte más profunda de
  su ser.

El joven sintió que se derretía en sus manos, dejó que lo atrajera a su rostro donde Köhler unió sus labios en un beso inesperado. Su boca lo recibió con una sorpresiva dulzura.

En un principio sorprendido, Baladi no atinó sino a dejarlo hacer, permitirle quererlo, pero después entendió que la unilateralidad de aquel afecto no tenía sentido, ¡no sintiendo lo que sentía! así que le ofreció todo lo que era, dejándose llevar por aquel sentimiento que ahora comprendía ambos compartían por primera vez libremente.

Lo abrazó del cuello, continuando aquel beso se prolongó hasta volverse amor, amor físico. Las manos de ambos se rodearon, sus piernas se entrelazaron, sus cuerpos se frotaron, sus susurros se nombraron.

El dolor y la muerte fueron perdiendo su poder… tal como lo habían hecho en Palermo tiempo atrás… y aquel oasis de amor incondicional en que varaban se volvería su edén.
Alargarían el cielo hasta que el porvenir incierto llegara en forma de amanecer.

Lo que restó de aquella noche llena de temor, ninguno de los dos pensó en nada más que el otro…

Y el infierno se volvió el paraíso… por unas cuantas horas.





Continuará....

Notas finales:

Ando soltando mucha información últimamente.

 


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