En un rincón del gran gimnasio, el pelivioleta se sentaba cansado. Recargó su ancha espalda contra la pared y estiró las piernas mientras secaba el sudor de su rostro con una toalla blanca. Miró al alto techo y suspiró –“Quiero comer chocolates”-
-Atsushi…- el hermoso chico de cabello negro, se le acercó inclinándose un poco -… ¿Quieres chocolates?- puso frente a él, una cajita abierta que contenía bombones de chocolate blanco.
El pelivioleta tomó con los dedos uno de los bombones y lo comió. Después de tragarlo, suspiró –No se compara- dijo desanimado.
El pelinegro rió suavemente –Ahora entiendo porque estabas extraño estos días- el pelivioleta lo miró –Bueno, a cada golosina que comprabas o que te regalaban, le dabas una mordida, suspiras y te la comes sin ánimo- el pelivioleta volvió a ver el techo -¿Quieres mas de esos chocolates que te regaló el compañero de Taiga? Eh… ¿Cómo se llamaba?-
-Mitobe- volvió a suspirar.
-¡Eso! Mitobe Rinnosuke- sonrió el pelinegro –La verdad, eran increíblemente ricos. Taiga y Tetsuya sabían que cocinaba bien, pero también se sorprendieron con el sabor-
-Sí. Eran deliciosos- cada vez que el pelivioleta recordaba el momento en que siguió al número ocho de Seirin, lo primero que venía a su mente era su triste rostro lleno de lagrimas –Dime Muro-chin… ¿Tu sabes cómo llegar a la preparatoria Seirin?-
El pelinegro se sorprendió por la pregunta, pero al ver como aquella mirada malva se perdía en algún rincón, sonrió –¿Quieres que te acompañe o te hago un mapa?-
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El sonido de las zapatillas resbalando en el piso, resonaba entre las voces eufóricas y el eco del balón rebotando. El estridente pitito de un silbato, detuvo los demás sonidos -¡Tomen un descanso de quince minutos!- habló autoritariamente la chica castaña que vigilaba atenta los movimientos de los jugadores.
Los chicos se acercaron al lugar donde estaban las botellas con agua y las toallas –Como mañana es domingo, Riko nos hará entrenar hasta tarde- hablaba el chico con gafas mientras secaba el sudor de su frente.
-Tienes razón Hyuuga- ahora hablaba el chico con ojos de águila –Pero mañana tendremos el día libre, así que está bien entrenar un poco mas-
El chico castaño con cara de gato se les acercó seguido del alto pelinegro –Cierto, pero estoy muy cansado. Tengo ganas de comer algo dulce-
-Sí, yo también- habló el chico con gafas –Eso me recuerda. Koga ¿Qué pasó con la chica de San Valentín?-
El chico con ojos de águila sonreía pícaro mientras se acercaba mas al chico con cara de gato –Es verdad. Estabas muy entusiasmado con ella-
El chico con cara de gato se ruborizó –Bueno… es la primera vez que una chica me regala chocolates. Todos los años solo recibo los de Mitobe- miró al alto pelinegro que estaba a su lado –A propósito, este año no me diste ninguno-
-“No necesitabas los míos”- pensó el pelinegro mirando a su amigo.
-Pero yo quería comerlos- le respondió sabiendo sus pensamientos –Siempre pruebo lo que cocinas, pero los chocolates de San Valentín que haces, son los mejores-
-Sí, yo también quería probarlos- dijo el chico con gafas –Los del año pasado estaban exquisitos. Mitobe cocina excelente. Totalmente diferente de otras personas-
-¿A si?- el chico con gafas sintió un horrible escalofrió al escuchar una muy conocida voz femenina en su espalda. Se dio vuelta y vio el sonriente rostro de la castaña -¿Tienes alguna queja de mis chocolates?-
-¡¡No!! ¡¡Ninguna!!- respondió asustado.
Iba a comenzar una pelea entre ello, pero el rechinar de la puerta al abrirse los detuvo. Todas las miradas se dirigieron a la persona que entró al gimnasio –Bunas tardes-
-¡¿Murasakibara?!- preguntó el pelirojo que estaba igual de asombrado que sus compañeros.
-Buenas tardes Murasakibara-kun- saludó cortésmente el peliceleste al encontrase con la mirada malva -¿Qué te trae por aquí?-
-¡Ah! ¡Kuro-chin! Buenas tardes- sonrió el pelivioleta –Vine a ver a Mito-chin- ahora todos miraron sorprendidos al alto pelinegro -¡Hola Mito-chin? ¿Cómo has estado?- saludó alegremente y el pelinegro hizo una pequeña reverencia a modo de saludo -¿Ya terminaron el entrenamiento?-
-Aun no- respondió el chico con gafas –Como mañana es día libre, entrenaremos un poco mas-
-Buuuu…- el pelivioleta hizo un puchero mientras miraba al chico con gafas –Entonces ¿Puedo esperar a que terminen?-
-Cla… claro- respondió un poco asustada la castaña.
-Gracias- sonrió y se paró al lado de la cancha junto a la castaña mientras los demás continuaban con su entrenamiento.
-¿Por qué Murasakibara te viene a ver?- le preguntó el chico con cara de gato -¿Desde cuándo se hicieron amigos?-
-“El otro día nos encontramos y conversamos un largo rato”- pensó el pelinegro mientras lo miraba.
El pelivioleta observaba a los dos amigos comunicarse –Entrenadora…- la castaña lo miró sorprendida por como la llamó -… ¿Cómo es que ese chico entiende lo que quiere decir Mito-chin?-
-No tengo idea- suspiró la castaña –Es un gran misterio como Koga entiende a Mitobe- el pelivioleta los siguió con la mirada el resto del entrenamiento.
Salieron de la preparatoria y todos se fueron por diferentes rutas. Los tres chicos iban por el camino mismo camino conversando amenamente –Dime Koga ¿Cómo sabes lo que Mito-chin quiere decir?-
El chico con cara de gato rió -¡Nosotros tenemos una conexión especial! Mitobe no necesita hablar para que yo sepa lo que está pensando-
-Ooooh…- el pelivioleta lo miró –Yo también quiero hacer eso- en algún momento de la conversación, el pelinegro invitó al pelivioleta a ir a su casa.
Llegaron hasta la casa del chico con cara de gato donde se despidieron para seguir su rumbo solo unas cuadras mas. Llegaron al hogar del pelinegro y al abrir la puerta, dos niños pequeños los recibieron en la entrada -¡Onii-chan!-
-Bienvenido Rinnosuke ¡Oh! Vienes con un amigo- una mujer de mediana edad los saludaba –Buenas tardes, soy la mamá de Rinnosuke-
-Buenas tarde, yo soy Murasakibara Atsushi. Un gusto conocerla- hizo una pequeña reverencia. Los dos niños lo miraron con ojos brillantes y subieron las manos en señal de que querían que los levantara.
El pelinegro se quitó los zapatos y los acomodó en la entrada –Hoy iremos donde tu abuela en Kyoto- habló la mujer –Papá se fue antes con tus otros hermanos y yo me voy ahora, porque tuve cosas que hacer- algo sorprendió a la mujer cuando miró al costado del pelinegro y después sonrió.
El pelinegro siguió la mirada y se encontró al pelivioleta con un niño sentado en cada hombre -¡Mira onii-chan! ¡Llegamos al techo!- dijo alegremente uno de los niños mientras ponía las palmas sobre la madera café.
El pelinegro sonrió mirando al pelivioleta –“Que tierno”-
-Murasakibara-kun ¿No eres de Seirin verdad?- preguntó la mujer al ver que llevaba un uniforme distinto al del pelinegro -¿También juegas baloncesto?-
-Soy de la preparatoria Yosen y también juego-
-¿Yosen? Eso está bastante lejos. Si quieres puedes quedarte hoy así Rinnosuke no se quedara solo-
-Me quedaré con gusto- dijo mientras bajaba cuidadosamente a los niños.
La mujer sonrió. El pelivioleta se quitó los zapatos y los acomodó junto a los del pelinegro para después pisar el tatami. Los dos niños y la mujer se pusieron sus zapatos y abrieron la puerta –Cuídense. Nosotros volvemos mañana en la noche- habló la mujer
-¡Nos vemos onii-chan y Muro-nii-chan!- los niños se despidieron contentos y los tres salieron dejando a los dos chicos solos.
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Continuara...