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Valiente. por Maira

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─Tenemos que traer a Hiro de vuelta con nosotros. Luego de instalarnos en un lugar seguro, deberíamos ir en su busca ─Kazuki insistió en su plan por milésima vez. Junto con Omi, Manabu y Anzi, discutían el tema de manera bastante acalorada ya que las opiniones habían sido diferentes. Manabu se cruzó de brazos y miró a Anzi en busca de que anunciara algo definitivo, ya no quería escuchar a Kazuki. Omi se mantuvo en silencio más atenta al timón que a la conversación.

─Kazuki, por favor. Debes comprender que es un momento difícil para eso. Tendremos que esperar, planear bien lo que vamos a hacer. No podemos cometer errores. ¡Un simple error podría costarnos la vida! ¡Sólo mira lo que ha sucedido! Sin contar que el monstruo Miwa se ha empeñado en que Hiro forme parte de su ejército, lo mantendrá vigilado. No le va a hacer gracia que hagamos una revuelta y nos llevemos a tu hermano. Es como si no tuvieras idea de lo bien vigilado que está el perímetro de los cuarteles ─el mayor se pasó los dedos por los cabellos en medio de un gesto de frustración.

─En parte tiene razón ─murmuró Omi─, no podemos infiltrarnos así como así. Lo sabes muy bien. No creo que ahora mismo Hiro tenga la libertad de salir a dar un paseo por la ciudad, lo mantendrán vigilado día y noche. Puede que lleguen a aplicarle tortura o cualquier otro método para que se rinda ante su nuevo líder.

─¡Pues con más razón hay que ir en su busca cuanto antes! ─respondió frustrado. De repente creyó que toda su familia había enloquecido.

─¡Kazuki! No grites ─le regañó la muchacha y lo hizo a un lado rápidamente con su brazo, pues el más alto se había acercado y le había interrumpido la visión de la ruta─. No podemos ir en busca de Hiro en estos momentos. Tenemos que esperar. Existe una distancia enorme entre el lugar al que vamos a ir a parar y el lugar dónde ahora mismo Hiro se encuentra o se va a encontrar en el futuro. Esos tipos son unos monstruos, le cortaron la cabeza a Otogi ─su voz tembló e intentó mantener la compostura─ ¿Crees que con un par de sables podremos darles pelea, tomar a Hiro y escapar con él? Entrar allí es como meter las manos en un hormiguero gigante.

─Escucha lo que Omi dice, es la pura verdad ─comentó Manabu─. Además, tienen armas extrañas. Yo mismo las he visto. Pareciera que las hubieran traído del infierno.

─¿El infierno? Deberías recostarte, Manabu ─respondió Kazuki. Su entrecejo se había fruncido de tal manera que le otorgaba una expresión verdaderamente extraña.

─Es un decir, tonto ─murmuró el más bajo─. El hecho es que son superiores en todo sentido. Aún no podemos hacerles frente.

─¿Entonces vamos a abandonar a Hiro con todas esas bestias alrededor? ─preguntó por completo indignado ya que nadie le apoyaba.

─Claro que no ─el mayor de todos chasqueó la lengua─. No comprendes lo que te decimos. Ve a contemplar el mar mientras piensas en nuestra postura o a dormir, estar recostado te ayudará a reflexionar.

─Aún no hemos terminado con el tema, Anzi. No pienso ir a…

─Haz lo que te dice Anzi ─ordenó Omi en tono un tanto autoritario. Kazuki la miró perplejo, sin embargo comprendió que si no lo hacía, su hermana iba a estallar en una ola de mal humor y las cosas se tornarían peores. No quería que nadie se enfadara con él, no quería pelear. Así que optó por lanzarles una mirada a los demás, bufar de pura rabia y retirarse lo más lejos que pudo de ellos.

 

Durante todo el tiempo que duró la tormenta, se sintió fatal. Sin previo aviso la zona del estómago había comenzado a dolerle hasta casi obligarle a retorcerse, cosa muy extraña ya que habían pasado unos cuantos años desde la última vez que había vomitado. Tal vez los movimientos bruscos del navío habían contribuido a que se sintiera de esa forma, quizá había bebido más vino de la cuenta.

Estaban a punto de tocar tierra firme, por fin llegarían a casa. Por si acaso, encerraron a Hiro en el camarote.

Tora observó con detenimiento la costa que en el horizonte ya se podía avistar a través del catalejo. Luego del descanso, una vez la fiebre cesó, se levantó con las fuerzas suficientes como para volver a sus actividades. Era un hombre con la fuerza de un toro que nada ni nadie podía detener por más de un par de días. Miwa no le reprochó nada en absoluto ya que él era igual, sin siquiera estar recuperado solía volver a sus obligaciones. 

─Puede que en una hora o dos lleguemos ─comentó Amano con aire distraído─. ¿Deberíamos amarrar con las cuerdas al muchacho y transportarlo en un caballo?

─No, lo transportarán en una carreta. Puede que jamás hubiera montado en el lomo de un caballo. ¿Acaso has visto un caballo en todo el tiempo que hemos permanecido en aquellas tierras? Podría caerse y el animal le aplastaría el cráneo. Hay que enseñarle a montar ─respondió con cierta dificultad. A cada palabra que pronunciaba, sentía como el estómago se le revolvía cada vez más.

─¿Se encuentra bien, general? Se está colocando muy pálido ─preocupado, Tora lo obligó a apartarse de la borda─. Tal vez deba descansar un poco. ¿Quiere que le envíe al médico para que lo revise?

─Tal vez el aire marino me sentó un poco mal ─murmuró. Las piernas comenzaron a temblarle y su frente se perló de sudor. Definitivamente iba a vomitar. Se soltó del agarre de Tora que intentó volver a tomarlo en cuanto se inclinó sobre la borda, las náuseas le inundaron la boca, pronto las arcadas llegaron e intentó evitarlas ya que las detestaba. Momentos más tarde, para su sorpresa, vomitó una pequeña cantidad de un líquido tan rojo que no creyó que se tratara de vino. Con rapidez sacó un pañuelo blanco del bolsillo de su uniforme, se secó las comisuras de los labios y lo guardó de manera descuidada─. Ya me siento mejor, no te preocupes tanto. Iré a ver qué están haciendo en las calderas.

─Señor, insisto en que debería descansar. Yo me encargaré de todo lo que…

─¡Tú te quedas aquí! ─le espetó de repente, le dio un empujón tan brusco que por poco el hombre no cayó de espaldas. En medio de una confusa caminata rápida en zig-zag, se dirigió hacia la zona donde las escaleras que conducían al piso más bajo comenzaban. Allí nadie se atrevería a molestarle. Por si acaso, miró por sobre su hombro en busca de comprobar que Tora no le hubiera seguido. Se sentía horrible, el dolor atenazador había comenzado a hacer presa de su abdomen hasta el punto de hacerle gruñir como un perro rabioso. ¿Por qué demonios le había tenido que suceder en esos instantes, a bordo de una maldita nave que en nada ayudaría a solucionar el problema? Sacó el pañuelo arrugado de su bolsillo y lo observó, la sangre ensuciaba el fino tejido blanco de algodón.
Más que nunca, pensó en el padecimiento que había marchitado la vida de su padre. Por primera vez su vida sintió una profunda preocupación por sí mismo.

 

La dejaron a cargo de toda la tropa. Ella no disfrutaba de estar entre hombres que creían que era débil por ser mujer. Pues ella no era débil, ni tampoco su condición como mujer la transformaba en una delicada flor. Siempre se había encargado de demostrarlo. Aquel día no era la excepción.

Luego de un buen desayuno, comprobó que todo estuviera en orden. Los preparativos para recibir al heredero del rey estaban casi finalizados. Los sirvientes limpiaron las alfombras, los muebles, cargaron los objetos pertenecientes a los antiguos ocupantes del castillo y los soldados se encargaron de quemarlo todo en una pequeña hoguera. El mundo a su alrededor le pareció reluciente, espléndido. Alguien había limpiado los gruesos cristales que el hollín de las hogueras había ensuciado. La plata y el oro estaban pulidos, uno podía ver su imagen perfectamente reflejada. Había diversos tipos de flores frescas dispuestas en grandes jarrones decorados, también las cortinas habían sido cambiadas por unas del color del estandarte del rey.

En la cocina había hombres y mujeres absortos en la elaboración de un gran banquete de bienvenida. El príncipe encargado del trono no tardaría en llegar a tierra firme. Tenía que prepararse.
Tomó un baño rápido, se colocó un uniforme de gala color aceituna y volvió a trenzarse el cabello. Luego de ponerse las botas, se amarró el cinturón con las diversas armas dispuestas en el mismo. Salió de inmediato seguida de una generosa cantidad de hombres; dos de ellos portaban los estandartes del rey. Tendrían que llegar hasta la costa, justo al frente del camino principal. Tardarían un par de días ya que el camino era muy largo, pero no importaba. Llevaban las provisiones necesarias, todo estaba calculado.

Avanzaron sin cesar. Sólo se detuvieron lo suficiente, en esos momentos que la oscuridad se tornaba inescrutable. Ella guardaba silencio, no conversaba con nadie. De vez en cuando daba alguna que otra orden. Ya verían todos esos cretinos a los que había oído murmurar en las noches; cuando se recostaba envuelta en una manta contra una roca y simulaba dormir, que ella no sería capaz de comandar durante muchos días más a los soldados sin que se amotinaran, que no era adecuada para el puesto, que el general Miwa se había equivocado con ella e incluso comentaban que sus pechos eran tan pequeños que no se podían notar a través del uniforme, que su trasero era muy plano o que su rostro no tenía la gracia de una muchacha común. ¿Qué demonios les importaba a ellos ese tipo de cosas? Con aquel cuerpo imperfecto, podía matarlos a todos si le apetecía. Que se fueran a enterrar el rostro entre las grandes tetas de una prostituta si así lo deseaban, pero que a ella le obedecieran en todo porque en esos instantes era su general al mando. Ya les haría pagar por eso y por más. Haría justicia por todas sus pocas compañeras militares que padecían bajo la misma clase habladurías.

Llegaron al mediodía del segundo día. Como castigo ejemplar no había permitido que nadie se detuviera a descansar, ni siquiera a beber algo. La marcha rápida había dado sus frutos y una vez en la playa, se sentaron en la arena hasta que el navío en cuyas velas aparecía un gigantesco símbolo del rey, apareció en el horizonte. Tal cual había dicho el general Miwa, el tiempo que tardaría en llegar luego de enviar el recado con un par de soldados, resultó ser el correcto. Ahora sólo quedaba esperar.

Cuándo la nave estuvo a punto de llegar a tierra, los obligó a formarse. Era un barco enorme, más grande que los que las fuerzas militares utilizaban en sus expediciones a través del mar. Los recibieron con todas las ceremonias posibles, hasta que los peones bajaron la pesada rampa de madera. Un hombre bastante maduro hizo acto de presencia, iba ataviado con ropas principescas típicas del sur y al instante Naoto se percató de que algo fallaba allí: aquel no era el heredero del rey al que servían, sino que se trataba de uno de los príncipes de la familia que dominaba las tierras del sur. Ordenó la retirada casi a gritos, pues había tenido un mal presentimiento. Y no se equivocó en absoluto.

Una fila de soldados que sostenían una ballesta entre las manos, se asomaron a la borda. Cargaron las flechas, les apuntaron y comenzaron a disparar. Ella vociferó un par de órdenes que fueron inútiles, los bastardos los estaban matando como si fueran insectos. Cualquier estrategia resultaría inútil, allí no había dónde esconderse. Bufó, esquivó una flecha justo a tiempo, luego otra, una tercera. Hasta que al fin se vio obligada a internarse en el agua.

Mientras se zambullía, un par de flechas más pasaron muy cerca de su cuerpo y luego flotaron lacias. Ella nadó cuanto el aire contenido en los pulmones se lo permitió, el agua salada le escocía los ojos. Las flechas continuaban pasando veloces a su lado, podía ver claramente la trayectoria que trazaban ante la luz del sol proveniente de la superficie, hasta que al fin decidió que debía nada hacia el norte o morir.
Al cabo de pocos segundos, tuvo que asomarse a la superficie en busca de aire, era una operación rápida que le permitió ver cuán lejos se encontraba del peligro. Los soldados enemigos habían comenzado a bajar por la rampa, eran muchísimos. Tenía que alertar a los demás, rescatar a todos los soldados que pudiera en los pueblos distribuidos a lo largo de la costa y volver a los cuarteles en busca del general Miwa.
Todos tenían que saber que habían sido traicionados, además las cosas podrían estar peores en los cuarteles de la capital. Si aquellos soldados con unas ballestas se habían deshecho de sus hombres en menos de un minuto, no tenían esperanza a la hora de luchar cuerpo a cuerpo. La mayoría de los arqueros había vuelto con el resto de los generales, además, no contaban con las flechas necesarias ni disponían del tiempo para fabricarlas. Ojalá hubiera tenido un caballo. Volvió a sumergirse cuando un arquero la descubrió y le apuntó.  

Su navío se encontraba al norte, anclado contra unos acantilados. Había procurado que así lo ubicaran para que el heredero del rey no tuviera problemas en desembarcar. Comenzó a nadar bajo el peso de las botas que comenzaban a llenársele de agua. Tuvo que desatárselas, removerlas y amarrar los cordones juntos que procuró a la vez amarrarse a uno de los tobillos. De esa manera nadó hacia el norte hasta dar con su navío. Los soldados enemigos habían quedado atrás, tenía que continuar en movimiento.

Salió del agua medio trastabillando, alcanzó la arena y se sentó a colocarse las botas. Gracias a los dioses que aquel día había escogido el nuevo modelo que tenía cordones gruesos de cuero. La arena se le pegó al uniforme pero no le importó.

De repente todo estaba mal. ¿Qué demonios acababa de suceder? Repasó la secuencia paso a paso, sacó la conclusión de que habían sido engañados o algo extraño había sucedido. Tal vez mientras se ausentaron, una invasión hubiera dado lugar en la capital. Quizá se tratara de un plan de conquista, pues los sureños podrían haberlos espiado. Lo único que tenía en claro era que debía ir en busca de Miwa y Amano, reunirse con ellos. Tenían que elaborar un plan que les permitiera recuperar el terreno que acababan de ganar antes de que fuera demasiado tarde.
Procuró comprobar que no hubiera perdido ningún arma, luego comenzó a correr hacia el poblado más cercano. Reuniría a todos los soldados que pudiera para partir de inmediato. 

Notas finales:

Buenas, buenas ouo/ ¿Qué tal?

Aquí les traigo nuevo capi ~

Espero que les vaya gustando la segunda parte. 

Voy a dejar algo por aquí~ sjndkjds:

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Estúpidos gatos hipsters (?)

Voy a revivir mi blog por milésima vez en el año (?)

http://gradosdesombra.blogspot.com.ar/

 

Y pues ouo quiero agradecer a todas las personas que leen mis historias, a las que comentan, a las que recomiendan y a las que sufren (?) también. 

Mi fic no sería lo mismo si no lo leyeran ;A;

Iré a actualizar mi blog y luego a cocinar, se me antoja pasta con salsa y cebollín e.e <3

Besines a todos~


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