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Valiente. por Maira

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Ryoga arrastró uno de los cadáveres por los pies y lo acomodó junto a los demás que antes muy dificultosamente había depositado en la hoguera, luego se colocó en cuclillas y de un empujón lo hizo rodar de manera que se encimara contra otro de los cuerpos. Ya estaban demasiado rígidos como para ser manipulados tan fácil, además de que le tomaba un trabajo considerable el arrastrar o acomodar el doble o triple de su propio peso. Con la respiración muy agitada, se enjugó la frente por la cual pequeñas gotitas de sudor brotaban.
Atsushi, quien enseguida tomó el control de la situación al llegar hasta allí, cargó con una antorcha en cada mano. Sus oscuros ojos se pasearon por todos los rincones, atentos a las pilas de cadáveres listas para incendiar e hizo su trabajo con ayuda del fuego. Al encontrar que ya no había mucho más que hacer, el menor se acercó hasta su lado, lo miró en un intento de llamar su atención y más tarde terminó por ladear la cabeza. Después se colocó las manos en la cintura a la vez que jadeaba, debido al sudor la ropa se le pegó al cuerpo.

─¿No tendrías que estar trabajando, mocoso? ─le preguntó el pelinegro. Al instante se acercó hasta una hoguera que comenzaba a apagarse por uno de los lados y arrimó el fuego a la aceitada superficie─. Todavía queda un poco que hacer.

─¿Limpiar la sangre de las murallas? ¿Tomar las armas enemigas y fundirlas para hacer unas mejores? ─preguntó con cierto tono de fingida curiosidad─. Mañana me encargaré de eso último, pero no pienso fregar las piedras de la muralla ─extendió las palmas de las manos frente a sí─, me jodería las manos y las necesito para trabajar en la herrería.

─Vaya, de repente te dieron ganas de actuar como una señorita ─se mofó de él, bastante divertido. Al incorporarse dirigió su vista hacia otra pila de cadáveres que comenzaba a apagarse en la cima─. ¿Sabes de qué estamos necesitados? De más de esas flechas tuyas con las puntas dentadas.

─Ah, ¿Aquellas de las puntas pequeñas? ─le siguió al momento en que el mayor se aproximó a otra de las hogueras─. ¿De aquellas con las que una vez Jui te atravesó accidentalmente la pierna? ─soltó una risa. Con ayuda de su pie empujó un rígido brazo para que las llamas lo alcanzaran y enseguida se retiró por medio de un paso atrás.

─De las mismas ─respondió con cierto aire rígido. Lo miró, le entregó una antorcha─. Ayúdame ya que no estás haciendo nada más que hablar, mocoso.

─¿Y más tarde recibiré mi recompensa por el trabajo hecho? ─al tomar la antorcha le acarició los dedos disimuladamente. El hecho logró captar la atención del pelinegro quién frunció el entrecejo y él le esbozó una juguetona sonrisa.

─Sí ─comentó a la vez que retomaba el paso─, tu premio será irte inmediatamente a dormir porque antes de que salga el sol, te quiero con los pies dentro de la herrería.

─¡No es justo! ¡No me refería a eso! ─protesto y le siguió el paso─. Yo hablaba de otras cosas… como retomar lo de antes…

─Ya te he dicho que no, Ryoga. No fue casualidad el haber sido interrumpidos. Esas cosas no deben suceder entre un hombre de casi sesenta años y un mocoso de quince.

─Tengo dieciséis ─frunció el entrecejo. Al llegar a la siguiente hoguera bufó, se colocó en cuclillas─. Además, la edad no importa. Por ejemplo, Anzi siempre se folla a muchachos de mi edad, ¿No lo sabías? ─mantuvo la llama de la antorcha un largo tiempo hasta asegurarse de que el fuego creciera.

─Anzi tiene la mente podrida. Ese hombre no sabe lo que es la decencia ─guardó silencio durante el resto del trabajo, incluso luego de que el menor continuara con sus comentarios de vez en cuando. Hizo todo lo posible por no prestarle atención, pues no quería ceder ante el pequeño que tan tentador le parecía. Cuando la hora de ir a dormir una vez el trabajo finalizado llegó, entregó la antorcha a uno de los muchachos y se dirigió a los baños comunes. Primero necesitaba un buen baño para quitarse el aroma a humo, carne quemada y tierra. Por suerte a esas horas el lugar se encontraba completamente vacío, podría disfrutar de un largo baño sin que nadie le molestara. Lo que jamás esperó fue que al detenerse, alguien chocara directamente contra su espalda.

─No te detengas así, Atsushi. Casi me haces daño ─se quejó el mejor mientras se sobaba la nariz.

─¿Qué demonios haces aquí, Ryoga? Vete, quiero tomar un baño en paz ─dichas sus palabras, sin escrúpulos comenzó a quitarse las ropas.

─Como no me decías nada, asumí que estaría bien acompañarte ─se encogió de hombros y miró completamente embobado el semi-desnudo cuerpo del mayor.

─No, no está bien. Vete de aquí o vas a terminar por colmar mi paciencia ─las prendas restantes cayeron al suelo, se metió al agua y se sumergió entre los pétalos de flores que flotaban en la superficie. El agua siempre estaba caliente debido a las calderas subterráneas ubicadas estratégicamente que el personal mantenía en marcha día y noche a base de carbón.

─Pero… uff ─cuando se dio por aludido de que Atsushi no le escucharía bajo el agua, se sentó en el suelo con las piernas cruzadas. De esa manera esperó a que el mayor se acomodara contra el borde de la gran concavidad de piedra, de repente sintió que no podía dejar de mirarlo. No podía rendirse una vez que había logrado captar su atención de la manera en la que necesitaba hacerlo─. Atsushi… te quiero mucho.

El susodicho soltó un suspiro y se despejó el rostro de los cabellos húmedos que se le adherían─ Ya lo sé. Pero tienes que entender que no… espera, no hagas eso. Si vas a tomar un baño hazlo en otra parte ─sin embargo nada más pudo decir con intenciones de alejarlo, pronto fue muy tarde. Cuándo quiso hacer algo al respecto, el menor no se lo permitió. El pecho desnudo, las clavículas prominentes, las caderas contra un lado de su cuerpo, las delgadas piernas que se restregaron contra las propias le hicieron perder el control. Lo tomó allí mismo, sin importarle siquiera el hecho de que alguien pudiera bajar a curiosear debido al escándalo que Ryoga hacía. A pesar de que su vitalidad no era la misma que hacía veinte o treinta años atrás, el menor pareció muy satisfecho durante todo el tiempo que el acto duró. Finalmente luego de descansar sumidos en un largo silencio, cuándo intentó retirarse del agua, Ryoga volvió a restregarse contra él seguramente en busca de una segunda vez, pero le detuvo. 

─¿Por qué no me quieres cerca de ti? ─le preguntó con cierto reproche. Ya que la mano del mayor se posaba contra su pecho, la tomó y se llevó el dedo índice a los labios para darle una extensa lamida, tal cual Jui le había explicado que tenía que hacer, luego le succionó el primer falange.

─No es eso… ─detuvo sus palabras a la vez que clavaba su oscura mirada en los labios contrarios─. ¿Quién demonios te enseñó a hacer eso? Tsk, es muy tarde. Hay que ir a dormir, mocoso. Además vas a pescar un resfriado si nos quedamos más tiempo aquí.

─Quiero dormir contigo ─habló sin hacer caso a la pregunta─. ¡Ah! Lo tengo. Crees que durmiendo conmigo vas terminar pareciéndote a Anzi. Pero no, no lo harás. Porque solamente lo harás conmigo ─dichas sus palabras acompañadas por una eficiente sonrisa, se apartó y salió enérgicamente del agua. Una pequeña molestia se hizo presente en su parte trasera pero intentó ignorarla puesto que no se trataba de un gran dolor como del que había escuchado hablar. Quizá su capacidad para soportarlo fuera excelente, de hecho siempre lo había sido. Tal vez el pasar mucho tiempo con las cabras y a fuerza de golpes, su cuerpo se había formado con cierta resistencia al dolor; sin embargo sacudió su cabeza ante ese pensamiento tan tonto, incluso soltó una pequeña risilla. Enseguida fue en busca de un par de blancas telas de algodón de las tantas que pendían en una sobresaliente roca quizá en proceso de secado. Con que estuvieran limpias era suficiente, pensó. Le tendió una al mayor y con la otra comenzó a secarse el cabello rápidamente, luego el cuerpo, finalmente se envolvió en la misma a la que sintió muy cálida. La siguiente parada eran las habitaciones de Atsushi.

A Kei los ojos se le cerraban solos. Una vez Kazuki abandonó la habitación para irse a dormir, al encontrarse sin nadie con quién conversar comenzó a sentirse muy somnoliento. Tenía que soportar solamente un poco más, se dijo, al menos hasta que Manabu despertara y pudiera darle de beber un poco de agua. Se sentó en la silla frente a la cama ya que creyó que así no se dormiría, pero al poco tiempo transcurrido comenzó a quedarse dormido otra vez. Un par de congeladas manos sobre sus hombros lo despertaron bastante sobresaltado, al girar para ver de quién se trataba, pudo ver el rostro de Ryuutarou. El muchacho le acarició sus cabellos, más tarde una mejilla a la vez que esbozaba una imperceptible sonrisa.

─Deberías ir a dormir, Kei  ─le dijo casi en un susurro─. Te dañarás la espalda, además podrías pescar un resfriado si te duermes sentado.

─Estoy bien ─mintió sin querer mirarle a los ojos en el momento en que el pelinegro se agachó un poco más a verle fijo. La mirada del chico siempre le había producido escalofríos, a pesar de que sus manos fueran tan bondadosas a la hora de las caricias─. ¿Has venido a visitar a Manabu?

─Vengo a ayudar, ya que hoy la muerte intentará llevarse a Manabu ─parpadeó al notar la repentina expresión de terror del niño─. No, no, no. No debes asustarte, Kei ─negó a la vez que sacudía sus manos extendidas que hacían énfasis en sus palabras─. Yo no lo permitiré, ya lo verás. Manabu se pondrá bien ─volvió con las sistemáticas caricias al cabello contrario─. Tienes el cabello tan suavecito, pequeño Kei…

─Gracias, Ryuu ─respondió con un repentino sonrojo en las mejillas─. Tengo que… dejarlos solos, ¿Cierto?

─Así es. Tú no te preocupes por nada ─se agachó aún más cuando el pequeño bajó la cabeza y terminó por tomarle el rostro con ambas manos─. ¿Quieres que te prepare algo para dormir bien? Prometo no hacerte daño. No, no quiero hacerte daño… sé que me tienes mucho miedo…

─Yo…yo… ─balbuceó en busca de las palabras correctas; pero no las encontró, no quería herir los sentimientos de Ryuu, tampoco era que le temiera tanto. El mayor simplemente lo colocaba incómodo con su presencia, tal cual a otras tantas personas. Se levantó repentinamente, muy despacio deshizo el agarre del muchacho y miró a Manabu.

─Ve, sueña con… cosas bonitas ─soltó una pequeña risa que quiso demostrar simpatía, pero debido a la expresión del menor seguramente fue todo lo contrario─. En la mañana ven por nosotros… te prometo que todo estará bien, Kei.

─Confío en ti. Buenas noches, Ryuu ─murmuró. Salió de la habitación sin siquiera volver a dirigirle una mirada. No se atrevió a hacerlo. Aunque creyó escuchar que pronunciaba más palabras en el mismo susurro que había empleado para él.

Ryuutarou esperó pacientemente a que el menor se alejara por el pasillo. Entonces del interior de su túnica sacó una pequeña estatuilla de la Diosa de la Luz; una figura tallada delicadamente a partir del hueso de una cabra que representaba a la mujer de largos cabellos y el círculo solar entre sus manos, sobre su cabeza. Introdujo el objeto debajo de la almohada de Manabu, se recostó a su lado, le abrazó muy despacio con intenciones de no despertarle puesto que era fundamental que se mantuviera sumido en el sueño. Al cerrar sus ojos pudo sentir aquella presencia que jamás le abandonaba, al otro lado de la habitación, justo detrás de las pesadas cortinas. Le susurró un ruego para que aquella noche también le ayudara, pues le necesitaba mucho. Más tarde comenzó a elevar sus oraciones, pidió por protección, acercó el rostro de Manabu al suyo y su frente se juntó a la propia.

Pasaron largas horas hasta que a sus espaldas sintiera una gélida presencia, el olor que aquella despedía era inconfundible, ni siquiera se atrevía a mirar por sobre su hombro. En esos momentos apretó sus párpados cerrados, elevó sus plegarias con más energía y se aferró al cuerpo del menor quién entredormido se quejó. Lo esencial era la voluntad, las intenciones de hacer algo bondadoso y la fe.
Algo pasó muy rápidamente justo por encima de sus cabezas, pudo sentirlo con claridad, incluso unos pequeños sonidos se escucharon que ante sus oídos humanos eran similares a un silbido producido por el viento. Luego una luz se hizo presente, una potente luz que traspasó sus párpados. La atmósfera en la habitación se volvió muy cálida, él no dejó de elevar sus plegarias ni un sólo instante. Perdió la noción del tiempo, del espacio, de repente creyó sentir que todo había desaparecido salvo Manabu a quién se aferraba con firmeza; creyó sentir que el menor era lo único material y que el resto de las cosas que les rodeaban, incluso la cama, habían desaparecido. Sí, era como flotar en una cálida atmósfera. Algo suave, luminoso y repleto de amor los envolvía. Pudo sentirlo absolutamente todo, rogó que dejaran vivir a ese muchacho durante unos cuantos años más.

Poco a poco bajo unas misteriosas caricias en su rostro comenzó a quedarse dormido con un claro mensaje que se repitió en su mente: “Todo estará bien”.

Omi se encontraba sentada con sus piernas colgadas al vacío. Siempre le habían gustado esas ventanas y sentarse de esa manera, por lo que cuando Zin no la veía, aprovechaba la oportunidad de descansar a su antojo sin ser regañada o advertida de un peligro que ya conocía. Nunca se había caído, posiblemente eso jamás le sucedería. Tenía mejor equilibrio que un gato o una cabra de las montañas.
No necesitaba demasiadas horas de sueño, siempre solía dormirse tarde o tomar siestas cortas para continuar ‘en funcionamiento’. Aquellas horas de la noche cuando todo el mundo dormía eran sus favoritas. El silencio reinaba en absoluto. Observó hacia abajo en busca de indicios de batalla, pues mientras dormía luego de haber hecho una corta expedición, una batalla había sido llevada a cabo en las mismas puertas de la muralla o al menos eso le dijo un hombre que encontró a punto de retirarse a casa. Era verdad que un grupo de carpinteros y herreros se entregó varias horas a la tarea de reparar las susodichas, pero además de eso, desde aquella altura y con semejante falta de luz no podía ver demasiado. Se inclinó hacia adelante con los ojos entrecerrados, el cabello que llevaba corto a la altura del cuello le cayó sobre el rostro. ¿Tan profundamente había dormido que ningún sonido fue capaz de despertarla? Su habitación se encontraba orientada en sentido contrario a las grandes puertas, sin embargo calculó que semejante estruendo podría despertar a cualquiera. Frunció el entrecejo bastante extrañada y removió sus pies enfundados en gruesas botas en el aire.  

Al sentir el sonido de pasos acercarse por el pasillo, giró su cabeza en la dirección de dónde provenían. Otogi se aproximaba a paso lento. Ella le dedicó un simple gesto de que se acercara y volvió sus ojos hacia el lugar dónde los hombres juntaban sus herramientas dispuestos a ya volver a casa. El humo de las hogueras estaba casi extinto pero el familiar aroma llegaba hasta su nariz a pesar de no producirle nada en particular. No era la primera vez que el olor de los cadáveres incinerados se le impregnaba hasta en las ropas.

─¿No puedes dormir? ─le preguntó al mayor una vez el mismo se recargó contra el marco de piedra─. Siéntate ─se removió con intenciones de dejarle bastante espacio.

─He dormido un poco pero tuve pesadillas ─obedeció las indicaciones de su hermana menor y se sentó de la misma forma que ella, con las piernas colgando─. Debe ser porque me he portado mal de nuevo ─sus oscuros ojos se movieron incómodos de aquí hacia allí y un pequeño movimiento nervioso apareció en su párpado superior derecho.  

─Ya veo ─posó ambas manos contra la piedra, con los hombros muy relajados─. ¿Hay algo acerca de lo que quieras hablar? No iré a dormir pronto, acabo de despertar así que tengo tiempo.

─Hice algo muy malo y ahora Anzi piensa en echarme ─miró hacia otro lado al sentir la mirada de Omi sobre sí─. Yo no quiero irme, no quiero que me echen. Zin… dijo que eso no sucedería pero… Anzi… no quiero… ─soltó una serie de suspiros entrecortados.

─Tranquilo. Si Zin dijo que no sucederá, entonces no lo hará ─no se atrevió a preguntar qué era lo que había hecho ésta vez aunque claramente podría hacerse una imagen mental de alguna atrocidad cometida por el pelinegro. Hizo silencio y evitó volver a mirarlo para no incomodarlo.

─Quiero navegar de nuevo contigo ─confesó en medio de un triste gesto─, en realidad… me gustaría hacer muchas cosas. Pero no puedo, todo por… esta cosa que tengo en mi cabeza… no puedo controlarla más.

─… ¿Has probado intentar aliviar ‘esa cosa’ con algo en vez de tratar de controlarla? ─preguntó de sopetón y su hermano se quedó como de piedra, tal cual acabara de descubrir algo completamente nuevo. Ella se encogió de hombros─. Es como cuando tienes hambre, comes y se te pasa.

─T-Tal vez… no lo sé… ─su pecho subió y bajó de manera rápida varias veces─. ¿Hacer algo como qué? Tú sabes lo que… las cosas que… hago. A veces siento que hasta las tareas más simples pueden volverse peligrosas en mis manos.

─Sí, lo sé ─dichas sus palabras, se llevó la mano al mentón muy pensativa─. Mhh… por ejemplo, podrías hacer trabajos pesados que requieran mucha fuerza o concentración, de manera que no pienses demasiado en ‘aquello’. O distraerte con algo, con alguien, no lo sé. Puedes hacer muchas cosas de ese tipo.

─Tengo miedo de mí mismo ─su labio inferior tembló al pronunciar las palabras─, de hacerles daño a ustedes, de arruinarlo todo.

─Mientras más miedo tengas, más cuidadoso serás a la hora de hacer las cosas. Pensarás mejor en lo que tengas que hacer y lo que no. Así que supongo que está bien tener un poco de miedo ─sin poder evitarlo, volvió a mirarlo─. O tal vez puedas buscarte un novio que te quite las tensiones, ya estás en edad ─ambos rieron.

─A nadie le gustaría ser mi novio, todos me tienen miedo ─murmuró a modo de respuesta, con cierto aire triste tanto en la mirada como en la voz─. Lo más probable es que si no me echan o no me matan antes, pase el resto de mi vida solamente con ustedes… mi familia.

─Eso nunca se sabe, Otogi ─estiró su brazo y le dio firmes palmadas de aliento en la espalda.

─¿Y tú qué?

─¿Y yo qué de qué cosa?

─¿Tienes novio? ─poco a poco volteó y posó los pies sobre la alfombra del pasillo.

─¡Claro que no! Además… creo que no me interesa eso ─lo miró, luego revoleó los ojos─. Quiero vivir muchas aventuras a bordo de un barco antes de enamorarme. Puede que incluso en unos años vaya al desierto, a las tierras del Sur o a lo que haya más allá de ellas. Me gustaría conocer tierras nuevas y otras formas de luchar. Anzi me ha enseñado el idioma que hablan en el desierto, no tendría problemas en moverme libremente por allí.

─¿No tienes miedo, cierto? De abandonar el castillo o esas cosas ─bostezó tan de repente que ni siquiera creyó que se hubiera relajado con una simple conversación.

─¿Por qué debería tener miedo de abandonar el castillo? Tarde o temprano volveré, así pasen semanas o años ─también abandonó su posición y se sacudió las ropas─. Iré a la cocina a hurtar algo de comer. Tú mientras tanto deberías intentar volver a dormir, mañana tendrás trabajo hasta muy tarde. Relájate. No dejes que ‘esa cosa’ consuma tu vida ─con un par de palmadas más en el hombro ajeno, se despidió y abandonó a su hermano.

Otogi asintió mientras se dejaba palmear, murmuró un agradecimiento que quizá su hermana no escuchara. Terminó por clavar los ojos en la alfombra a la vez que sintió la manera en la que la cabeza comenzaba a darle vueltas. Muy en el fondo deseaba ser como Omi, anhelaba ser alguien ‘normal’, con metas, sueños y mucha vitalidad. A cambio se sentía como un ente oscuro, casi un demonio. Se mordió el labio inferior, sacudió la cabeza de lado a lado con energía. Tenía que dormir, así que se colocó de pie con intenciones de ir a su habitación. Ojalá las pesadillas en las que tanto Anzi como él eran protagonistas no se repitieran, pues no deseaba pensar siquiera en un sueño en el que le asesinaba atrozmente. 

Notas finales:

Buenas ouo/~ 

¿Cómo va?

Vengo a subir capi tarde porque me entretuve con una página de Face y me olvidé de todo UuU~ aquí está.

Espero que les haya gustado ouo  

Mhh... pues... u3u no tengo mucho qué decir hoy. Además de que siempre que escribo cosas largas aquí, cuando voy a agregar el capi, la página me borra todo xD o se me cae la net. Urr ewe odio que eso pase. 

Creo que hoy tampoco tengo muchas referencias para aportar o en todo caso ya estaré poniéndolas al siguiente capi xD 

Besines a todos uwu/ gracias a los que leen, los que recomiendan; etc. 

 


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