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Valiente. por Maira

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Corrió como un loco, hasta que al fin sintió a sus espaldas las respiraciones agitadas, el roce de las ropas y la arena dispersarse hacia todas las direcciones, signo de que los demás lo seguían. De vez en cuando Ryoga masculló algo que desde su posición no pudo entender. Kazuki, Mao y Kei, se quedaron rezagados e intentaron bajar sobre las huellas de los demás.

Los hombres del grupo alrededor de la fogata se dispersaron, algunos de ellos desenfundaron sus armas y los apuntaron. Uno de los que aparentaba pertenecer a un rango mayor, vociferó una advertencia en la áspera lengua universal del desierto. Otro puñado más de hombres se colocó en guardia, la única muchacha presente avanzó hacia ellos.

─¡No vamos a atacar! ─dijo Anzi como pudo─. ¡La muchacha! ¡Ella! Necesito… ─se detuvo frente al numeroso grupo de puntas afiladas que lo señalaban. Allí se desplomó de rodillas, comenzó a despojarse de todas las armas que llevaba encima con una rapidez vertiginosa, el temblor de sus manos imposible de controlar.

─¿Qué demonios haces, Anzi? ─se quejó Ryoga. Más tarde detuvo a Omi, que intentó acercarse al castaño.

─La muchacha… ─repitió el mayor y terminó por doblarse sobre su estómago, necesitaba unos sorbos de agua para poder recomponerse. No precisó acercarse a ella, ni siquiera rogar demasiado. La joven se abrió camino a paso seguro entre la multitud de hombres, con la hoz doble sujeta en la mano izquierda. Al alzar sus ojos, Anzi creyó que iba a morir allí mismo. Buscó desesperado el brillo dorado entre el cinturón de cuero de la chica, que había captado desde las escasas alturas de la duna. Fue en ese momento que junto a un puñal plateado encontró a su vieja amiga de oro labrado. Los ojos se le llenaron de lágrimas, se lanzó a los pies de la muchacha y le besó los tobillos, las piernas, como si ella fuera una diosa a punto de desvanecerse luego de hacer su aparición divina ante los ojos del devoto que durante toda su vida había creído en su existencia, pero jamás la había visto en ninguna otra parte que no fuera su corazón.

─¡Oye! ¡¿Qué haces, viejo loco?! ─le espetó Miko y le asestó un golpe en la cabeza con el mango de una de sus armas.

─¡Eres Miko! ¡Lo sabía! ─exclamó sin darle importancia al golpe, que en otra situación lo hubiera dejado desplomado sobre la arena durante un largo rato.

─¿Ah? ¿Cómo es que sabes mi nombre? ─preguntó ella, por completo atónita─. ¡Sht! ─le dio un golpe en la mano al mayor cuándo la acercó a su cinturón, cerca de la preciada daga dorada.

─Tienes el rostro de tu madre, pero tienes mi cabello. ¡Eres hermosa! ¡Y aún conservas la daga! ─se echó a llorar como un niño, incluso se cubrió los ojos con las palmas de las manos─. Tú no me conoces, pero yo a ti sí. Soy Anzi, tu padre. Estoy seguro de ello… esa daga… permíteme verla ─volvió a mirarla, los ojos le escocían como si alguien le hubiera arrojado agua caliente─. ¡Eres igual a tu madre!

Miko lo miró consternada, no podía creer que aquel fuera Anzi el Traidor. Durante toda su vida se lo había imaginado diferente, aquel era un hombre de su altura, demacrado y al parecer víctima de numerosas desgracias. Ese no podía ser su padre, pero las lágrimas del hombre se veían demasiado reales como para estar mintiendo. Sí, se parecía a su madre. Su ‘tía’ se lo había dicho varias veces. Suspiró entrecortado, con la mano libre posada sobre la daga dorada. Al fin decidió quitarla del cinturón y entregársela. Pobre de él si era un ladrón o un impostor, la punta de sus armas terminarían enterradas en su cráneo.

─Sí, yo tenía el resto. Las perdí en mi viaje al otro lado del mar ─comentó impresionado al desenfundar la daga. Se quedó mirando la empuñadura durante un largo rato, perdido en sus propios recuerdos.

─¿En verdad eres quién dices ser? ─lo interrogó ella─. Jamás me había topado con un impostor, pero… ─su voz se quebró un poco y ya no pudo continuar.

─¿Dónde se encuentra tu madre? ¿Y tu hermano Hakuei? ─preguntó tan de repente que asustó a Miko, la cual dio un paso atrás.

─Un momento… ─comenzó a decir Ryoga, por completo incrédulo.

─¡Silencio, mocoso! ─le espetó el castaño al mirarlo por sobre el hombro.

─Mi madre está muerta ─respondió sin una pizca de emoción─. Hakuei está bien ─no pudo más que articular esas simples respuestas, estaba demasiado impresionada.

─¿Tenías hijos y los abandonaste aquí, en el desierto? ─preguntó Kazuki, tan incrédulo como Miko.

─Eres un idiota, Anzi. Nunca dijiste nada ─comentó Ryoga por lo bajo.

─Es una larga historia ─respondió el mayor─. No tuve otra opción. Mis hijos eran pequeños, tanto así, que ella no había nacido aún ─volvió a mirar a Miko─. Los envié al único lugar en el que podían estar seguros.

─Y luego se fugó ─concluyó ella con la última parte del relato que la madre de Hakuei siempre les había contado.

─Así es ─afirmó Anzi. Tuvo que contener el impulso de volver a besarle los tobillos.

─Ah, no ─respondió ella a cambio, acompañando sus palabras con un ademán de su mano libre─. No puedo caer en la trampa tan fácilmente. Que Dalia nos diga si eres o no Anzi el Traidor, nuestro padre ─sí, estaba segura de que su ‘tía’ lo reconocería en cuanto lo viera. Tenía que llevar al hombre al burdel en que vivían.

─Menudo nombre te cargabas a los hombros, Anzi ─comentó Manabu con aire distraído.

─¿Ellos son tus hijos también? ─preguntó Miko bastante curiosa. Luego clavó su mirada en el guapo muchacho del cabello corto, sin sospechar que no era lo que aparentaba.

─¡No! Claro que no, preciosura ─poco a poco se levantó y se sacudió la arena de las ropas─. Es verdad que los he criado, pero mi sangre no corre por sus venas.

─Disculpen, pero… ─les interrumpió Kazuki─. ¿Podríamos preparar la medicina de Kei? Se siente mal, la necesita. Puesto que estamos en familia ─medio ironizó─, podríamos charlar mientras lo atendemos. ¿No tenemos que conseguir la aprobación del jefe para hervir un poco de agua con hierbas, cierto?

─Yo soy el jefe ─respondió Miko. Rápidamente pasó por un lado de Anzi y se acercó a Kei hasta que tuvo el rostro a escasos centímetros del suyo. De manera instantánea el chico se le hizo simpático, hasta un poco gracioso. Su cara de animalito asustado estuvo a punto de hacerle reír─. Mhh, sí. Se ve bastante mal ahora que lo dices, pobrecito. Tiene una cara terrible ─se colgó la hoz doble sobre los hombros y para sorpresa de todos, cargó a Kei con toda la facilidad del mundo─. Vamos a darte medicina… ¿Qué es lo que tienes? Siempre llevo conmigo cascabeles de serpiente para hacer té, sufro de dolores en el cuerpo luego de luchar en las batallas ─avanzó a paso firme, volvió a pasar junto a Anzi, despacio se internó en el pasillo que los hombres abrieron al cederle el paso.

Los demás se miraron entre sí. El segundo suceso extraño en esos pocos minutos, fue que Manabu soltó una carcajada. Anzi juntó sus armas, se las colocó de nuevo al cinturón y se quedó con los ojos fijos al frente. Omi se aclaró la garganta un par de veces, luego miró a los hombres que con movimientos lentos comenzaron a enfundar sus armas.

─No sé ustedes, pero yo muero de sed ─Ryoga interrumpió el silencio. Más tarde avanzó con sus manos en alto, bien extendidas a modo de demostrarle a los guerreros que no pretendía atacarlos─. Vino o agua, ¿Tienen? ¿Quién tiene? ─les preguntó en la misma lengua universal, y hasta con descaro señaló a un par de ellos─. ¡Ah! Gracias ─respondió efusivo al recibir una cantimplora de cuero de camello y se puso a beber a grandes sorbos.

─Siempre ha sido bueno para congeniar con extraños ─repuso Manabu al ver a su hermano beber.

─Ni que lo digas ─respondió Kazuki mientras reía─. Bueno, no queda otra opción que parar aquí. Vamos a acercarnos un poco a ellos ─esperó a que los demás estuvieran de acuerdo y avanzaron todos juntos, de manera un poco tímida.

─Vamos, padre. No te quedes atrás ─le dijo Omi a Anzi, al pasar por su lado le palmeó la espalda.

─Estúpidos mocosos ─el castaño se echó a reír─. Todos y cada uno de ustedes ─terminó por avanzar detrás del grupo, a la par que se golpeaba la palma de la mano con la empuñadura de la daga dorada.

 

Era un nuevo día. Luego de despertar de una horrible pesadilla, cuándo aún no amanecía, fue directo a vestirse y se dirigió al comedor en busca de un bocadillo. A esas horas sólo había pan recién horneado, al que cortó en rodajas y untó con miel hasta que la misma resbaló por los costados. Se sirvió una taza de té para pasar todo.

Mientras masticaba, apoyó los codos en la mesa y se colocó a pensar en la pesadilla: El padre de Mizuki, el antiguo general Miwa, le dijo que no se preocupara, que pronto las cosas cambiarían para él. Le habló acerca de Mizuki, le comentó que era un muchacho tan alto como él, que se encontraba perfectamente y era un guerrero del desierto. Conversaron un largo rato, pero por más que lo intentara, él no recordaba bien acerca de qué temas. A su siguiente cabo suelto lo conformaba un sonido ensordecedor que le lastimó los oídos, luego las llamas brotaron desde todas partes, un sujeto con el cabello rojo se rio de él y le anunció que todo lo dicho por Miwa era mentira, que terminaría tan muerto como su padre.

Su padre…

A pesar de los años transcurridos, al pensar en él aún sentía el inevitable nudo en la boca del estómago. Y Mizuki… ¿Qué habría sido de Mizuki? En más de una ocasión lo había imaginado muerto, con las alimañas encima devorándose sus hinchados y putrefactos restos.
Desde que había llegado allí, las lágrimas derramadas por su amigo durante las noches gradualmente se habían convertido en odio. Un profundo odio hacia todo lo que lo rodeaba.

Actualmente se encontraba allí, con diecisiete años apenas cumplidos, lleno de tantas sensaciones asfixiantes que en varias ocasiones pensaba que iba a morir. Adam era su único apoyo real, la columna que sostenía su cordura, había llegado a tomarle tanto cariño que no dejaba de pensar en él. Necesitaba de sus caricias, de sus maneras suaves, de sus palabras cariñosas. Solía pensar con frecuencia en cuán diferentes habrían sido las cosas sin Adam, de hecho, lo hacía cada vez que lo veía.
Hacía mucho tiempo que había dejado de exteriorizar sus sentimientos, pues no servía de nada llorisquear tanto. Se limitaba a responder con malas maneras cuándo Shota o algún superior le regañaba, jamás les había tenido miedo.  
Su primer pensamiento al despertar, tan común que ya ni siquiera se esforzaba en suprimirlo, era el mismo que le atravesaba la mente como una poderosa flecha antes de quedarse dormido: ‘Odio todo, los odio a todos, no pertenezco a este lugar’. Estaba en lo cierto. Ni en el ejército de Campos de Plata, ni en ningún otro se encontraba el suyo. Era un huérfano, no pertenecía a nadie ni a ninguna parte.

Se comió una última rodaja de pan untada con miel, se terminó el té y se puso de pie. Si mal no recordaba ese día le tocaba hacer vigilancia en la torre más cercana. Sin embargo, lo primero era lo primero, tenía que ir en busca de Adam.
Atravesó el comedor al trote, salió al patio principal. La mañana era un poco fría, enseguida se puso a tiritar. Gracias a la pesadilla había olvidado colocarse ropas más gruesas, mentalmente anotó que debía pedirle ropa abrigada a Adam. Al llegar a la sala de reuniones, entró sin tocar la puerta y encontró al par besándose apasionadamente, cosa que le hizo fruncir el entrecejo.

─¿No puedes golpear la puerta antes de entrar, maldito mocoso? ─preguntó Shota. Ese día se le notaba especialmente malhumorado.

─No seas tan duro con Aki, Shota ─le rogó de una manera tan dulce, que el pelinegro relajó las facciones del rostro.

─Sólo venía a ver a Adam ─tomó asiento en una de las sillas y se dejó resbalar hasta quedar estirado, con ambas manos entrecruzadas sobre el estómago─. Tú nunca golpeas la puerta cuando estoy durmiendo, estúpido viejo.

─¿Por qué será? ─le preguntó con cierto tono irónico─. Es una sala de reuniones, no una habitación exclusiva para señoritos caprichosos.

─Y tampoco un burdel para besuquearse a escondidas.

─Pequeño, por favor… ─le pidió Adam. Enseguida se acercó a repartirle un par de caricias en el cabello.

─Adam, no lo toques. Que se vaya de aquí, dentro de un poco tendré una reunión ─se recargó contra su asiento con un gesto cansino, sin apartarle los ojos de encima al menor.

─¡Vaya! ¡Al fin vas a darle la función que se debe a la sala! ─Aki aplaudió como un loco, sin importarle que el rostro de Shota le demostrara que comenzaba a enfadarse de verdad.

─No peleen ─rogó Adam. Más tarde comenzó a frotar los brazos del menor─. ¿No tienes frío con tan poca ropa puesta, pequeño?

─De hecho sí, te iba a pedir ropa abrigada en cuanto te viera ─confesó mientras se dejó hacer, luego abandonó su asiento, lo tomó por las manos y jaló de las mismas─. Vamos a buscar un uniforme abrigado.

─Adam no va a ninguna parte, mocoso ─también se colocó de pie, más bien a la defensiva─. Así que suéltalo.

Los siguientes segundos transcurrieron en un silencio tenso. Sono y Hiro aparecieron en el umbral de la puerta abierta. Aki los miró a ambos antes de soltar una carcajada profusa.

─¿Con ellos vas a utilizar la sala de reuniones? ─comenzó a hablar, pero Adam le apretujó un poco la mano derecha en busca de que hiciera silencio─. ¿Y de qué van a hablar? ¿De cómo lanzarse a los brazos abiertos del enemigo? Traidor… ─al final masculló con los ojos fijos en Hiro.

─¡Compórtate! ─bramó Shota. Se acercó a ellos y de un jalón seco lo separó de Adam. Rápidamente arrastró al menor fuera de la sala, le dio un empujón contra la pared más alejada del pasillo, por último le propinó una bofetada cuyo sonido hizo eco. Aki se tomó la mejilla lastimada y gimió de dolor, debido al impacto sus muelas cortaron la sensible cara interior.

─¡Ya está, basta! ─le rogó Adam, que había corrido tras ellos. Tomó por una muñeca a Shota, jaló de la misma hasta que el pelinegro tuvo que ceder y lo obligó a entrar en la sala de reuniones. Antes de cerrar la puerta miró preocupado a Aki, el menor no se veía nada bien; pero tuvo que hacer uso de todo su autocontrol posible para no ir en su busca, darle dos vueltas de llave a la cerradura y volverse en busca del vino, las copas, el pan, la fruta que había traído temprano desde la cocina.

─Buenos días ─saludó Sono de manera oficial. Enseguida tomó asiento.

─¿Qué te trae a reunirte tan temprano conmigo, Sono? ─preguntó intrigado el más alto─. Siéntate, Hiro. Beban un poco de vino y coman algo. Adam, sírveles ─él mismo tomó asiento frente a la pareja, dejó descansar la gorra militar sobre el extremo de la mesa, finalmente aceptó la copa llena que Adam le entregó.

─Bueno, voy a ir al grano ─comenzó a hablar Sono, sin tocar su copa. Sabía muy bien que a Shota le iba a dar una rabieta, pero quería zanjar el asunto cuánto antes─. Vengo a pedirte que nos transfieras.

─¿Por qué se supone que debería hacer eso? ─inquirió Shota después de un corto silencio. Se inclinó sobre la mesa y adoptó esa postura de entrelazar los dedos de sus dos manos, que a Sono siempre le ponía los pelos de punta ya que sabía que cuándo la adoptaba, las cosas se habían puesto serias.

─Necesito un cambio de aires. Quiero retirarme en un lugar lejos de aquí, un lugar tranquilo.

─Después de que te cases, te regalaré una mansión en la costa. Trabajarás en uno de los fuertes.

─El problema es que no quiero casarme ─respondió cortante.

─Sono, Sono… ─Shota suspiró y negó lentamente con su cabeza─. ¿Otra vez con esas? Vas a casarte, lo necesitas. ¿Qué va a ser de ti y tus riquezas si no te casas y no tienes hijos?

─Yo quiero estar con Hiro, no quiero casarme ─aferró el brazo del susodicho como si de un momento a otro fuera a desaparecer─. Así que concédenos la maldita transferencia de puestos.

Shota separó sus manos, alzó los brazos como si le dirigiera una plegaria a los dioses y los dejó caer a sus costados de manera pesada, las palmas chocaron contra los costados de sus muslos─ ¿Cuál es el maldito problema? Te casas con la muchacha, te acuestas con ella, la embarazas y luego pasas el resto de tus días follando con Hiro, hasta que ya no exista el mundo que conocemos. No creo que sea tan difícil. Eres un hombre inteligente, no me falles.

─No lo voy a hacer, búscate a otro que sí quiera ─se puso de pie, con las manos aún sobre el brazo de Hiro y la superficie de la mesa.

─Entonces que Hiro se case con ella. Tiene que haber una boda, ese es el problema a resolver. Su padre tiene la dote lista, su madre ha mandado a hacer el vestido, tiene familiares que están a punto de llegar desde tierras lejanas. Así que uno de los presentes en éste maldito cuarto tiene que casarse con ella. Yo ya estoy casado, Adam es un esclavo, sólo quedan ustedes dos ─debido a lo tenso que se encontraba, bebió un sorbo de vino.

─¡Estás loco! ─explotó Sono─. No voy a permitir semejante aberración. O nos transfieres o…

─¿O qué vas a hacer?

─O me marcho de aquí. Renuncio.

─Yo creo que el que se ha vuelto loco aquí, eres tú. ¿Qué diablos estás diciendo, Sono? ─lo miró entre incrédulo y furioso─. Si desertaras, enviaría a todo el ejército en busca de tu cabeza y la del chico ─señaló a Hiro con su cabeza─, así que más vale que no se te ocurra hacer algo así.

─Inténtalo. En cuanto me busques, no me encontrarás ─miró a Hiro─. Levántate, nos vamos.

─No te condenes a la desgracia, Sono ─le advirtió. En su voz se notaba toda la rabia contenida, a punto de explotar como un cañón─. En cuanto abandones el ejército estarás muerto.

─La conversación acaba aquí ─respondió resentido─. Que tengas un buen día.

Shota lo siguió con sus oscuros ojos durante todo el camino hacia la salida. Una vez que Sono dio dos vueltas a la llave, abrió la puerta y se retiró con Hiro, se dejó resbalar sobre la silla. Enseguida se frotó los lagrimales con energía, sintió los brazos de Adam alrededor de su cuello, sus cálidos besos en la mejilla derecha, en el lóbulo de su oreja, sobre su oído.

─Estoy rodeado de muchachos rebeldes que me colman la paciencia ─pronunció cada palabra con un cansancio infinito. Los suaves labios de Adam le rozaron el cuello.

─Debes ser paciente. Los buenos líderes son pacientes y comprensivos ─buscó sus labios, los besó con el mismo ritmo tranquilo─. ¿Quieres más vino?

─No, prefiero un té. Ve por la tetera y dos tazas, desayunaremos como es debido ─le dio un par de palmadas en el trasero, luego de otro beso lo siguió con la mirada en todo su recorrido hacia la puerta. Al quedarse solo, apoyó los codos en la mesa, se pasó una mano por los azabaches cabellos. En su mente comenzó a idear un plan alternativo, pues no sabía qué tan en serio hablaba Sono. Esa idea incluía a Aki, el maldito mocoso.

Notas finales:

Holi ouo/ ¿Cómo los trata la vida?~

Aquí vengo a dejarles un capi recién salidito del horno uwu~

Espero que les haya gustado owo

 

Tengo que decirles que... estoy enamorada de Ryoga (???)
Y por eso va a sobrevivir (???)

¿Ya vieron el nuevo PV de Nocturnal Boodlust? owo 
Se los dejo por si acaso aún no:

https://www.youtube.com/watch?v=sggWU0M4Mao&feature=youtu.be

Hiro tetón u//u papi chulo.

 

Nos estamos leyendo en el próximo capi ouo/ se la cuidan(?)
Besines u3u/~


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