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Valiente. por Maira

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Al sur, en las tierras dónde la plata abundaba, él había sido elegido por su amo. Desde ese preciso instante, jamás habían vuelto a separarse. Shota lo mantenía a su lado o sobre sus piernas todo el tiempo.
En cierta manera a Adam eso le complacía, pues se había ganado la confianza absoluta de su amo. Aquel hombre comandante del ejército tenía la apariencia de ser un hombre duro, pero en el fondo era alguien realmente cariñoso y apasionado.

─Come despacio, no vaya a ser que me ensucies el uniforme ─el pelinegro empujó una uva tinta contra sus finos labios. Lo mantenía cómodamente sentado sobre un cojín en el suelo, con medio cuerpo encima de sus piernas, tal cual de una mascota se tratara.

Adam recibió la fruta mientras lo miraba a los ojos, masticó suavemente en busca de la semilla a la que escupió en el interior de un pequeño recipiente de plata. Por si acaso observó el uniforme color gris con detalles azules, en verdad no quería que la pulcra apariencia de su amo se viera alterada.

─¿Quieres otra? ─le preguntó a la par que llevaba la mano libre a los cabellos. Ante un asentimiento, arrancó otra de las uvas y la sacudió suavemente en el agua del recipiente que contenía el racimo para ahogar a los pequeños insectos que pululaban por las zonas secas. La observó con detenimiento y se la ofreció─. ¿Están dulces?

─Mucho ─respondió luego de tragar. Más tarde observó alrededores. Se encontraban en el salón principal de reuniones, sobre el extremo más alejado de la puerta. A él siempre le había gustado la decoración del lugar que de vez en cuando un grupo de sirvientes y pintores se encargaba de reformar. Los objetos de plata abundaban; al igual que las alfombras azules, los tapizados bordados con hilos de plata, las flores blancas que descansaban en los jarrones pulidos y le resultaban muy fragantes, los pequeños detalles labrados aquí o allí.

─¿Quieres más? Todavía quedan muchas. Puedes comer todas las que quieras… ─de repente interrumpió sus palabras. Incluso Adam dirigió sus ojos hacia la puerta que se abrió sin previo aviso. A través del umbral ingresó Mikaru, el capitán de la flota pirata al servicio del rey del sur. Adam se colocó de pie en busca de otorgarles privacidad, pero su amo le indicó que se quedara en la misma posición de antes. Decidió guardar silencio y observar, dejándose acariciar el cabello.

─Tan educada como siempre tu perra. La tienes bien entrenada ─dijo con sorna el hombre. A pesar de no ser muy alto, su imagen impresionaba a cualquiera. Ante la expresión furiosa que notó en Shota, soltó una carcajada que le sacudió el cuerpo por completo. El largo cabello trenzado con hilos color plata se balanceó rítmicamente y se quitó el sombrero de ala propio del capitán, al descubierto quedó un bonito pañuelo con diseños intrincados que mantenía firmemente anudado en su cabeza. Sus ropas estaban confeccionadas en piel de serpiente tratada con tintes vegetales color negro de la mejor calidad.

─¿Por qué no estás a bordo de un barco? En estos momentos deberías estar lejos de mi vista, a kilómetros de aquí ─murmuró Shota. Ninguno de los dos jamás mediaba un mísero saludo de cortesía.

─En un poco voy a partir, pero necesito tu ayuda. ¿No lo crees extraño? Yo pidiéndole ayuda a un soldado de pacotilla ─esperó por alguna clase de reacción que Shota no estuvo dispuesto a enseñarle─. El rey está en camino a la nueva capital, en estos momentos su hijo menor debe de haber llegado a las tierras al otro lado del mar. Aquí se quedan el heredero mayor y…tú, para mantener el orden, cosa que no dudo que vas a lograr. Tengo que cuidar las rutas principales y derribar todo navío perteneciente al ejército de Miwa. ¿No crees que es divertido ser un pirata?

─¿Viniste a impartirme unas instrucciones que ya conozco? ─inquirió irritado. Sus dedos se pasearon con insistencia por los hombros de Adam.

─No. Necesito pedirte un favor. Esa era una simple conversación para relajar tus ánimos, pero te sigues comportando como todo un señorito histérico ─hizo una pausa─. Consígueme una puta. Una bien bonita como la tuya.

─Adam no es una puta ─le clavó la mirada de tal manera que el pirata desvió la propia hacia uno de los jarrones.

─Tengo cuatrocientas monedas de oro y quiero hacer una buena inversión. Ya sabes lo que necesito. Podrías darme una de las mejores que tengas… ─volvió a mirarlo, luego observó detalladamente a Adam─. No tan así como… él. Alguien un tanto más pequeño, más frágil. Alguien a quién le guste dar buenas caricias por las noches y sepa cantar bonitas canciones.  

─No quiero tus monedas, Mikaru. No confío en ti. ¿Cómo sabré si a la primera noche no le arrojarás por la borda estando medio borracho e imbécil? ─bufó─. Ve a otro mercado de esclavos. Por esa cantidad en otra parte podrías comprar dos o tres. No es necesario que te lleve a mis propiedades ─observó cómo el descarado tomaba una copa de la mesa y se servía vino sin que le invitaran.

─Tu mercancía es la mejor ─alzó su copa─. Brindo por el rey, que los dioses del mar lo mantengan muchos años en el trono.

─Estoy hablando en serio. ¿Podrías escucharme por una única vez en la vida? Deja eso o antes de que pises el muelle, estarás viendo doble ─de todas maneras el bribón apuró la copa─. ¡Maldito seas! Te llevaré ahora mismo. Mientras más rápido me deshaga de ti, mejor.

─Muy bien dicho ─iba a introducir la copa vacía entre sus ropas, pero al notar que lo habían visto decidió dejarla sobre su lugar en la mesa─. Recuerda lo que te pedí, no soy muy exigente. Con que se comporte bien y tenga todo lo que necesito, ya estamos bien.

─Sí, lo sé ─murmuró mientras abandonaba su asiento. Tomó la mano de Adam, le ayudó a levantarse─. Tengo a alguien en mente para ti. Pero primero deberías darte un baño, apestas. No quiero que lo mates por asfixia ni de un susto.

─¿De verdad huelo tan mal y me veo terrible? He tomado un baño en una posada hace unos dos o tres días ─le dijo a Adam que no pudo evitar sonreír.

─A mi parecer sólo huele a aire marino y pólvora.

─No le hables, Adam. Es un sucio pirata. Siempre lo será ─sin más preámbulos abandonó la comodidad de la sala, seguido por el par a sus espaldas.

 

Hakuei decidió descansar, a pesar de que a Leoneil aún le quedaban energías. Como no podía siquiera pronunciar palabra debido a su respiración agitada, se limitó a asentir al momento en que el mayor le pidió permiso para practicar el combate con su hermana. A él no le había hecho mucha gracia al principio, puesto que Miko era mucho más pequeña y su cabeza apenas alcanzaba el estómago del pelilargo, le parecía que la desventaja era obvia. Sin embargo les dejó hacer, pues sacó la conclusión de que a su hermana no le vendría mal tener un combate con alguien más que no fuera él mismo.

Leoneil cambió la lanza por un sable curvo. Ella utilizó una hoz doble, fabricada en el metal más duro existente en todo el desierto, la cadena era lo suficiente larga como para rodear el cuello de dos hombres. Un arma de adultos que con el tiempo lograría dominar por completo.

Lucharon filo contra filo. Al mayor le sorprendió que la pequeña fuera tan hábil con el arma. Si se descuidaba, recibía algún que otro corte sobre los que su hermano le había hecho antes. Él le rasguñó más de una vez en la piel de los brazos, pero ella no puso queja alguna.
Le gustaba que Miko fuera escurridiza, le agradaba la manera en la que lanzaba una hoz para distraerle y le atacaba con la otra. En determinado momento, la niña rodeó con la cadena la zona cercana al mango del sable y de un simple movimiento lo desarmó.
La felicitó por todos sus esfuerzos, desenredó las armas, volvieron al combate. Inclusive los jefes se acercaron a contemplar el entrenamiento.

Entonces el mayor intentó medir su fuerza. La derribó con su pie y la acorraló contra la arena, con el filo de su sable muy cerca del cuello a la vez que ella forcejeaba con ambas armas por liberarse. Tenía que admitir que la expresión feroz que colocó se le hizo tierna, al igual que el gruñido salvaje que profirió. Era una criaturita tan suculenta como su hermano. Luego de un tiempo la dejó en paz y le ayudó a levantarse, pero ella le atacó.
No pudo más que soltar una carcajada de sorpresa, continuar el combate hasta ya no poder aguantar más y pedirle un descanso.

 

Parecía imposible encontrar un pozo de agua. Durante la caminata, dos muchachos más habían caído. Anzi continuaba a la cabeza del grupo, intentaba concentrarse con todas sus fuerzas en no sucumbir a la sed, al sol o al recuerdo de su querido rubio. Debía avanzar por su propio bien y por el bien de todos.

Con frecuencia la idea de ir en busca de Hakuei y Miko se hacía presente en su cabeza, tenía ganas de conocer a sus hijos… si es que habían logrado sobrevivir. Estaba seguro de que se encontraban en algún lugar de la capital, entre edificios enormes y decorados, entre personas peligrosas, mercaderes, lugareños. Se los imaginaba como niños libres, con la valentía necesaria para afrontar los peligros. De a momentos en su mente se formaba la imagen de una niña parecida a él, con el cabello castaño y adornada con preciosas joyas.

Miles de veces le había dado vueltas al asunto. La curiosidad le impulsaba a soñar. El anhelo de verlos siquiera una vez le punzaba el corazón. ¿Podría, una vez que tenía la oportunidad, escapar un par de horas hacia aquel lugar? Calculaba que con un buen caballo no tardaría más de un día en llegar.

Pero de repente sacudió su cabeza. No podía hacer nada en esos momentos. Tenía que encargarse de todos los muchachos que Zin le había heredado, especialmente de Kei que era incapaz valerse por sí mismo.
El mocoso de Miwa era débil, todos lo sabían. Zin lo había criado con demasiado amor, lo había vuelto totalmente dependiente de él. Ahora que ya no estaba, el mundo se había derrumbado. Tenía que lograr que Kei alcanzara el mismo nivel que los demás.

Volteaba de vez en cuando, el pequeño poblado había quedado atrás hacía mucho tiempo. A la derecha, a escasos kilómetros, la costa se abría paso. El sol creaba espejismos, la arena quemaba.

Luego de caminar en línea recta un par de horas, por fin encontraron un pozo. Se apresuraron a llenar los recipientes de los que bebieron hasta hartarse. El agua estaba tibia, sabía bien, a veces unos pequeños segmentos de piedrecillas se depositaban en el fondo de los recipientes.
Se arrojaron agua sobre las cabezas con los cubos, se sentaron al borde del pozo a descansar. Anzi pensó que mataría por comer un trozo de lo que fuera.

Volvieron cuando casi el sol se escondía, cargados con tanta agua como les fue posible. Hacer ese viaje diariamente o cada dos días, sería un infierno. Tendrían que conseguir un barril, también un poco de vino para lograr que el agua se agotara más lento.
Cuando por fin llegaron a las ruinas, Omi les esperaba junto a los demás. Habían encendido una fogata con toda madera inservible que encontraron y devoraban las raciones que compraron en el mercado principal. Con total naturalidad le planteó los temas en cuestión. Tenían que conseguir un barril, velas para alumbrar el interior de la vivienda durante las noches, alfombras gruesas que les protegieran los pies de los escorpiones y demás criaturas venenosas, cortinas traslúcidas que evitaran que la arena de las tormentas se filtrara. Tenían que comenzar desde la nada. Le pidió que en la mañana registrara el resto de las ruinas por si acaso pudieran encontrar algo que sirviera.

La muchacha asintió, le ofreció una ración de carne recién cocida y él la aceptó gustoso. Hacía décadas que no probaba la carne de camello, la devoró sin siquiera masticarla demasiado. Se bebió unos cuantos sorbos de agua, se arrebujó en una gruesa capa que había comprado. Cuándo la noche llegaba, el ambiente se tornaba bastante frío. Esa era una característica invariable del desierto.
Kei se acercó hasta él y sin mediar palabra, se metió bajo la capa. Se limitó a rodearle el pequeño cuerpo con un brazo ya que temblaba como una hoja. Seguramente tendría mucho miedo además de frío, no lo culpaba.

No tuvo idea de cuándo se quedaron dormidos. Despertó un poco antes de que el sol despuntara, observó el cielo color rosado con expresión somnolienta. El menor no se movió en toda la noche, ni siquiera se percató de que Anzi lo acurrucó mejor contra su cuerpo. Bajo la tranquilidad que el pequeño le otorgaba en su sueño, volvió a dormirse con la cabeza recargada contra la suya.

Notas finales:

Holi ouo/ ¿Cómo van hoy?

Les traigo capi nuevo con personajes nuevos~ espero que sean de su agrado.

Pasaré a colocar material de ellos por si acaso no conocen a alguno~ 

Mikaru es el de siempre (?) ex-Dio, ahora en... Black Line - Glams, si no me equivoco y no estoy desinformada e.eU

Con el look siguiente, quitando el sombrero y ensuciándolo un poco(?):

http://media-cache-ak0.pinimg.com/236x/97/bb/88/97bb88c9502026c40e05d4d7ca154ea8.jpg

Adam y Shota son de ADAMS, una banda que vale al 100% escuchar y ver u///u dejaré un video. Adam es el vocal, Shota es el guitarrista:

https://www.youtube.com/watch?v=0l633XoodfU

 

Y por último, el arma que usa Miko es la kusarigama doble xD pero aquí es simplemente una hoz doble:

http://img3.wikia.nocookie.net/__cb20110422001407/tatsufannon/es/images/d/d3/NINJA.jpg

 

Pasen por mi blog que les recomendaré una peli y les pegaré unas citas de libros UuU~

http://gradosdesombra.blogspot.com.ar/

 

Muchas gracias por leer ouo/~ y a los que comenten. 

Nos vemos en el próximo capi uwu -huye-

 

 


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