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Valiente. por Maira

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Una vez había comenzado a aprender, libre de todo obstáculo o distracción ya no pudo parar. Al cabo de una semana sabía todo el abecedario, había comenzado a escribir palabras simples y podía leer una frase completa sin titubear. El maestro se mostraba satisfecho a pesar de continuar exigiéndole, pues muchas veces tenía problemas con las faltas de ortografía. Pero había desarrollado una caligrafía aunque aún un poco infantil muy bonita, solamente necesitaba practicar para mejorar.

Durante las noches mientras acunaba a Kei, repasaba las lecciones del día. Y cuando el menor por fin se dignaba a dormir, él se escabullía a por una pluma, un tintero, unos pergaminos. Practicaba día y noche, quería lograr escribir tan bien como todos los demás. No tenía mucho tiempo antes de que el general volviera para estorbarle en su tan preciada tarea. Aquel hombre simplemente le consumía las energías, la vitalidad. Y ahora que había descubierto algo totalmente nuevo de lo que podía hacer mucha utilidad, sentía que tenía los días contados antes de que el sopor de la vida cotidiana volviera a caer sobre él. Ya pensaría en algo para hacer que el dueño de casa no le interrumpiera las noches…

Durante algún día de la segunda semana, recorriendo con Yusuke las habitaciones descubrió que en una sala destinada a reuniones o eventos sociales al estilo había una generosa biblioteca. Al instante sus ojos se iluminaron, pues sin comentarle nada al chico pensó en que los libros podrían serle muy útiles para avanzar en la lectura. Necesitaba adquirir la mayor rapidez posible, además algo había despertado su curiosidad acerca del contenido que podrían llevar.
Fue entonces que a partir de aquella noche, si no practicaba caligrafía decidía escurrirse a la sala de reuniones para escoger un libro al azar antes de volver rápidamente a su puesto con el pequeño Kei. Cómo éste solía dormir profundamente una vez tomaba el biberón no tenía interrupciones y muy poco a poco, fue descubriendo nuevos mundos, nuevas formas de pensar y nuevos conceptos que cambiaban por completo su mente.
Era tan así que muchas veces no podía dormir pensando en las cosas que había leído o qué tan bien había avanzado con el tema de la escritura. Quería lograrlo, esa era la meta que se había impuesto.

Por supuesto no le decía nada al respecto a nadie. El único que sabía sus secretos era aquel pequeño tan simpático al que le susurraba cosas muy personales mientras lo mecía entre sus brazos. Le había tomado tanto cariño que incluso iba a verle varias veces durante el curso del día. Pronto el pequeño también comenzó a depender de él y berreaba en su ausencia teniendo que, el rubio, presentarse a calmarle.
Muchas veces durante esos días había pensado en que aquel se trataba de un simple giro del destino. Al ver aquel pequeño inocente rostro siempre lo pensaba. Él necesitaba a Kei y tal vez Kei también lo necesitara a él. Quizá por esa razón había sucedido todo.

A su última noche libre le sacó un buen provecho y no durmió, muy a pesar de que la respiración tranquila del niño intentara inducirle también al sueño. Pero tenía que hacerlo antes de que el general volviera a casa en la mañana o probablemente al mediodía, si lo hacía en la noche todo iría mejor. Y esa madrugada pensó mucho, tanto que le costó dormir. Pero al cerrar sus ojos finalmente rendido, supo que tenía que llevar a cabo todos esos planes que había ideado. Se quedaría con los que le funcionaran mejor para su propósito.

Despertó a casi el mediodía, Yusuke sostenía una prenda limpia en su mano derecha mientras con la izquierda lo sacudía apresuradamente, pues había estado ocupado y había olvidado despertarle para las lecciones. El maestro acababa de llegar, tenía que apresurarse.

El rubio saltó de la cama como impulsado por un par de resortes, enseguida se desnudó para colocarse la prenda limpia, intentó acomodarse el cabello y verse lo más presentable posible. Una vez se calzó las zapatillas de satén, corrió esquivando a los sirvientes que se distribuían por los pasillos haciendo sus quehaceres hasta llegar a con el maestro quién le regañó un poco al haber llegado tarde. Enseguida tomaron asiento comenzando con la lección, iban a estudiar un poco de historia. Pero a mitad de la explicación al cabo de unos cuántos minutos, cuándo Zin se encontraba más que concentrado escuchando, el maestro se vio interrumpido por el dueño de casa quién al llegar ingresó para presentar su agradecimiento al anciano por haber aceptado darle clases a su esclavo.

Zin simplemente arqueó sus cejas tan sólo unos instantes, pues la palabra “esclavo” no le gustaba para nada, mucho menos saliendo a través de los felinos labios del Capitán General. Pero guardó silencio como correspondía, esperando a que el alto se esfumara para poder continuar con su lección. No obstante aquel escalofrío que siempre solía recorrerle el cuerpo en su presencia, en ésa ocasión como correspondía también le estremeció cada parte del mismo.

La lección continuó sin problemas el resto de las horas volviendo a concentrarse con todos sus esfuerzos para poder captar todo lo que era capaz. De vez en cuando el maestro le hacía preguntas para comprobar que hubiera asimilado muy bien los conceptos y cuándo cometía un error, la maldita vara de madera volvía a caer sobre su mano haciendo que tuviera comezón un largo tiempo. Sin embargo aquel era un buen método, pues hacía todo lo que estaba a su alcance para no equivocarse. Quería lograr con el tiempo ya no volver a sentir la desagradable sensación.

Cuando por fin las horas de estudio finalizaron, una vez el maestro se hubiera retirado a última hora de la tarde, Zin se escabulló a la cocina a por un bocado de lo que fuera. No había comido nada desde el día anterior y sentía que si no comía iba a desmayarse. De hecho la última media hora su estómago había estado rugiendo vergonzosamente a pesar de que el maestro ignorara el sonido. Pero en cuánto sus ojos se toparon con la presencia del general quién castigaba a una criada azotándola en un rincón de la cocina, su estómago se contrajo de tal manera que dolió. Repentinamente las ganas de comer se habían esfumado, Yusuke quién lo había estado buscando entró rápidamente para tomarlo por la parte interior de su brazo, se lo llevó de allí entregándole un panecillo en medio del camino. Aquel chico era demasiado atento, siempre estaba en todos los detalles. Quizá por esa razón el general lo hubiera empleado.

Así mientras masticaba huyendo lo más lejos posible de la situación, Yusuke le explicó que la muchacha había sido acusada por las demás criadas de haber robado comida para alimentar a unos niños vagabundos que habían buscado su ayuda. Seguramente les conocía desde antes decidiendo ayudarles a escondidas, cosa que no había terminado para nada bien.
Zin frunció el entrecejo bastante molesto ya que la situación carecía de lógica pero ante su expresión, Yusuke le comentó que el general siempre prohibía ese tipo de acciones. Por lo tanto que jamás se le ocurriera hacer algo al estilo o iba a recibir unos buenos azotes frente a todos los demás, tal cual la muchacha.

Se refugiaron en la habitación unos momentos mientras el más bajo terminaba de devorar el panecillo a fuerza de pura voluntad, pues debía digerirlo si no quería desmayarse del hambre. Más tarde Yusuke buscó una de aquellas prendas favoritas del dueño de casa para cambiarle por la que llevaba puesta. Ésta vez era una de color azul profundo que le quedaba muy bien en contraste con su piel y sus ojos. Pero ni siquiera tuvo la oportunidad de cerrarla correctamente cuando el susodicho ingresó echando mil maldiciones para que Yusuke se retirara. Al instante Zin retrocedió hasta golpear su espalda violentamente contra la pared, el Capitán General se mostraba como un toro enfurecido.

Tuvo que cubrirse con los antebrazos en un reflejo cuando el mayor alzó su mano obviamente con intenciones de también descargar su furia contra él, pero más tarde el otro pareció pensárselo más detenidamente y se alejó en busca de la estantería de los licores, tomando una botella seguramente hecha a pedido cuya tapa de cristal tenía la forma de un diamante de varias caras. Quizá fuera parte de un botín, no lo sabía. El líquido dentro salpicó las paredes cuando Masashi le quitó la tapa de un jalón, posándola descuidadamente sobre la pequeña mesa a un lado del sofá individual frente a la chimenea. Sirvió en una copa que era para vino pero no le importaba ese hecho, bebiendo con avidez hasta la última gota de su contenido.

Zin esperó pacientemente, aún un poco asustado y sin quitarle los ojos de encima un solo instante. Pero el general parecía haberse olvidado de su presencia al menos durante esos minutos. Ahora se le veía un poco más tranquilo aunque su respiración no dejaba de verse afectada por los movimientos bruscos. Llevaba puesto un uniforme limpio que seguramente había reemplazado al tomar un baño, pues ya no había ni polvo ni sangre seca en su mejilla derecha o la pechera.
No obstante no le había olvidado cómo había supuesto. Una vez hubiera tomado asiento, le pidió que se acercara mientras posaba la copa en la mesa, recargando todo su peso sobre el respaldo del mueble. Y el más bajo no tuvo otra opción que obedecer, avanzando vacilante hasta colocarse de pie en el espacio entre la chimenea y las largas piernas que descansaban flexionadas frente a la misma.

-Arrodíllate- le indicó en un tono seco, pasando la yema del dedo índice por el bien labrado borde de la copa de cristal. Una pieza demasiado fina –no, allí no- entonces chasqueó la lengua –entre mis piernas. Cuándo te diga que te arrodilles, lo harás entre mis piernas y me la chuparás. No es mucha ciencia, muchacho… ahora acércate. Te lo ordeno.

Zin tragó en seco colocándose muy pálido, si aquello que le indicaba era lo que estaba pensando las cosas no iban para nada bien. ¿A quién se le ocurriría hacer algo como eso?, pensó en su medio inocente fuero interno. No podía concebir una idea como aquella, ni siquiera podía imaginarlo. Pero se acercó gateando los dos palmos que distaban del espacio entre las fuertes piernas del hombre enfundadas por unos pantalones y unas altas botas militares. Más tarde cuando Masashi comenzó a deshacerse de los botones que mantenían los pantalones en su lugar todas sus sospechas fueron acertadas.

-Ah… y-yo… yo nunca… s-señor…- vaciló sin mirarle a los ojos, solamente clavando su mirada en la alfombra mientras el otro sacaba su miembro de los pantalones. No obtuvo siquiera una mísera respuesta, el hombre posó su manaza sobre su nuca atrayéndole inevitablemente contra el mismo hasta que su mentón, sus labios se juntaron a la caliente superficie de aquella pared rígida que con el simple movimiento tembloroso de sus labios se colocó a cada vez más firme. ¿Qué debía hacer? Honestamente por dentro moría del asco, otra vez volvía a sentirse violado a pesar de que apenas estuviera tocándolo. Ante un nuevo brusco movimiento la prenda había resbalado descubriendo uno de sus blancos hombros.

Utilizando su lógica, creyó que lo más conveniente sería obedecer. Y si con “chupar” el general se refería a utilizar su lengua, lo haría. Pues no comprendía ningún otro concepto relacionado con aquella palabra que en ese tan incómodo momento le fuera útil.
Lamió de manera delicada de abajo hacia arriba repetidas veces mientras escuchaba un nuevo tipo de suspiro por parte del Capitán General que durante las pocas veces en las que le había obligado a acostarse con él jamás había escuchado. Pero pronto éste comenzó a darle indicaciones, guiándole en todo lo que debía hacer. A lo que torpemente y con el cuerpo por completo tembloroso obedeció, incluso en determinado momento las lágrimas amenazaron con brotar pero intentó concentrarse en que no lo hicieran. Si lloraba sabía lo que le esperaba, había aprendido que al hombre no le gustaba que llorara.

Lo que jamás hubiera esperado era que al cabo de unos largos minutos el contrario fuera a depositar aquella horrible sustancia que tanto odiaba en su boca, le obligara a tragársela y luego le empujara por uno de los hombros utilizando su pie derecho con tanta violencia que su frágil cuerpo fuera a parar contra el filoso borde de la chimenea haciéndose daño.

Su incontenible llanto al parecer fue motivo de un nuevo ataque de furia. Después de haberse acomodado la ropa, el mayor se colocó de pie para tomarlo por la muñeca con poca delicadeza y arrojarlo sobre la cama. Allí comenzó abofeteándolo un par de veces, luego le obligó a voltear para descubrirle la espalda hasta la altura de las costillas. Su rubio cabello ondulado también se deslizó hacia abajo junto con el borde de la prenda cubriéndola parcialmente y eso quizá, sólo quizá fue lo que distrajo al general haciendo que los tomara entre sus dedos. Pronto sintió la otra mano colarse entre sus muslos hasta llegar a la desnuda entrada que fue invadida por dos gruesos dedos que le hicieron gritar de dolor. Al menos al parecer el general ya no iba a volver a golpearle.

La situación finalizó con otra nueva penetración a la que su cuerpo se había desacostumbrado por completo. Dolía, ardía. Pero hizo todos sus esfuerzos intentando pensar en sus planes futuros para poder distraerse de la situación. Para el general seguramente habían sido dos largas semanas sin su puta para complacerle todas las noches, pero él… simplemente se había acostumbrado placenteramente a su ausencia. No lo deseaba, no sentía absolutamente nada por él más que aversión.

Seguramente aún era muy temprano para dormir pero para alivio de Zin, el hombre había terminado por hacerlo una vez tendido a su lado. Totalmente aterrado por el miedo de pensar en que ante cualquier movimiento podría volver a despertar, muy despacio se acomodó la ropa. Luego entre dolorosos movimientos se alejó trastabillando de la cama hasta llegar a la puerta, tenía que salir de allí ya que si se quedaba un solo momento más a su lado enloquecería.
Yusuke permanecía recargado contra un mueble justo en la esquina del pasillo con una expresión muy preocupada, Zin estaba seguro de que durante todo ese tiempo había estado a la espera de que el dueño de casa abandonara la habitación para ir en su auxilio. A lo que al verle casi corrió hasta él pidiéndole que estuviera tranquilo, que él iba a encargarse de limpiarle, curarle y mitigar todo lo que le hubieran hecho. El rubio simplemente se abrazó a él cerrando sus ojos y permitiendo que lo llevara.

Luego de un baño tibio, unos masajes, un té caliente, podría decirse que se sentía mucho mejor. Aunque algo exhausto fue en busca de Kei quién le infundió nuevos ánimos. Aprovechando la oportunidad de nuevamente estar solos, lo llevó hasta el sofá acomodándose lo suficiente como para echar una pequeña cabezada con el niño encima del pecho. Su cuerpecito cálido, suave, inocente, le confortaba. Incluso sonrió un par de veces medio adormilado hasta que por fin logró sumirse en una especie de agradable sopor.

Al despertar de lo que se había convertido en un apacible sueño, enseguida se levantó para poder cambiar el pañal del pequeño que berreaba de nueva cuenta. Le dio el biberón, esperó unos momentos más mientras lo sostenía viendo distraídamente la oscuridad a través de la ventana. Las velas comenzaban a consumirse generando una atmósfera propicia para continuar el sueño. Más no hizo otra cosa que con nuevas energías, colocarse a estudiar con el niño en el regazo.

Cómo notaba que a Kei le gustaba que le hablara, lo hizo. Repasó cada una de las lecciones que hasta ese momento había tenido explicándole detalladamente cada concepto, idea, conclusiones. El bebé dejaba de llorar en los momentos en los que no hacía silencio e incluso hacía un que otro gesto, Zin pensó en cómo reaccionaría entonces el pequeño ante la música.
Antes de llegar mientras montaba el caballo del general al pasar por la plaza principal había visto a unos músicos callejeros que sin embargo eran muy buenos, pensó en ellos al escuchar un pequeño quejido por parte de Kei. Entonces extendió su dedo índice que la manita rodeó suavemente, dejando escapar un suspiro de puro cansancio.

Sin pensarlo mucho volvió a cargar al pequeño en busca de su manta, poco a poco se recostó en la alfombra colocándose al susodicho sobre el pecho quién instintivamente buscó de mamar, cosa que hizo reír mucho al rubio. Su aroma era tan bonito como siempre al que se quedó aspirando un tendido tiempo sin quitar aquella estúpida sonrisa de su rostro, la cabeza de Kei rozarse contra su pecho le producía unas deliciosas pero tiernas cosquillas que le tentaban a continuar riendo. Lo cubrió bien con la manta para que no tuviera frío y viendo el techo, poco a poco bajo el ritmo de la respiración del bebé, estrechándolo bien con sus manos comenzó a quedarse dormido.

Más tarde sacaría la conclusión de que aquella siesta sería una de las más tranquilas y profundas de toda su vida. A partir de aquella noche, el vínculo entre el pequeño Kei y Zin se volvería imposible de romper. A la vez que caía en lo más profundo de su conciencia, en aquellos últimos momentos de lucidez en los que las ideas llegan como a través de un eco, había pensado en una verdadera locura: sacaría de allí a Kei y lo liberaría de la tortura que implicaría crecer con su padre.

Notas finales:

Buenas buenas buenas ouo/

 

¿Cómo va? ¿Les ha gustado este capi? Se viene una buena ewe -cejas cejas cejas- 

 

Hoy vengo a hacer una comparación rápida entre papi gato (Masashi de Jupiter) e hijito gatito eue (Kei de Sadie)

 

Aquí está uwu xD -esto le divierte-: 

http://images6.fanpop.com/image/photos/34100000/Masashi-jupiter-band-34127307-296-450.png

http://images5.fanpop.com/image/photos/32000000/Kei-sadie-32053538-170-255.jpg

 

Jajajajajaj xDDD 

 

Y bueno pues uwu el siguiente capi será llegando el fin de semana. 

Mhh uwu aparecerá un nuevo pj dentro de poco, otro seme -cejas cejas- muy seme y sexy -cejas, más cejas- así que pues uwu eso. 

 

Cómo está lloviendo espero que esto suba sin fallas ewe que el inter se pone gay en estos días. 

 

Tengo que revivir mi blog ;O; la próxima será.

 

Besines ouo/ los quiero.

 

 


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