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Valiente. por Maira

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El incidente con la bestia los había desviado de su ruta por lo que tardaron sin esperárselo, medio día en volver a retomarla antes de finalmente llegar a tierra firme. Cómo Atsushi lo había predicho, en aquella zona no había absolutamente nadie. 
Un total seis barcos dejaron caer el ancla que con un ruido seco se hundió entre el agua y la arena, también las rocas del fondo. Los sobrevivientes a la tormenta, un número aproximado de diez mil hombres poco a poco fueron desembarcando. Por las rampas se deslizaban los cañones, los cargamentos enteros de balas, las tiendas de campaña, armas de diversos calibres, tamaños, colores cuya escala no se extendía más allá de los oscuros metales o la más clara madera de los bosques aledaños a las tierras de dónde provenían.

El general Sakurai se encontraba haciendo los preparativos, trazando las últimas rutas posibles en los mapas en caso de tener que tomar inesperadamente otros rumbos cuándo uno de los soldados de cubierta llamó a su puerta. Sólo disponía de un oficial que muy ocupado se encontraba dirigiendo a los hombres, por lo tanto, sopesando aquella ruta mientras hacía unas anotaciones al borde del pergamino de excelente calidad con el que había sido fabricado el mapa, dio la orden distraídamente de hacerle pasar.

El hombre en no muy buenas condiciones de salud luego de la tormenta, se acercó hasta una distancia prudente, ejecutando el saludo militar de rigor antes de que incluso el pelinegro dirigiera sus ojos hacia él. Éste último le observó de manera fija, sin pronunciar palabra alguna. La punta metálica de la pluma se mantenía a dos palmos del mapa y una gota oscura de tinta pendía peligrosamente.

El soldado le anunció que el Capitán General Hayashi Yasunori solicitaba su presencia de inmediato, también le anunció el estado general de las naves, la tripulación restante junto a su número exacto y ante un repentino interrogante del pelinegro acerca del estado de las armas, éste le respondió con el mismo tono disciplinado que había estado utilizando hasta esos momentos, que se encontraban perfectamente.

Suspiró ladeando la cabeza, repentinamente alzando las cejas ante el desastre que acababa de hacer sobre una de las palabras que componía el centro de su oración final. La pequeña gota de tinta se expandió hasta formar una mancha, siendo absorbida de manera tal que nada pudo hacer al respecto. Luego, como recordando de repente que el soldado esperaba instrucciones de su parte, le pidió que se retirara a seguir con sus tareas correspondientes.

¿Que Yasunori solicitaba su presencia de inmediato? ¿Qué clase de inconveniente podría estar surgiéndole para necesitarle de esa manera? No podía pensar en nada más que la mancha… la maldita mancha que sus oscuros ojos aparentaban estar a punto de fulminar. Pero logró controlarse simplemente dejando todo de lado. Enrolló los mapas prolijamente colocándoles sus ataduras de cuero. El broche que mantenía unidos ambos extremos era de oro puro, con el sello de su unidad labrado a la perfección: las tres rosas del rey y un sable perforando cada una de ellas en dirección diagonal.

Luego de amarrarse al cinturón todas sus armas correspondientes, encasquetarse la gorra militar con visera que solamente utilizaba cuándo necesitaba cubrirse de la calcinante luz del sol y comprobar que las correas de sus botas estuvieran bien amarradas, finalmente se dirigió hacia el exterior. Dio las instrucciones precisas de que colocaran todos los mapas, su brújula, la pluma, el tintero herméticamente cerrado, entre otras pertenencias dentro de un baúl pequeño. Lo llevaría consigo ya que necesitaría de todas esas cosas. Más tarde, mientras dirigía sus pasos hacia una de las rampas, dio la media vuelta en seco pensando en llevar la brújula en su bolsillo. Un soldado cargado de dos gruesos recipientes rebosantes de flechas lo esquivó a tiempo, medio tambaleándose y deshaciéndose en disculpas. De todos modos él ni siquiera prestó mucha atención a lo que decía, decidiéndose por ir a con Yasu sin la brújula consigo.

-¿Qué sucedió? Estaba ocupado. Espero que sea algo realmente importante… - iba a reclamarle una larga lista de cosas al general cuándo sus ojos se desviaron inconscientemente al hombre que permanecía de pie a un lado de Yasu y sin poder articular una sola palabra más se quedó como de piedra. Allí aparecía de brazos cruzados, como si de una fantasmagórica aparición se tratara, el castaño al que había estado siguiéndole inútilmente la pista durante tanto tiempo. Se le hacía irreal tenerlo frente a sí, erguido en todo su esplendor y casi sin heridas. Instintivamente dirigió los ojos hacia el brazo que se suponía, no debía estar allí. Pero al parecer el mismo aún formaba parte del cuerpo ajeno como si nada nunca le hubiera ocurrido –vaya… - su exclamación se quedó a medio camino cuándo al fin pudo ser capaz de balbucear un par de torpes sílabas -¿Lo trajo el viento quizá…? ¿De dónde lo sacaste, Yasu?- volvió a ver con detenimiento desde los pies a la cabeza al castaño –realmente no tengo idea de si debería saludarte, cortarte la garganta sin decirte absolutamente nada o… abrazarte, Anzi.

-Quiero ir directamente al grano, Atsushi. No tenemos mucho tiempo que perder. ¿No te parece? Luego tendremos tiempo de hablar acerca de esas historias. Lo importante aquí es sólo un hecho, por si acaso no te has enterado- medio le reprendió Yasu.

-¿Y a qué grano se supone que debes ir?- preguntó en cierto tono condescendiente, esbozando su tan típica sonrisa mitad encantadora, mitad truculenta –los inútiles subordinados de Miwa serán muy buenos para luchar pero para ejercer de peones apestan, son torpes. Aún tenemos mucho tiempo que perder así que puedes explayarte.

-Bueno- comenzó a explicarle luego de carraspear, sin perder de vista a Anzi por si acaso cometía una estupidez. Aunque según sus cálculos, era muy poco probable que lo hiciera –como sabrás, Tatsurou ha caído… - hizo una pausa en cuánto su voz tembló. No quería que Atsushi se mofara de él.

-Lo sé. Intentamos remolcar su nave pero finalmente no pudimos hacer nada al respecto. En cuánto comenzó a ser arrastrada por el remolino tuve que ordenar que cortaran las cuerdas antes de que nos tragara también. Lo siento mucho, Yasu.

-Era un buen hombre- suspiró a la vez que llevaba una mano al mango de su propio sable, dejándola reposar allí cómodamente –un poco adicto a las hierbas alucinógenas de las montañas, pero buen hombre al fin. ¿Crees que hubiera estado fumando en medio de la tormenta?

-No. Él no era así- rodó ligeramente la vista –es decir, cumplía muy bien sus obligaciones. Siempre lo hacía con la mente despejada. Pero dime qué diablos necesitas decirme de una vez por todas. Me estoy colocando impaciente. Al menos si no me vas a hablar acerca de cómo lograste capturar al traidor…

-Necesitamos un tercer hombre que dirija a éstos simios. Estaba pensando en que Anzi podría echarnos una mano en el asunto ya que tiene experiencia en batallas cómo esta- ante la repentina y fulminante expresión de Atsushi, se vio obligado a guardar silencio.

-Así que quieres meter a éste bastardo a la cabeza de una unidad…

-Dirigí la nave en medio del incidente- comentó el castaño viendo distraídamente hacia otro lado. A ambas manos las mantenía detrás de la espalda, cruzadas una sobre otra.

-Yo también dirigí una nave en medio del “incidente”. No se trata de la gran hazaña, podríamos decir- luego de espetar sus palabras, volvió a fijar su oscura mirada en el general -¿Durante todo este tiempo has estado dándole vía libre para que hiciera lo que se le antojara con tu nave a cargo? Sabes muy bien que eso está penado por…

-No había más oficiales. Se los llevó la tormenta- el castaño volvió a comentar como si nada, haciendo que el general Sakurai perdiera la paciencia y desenfundara su sable. Se quedó viendo la filosa punta cerca de su rostro, con una expresión sumamente fingida de sorpresa.

-Nadie te ha pedido que hables, Anzi. Así que cierra la maldita boca y deja que Yasunori termine su condenada explicación.

-Un momento, Atsushi- intentando mantener la calma, poco a poco Yasu llevó sus dedos hacia la plana superficie lateral del acero para desviarlo un poco del rostro del castaño –piénsalo con detenimiento. No te dejes llevar por el momento, por las reglas…  es Anzi, míralo bien. Enfunda el arma.

El general pareció reflexionar sobre las palabras del contrario, con la vista fija en la estúpida sonrisa del nombrado que poco a poco comenzaba a formarse. Era verdad que su apariencia no había cambiado demasiado con los años, simplemente se había puesto más viejo. Aunque podría apostar toda su fortuna amasada por que Anzi seguía siendo el mismo idiota de siempre.
Ladeó la cabeza en medio de un bufido, enfundando el filo en su vaina antes de atraer al imbécil pasándole un brazo por el cuello y por último propinándole dos toscas palmadas en la espalda.

-Cuándo todo esto termine podremos negociar, Atsushi- murmuró a su oído antes de separarse sumamente satisfecho con la mirada que el general le lanzó. Por si acaso, una vez disuelto el gesto volvió a tomar posición a un lado de Yasu.

-¿Y bien? ¿Cuál es el plan?- murmuró cruzando los brazos sobre el pecho, viendo a Yasu con el entrecejo ligeramente fruncido –está de más decir que cualquier error que cometa Anzi será tu pura responsabilidad.

-Lo sé, lo sé. Relájate. No va a cometer errores, tampoco va a permitir que lo maten en el campo de batalla… tiene a alguien de quién cuidar. ¿Te dije que tenemos otro visitante además de Anzi?

-¿Otro visitante?- preguntó repentinamente con interés el general -¿Otro desertor? ¿De quién se trata?

-La verdad es que no lo sé. Si gustas luego podemos hacerle una visita.

-Pero ahora no pueden. Deben explicarme bien los planes que tienen para ésta expedición- interrumpió Anzi, manteniendo el semblante distraído a la vez que lanzaba miradas aquí o allí –si no me explican las rutas y la estrategia por las que optaron, no voy a poder seguirles el ritmo- pues sabía muy bien que si Atsushi viera al mocoso de Miwa, lo reconocería al instante. Era un hombre con muy buena memoria además de tener muy bien vigilado a su peor enemigo. De repente pensó en que quizá el general odiara mucho más al monstruo Miwa que él mismo. No obstante sabía comportarse con sus semejantes. Sakurai era un miembro honorable del ejército.

-Ah, tienes razón- observó Yasu a la par que chasqueaba los dedos de la mano derecha –ven con nosotros, Anzi. Caminaremos un poco… ¿O aún estás supuestamente ocupado como para venir, Atsushi? Es mentira que se ocupa tanto, sólo hace lo mismo una y otra vez porque es un maldito perfeccionista- a esto último se lo murmuró muy por lo bajo.

-De todos modos soy quién ha ideado todo el plan. No me queda de otro remedio más que ir con ustedes- respondió resignándose a volver a la nave, comenzando a caminar a un paso recto. Pronto los dos restantes le siguieron. Recorrieron un tramo bastante largo de la orilla en dónde el mar lamía la arena removiendo o trayendo pequeñas piedrecillas de diversos colores que abarcaban desde el puro blanco al gris oscuro. El calor era casi insoportable. A lo lejos, en el horizonte cómo si la misma se hubiera fusionado con el mar, la tormenta se alejaba. El viento ahora soplaba suave, cálido. En ese cielo ahora no viajaba una sola nube.

Atsushi se colocó en cuclillas en un lugar dónde si bien la arena aparecía plana, el agua no les molestaría. Miró alrededores por si acaso, no quería que nadie les escuchara. Y desenfundando una pequeña cuchilla comenzó a trazar un rectángulo sobre la superficie que cedió dócilmente, comenzando a dibujar un minucioso mapa.
Era realmente impresionante la manera en la que retenía las perfectas formas de aquellas tierras tal cual del pergamino se tratara. Dibujó extensamente la orilla en la que se encontraban, con sus relieves suaves. Luego marcó un punto en el centro que representaba la capital. Más tarde trazó tres rutas: la primera llevaba mediante un camino recto hacia el punto central antes marcado, era el camino más fácil y más directo a pesar de no poder especificar cuántos hombres aguardarían al acecho distribuidos por los relieves de los que tanto provecho se podía sacar. A quién se le asignara aquel camino, tendría que ser sumamente cuidadoso.
La segunda ruta consistía en un giro hacia el Oeste rodeando las costas dónde se asentaban pequeñas poblaciones y conquistándolas sin utilizar mucha violencia, pues debían ahorrar energías en el viaje que se prolongaría un día más. Aquella unidad conformaría los refuerzos una vez llegaran a la capital. Lucharían invadiendo el lado oeste de la muralla que rodeaba al castillo. Tenían que trepar a través utilizando las cuerdas e invadir rápidamente en caso de que aún quedaran soldados del rey en pie. Se encontrarían allí con los dos restantes líderes.
La tercera ruta y por consiguiente la más arriesgada, consistía en recorrer la costa al Este. Tenían que deshacerse de los soldados que la flanquearan, quemar los barcos amarrados al muelle, hacerse con los cañones para transportarlos hasta el lado Este de la muralla que protegía el castillo del rey y así volarla en mil pedazos para permitir un acceso mucho más fácil a la tropa proveniente de la primera ruta. Cómo el camino desde Este era mucho más corto, tendrían tiempo de sobra para actuar. Pero la operación requería de mucha precisión, visión y un margen de error en los cálculos completamente inexistente. Serían los primeros en llegar.

Marcó haciendo uso de líneas mucho más finas las rutas alternativas por si acaso algún problema se presentaba. Eran líneas paralelas que si bien en ningún momento se entrecruzaban, se veían un tanto más complicadas. A lo sumo debían tardar medio día en recuperar la ruta originaria para evitar que las filas del enemigo avanzaran hacia ellos. Ahora contando con la mitad de los hombres, no todo era cómo lo habían planeado. Los reajustes hechos le habían tomado su buen trabajo.

Una vez el tema de las rutas y la estrategia general tratados, comenzó a explicar la manera en la que repartirían las armas. Los cañones se quedarían en la costa, al cuidado de varios hombres y rodeando directamente los barcos. Sabía muy bien que en cuánto les descubrieran, los soldados del ejército contrario buscarían quemar sus naves. Tenían que protegerlas a toda costa. Además de que cargar con los cañones en aquellos relieves rocosos representaría más un fastidio que un beneficio. Sin embargo un par de cañones extra permanecerían en su lugar dentro de la nave.
Los arqueros se repartirían en dos grupos, hacia el Este y en la ruta central. Los hombres que utilizaran armas toscas serían los que recorrerían la ruta Oeste con el fin de sumar los refuerzos más poderosos en caso de estar sufriendo bajas importantes, aunque viniendo de la gran tropa de Miwa, no lo pensaba así.
Por otro lado los que dominaran perfectamente los sables y armas al estilo, se presentarían en su mayoría en la ruta al Este. Mientras que el grupo restante sería el que recorrería el camino del centro.

Antes de finalizar su explicación, el general Sakurai advirtió que en caso de toparse con una aldea o pueblo, no debían en ningún caso incendiar edificios. Pues era probable que el humo atrajera o alertara a los demás pueblos, los soldados. Tenían que ser sumamente discretos, pidió que por favor se les reiterara infinitas veces a los hombres que no debían hacerlo. Y que viniendo de los soldados de Miwa, sabiendo de antemano las cosas de las que eran capaces, que no se detuvieran a ejercer ningún acto atroz que pudiera retrasarles. Por lo tanto las mujeres y los niños permanecerían intactos.

Un ligero silencio se generó entre los tres una vez finalizado todo lo que tenía que decir. El general terminó por sentarse sobre la arena a un lado del mapa, observando especialmente a Anzi quién no despegaba los ojos de las rutas. Yasu se había arrodillado sobre una de las esquinas mientras en silencio había escuchado nuevamente toda la estrategia.

-¿Hay dudas al respecto?- finalmente se dignó a pronunciar palabra una vez seguro de que ninguno de los dos restantes iba a hablar.

-¿Con cuántos hombres contaremos cada uno de nosotros?- preguntó el castaño, cruzando los brazos sobre el pecho.

-Aproximadamente tres mil hombres. No puedo ofrecerles más. He calculado que unos ochenta bastarían para defender los navíos en la costa. Es un número lamentable pero pienso que lo lograremos.

-De acuerdo. Me ofrezco a tomar la ruta del Este- respondió viendo a uno y otro general –después de todo soy un prisionero, ¿Cierto? En caso de morir sólo tendrían que llevar mi cadáver a modo de recompensa frente al rey- a sabiendas de que no iba a permitir que le mataran, pronunció aquellas palabras no obstante de manera muy cauta. Colocando especial énfasis en su última frase.

-Qué bueno que repentinamente te preocupes por nuestras vidas, Anzi- respondió Sakurai en cierto tono sarcástico. Aún no podía descifrar lo que planeaba Anzi y se dijo a sí mismo que debía estar muy atento –de acuerdo. Tomarás la ruta del Este. Tienes que ser rápido, dar buenas órdenes. Enviaré con los arqueros un poco de aceite para que puedan lanzar flechas ardiendo. Te será muy útil en medio del relieve rocoso. Allí no hay edificios- en cuánto Anzi asintió, dirigió su oscura mirada hacia Yasunori -¿Quieres ir al Oeste?

-Preferiría no hacerlo. Antes de perder la paciencia y terminar por degollar a un par de esos simios salvajes, preferiría tomar la ruta del centro. Si no es molestia.

-De acuerdo, tomaré la dirección Oeste. De todos modos quiero que tengas cuidado, Yasu. Esos tipos son muy hábiles ocultándose detrás de las rocas. Preferiría que fueras vestido como un soldado más. Dale tu uniforme a Anzi, de todos modos le va a ser de más utilidad. Ponte una armadura.

-Atsushi… ¿Hace cuántos malditos años no utilizo una armadura? No la necesito. Bastará con ropas de la unidad de Miwa. Acamparemos en alguna planicie que encontremos y dado el extremo caso, caminaremos tres días. Nadie ha muerto por andar un poco a pie…

-Sólo no cometas locuras- respondió el pelinegro comenzando a deshacer el mapa, para esto revolviendo la arena entre sus dedos de manera que hasta la más mínima línea se borrara –le daré mi brújula a Anzi. De todos modos no la necesito porque llevaré los mapas conmigo. Tendríamos que volver a la nave para que te vistas, Yasu. Tengo que ir en busca de mi brújula. ¿De veras has comprendido el plan, Anzi?

-Claro que sí, señor- respondió en tono burlón. Tendió su mano hacia Sakurai para ayudarle a levantarse pero éste lo hizo sin su ayuda, ignorándole por completo.

-Vamos hacia allí entonces. Si tenemos suerte puede que ya hayan terminado de descargar todo el armamento.

Notas finales:

Buenas owo~

¿Cómo va? ¿Les gustó el capi? uwu 

Hoy no tengo referencias para dar owoU así que haré relleno (?)

Ya salió el nuevo pv de Gotcharocka~~ y está sexy uwu xD 

http://www.youtube.com/watch?v=8hMvslLScYo

Haciendo click sobre el link se les abrirá en otra ventana ouo

El Toya u//u declararé públicamente que el Toya me puede (???)  jfnfjknkjnk 

Y bueno pues uwu habrá un par de capis de esto..hm... de la conquista eue el Zin no aparecerá hasta el ...siguiente al próximo, porque sucederá algo eue xD

Les voy a dejar mi blog porque hoy subiré algo interesante (??)

http://gradosdesombra.blogspot.com.ar/

Y pues uwu ¿Les gustó el final de temporada de Game of Thrones? -random de repente- a mí sí ono. 

Ya uwu me despido aquí. Se la cuidan (?)

Besines ouo/ los quiero. Gracias por leer y a los que comentan. 


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