El pelinegro se encontraba recostado sobre su cama –“¿Qué se supone tengo que hacer?”- suspiraba mientras cerraba los ojos –“¿Por qué tengo que elegir entre Koga y Murasakibara-san? ¿Y que se supone debo elegir?”- se puso de lado –“Aquellas palabras de Koga y aquel beso…”- recordó la situación vivida hace algunas horas atrás –“… es claramente una declaración de amor”- volvió a suspirar –“¿Y qué tiene que ver Murasakibara-san con eso? Solo hemos hablado un par de veces, nos enviamos mensajes, se quedo a dormir en mi casa y…”-a su mente volvió el recuerdo de cuando se acostaron juntos –“… y nos besamos…”- se ruborizó mientras acariciaba sus labios –“¿Pr que me besó?”- aquella pregunta, había rondado por su cabeza durante toda la semana –“¡¡Aah!! ¡Tengo tantas dudas que me volveré loco!”-
Estuvo pensando e intentando responder todas sus dudas toda la noche sin poder conciliar el sueño. Cuando miró el reloj despertador sobre la cómoda, ya era hora de levantarse.
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-“Mito-chin se está tardando”- el pelivioleta se encontraba sentado en uno de los asientos de la estación de trenes. Miraba la pantalla de su celular –“Le mandé un mensaje temprano, pero no e recibido respuesta ¿Le habrá pasado algo?”- el pelivioleta se iba a levantar, pero no lo hizo –“Quiero ir a buscarlo, pero si llega y no estoy, pensará que lo dejé plantado”-
Guardó el celular y tomó una bolsa de regalo que tenía en el piso. La miró y sonrió mientras seguía esperando.
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-Mitobe…- el castaño con cara de gato abrió la puerta encontrándose con el pelinegro frente a él -… Buenos días- el pelinegro hizo una pequeña reverencia a modo de saludo. El castaño sonrió ampliamente –Pasa. Mis padres y mi hermana salieron-
El pelinegro entró y el castaño cerró la puerta.
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El pelivioleta observaba impaciente el reloj que estaba un poco alejado de él –“¿Qué hago? Ya lleva treinta minuto de retraso”- se levantó del asiento, estuvo de pie unos minutos para después volver a sentarse –“No. Debo esperar o cuando llegué se molestará”-
Volvió a mirar el reloj mientras apretaba la bolsa en sus manos.
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-¿Quieres algo de comer?- el castaño le preguntaba tiernamente al pelinegro que aun estaba en la entrada -¿Mitobe?-
-Koga…- el pelinegro lo miró serio -… ¿Qué pasó con la chica de San Valentín?-
El castaño se sorprendió. No solo por la pregunta, también porque el pelinegro estaba hablando –La rechacé- desvió la mirada –Le dije que ya me gustaba alguien y no podía corresponder sus sentimientos- lo volvió a mirar –Me gustas Mitobe-
Ambos se ruborizaron después de la confesión y el pelinegro lo abrazó.
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El pelivioleta estaba triste y cabizbajo. Su cabello tapaba la mitad de su rostro –“No va a venir”- volvió a mirar sin ganas el reloj –“Ya ha pasado más de una hora…”- bajó la cabeza –“Mito-chin… ¿Por qué no has llegado?”-
Dejó la bolsa a un lado y puso sus grandes manos en su rostro.
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El castaño se ruborizó aun mas mientras cerraba los ojos para dejar se inundar con aquel abrazo –Mitobe, yo…-
-Lo siento- aquel susurro, golpeó en su oído sorprendiéndolo. Sus ojos cafés se abrieron mientras el pelinegro desasía el abrazo y lo miraba tristemente –Eres la persona que mejor me entiende y desde que nos conocimos no nos hemos separado. Yo… yo por mucho tiempo creí que me gustabas. Cuando vi que esa chica te regaló chocolates, me sentí demasiado triste porque pensé que ya no podríamos estar juntos-
El castaño levantó la mano para acariciar su mejilla –Mitobe… ¿Me quieres?- el pelinegro asintió –Pero… como tu mejor amigo ¿Verdad?- el pelinegro asintió por segunda vez. El castaño sonrió –Eso está bien para mí-
-Lo siento- dijo tristemente poniéndose cabizbajo –Después de mucho pensar, me di cuenta que estaba confundiendo el cariño con algo mas-
El castaño subió la mano para revolverle el cabello -¿Te gusta Murasakibara?- el pelinegro levantó la cabeza mirándolo sorprendido –Si no te vas ahora, llegaras tarde a tu cita-
-“No… no es como si fuera una cita”- pensó el pelinegro mientras se ruborizaba –“No entiendo por qué dices eso”-
El castaño suspiró –Ve con él y lo entenderás- se acercó a la puerta para abrirla –Nos vemos el lunes para ir a la secundaría- el pelinegro salió y miró al castaño -Cuídate- el castaño le sonrió y el pelinegro le devolvió la sonrisa para después salir corriendo. Cuando cerró la puerta, dejó que escapara el llanto que había retenido –“¡Mitobe eres un tonto! ¿Por qué te enamoraste de alguien más?”-
Se deslizó hasta quedar sentado en el suelo y dejó que su dolor se desvaneciera con cada gota que se derramaba por su rostro.
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El pelivioleta se puso de pie. Levantó la bolsa tomándola desde la esquina donde, un poco más abajo, había un decorativo listón amarillo formando una flor –“Mito-chin es cruel”- comenzó a caminar cabizbajo hacia la salida –“Es muy cruel”- cuando ya había salido a la calle, una mano agarrando su muñeca lo hizo detenerse. Se dio vuelta y abrió sus ojos malva asombrado -¿Mi… Mito-chin?-
El pelinegro estaba un poco encorvado respirando con dificultad –La… lamento… el retraso- se irguió para mirar al pelivioleta –Di… disculpa por hacerte esperar- le sonrió dulcemente.
Al ver aquella sonrisa, el pelivioleta lo abrazó fuertemente -¡Mito-chin eres un tonto!- el pelinegro también lo abrazó escondiendo la cara en su hombro -¡Pensé que no vendrías!-
-Lo siento- el pelivioleta se separó un poco para mirarlo. El pelinegro se sorprendió al ver unas pequeñas lagrimas salir de aquellos ojos malva -¿Mu… Murasakibara-san?- de improviso, el pelivioleta juntó sus labios en un largo beso.
Fue solo un toque de labios, igual al primero, pero su fina piel rosácea se llenaba con el calor y los sentimientos del otro haciendo que sus cuerpos se estremecieran. Ambos cerraron los ojos olvidando al resto del mundo.
Cuando terminaron el beso, los abrieron encontrándose con el rubor en las mejillas del contrario y después de unos segundos de solo mirarse, se abrazaron otra vez –“Ya lo sabía… esto sí es amor”-
Después de un rato, el pelivioleta se separó para entregarle la bolsa de regalo –E… esto es para ti- el pelinegro lo abrió y sacó un osito blanco de felpa. Las huellas de las patas, el interior de las redondas orejas y el listón alrededor de su cuello, eran de color rojo –Muro-chin me dijo que tenía que comprarte un regalo cuando te pidiera ser mi novio-
El pelinegro, que miraba el osito, subió rápidamente la mirada hacia el pelivioleta –“¿Novio?”- pensó incrédulo creyendo que había escuchado mal.
-Sí- el pelinegro se sorprendió ante la respuesta a su inexistente pregunta –Mito-chin me gustas…- el sonrojo en sus mejillas aumentó al ver el brillo en aquel hermoso color malva -… ¿Quieres ser mi novio?-el pelinegro asintió con la cabeza y el pelivioleta sonrió feliz mientras le tomaba la mano para que entrelazaran los dedos –Entonces… ¡Vamos a celebrar comiendo un pastel de crema!-
El pelinegro rió –“De verdad es un niño”- caminaron hacia la tienda para ir a comprar los ingredientes sin soltar sus manos.
Desde ese día, las lagrimas saladas, se convirtieron en deliciosos dulces
Fin.