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Valiente. por Maira

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─Aquí se encuentra la herrería. Nuestros herreros fabrican las mejores armas. Entre los nuestros tenemos a personas que trabajan día y noche para lograr diseños nuevos, mucho mejores. ¿Quieres que te muestre un par de armas? Tú también tendrás tus propios sables ─le comentaba a medida que lo guiaba hacia el edificio. Habían partido temprano para recorrer todo el complejo.

Hiro negó con su cabeza a modo de rechazar la invitación. Durante todo ese tiempo mantuvo los brazos cruzados sobre el pecho, un poco aburrido de escuchar a Sono. Lo miró unos instantes y luego dirigió su mirada al cielo.

─Préstame atención, Hiro. Si no te interesa, entonces disimula un poco. Estoy comenzando a cansarme de tu falta de entusiasmo ─chasqueó la lengua─. No quiero que estés a cargo de alguien más por no haber asimilado nada de lo que te expliqué ─frunció el entrecejo cuando Hiro se encogió de hombros─. ¡Detente!

El más alto lo miró fijo, ladeó un poco la cabeza en un gesto de restarle importancia e hizo otro con su mano para que prosiguiera. Si la tortura iba a continuar, entonces que terminara rápido.

─¿Es por lo que te hice? ─preguntó sin poder contenerse, luego miró alrededores por si acaso alguien los escuchaba─. Sé muy bien que no tendría que haberlo hecho, pero no había forma de que me aceptaras en la cama. Te deseaba mucho. No te podrías imaginar cuánto tiempo estuve ocupado en asuntos ajenos, colocando otras prioridades por encima de mis deseos ─se dio la media vuelta en busca de continuar con el camino─. Me comporté como un egoísta, lo sé. Espero que algún día me perdones por eso.

El pelinegro suspiró y rodó la vista, sintió unas ganas terribles de murmurarle al oído que no podía creerle, que no podía perdonarle, que las cosas no eran tan sencillas. Sono era un hombre traicionero, mentiroso, caprichoso. Quiso decirle que él no pertenecía a nada ni nadie. Deseó que alguien más se encargara de él para así poder quitarse un peso de encima. El más bajo volteó, imitó su gesto de suspirar. Él lo observó con una mirada cargada de furia.

─Ya sé que me odias ─replicó y se cruzó las manos a la espalda─. Lo haces desde que intenté besarte por primera vez. Tus… gestos son peores que recibir miles de palabras de odio ─dejó caer sus párpados con pesadez unos instantes─. Por favor, al menos permíteme estar cerca de ti. Te enseñaré nuestra lengua, te instruiré para que seas el mejor soldado, te guiaré y estaré para ti todas las veces que me necesites. Deseo que estés a mi lado, no me bastaría con verte de vez en cuando. Tienes que prestarme atención, aprender a moverte por las instalaciones, demostrarle a Shota que hago un buen trabajo.

─No ─espetó de manera seca. Su voz sonó ronca debido al nulo uso.

─Y también tienes que hablar. Aquí todos nos comunicamos con palabras, no puedes vivir entre nosotros si no hablas. Muchas personas creerán que eres irrespetuoso, podrían herirte…

─No ─volvió a pronunciar. Luego se dio la vuelta, dispuesto a avanzar hacia algún lugar lejos de Sono.

─No lo hagas por mí, hazlo por ti mismo ─al avanzar, estiró sus brazos en busca de tomarle los hombros─. Tú mismo dijiste que Miwa asesinó a tu familia, no puedes volver a tus tierras porque ahora son nuestras. Acepta que debes permanecer aquí, Hiro. Tarde o temprano vas a acostumbrarte ─se aferró a sus ropas al notar que el pelinegro avanzó un paso─. Lejos de las grandes capitales las tierras están pobladas de salvajes. Sabes pelear muy bien, pero ellos son muchísimos ─terminó por abrazarle y posar la mitad del rostro contra su espalda.

Hiro mantuvo la vista al frente, apretó sus puños en un gesto de pura rabia. ¿Quién demonios era Sono para recordarle aquello? Lo empujó con sus codos, volteó y rápidamente le asestó un golpe en la mandíbula. Más tarde echó a correr en la única dirección que hasta esos momentos conocía: directo hacia la habitación del más bajo. Si lograba llegar allí, se encerraría hasta que ya no tuviera otra opción que salir. Sono gritó su nombre durante todo el tiempo que la persecución duró, sin embargo él hizo caso omiso. Que se fuera al infierno con sus palabras.

Un par de soldados se cruzaron en su camino justo antes de llegar al último pasillo, al intentar esquivarlos perdió velocidad. Sono aprovechó la oportunidad y lo atrapó a escasos metros de la puerta, le retorció la muñeca por detrás de la espalda y lo obligó a avanzar hasta encerrarse dentro del cuarto. Si tan sólo pudiera encontrar una forma de neutralizarlo cada vez que hacía eso, pensó, tendría un problema menos con el que cargar.

─¡Te estás comportando muy mal! ─le regañó tal cual fuera un niño pequeño. Luego tomó la llave que estaba colocada en la cerradura, salió rápidamente de allí y lo encerró, no quería que escapara mientras iba en busca de una pluma, un tintero, pergaminos. Era necesario tener una charla decente antes de que todo se saliera de control. Al volver dio un par de vueltas a la llave. Sentó a Hiro frente al pequeño escritorio, dispuso todo frente a él de la manera más ordenada posible─. Ahora vas a decirme cuál es tu maldito problema. Ya te pedí que me perdonaras, puedo jurarte que estoy muy arrepentido. Sé que me odias, pero lamentablemente tienes que cooperar conmigo.

‹‹Te odio. No quiero hablar contigo.››, escribió tan rápido que unas gotas de tinta salpicaron tanto la mesa como el pergamino.

─Lo novedoso del asunto sería que me digas algo de lo que no estoy enterado ─se mofó de él y tomó asiento sobre el borde del escritorio.

‹‹Lo único que te interesa es obtener la aprobación de tus superiores. No es por mi bien que quieres que sea el mejor soldado, sino por el tuyo.››, lo miró furioso, ‹‹Eres mentiroso, egoísta. No puedo creer ni una sola palabra de lo que me dices. Ya no.››

Luego de leer esas oraciones, Sono lo miró muy herido. Para disimular un poco cuánto le había afectado lo dicho por el menor, cruzó los brazos sobre el pecho ─ ¿Así que eso piensas? ─murmuró en un principio, sin saber qué más decir─. Tú no te quedas atrás. Eres rencoroso, sólo estás enfadado porque te obligué a tener sexo. ¡Bien que luego tu semilla estuvo escurriéndose entre mis piernas un largo rato! Admite que te gustó aunque sea un poco, mocoso tonto ─sintió que el cuerpo le temblaba de pura ira─.¿Y qué si te mentí y caíste como un idiota frente a mis superiores en mi trampa? ¿Y qué si caíste, caes o podrías caer en otras más? ¡Estás enfadado conmigo porque eres estúpido!

‹‹Sí, fui muy estúpido. Crecí entre personas que nunca supieron qué era la mentira, ni el engaño, ni la traición. Gracias a ti aprendí que no debo confiar nunca más en alguien cuándo miente.››, hizo girar la pluma entre sus dedos unos instantes, pues dudaba que lo siguiente que tenía en mente apaciguara las cosas. Al final se decidió por escribirlo: ‹‹Mi novio me provocaba lo mismo sin necesidad de ninguna poción mágica. Con él sí me gustaba. Contigo… digamos que fue una clase de ilusión.››

─Creo que va a ser mejor que te cosa los labios y te corte los dedos ─le espetó furioso. El tintero fue a parar sobre la alfombra de un manotazo, rasgó a la mitad los pergaminos─. La conversación termina aquí. No quiero leer nada más proveniente de tu puño. Eres un necio, debería enviarte a trabajar a las minas de plata. Te pasarías el día cavando con el pico y la pala, tragando tierra ─sin que pudiera evitarlo unas lágrimas gruesas rodaron por sus mejillas, abandonó su posición, pues no quería que Hiro lo viera llorar─. Aléjate de mí ─dijo cortante en cuanto escuchó que el alto abandonaba la silla.

Hiro tragó duro, su naturaleza no era malvada. Sintió pena por Sono, intentó tomarlo por los hombros para lograr que volteara; pero éste lo apartó de un manotazo y se echó a llorar, se dirigió a la cama, se desplomó entre los cojines. Creyó ver que incluso escondía el rostro contra uno de color oscuro. Se quedó plantado allí, sin saber qué hacer, sólo escuchándolo llorar. Al fin y al cabo que la pelea había terminado. Suspiró de nueva cuenta mientras tomaba una decisión. Apenado se pasó una mano por los cabellos, se acercó a la cama, por último se recostó a sus espaldas.

─Piérdete, Hiro ─su voz se escuchó tenue gracias al cojín─. No, no me abraces ─se removió un poco al sentir los brazos alrededor de su cintura─. ¡Ya te desquitaste conmigo por todo lo que te hice! ¡Ahora déjame en paz! ─volteó y lo golpeó con el blando objeto que estrujaba entre sus manos─. ¡Vete a tus tierras en busca de tu novio! ¡Fóllatelo si tanto te gusta hacerlo! ¡Vete con alguien a quien puedas creerle lo que te dice sin temores! ─se sorbió la nariz, se secó las lágrimas con la manga de su uniforme─. Lo único que tengo son mis logros. Crecí aquí. No tengo nada más que mi puesto y el aprecio de algunas personas. Detrás de la imagen de perro mentiroso que sirve a sus superiores, también hay un ser humano que siente miedo por lo que le podría ocurrir si no hace las cosas bien ─lo volvió a golpear con el cojín─. ¡¿Quién eres tú para juzgarme por actuar por mi propio bien?!

El pelinegro bajó la mirada, se acarició la nuca con una mano. Era la primera vez que se enfadaba de semejante manera con alguien y le reprochaban algo así. Las únicas peleas que había tenido en su vida, eran las que llevaba a cabo con sables en las manos. Sono lo había herido, él a su vez también. ¿Qué era lo que quedaba? Se mordió el labio inferior.

─Yo no soy rencoroso, te voy a perdonar ─dijo el más bajo casi en un susurro─. No podría enfadarme contigo durante más de un par de horas. Sólo dame un momento para recuperarme. Me duele la cabeza, creo que necesito dormir.

Hiro asintió con un simple gesto de cabeza. Se acurrucó contra el borde de la cama más lejano a Sono. Allí se quedó observándolo mientras el contrario cerraba sus ojos. Cuando estuvo seguro de que se había dormido, se levantó muy despacio y se dirigió a la ventana. Hizo lo único que podía hacer en esos momentos, mató el tiempo con sus ojos fijos en el paisaje frente a él.

 

 

─Muchacho, debes venir a comer un poco ─le llamó al adormilado Mizuki que no quería levantarse. Él abultó un cojín enorme y se sentó a beber un poco de vino frente a la mesa─. Tienes que reponer energías. Hasta te conseguí un manjar mientras dormías, ven a ver.

─Tengo sueño ─respondió el menor desde el nido de cojines. Ni siquiera el aroma extraño de la comida le incitó a levantarse, pues la verdad era que más que sueño lo que tenía era tristeza─, creo que más tarde voy a comer.

─No te he preguntado si tenías hambre, he dicho que debes venir a comer. Así que levántate antes de que vaya a buscarte ─bebió otro poco de vino.

─No tengo ánimos, anciano… ─decidió decirle la verdad y los ojos comenzaron a llenársele de lágrimas.

─Debes aprender a comer en los momentos que la tristeza hace presa de tu corazón, muchacho. Si no comes, te vas a enfermar ─de un salto abandonó la comodidad de su sitio, fue a colocarse de rodillas a un lado del pequeño y lo encerró entre sus dos brazos─. Hablo muy en serio, no estás en tus tierras. Aquí nunca sabes cuándo probarás el siguiente bocado. Ahora anímate un poco, te serviré vino ─terminó por hacerle cosquillas.

─P-Pero no puedo beber vino, soy un niño ─se retorció sin querer reír─. ¡Voy a tener pesadillas si hace eso! ¡Deténgase!

Ryo soltó una carcajada ante las exclamaciones del menor, lo tomó por las muñecas e hizo que se incorporara─ Aquí todos bebemos vino, el agua es un recurso valioso. No importa que seas un niño, ya has bebido una gran cantidad de agua hoy. Mira todo lo que puedes comer, mi amo te envío una generosa ración. Eres afortunado, yo me tuve que comer las sobras hoy ─lo obligó a colocarse de pie y por último lo ubicó sobre un cojín.

Mizuki observó las bandejas dispuestas sobre la mesa, cada una contenía algo diferente. Le sorprendió el aroma, la textura y el color de los alimentos. Observó detenidamente unas verduras cocidas cuyas cáscaras estaban carbonizadas. Luego parpadeó a la vez que fruncía el entrecejo al ver, lo que supuso, unas frutas extrañas en el interior de un cuenco─ ¿Tiene buen sabor la comida de aquí? ─preguntó muy cauto.

─Claro que sí. Aquello en esa bandeja es carne de gallina ─se sentó de nuevo en su lugar y tomó la copa con su mano derecha─, pues aquí también hay algunas gallinas, aunque son un poco diferentes. Allí tienes carne de camello…

─¿Camello? ¿Qué es camello? ─preguntó muy curioso.

─Es un animal, luego te llevaré a ver un par ─apuró su copa hasta el fondo─. Debes masticar bien, es una carne muy dura. Ah, aquello en la última bandeja es caballo ─la espontánea expresión de asombro del menor le sacó una sonrisa─. De camino hacia aquí encontré un ejemplar muerto recientemente, era precioso ─arqueó las cejas ante el gesto de asco de Mizuki─, entonces traje un poco. ¡No me mires así! Debemos aprovecharlo todo, pequeño. Al fin y al cabo que siempre comemos animales muertos. Ahora come tu ración, todo está muy bueno.

Mizuki dudó en probar bocado, pero pronto el hambre y la curiosidad hicieron mella en él. Buscó los cubiertos por todas partes, pero allí no había nada. Un poco pasmado debido a la nueva carcajada de Ryo, obedeció a la indicación de comer con las manos.
Jamás había comido así, era fantástico. Su madre hubiera tachado esas maneras de ‘cosas de gente salvaje’, su padre se hubiera puesto furioso. Lo devoró todo, incluidas las frutas rociadas de miel que le supieron a gloria. Terminó por chuparse los dedos. Se bebió dos copas de vino llenas hasta el tope.

─¿Y? ¿Te gustó? Espero que te hayas llenado, comes lo que tres niños ─se recargó contra la mesa sin dejar de mirarlo.

─Lo siento.

─No, no te disculpes. Es bueno que comas así, necesitas reponerte… ─lo observó fijo, con mucho interés mientras daba vueltas a su copa entre las manos─. Ahora vamos a conversar un poco.

Mizuki asintió, estaba un poco mareado gracias al vino. Si aquel anciano simpático quería conversar no había nada malo en eso. Dejó las manos una sobre cada muslo, lacias. Intentó concentrar toda su atención en las preguntas.

 

Abrió los ojos ante un par de sacudidas, no supo en qué momento se quedó dormida. Miro al extraño del rostro bonito y luego alrededores. Tal cual prometió, se encontraban cerca del muelle. ¿Cómo era posible? Con ayuda de elementos como el remo, la corriente, el viento, la barca al fin se encalló en la orilla. Ella cayó en la cuenta de que era una embarcación demasiado pequeña como para ser amarrada al muelle, cualquier roce accidental de un navío más grande podría destruirla.

Abandonaron la orilla en cuanto ella estuvo lista. Atravesaron aquellas tierras oscuras de forma paralela al camino principal. Naoto volvió a mirar con el entrecejo fruncido al extraño, pues le resultaba un sujeto demasiado raro. Comenzó a pensar en que se trataría de un brujo o de un adivino, pues de otra manera resultaba imposible que ‘lo supiera todo’.

─Él está mucho más adelante ─le explicó sin dejar de avanzar─, en dirección opuesta al río.

─¿Lo conoces? ¿Él te envió? ─preguntó─. ¿Cómo es que sabes en dónde se encuentra? ¿Por qué sabes que estoy buscando a un hombre que se encuentra en ésta dirección? Vas a pagarlo muy caro si se trata de una trampa, te lo aseguro.

─Él está allí, sólo tienes que continuar avanzando. Yo no miento, muchacha. Te enseñaré en dónde está a su debido tiempo. Le sucedió algo especial.

─¿Algo especial? ─dudó durante algunos instantes─. ¿A qué te refieres con eso?

─Debes ser paciente.

Avanzaron un largo trecho en silencio. Ella se mantuvo atenta a los alrededores y a cada movimiento del sujeto encapuchado. Tuvo un mal presentimiento, pero decidió esperar un poco. Aún tenía algunas armas para defenderse en caso de que el extraño le atacara. Atravesaron un campo abierto, las formas de las instalaciones de los cuarteles pronto aparecieron recortadas contra el cielo azul oscuro. Cruzaron un pequeño terreno en desuso, muy cerca se encontraban unas construcciones abandonadas. El extraño se detuvo justo frente a un pozo de un par de metros de diámetro, se arrodilló sobre el borde y atisbó el interior. Ella lo miró como si hubiera perdido la cabeza.

─El hombre que buscas se encuentra aquí. Está en el fondo, entre los huesos y el cadáver del otro hombre.

─¿El otro hombre? Oye, estoy comenzando a cansarme de tus palabras misteriosas. El general Miwa no podría estar allí, jamás se metería en un lugar como ese.

─¿Quieres intentar llamarle? Debí traer la lámpara con nosotros. Vamos, háblale. Te responderá.

Ella lo volvió a mirar como si estuviera loco, sin embargo obedeció. No perdía nada con intentarlo. Se arrodilló al borde y le llamó con un tono respetuoso, no muy fuerte, escuchó el eco de su propia voz. La respuesta del general no tardó en llegar, ella se quedó como de piedra─… ¿En verdad es usted? ─preguntó atónita─. ¿Qué hace allí abajo? Tiene que salir.

─Sí, tiene que salir. Debe estar muy hambriento…

─¿Acaso te pidió ayuda a ti? ¿Cómo me encontraste? ─no daba crédito de lo que sucedía, incluso negaba con su cabeza de manera involuntaria─. Necesitaremos unas cuerdas.

─¿Unas cuerdas así? ─del interior de sus ropas sacó unas cuerdas tan gruesas que era imposible haberlas guardado durante todo ese tiempo allí, se las tendió a la muchacha que las tomó perpleja.

─Gracias ─la situación era demasiado extraña, pero tenía que sacar al general de allí. Enseguida buscó un extremo, lo tomó con firmeza y dejó caer el resto. Al parecer la medida era exacta porque al cabo de varios segundos escuchó con claridad un pequeño chasquido proveniente del interior del pozo─. ¡Tome la cuerda y escale! ¡Le ayudaremos! ─anunció dispuesta a intentar aguantar el peso del general.

─Yo te ayudaré ─se apresuró a anunciarle y también tomó la cuerda. De esa manera, poco a poco subieron a Miwa hasta la superficie. Él se alejó unos pasos en cuanto medio cuerpo asomó desde el borde, se limitó a observar atentamente la escena que se desarrolló justo frente a sus ojos.

─Es usted ─dijo ella, aún sin salir de su asombro.

─Sí, soy yo ─murmuró el pelinegro con la voz ronca.

─Acérquese ─le indicó sin buscar tocarlo demasiado. Pronto ambos se encontraron de rodillas sobre el suelo. Ella quiso sacudirle el polvo del cabello y del uniforme, sintió unas ganas terribles de preguntarle acerca de dónde se encontraba Tora─. ¿Está herido? ¿Qué hacía allí? Usted… ─sus palabras pronto se desvanecieron tal cual nunca las hubiera pronunciado. De repente había notado algo extraño, algo que se encontraba fuera de lugar. Entrecerró sus ojos al creer que la oscuridad le distorsionaba el sentido de la vista, aunque en realidad no era así. Se echó hacia atrás y estuvo a punto de caer al interior del pozo, el general Miwa tenía los ojos de color rojo oscuro. Más tarde, aún más horrorizada cayó en la cuenta de que la espalda que había tocado a través de la tela del uniforme era de un tacto muy parecido al del mármol, frío y rígido. Su corazón comenzó a latir desbocado, el miedo subió desde su estómago en grandes oleadas─. ¿En verdad es usted? ─preguntó muy cauta, pues inconscientemente sus propios sentidos humanos le advertían que el hombre frente a sí, no era de la misma naturaleza que la suya─. No, no es el general… es algo más con su forma. ¡¿Dónde está el general?! ─ni siquiera tuvo tiempo de volverse al extraño. De repente el pelinegro se abalanzó sobre ella.

El encapuchado observó en silencio cómo de manera progresiva Miwa iba despojando de su energía vital a Naoto. Jamás había visto un demonio tan hambriento y tan bruto, aquel le recordó a las bestias del rango más bajo existente en todos sus dominios. Soltó una carcajada cuándo con su fuerza bruta, accidentalmente le reventó el cráneo a la muchacha. El sonido de la explosión quedaría grabado para siempre en su memoria, lo recordaría cada vez que necesitara recobrar su buen humor. Aplaudió un par de veces mientras Miwa se mantenía en la misma posición encorvada, con las manos ensangrentadas y negando con su cabeza una y otra vez. 

─¿Te ha gustado tu primer víctima? ¡La traje especialmente para ti! ¡¿La disfrutaste?! ─soltó una carcajada al escuchar el alarido de horror que el pelinegro dejó escapar. Luego muy despacio se acercó hasta abrazarle por la espalda, sus dos brazos le rodearon el fuerte cuello, aproximó los labios a su oído─. Será mejor que encuentres rápido un lugar dónde ocultarte, amanecerá más pronto de lo que piensas.

A él todo el cuerpo le temblaba con violencia, se trataba de un movimiento imposible de controlar. La presencia del pelirrojo le trastornó profundamente, incluso pensó en tomarlo por las ropas y lanzarlo al interior del pozo. Con suerte se lo quitaría un par de horas de encima, pensó. A cambio alzó apenas la vista hacia el horizonte, el amo del infierno tenía toda la razón. En el cielo nocturno comenzaban a aparecer los primeros indicios del amanecer, una maravillosa mezcla de tonos azules claros, violetas y rosados.  

Notas finales:

Buenas ouo/. ¿Cómo va?

Aquí les traigo un nuevo capi uwu~ perdón la tardanza. 

Espero que no me maten por hacerle eso a Naoto (?), pero ya conocen de qué viene la mano (??).

Por otro lado, creo que le estoy tomando el gusto al Ryo/Mizuki eue -cejas- 

No dejen de agregarme a Twitter, no muerdo~ 

https://twitter.com/MairaMayfair

Y espero que el capi les haya gustado ouo

 

Les diré que ayer no publiqué porque fui al cine y me atrasé un poco u3u. La película fue Drácula y la verdad es que no me gustó la trama. 

Como siempre, muchas gracias a las personas que me leen y siguen este fic UuU/ les mando un besito muy grande. De veras que no sé cómo agradecerles de verdad. 

Nos estaremos leyendo en el próximo capi ouo/.


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