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Valiente. por Maira

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A pesar de que los otros dos se hubieran sumido en un profundo sueño, él no había podido pegar un ojo en toda la noche. Era de esperarse cuándo Anzi se encontraba en proceso de recuperación. De repente le preocupaba el hecho de que no hubiera bebido una sola gota de líquidos para aplacar la fiebre y evitar la deshidratación. Bien despertara, le pediría a Yasu un poco de agua para Anzi. También un trozo de lo que fuera para comer. Por alguna razón presentía que el hombre no se lo iba a negar si se lo pedía de buena manera o le daba las suficientes explicaciones.

Junto a él, tan cerca que podía sentir el calor que desprendía su cuerpo, se encontraba el general durmiendo. Éste mucho antes los había cubierto a ambos con los pesados cobertores, sin embargo en algún momento al seguramente sentirse acalorado, completamente dormido los había apartado hasta la altura de la cintura.
Bajo las primeras luces de la mañana que se filtraban escasamente a través del ojo de buey, el rostro de Yasu se le hacía mucho más juvenil. A pesar de que si no se equivocaba al deducirlo el general rozara los cuarenta años de edad.

En el exterior, sobre la cubierta podía escucharse claramente el sonido de los pocos que se habían encargado del navío durante la noche. Seguramente tendrían su descanso cuándo el siguiente grupo de hombres los relevara. El eco de sus voces llegaba hasta allí a pesar de que no fuera alto el tono que utilizaban para comunicarse, entremezclado con el del mar y el rechinar tan típico de la madera.

Aunque muy leve, en el interior de las cuatro paredes que conformaban aquel despacho aún flotaba el aroma del tabaco que hacía tantas horas ya el general había fumado. Un aroma agradable, exótico, misterioso. Tenía ese “algo” que todas las cosas provenientes del desierto únicamente poseían. Repentinamente se colocó a escuchar con más atención la respiración del hombre a su lado.
Lo más probable era que Yasu tuviera una pesadilla. Se removió muy ligeramente, como rompiendo aquel hechizo que a uno le encadena sin permitirle moverse bruscamente entre sueños. Un ligero sonido parecido a un ronco gemido. Un espasmo.

Con cuidado acercó su mano al pecho del contrario para sentir los latidos de su corazón, los cuales como era de esperarse eran rápidos. Incluso sintió pena por Yasu, pues volviendo a pensar en la historia que le había relatado y en otros horrores que seguramente aún no supiera, creyó que serían motivos más que suficientes como para sufrir de pesadillas cada vez que posaba su cabeza en la almohada. Podía comprenderlo a la perfección.
De pronto sintió un irresistible deseo de abrazarle, tal vez de consolarlo. Bajó su mano por el pecho del general, acariciando sobre las ropas el abdomen, el vientre, su cinturón de cuero curtido en el que las correas encargadas de sostener todas las armas permanecían sueltas. Sabía que no debía hacer eso, pero el impulso y la curiosidad habían guiado su mano nuevamente a aquel vacío espacio entre las piernas del contrario. Abrió y cerró sus dedos como en busca de lo imposible. Allí no había nada, absolutamente nada. Se mordió el labio inferior tan fuertemente que creyó hacerse una herida.

 Tenía a aquel general a su merced. En esos momentos si lo deseaba, podía matarlo, mutilarlo, robar la llave que podía sentir en su bolsillo izquierdo y liberar a Anzi o simplemente colocar sus pequeñas manos alrededor del cuello de Yasu y apretar. Prácticamente podía hacer lo que quisiera. Sin embargo lo único que en verdad hizo fue dejar de husmear los pantalones de éste para abrazarle acurrucándolo contra su pecho. Yasu era inofensivo en esos momentos. Yasu había sufrido mucho más que él, tenía pesadillas luego de transcurridos tantos años. Le acarició el cabello hasta que se hubiera calmado, sin caer en la cuenta que poco a poco también el sueño por fin le vencía.

Al despertar se encontró solo. Anzi le observaba dormir desde su posición con una vaga expresión relajada, lo pudo comprobar al alzar la cabeza para ver en qué estado se encontraba. La cama estaba fría por lo que seguramente Yasu hubiera abandonado su lugar hacía unas cuántas horas. Al llevar sus ojos hacia la silla dónde debía descansar la capa del mismo, ésta ya no estaba allí. Encima del escritorio sólo permanecían los mapas y los instrumentos de navegación de siempre. Alguien había retirado la copa y la jarra con la incrustación de piedras preciosas.

-¿Te encuentras bien, Anzi?- fue lo primero que preguntó mientras se sentaba para desperezarse. Kei no había llorado en toda la noche seguramente debido al movimiento del barco, así que tendría que ver en qué estado se encontraban los pañales. También quería darle algo liviano a modo de desayuno, algo que pudiera engullir sin muchos problemas.
Se acercó hasta la caja de madera dónde había depositado al pequeño pero en cuánto vio su interior, se quedó como de piedra: Kei no estaba allí. -¡¿Dónde está Kei?!- exclamó volviéndose rápidamente hacia el castaño.

-¿Mh? ¿El mocoso no está allí?- preguntó con más curiosidad que preocupación –no lo sé. Tal vez ya se lo comieron las ratas- rio con suavidad –hace un poco desperté, Zin. No lo sé. Quizá Yasunori se lo llevó a tirarlo por la borda o dárselo de comer a los salvajes del ejército del monstruo Miwa.

-No digas estupideces, Anzi- replicó sumamente molesto, nervioso. Con rapidez se colocó las botas antes de dirigirse a la puerta. En un principio le sorprendió que la misma no estuviera cerrada bajo un par de vueltas de llave, pero luego pensó en que en medio del mar no había lugar al que huir. Era totalmente ilógico que el general les encerrara.

Se dirigió sin más a la cubierta, caminando a firmes zancadas en busca del susodicho ya que le debía un par de explicaciones. Sólo deseaba que el pequeño Kei estuviera bien y nada malo le hubiera sucedido. En caso de ser así, ya se las verían con él. Le esperaba lo peor a quién se atreviera a hacerle daño a su querido niño.
Muchos hombres con los que se cruzaba a su paso le miraban con sorna. Muy de vez en cuando alguno de ellos lo embestía intencionalmente haciendo que trastabillara, sin embargo continuaba su camino sin prestar demasiada atención al asunto. No tenía tiempo que perder en problemas tan insignificantes. Su cabeza volaba por otros rumbos imaginando cosas que no debían suceder. Tras revisar cada recoveco del gran lugar, al cabo de largos minutos se encontró con ambos. El general sosteniendo al niño en uno de sus brazos mientras que con la mano libre empleaba un catalejo a modo de observar con mucho interés algo en la lejanía.

-¿Qué demonios crees que estás haciendo con…- iba a pronunciar el nombre del pequeño pero se lo pensó mejor –el niño? Me llevé un susto de muerte al despertar y notar que no se encontraba en su lugar.

-Buenos días- respondió educadamente el general, sin dejar de lado su tarea –le he cambiado el pañal, lo he alimentado con un poco de fruta y ahora está tomando el aire marino. No creo que le siente mal… además aún no ha llorado. Creo que se siente a gusto conmigo… cuándo intenta balbucear es gracioso.

-Eso no te da derecho a…- finalmente suspiró, recargándose contra la barandilla ya que después de todo, Yasu tenía razón –procura que no se te caiga de los brazos- finalmente guardó silencio tras esa frase.

-¿Sabes? No tengo idea de cómo diablos ni por qué hay piratas en éstos mares. Generalmente se encuentran al Norte en dónde las rutas mercantes abundan, saquean los barcos llenos de mercancías. Pero allí a los lejos, Zin, he visto a dos barcos piratas cruzarse. Tal vez la siguiente semana tengamos algunos problemas con ellos.

-Mh…- gruñó sin mucho interés el rubio –ah, es cierto. ¿Puedo darle algo de beber a Anzi? No ha bebido nada desde ayer, va a deshidratarse con tanta sangre perdida y la fiebre de la que se ha recuperado.

-Más tarde le daré un par de copas de vino- acotó finalmente apartando el catalejo de su ojo –el vino caliente le sentará mejor para aliviar los síntomas de inflamación. Tal vez pueda prepararle algún tipo de infusión- se quejó un poco ante un repentino jalón de cabello por parte del niño -¿No ha vuelto a vomitar?

-Que yo lo sepa, no- entrecerró sus ojos que comenzaban a secarse con la persistente brisa.

-Se está recuperando bien. Eso es algo bueno. ¿Tienes hambre? Podríamos desayunar ya que no he probado bocado desde que me levanté.

-No estoy muy hambriento… el movimiento del barco me coloca enfermo. Tal vez sólo almuerce. ¿Me das al pequeño? No me gusta que esté aquí entre los demás.

-No le harán daño mientras esté conmigo- medio reprochó a la vez que replegaba el instrumento contra su muslo –yo tampoco le haré daño. Así que está bien. Los niños necesitan sol y aire. No puedes mantenerlo encerrado todo el día allí. Además fortalecerá su sistema inmune- miró al niño unos instantes, moviendo su cuerpo de manera que diera pequeños saltitos. La vocecita de éste rebotó al compás de los movimientos haciendo que el general soltara una carcajada –a pesar de que no es lo más apropiado el hecho de que esté en un navío- luego de un largo silencio en el que ambos contemplaron el mar, rodeados de soldados que trabajan moviéndose de aquí hacia allí, Yasu volvió a pronunciar palabra -¿Sabes, Zin? Nunca voy a tener esposa ni hijos. Pero en cuánto vuelva a la ciudad, en vez de dar en adopción a éste enano yo podría… criarlo. ¿Es huérfano, cierto? Me estoy poniendo viejo para luchar. En unos años quizá pueda retirarme del ejército para dedicarme completamente a su crianza y educación…

-No lo harás- respondió secamente el rubio volviéndose sobre sus pasos –tráelo de vuelta pronto. Por mi parte, volveré a mi lujosa celda de prisionero.

Habían transcurrido un par de años desde la última vez que el Capitán General Sakurai Atsushi había puesto los pies en la cubierta de un navío. Por lo tanto, a su organismo le había tomado un par de horas ajustarse al medio. Permanecía bajo el radiante sol observando a través del catalejo los barcos piratas que se alejaban en diferentes direcciones. En cuánto uno de los soldados le había anunciado el hecho, se había alarmado. Sin embargo sabía que debido a la distancia tardarían unos cuántos días en toparse con maleantes de ese tipo, si es que en el proceso de cruzar aquella franja antes de tocar tierra firme, lo hacían.

Según sus cálculos, de acuerdo a la velocidad con la que se dirigían favorecidos por el viento, era poco probable que tuvieran dificultades para continuar avanzando en caso de que un barco pirata los interceptara. No le gustaba en absoluto aquella idea. No quería desperdiciar balas de cañón en unos sucios delincuentes de esa calaña. Pero si se veía obligado a hacerlo, entonces lo haría.

El navío de Tatsurou se encontraba a una distancia bastante prudente. Al igual que los que escoltaban los propios. Ningún sonido llegaba a sus oídos más que el del gentío trabajar en la propia cubierta. Apartó unos instantes el instrumento de su ojo derecho con intenciones de observar alrededores. En todas las direcciones el mar se abría sin mostrar un solo ápice de tierra. Necesitaba consultar los mapas.

Si sus predicciones no fallaban, la costa enemiga no se encontraría vacía. A pesar de tener un ejército bastante pequeño, poseían buenos cañones que podrían dejarles fuera de combate en un santiamén. Los hombres de aquellos lugares sabían hacer buen uso del relieve de las costas. Mucho antes de llegar tendrían que hacer un giro que les costaría al menos un día más. No obstante desembarcarían en un lugar desierto dónde podrían organizarse mejor. Llegarían a pie conquistando cada pueblo con el que se cruzaran, utilizando la menor cantidad de violencia posible. Tenían que guardar energías para invadir el gran castillo del Rey, en Ponimayesh. La Capital se encontraba a tres días a pie desde la costa.
Continuaba repitiendo aquel plan en su mente tal cual le había transmitido a todos los jefes navegantes en la reunión antes de partir. Como obsesionado, una y otra vez trazaba aquella ruta hasta que el mapa rozaba los riesgosos límites de romperse. Se quedó mirando el principal punto de destino en el mapa muy fijamente.

-¿Sabes Anzi?- le preguntó Yasu sentado a la silla del escritorio que había vuelto hacia él. Al cabo de una hora el general había vuelto para hacer lo que había prometido a Zin. Luego de depositar a Kei nuevamente en la improvisada cuna y el rubio se colocara a ver que no le hubiera hecho nada extraño, solo por si acaso, lo cubrió bien.
El general había servido una copa del vino que había mandado a traer en una jarra. Lo había mezclado con unas gotas de un ambarino líquido espeso de uno de los numerosos frascos que guardaba en el baúl, todos catalogados correctamente. Luego de calentarlo ligeramente a la llama de una vela, se lo había dado de beber al castaño. Repitiendo la dosis una vez éste se hubiera bebido todo el contenido. Después de haberle limpiado las heridas con cuidado, volviendo a untarle un ungüento parecido al anterior, finalmente descansó en aquella silla –al verte a veces me pregunto qué hubiera sido de ti si no hubieras desertado como una rata. Claramente podrías haber vuelto.

-Iba a morir. Si no hubiera escapado, me hubieran atravesado el cuerpo o me hubieran cortado la cabeza. Podría haberme desangrado. Supongo que todos me dieron por muerto en cuánto pisaron tierra segura, llegaron a casa y durmieron tranquilamente en sus camas. Así que da igual, ¿Cierto? En el ejército eres un número. Da igual que des tu vida por ellos, por el rey. Valoro lo suficiente mi vida como para seguir mi propio camino, Yasu.

-En aquel entonces yo me preocupé mucho por ti, de hecho- respondió colocándose de pie en busca de su pipa. De un pequeño recipiente tomó un poco de tabaco al que metió en el compartimiento correspondiente, encendiendo la misma mediante el procedimiento de siempre –en cuánto te vi allí en el suelo arrastrándote, con el brazo en aquel estado, intenté abrirme camino para ir en tu busca. Pero Masashi y Atsushi me arrastraron en la retirada, me dijeron que por más que lo intentara no podría salvarte el brazo. Que ibas a morir allí como lo habían hecho todos. En esos momentos mis conocimientos de medicina eran bastante escasos, creo que estaban en lo cierto y no podría haber salvado tu brazo. Te hubieran retirado de las filas y te habrías convertido en un vagabundo sin un brazo, sin absolutamente nada que hacer o a quién acudir al no haber tenido un puesto lo suficientemente alto- poco a poco, volvió a su silla siendo escrutado por Zin quién también guardaba silencio – pero vamos que ambos pertenecíamos al mismo rango, si alguien con buenas manos te hubiera atendido cómo correspondía, te hubieras recuperado y ahora mismo serías un Capitán General… siempre has sido muy hábil. Pasé muchos años pensando en que habías muerto, Anzi. Cuando supe que estabas vivo y para colmo ofrecían una jugosa recompensa por tu cabeza, no lo podía creer. Para ese entonces yo ya me había convertido en una persona diferente. Tú nos odiabas a todos. Bueno, es lógico en cierta manera…- dio una calada al tabaco –sinceramente, por un lado pienso que lo mejor para ti hubiera sido volver en cualquier estado en el que te encontraras. Pero por otro… creo que estuvo bien que desertaras. A fin de cuentas el hecho de desertar te salvó la vida, le dio un nuevo giro o rumbo- mediante una nueva larga calada, un corto silencio volvió a generarse –me alegra que alguien haya hecho un buen trabajo con tus heridas, por cierto. Es muy difícil volver los huesos a dónde estaban cuándo se encuentran en ese estado.

-¿Por qué tú no lo hiciste, Yasu? Podrías haber tomado la oportunidad. Muchos de los que lo hicimos, nos convertimos en personas completamente libres de decidir qué haríamos con el resto de nuestras vidas una vez nos apartamos del ejército.

-Y tú elegiste el peor de los caminos. Ahora quiero que me expliques, Anzi, ¿Cómo has sido capaz de morder la mano que te ha alimentado? En el hospital militar me salvaron la vida. Durante los entrenamientos aprendí todo lo que necesitaba para sobrevivir. En la escuela de formación me convertí en alguien muy útil, alguien que puede continuar encontrando la cura para cualquier mal en éste mundo. ¿Crees que sería algo leal el hecho de desertar?

-Estás sirviendo al Rey, no lo olvides.

-El Rey actualmente me importa tanto como las pelotas que se me perdieron en la finca de mi padre, Anzi. Estoy hablando de las personas a las que les debo muchas cosas en la vida. No podría dejar que todo su esfuerzo hubiera sido en vano. ¿Eres capaz de comprender algo como eso? ¿Conoces el verdadero significado de la palabra “Traidor”? Tomaste todos los conocimientos que los maestros te dieron y los comenzaste a emplear en contra de ellos. O al menos has estado pensando en eso. Ahora eres una manzana podrida.

-Y por esa razón me vas a entregar. Para que me corten la cabeza mientras recibes tu bolsa de doradas monedas.

-Así es. Lamento mucho lo que vaya a suceder pero es mi deber hacerlo.

-Nada de eso va a suceder- repentinamente acotó Zin, tomando asiento al borde de la cama muy cerca de Anzi –cuando llegue el momento, lo vas a ver.

-¿Aún estás pensando en hacerte con el control del navío, Zin? ¿Y qué vas a hacer luego? Para controlar a estos hombres precisas algo más que una actitud prepotente o una mano dura. Es como tener un arma entre los dedos y no saber cómo dispararla, tienes el mal potencial de matar pero no sabes cómo hacerlo realmente.

-Necesito salvar mi propia vida, cueste lo que me cueste. No voy a permitir que nadie nunca más haga lo que le plazca con mi persona. Solamente por esa razón sobreviviré y haré lo que tenga que hacer, por más oscuro o despreciable que sea. Mi vida me pertenece, Yasu. Al igual que a ti te pertenece la tuya. Sin embargo, si tengo que matarte incluso mientras duermes, lo haré.

-Pero no me matarás mientras duermo. Lo sabes muy bien- dijo a modo de respuesta muy tranquilamente, volviendo a fumar del tabaco –si hubieras tenido las suficientes agallas, lo hubieras hecho anoche. A cambio ésta mañana desperté entre tus brazos. Eres un mocoso de corazón blando- dio un par de palmadas en su propio muslo –ya. Ahora que no quieres desayunar, yo iré por mi propia comida. No me agrada perderme el desayuno porque estas bestias arrasan con todo lo que hay, así que seguramente me coma las sobras. Recuerda Zin, no hagas nada estúpido- dichas sus palabras, se dirigió totalmente campante hacia la puerta. Aún sostenía la pipa a la que seguramente iba a llevar consigo, algo al parecer muy normal en él.

Sólo cuándo se aseguraron de estar completamente solos fue que Anzi se dignó a hablar, reprendiéndole y pidiéndole que no volviera a dirigirse de esa manera al general. También le comentó que tenía un plan, en unos días cuándo lo pensara muy bien con todos sus pros y contras, le hablaría acerca de él. Pero que por el momento intentara no colmar la paciencia de Yasu ya que podría terminar envenenado en alguna maldita esquina del cuarto o mucho peor, siendo la cena de todos esos salvajes que se hacían llamar Las fuerzas de los Conquistadores, la mejor porción perteneciente al ejército del Rey.

A lo lejos una tormenta comenzaba a formarse. Sin embargo encerrados dentro de aquel lugar, no tenían la mínima idea de lo que les esperaba. 

Notas finales:

Buenas ouo~ 

¿Qué tal pasan el Sábado?

Yo aquí les traigo otro capi uwu~~ me duelen los ojos, así que si hay algún error es porque estoy ojidolorosa, o sea no en mi pleno uso de facultades intelectuales (????????)

Espero que les haya gustado el capi ouo! 

Les voy a dejar una referencia en un link, que es el catalejo. No sé con qué otra palabra se lo conoce. 

http://www.ocompras.com/images/2010/02/catalejo-antiguo.jpg

Espero que se vea o3o 

Y pues uwu también se me ha dado por reactivar el blog, así que supongo que volveré a subir regular entradas hasta que me dé paja de nuevo (?

http://gradosdesombra.blogspot.com.ar/

Tiene de todo como siempre eue~ -baila-(?

En dos capis más calculo que ya tocarán tierra firme ouo siento que rompo mucho los huevosqueYasunotiene con los capis en la mar ;A; pero sino la historia sería muy rápida. 

Ahí en el blog a pesar de haber subido una entrada, voy a subir otra con una cita que puse en el Facebook. Así que serán dos entradas eue tengo que configurarlo para que muestre más de una entrada de blog a la vez, de eso ya me encargaré más adelante. 

Y pues ouo eso. Gracias por leer y gracias a las niñas que comentan u//u 

Los quiero ouo/

Y ya saben eue se la cuidan (? -huye-


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