Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Valiente. por Maira

[Reviews - 31]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Desde el primer momento supo que no estaba en lo correcto, sin embargo lo hizo. No permitiría que nada ni nadie interrumpiera sus planes hasta que todo alcanzara su extremo final, incluso si eso implicaba su propia destrucción. ¿Cómo había llegado a tomar esa decisión? Volver a tener frente a sí al muchacho lo había vuelto loco, le había demostrado que el paso de su propio tiempo no valía nada en absoluto. ¿Qué sentido tenía su existencia si sólo se limitaba a ejecutar un par de trucos que le gustaban? Todo lo que había dado por sentado se derrumbó con tan sólo una mirada. Supo que él era el verdadero demonio de la pierna de hierro, pero con un corazón tan blando como la cera expuesta al fuego. Hiro era esa pequeña llama que había añorado con tanto fervor, lo había raptado en un acto tan egoísta como desesperado.

Había procurado ocultarlo bien, nadie lo encontraría. El muchacho era sólo suyo y lo atesoraría durante todo el tiempo que pudiera. Tanto si era castigado como perdonado por cada una de sus faltas cometidas, él siempre llevaría consigo una parte importante de su alma.
Aunque estuvieran condenados a permanecer distanciados el uno del otro, a pesar de las consecuencias que el gobernante del infierno tuviera preparadas para él, jamás se separarían; porque la lejanía ya no significaba nada.
El menor era su joya más preciada, el fuego que le daba un sentido y una forma a ese cuarto oscuro que creía imposible de explorar en los confines más remotos de su corazón. En la plenitud de su universo, lo conformaba todo. En su interior, aquel nocturno cielo estrellado que más de una vez había creído eterno, sería bendecido por el único amanecer incapaz de dañar su sobrenatural cuerpo. Las lejanas y solitarias estrellas, frías e inertes, desaparecerían una a una hasta ya no dejar huella. Podría avistar colores y formas que jamás había contemplado. Mientras el sol se elevara las sombras mutarían hasta que en su punto más alto, fueran imposibles de apreciar. Eclipsado por las diversas sensaciones lo olvidaría todo, hasta el hecho de que tarde o temprano, el calor sería imposible de soportar. Las llamas surgirían y trazarían un perfecto círculo sin escapatoria alguna, porque en el fondo, él sabía que el amor conformaba un arma de doble filo. Por esa razón siempre lo había evitado; aunque de esa manera, luego de esquivarlo tantas veces, por fin lo había atrapado entre sus redes.  
El ardiente círculo se estrecharía, le lamería las ropas sin que pudiera hacer nada por evitarlo. Por último, como las estrellas que habían velado por él durante tanto tiempo, algún día también desaparecería.

Se mantuvo en su posición, sin mover un músculo y con la vista fija en el horizonte. Aquellas eran las tierras que de antaño, en sus tiempos de general, había conquistado. Los recuerdos fluían inevitablemente. En esos momentos suprimía su energía para evitar que Kamijo lo encontrara, pues el demonio parecía ser especialmente sensible a la misma, razón por la cual podía localizarlo con facilidad.
Después de asimilar sus lecciones, Masashi sabía que su presencia brillaba como una luz en medio de la absoluta oscuridad. Era sencillo ser visto por cualquiera de su especie. Antes de abandonar aquel lugar la liberaría y desparecería, se trasladaría hacia otra ubicación, de esa manera lograría despistarlo. Si lo atrapaba, estaba perdido.
Entrecerró sus ojos al sentir el aire rozar su cara, sopesó que una caída semejante destrozaría a un ser humano, sin embargo él se dispuso a trepar un poco más por los relieves de las rocas que la gran montaña poseía. Al llegar al siguiente descanso natural, se sentó y volvió a mirar hacia abajo. Movió su único pie de manera distraída, trazó un par de círculos en el aire con el mismo. En ese preciso instante alguien posó las manos sobre cada uno de sus robustos hombros.

─¿Creías que podías burlarme? Olvidaste ocultar parcialmente tus pensamientos, te dejaste llevar por la belleza del paisaje ─a pesar de estar furioso, Kamijo lograba controlar su voz de una forma admirable. Cerró sus dedos en torno a los hombros ajenos con fuerza, hasta que los mismos crujieron.

─Hm, supongamos que te dejo ganar esta vez ─murmuró, tranquilo.

─¿Dónde está? No puedes esconderlo por siempre. Si no nos lo entregas, la pena por lo que has hecho será mayor. Hoy no tengo paciencia para lidiar contigo, te has pasado de los límites. Tsunehito está furioso.

─No es nada nuevo ─rodó la vista unos instantes, pues estaba harto de las amenazas de ese tipo. En esos instantes estaba más ocupado en enmascarar sus pensamientos para que Kamijo no diera con el lugar que intentaba acudir una y otra vez a su mente, aquel dónde Hiro yacía, que en las palabras que decía─. ¿Qué tanto empeorará mi situación si no te digo nada? ¿Por qué no pueden hallarlo por sus propios medios? ─sin siquiera desearlo soltó una leve risa despectiva. Fue lo más parecido a un acto reflejo que experimentó en toda su vida. Al parecer a Kamijo no le hizo mucha gracia ese gesto, le apretó los hombros con tanta fuerza que le hundió los dedos en la carne y le hizo soltar un quejido.

─Me obligas a hacerte daño. Odio esa maldita forma de ser que tienes. Quiero terminar rápido con todo el asunto, te he soportado durante más tiempo del que merecías. Bajo mi tutela has hecho cosas terribles, cosas prohibidas. No creas que no sé lo que te propones hacer ahora… no voy a permitirlo. No hasta que cubras la cuota que debes.

─Eso no es justo.

─¿Y qué es justo en el mundo de los humanos que al parecer tanto te fascina? Dímelo… ─hizo una pausa repentina en la que sus ojos se abrieron gradualmente. Más tarde le soltó los hombros y retrocedió un paso, justo al tiempo que una pequeña sacudida le recorrió el cuerpo─. Continuaremos con la conversación más tarde, me surgió algo repentino. Por el momento agradece la suerte que has tenido ─acompañada de sus palabras, una inevitable expresión de ira se hizo con sus facciones angelicales durante escasos segundos, hasta que al fin pudo controlar sus emociones. No comprendía por qué en esos precisos instantes necesitaban de su ayuda, por qué las cosas se daban de manera tan perfecta para el pelinegro. Por primera vez en su larga existencia, decidió hacer algo que siempre había deseado: alzó su pie hasta el espacio entre los omóplatos del más alto, lo posó rápidamente allí y de un empujón lo mandó a volar por los aires. Tsunehito se reiría a carcajadas, pensó mientras se esfumaba, lo más probable era que más tarde recibiera una felicitación de su parte.

Masashi cayó al vacío, alterado al no esperar aquello y pensó rápido en la solución más factible. Si impactaba contra el suelo se haría trizas los huesos, la energía que tendría que invertir en sanar lo dejaría agotado. No iba a desperdiciar sus energías en el momento que más las necesitaba. Fue entonces que decidió dejarse caer, se mantuvo lo más sereno posible a la vez que prestó atención al suelo bajo su cuerpo, el viento le agitó los cabellos con violencia y le azotó el rostro. Se concentró con los ojos entrecerrados en un punto del suelo, específicamente en una zona bastante llana, allí mismo abrió un gran portal y aterrizó en alguna dimensión al azar. Flotó en la nada, a punto de soltar un suspiro de alivio que se le quedó atorado en la garganta. Se había salvado por poco.

 

Poco antes del mediodía ordenó a los hombres que se formaran. Los dividió en filas, de manera que se ubicaran alternados y la defensa fuera impenetrable. Aun así envió a un numeroso grupo de guerreros a esconderse entre los médanos, les impartió a los líderes correspondientes la orden de atacar de manera que pudieran rodear al enemigo desde todos los puntos cardinales. Estaba dispuesto a zanjar el asunto, cortar el problema de raíz. El desierto no merecía recibir en sus entrañas la sangre de más corruptos.

Hakuei recorrió las filas, seguido de cerca por Leoneil, que no dejaba de escrutar el horizonte. De vez en cuando el pelilargo impartía órdenes a algún hombre perteneciente a su tribu que se acercaba en su busca, pero no apartaba sus manos ni de su arma amarrada al cinturón de cuero, ni de la cintura o la muñeca del más alto. Ninguno de los dos estaba dispuesto a separarse durante los disturbios, no necesitaban palabras para hacerle entender al otro que siempre cuidarían sus espaldas.

Miko se ubicó junto a su padre, sujetaba las riendas de Shaday en su mano izquierda, mientras que a la derecha la mantenía posada en su cintura. Sus ojos escrutaron inquietos los alrededores, pues desde hacía aproximadamente una hora no veía a Omi. La muchacha le había dicho que en pocos momentos regresaba cuando uno de sus hermanos se la llevó consigo, sin embargo no volvió a verla y el hecho de no tenerla a su lado la impacientaba. Se dejó tomar la mano libre por su padre, a quien le hacía mucha gracia el compañero tan singular que tenía. Dejó escapar un suspiro y ya sin poder soportarlo, apretó un poco la mano áspera de Anzi.

─¿Debería ir a buscarla? Ha pasado mucho tiempo, puede que le haya sucedido algo.

─Hm, no. Tal vez Ryoga se metió en un aprieto y ella lo está solucionando, ya sabes cómo es… ─intentó tranquilizarla, aunque él se los imaginaba dando un paseo tranquilamente por el mercado cercano al burdel. Lo más probable era que Ryoga hubiera deseado mantener una charla con alguien. Negó con su cabeza. A pesar de pelear a diario, ese par se querían mucho.

─Podría ir en su busca, tal vez se hayan perdido ─insistió ella. En esos momentos Kazuki y Manabu se acercaron y ella los miró de manera alternada─. ¿Ustedes saben dónde se encuentra Omi?

─En la herrería, con Ryoga. Están ajustando los últimos detalles del nuevo sable. Él quiere que lo estrene hoy ─Manabu se encogió de hombros─. ¿Jamás vas a cubrirte, cierto? Mira, andas con los pechos medio al aire.

─¡No le mires los pechos a mi hija! ─protestó Anzi.

─Está medio desnuda, es imposible no mirarlos…

─¡He dicho que no me voy a cubrir! Todas las prendas que llevo puestas son suficientes para esconder lo necesario, además necesito libertad en los brazos.

─Oigan… ─les interrumpió Kazuki con la mirada fija en el horizonte. En la fina línea que separaba el cielo de la arena, apareció una larga fila de siluetas borrosas. Estaba seguro de que se trataba del enemigo─. ¿Dónde están Ryuu, Mao y Kei? Va a ser mejor que se alejen de aquí… Omi y Ryoga… ¡Omi! ¡Se encuentran como a uno o dos kilómetros de aquí!

─Mantén la calma, Kazuki ─refunfuñó Manabu y luchó durante largos momentos por mantener su posición entre el repentino disturbio que se había armado, pues todos los que aún se encontraban sin formarse corrían a sus puestos y lo empujaban o lo arrastraban accidentalmente─. Aún están lejos, pasará un largo tiempo hasta que lleguen aquí.

─Supongamos que lleguen en un tiempo considerable, sí ─volvió a mirar alrededores─. De todas maneras quiero que Kei esté lejos de la batalla.

─Kei se puede cuidar solo ─acotó Anzi─. Además, necesitará atender a los heridos. ¿No has visto las tiendas de los doctores por allí?

─¿Eh? Pero es peligroso, además no debería esforzarse demasiado… ─Kazuki calló repentinamente ante el beso que Manabu le depositó en los labios.

─Vamos a buscar un buen lugar ─sin decir una sola palabra más, Manabu tomó a Kazuki por una de las manos y lo arrastró lejos de Anzi y Miko. Kazuki les hizo un gesto de despedida, luego desde una distancia prudente les pidió que se cuidaran.

─¿Desde cuándo están juntos esos dos? ─preguntó Anzi más para sí mismo que para la muchacha.

Miko volvió su cabeza hacia él de manera curiosa, luego se concentró en las filas que avanzaban hacia ellos desde el horizonte─ Sube ─dijo a modo de respuesta─, dos son mejores que uno para cortar cabezas ─y una vez sus palabras fueron pronunciadas, instantáneamente subió al lomo de su camello. Esperó un largo tiempo a que Anzi lo lograra, pues el mayor no estaba acostumbrado a montar un animal tan alto. Ella sonrió satisfecha cuando su padre se ubicó detrás de la joroba del animal y le sujetó la cintura─. No te sueltes, vamos a recorrer las filas. Ya verás lo fantástico que se siente, Shaday corre como el viento.

─Estoy un poco viejo para estas cosas, hija ─de todas maneras procuró sujetarse fuerte con las piernas al lomo del animal, caer ante semejante cantidad de guerreros sería humillante. Si tan sólo hubiera tenido unos años menos y no tantos dolores en su brazo, pensó, habría podido disfrutar más de las pequeñas y bonitas locuras de Miko.
A pesar de la situación, dedicó los siguientes momentos a gozar de la compañía de su hija. Su voz melodiosa, muy parecida a la de su madre, representaba un sonido reconfortante para sus oídos. El cabello que ella llevaba recogido en una cola de caballo le hacía cosquillas en el rostro, su aroma era exquisito. Desde el primer momento que la había visto, pensó en que era muy parecida a su madre; pero definitivamente se enamoró de ella al notar que reflejaba sus rasgos más característicos, era una muchacha animada, atrevida, valiente, no le preocupaba demasiado el peligro. El amor que le entregaba como hija lo hacía actuar como un idiota, poco le importaba, así estaba bien. Había sentido la necesidad de ser padre durante mucho tiempo. Conquistar el corazón de Hakuei sería una tarea ardua, entretanto tuviera a Miko consigo, podría refugiarse en todo lo que ella le otorgara.

Los adoraba a ambos, quería pasar hasta el último día de su vida con ellos y verlos madurar, cumplir con todas sus metas, disfrutar de la vida como hasta ese momento lo hacían. Cuidaría de ellos siempre, por qué no también de sus futuros nietos. Más que nunca deseaba vivir para presenciar todo lo que le esperaba, también para observar cómo continuaba el curso de la vida de los muchachos que había heredado del último amor de su vida.
Una vez que llegaron al extremo Este de las filas, comenzaron a rodear el grupo al que fueron integrándose aún más hombres. Él saludó a Ryo, ubicado junto a Mizuki, ambos seguían a Leoneil. En esos momentos el pelilargo vociferaba órdenes a los miembros de su tribu.

Ryo recibió una reprenda por parte de Leoneil, se quejó y con una sonrisa leve pidió que al menos le permitieran saludar a sus amigos. El golpe que el pelilargo intentó darle y él esquivó le hizo soltar una carcajada.

─Deja de jugar, anciano. ¿No ves que estamos a punto de pelear? ─Mizuki lo reprendió a su vez. Estaba muy nervioso, tenía miedo de que todo marchara mal, pues los jefes de las tribus confiaban demasiado en obtener la victoria.

─Ah, es sólo una batalla. Relájate, muchacho ─respondió a cambio y se colocó ambas manos sobre la cintura. Giró su cuerpo hacia ambos lados en busca de observar todos los flancos, sin prestar atención alguna a las palabras que Leoneil les decía a todos─. No he visto a tu enamorado por aquí…

─No es mi enamorado, sólo cree que lo está porque me ha visto durante la noche cuando seguramente estaba borracho ─Mizuki ya comenzaba a impacientarse debido al semblante tranquilo del anciano, lo más probable era que terminara por arrojarle su buen puñado de arena al rostro.

─Mhh… pero si eres guapo, muchacho. Cualquiera se enamoraría de ti con tal sólo verte ─esquivó a tiempo el puñado de arena por parte de Mizuki, se carcajeó al notar sus mejillas rojas.

─¡Silencio, anciano idiota! ─masculló, luego aprovechó la escasa distancia y le golpeó las costillas con el codo. Una pequeña risa se le quiso escapar al escuchar el quejido del contrario sumado a la manera en la que Leoneil se giró a verlos, pero la reprimió en el momento justo.

Avanzaron alrededor de medio kilómetro a través de la arena, lo suficiente como para ubicarse en la mejor posición. Rodeados de médanos, se encontraban listos para atacar en cuanto el enemigo llegara. Aproximadamente media hora antes de comenzar a luchar los jefes se reunieron al frente. Todos se hidrataron bien, muchos de ellos se ajustaron fuertemente las armas al cinturón, otros elevaron sus plegarias a los dioses. Hakuei pidió su caballo y se ubicó al frente, junto a los demás jefes. Esperó paciente, en silencio a que el numeroso grupo de rebeldes se plantara frente a ellos con unos pocos kilómetros de por medio; aunque debía admitir que le sorprendió notar que algunos de ellos iban montados a lomos de un caballo. Nada los detendría ese día, nadie lograría quedarse con sus tierras. Mantuvo su mano en alto al momento en que, luego de unas palabras de un par de jefes, los rebeldes comenzaron a avanzar hacia ellos. Esperar, ahorrar energías, esa era la clave. Como siempre, cuándo se encontraban a unos pocos metros de sus narices, dio la orden de atacar. El cabello de Leoneil le acarició el rostro al avanzar al galope.

Fue una lucha encarnizada, todos hicieron uso de las fuerzas que poseían. Desde lo alto de su camello, Miko se abrió camino al cortar cabezas o manos. Anzi no se quedó atrás, hizo lo propio y cubrió el lado más vulnerable a la vez que se tomó sólo con una mano a la cintura de su hija. De vez en cuando ella le daba instrucciones precisas, él las cumplía al pie de la letra sin rechistar. Al bajarse al final de su camino, dejaron ir al animal mediante un par de palmadas en los cuartos traseros. Al mayor le resultó admirable la estrategia de lucha de todos esos hombres, observó de tanto en tanto cómo los guerreros escondidos detrás los médanos aparecían, rodeaban el enorme grupo. A lo lejos, el sonido de algo parecido a un cuerno retumbó entre los numerosos e infinitos gritos de guerra. El sonido de las armas entrechocar unas contra otras se le hacía tan familiar que apenas los escuchaba.

─Deberíamos cubrir el lado izquierdo ─gritó ella en medio del tumulto, a la par se deshizo de un rebelde─, aún quedan muchos allí. Han roto la organización de la defensa.

Anzi asintió en silencio, sin permitir que su hija fuera quien los guiara, comenzó a abrirse camino y la ubicó a sus espaldas. De vez en cuando la escuchaba dar golpes con su hoz, el sonido de la cadena era ahogado por el de los masculinos gritos o los gruñidos alrededor. Llegaron a tiempo a deshacerse de cada enemigo y así devolverle la ventaja a los suyos. Luego continuaron su camino en busca de ayudar a los heridos, remataron a todo oportunista que buscó aprovecharse de la situación.

Al otro extremo del campo de batalla, Ryo y Mizuki luchaban hombro con hombro. A Mizuki le fascinaba la capacidad que el mayor tenía para deshacerse del enemigo rápidamente. Él, en cambio, siempre intentaba cortarles la cabeza. Dos estilos de lucha diferentes, pero que se complementaban de manera que nadie podía tocarlos. De vez en cuando Ryo tenía que sacudir las armas que utilizaba, pues la sangre volvía resbaladizo el agarre del mango. La arena a su alrededor absorbía el carmín líquido hasta que se tornaba una laguna imposible de transitar y debían moverse hacia otro sitio seco.

Mizuki se sentía un poco más incómodo de lo normal al ver las sonrisas que de tanto en tanto Ryo le dedicaba, incluso lograba desconcentrarlo un poco. Tal vez el calor le afectara. Le cortó la cabeza de un solo golpe a un tipo tan alto como él y luego enterró el filo en el pecho de otro. Ryo pasó por su lado con una velocidad increíble, se deshizo del atacante a sus espaldas y le dejó un rápido beso en el cuello que le provocó querer golpearlo.

─¡No vuelvas a hacer eso, anciano! ¡La próxima vez te utilizaré a modo de escudo! ─refunfuñó. Ryo no le respondió, sólo se limitó a carcajearse sin dejar de lado su tarea.

Manabu y Kazuki lucharon espalda con espalda, de manera que pudieran cubrirse el uno al otro. El más bajo estaba un poco preocupado, pues Kazuki había recibido una herida en su brazo y por lo poco que había visto, no aparentaba ser un corte superficial. Lo más probable era que le doliera, razón por la cual gradualmente se volvía más lento en todo sus movimientos, podía sentirlo contra su espalda lo suficiente como para saberlo.
No se atrevió a preguntarle si se encontraba bien, no quería ponerlo nervioso. Una vez acabara con todos los malditos rebeldes que intentaban atacarlo, cuidaría mejor de Kazuki. Avanzó un poco en busca de cortar un par de cabezas, con la idea fija en su mente de poder finalizar rápido su propósito, más sus planes se disolvieron cuando escuchó un poderoso quejido por parte del más alto. Enseguida volteó y se sobresaltó, la punta de un sable ensangrentado le asomaba a la altura de la cintura. No tardó más de unos segundos en procesar aquella información, su grito de furia se escuchó a muchos metros a la redonda y se enfrentó a todos los que buscaban hacerles daño.

Kazuki cayó de rodillas a pesar de haber intentado mantenerse en pie, las piernas le habían fallado y pronto también se vio tendido de lado sobre la arena. El dolor era insoportable, el sable enemigo lo había traspasado. Se posó su mano derecha sobre la gran herida en busca de que dejara de sangrar. Estaba jodido, pensó, ese era su fin. Intentó alzar su mano libre hacia Manabu en busca de decirle que ya no importaba, que no se arriesgara por él, entretanto un tipo enorme se acercaba a su cuerpo sin que el más bajo lo viera. ¿Por qué en vez de su voz, a través de su garganta sólo escapaba sangre? Intentó advertirle que él sería el próximo si no se alejaba, entretanto el rebelde alzaba su sable en busca de rematarlo. Cerró sus ojos, al volver a abrirlos se encontró con la conocida figura de Omi frente al tipo que permanecía de rodillas, sin cabeza y grandes chorros rítmicos de sangre emanando a través del cuello.

─¡Maldición! ¡Tenemos que sacarlo de aquí! ¡Tenemos que llevarlo con Kei! ─Ryoga estaba histérico, se dejó caer de rodillas y posó una de sus manos sobre la herida de su hermano─. ¡Se va a morir si no lo llevamos con Kei!

─¡Lo han atravesado! ─gritó Manabu, con toda su furia se deshizo de dos rebeldes a la vez─. ¡Necesitaremos de un favor de los dioses para que sobreviva!

─Deberíamos intentar moverlo lo menos posible… ─comentó Omi─. Yo los cubriré, tómenlo por los tobillos y el torso, despacio ─con su mirada buscó rápidamente la vía más directa y segura, hasta que al fin la encontró. Era muy difícil cuando aún se tenían enemigos cerca dispuestos a atacar.

─¿Cuándo llegaron aquí? ─preguntó Manabu con los ojos llenos de lágrimas. Enfundó su arma rápidamente y tomó los tobillos de Kazuki con las manos temblorosas.

─Eso no importa ─respondió Ryoga. Pasó sus brazos por las axilas de Kazuki y lo levantó del suelo con poco esfuerzo─. Dinos por dónde, hermana ─estaba tan nervioso que dentro de su cabeza la mayoría de sus preocupaciones habían desaparecido. Era una prioridad y una obligación salvar a Kazuki, no soportaría perder a otro de sus hermanos nunca más. En medio de su desesperación, intentó concentrar sus pensamientos en Ryuu, de esa manera evitó tragar duro tantas veces debido al gran camino de sangre que dejaban a medida que avanzaban. Kazuki se moría, lo más probable era que le hubieran destrozado un par de órganos. Intentó que las lágrimas o el sudor no le nublaran la vista. Miles de pensamientos oscuros amenazaron con surgir a la superficie del profundo pozo dónde los había enterrado, en su interior estaba a punto de estallar el caos. Omi avanzaba firme, de vez en cuanto se deshacía de algún rebelde que les estorbaba. Al fin luego de un tiempo que se les hizo eterno, llegaron hasta el desierto abierto. Las tiendas de los médicos se alzaban a medio kilómetro de distancia, pero hacia ellos corrían los tres: Kei, Mao y Ryuutarou. Ryoga agradeció a quién fuera por tener con ellos a semejante muchacho como el último.

─¡Kazuki! ─gritó Kei. Al llegar frente a ellos, enseguida se quitó la bolsa de cuero de los hombros─¡No! ¡No lo recuesten en la arena, podría metérsele en la herida!

─Demasiado tarde, Kei. Estuvo tendido un largo rato allí ─murmuró Manabu al borde del ataque de nervios. Soltó los tobillos de Kazuki y se frotó con fuerza los ojos para evitar que las lágrimas escaparan.

─Maldición… ─susurró Kei al ver de cerca la herida, de todas maneras preparó lo necesario para limpiarla y desinfectarla.

─Kei… ─le llamó Mao al ver que Kazuki se encontraba muy pálido, sabía cuánto le dolía al más bajo no poder hacer nada por él─. Oye, Kei… ─suspiró y se mordió el labio inferior. Tal cual estuviera en su mente, sabía que el menor lo comprendía, pues más de una vez lo habían presenciado: una herida así no podía sanar, mucho menos con semejante cantidad de sangre perdida. Se agachó despacio, le acarició la espalda varias veces a modo de consolarlo.

─No, Mao. Tengo que salvarlo ─dijo a cambio, sin dejar de limpiarle la gran herida─. ¡No puedo dejar que Kazuki se muera! ¡Eso no va a suceder!

Ryuutarou observó la escena por completo perplejo, todos rodeaban a Kazuki quien de vez en cuando sufría una serie de espasmos violentos. La sangre continuaba ensuciando las manos de Kei, el paño que el mismo utilizaba, la arena. Kazuki, su Kazuki se iba y no había nada al alcance de Kei para poder salvarlo. Tenía que actuar rápido. Apartó al muchacho un poco brusco, se situó junto a Mao, agachó su cabeza, por último colocó sus manos sobre la palpitante herida y comenzó a pronunciar sus oraciones. Poco le importaba si dejaba sus energías vitales en aquel acto, aunque jamás su corazón hubiera pertenecido plenamente a él, quería que Kazuki viviera para amar a quién deseara, para continuar cuidando de sus hermanos a los que tanto adoraba. Debía vivir porque se había convertido en un joven adulto sin maldad alguna en su interior, capaz de realizar acciones bondadosas por el simple placer de ver felices a los demás, un ser humano fuerte y excepcional. Siempre lo amaría, hasta el último de sus días.

─Hazte presente de una vez, sal de dónde estés escondido. Préstame tu poder por unos momentos, Kamijo ─pronunció al final de sus oraciones en un volumen tan bajo que nadie pudo escucharlo. Cerró sus ojos durante los momentos en que el mundo le dio vueltas, preparado para que el demonio que había invocado poseyera su cuerpo.

Ryoga ya no pudo soportarlo y se echó a llorar ruidosamente, con los ojos cubiertos por el antebrazo. Sólo paró al sentir curiosidad por el respingo que los demás alrededor de Kazuki dieron, esperó lo peor, incluso se imaginó a su hermano muerto. Volvió a acercarse sin querer ver realmente. En cambio, durante los siguientes momentos se quedó boquiabierto. No podía creer lo que sucedía, aunque tampoco lo comprendía del todo. Sólo sabía que Ryuutarou había hecho uso de alguna de esas cosas que tenía dentro de su cuerpo, que el aspecto de Kazuki poco a poco mejoraba. Sintió unas enormes ganas de abrazarlos a todos, de gritar eufórico, pero sólo se quedó viendo esa misteriosa nube color azulada en torno a la herida de su hermano y las manos de Ryuu. ¿Alguien más la vería? No lo sabía. Sólo estaba al tanto de que Kazuki viviría.
Corrió en busca del pelinegro cuando el mismo se apartó de Kazuki, cayó hacia atrás y comenzó a convulsionar. Lo sujetó por los hombros tal cual Kei le indicó, mientras el menor le mantenía la cabeza de lado para evitar que se ahogara con la espuma y los fluidos que escapaban a través de su boca.

─¿Estará bien? ─preguntó preocupado─. Ugh, nunca lo había visto ponerse tan así…

─Hay que esperar ─repuso Kei en un hilo de voz.

Ambos se dedicaron a escuchar el llanto de Manabu al no querer despegarse de Kazuki, el mismo lo consolaba con palabras suaves. Estaban seguros de que Ryuu lo había sanado por completo y le estaban muy agradecidos. Cuándo las convulsiones del pelinegro cesaron, Ryoga le apartó los cabellos que se le habían pegado a la frente. Kei le tomó el pulso, le limpió el sudor del rostro y la barbilla antes de que todos los fluidos se secaran. Le abrió los párpados, observó los ojos en blanco; tenían un buen color y aspecto. Por último volvió a colocar sus dedos sobre aquel punto en la muñeca para poder sentir los latidos.

─¿Está bien? ─volvió a preguntar Ryoga.

─Sí, sólo está inconsciente. Tiene que descansar ─dichas sus palabras, alzó su vista hacia Kazuki. El muchacho había logrado liberarse de los brazos de Manabu y acercarse a ellos.

─¿Está bien? Ah… le debo mi vida… dime qué puedo hacer por él, Kei.

─Por ahora podrías cargarlo hasta la tienda ─respondió el de rasgos felinos─. Necesita descansar mucho. Está bien, pero su cuerpo ha sido sometido a… no lo sé, realmente. Sólo necesita dormir y comer bien.

La batalla finalizó cuando Hakuei retornó a lomos de su caballo y alzó en lo alto la cabeza del líder absoluto de los rebeldes que mantenía ensartada en el extremo de su lanza dorada, un grito salvaje de su parte acompañó la victoria, con su mano libre hizo un par de gestos a modo de ofrendar al dios guerrero toda la sangre enemiga derramada. Ordenó asesinar a todos los enemigos que aún se mantuvieran de pie, que ni uno solo escapara. Más tarde, luego de golpear con sus talones los costados de su animal y cabalgar de extremo a extremo, con el fin de que todo el mundo se informara acerca del resultado de la batalla, envió a un numeroso grupo de guerreros hacia las tierras rebeldes bajo la estricta orden de que ni un solo niño, mujer, hombre o anciano, quedara con vida. Le entregó la lanza a un líder responsable que Leoneil se encargó de seleccionar, de esa manera anunciarían su autoridad sobre todo el desierto.

Quemar semejante cantidad de cadáveres les tomó a los guerreros de rangos inferiores varios días y noches. Grande fue su sorpresa cuando al finalizar, la tormenta más fuerte presenciada en sus vidas los refrescó. Ante ese hecho, Leoneil enloqueció; sin siquiera importarle entró de sopetón a la habitación donde Ryuu descansaba mientras Kei se encargaba de atenderlo, le quitó las mantas de encima, lo tomó en brazos con facilidad y terminó por llevárselo de allí hacia el exterior.
Adormilado por las infusiones que el menor le suministró, Ryuu se echó a reír casi a carcajadas. Leoneil no dejó de darle besos en el rostro, de decirle palabras que él no comprendía. Los largos cabellos empapados del muchacho se le pegaron al cuello y el pecho.

─Dice que eres el Dios absoluto, que te ama. Luego te regala palabras bonitas, palabras que aparecen en las inscripciones sagradas del templo ─le explicó Hakuei. Curioso por el escándalo que Leoneil y Kei habían armado en los pasillos, fue atraído como abeja a la miel.

─No fue nada, puedo hacer que llueva todas las veces que necesiten ─volvió a reír atontado debido a los numerosos besos recibidos luego de que Hakuei le tradujera sus palabras al mayor.

 

 

─Lo más probable es que mañana mismo volvamos a nuestras tierras ─le explicó paciente─. No podemos conocernos, lo siento. Además… a mí… no… no me gustan los hombres…

─Pero, Mizuki ─Ryoga se mordió el labio inferior─. Por favor, dame una oportunidad. Tal vez si me conocieras, te gustara y…

─Lo siento, Ryoga ─suspiró, comenzaba a colocarse nervioso de nuevo. Bebió de su copa de vino con miel y la dejó sobre la pequeña mesa de la tienda de Ryo. El mayor esperaba afuera por si acaso surgía algún problema.

─No quiero estar con nadie más, eres tan bonito, tan amable…

─Estoy seguro de que con el tiempo se te pasará ─jugó con sus dedos sobre el borde la copa dorada─. Nada es para siempre, ¿Sabes? Mucho menos las personas y sus sentimientos. Aquí conocerás a alguien que te haga olvidar que existo, sólo no debes ser tan terco.

─Eres muy duro conmigo… me rompes el corazón.

─Lo siento, pero las cosas son así ─volvió a beber un par de sorbos.

─Sí, ya lo sabes. Ahora vete de mi tienda, muchacho. No quiero tener que echarte con mi mano y mis tres dedos restantes ─comentó Ryo al asomarse a la entrada de la tienda.

Ryoga miró fijo a Mizuki, estaba seguro de que nada de eso sucedería. La imagen del muchacho le quemaba el pecho, era amor. No obstante decidió colocarse de pie, despedirse mediante un par de palabras, abandonar la tienda por las buenas. Vagó por los pasillos de tiendas levemente iluminados, con los ánimos fatales. Hasta que al fin sin saber cómo, llegó hasta el desierto abierto. Al mirar sobre su hombro pudo avistar el gran edificio que conformaba el burdel, sin percatarse había caminado demasiado. A su alrededor las pequeñas tiendas iluminadas conformaban un espectáculo precioso, por un momento sonrió leve. Se frotó los ojos, le ardían por haber llorado tanto. Luego se mantuvo un largo tiempo de pie en medio de la nada, con los ojos cubiertos por el antebrazo e intentando alejar los malos pensamientos de su mente, su propia piel cálida contra los párpados hinchados lo reconfortaba. Sólo volteó al sentir una mano cálida sobre su hombro, frunció apenas el entrecejo.

─Ya sé que debería descansar, pero estoy harto de estar recostado. Quería verte, te seguí ─dijo Ryuu antes de que pudiera pronunciar palabra alguna para regañarlo─. No llores por él, no vale la pena. Encontrarás a alguien más adecuado.

─A mí me gusta él aunque ni siquiera lo conozca ─refunfuñó Ryoga antes de emprender de nuevo la marcha─. ¿Lo viste? Es hermoso, tiene una actitud muy bonita…

─Hay muchos chicos como él, sólo tienes que buscarlos ─respondió el más alto a punto de soltar una risa. Los problemas amorosos de Ryoga siempre se le hacían chistosos─. Ya verás que con el tiempo encontrarás a alguien mejor. Necesitas de una persona con tantas energías como tú, alguien que no se agote fácilmente. Alguien que te soporte ─bromeó.

─¡Oye! No digas eso… ─se revolvió un poco el cabello, por último se echó a reír. Al volver sus ojos al frente divisó una figura oscura de pie en medio de la nada. En un primer momento no le prestó demasiada atención, pues podría tratarse de alguien que estuviera dando un paseo como ellos. El problema se encontró cuando Ryuu le pidió que volvieran, fue un deseo tan repentino que inevitablemente despertó su curiosidad─. ¿Es una cosa? ¿Por eso quieres que volvamos? Nunca he visto una de cerca, por favor ─a pesar de las advertencias nerviosas del más alto e incluso de los jalones que el mismo le dio por las ropas, él avanzó. A una distancia prudente, al ver el rostro del hombre, el largo cabello, la nívea piel brillar a la luz de la luna, creyó que estaba alucinando. Ignoró por completo los gritos furiosos de Ryuu, se soltó bruscamente de su agarre en la muñeca, los ojos se le llenaron de lágrimas ya que no podía creer lo que veía─. ¡Hiro! ─exclamó entre perplejo y emocionado, creyó que en cualquier momento iba a desmayarse. Frente a sí tenía a su hermano, aquel al que había creído perdido o muerto durante tantos años. Corrió hacia él los últimos metros que restaban, hasta que Ryuutarou lo detuvo haciendo todos los esfuerzos posibles. En esos momentos se percató de algo extraño, algo que estaba fuera de lugar. ¿Qué sería ese curioso velo dorado que rodeaba a Hiro? Sintió ganas de abrazar a su hermano, de decirle que lo quería, necesitaba llevarlo con los demás. Estiró sus brazos al notar que Hiro le invitaba a abrazarlo con esa expresión tan bondadosa que siempre lo había caracterizado. Pudo ver las lágrimas rodar por sus mejillas. Era Hiro, en verdad era Hiro.

─¡No, Ryoga! ¡Nos tenemos que ir! ¡No es lo que parece! ¡Ya no es el Hiro que solías conocer! ─

─¡¿Qué estás diciendo?! ¡Es Hiro! ¡¿Acaso no lo ves?! ¡Suéltame! ─no comprendía por qué Ryuu actuaba de manera tan egoísta en un momento así, el corazón amenazaba con salírsele del pecho debido a la felicidad que sentía. Intentó soltarse, aun así el mayor lo jaló fuerte hacia él.

─Vete, Hiro. Lo siento, pero a él no puedes tomarlo. Vete a buscar presas a otra parte… lamento lo que te ha sucedido, no puedo ayudarte… adiós ─enseguida le dio la espalda, jaló a Ryoga con las pocas fuerzas que le quedaban y se lo llevó lejos de allí, mientras el menor no dejaba de gritar, maldecir o llorar para que volvieran. 

─¿Por qué hiciste eso, Ryuu? ¿Fue por eso dorado que lo rodeaba? ¿No era la luz de la luna? ¿Hiro es un fantasma? ¿Murió? ─preguntó al cabo de un cuarto de hora. Ya se había calmado un poco, miró extrañado al más alto cuando volteó a verlo.

─¿Acaso viste su aura? ¿Cómo es posible? ─preguntó más para sí mismo que para el menor─. Bueno, no importa. No le digas a nadie lo que acaba de suceder.

─¿Por qué? ¿También soy alguien raro como tú? Yo… vi eso azul cuando salvaste a Kazuki… ─agregó con un poco de miedo.

El mayor reanudó la marcha en silencio, sus dedos permanecieron entrelazados con los de Ryoga e incluso balanceó un poco sus manos. Al final miró hacia el cielo, apretujó un poco la mano ajena y entreabrió los labios─ Puede que tengas la capacidad de ver demonios, Ryoga. Tal vez no lo supiste hasta que no viste un par… ¿Cuándo eras pequeño y los utilizaba frente a ti, también veías cosas extrañas?

─Bueno ─reflexionó un poco─, creo que sentía cosas extrañas. Pero nunca había visto algo tan intenso… ─hizo un silencio corto─. ¿Hiro es un demonio?

─Sí, lo es. No se lo digas a nadie.

─Entonces… ¿Siempre fue un demonio y no nos lo dijiste?

─¡Oh, no! Claro que no. No tengo muy claro cómo uno se convierte en demonio, pero puede suceder. Sin importar quién haya sido en vida, puede hacerlo. A partir de ese momento consume vidas humanas. Me diste un buen susto, tonto.

─¿Hiro quería comerme?

─Al parecer sí. Nunca más vuelvas a hacer oídos sordos a mis advertencias.

 

Decidió que el momento final había llegado. Procuró alejar a Hiro del asunto, lo liberó con un último beso en contra de su voluntad y se encaminó hacia el lugar a paso humano. Sabía lo que le esperaba después de llevar a cabo su cometido, poco le importaba. Lo más probable era que Tsunehito también lo hubiera deseado ya que no lo detuvo.

Aquella era su última noche en el mundo, al igual que la de su víctima. A partir del momento en que absorbiera su alma, se sumiría en la más profunda oscuridad, desaparecería. Eternamente flotaría en el Mar de la Noche sin un cuerpo físico, sin siquiera una forma espiritual. Atravesó el arco de la puerta principal del burdel, al instante sintió la energía que el alma de Anzi desprendía entre aquella inmensa red de almas. Se dirigió al piso más alto a través de las escaleras y se deleitó con el eco de sus pasos.

Qué fácil era hacerse pasar por un humano, podrían haber transcurrido cientos de años así. Sin embargo ya no lo deseaba. Su venganza culminaría al obtener esa vida, la de Anzi el Traidor. A cada escalón lo sintió como un reloj que marcaba el tiempo a la inversa, hacia la condena y el pasado, en vez de hacia el futuro.
Procuró que nadie lo reconociera, no quería que sus planes se vieran frustrados. Se dejó guiar por aquel resplandor en medio de la oscuridad, recorrió el pasillo del piso más alto hasta que al fin dio con la habitación a oscuras. Dentro, el hombre dormía plácidamente. La energía de su poderosa alma latía sin cesar.

Se inclinó sobre él y lo observó de cerca, no había cambiado demasiado. Luego muy despacio se sentó al borde de las mantas, en el límite de la alfombra sobre la que descansaba. Con facilidad podría haberle roto el cuello, le habría arrancado la cabeza o destrozado el pecho de un golpe, pero no lo hizo. A un hombre como Anzi no podría esperarle una muerte tan sencilla.
Despacio acercó la mano a su cuello, cerró los dedos en torno al mismo hasta que las arterias latieron deliciosamente. La tentación era enorme, al igual que el abanico de ideas que se desplegaba en su mente. Si en ese entonces hubiera poseído las fuerzas bestiales que en esos momentos, todo hubiera sido más sencillo. Pensó en todo lo que Anzi le había hecho, la ira se acumuló en su interior hasta rebalsar, justo lo que necesitaba.

Anzi abrió los ojos, se removió despacio. Aún no comprendía lo que sucedía. Miwa aprovechó el momento de confusión, posó los labios sobre los suyos y absorbió sólo un poco de su energía vital. Disfrutó de la lucha que el contrario le otorgó, sabía que se resistiría de esa manera. Recibió sus golpes sin que le afectaran, él le dio unos cuantos, lo revolcó contra los cojines, el suelo, las paredes. Para evitar que los escucharan alteró un poco el ambiente, otro truco sencillo y útil que aprendió de Kamijo.
Era como luchar con un cachorro, tan sencillo que cuándo por fin se aburriera, lo remataría. Esperó a que Anzi agotara todas sus fuerzas, partió sus sables al medio de un golpe. Amenazó más de una vez con arrojarlo por la ventana y se deleitó con su desesperación. Sí, más. Necesitaba mucho más. Durante unos momentos pensó en transformarlo, aunque el simple hecho de pensar que él continuaría vagando por el mundo hasta mucho tiempo después de que él desapareciera, lo hizo desistir de la idea.
Transcurrió bastante tiempo hasta estar seguro de que era el momento indicado. Entonces volvió a unir los felinos labios a los suyos, absorbió sus energías, su desesperación, su miedo, todo. Anzi no quería morir, lo supo al verlo en lo profundo de su alma. El cuerpo del más bajo se sacudió varias veces, las manos dejaron de luchar, los ojos se le pusieron en blanco. Sólo lo soltó cuando estuvo seguro de que estaba muerto y lo arrojó sobre las revueltas mantas sin delicadeza alguna. El cadáver se asemejaba a una grotesca muñeca desarticulada.

El silencio reinó en la habitación, sólo quedaba esperar. Podría haber huido, podría haberse escondido en alguna otra dimensión. No podía creer que todo había terminado, jamás se había sentido tan satisfecho.
Mientras observaba elevarse la pequeña esfera luminosa que conformaba su alma y estiraba sus brazos para poder rodearla con las manos, la cruel risa de Tsunehito hizo eco no sólo entre las paredes de la habitación, sino también en el interior de su cabeza. La tomó, la absorbió con dificultad, un par de delicadas manos surgieron desde atrás y le acariciaron el pecho. Lo sabía, todo el tiempo lo había supuesto: el gobernante del infierno había estado buscando los motivos necesarios para condenarlo, incluso estaba seguro de que había manipulado su voluntad.

Al siguiente instante se encontró en un lugar repleto de llamas; uno muy familiar, el volumen de la risa subió hasta aturdirlo. Luego todo se volvió gradualmente oscuro, un último eco lo acompañó hacia la eterna perdición. 

Notas finales:

Buenas ouo/~
¿Qué tal los trata la vida?

Vengo aquí a publicar el último capi de este fic ;u; -se emociona(?)-

Espero que les haya gustado el final. Si no les gustó, son libres de tirarme verduras podridas en la puerta de mi casa (?

¿Qué decir al respecto? Me da muchísima tristeza, carajo xD es una sensación bien extraña eso de querer terminarlo y la vez no.

Quiero agradecer a todas las personas que siguieron mi historia hasta el final, a las que me comentaron, las que me recomendaron, a las que siguen las otras historias que he dejado antes. No escribo sólo para mí, sino también para todos ustedes. Me alegra muchísimo saber que tantas personas la han leído y al parecer les ha gustado, pues es la idea. Y que gracias a esta historia, haya conocido a varias personas nuevas super agradables.

Me quedaron muchas cosas en el tintero, jamás había escrito un fic tan largo. Después de 395 páginas de Word en letra pequeñita para ahorrar espacio, después de siete meses, después de tanto darle vueltas a los párrafos, las ideas, el qué poner o no, tengo que decir que he quedado satisfecha con la historia.

Les voy a poner unas cosas que iban a suceder y al final decidí no ponerlas xD porque se merece este apartado, es entretenido:

1)  En primer lugar, Zin no iba a ser un salvaje. Iba a tener el puesto de Yusuke(?), pero al final decidí que sería más interesante que fuera un salvaje idiota que ni llorara por nada fuerte que le sucediera(?

2) Anzi no iba a ser Anzi. El lugar de Anzi lo iba a tomar algún otro hombre, pero al final a falta de señores que me gustaran para ese rol, lo dejé a él.

3) Yasunori no iba a morir, iba a adoptar a Kei c:

4) En algún momento de la historia, pensé en convertir a Atsushi en demonio.

5) El hijo de Tora iba a ser Toya de Gotcharocka, pero luego encontré que no se ajustaba a lo que necesitaba.

6) Hakuei se iba a mamasear a Kei durante un episodio de invasión de tierras –cejas-


7) Ryuu y Kazu se iban a quedar juntos porque a Manabu lo iba a prender fuego el Aki loquito. Pero no, Nabu es de Kazu-chu eoe

8) Ryo iba a salir con Mizu desde que fuera pequeño <3 porque el destino de él estaba premeditado desde un principio(?)

9) Adam y Shota no iban a existir, pero ya ven (?

10) El Señor del infierno iba a ser otro señor uwu pero Tsune me gusta mucho, prr.

11) Hiro no se iba a separar nunca de los demás, iba a estar con Ryoga luego de que perdieran a sus respectivos amores.

12) Otogi iba a vivir xDDD de hecho, iba a conocer a un peque que le quitara casi toda la locura.

13) Asagi iba a tener el lugar de Kamijo uwu

14) Miko iba a tener Complejo de Electra.

15) Leoneil y Hakuei iban a 1313ar desde que el último fuera niño, pero luego la idea me perturbó.

16) A Ryo le iba a faltar una mano entera.

17) El hijo de Tora iba a ser violador en serie.

18) Hakuei iba a tener una serpiente como mascota, la llevaría sobre los hombros la mayor parte del tiempo. Jamás sucedió.

19) Omi se iba a hacer pirata <3 e iba a tener su propio hilo de historia con el pirata Mikaru.

20) En algún momento pensé en que Ryoga podría ser sidoso (?

21) Mao no iba a existir.

22) Jamás le puse un nombre certero a las tierras del centro de ese continente donde vivía Masashi Uu

 

Bueno ouo~ nos estaremos viendo en un par de semanas en las que seguramente elabore algún one-shot antes de empezar un nuevo fic. Aún no tengo bien decidido si voy a continuar el fic de zombies que dejé en la primera parte cerrada o si voy a escribir otro con alguna otra temática de las que tengo en mente.

Recuerden que pueden encontrarme en Twitter, hueveando de lo lindo tres o cuatro noches a la semana:

https://twitter.com/MairaMayfair 

Volveré, palabra de gato =^owó^=

Gracias a todos <3 pasen bonita Navidad y bonito Año Nuevo. Por ahora les digo buenas noches.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).