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AFFAIR por malchan

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Notas del capitulo:

¿Dos capítulos sin lemon? ¡Eso puede arreglarse!

Comenten por favor, después de capítulos así -ya verán a lo que me refiero- quedo más suceptible de los reviews!


Daniel abandonó su mesa en el segundo piso del club Zaphyr, para ir en pos de aquel castaño con el que había sostenido un ferviente contacto visual. No se trataba de las amenazas de Reiner de aprovechar la oportunidad antes de que él lo hiciera, sino una especie de instinto cazador que creía haber perdido hacía mucho.

Él no era el tipo de personas que creyera encontrar a su pareja ideal en un bar, ni tampoco que disfrutara los encuentros de una noche, pero por ese sujeto… por la sensación de estremecimiento que le había provocado… estaba dispuesto a hacer una notable excepción.

Después de todo, ¿por qué no creer que el amor podría aparecer en cualquier parte?

Entró decidido al baño, pero al entrar presenció una escena que definitivamente no había esperado.

Ese hombre estaba de pie frente al grifo, había mojado su cara y con los brazos temblorosos se sostenía del borde de los lavabos, Mirándolo de cerca fue que supo que esos intensos ojos eran de un sorprendentemente cálido color miel. Una total ironía dada la intensidad con que lo había contemplado hacía poco.

Aunque sus hombros tensos le daban un aire masculino, por su rostro escurrían dolorosas lágrimas.
Vio en su faz una pena que conocía, el dolor verdadero.

Fue una escena tan extrañamente privada que no supo que hacer, pues verlo llorar no era algo que debería estar presenciando, no en un tipo tan desafiante como le había parecido ese sujeto. Pero ahí estaba, palidecido hasta lo níveo, desconectado de la realidad e inmerso en un sufrimiento que debía ser algo muy personal.

Un deseo de alejarlo ese dolor se apoderó de Daniel, fue tan avasallador que le sorprendió, pero cuando estuvo a punto de hablar, el otro susurró un nombre en una melancólica evocación.

Tuvo que hacer algo, se sentía como un espía en un momento así. Y era obvio que tendría que jugar muy bien sus cartas después de que fuera descubierto ahí si es que en verdad quería que ese hombre lo notara más allá de su intrusión.

- ¿Estás llorando?

Eso pareció dejarlo fuera de lugar, ese hermoso castaño se pasó las manos por sus ojos, sorprendido.
¿No se había dado cuenta de que lo estaba haciendo?

- Estoy bien- aseguró sin mirarlo, para después echarse más agua en la cara.

La educación de Daniel le decía que lo dejase en paz. Pero otra parte de sí lo encontraba imposible, ¿era morbo lo que lo hacía acercarse a él? La fascinación enfermiza bien podría considerarse así.

De pronto, deseó dar pasos largos hasta llegar a su lado y romper la distancia física que lo separaba de ese desconocido. No era un deseo lascivo… ¿o sí?

¿Podía sentirse atraído hacia alguien en cuestión de segundos? ¿Desear proteger del dolor a un perfecto desconocido sonaba como algo lógico?

- Estoy bien- repitió de nuevo el joven.

Daniel contuvo el aliento.
Tenía que hacer algo para conseguir que ese castaño lo mirara en vez de a su reflejo que tanto parecía afectarlo.

- ¿Tienes fuego?- le preguntó en un extraño impulso.

Y funcionó, finalmente él lo veía a través del espejo.

Su mirada de enfriaba de inmediato y lo analizaba sin ningún tipo de emoción, lo vio recorrerlo centímetro a centímetro y Daniel mismo se miró en el reflejo para saber qué podría estar viendo el otro.
Sabía que esa noche no lucía especialmente bien, llevaba la ropa que había tenido puesta todo el día y que seguramente lo hacía desentonar con el informal ambiente de ese club y que definitivamente nada tenía que ver con el atuendo un tanto descuidado que llevaba el sujeto que tenía en frente.

Pero la inspección de esos ojos miel le dieron una efímera esperanza, el castaño lo veía de una manera tan inquisitiva que supo que no le era indiferente.
¿En el mal sentido tal vez? Eso le tocaba averiguarlo.

Tras un momento de duda, el castaño se vio obligado a usar sus modales y sacó de su bolsillo un encendedor que le ofreció.
Daniel se inclinó para que se lo encendiera y el otro no pareció complacido de tener que hacerlo aunque lo hizo de todos modos.

Dio una calada larga al tabaco, que le ofreció un poco más de valor.

- Creo que nuestra primera obligación es para con la felicidad- le dijo sin pensarlo
  mucho.

Quizá era inapropiado soltar tal comentario pues hacia más evidente el hecho de que lo había encontrado llorando y tenía una opinión al respecto, pero en sus momentos más obscuros él mismo había descubierto esa verdad y aunque ciertamente tuviera dificultades para aplicar eso a su vida, no la hacía menos válida.

Se mantuvo prudentemente a la expectativa del efecto que producirían sus palabras.

El otro le miró fijamente, no parecía analizar lo que acababa de decirle, pero sin duda sacaba conclusiones. Teniéndolo tan cerca, Daniel descubrió que no sólo era su presencia, aquel hombre realmente le gustaba.

Hacía mucho tiempo que no había deseado llevarse alguien a casa, pero en ese instante supo que quería tenerlo a él, besar esos labios y revolverle el cabello con las manos.
Era una especie de magnetismo la que ese hombre le provocaba, uno que sabía que no ocurría todos los días, así que dejó en claras sus intenciones.

- Voy a hacerte una propuesta; ven conmigo. Haré que olvides lo que ha puesto ese
  semblante en tu rostro.

El otro como respuesta arqueó sus labios, no como provocación, sino como burla.
Supo que al menos… lo había intrigado.



-------

 


Avanzaban a gran velocidad por lo que ahora ya eran las afueras de la ciudad, rumbo norte por la ruta 421, a bordo de un Trans Amm amarillo, un deportivo de la vieja escuela del cual aquel moreno elegante era dueño.

“Daniel” era el nombre de ese sujeto que lo había abordado en el baño y le había prometido hacerlo olvidar todo y eso significaba que Ricard D´Oria desapareciera de sus pensamientos. Si en verdad ese moreno podía lograr eso, estaba dispuesto a intentarlo.

Lo miró un instante, él manejaba con sus ojos grises atentos al camino, rodeando las cerradas curvas de entre las montañas, llenas de inclinaciones y aguanieve. Su falta de atención en él le dio tiempo a Kyan de replantear lo que estaba ocurriendo.

Ni siquiera tenía idea de a dónde se dirigían, ¿llegarían hasta la frontera con Bélgica? Con todo ese vodka en su cuerpo era difícil calcular el tiempo, pero llevaban más de 20 minutos e iban a más de 130 km/h, con el pequeño tamaño del país podrían estar en poco tiempo entrando a los bosques de los Ardennes.

Había accedido a irse con ese tipo que acababa de conocer. Definitivamente no es que fuera un moralista, ni encontraba el sexo casual escandaloso, eso sería ser un hipócrita dado su propio pasado, pero…se sentía extraño volver a tomar las decisiones que el Kyan Novak de hace un año hubiera tomado.

Eventualmente el constante serpenteo a través del blanco y congelado bosque se tornó recto tras una curva sin señalización que dieron y el deportivo poco a poco fue bajando la velocidad hasta finalmente toparse con un gran portón de acero. Una cámara de seguridad los estaba grabando y eso incomodó al copiloto.

¿Dónde rayos estaban?

En estado normal habría sido más cauteloso, pero el alcohol parecía haberle bajado la guardia por completo.

El acceso se abrió y el auto recorrió una última subida hasta ingresar en el patio delantero de algo que no había esperado; un maldito castillo.
Kyan tuvo que procesarlo, de verdad era un castillo en medio del bosque.
Que surrealista.

Estacionaron justo enfrente de la edificación y su anfitrión bajó del deportivo adelantándose para abrirle la puerta del vehículo como un caballero cortés ante su cita. El gesto le pareció tan inapropiado que le hizo sentirse un poco estúpido.

- Bienvenido, siéntete en casa, por favor- lo invitó con su voz tersa.

Pese a la forma atrevidamente directa en que lo había abordado antes, ahora ese hombre se volvía tan agradablemente amable y educado. Se preguntaba si también en sus correctos modales entraría una follada dura.

Subieron las escaleras hacia la entrada, luego llegaron a un enorme recibidor, las luces se prendían con sensores de movimiento progresivamente a medida que avanzaban.

A Kyan, que tenía trabajo para caminar con normalidad, todo aquello le parecía una sofisticación para la cual no se había preparado. Conocía por su trabajo y parte de sus círculos gente de mucho dinero, pero ligarse con alguien así, era otra historia.

- Así que eres rico- le dijo entrando.

- Depende de lo que consideres rico- dijo el de piel bronceada, mientras se quitaba el
  abrigo, dejándolo en la percha de un armario empotrado a la parte baja de lo que se
  adivinaba era la gran escalera que habían pasado al cruzar la entrada.

Ahora sólo con camisa, podía ver las formas de su pecho. Se adivinaba un buen cuerpo.

Los zapatos de ambos sonaban con fuerza en aquel lugar de techos tan amplios y piso de piedra, se trataba de una construcción obviamente medieval sin embargo en perfecto estado y seguramente renovada hacía poco.

La decoración era de líneas elegantes y poco saturadas, lo que aliviaba la carga de las texturas antiguas. No olía a viejo, ni a humedad ni polvo y no percibía nada de frialdad pese a ser invierno ni por ser un lugar tan vasto. Olía a flores que pronto vio, abundantes y hermosas en el recibidor; hortensias violetas.
Y en las paredes había unas pinturas del arte de alguien que reconoció enseguida, Alphonse Mucha.

- Ah… esto es increíble- dijo acercándose- ¿son reproducciones al óleo?

- Sí, el dueño tiene los derechos de estas ilustraciones, estos cuadros tienen valor de obra.

Conseguir esos derechos no era cualquier cosa.
Era casi injusto que el arte pudiera poseerse.

- Asumiré que el dueño eres tú.

A cambio recibió una sonrisa orgullosamente blanca.
¿Acaso su anfitrión podría ser más perfecto?

- Fueron pintados por mi madre, así que pertenecen a la familia.

- Vaya, ¿y heredaste la vena artística?

- Quiero pensar que sí. Soy arquitecto y creo ver el mundo en términos creativos aunque
  distintos a éste tipo de creación.

Kyan miraba absorto a la bella rubia de pelo ondulado color canela, arropada como una antigua musa griega, en color verde quemado como fondo.

- Me encanta Mucha- dijo distraídamente.

- A mí también, me alegra que te guste. ¿No para eso es el arte?

Dejó de mirar el cuadro para volver al moreno, y le echó un vistazo.

- Este sitio es impresionante, tú eres guapo, millonario y cortés, ¿no es esto ridículamente
  ideal? Sigo esperando saber dónde está el truco.

No había esperado halagarlo así, sólo estaba siendo un poco cínico y al darse cuenta de que lo estaba haciendo sintió como se ruborizaba.

Los ojos claros de ese moreno parecieron encenderse un poco, ahora se avivaban brillando un poco más.
Kyan no estaba mintiéndose a sí mismo, realmente era un hombre muy atractivo el que tenía en frente. Y quería ese sexo que le había prometido.

- ¿Tienes alberca?
- Si, y está tibia. ¿Te gustaría ir?

Seguramente también habría un jacuzzi, no recordaba haberlo hecho jamás en uno.

- Seguro.

- Magnífico, sigue de frente por este pasillo y antes de llegar a la puerta de cristal dobla
  a la derecha, un poco más adelante toparás con una escalera, baja dos niveles y la
  encontrarás- le indicó con la mano- este lugar no es tan grande como parece, estaré
  contigo en un momento.

Sin embargo Kyan tuvo problemas para seguir las instrucciones debido a todo el alcohol en su sangre, así que cuando finalmente llegó tras equivocarse varias veces, ya se sentía bastante ridículo.

La alberca en sí, era como tenía que haberse esperado, enorme, al estilo de los baños romanos pero con columnas renacentistas y una cascada de agua. No muy lejos se divisaba un jacuzzi.

Activó el mecanismo para prenderlo casi por suerte y se alegró de ver que tal como había prometido Daniel, estaba caliente.

Se descalzó y pensó en quitarse los pantalones. Vaya que si estaba resultando fácil esa noche, se dijo, no le estaba presentando resistencia alguna a ese hombre que llevaba nada de conocer.

Decidió dejar de pensar, ¿tenía algún sentido hacerlo en ese momento?
Había ido a ese castillo en busca de sexo, no auto recriminaciones.

Se desnudó por completo, prenda tras prenda hasta sólo vestir su propia piel. Nunca había tenido vergüenza de su cuerpo, que aún conservaba su buena forma de cuando había sido más atlético. Ciertamente procuraba seguir ejercitándose pese a lo demandante de su trabajo, lo cual hubiera sido imposible de no haber un gimnasio en su edificio.

Entró en el jacuzzi y dejó que el agua le relajara los músculos, el invierno los mantenía endurecidos todo el tiempo. Y él mismo parecía tenerlos tensos de manera permanente.

Un suspiro de placer contenido escapó de su garganta. Y con los ojos cerrados lo escuchó llegar.

- Traje una Moët, burbujas frías con burbujas calientes suenan como buena idea.

Kyan lo miró entonces, llevaba una toalla amarrada a su cintura, una línea de vello obscuro en su abdomen bajo se espesaba cercana a la zona donde era imposible seguir viendo. No llevaba nada debajo de ella. Sin el traje, su cuerpo lucía aún mejor de lo que había imaginado, se notaba que había sido deportista en el pasado pero que se mantenía activo. Su piel morena y sus ojos plateados lo atrajeron una vez más.

Era el cuerpo perfecto para coger esa noche. Y muchas otras.

Daniel dejó una pequeña caja de madera en la orilla de la piscina, antes de disponerse a abrir la botella.

- Quizá no deba seguir bebiendo, no sé si valga la pena abrirla- le advirtió Kyan.

Entonces, fue en el moreno donde apareció la sonrisa, muy sensual.

- ¿Estás bromeando?- lo miró con toda naturalidad- Luces grandioso; mojado y desnudo
  frente a mí, quiero celebrar el tenerte aquí, claro que voy a abrir esta champaña. Y te
  serviré un poco sólo por si cambias de opinión.

Le devolvía quizá el halago de hace poco.
Ciertamente su hospitalidad tenía tintes románticos y aunque no fuera el estilo de Kyan, no le supo mal.

La Moët & Chandon fue destapada y las burbujas resbalaron por los dedos gruesos de Daniel. Había algo sexy en ese sujeto y estaba sintiendo bastante calor. Se dio cuenta de que estaba bastante intoxicado, drogado con todo; el alcohol, el vapor, su excitación.

Sus labios se habían inflamado por la humedad y los sentía mojados. De pronto se dio cuenta de que deseaba beber esa champaña y tener sexo con ese hombre.

- ¿Cómo te llamas?- le preguntó su anfitrión, sirviéndole.
- ¿Para qué quieres saberlo? No es a mi nombre al que te follarás.

Él pareció entretenido por su respuesta, pero se mantuvo firme.

- Quiero saberlo. Yo te he dado el mío.
- Eso es problema tuyo, Daniel.

No pareció ofendido, pero sin duda lo miró con más interés que antes.

- Bien entonces, no viniste a hacer nada que no quieras- aseguró ofreciéndole su copa
  para brindar.

¿Por qué no?
Chocó su copa con él y dio un sorbo a la champaña.

Si, el millonario tenía razón. Burbujas frías con burbujas calientes resultaban buena combinación.
Era delicioso. Todo en ese escenario lo era.

Daniel saboreaba el trago en su paladar mientras lo observaba y comenzó a caminar hacia él, su cabello obscuro se curveaba húmedo y lo sabía pues se pasó los dedos entre el pelo para acomodarlos un poco.

Lo sintió ponerse frente a él, muy cerca de su cuerpo.
Daba otro sorbo a su champaña para luego dejar la copa en la orilla.

Sorpresivamente, lo tomó de las manos. Mirándolo fijamente, se las llevó a los labios, donde las besó galantemente.
Eso era tan de la vieja escuela, pensó Novak, un tanto ridículo en términos actuales. Pero después de soltarlo, el moreno puso sus manos en su cintura esta vez, en algo que fue menos romántico, apretándolo contra él… en cada parte.

Ambos estaban duros. Pero eso no era algo precisamente sorprendente.

La mirada del moreno poco a poco comenzó a cambiar, a volverse más sexual, más profunda, más brillante y contrastante contra su piel obscura rociada por el vapor. Su boca se acercó. En otros tiempos, Kyan no habría tenido problemas con disfrutar un beso suyo, pero esta vez… giró su cabeza, negándose a recibirlo.

- ¿No puedo besarte?
- No. No puedes besarme- contestó fríamente tanto que pareció una broma.
Pero no lo era. Lo decía bastante en serio.

- Que lástima. Me gusta mucho besar durante el sexo- le dijo sonriendo- lo obviaremos
  entonces- decidió, metiendo su pierna entre las de él, presionándolo contra su muslo-
  ¿hay algo más que no pueda hacer? Sería bueno saberlo de antemano.

Sentía su miembro contra el suyo.
Kyan entornó sus ojos color miel.

- No se me ocurre otra cosa- respondió y como magia, el moreno se acercó por completo,
  sujetándole el costado de la cara para acariciarlo con tersura.

Eso le provocó un respingo en el pecho, hacía mucho tiempo que nadie lo tocaba así.

- No necesitas ser tierno, yo sé que no lo necesito.

Eso pareció sorprenderlo un poco.
- Sé que no es necesario, pero es un poco más mi estilo- dijo mientras le echaba
  suavemente la cabeza a un lado para exponer su cuello, del cual recogió su aroma con
  una inhalación- pero si no te gusta, me acomodaré a lo que si te agrade, tengo ganas de
  complacerte. Ya te lo había dicho, borraré lo que sea que ocupe tu mente- aseguró
  acercando su boca a esa piel tan sensible.

Su lengua recogió la humedad que encontraba y aquel acto se volvía más animal que sus caricias delicadas.
Eso… se sentía demasiado bien.

Los químicos de sus cuerpos estaban siendo más poderosos que ningún otro, ni el Götland  ni la Möet. La magia del sexo, Kyan de pronto la recordaba con claridad.

- Sin besos ni melifluas caricias entonces.

Y para comprobar sus palabras, vertía lubricante en sus dedos que había sacado de la caja al tiempo que su otra mano le abría las piernas.

Bien, también sabía ser directo, recordó Kyan.

Daniel se ubicó entre ellas, haciendo evidente el calor de sus cuerpos uno contra el otro, incendiándole la piel.

Ahora sus dedos acariciaban su entrada, lubricándolo con movimientos cadenciosos y provocativos que no tardaron en adentrarse en él.

Si él decía ser adaptable a lo que quisiera la otra persona, seguramente era un buen amante. Aquella idea junto con esos dedos le arrancaron un gemido ronco. Aquella caricia bajaba su resistencia, lo obligaba a relajar su cuerpo. Era un delicioso placer casi inesperado.

Ah, lo masturbaba tan bien que sintió que las piernas no le sostenían adecuadamente así que lo sujetó de los hombros, Daniel se detuvo, mirándolo intensamente. Había algo salvaje en ese hombre de traje costoso.

- ¿Vamos bien?

Kyan se alzó un poco más, colocando su pierna contra la pared del jacuzzi.

- Este… es justo el ángulo, Daniel.
- ¿Él ángulo para…?

Parecía gustarle aquella provocación. Y definitivamente le gustó también ese brillo en la mirada color miel que aparecía en Novak.

- Para que entres en mí.

El otro le introdujo los dedos hasta la parte más profunda, la sensación fue tan intensa que le causó tensión en la mandíbula.
No había esperado… que se sintiera tan bien dejarse hacer por ese hombre.

Comenzó a moverse dentro de él, acariciándolo con las puntas de sus dedos.

- Ah…

Activaba los botones invisibles de su cuerpo.
Ese contacto despertaba la parte más básica de su líbido.
Y en sólo segundos lo hizo volver a ser quien había sido antes de conocer a Ricard.
E incluso el ser sexual que era a su lado.

Quería tener a ese moreno de ojos de acero dentro. Sentir su miembro borrarle la mente, poniéndola en blanco como había prometido.

- ¿Qué estás esperando?- le preguntó sintiendo gotas de vapor por todo el rostro, en todo
  el cuerpo.

Sonaba más exigente de lo que había considerado. Pero su demanda no pareció molestarle al otro, sino todo lo contrario. Parecía disfrutar su irreverencia.

- Me gustas lo suficiente para desear gozar un poco más de tu compañía.

Eso tenía que ser un sarcasmo. Kyan sonrió también.

- No tengo prisa- susurró, sujetándolo posesivamente de las caderas, acercándolo a su
  cuerpo- Pero aceleraré las cosas si eso quieres.

- Sí, eso quiero- le dejó saber.

Ahora podía sentir su aliento en la nuca con el escalofrío que le acompañaba.
Percibía el calor que su persona manaba. Entre el vapor, sabía cuál fuego provenía de él.
Iba a…

La recibió, lenta y prolongada,  la primera estocada.

Su cuerpo sintió un golpe de placer que embriagó su celebro aún más. Debió haber gemido sin darse cuenta, porque sintió como Daniel lo acariciaba en respuesta.

Comenzó a cogerlo.

Ese hombre despojado de su Tom Ford resultaba bastante sexual. En pocos segundos se encontraba marcando el ritmo preciso; profundo y suave.

Le agarraba la pierna alzada elevándola un poco más, facilitando aún más la entrada a su cuerpo. No tardó en recibir una recompensa.

La siguiente estocada le apagó más aún la mente. La tercera le hizo entreabrir los labios.
Y la que llegaba después era tan buena también… sus cuerpos se sincronizaban de inmediato.
Aquel increíble estímulo llegaba una y otra vez al lugar adecuado.
En la cadencia… perfecta.

- Ah, eres… eres bueno- le dijo sujetándose bien de la orilla.

Él lo sujetaba de la cadera, sus dedos sostenían firmemente su carne mientras lo invadía.
Kyan era inundado por lo que hacía tanto no sentía su cuerpo, placer físico.

Tenía mucho que no lo follaban así.

- Permíteme ver tu rostro- le dijo su anfitrión- Mírame.

Sus caras quedaban enfrentadas mientras lo hacían.
Daniel se mostraba como un hombre completamente sensual, con ese inconfundible aire latino. Sus labios carnosos lucían fáciles de besar, sus ojos claros fascinantes para contemplar y piel tostada bañada en vapor era la cubierta perfecta para su cuerpo varonil.
Hermoso como una exótica pantera desenvuelta en un ambiente de voluptuosidad.

¡Y era tanto placer!
Kyan apretó los dientes, se acercaba demasiado rápido al clímax.

Su mirada se fue perdiendo, los ojos de Novak eran de un color miel con tintes verdes y amarillos, pero su expresión siempre era algo dura. En este instante ésta parecía navegar en un mundo de sensaciones tan fuertes que se encontraba totalmente perdido en ellas.

Su parte racional le hizo una pregunta, ¿debía intentar prolongarlo o disfrutar el orgasmo rápidamente?

Un golpe de electricidad le hizo gemir roncamente, como una respuesta. Pero antes de poder interpretarlo, otro lo azotó con embestidas más profundas.

¡No podía ser! ¡Iba a perder la razón!
Se mordió los labios sin saber si quería recuperar el control.
Quería prolongarlo, toda la noche. Mientras afuera nevaba, él estaría en el vapor del jacuzzi teniendo sexo con un guapísimo millonario. De huesos anchos, pecho bien formado y abdominales tensos y ahora húmedos.

Y lo descubrió mirándolo de la misma forma hambrienta. Lo había encendido sin aparente esfuerzo.
Daniel lucía él mismo fascinado.

- Eres tan sexy- declaró el dueño de aquel castillo- ¿de dónde has salido?

Dicho eso, aumentó la velocidad.
Quizá… no podría prolongarlo tanto como pensaba.

Kyan sacó el aire atorado en sus pulmones casi en un bufido animal. Cerró sus ojos con fuerza y decidió mandar absolutamente todo al carajo y disfrutar la sensación de hacerlo con él, intensa, poderosa y física, llenándolo de un placer tan vasto que no requería arrepentimientos.

Novak ajustaba a su amante a su propio ritmo, sabia como hacerlo, consiguió que su lenguaje corporal se conectara lo suficiente con él para hacerle saber cuánto le gustaba, enseñándole la forma de enloquecerlo. Daniel enlazó las piernas de ambos estrechando el espacio entre los dos, dándole más fricción a cada penetración. Fue una excelente idea dado que ahora podía estimular cada centímetro de su interior.

Ah, sí… la sensación era perfecta. Lo recibía mejor de lo que había esperado.
Ese sexo era verdaderamente genial.

Y justo entonces sintió su mano cerrándose en su entrepierna, excitándolo por partida doble.
No había esperado ese estímulo. Pero todo en ese hombre había resultado ser inesperado.
De un momento a otro estuvo sometido a tanto placer que supo no podría retrasarlo más, seguir conteniéndolo era imposible.

Su corazón latía tan fuerte que sentía que el otro podría escucharlo, su piel hervía y estaba inflamada por tanto placer.

- Estoy… a mi límite- avisó.

En respuesta, su amante lo apretó un poco en su mano. Sentía su miembro pulsando en él.
Soltó un gemido agónico.

En este punto Novak ya no él mismo, su cuerpo se retorcía contra el de aquel sujeto, su mirada del color del alba estaba húmeda y cristalina. Libre.
Estuvo a punto de exigirle seguir, pero él lo sujetaba del cuello, mirándolo tan intensamente que le provocó un extraño mareo.

- Te lo dije. Iba a hacerte olvidarte de todo- susurró como un ronroneo en su oído.

Kyan estuvo a punto de decir algo impulsivo, realmente nada coherente, pero el otro le tomó el muslo con la mano, sujetándolo del interior del mismo, las yemas de sus dedos tocaban su piel sensibilizada. Le abrió las piernas más aún, aprovechando su flexibilidad.

- En serio, ¿de dónde has salido?

Y lo penetró, esta vez muy profundo.

- ¡Ahh!- no pudo evitar gritar esta vez Novak- ¡Ahhh!

Apretó los dientes con fuerza teniendo que controlar la fruición en su cuerpo para evitar venirse. Estaba a punto de terminar, ¡no podía soportar más! Pero aquella estimulación no tuvo tregua.

De pronto se encontraba demasiado hambriento en aquella selva lúbrica, empapado de sudor y sofocado. Su amante se había detenido bruscamente.
Sentía como temblaba sin poder controlarse.

- ¡Sigue… no pares de esa forma!- replicó jadeando.

Daniel lo veía, sus ojos metálicos brillaban con lujuria. Lucía voluptuoso, dominante y viril.

- ¿Quieres que siga?

Quiso decir que sí, pero sólo puso asentir, tembloroso.
Tras una blanca sonrisa altiva, volvió a moverse dentro. Más y más…
Ahí estaba de nuevo, en la misma intensidad, el placer también provocó pesadez en la respiración de su perfecto anfitrión, volviéndola cada vez más ronca y profunda.

Era un tono áspero que le provocó a Kyan besarlo, aunque no lo haría, por supuesto.

- Sigue… ah… ¡no te detengas más!

Sintió que se sonrojaba al máximo, sus piernas lo apretaban posesivamente contra sí, el contacto de su piel era tan afortunado que deseaba hacerlo lo más absoluto posible.
Sólo por una noche.

No podía más.
Iba a acabar.

Su cuerpo ahora actuaba sin su control, siguiendo la parte más básica de su ser, su pecho en esos momentos latía tan rápido como sólo lo hacía el sexo y el estar enamorado. Durante esos momentos es que se sentía totalmente vivo.

¡Había olvidaba lo increíble que podía ser alimentar a su cuerpo!
Estaba a punto de correrse.

- ¡Ah!… yo… ¡en verdad ya no puedo!

La voz del mayor sonó en sus oídos, tan cercana como estaba.

- Terminemos entonces.

Lo sujetó por las ancas, firme contra su persona. Estaban envueltos en sudor y vapor, su interior pulsaba, podía sentirlo en su carne.

Daniel lo tomaba de los costados, colocándose sobre él. Y comenzó a invadirlo con todo su impulso.
La sensación que provocó fue intensa, Novak no tuvo de dónde sujetarse, todo estaba resbaloso, así que lo agarró de sus brazos con fuerza.
El fuego le incendiaba la entrepierna, ¡estaba llegando!

Apretaba la mandíbula sin darse cuenta, el placer lo envolvía como una arrebatadora ola incontrolable. Escuchó su propia voz suelta en un prolongado gemido. Ni siquiera sonaba como él mismo.
Sintió la explosión que hizo sacudir cada centímetro de su cuerpo.

Fue apenas unos segundos, pero ¡vaya que fueron los más intensos que había tenido en meses!

Se había derrumbado en la orilla del jacuzzi, intentaba recuperar la respiración y el sentido de la realidad.
Víctima del placer, que hacía que todo diera vueltas.
Estaba tan agitado… que sexo… tan magnífico.

Jamás había esperado vivir eso más temprano cuando se disponía a salir y en la barra del Zaphyr había supuesto que aquella era una noche desperdiciada.

Daniel se inclinó sobre él, mirándolo con satisfacción. Las yemas de sus dedos le acariciaron la línea de la mandíbula mientras seguramente se formaba una opinión de esta que le hacía arquear los labios, el marco de su cara estaba adornado por rizos obscuros que la humedad había curveado aún más.

Sus ojos se habían transformado. Ya no contenían la lujuria de antes.
El gris tenía un extraordinario reflejo azul de agua en ellos. Nítidos, casi transparentes.

- Eres absolutamente sensual- le dijo su anfitrión- ¿no quieres ir a secarte? Podemos
  seguir entre sábanas tibias.

Kyan fue honesto.

- Este lugar parece enorme… no sé si puedo llegar hasta ahí.

- Puedo cargarte- le respondió.

- No. Creo que no entiendes. Me refiero a que no sé si puedo llegar hasta ahí- dijo Novak
  esta vez, rodeando sus hombros con sus brazos, cerrando el espacio entre ellos.

Quería más de él. En ese momento.
Lo escuchó reír. Y le gustó aquel profundo sonido haciendo eco en ese espacio.

- No te preocupes- le aseguró su amante- También de esa manera puedo cargarte.

La noche iba a ser larga.
Daniel hasta ahora había cumplido su promesa. Pero si tener sexo con él significaba recibir orgasmos como ése, lo dejaría dárselos hasta el amanecer.

Las manos de ese hombre volvían a acariciarle el cuerpo. El calor no había bajado… Kyan quería más… y hace una hora ni siquiera habría pensado que sería así.

Daniel le gustaba.

Demasiado.




Continuará...


Notas finales:

Comenten por favor, después de capítulos así -ya verán a lo que me refiero- quedo más suceptible de los reviews!


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