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El Romance del Año por Tsuyume

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Notas del capitulo:

Debí volver con a conti hace un buen rato!! Ante todo, eternas gracias por sus comentarios; he de decir que me encantó haber interesado a quienes leen un fic de este par por primera vez, así como reencontrarme con mi bella Dan a quien le debía esta historia. En fin, espero que la conti sea de su agrado.

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Capítulo 2

“Es lo que parece”

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Después de pasar un tiempo prudencial para que tanto Kasamatsu como Kise hayan entablado siquiera una conversación de adultos, el representante de modelos, Moriyama Yoshitaka, entró de nuevo en la oficina; cargando su café, un pan de maíz, y todas las golosinas que compró para pasar el rato. Ciertamente, esperaba que ya se hayan hecho buenos amigos, o por lo menos que no se hayan matado en su ausencia.

—Oigan, ¿ya podemos empezar? —mostrando una gran sonrisa, el pelinegro se adentró en el lugar, sólo para comprobar que ninguno de los dos estaba donde los dejó. En seguida, el rostro de Moriyama se alarmó al no ver ni al modelo ni a su abogado—. ¡¿Dónde rayos se metieron?!

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Con una suave maniobra, Kasamatsu estacionó su lujoso automóvil, frente al restaurant del cual era un conocido y querido cliente. Kise sonrió al ver que se trataba de un lugar bastante bonito. Con pequeños árboles al frente, e impecables vidrios que dejaban ver el movimiento del interior, se percibía la calidez del lugar. Finalmente, habían llegado a su destino. Bajaron del auto y juntos caminaron hacia la entrada principal. Ryouta, que visitaba el lugar por primera vez, sólo se dejó guiar por el mayor.

Pronto, fueron recibidos por el encargado del restaurant, un buen amigo del pelinegro.

—Buenas tardes. Qué… ¡Hey! ¡Kasamatsu! —sonrió al reconocerlo—. Que bueno verte por aquí. ¿Mesa para uno, cierto? Ahora mismo te busco una…

—Hoy no, Kobori... Vengo acompañado —se limitó a decir Yukio, sonando casi aburrido.

—¿Ha? —el castaño creyó no haber oído bien.

—Hola~ —aparecía Ryouta, detrás de un “aburrido” Kasamatsu, que hacía su rostro a un lado para no ver la expresión de Kobori.

Efectivamente, como supuso Yukio, el castaño se quedó viéndolos sin entender; hasta que cayó en cuenta de que aquel rubio de belleza sobrehumana era el “acompañante” de su amigo Yukio. Pero lo que más lo impresionó fue que no se trataba de cualquier rubio de excepcional belleza, era nada más y nada menos que: Kise Ryouta.

Camino al restaurant, Kobori podía jurar que había visto su rostro, por lo menos, cinco veces.

—Oi, Kasamatsu… —susurró codeando al pelinegro, aprovechando que el modelo estaba entretenido observando el lugar con curiosidad.

—¿Qué sucede…? —Yukio lo miraba dudoso ante su extraño comportamiento.

—¿Después me consigues su autógrafo? —pedía el alto castaño, sacando una mueca incrédula de parte de Kasamatsu, que no entendía como alguien podía querer un autógrafo de semejante mocoso chillón.

Tomando asiento alrededor de una de las mesas más próximas a ellos, cierto paparazzi no los había perdido de vista. El joven se escondía rápidamente tras la carta del menú, mirándolos disimuladamente con una gran sonrisa. Eran la noticia del año y semejante primicia sería toda suya. El famoso modelo, Kise Ryouta, de la mano de Kasamatsu Yukio, uno de los abogados más reconocidos de la ciudad… No podía esperar por tomar las fotografías más comprometedoras. Seguramente se ganaría la portada de la revista.

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Rara vez Kasamatsu Yukio demostraba algo parecido a la vergüenza, pero cuando lo hacía, era más notorio de lo que el pelinegro podría desear. Por alguna razón, sus mejillas se sonrojaban y si abría la boca sólo era para tartamudear. Era una faceta suya que pocas personas conocían, y sin embargo, Ryouta la sacó a la luz con un simple movimiento.

—¿Pu-Puedes comer bien, Kise? —casi ordenó, sin poder hablar de corrido—. “Maldición. ¡¿Estoy tartamudeando?!” Se recriminó.

El pelinegro podía jurar que lo hacía apropósito. De ninguna manera alguien podía mirarlo de esa forma, tan condenadamente inocente, después de haber lamido una cucharada de crema como si fuera un… ¡ni siquiera podía pensarlo! No sin ponerse rojo de la vergüenza. Definitivamente el pervertido de Moriyama le estaba pegando su vicios.

—¿Qué te hago? —Ryouta pareció ofenderse, inflando las mejillas, sin darse cuenta que tenía algo de crema en la comisura de sus labios rosas.

“Esto no me está pasando” —se reprendió Kasamatsu, entrecerrando sus ojos, buscando poder disimular su incredulidad. Era malo para su corazón. Acelerar su ritmo cardíaco de un segundo a otro, no podría significar nada bueno.

—Li-Límpiate la boca. Ti-Tienes algo aquí —dijo Kasamatsu, señalándose su propio rostro.

Kise lo miró y tomando su servilleta se limpió la misma parte que veía, la cual, finalmente, resultaba ser el lado contrario del que le indicaba el pelinegro. Kasamatsu, que nunca tuvo por virtud la paciencia, se estaba fastidiando.

—No, del otro lado —aclaró el abogado, haciendo que el rubio dé vuelta la servilleta creyendo que era a eso a lo que se refería; acabando con la frágil paciencia de Yukio—. ¡No! ¡Aquí! —exclamó tomando su propia servilleta, terminando de acercarse al rubio para limpiar él mismo la mancha de su boca—. Pareces un niño —recriminó.

—Um… Me lo han dicho —el rubio sonrió, después de ver la mano del abogado abandonar su rostro.

Ni siquiera el propio Ryouta entendió en ese momento por qué le regalaba una de sus sonrisas más dulces y sinceras. Si bien él era una persona que se la pasaba sonriendo, la genuinidad de sus sentimientos siempre se los guardaba para él. “Ser sincero consigo mismo” parecía ser su frase de cabecera. Sin embargo, no pudo percibir cuándo comenzó a compartir su sinceridad con Kasamatsu.

Fue natural la manera en que comenzó a hablarle de su carrera como modelo, de lo que le gustaba y de lo que odiaba de la misma, así como rápidamente pidió saber de él. Pero Kasamatsu sólo se limitó a responder: “Soy abogado, eso”. Claro que no fue suficiente información para el rubio, que con oír sus cortas respuestas sólo hacía que su curiosidad se haga más grande.

Parecía como si no quisiera hablarle de su vida privada, y lo entendía, él como modelo odiaba que le pregunten por sus asuntos personales. Sin embargo, Moriyama ya se los había dicho, entre un abogado y su cliente convenía que exista total confianza. Por eso, no se molestó en seguir preguntando hasta agotar su curiosidad y, por qué no, la paciencia de Kasamatsu.

—¿Trabajas solo?

—No.

—¿Con cuántas personas trabajas? ¿Cómo se llaman?

—Muchas. No te incumbe.

—Tienes un carácter horrible, ¿te lo han dicho? —reprochó el rubio, entrecerrando sus ojos y mostrándole un notable puchero.

—Sí, varias veces —contestó sin mirarlo.

Por alguna razón, Ryouta se quedó viendo su mirada esquiva.

Bebiendo del sorbete de su malteada, sus ojos dorados no se habían desprendido de la sombra que podía distinguir en los orbes azules del pelinegro. Algo dentro de su pecho, tal vez su intuición, le decía que había mucho más detrás de esa mirada seria… Y su misma intuición le decía que le encantaría descubrirlo.

—¿Nos vamos? —Kasamatsu tomó su portafolio y se paró sin esperar respuesta del rubio que, finalmente, no hizo más que seguirlo.

El abogado pidió la cuenta y se dispuso a pagarla por completo.

—Yo pago mi parte, no hay problema —dijo el rubio.

—No. Yo te invité, me corresponde —aclaró, pagándole al mozo la totalidad de la cuenta.

—Que anticuado —Ryouta sonrió al ver como el camarero se iba.

—No soy anticuado —se defendió el pelinegro girándose a verlo.

—Sí, sí lo eres~ —volvió a sonreír con más amplitud.

—Bah… —era simple y sencillo. Cada vez podía menos con las sonrisas del modelo, por eso, sólo podía girar su rostro a un lado y esperar que no lo note—. Volvamos de una vez, que nos deben estar esperando —terminó de decir para salir rumbo a su automóvil.

Por unos instantes, Ryouta se quedó parado, viéndolo irse. Luego, simplemente, sonrió y negó con la cabeza; divertido. Aparentaba ser un hombre serio y hasta frío, pero Ryouta podía jurar haber sentido la calidez de su presencia. El modelo no recordaba sentirse de tal manera con alguien que acababa de conocer. Era una tranquilidad que cosquilleaba en su estómago. Era agradable.

—¿Vienes o no? —se quejó Kasamatsu.

—¡Ya voy! —infló las majillas, molesto; mandando a volar todo lo que pasaba por su cabeza.

Mientras tanto, cámara en mano, el joven paparazzi sonreía sacando la última fotografía. Mirando todas las imágenes en la pequeña pantalla de su cámara fotográfica; una lucía mejor que la otra. Indudablemente, al día siguiente estallaría el romance del año en la portada de la revista más importante de la ciudad.

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En unos minutos, Kasamatsu y Kise llegaron a la agencia del modelo.

—Supongo que ya deben estar en la sala de juntas —decía Kasamatsu, dirigiéndose junto al rubio hacia el ascensor.

Debían subir al piso más alto del edificio, en donde los estarían esperando el resto de los representantes de la agencia, así como sus abogados, y los empresarios que habían requerido a Kise para su nueva campaña.

—Oye… ¿Seguro que nos fijamos en todo, ne? —comentó el rubio, ya dentro del ascensor.

—Sí. Está todo cubierto. Confía en mí —dijo Kasamatsu, ganándose la mirada de Ryouta.

—Um. Gracias~ —sonrió.

—No tienes por qué… —volteó el rostro a un costado—. Es mi trabajo —aclaró, volviendo la sonrisa del rubio más apacible, hasta hacerse una simple mueca.

—Si… claro…

En cuanto salieron del ascensor, caminaron unos metros hasta por fin llegar al salón que buscaban. Efectivamente, allí los esperaban la otra parte que debía firmar el contrato, junto a su equipo de abogados. Kasamatsu conocía a varios, alguna vez se los cruzó en algún juzgado. Finalmente, el único que faltaba era Moriyama, que no tardó en llegar, quejándose por el ascensor que no bajaba.

Después de leer las cláusulas y ambas partes haberse puesto de acuerdo, el contrato se firmó y Ryouta, además de haber renovado sus años de trabajo, también se había convertido en la cara de la próxima campaña que llevaría a cabo una reconocida marca parisina.

Satisfecho con su trabajo, Kasamatsu daba por terminado su trabajo para con el modelo.

—Oye. Espera. ¿Ya te vas? —preguntó Ryouta, saliendo de la sala de juntas detrás de él.

—Hm. No, aún no —se giró a verlo, notando un brillo especial en sus ojos.

—Todavía tenemos que discutir los contratos de mis otros chicos —llegaba Moriyama, aclarando la situación—. Así que, andando Kasamatsu, tenemos trabajo que hacer.

—¿Desde cuándo te convertiste en mi manager? —alzó una ceja divertido.

—Desde que tienes la cabeza en cualquier lado —sonrió—. Anda, vamos —se lo llevaba de nuevo a su oficina para seguir con el trabajo pendiente.

—Um… Oigan… —llamaba Ryouta, haciendo que ambos se giren a verlo— ¿Puedo quedarme con ustedes?

—¿No estás cansado? Por qué no vas a descansar —ofreció Yoshitaka.

—No tengo sueño —respondió el rubio.

—¿Tienes algún problema? —Moriyama le consultó a su amigo.

—No lo sé… —Yukio miraba al modelo, viendo acentuarse su puchero; como si sintiera de antemano que le diría que no—. Podría estorbar nuestro trabajo —sonrió burlón.

—Me quedaré quieto —aseguraba Kise, sacando a relucir una imaginaria cola de perro.

Moriyama no pudo contra esa imagen, mucho menos Kasamatsu, que simplemente se giró para encaminarse de una vez hacia la oficina de su amigo; oyendo como el pelinegro le decía a Ryouta que se porte bien o Yukio lo sacaría de una patada, haciéndolo quedar como un ogro. Pero haberse defendido de tal acusación sólo sirvió para divertirlos más. El abogado no podía creer que lo tomaran tan a la ligera.

Un par de horas más tarde, ya había anochecido. Y, si por Kasamatsu fuera, se habrían quedado aún más tiempo, pero Moriyama le recriminó que esa noche tenía una cita con una hermosa muchacha que lloraría si la llegaba a dejar plantada. Ante la insistencia del representante, Kasamatsu accedió a dejar el trámite y seguirlo en otro momento. Cuando de trabajo se trataba, Yukio no daba el brazo a torcer, pero cuando de bellas súper modelos se trataba, Moriyama podía ir contra su abogado amigo y mil más.

—De acuerdo, después te llamo para comentarte como sigue la gestión —decía Kasamatsu despidiéndose del playboy, que ya estaba dentro de su automóvil.

—Sí. Después hablamos —sonrió—. ¡Nos vemos, Kise! —se despidió alzando la mano.

—¡Suerte~! —animó el rubio.

En seguida, Moriyama los dejó solos en la puerta de la agencia.

Estaba fresco, y a su alrededor todo era iluminado por las luces artificiales del alumbrado de la ciudad, así como de anuncios publicitarios. Pasadas las ocho de la noche, todo se volvía a ver envuelto en el ritmo que proponía el regreso a casa.

—Yo también, ya me voy —hablaba Kasamatsu, llamando la atención del rubio—. Adiós —se despedía con un simple gesto.

—Sí… Adiós… —Kise veía como el pelinegro se metía en su auto dispuesto a irse.

Mientras buscaba las llaves en su bolsillo, Yukio pudo ver al modelo en busca de un taxi. El primero que apareció no se detuvo y al instante llegó otro, pero tampoco paró. Lamentablemente, era hora pico y sería difícil encontrar alguno. El pelinegro bufó con cansancio antes de abrir la boca para hablarle. Después de todo, era su culpa que Ryouta no tuviera como volver a casa.

—Oye, Kise —llamó la atención del rubio; el cual creyó que ya se había ido— ¿Hacia dónde vas?

—Oh, a mi departamento. Queda sobre la avenida Fokuza.

—Mmm. "Incluso me queda en sentido contrario... que mierda..." —pensó el pelinegro—. Sube, te llevo —ofreció derrotado.

—¿Harías eso por mi? —preguntó feliz.

—Vamos, vamos. No tengo todo el tiempo —decía, encendiendo su automóvil.

—Tan paciente… —se burlaba el rubio, para luego subir al auto con él.

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Dentro del vehículo, Kise sentía todo acogedor y agradable. Con las luces bajas y la calefacción prendida, se sentía muy a gusto sentado al lado del pelinegro, que no hacía más que mirar hacia adelante, prestando atención al camino que tenía en frente, para maniobrar en consecuencia. Aprovechando su concentración, Ryouta giró a penas su rostro para verlo. Lucía serio y confiado, tranquilo, varonil.

Sin ánimos de dejar que su mente siga viajando hacia puntos sin retorno, el rubio modelo se giró al otro lado para ver por la ventanilla, disfrutando en seguida del paisaje. Nuevamente, pasaban por la carretera que quedaba a un costado de la playa; la calle en donde lo conoció, esa misma mañana. Sonrió al recordarlo.

En seguida, el rubio abrió los ojos habiendo recordado algo más.

—Oye. ¿Te molesta si prendo la radio? ¡Ya empezó mi programa favorito! —pidió el rubio, haciendo que Kasamatsu alce una ceja al ver su entusiasmo.

En seguida, comentarios graciosos y risas empezaron a inundar el auto ante la incredulidad de Kasamatsu, que no podía creer que alguien escuche tantas pavadas juntas. Pero ahí estaba Ryouta, disfrutando como un niño de los comentarios picantes y cómicos de los locutores.

"Ahora hablaremos de los hombres con doble vida" —proponía el locutor—. "Esos tipos que de día son prestigiosos señores de trabajo, hombres casados, y de noche... ¡CHAN! Ja, ja. De noche andan saliendo de escondidas con su secretaria… y si tiene el dinero suficiente...”

“¡Alguna modelito!” Acotaba el compañero.

Yukio alzaba una ceja ante el comentario, lo cual no pasó desapercibido para el rubio modelo.

—Oye. ¿Eres casado? —preguntó, por poco asustado.

—¿Qué…? Claro que no —se apresuró a responder, mostrándose casi molesto por la suposición.

—Oh... Qué bien... —suspiró Ryouta, para luego sorprenderse al oír sus palabras, más fuertes de lo que hubiera querido.

Kasamatsu lo miró de reojo con una mueca incrédula, tratando de entender si lo que escuchó fue correcto. Mientras tanto, Kise miraba al otro lado, fingiendo, pobremente, no haber dicho nada. Y si bien entre ellos se acentuó un incómodo silencio, el mismo pronto era roto por las voces de la radio, que se despidieron dejando un tema de cortina durante el pase al otro segmento.

Ninguno de los dos volvió a hablar. De hecho, dejaron que la canción que tenían de fondo se hiciera eco en todo el lugar. Así pasaron los últimos minutos antes de llegar a su destino.

Kasamatsu estacionó frente al complejo habitacional, dejando que el rubio se dé cuenta que ya habían llegado a su departamento. En ese momento, Ryouta estuvo por bajar del auto pero recordó que estaba dejando su bolso en uno de los asientos traseros.

—Oh. Espera... —decía, quitándose el cinturón y girando su cuerpo hacia la parte trasera del auto—. Se me olvida mi bolso... —estiraba los brazos para buscarlo por allí.

—Tsk. ¿Y por qué no sales y lo buscas por afuera? —retaba Yukio, por los movimientos que hacía dentro de su auto. Tan torpes que creía que podría romperle algo y, entonces, ya no pensaba pagarle ningún arreglo, pues quedarían a mano.

Kasamatsu bufaba aburrido, hasta que sus ojos se dirigieron de nuevo al rubio sólo para sorprenderse con la postal.

El pelinegro no sabía si el modelo se había dado cuenta o no, pero a la vista de Yukio lo único que quedó fue el trasero del rubio. El ojiazul se sonrojó, alzando una ceja, incrédulo de que lo que sus ojos veían. Avergonzado, corría la mirada a un costado, pero sólo por unos segundos, pues luego sus ojos volvían a mirarlo, disimuladamente, como si no tendría otra oportunidad de hacer eso. Definitivamente pasar tanto tiempo con el pervertido de Moriyama estaba dañando su buen juicio.

—No lo encuentro... —se quejaba Ryouta, aún removiéndose en el asiento, y haciendo que Yukio sienta su voz como un alerta de lo que estaba haciendo, corriendo el rostro de nuevo.

—De-Debe estar por allí.

—No, no lo encuentro, Kasamacchi —se quejaba en tono casi infantil.

—Debe estar… —de pronto paró de hablar, tratando de entender qué fue lo que le dijo—. ¿Cómo me llamaste? —preguntó ofendido.

—¿Hm? —el rubio se giró para volver a su asiento—. ¡Kasamacchi! —afirmaba con una gran sonrisa.

Su sonrisa lucía tan dulce y natural que Yukio creyó estar alucinando. Verlo sonreír lo movilizaba, cambiaba su mundo y lo llevaba a un lugar que no imaginó conocer jamás.

De pronto, se sintió completamente atrapado por ese par de ojos color miel. De cerca, notaba sus largas y oscuras pestañas, así como sus labios que iban tomando un brillo único. Ya sin poder detenerse a oír sus propios pensamientos, Kasamatsu dejó que su cuerpo reaccionara a lo que Kise le provocó.

Comenzando a sentir los fuertes y galopantes latidos de su corazón, una de sus manos subió hasta el rostro del rubio al tiempo que iba acercándose a él.

En ese par de segundos, Ryouta creyó que todo se congeló a su alrededor. O Kasamatsu tardaba mucho en besarlo… o él estaba tan ansioso que nada pasaba.

Las mejillas del rubio se iban tiñendo de rosa, el corazón golpeaba su pecho cada vez más fuerte mientras sentía el cálido aliento del pelinegro sobre sus labios.

—Kasamacchi... —fue lo último que susurró antes de que sus labios fueran sellados por los de Kasamatsu.

Un beso corto, suave, tierno.

Yukio se separó apenas un par de centímetros, todavía no pudiendo creer lo que había hecho. Pero quería ver su expresión. Sus miradas se cruzaron fijamente. Miradas sinceras, con la ilusión plasmada en sus rostros…

El rubio no tardo en volver a él. Sus brazos pasaron por el cuello del mayor y sus labios volvieron a buscar los suyos con más desesperación. Kasamatsu no tardó en responder con la misma intensidad. Besos cortos, dulces, que dieron lugar a lenguas hambrientas por sentir al otro.

Fue más que necesidad… Fue pasión.

Ryouta se perdió en los brazos del pelinegro, los cuales lo sujetaron tan posesivamente que sólo quiso sentir más firmemente su agarre. Por eso no tardó en acercarse más a él, hasta lograr sentarse sobre su regazo, sin despegar ni un segundo su boca de la suya.

Las manos del rubio se aferraron a la ropa del pelinegro al tiempo que sentía las de Kasamatsu acariciar sus muslos.

—Kasamacchi... —gimió Kise en cuanto se despegó de su lengua, hambriento de aire al igual que el pelinegro.

—Kise... —el pelinegro estaba nublado en sus pensamientos, lo único que veía claro eran sus emociones.

—Ven a mi departamento... —pidió el rubio, mirándolo fijamente, dejando que Kasamatsu desnude sus intenciones con sólo ver sus ojos dorados brillar con sumisión.

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Notas finales:

¡Yeah! ¡Por fin he terminado el capitulo! Mi intención jamás fue tardarme tanto, de veras. ¡Espero que la conti les haya gustado! Esta desquiciada del Kasakise / KiseKasa les agradece la lectura y la eterna espera, de corazón. *se nos viene el lemon* ojojo.

Muchas gracias por sus comentarios, como dije, ¡me encanta saber que hay más loquillas que se interesan por esta pareja!

¡Arigatou Gozaimasu por leer! ¡Nos leemos mis bellas nenas!


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