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Valiente. por Maira

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El Sol estaba a punto de asomarse a la fina línea que conformaba el horizonte. Bastó un viaje de un cuarto de hora al galope para llegar a la costa. A lo lejos, los grandes navíos cuyas velas blancas resaltaban entre los pequeños puntos de luz que conformaban las antorchas o faroles, ondeaban suavemente recibiendo al caprichoso viento. Eran barcos enormes. Nunca en su vida Zin había visto unos.

En el puerto la actividad era increíble, toda la superficie de los muelles parecía bullir. Miles de hombres subían y bajaban de cada una de las diez naves, preparándolo todo para zarpar. Seguramente se tratara de los últimos detalles ya que varios de ellos permanecían en cubierta tensando cuerdas, transportando grandes y pesados objetos que llegaban o simplemente vigilando el perímetro.
Al acercarse un poco más, Zin pudo observar detalladamente el color del uniforme de quienes pertenecían al ejército. A cambio los peones, simples trabajadores del puerto, llevaban puestas burdas ropas bastante sucias o desgastadas.

Dejaron pastar libremente al caballo una vez se encontraron lo suficientemente cerca como para llegar caminando, justo a tiempo ante el anuncio de zarpar. Esperaron pacientemente el justo momento para infiltrarse mientras el rubio se preguntaba cómo rayos iba a presentarse, comandar a aquellos tipos y conquistar una tierra totalmente desconocida para él.
Las velas del navío mostraban al igual que en otros dos, el símbolo de la casa del Rey: un chacal y tres rosas.
Anzi le relató brevemente en un tono bajo de voz una vieja leyenda proveniente de las tierras en las cuales los antepasados del rey habitaban, razón por la que el mismo adoptó aquel animal en sus simbolismos. Las gentes solían creen en muchas leyendas, por lo que no era de extrañarse que muchas tierras acogieran imágenes propias de ellas. También le explicó al igual de breve que los navíos con las velas marcadas tal cual al que cuya cubierta casi llegaban, eran en los cuales se encontraba un capitán general. En la misión de conquistar las tierras al otro lado del mar, por lo tanto, habían sido enviados los tres restantes de los siete que conformaba en total el círculo de líderes. Cada uno de los enormes barcos era capaz de transportar dos mil hombres. Pues el cargamento era muy pesado.

Obviamente el hecho de llevar un pequeño en brazos destacaba demasiado como para permanecer en el anonimato durante mucho tiempo. Tampoco llevaban uniforme puesto, cosa que los hacía diferenciarse aún más del resto.
Al amanecer habían zarpado sin problemas logrando una formación perfecta. Cuatro navíos al frente, los tres principales en una posición que lograba la completa visión de los cuatro puntos cardinales. El resto cubriendo la retaguardia por si acaso las cosas se volvían duras en el mar abierto.

Algunos les veían confundidos. Otros, tal vez reconociendo a Anzi se colocaban a farfullar a sus compañeros ininteligibles palabras. Al rubio no le gustaba en absoluto la manera en la que los veían, incluso algunos habían comenzado a desenfundar sus pesados sables o a retirar las pistolas de sus cinturones. Quizá los hubieran tomado como un par de simples ladrones. También cabía la posibilidad de que creyeran que además de Anzi, él mismo era un desertor del ejército del Rey.
Sintió el firme cuerpo de Anzi medio juntarse a sus espaldas, sin embargo no puso queja alguna debido a la recurrente situación.

-Tenemos que buscar un lugar seguro para el mocoso y rápido- escuchó la voz del castaño retumbar contra su oído izquierdo –muévete Zin. Ahora mismo… esto no me está gustando para nada. Creo que van a intentar capturarme.

-Primero te haré una pregunta que antes no te he hecho, Anzi- respondió el menor, manteniendo los ojos fijos en un sujeto mucho más alto que sus compañeros el cual balanceaba de un lado a otro un hacha de doble filo al parecer forjada en un material tan dorado como el oro.

-No hay tiempo para tus preguntas- murmuró algo hastiado, tomando Zin por los hombros con demasiada fuerza.

-¿C-Cualquiera puede llevar tu cabeza en busca de la recompensa, Anzi?- sin embargo prosiguió tercamente a la vez que era jalado hacia alguna dirección.

-Sí. Pero eso no importa… tsk… hemos demorado mucho en intentar escondernos- respondió al notar cómo los soldados comenzaban a rodearles, algunos vociferaban insultos o palabras como “traidor”, “recompensa”, “cabeza”. Y dichas las propias, se vio obligado a abrirse camino con ayuda de sus dos sables, empujar peligrosamente al menor contra la borda a modo de protegerle de lo que pudiera suceder –no se caigan, tómate de esas cuerdas… arrodíllate, Zin. ¡Esto no es un juego!- tuvo que cortar el estómago de uno de los soldados que se había aproximado demasiado, logrando así desatar una reacción en cadena mientras el pobre desgraciado se retorcía de dolor en el lustrado suelo derramando una considerable cantidad de sangre. A otro de los hombres le cortó la cabeza de un solo golpe, a un tercero le atravesó el pecho. Estaba sumamente consciente de que cada víctima que se cobraba era un motivo más para sumar a la lista de delitos cometidos: soldados, cabos, un que otro rango intermedio. A todos por igual aniquilaba también recibiendo heridas, sin buscar perder un solo momento de vista a su adorado rubio.
Debido al estrépito, el pequeño Kei se había despertado comenzando a llorar. Zin intentó calmarle acunándolo un poco, sin éxito alguno. Era como si el pequeño pudiera notar el nerviosismo que agitaba su interior, llorando a cada vez con más fuerza hasta los límites de lo insoportable.

Por su parte Anzi intentaba hacer todo lo posible. Diversas partes de diferentes cuerpos volaban por aires, algunos de los hombres simplemente se divertían viendo el espectáculo sin participar. Unos vitoreaban, otros abucheaban. Había unos tantos que incluso habían comenzado alguna clase de apuestas por el traidor o por el ejército del rey. La cubierta del barco se había vuelto en su conjunto, un verdadero infierno.

Hacía tiempo ya que el castaño había comenzado a maldecir en su fuero interno. Aquello no iba para nada bien. Era verdad que los cadáveres se acumulaban a su alrededor pero sus energías no eran infinitas, además tenía el cuerpo herido no sólo por su riña con el monstruo Miwa, sino también por las heridas que acababa de recibir. Su brazo cuyos huesos antiguamente habían sido rotos, comenzaba a sentirse extraño. Y pronto un sordo dolor se apoderó en el mismo sitio donde hacía tantos años atrás, había recibido aquel golpe casi mortal. Había hecho demasiados esfuerzos, ese era el resultado. 

No obstante se vio obligado a proseguir, hasta el momento de detener un gran ataque que conocía a la perfección. Pronto su mirada se cruzó con una muy conocida, sin embargo de apariencia un tanto más madura y viva, igual de seductora que siempre. Aquel hombre no había perdido su porte con el correr de los años. La verdad era que hacía bastante tiempo no le veía a pesar de tener noticias acerca de él, tal vez hubieran pasado más años de los que creía.

-Estás jodido, Anzi. Ríndete- escuchó murmurar al mismo a la vez que volvía a atacarle –tu brazo no lo soportará.

-¿Qué sabes tú acerca de mi resistencia?- respondió ligeramente ofendido. No podía creer que su propio dolor fuera capaz de delatarle de esa manera. Sin embargo no se rendiría, prefería mil veces luchar hasta quedar inconsciente antes de rendirse frente a semejante cantidad de hombres. Muy a lo lejos, quizá culpa del viento que le golpeaba tercamente el rostro, podía escuchar el llanto del pequeño Kei.

Tomando la ventaja de poseer un segundo sable, intentó cortarle la cabeza al contrario. Cómo era de esperarse, éste le esquivó con facilidad golpeándole directamente en su resentido brazo con el revés de su propia arma. A modo de respuesta, el castaño volvió a lanzar un ataque directamente al pecho del contrario, sólo logrando rasgarle las ropas.
La capa que el general llevaba a los hombros, ribeteada en un dorado diseño, era del mismo color de su uniforme. Sin embargo un color diferente al de los demás, las elaboradas pero rectas ropas del Capitán General Yasunori Hayashi era de un azul profundo como la noche. A cambio el de la tropa del general Miwa era color negro, tal cual el propio uniforme del monstruo. Con el característico ribete dorado propio del ejército. Ropas muy finas pero muy cómodas para el combate.

-Ríndete de una vez, estúpido Anzi- volvió a murmurar sabiendo muy bien que entre el griterío, los hombres eran incapaces de escucharle –no vuelvas las cosas más difíciles. 

-¿Vas a intentar cortarme la cabeza también? Adelante, puedes tratar de hacerlo pero no lo lograrás –respondió sumamente decidido, ésta vez hundiendo el filo de su sable en uno de los hombros contrarios. Preparado para utilizar el segundo a modo de guadaña, no hubiera esperado que encontrándose tan cerca fuera a ser atacado. Un profundo dolor invadió su abdomen, tanto así que al bajar sus ojos hacia el causante del mismo, se encontró con que veía doble.

El maldito bastardo de Yasu solía hacer ese tipo de cosas. ¿Cómo era que lo había olvidado? A través de la tela de sus ropas se asomaba aquella fina espina de madera roja, seguramente untada con alguna clase de sustancia extraña. Esas que el general personalmente adoraba estudiar y con las cuales siempre experimentaba en maleantes.
Su miedo a perder las armas o bien que alguien ajeno se apropiara de ellas, le obligó a en los últimos momentos antes de perder la conciencia, enfundarlas. Cuándo todo se volvió por completo oscuro, ni siquiera soñó. Todo se sumió en un denso silencio y una pesadez insoportables.

Al volver a despertar, lo primero que notó además de las abundantes náuseas que inundaban su boca, era que se encontraba encadenado con grilletes en sus muñecas a una sólida base de hierro. En el lugar iluminado por la tenue luz de las velas que de todos modos le dañaba los ojos, flotaba un aroma marino. Al llevar su confundida mirada alrededores supo que se encontraba en la habitación del Capitán General, también utilizada a modo de despacho. El mundo le daba vueltas.

Conforme su visión se fue despejando, pudo barrer el lugar con propiedad. Encima del escritorio descansaban numerosos mapas, instrumentos de navegación, una pluma, un tintero, pergaminos. Una copa dorada al igual que una jarra labrada a juego, decoradas con bonitas esmeraldas. Contra una de las patas, permanecían sus propios sables y el resto de sus armas. La cama del general se encontraba en el extremo opuesto. Y él apresado justamente a un lado de los pies de la misma, repentinamente se sentía como un animal.

Sobre el lado contrario, en la esquina muy cerca de la puerta reposaba un gran baúl seguramente con algunas pertenencias de Yasunori dentro. Al toparse con otra de las esquinas en dónde una pequeña mesa aparecía, pudo verlos a ambos sentados en un par de sillas. Zin con los brazos cruzados y la mirada recelosa, Yasu frente a él muy cómodamente recargado contra la silla al otro extremo de la mesa. Sobre el suelo, descansaba una caja de madera por cuyo borde se asomaba la conocida manta que envolvía al pequeño Kei.

Por último, al volver los ojos a sus propias rodillas, supo que estando inconsciente había vomitado.

-Uhm. Creo que ya despertó- comentó el general Hayashi entretanto estiraba su mano hacia una curiosa pipa alargada, muy elaborada en su forma al ser tallada. Seguramente ya se encontraba el tabaco depositado en su extremo, lista para su uso. Pues luego de encender una fina vara de madera contra la llama de una vela cuya utilidad seguramente era aquella, la acercó al mismo dando una larga serie de caladas. Agitó su mano ligeramente para apagar la varilla, volviendo a depositarla en su lugar sobre la mesa –un regalo que me trajeron del desierto. ¿Te gusta?- se dirigió al castaño alzando ligeramente el objeto, soltando una pequeña risa -¿Ya te sientes mejor? Tuve que tomar medidas al respecto, Anzi. Lo siento mucho.

-Ambos sabemos que no lo sientes. Te gusta hacer éste tipo de cosas- con un suave movimiento del barco, tuvo que detener sus palabras al sentir que posiblemente volvería a vomitar -¿Qué me metiste en el cuerpo?

-Un tranquilizante. Necesitaba calmar a la bestia, ¿No crees, pequeño?- dirigiéndose ahora al rubio, volvió a soltar una nueva risa. Pero al notar que Zin no movía un solo músculo, simplemente se colocó serio dando una nueva calada a la pipa. El aroma a tabaco se extendió por el resto de las cuatro paredes. Había anochecido hacía ya un tiempo –tu amigo el pequeño es muy callado. Ni siquiera se presentó… ¿De dónde sacaron al bebé? ¿Es tu hijo o el suyo?

-Ahh… haces demasiadas preguntas, cerdo Hayashi- Anzi dejó caer su cabeza la cual en su posición osciló junto con el navío. Hasta el más mínimo rincón de su cuerpo le dolía, necesitaba un largo descanso –el mocoso no es mi hijo. Tampoco el de Zin.

-Uhm… -reflexionó unos momentos, volviendo a dar una calada al tabaco. Se tomaba todo el tiempo del mundo para fumar placenteramente –me pregunto de dónde lo habrán conseguido… -incluso flexionó una de las piernas haciendo que el tobillo recubierto por la alta bota de cuero se posara sobre la rodilla -¿Quieres beber algo más, pequeño? Ah, Anzi. Me he tomado la molestia de alimentar a tu amigo el pequeño y al niño. No aparentan ser muy agresivos…- dejó escapar una divertida risa –pero tú no comerás ni beberás nada hasta que no volvamos a tocar tierra… bueno, tal vez sí pueda darte un poco de vino o un trozo de pan. No soy tan mal hombre, ¿Sabes?

-Está envenenado, necesita beber leche para desintoxicarse- por fin acotó Zin, quizá hablando por primera vez en largas horas.

-No, no lo está- respondió ligeramente sorprendido el general, dirigiéndose a él a la vez que volvía a llevar el extremo de la pipa al espacio entre sus labios –si estuviera envenenado, prácticamente no estaría vivo en éstos momentos. ¿No lo crees? ¿Te llamas Zin, cierto?

-Así es. Aunque Anzi presentó vómitos y tal vez tenga fiebre. No tiene buen aspecto- respondió acariciando suavemente su propio antebrazo.

-Sí, es un efecto secundario. También podría haberle sangrado la nariz, haber tenido dolor de cabeza o muscular- se encogió de hombros –ahora que me lo recuerdas, tengo que colocarle algo en las heridas- y dichas sus palabras, apagó el ardiente tabaco con ayuda de un pequeño instrumento, arrojando el resto de las pequeñas brasas calientes sobre un delicado platito de oro. Se dirigió a paso decidido hacia el baúl del que retiró un cuenco de plata, diferentes hierbas secas, un par de frascos. Colocó todo sobre los mapas del escritorio sin cuidado alguno bajo la atenta mirada de Zin -¿Crees que soy un asesino o algo por el estilo, cierto?- soltó una nueva risotada –es verdad que me gusta experimentar con los venenos en personas vivas, de carne y hueso como tú y yo. Pero me es más agradable descubrir antídotos y crear medicinas efectivas.

-No creo que exista alguien de tu rango que no sea o haya sido un asesino- respondió secamente el rubio, momentos después asomándose a ver la manera en la que Kei dormía.

-Así es. Tal vez tengas un poco de razón al respecto… para llegar a la tranquilidad de éste rango, siempre hay que derramar un poco de sangre. ¿Acaso nunca has matado a nadie, Zin? ¿Acaso nunca has hecho nada malo para conseguir algo que realmente deseabas con todas tus fuerzas?- mezcló con ayuda de un mortero todos los ingredientes en diferentes proporciones hasta generar una pasta. Luego sacando un pañuelo de su bolsillo, tomó el cuenco colocándolo con su base sobre la llama de la vela más cercana. Mezclando muy de vez en cuándo como removiendo aquel preparado.

El rubio se limitó a hacer silencio, simplemente clavando la vista en el suelo de pulidas tablas de madera. En verdad no quería responder a esa pregunta, ni a ninguna otra. Había comenzado a saberle bastante amarga la conversación. Sólo retiró la vista ante un quejido de Anzi, notando que Yasu permanecía en cuclillas muy cerca aplicándole aquello en cada una de las heridas que encontraba.

-¿Estará bien?- preguntó más para sí mismo que para el general, volviendo a cruzar los brazos sobre el pecho.

-Tal vez sí. Tal vez no. Quién sabe- respondió éste –al menos aún conserva la cabeza unida al cuello.

-¿Qué vas a hacer con él?- entonces inquirió con curiosidad. Anzi le pidió repentinamente que se callara.

-Oh bueno. Estará encadenado aquí hasta que todo termine. Cuando volvamos, lo entregaré vivo a las autoridades y la recompensa será mayor para mí. No sé qué estaban haciendo aquí pero a mal lugar vinieron a fastidiar- se encogió de hombros, poco a poco levantándose –con aquellos monstruos creados por Miwa, tenemos la victoria asegurada. Aunque aun no entiendo por qué él no ha venido con nosotros… según tenía entendido, viajaría para comandar a sus hombres. Luego iría hacia el Este antes de volver a casa. El resto de nos uniría a modo de apoyo el siguiente mes… tardaremos al menos dos semanas en tocar tierra- dejó el cuenco usado sobre una de las esquinas del escritorio, volviendo a guardar todas sus cosas en el baúl- ¿Sabes? Dos Capitanes Generales fueron heridos en un burdel, según tengo entendido. Unos maleantes ingresaron a por ellos a modo de tomarlos desprevenidos- hizo silencio unos momentos, muy entretenido en cerrar correctamente el armatoste tapizado en cuero. Zin miró a Anzi quién le devolvió la mirada a punto de soltar la carcajada –la verdad es que no sé quién eres, pequeño Zin. Pero también te entregaré por si acaso. Te investigarán y si encuentran que eres inocente, entonces serás libre. Al bebé lo daremos en adopción.

-No. Nada de eso sucederá- respondió por lo bajo el rubio, apretando un poco sus brazos contra el pecho –Anzi te matará y comandaré éste barco.

-Mhh…- poco a poco, el militar se colocó de pie viéndole –fingiré que no he escuchado nada- dichas sus palabras, se volvió a apagar una a una las velas hasta dejar sólo unas pocas encendidas –deberías dormir un poco ahora. Tengo sólo una cama pero la podríamos compartir –muy despacio, se despojó de sus armas dejándolas reposando sobre el escritorio. Casi sin generar sonido alguno –acuéstate. Enseguida voy.

-No. Dormiré en el suelo- comentó ligeramente desafiante, fijando su mirada en cada una de las armas que el hombre dejaba sobre el amplio mueble. Pensó en que podría matarle mientras dormía, liberar a Anzi y así hacerse con el control del barco. Pero no sabía cuán atento podría estar el hombre a ese hecho. Seguramente lo hubiera previsto, por lo tanto esa fuera la razón por la cual actuara de manera tan tranquila. Lo había visto luchar, había visto cuán rápido y fuerte era. Si le pescaba en medio de la acción, podría decirse que estaba jodido. Así que se decidió por esperar a ver qué sucedía, sacando provecho del momento justo cuando se presentara. Volvió a mirar a Anzi quién también observaba lo que Yasu hacía. 

-Te van a doler todos los huesos. Anda, recuéstate- sumamente antojado, se dirigió de nuevo al tabaco que había dejado a medio fumar, colocándolo de nuevo en el pequeño compartimiento de la pipa. Mediante el mismo procedimiento de antes la encendió dando un par de rítmicas caladas. Enseguida el aroma que había estado flotando suavemente, se avivó. El humo era denso, de un olor aunque penetrante muy agradable –mh, ven. El bebé estará bien allí- habló sosteniendo la pipa contra sus labios, con su mano libre tomando la muñeca de Zin.

Enseguida el rubio le dio un manotazo liberándose, haciendo que el general soltara una divertida exclamación. Sin embargo éste insistió inclinándose rápidamente, cargándolo sobre su hombro para llevarlo entre protestas hacia la cama. Anzi le había advertido secamente que le dejara en paz, sin embargo el hombre ignoró tanto la advertencia como los insultos del rubio al que arrojó sobre el mullido colchón. Se quitó las botas hábilmente, la capa a la que arrojó sobre la silla del escritorio de manera desprolija. Luego de dar una calada observando de pies a cabeza a Zin, con la mano libre también le quitó las botas. En medio del proceso había recibido un par de golpes por parte de los pequeños pies del menor que se le hicieron no obstante bastante fuertes.

-N-No, fuera. ¡Aléjate!- el rubio le advirtió en cuánto vio la cómoda manera en la que Yasunori se recostaba, recargando el codo izquierdo sobre los grandes cojines. Tendido sobre ese lado, el general dio otra larga calada a la pipa mientras lo observaba fijamente, con cierto aire entretenido.

-Me pregunto qué demonios es lo que crees que voy a hacerte- observó luego de haber exhalado el humo hacia arriba para no molestar al menor con el mismo.

-V-Vas a intentar violarme. Pero no te lo voy a permitir. Preferiría estar muerto antes de que…- para su sorpresa, tanto la carcajada de Yasu como la de Anzi interrumpieron sus palabras.

-Dame tu mano, pequeño Zin- respondió el general luego de haber pasado la pipa a la mano izquierda, extendiéndole la derecha.

-No. Déjame en paz. ¿De qué demonios se ríen tanto ustedes? ¡Basta, Anzi!- reprochó ante una nueva sonora carcajada por parte del castaño. Retiró su mano cuándo Yasu se la tomó, sin embargo tercamente el mismo volvió a tomársela dirigiéndola a la zona de la entrepierna por sobre sus pantalones. Ante la acción repentinamente se sobresaltó pero al notar algo sumamente extraño, se quedó como de piedra: allí no había absolutamente nada.

Era imposible, totalmente inverosímil. Pero por más que removiera sus dedos discretamente, allí no había ningún atributo masculino. Retiró la mano apresuradamente, viéndole entre perplejo y horrorizado mientras el general fumaba tranquilamente sin apartarle la mirada de encima.

-No puedo violarte. Al menos no con algo mío. Así que tranquilízate y duerme un poco.

-¿Q-Qué… demonios te ha sucedido allí?- preguntó aún perplejo, viendo como la sonrisa contraria se ensanchaba.

-Así que en verdad no lo sabes. Hace más de quince años sucedió. No me duele ni nada, ¿Mh?- comenzó a relatarle –todo el mundo conoce la historia gracias a mi padre. ¿Qué tú no la conocías? Qué extraño… hasta he llegado a pensar en que ni siquiera sabías quién era yo antes de presentarme, Zin. Eres un chico realmente extraño- observando que nadie comentaba nada al respecto, suspiró de manera calmada –cuándo tenía quince años, mi familia tenía una bonita finca. Incluso había un establo enorme en dónde guardábamos los caballos. Allí es dónde llevé a un muchacho que apenas había conocido y me acosté con él, era muy guapo. Antes ya me había acostado con otros chicos, lo hacía desde muy temprana edad- asintió quizá más para sí mismo –por alguna razón mi padre nos descubrió. Tal vez algún sirviente nos hubiera delatado al vernos, no lo sé realmente. Le cortó la cabeza al muchacho de un solo golpe. A mí me hirió mucho físicamente, me azotó tanto que se me podían ver las costillas. Sin embargo al parecer no estaba satisfecho con el trabajo que había hecho con su hijo mayor. Así que mientras estaba delirando de fiebre y dolor, me lo cortó todo. Creí que iba a morir desangrado, sinceramente- dio otra calada a la olvidada pipa, al poco volviendo a soltar el humo inclinando ligeramente su cabeza hacia arriba –colgó mis… testículos y mi pene en la tranquera de nuestra finca para que quienes pasaran, se enteraran de que tenía un hijo marica al que había castigado como correspondía. Todo eso estuvo exhibido allí un largo tiempo, no tengo idea de cuánto. Y estando yo al borde de la muerte, me envió al hospital del ejército para que allí me curaran o hicieran lo que les apeteciera conmigo. Si lograba sobrevivir, me uniría a las filas- ladeó ligeramente la cabeza -Es decir que me condenó a la vida militar al haber cometido el impulsivo error de no permitir que tuviera herederos aunque fuera por mera obligación. Todos se rieron de mí durante largos años en la milicia. Ahora muchos de ellos están muertos o bajo mi mando- en éste punto de la historia, ofreció la pipa a Zin quién la rechazó con un suave movimiento de su cabeza –lo más irónico del asunto es que a los veinticinco años me enamoré de una muchacha. No nos casamos porque claramente su vida sería muy triste a mi lado- soltó una suave risa –se casó con Atsushi. ¿Lo conoces? El capitán general que se encuentra ahora mismo en el navío a la derecha. En el medio está Tatsurou- rodó los ojos ligeramente, como así volviendo al tema en cuestión –ella se casó con Atsushi. Pero pasados tres meses, tuvo un accidente que le costó la muerte.

-¿Aún quieres que creer que fue un accidente?- interrumpió repentinamente Anzi, con cierto tono de reproche –eso no fue un accidente.

-Claro que lo fue. O al menos así todavía quiero creerlo- replicó el general, lanzando una mirada hacia los pies de la cama en dónde muy cerca se encontraba apresado Anzi.

-¿Qué le sucedió a ella?- preguntó sumamente intrigado Zin.

-El monstruo Miwa la violó y la mato. Pero todos intentan cubrir ese hecho hasta hoy en día por alguna razón- respondió secamente Anzi, recibiendo una reprenda por parte del general Yasunori.

-No es cierto, Zin. Miwa estaba conversando con ella mientras limpiaba su pistola. La había salvado de unos maleantes ya que ella caminaba sola. La pistola había ido a parar al lodo completamente cargada, por lo que tuvo que limpiarla y el disparo se le escapó, fue un descuido.

-Pienso que un descuido fue el de no haber dejado cadáveres de maleantes alrededor, a la chica con los bajos de la falda subidos y con un certero disparo en la cabeza, Yasu. El monstruo Miwa la violó y la mató para que no lo acusara. Todos sabíamos que él también había buscado casarse con ella debido a las riquezas de su familia- repentinamente, al recibir con fuerza una de las botas ajenas en su cabeza, se quejó volviendo a hacer silencio.

-Bien. Pienso que han sido demasiadas historias por hoy. Hay que dormir- sólo se levantó del lecho para repetir el procedimiento de apagar el tabaco de la pipa. Dando una última advertencia al rubio de que no hiciera ninguna estupidez mientras dormía.

Zin simplemente se acomodó con alguna clase de nueva furia comenzando a bullir en su interior. El mundo estaba lleno de personas que cometían injusticias. Y repentinamente mientras se quedaba dormido bajo el suave balanceo del barco, pensó en que el general Miwa Masashi se merecía muy bien lo que había recibido. 

Notas finales:

Buenas, buenas ouo/ 

Vuelvo aquí con otro capi uwu~ espero que les haya gustado.

Como verán, tendremos personajes nuevos ouo. Estos son: 

Yasu de Acid Black Cherry

Atsushi de Buck Tick

Y el Tatsurou eue de Mucc pero ese va a morir rápido así que no importa -spoilers mode on- xD 

Les voy a tratar de dejar en un enlace una referencia, y es la pipa del Yasunori o3o a ver si me sale, ya que no se puede copiar y pegar links:

http://mlm-s2-p.mlstatic.com/pipas-para-fumar-tabaco-nogal-arabia-2528-MLM4800763559_082013-F.jpg

 

Ya uwu se ve -editó- 

 

Bueno ouo eso/ nos vemos en el próximo capi. No tengo más que agregar u3u~~~ 

 

Los quiero *A* gracias por leer.


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