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Una flor para una flor por Yoshita

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Notas del capitulo:

Bueno, para quienes pidieron Lemon (que fueron varias), helo aquí. 

Advierto que es mi primer Lemon de One Piece, así como mi primer Lemon en serio; el primero que hice (de KHR!) fue corto y sin experiencia y el segundo (de Bleach) fue mas poético que narrativo. Pido disculpas de antemano si no es de su agrado. 

Un aclaración antes, en mi fic de San Valentín "Lírica para tontos", hice referencia a un pago con cuerpo de Sanji a Zoro por no comer al estar haciendo los poemas, retomé eso en este fic, sin embargo, aquí lo tomo como un sueño de Sanji mientras que en "Lírica para tontos" es una historia que sucede. Repito, son dos fic aparte pero unidos por una idea. Quienes leyeron "Lírica para tontos" comprenderá. 

Por último, está subido de un iPod, si se ve mal es por el formato, lo editaré tan pronto pueda. 

 

Para kaguraaaa

 

Al subir al barco, Sanji repentinamente recordó.

-Oi Marimo.

-¿Si?

-¿Recuerdas en San Valentín cuando dijiste que tenía que pagar con mi cuerpo?

-No. ¿Dije eso? Pero si dormí casi todo ese día... No, estaba ensayando. Espera, ¿qué?

-Vaya, creo que lo soñé, algo así jamás se te olvidaría. Ya, no dije nada, pretende que no dije nada.

-No- sonrió ladino- jamás se me va a olvidar.

-Si... Espera Zoro... ¿Qué haces?

Comenzó a caminar con tortuosa lentitud hacia Sanji, quien a cada avance de Zoro, retrocedía hasta dar con el mástil. Allí, mientras Zoro acortaba la distancia entre ellos, comenzó a subir de espaldas las escaleras que llevaban al nido del cuervo.

La mirada negra y penetrante de Zoro magnetizaba el iris azul que lo observaba fijamente. Pareciese que siguieran un ritmo determinado por sus propios pensamientos intercambiados. Los movimientos armónicos de los brazos musculosos y las piernas asesinas eran acordes al imaginario tempo que los encerraba. En ocasiones, las manos de Zoro lograban rozar el pantalón del cocinero y acariciar levemente sus piernas cubiertas, logrando que un estremecimiento recorriera el cuerpo ascendente. Los escalones fueron acabándose y llegaron al nido del cuervo, donde Sanji acabó sentado en el suelo de la entrada y Zoro pudo aprovechar el momento.

-¿Qué demonios Marimo…?

-Quiero que me pagues con tu cuerpo.

-¿Pagar qué?

-Bueno, en realidad no me vas a pagar, haré lo que se me antoje.

-¿Ah, sí?- lo miró de manera reprobatoria- ¿y por qué?

-Porque te robé. Y eres mío.

-¿Me vas a tirar aquí mismo?

-No, idiota- tomó una de sus piernas y la besó por encima del pantalón- te voy a hacer el amor.

Sanji no pudo contener su vergüenza y su rostro se tiñó de carmín. No podía con ese Zoro, era demasiado dulce.

-Deberíamos ver a Chopper…

-¿Te sientes mal?

-¡No! ¡Maldita sea, Marimo! ¡Necesito insulina, eres jodidamente dulce! ¿Dónde está el otro Zoro? ¡Arg! ¡Joder, vuelve a ser el Marimo idiota, grosero, despistado, mandón, enojón, perezoso, terco, tosco, imbécil, estúpido de siempre!

Zoro quedó perplejo, ¿y a ese qué le había pasado? No pudo contener la risa.

-¿¡De qué te ríes?!

-De ti.

-¡¿Por qué?!

-Porque eres un imbécil. Yo pensé que me detestabas por ser así de… De yo. Por eso quise ser más… Tú. Creo que fallé- bajó la mirada y lo soltó, se sentó al lado del borde y le dejó el camino libre- puedes irte.

-Zoro… No puedes pretender ser yo, porque seamos sinceros, te enamorarías de ti mismo y no dejarías nada de Marimo para mi- rió y se sentó a su lado, se quitó los zapatos, la chaqueta, las medias y la corbata- quiero a todo los Zoro que hay aquí- tocó la cabellera verde- y aquí- tocó el pecho, cerca al corazón del espadachín- lo que sucede es que no estoy acostumbrado a que seas así, es extraño, pero es lindo- le dio un beso en los labios- y no me voy a ir.

-Entonces… ¿No me odias?

-Te amo, Marimo imbécil, lo que pasa es que debo acostumbrarme a que seas tierno conmigo.

-Puedo no serlo- se quitó su chaqueta con un movimiento rápido  y la dejó junto a sus zapatos y sus medias, que ya se las había quitado- me siento extraño hablando bonito- mordió con suavidad el cuello blanco expuesto por la camisa azul de botones que tenía el cocinero.

-Zo… ro…

-No puedes quejarte, te robé, eso significa que eres mío y que puedo hacer contigo lo que quiera, di adiós al Marimo dulce y gentil.

-Un momento, que me hayas robado no significa de buenas a primeras que sea tuyo.

-Claro que sí, son las reglas de los robos.

-¡Eso no existe!

-Se nota que no conoces a Nami.

-¿Qué tiene que ver mi Nami-chwan con esto?- preguntó un tanto enfadado.

-Nami estableció la ley de las cosas robadas y la verdad, son de sentido común: cuando robas cosas, no les pides permiso para usarlas, simplemente lo haces y ya, no te preocupa en nada porque el tesoro es tuyo, ¿no hacemos eso nosotros? Robamos y usamos, y no pedimos permiso. 

-¿Insinúas que...? Maldita sea Marimo, has lo que quieras. 

No pudo haber pronunciado palabras mas inadecuadas. Zoro sintió su sonrisa ensancharse y tomó el cinturón del pantalón negro que tenía el cocinero. Lo desabrochó con suavidad exagerada, tentando a Sanji, permitiéndole ver el plato sin degustar su sabor. Bajó la cremallera y deslizó fuera con lentitud y pausa cada bota hasta dejarlo completamente abajo. Lo arrojó junto al resto de ropa y en un gesto sorpresa, alzó a Sanji en volandas. 

-¿Qué... Qué haces, Marimo?- reprochó al verse privado de la atención mortificante de Zoro. 

-Hago lo que quiero- se acercó al borde y arrojó a Sanji al agua baja desde el nido del cuervo. Mientras caía, retiró su pantalón y su corbata, ignorando monumentalmente los quejidos del rubio antes de caer al agua. Se lanzó, entonces, en picada al mar nocturno iluminado de la tenue luz lunar y la luz de los faroles adyacentes. 

-¡¿Qué mierda piensas que haces Marimo?! ¿¡Querías matarme?! ¿¡Era eso?! ¡Pues fíjate que no lo lograste! ¡Es mas, vas a adelantar tu propia muerte! ¡Tu, alga...!

-¡¿Podrías callarte?! ¡Quiero decirte la razón, pero el señorito aquí presente es un delicado! ¡Disculpe usted, Alteza, el que no le haya dado la escalera!

-¡Hay maneras mas sencillas de bajar!

-¡Pero no tan rápidas!

-¡¿Y eso qué?! ¡Se supone que me ibas a hacer el amor, ¿por qué me tiraste al agua?!

-¡Déjame hablar y te digo!

-¡Joder, que se callen!- cada uno recibió un golpe de un trozo de madera lanzado desde una de las ventanas del barco- ¡o hacen lo que planean hacer o dejan dormir!- Nami les gritó en pijama y somnolienta pero con suficiente energía para acertar el blanco- ¡Zoro, o te lo tiras tu o que se lo tire alguien mas o ve y tírate a cualquiera, pero hazlo en silencio! ¡Deja dormir! ¡Me enervan ustedes dos y su ruido! Mira que hacernos oír semejantes cosas...- cerró la escotilla lateral mientras mascullaba cosas acerca de los dos que estaban en el agua, hasta la cintura, con la boca y los ojos abiertos. Nami era ligeramente sutil.  

-¿Ves la que armaste, Marimo?- susurró. 

-¿Yo? ¿Quién fue el que comenzó a gritar como loco?- respondió en el mismo tono y volumen. 

-No hubiera hecho lo que hice si no hubieras hecho lo que hiciste, ¿por qué me tiraste al agua?- reprochó ahora mas calmado. 

-Quería...- lo tomó por la cintura- quiero- corrigió acercándolo a su cuerpo- cumplir una fantasía- besó con delicadeza los labios húmedos de Sanji, quien había comenzado a respirar mas agitado y su color había cambiado a un rojo intenso. Las insinuaciones eran aun mas picantes teniendo en cuenta que estaba casi desnudo, cubierto únicamente por su ropa interior y su camisa azul ya mojada de agua salada. 

-Aclárate... Marimo...- logró musitar entre las caricias que le brindaban las fuertes manos tostadas. 

-¿Nunca te ha parecido interesante hacer el amor en el agua?- preguntó con inocencia mientras comenzaba a morder su oreja y sus manos recorrían el torso por sobre la camisa azul. 

-Marimo pervertido. 

-Es sólo una fantasía. Todos tenemos una, ¿cuál es la tuya?

-...

-Sanji...- rogó besando su cuello y comenzando a desabotonar su camisa. 

-Que me hicieras el amor, Marimo- aceptó y comenzó a desabotonar la camisa blanca de Zoro. 

-Ah...- musitó divertido- estamos a mano, también fuiste el protagonista de mis perversiones. 

-Zoro... No es esto... ¿Algo incómodo?

-¿Tienes algo que yo no?- terminó con los botones y comenzó a morder desde la clavícula a los labios. 

-No hablo de eso... Hablo de la posición, ¿no se te hace incómoda?

-Hmm...- lo analizó un momento, no lo había pensado de esa manera, simplemente se había distraído al poder cumplir esa extraña perversión sexual que le había agarrado tiempo atrás.

-¿Marimo? ¿Estás aquí?

-Si… Supongo que… Si, esa es la solución.

-¿Qué?

-Nada, ya lo resolví, pero ahora…- acarició el lateral del muslo de arriba a abajo y empezó a descender por un camino de besos que lo llevaban al pecho desnudo y agitado.

-Ma… Ah…- no lograba musitar palabra o siquiera conjeturar una expresión razonable. Sus dedos jugaban en los cabellos verdes y ásperos, pero adictivos al tacto. Sus ojos cerrados y su cara levantada le permitían disfrutar aún más de las caricias brindadas por Zoro. Intentaba ralentizar y equilibrar su respiración, pero mandó todo al demonio cuando la boca viajera atrapó uno de sus pezones. De ese momento en adelante, se resistió sobremanera a acallar su boca y sus exclamaciones, después de todo, tampoco era del gusto de Zoro el que estuviera callado.

-Déjalo salir, Sanji, no te resistas…- le susurraba al oído al tiempo que caminaba y empujaba al cocinero a la playita adyacente al puerto: un pequeño recodo de arena rodeado de palmas, oculto a simple vista del resto de la isla. Cuando el agua le llegaba a la rodilla, lo tumbó a la suave y húmeda arena.

-Así que era esto…- logró preguntar entre caricias, besos y gemidos.

-Yo no escatimo en nada cocinero, espero que lo tengas en cuenta- volvió al pecho de Sanji mientras éste mordía un poco su mano antes que Zoro la retirara con delicadeza- te vas a lastimar y me voy a enojar.

-¿Conmigo?

-¿Con quién más?

-¿Por  qué?

-Por idiota, por hacerte daño y por no dejarme escucharte.

-¿Tanto te mata mi voz, Marimo?

-Tu voz…- besó los labios y los degustó con la lengua- tu olor…- bajó rozando con la punta de la nariz la piel expuesta, de los labios a la oreja, de allí al hombro y luego suave y lentamente por el pecho, demorándose en el tórax y mordiendo levemente el ombligo, antes de llegar al borde del bóxer. Cambió entonces su camino y comenzó a deslizar su nariz por el exterior del muslo blanco y fornido para luego morderlo a la mitad, sacando una queja de los labios del cocinero, una queja que evolucionó a gemido cuando una mano acarició el exterior del otro muslo. A la altura de la rodilla cambió su recorrido y comenzó una ruta por el interior. Su ascenso era lento, su respiración cadente y su tacto exquisito. Miles de sensaciones atravesaban la mente de Sanji: placer, deseo, amor…

Zoro cambió repentinamente su medio y fue su lengua la que, a la mitad del muslo, continuó con el ascenso hasta la entrepierna.

Dio una lasciva lamida y miró a los ojos al cocinero.

-… Tu sabor…- con su mano derecha tomó el borde del bóxer y comenzó a deslizarlo pierna abajo con la mayor lentitud posible.

-Apúrate…

-Dame una buena razón- se detuvo a medio camino- dime- lo besó- dame un por qué.

-No aguanto…

-¿Qué cosa?- susurró con ingenuidad en la hendidura de su cuello.

-Maldita sea Marimo, has real mi fantasía, mi deseo… Mi sueño. Y hazlo ya- demandó tajante y tentador, debía incitar a Zoro lo que más podía.

Zoro se detuvo en seco en su cuello, ¿había escuchado bien? No cabía en sí mismo, no había suficiente espacio en su cuerpo para albergar la inmensa felicidad que le llenaba al oír a Sanji decir semejantes cosas en un sonrojo marcado y perlado de sudor y agua salada. No se iba a demorar, de eso estaba seguro.

Lo abrazó, levantándolo de la arena y sujetándolo fuerte contra sí.

-Te amo- le susurró y terminó de desnudarlo, dejándolo únicamente con la camisa azul de esa noche.

-Y yo a ti, Marimo- abrazó el torso semidesnudo de Zoro con las piernas y posó sus brazos en sus hombros.

Zoro le sonrió de nuevo en esa noche, llena de sentimientos vívidos y sinceros, definitivamente, no había algo mejor que amar y ser amado por esa persona necesaria para ti. Lo recostó de nuevo en la arena y el oleaje fuerte de la noche los mojaba de vez en vez. Comenzó de nuevo a descender por el pecho, rozando con la nariz y los labios, hasta llegar a la entrepierna despierta del cocinero.

Besó la punta y besó el resto, hasta tocar de nuevo la piel blanca de su estómago. Repitió este proceso por un tiempo mientras Sanji acariciaba los cabellos verdes y musitaba exclamaciones sinsentido, pequeños gemidos entrecortados que acompañaban la música de la noche: el oleaje nocturno y sus propias respiraciones. Luego su proceso se intensificó, usando la lengua para subir y bajar por el miembro, sin detenerse, sin acelerar, llevando una velocidad continua que lo desarmaba completamente. Y finalmente, se lo llevó todo a la boca, disfrutando de su sabor, como ya le había dicho. Saboreaba con intensidad hasta lograr el clímax deseado por el cocinero, quien terminó en su boca. Se retiró y miró a Sanji a los ojos.

-Tu cuerpo…- se acercó a besarlo- todo tu- musitó en un momento de separación- todo tu, todo… todo de ti me mata- acarició la espalda blanca por encima de la camisa y sentó al cocinero en sus piernas- mátame Sanji… Quiero morir en ti.

Sanji tomó sus mejillas y acercó el hermoso rostro al suyo, besándolo, amándolo.

-Jamás me atrevería a hacerte daño, Zoro… Jamás. Jamás te mataría.

-Entonces no te alejes de mi lado.

-¿Es una proposición?

-Es una orden- carcajeó con voz dulce y sacudió su cabeza, moviendo los rubios cabellos y soltando lágrimas.

-Esto es vergonzoso… ¿Yo? ¿Llorando?... Debe ser el fin del mundo.

-Lo es, del tuyo y del mío, porque ahora comienza el nuestro.

-Aquí el que va a matar a alguien es otro- rió y juntó sus frentes. Sanji posó sus manos a los lados del rostro que tenía en frente- me vas a derretir Marimo, me vas a matar y te vas a apoderar de mi corazón, si es que no lo tienes ya. Tu, por tu dulzura y tu terquedad, me has robado todo- tomó una de las manos de Zoro y la besó, luego comenzó a lamer uno a uno los dedos morenos mientras la otra mano recorría su espalda a toda su extensión. Cuando Sanji soltó la mano, se acercó más a Zoro, casi rozando sus miembros despiertos- adelante Marimo, sigue tu camino, sigue matándome de a poco.

Zoro lo besó de nuevo, con insistencia y dulzura al tiempo que sus manos bajaban lento por su espalda, dejando un húmedo camino de saliva brillante a la tenue luz lunar.

Acarició su trasero y coló un dedo por su entrada. Sanji se encogió y se abrazó a Zoro, despegando un poco sus labios. El espadachín volvió a apoderarse de los labios del cocinero y siguió moviendo un poco el dedo en su interior. Cuando Sanji pareció acostumbrado, se animó y, con un ligero susurro, avisó de la nueva intromisión del segundo dígito. 

Esta vez fue menos pronunciada la curva que describió la espalda de Sanji al arquearse y fue menor el espacio de tiempo en el que los labios se separaron. Exhalaciones entrecortadas y murmullos inentendibles se colaban por sus labios entreabiertos. 
Al meter el tercer dedo, ninguno de los dos lograba contener los fuertes y roncos gemidos que se escapaban de sus gargantas húmedas. El placer que es inundaba era tal, que sentían desvanecer cada parte de sus cuerpos que estaban en contacto. Corrientes eléctricas los atravesaban con una intensidad inexperimentada y el calor se hacía mas pronunciado.  

Retiró sus dedos y acomodó a Sanji sobre su cadera. 

-Toma mis hombros, no te sueltes- le dijo mientras sostenía sus caderas por encima de su miembro erecto. 

-No soy frágil, Marimo. 

-Para mi lo eres- miró sus ojos azules, exorbitantes de placer y pasión y se ahogó en ellos- pero como no soy un caballero- carcajeó- creo que lo puedo pasar por alto. 

-Haz lo que quieras, Marimo- repitió entregándose a sus brazos y sus besos. 

Zoro comenzó a bajar lentamente a Sanji sobre su miembro y Sanji se preparó a recibirle. El arco de su espalda dibujó una parábola pronunciada que parecía que fuera a romperse en cualquier momento. Zoro se percató y tomó la cabeza rubia para estamparle los labios en el cuello, acercándola a su boca. 

-Ten cuidado- le susurró al oído. 

-No... Seas... Idiota...- le devolvió el susurro- muévete. 

Estando completamente dentro, comenzó un vaivén vertical y pausado. Subía y bajaba las caderas de Sanji al tiempo que subía y bajaba las suyas. El ritmo era lento, calmado, con cuidado de no realizar un paso en falso y arruinar el momento. Sus labios no habían dejado el lugar del otro en ningún momento. 

-Voy... Voy a... Voy a... Moverme mas...

-Por... Ah... Por favor...

El ascenso y descenso aumentó de velocidad en un momento y el sonido de rozamiento de sus cuerpos les inundaba los oídos junto con sus gemidos ahogados en labios ajenos. La marea les golpeaba de vez en vez y el ruido del oleaje marino era como una sinfonía de fondo que ambientaba el momento. La fría temperatura del agua salada contrastaba con los cuerpos con los que chocaba, cuyo calor era notable bajo sus cuerpos perlados de sudor. 

El vaivén tomó mas fuerza y velocidad al tiempo que la mano tostada tomaba el miembro del cocinero y lo estimulaba. Iba a contratiempo con su propio ritmo marcado y eso enloquecía al rubio que abrazaba con fuerza los hombros del espadachín y gemía sin pudor alguno. Fue en un instante de ese maravilloso encuentro que Zoro acertó el punto de locura de su amado, incitándolo a gritar con locura y excitación. Golpeó y dio en el blanco al tiempo que masturbaba el miembro de Sanji con dedicación y presteza. 

-Ah... Zoro... Zoro... ¡Zoro, ah!

No podía vocalizar mas de dos palabras juntas sin dejar salir un gemido. No lograba reprimir las ansias de gritar y musitar el nombre de ese hombre que lo estaba haciendo flotar en el cielo. No lograba captar la emoción de los ojos ajenos al oír su propio nombre. No pudo apreciar el susurro lujurioso y febril que se escapó de la boca de Zoro diciendo su nombre, gesticulando una y otra vez, el nombre de su querido cocinero. 

-Sanji...- sus murmullos transformaban el nombre en música- Sanji... Sanjii... Te amo...

-Yo... Ah... También...- logró responderle. 

Llegaron al pico, esa curva que genera el alcance máximo ante el clímax de la situación. 

Sus gemidos fueron mas roncos y duraderos que los anteriores. 

Sus labios se separaron ínfimos centímetros para luego volverse a unir. 

Sus esencias los recorrieron, uno en su interior y otro en su mano y sus cuerpos. 

Sus respiraciones agitadas y entrecortadas permitían que hilillos de saliva se deslizaran fuera de sus bocas. 

Sus manos, sudorosas, se recorrían el rostro. 

Sanji se recostó en el hombro del espadachín. 

-Gracias Zoro...- intentaba recuperar el aliento- el mejor regalo... Eres tu...

-Y no tuve tiempo de envolverlo- se burló y abrazó aun mas fuerte al cocinero. 

Cuando sus respiraciones se ralentizaron, Zoro se dio cuenta que Sanji había caído presa del sueño. 

-Y no esperó a cambiarse...- bromeó para si y salió del interior de Sanji, quien se removió inquieto ante la molestia. 

Zoro tomó sus bóxer y los del cocinero y alzó a Sanji en volandas para regresar al barco. 

En silencio y con cautela, se introdujo en el baño y abrió el grifo. 

El agua fría salió en pequeños chorros y lavó ambos cuerpos mojados y sudorosos. 

Desnudó por completo al cocinero y se desnudó él mismo. Dejó la ropa sucia aparte y se envolvió con una toalla para luego hacer lo mismo con Sanji.

Ya en el pasillo se le vino un dilema, ¿en dónde dormirían? ¿En su cuarto o en el de Sanji? Es mas, ¿dónde era su cuarto y dónde el de Sanji? Afortunadamente recordó que Sanji había pedido la adaptación de una habitación cerca a la cocina para mas practicidad, pero entonces ¿por dónde era la cocina?

Escuchó un ruido. 

Abrazó mas a Sanji y siguió el camino del sonido de trastes golpear. Se acercó a una puerta curva con una ventanilla circular en la mitad y pateó para abrirla. 

-¡Fo no fui! ¡Fo fughro! ¡Efs que tefnía hambfee!

-¡Luffy!- gritó bajo para evitar levantar al dormido cocinero. 

Tragó. 

-¡Zoro! Casi me matas de un susto, pensé que era Sanji... Un momento, shishishi, también es Sanji- se rió. 

-Quiero que tomes todo eso, lo pongas en el puesto y ¡salgas de aquí!

-Pero Zoro...

-Uno...

-Pero...

-Dos y levanto a este cejas de sushi. 

-Pero...

-Tres. Oye Sanji- lo comenzó a sacudir con delicadeza. 

-¡Ya me voy! ¡Ya me voy!- ordenó en tiempo récord y salió corriendo.

-Ese Luffy- masculló- bueno, por lo menos ya se donde está la cocina. Ahora...- salió y apagó la luz, dejando sólo la tenue iluminación del pasillo. Andó en línea recta, lo que pudo, hasta hallar una puerta a mano izquierda que encontró como la del cocinero. 

La abrió con suavidad y depositó al dormido sobre las destendidas sábanas. Lo acomodó y se hizo un lugar a su lado. Y así, semidesnudos, tapados solo con toallas, pasaron la primera noche en sus brazos, la primera de muchas, pero de los mismos fuertes y fornidos, y delgados y pálidos, brazos de cariño, de pasión, de protección, de amor. 

Notas finales:

Gracias por leer. 

Nos veremos en la próxima. 


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