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Valiente. por Maira

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─¿Porque eres mitad humano y mitad demonio, entonces puedes moverte durante el día? ─le preguntó al pequeño mientras se dedicaron a compartir una jarra de vino. El nuevo día había despuntado tan maravilloso como el anterior. Luego de cumplir con las tareas diarias, desayunar, molestar a los que aún dormían, no había nada más que hacer para entretenerse.

─Sí, así es. Lo normal es que los demonios eviten la luz solar. A mí no me molesta demasiado ─respondió y bebió unos sorbos.

─Ya veo… ─le imitó el gesto─. ¿Y por qué necesitas un amo? Es decir, si yo pudiera utilizar el fuego para alejar a los bandidos o matarlos, no me preocuparía por pertenecer a alguien que me protegiera ─clavó sus ojos en él, por completo expectante. El pequeño se veía hermoso con el atuendo color hueso que eligió de entre las numerosas prendas del baúl.

Kayuu guardó silencio, pues no quería ofender a su nuevo amo o hacerle sentir un objeto. Se puso a pensar en una respuesta adecuada. Al cabo de un par de sorbos más y unos suspiros, por fin reunió el valor para responder. Habló con su característico tono tímido, muy cauteloso─ Cuándo mi madre murió a causa de la picadura de una serpiente, tuve que apañármelas solo ─giró la copa entre sus dedos de manera juguetona, el tacto de la plata siempre se le hacía agradable─. Iba de pueblo en pueblo apropiándome de la energía de los moribundos. No tengo la suficiente fuerza física para luchar y conseguir las presas que me sean necesarias, entre unos cinco o seis hombres podrían destruirme. Necesito de un amo que me cuide y me permita tomar su energía ─bajó su mirada hacia sus manos, un poco avergonzado de esa última confesión─, que no intente destruirme. Un amo que me quiera.

─¿Y qué hay de tu padre? ─acercó un poco más la silla a la mesa, por completo concentrado en la historia. Kayuu era maravilloso, cada palabra que pronunciaba con esos pequeños y formados labios resultaban un bálsamo para sus oídos.

─Mi padre fue destruido por romper las reglas ─parpadeó rápidamente al caer en la cuenta de que dijo algo que no debía─. Los demonios no pueden tener hijos con mujeres humanas. No me pregunte nada más acerca de eso, por favor.

─Y suponiendo que no tienes hermanos, estás solo. Eres un muchacho con la fuerza de un humano, pero puedes prenderle fuego a las cosas, sanar heridas y… ¿Qué más?

─Crear ilusiones.

─Sí, eso. Muy bien. Volviendo al tema, podríamos decir que eres… algo o más bien alguien de naturaleza extraña. Apenas puedes cuidar de ti mismo, por lo tanto necesitas de un amo. Ahora ese amo soy yo.

─Sí, sí lo es ─afirmó ilusionado. Se terminó la copa entre un par de pequeños sorbos más y la dejó sobre la mesa─. Quiero que siempre lo sea.

─Mhh… eso fue dulce. ¿Tienes idea de lo que causas con tus palabras? ─Mikaru se golpeó el centro del pecho un par de veces con el puño cerrado─. Dentro de mi pecho hay un corazón humano que late día y noche. Sangre caliente de pirata corre por mis venas. Y te digo que caeré como un pez si tiendes tus redes, pequeño.

─N-No era mi intención ─respondió. Se sonrojó hasta las orejas e intentó cubrirse las mejillas con ambas manos, las sentía tan calientes que creyó que iban a explotarle.

─¡No hagas eso! Me van a entrar ganas de hacértelo de nuevo si te sonrojas ─apuró la copa y en el preciso instante que tomó aire dispuesto a continuar con sus palabras, los gritos de alerta de los hombres llegaron hasta el camarote─. Es hora de trabajar, pequeño.

─¿T-Trabajar? ¿Voy a tener que matar a alguien? ─preguntó aterrorizado. Se levantó y siguió a su amo que su buena ventaja le sacó durante todo el camino hasta la cubierta. Una vez plantado allí, a un lado del timón, observó con los ojos como platos la escena que se desarrollaba frente a sus narices.

Un navío de enormes proporciones avanzaba a través de la lluvia de balas de cañón. A un kilómetro de distancia una cadena de barcos pertenecientes a la flota de Mikaru lo rodeaba de manera que no tuviera escapatoria. Los cañones de los piratas no lograban acertar demasiados golpes, el navío enemigo era una máquina ligera y las personas a bordo tenían un plan.

─Tsk, es demasiado rápido ─comentó sin dejar de seguir la trayectoria de la nave con el catalejo─. Debemos actuar, hay que volverlo pesado. No basta con hacerle un par de agujeros. Se hundirá sólo si destrozamos la quilla horizontal. Tenemos que hacerla volar. ¡Prepárense para acercar la nave! ¡Cuidado con los cañones, los están alistando!

─Tengo un poco de miedo ─murmuró el pequeño.

─¡No te preocupes! Tu trabajo será más sencillo de lo que piensas. Me ahorrarás la tarea de llevar una antorcha o buscar una lámpara de aceite, podré luchar con mis dos espadas ─en cuanto guardó el catalejo dentro de su abrigo, con la mano libre tomó al pequeño de forma brusca por la nuca y le plantó un beso en los labios─. Yo cuidaré de ti. Que un monstruo marino me trague si rompo esa promesa.

Kayuu tragó duro, luego se quedó viendo fijo a su amo con los puños apretados contra sus ropas de capitán. El navío viró ante un movimiento ejecutado por toda la potencia del brazo del pirata sobre el timón, aceleraron la marcha, él sintió el vértigo en la boca de su estómago. La sonrisa cálida de Mikaru llena de entusiasmo y libre de cualquier indicio de miedo, le tranquilizó hasta convencerle de que todo estaría bien. Asintió, su amo le devolvió el gesto y se prepararon para atacar.

 

Embutieron todo lo que servía en unos sacos de tela llenos de agujeros y hollín. Decidieron que lo mejor sería intercambiar o vender los objetos a medida que los recursos se agotaran, pues tenían que evitar los excesos.
Luego de obtener numerosos beneficios gracias a los regateos de Anzi, cargaron con toda la comida, el vino, las cortinas, las velas, las monedas y el resto de las cosas de suma urgencia, de vuelta a su nuevo hogar. Una vez allí improvisaron una despensa lejos de la vista con el fin de evitar a los ladrones. Frente a la puerta de entrada dispusieron unas rocas en círculo y madera tan seca como todo lo que allí se encontraba, en dónde cocinarían o se calentarían las manos. Colocaron las cortinas en las ventanas, una más larga en la puerta de entrada. Repartieron las velas por la estancia de manera que la luz la inundara en los espacios que más utilizaran. Improvisaron lechos en los que podrían dormir a salvo de las criaturas venenosas.

Ese día asentaron las raíces de la esperanza y permitieron que poco a poco la tranquilidad creciera. Durante la cena aprendieron las primeras frases útiles. Ryoga fue el primero en pronunciarlas correctamente, Manabu no se quedó atrás. Al que más le tomó trabajo aprender fue a Kei, aquella lengua de palabras extrañas no le gustaba. Para sorpresa de todos, Mao, el antiguo sirviente de la cocina, logró una pronunciación correcta en menos de cinco intentos. Todos rieron cuándo Ryuutarou se equivocó en un par de palabras y Anzi le informó que dijo algo obsceno.

Kazuki se mostró de buen humor durante toda la jornada, se dedicó a ayudar en todas las tareas y a participar en todo lo que pudo. Sólo se detuvo a descansar durante las comidas o de vez en cuando al beber un poco de agua. Todos se mostraron aliviados ante su repentino cambio de actitud. Él se sintió en las nubes al recibir gestos de aprobación por parte de Manabu, cosa que hizo sentir un poco celoso a Ryuutarou.

La que se sintió más aliviada con respecto a los avances que hicieron fue Omi. Al final sus esfuerzos comenzaron a dar fruto, pudo relajarse un poco a la hora de la cena e incluso seguirles las bromas a los demás. Al acostarse junto al pequeño Kei, descansó los músculos de su cuerpo. Los cojines y las mantas recién adquiridos resultaron cálidos, excelentes para combatir el frío de las noches del desierto. Su mente continuó activa durante un largo tiempo entre las problemáticas aún por resolver, hasta que al final sin siquiera darse cuenta se sumió en un sueño mucho más tranquilo que otras noches.

El último en irse a dormir fue Anzi. Apagó el fuego con ayuda de unos puñados de arena, recogió todo lo utilizado y lo depositó en el interior de la casa, más tarde procuró que ningún ladrón rondara por los alrededores. Cuándo se encontraba ocupado en tareas tan simples, en lo único que podía pensar era en sus dos hijos. Los deseos de saber acerca de ellos se volvían a cada día más fuertes. Los recuerdos de sostener a Hakuei en brazos resultaban más vívidos que nunca. Tenía que verlos. Ese hecho ya no representaba una opción.

 

Naoto supo que su plan había fallado. Los rodearon más rápido de lo que esperaba y ya no hubo brecha por la cual escapar. La peor parte fue la de intentar esquivar las pesadas balas de cañón provenientes de todas las direcciones. Ella ordenó que prepararan los cañones pero que no dispararan. Una bala penetró en la borda y muchos hombres cayeron al agua.
Para poder escapar del círculo era necesario derribar un navío, a eso lo tuvo muy claro. Vociferó que colocaran el resto del carbón en las calderas, tendrían que arriesgarse. Se colocó al timón y mantuvo la dirección de la nave, algunas balas de cañón continuaron con los destrozos en zonas que el agua no alcanzaba.
A ellos no los vio venir. El ataque de los piratas destrozó la popa en tres o cuatro aciertos. Supo que si continuaban con los ataques desde ese ángulo el barco se partiría al medio, tal vez ese fuera su propósito. Chasqueó la lengua, viró en dirección al navío enemigo y ordenó que dispararan. Para poder continuar era necesario deshacerse del estorbo. Esperó atenta, con la mandíbula apretada. En cuánto los disparos retumbaron, el barco enemigo describió medio círculo con una rapidez pasmosa y se dirigió hacia ellos. Las balas silbaron al pasar cerca de los laterales. Ella golpeó con su puño en el timón, pidió que cargaran de nuevo.
Al intentar tomar una ruta alternativa supo que era demasiado tarde. El barco pirata embistió de lleno lo que quedaba de la popa, ante la brusca sacudida ella cayó al suelo y maldijo al ver que la única que había sufrido daños era su nave. Se tomó el hombro en medio de un quejido. El enemigo invadió la cubierta.

Sables contra espadas, la lucha era desigual debido a que los piratas les superaban en número. Ellos poseían mejores armas y mejor técnica, pero los enemigos los atacaban en grupos. Además no sólo se contentaban con matarles, sino que les robaban las joyas que llevaran puestas, los botones del uniforme, las armas amarradas a los cinturones e incluso se adentraban en la nave y cargaban en pequeños sacos lo poco que tenían.

Mikaru pasó por un lado de Naoto, seguido por el pequeño Kayuu. Un par de piratas les cuidaron las espaldas cuándo ella intentó atacarlos. Sin problemas se dirigieron hacia las escaleras y bajaron en busca del depósito de la pólvora. El pequeño que aún se encontraba descalzo procuró no pisar los charcos de sangre. El capitán tuvo que matar a un par de soldados que se cruzaron en su camino. Los cortó sin vacilar, más atento a las puertas que de vez en cuando aparecían que a los pasillos en sí mismos.
Husmeaban en el interior de los cuartos con la ayuda de las llamas que el pequeño hacía aparecer entre sus manos, luego continuaban el camino y bajaban otras escaleras. Aquel navío era miserable, casi no le quedaban recursos. Esa vez no iban a conseguir nada significativo.   

Todo el tiempo supuso que el depósito de la pólvora estaría allí, en el último de los niveles. Al llegar y deshacerse de los guardias, con rapidez introdujo al más bajo en el estrecho lugar. Enseguida perforó uno de los barriles, se guardó las espadas al cinturón, creó un camino de pólvora hasta el pasillo y arrojó el resto junto a los demás. Calculó que no tendrían más de un minuto para escapar.

─Ya sabes lo que tienes que hacer, pequeño ─le indicó. Lo que no se esperaba era que el más bajo se colocara en cuclillas en medio del camino de pólvora y antes de que pudiera reaccionar, lo encendiera─. ¡Allí no! ¡Tendremos menos tiempo! ¡Va a explotar! ¡Ven aquí! ─en medio de un impulso se lo cargó al hombro y echó a correr a través del pasillo.

─¡Ah! ¡He cometido una torpeza, lo siento! ¡Lo siento! ─se disculpó e intentó aferrarse a la ropa del pirata─. ¡¿Nos vamos a morir por mi culpa?!

─¡No lo creo! ─soltó una carcajada y comenzó a subir las escaleras al mismo tiempo que la explosión inundó de fuego la mitad del nivel inferior. Mikaru tropezó debido a la gran sacudida, se tomó de la baranda, el pequeño hizo lo suyo al también tomarse como pudo.

─L-La escalera… ¡El fuego la está consumiendo! ─Kayuu se sacudió en un intento de bajarse pero su amo lo sostuvo firme.

─Lo suponía, nos volvemos al barco. ¿Escuchas el agua? La inundación ha comenzado, tenemos que destrozar la parte superior con los cañones ─subieron justo a tiempo. Al llegar a cubierta depositó al pequeño sobre el suelo de tablas y anunció la retirada. Del resto de los soldados que quedaban en pie se encargarían las balas de cañón, el mar, las bestias marinas.

Naoto se deshizo de todos los piratas que pudo, uno de ellos le hizo un corte en el brazo que no dejó de sangrar. Gracias a la explosión y a la retirada del enemigo supo que la nave se iba a hundir, que ya no podían continuar. Pensó en tomar el barco de los piratas, pero les superaban en número. Se tomó la cabeza entre las manos, en cuclillas y evitó que las astillas provenientes del mástil principal le lastimaran los ojos. Intentó pensar en una estrategia final, una manera de salvar al resto de los hombres. No podía morir en medio del mar, pues sería una manera absurda de llegar al final de la vida.
Las balas de cañón no tardaron en llegar, el lugar en donde permanecía de pie se desprendió del bloque que conformaba la cubierta y ella se tomó con fuerza a la borda en medio de una vertiginosa caída. El agua amortiguó el golpe de varias tablas enormes, se vio de vuelta sumergida en el mar, salvo que allí el fondo se encontraba a demasiados metros bajos sus pies. El sonido de los cañones era profundo, le traspasaba el cuerpo a modo de ondas sonoras. Nadó lo más rápido que pudo hacia el navío de los piratas, se asomó apenas a la superficie en busca de aire y se volvió a sumergir. Aún no tenía un plan pero necesitaba estar a salvo. En esos momentos no existía nadie más que ella para transmitirles el mensaje de alerta a los demás generales.

Se mantuvo sujeta a los relieves hasta que todo terminó, oculta lo mejor posible entre el oleaje. Decidió esperar a que los demás barcos piratas se retiraran, escalar hasta uno de los botes dispuestos a los lados y tomarlo. Tendría que hacerlo durante la madrugada, pensó, para así no atraer tanto la atención. Sin embargo todos sus planes se vinieron abajo cuándo al cabo de un par de horas uno de los piratas la descubrió. Se vio obligada a soltarse, nadar entre las balas de cañón que le lanzaron, perderse de vista.

A esas alturas ya no había tablas o barriles de los que tomarse, se encontró en medio de la nada, por completo sola. Desesperada se echó a llorar, intentó encontrar la dirección correcta de acuerdo a la posición del sol y por último se tendió de espaldas. Se desató los cordones de las botas que insistieron en hundirla, se las amarró a uno de los brazos. Las únicas armas disponibles que le quedaban eran tres puñales. ¿Por qué todo ocurrió de esa manera? Intentó serenarse. De vez en cuando dio una brazada que la ubicó en la dirección correcta puesto que la corriente la arrastraba hacia el Este. De esa manera la noche la cubrió con su manto oscuro, tachonado de estrellas.

Que precioso se veía el cielo, tan distante y enorme, de un profundo azul. Sintió que la sed, el hambre, el frío y los calambres aumentaron. Tal vez no tardaría mucho en morir, pensó. Cerró sus ojos, creyó escuchar una voz. Dio un par de brazadas más hasta que de sopetón una de sus manos rozó una superficie dura.

─Oye, muchacha. Te estoy hablando ─le espetó.

Naoto abrió los ojos, se revolvió entre la masa de agua debido a la sorpresa e incluso tuvo que escupir la poca cantidad que se le entró a la boca. En un principio creyó que alucinaba, pues frente a sus ojos aparecía una barca pequeña. Una figura humana se recortaba entre la oscuridad, portaba un remo en la mano ─¿Q-Qué demonios?...

─Sube. Te llevaré a tu destino ─le ordenó con voz áspera.

Ella asintió y enseguida se puso en acción. No tardó demasiado tiempo en acomodarse sobre la superficie seca. Observó con los ojos entrecerrados al individuo, intentó ver su rostro, pero debido a la oscuridad no lo logró ─Muchas gracias ─comentó. Luego observó que el extraño se inclinaba sobre una pequeña lamparita de aceite y la encendía. Se sorprendió al toparse con el precioso rostro bajo la capucha. Toda la ropa del extraño estaba seca, sus botas relucían, los pantalones no tenían ni un remiendo. Le observó remar, el bote avanzó a través del oleaje como por arte de magia. De repente al caer en la cuenta de varios detalles frunció el entrecejo─. ¿Cómo sabe a dónde me dirijo? ¿Quién es usted? ¿Por dónde ha llegado?

─Yo lo sé todo, muchacha ─respondió sin volverse─. Puedes llamarme Tsunehito. Vengo… ah, eso no importa. Ahora descansa. Los piratas no nos verán y llegaremos más rápido de lo que piensas. 

Notas finales:

Buenasss ouo/

¿Qué tal?~

Tengo mucho sueño ;3; me pasé el día viendo las dos primeras pelis de El señor de los Anillos que pasaron por Space o I-sat, no me acuerdo. 

Espero que les haya gustado el capi owó.

Hace un par de días me hice un Twitter uwu voy a ver si me llevo bien con el sitio~ se los voy a dejar adjunto. 

https://twitter.com/MairaMayfair

Y pues, como siempre muchas gracias a las personas que me leen ;u; yo huyo por hoy. 

Besines~


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