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Dark Horse por LaMueRtHeSitHa

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Notas del capitulo:

Llega calientito del horno (después de que este se desconpusiera... de nuevo ¬¬#), esponjocito de dedicación, con relleno de amor y crujiente de ansias por ser leído: ¡Aquí esta el nuevo capítulo! ¡A leer! ÒwÓ

Naruto, Sasuke y los demás personajes pertenecen a Masashi Kishimoto, yo sólo hago mis disparates con ellos sin fines de lucro.

Dark Horse


“Dije todo y a la vez”


Por LaMueRtHeSitHa


 


 


 


Sasuke estaba a punto de salir de su habitación para comenzar con el itinerario apretado de ese día. El cielo apenas había empezado a clarear, incluso las lámparas de los pasillos seguían encendidas.


Pero tan sólo abrió la puerta, vio al rubio que le esperaba recargado en un pasillo. Sabía que llegarían ese día, pero fue una sorpresa que Naruto le buscara tan temprano.


 


—No es tu hijo. —le dijo Naruto tan sólo estuvieron dentro del diamante. —Pero aún estoy enfadado por tu duda. De veras.


—Pero nunca la volví a ver después de verte. —Explicó Sasuke, pero el otro no confiaba en él.


 


De forma estoica Sasuke se quedó viendo al vacío. Ordenando sus pensamientos y buscando las palabras para explicarse.


Quería arreglar todo el dilema que impedía que su relación fuera a bien, que era como un muro altísimo que él mismo había construido. Y si no quería desperdiciar más el tiempo debía empezar a escalar ese muro.


Pero los obstáculos que crea uno están sólo ahí, en la cabeza. Son problemas que sólo están en la imaginación.


Debía recuperar la confianza de Naruto. Y si él quería, debía atravesar el muro como un fantasma.


Miró a Naruto, tomando valor por lo que estaba a punto de contarle.


Del verdadero origen de “Ónix”. Relatándole de manera concisa su situación, pero aun así ocultando su motivo en Egipto Un paso a la vez. Y era que Naruto no tenía idea de la presión bajo la que trabajaba el mayor.


Había estado hablando de lo que les había pasado en sus años de ausencia, pero el azabache lo había hecho de forma superflua y sin la sinceridad como la que tenía en esos momentos.


Llegando hasta el tema del bebé, y su confusión de no saber si realmente había sido de él. Haciéndolo sentirse miserable por dentro.


Naruto le había interrogado de manera limitada a un sí o un no, y Sasuke nunca había tenido la oportunidad para explicarse.


 


—Pensé que nunca te vería de nuevo después de Abu Dabi, por eso me sentí seguro para librarme de mi culpa.


—Pero si el que se alejó fuiste tú, de veras. —Sasuke le echaba la culpa a su situación en Egipto, pero él mismo la había provocado.


—Somos hermanos. Recuerda eso —y es que a veces sentía que al rubio se le olvidaba—, no debemos sentir esto. —el sólo quería escapar de ese sentimiento por la culpa, terminando a peor y Naruto levantó su dedo acusatorio, pensando que se le ocurriría un argumento válido, pero no había manera de responder a ello. —Crees que no dejaba de pensar en todo esto al separamos, incluso desde antes... mucho antes. —diciendo esto último lentamente.


 


Naruto le tomó su rostro, en verdad le amaba. Pero no quería obligarle a nada.


Sasuke sólo le pedía que le comprendiera tan sólo un poco.


 


—Primero termina tu prueba. —dijo Sasuke de manera escueta, haciendo que el otro le soltara.


 


Entre las cosas que le había pedido entre líneas en la promesa, estaba incluida que el de ojos azules madurara.


Pidiéndole esto de nuevo con la mirada, tomó la mano de Naruto y la acarició. Por unos largos momentos sintieron alivio entre ellos. Deteniéndose hasta que Naruto mostró una amplia sonrisa, antes de salir del diamante.


Caminaron por uno de los jardines en los que saltaba el agua en una inmensa fuente, dirigiéndose a uno de los salones, donde estaría el sequito del rubio.


 


—Y si no sabías si era tu hijo ¿No te preocupaba que Neith te reclamara? —Sasuke se había visto muy despreocupado para no tener seguridad de la respuesta. Y el azabache negó con su cabeza.


—“Anubis” está para eso. —Naruto no pudo evitar mostrar una cara de sorpresa y perturbación.


—¡¿Pues qué hubiera hecho?! ¡¿Quién es él?!—exclamó el rubio, haciendo que Sasuke sacara una cara de fastidio por su reacción, pues había llamado la atención de un sirviente a la distancia.


 


Y es que ese tema no lo había mencionado Sasuke aun. Al menos no a detalle. La vez que lo habían tocado, Sasuke decía que eran aliados que se había encontrado en el camino.


 


—Te lo contaré mejor, luego. —Sentía que era demasiado pronto para hablar de ello, eran demasiadas verdades para un día. Naruto fue complaciente y asintió. —Mientras, trata de no hablar frente a él. Él tiene sospechas sobre ti, no le demos más motivos. —y es que cuando Itachi supo de la existencia de Naruto la noche que se reencontraron, el mayor se mostró muy interesado por el rubio.


 


¿Y cómo no? Si había matado dos pájaros de un tiro: Había encontrado a uno de los descendientes de Kyubi, que además era un punto débil para su hermanito. Con eso podría manejarle a placer.


Aunque frente a Sasuke, sólo se había demostró interés por la fuente de magia, pero Sasuke le había pedido que no le dijera nada.


 


—Nos será útil para la guerra. —mencionó Itachi. Pero Sasuke debía cuidar el detalle de sus sentimientos, y sabía que se delataría si mostraba la más mínima preocupación por él.


—Por eso. Que él no lo sepa, y cuando lo necesitemos, él estará con nosotros sin pensarlo. —e Itachi sonrió y asintió. —Ahora ¿Podría empezar a practicar? —continuó mostrándole su sharingan con las 3 aspas.


 


Y es que por andar experimentando con el rubio, había hecho que él estuviera en su cuarto hasta después del amanecer.


Entonces Naruto recordó uno de los motivos principales de su visita. Deteniendo al otro por unos momentos, para que le pusiera atención.


Quería pedirle un favor.


 


xXx Sasuke x Naruto Dark Horse Naruto x Sasuke xXx


 


Iruka caminaban entre los comensales tratando de no chocar con ellos, Naruto veía el piso de mosaicos evitando pisar los pies de alguien, y tras de él iban unos senadores y ricos influyentes germánicos.


Motivo por el cual no había podido llegar directamente a ver a su familia. Apenas pisó Roma y el emperador le mando a la reunión de negociación.


Estaban a punto de tener un tranquilo desayuno para discutir cómo se arreglarían con su reciente unión-conquista.


El restaurante, por ser de mañana, estaba atiborrado de gente que pedía su café a gritos.


En el lugar no había necesidad de mesas, pero tuvieron que arreglárselas para conseguirlas. No podían quedar mal con los senadores romanos y sus invitados, que estaban habituados a desayunar en una mesa y no de pie.


Los acomodaron a la sombra de una pérgola desbordante de enredaderas, junto a una fuente de piedra, pegados a la pared de la plaza con ángeles pintados en ella.


En cuestión de minutos fueron llegando las bandejas con panecillos recién horneados, biscottis crujientes con almendras, mermeladas tan dulces que atraería a la abeja más distraída, y humeantes tazas de café y unas cuantas de chocolate.


De un extremo de la mesa, estaba Naruto, quien tuvo que mantenerse con el puro aroma. Los germánicos se encontraban disgustados, pues ellos no querían café, querían un extraño menjurje de vino caliente con especias, y algo más sustancioso que pan, y habían ordenado carne, que los de la meseros se habían puesto a preparar de favor.


Aunque de favor sólo tenían el nombre, al final la cuenta reflejarían sus favores.


Naruto se sentía solo mientras los germánicos conversaban entre ellos. A lado de él estaba el asiento vacío. Ahí debía estar Iruka, pero él estaba del otro extremo, teniendo que hacerla de único lingüista, ya que el otro no se había presentado.


El de marquitas escuchaba la violencia del idioma de los otros. Hablaban con tosquedad y con sonidos guturales. Sentía que estaban discutiendo y quejándose de la reunión, aunque de lo que realmente hablaban era de lo bien que se sentían en el cálido clima del lugar.


Entonces, un regordete y simpático germánico, que estaba junto a él, le hizo una seña para que le pidiera lo mismo que los otros. Naruto le asintió con una sonrisa y se levantó para ordenarle a un mesero que les sirvieran.


 


—¿Desea comprar unas galletas? —dijo un muchacho, secamente, sacándole un susto al ojiazul. No había sentido la presencia del chico de piel blanquecina y de ojos oscuros.


—No, gracias. —respondió aun con los ojos abiertos de la impresión. No dándole importancia a su respuesta, el muchacho, de cabello negro como la tinta, no se movió, ni tenía intenciones de hacerlo.


—¿Es verdad que el café es tan bueno como dicen? —le preguntó viendo como el mesero servía con una tetera metálica la bebida.


—¿Nunca lo has probado? —con un tono incrédulo.


—No. —respondió viéndole a los ojos. Él decía la verdad.


 


El rubio ordenó que le sirvieran al muchacho, y el otro en automático se sentó en el asiento vacío, dejando sus galletas a un lado.


Eso sí no se lo esperaba, pero dejó pasar por alto la inusual forma de actuar de él.


Los germánicos lo vieron extrañado ante su atrevimiento, pero le ignoraron cuando vieron que habían llegado sus vasos con vino caliente.


El de ojos oscuros saboreó el café recibiendo la tostada textura intrínseca en su nariz, para después probarlo en su boca la amargura placentera. En definitiva algo fuera de lo común, pero tan agradable por su calor y revitalizante por su fuerza.


Pero antes de que pudiera mostrar un levísimo sentido de felicidad, vio al rubio, reconociéndole por sus marcas en las mejillas.


 


—Tú no eres “Kyubi”, el guerrero que guio al imperio sin brújula a la chispa de la gloria ¿Cierto? —preguntó el de ojos negros.


 


Naruto le miró extraño ¿De dónde lo conocía? ¿O es que era que se estaba volviendo famoso o algo por el estilo? Entendió a Konohamaru por las historias que le contaba su abuelo, a Ino por ser una chismosa de primera, pero ¿Y él?


Pero notando que era alguien común, le afirmó que sí era el Kyubi.


 


—No puede ser. El Kyubi habla muchas lenguas y tú sólo tienes una. —le comentó el muchacho. Entonces Naruto rio dejando su taza en la mesa con fuerza.


—“Lenguas” son idiomas. —le aclaró el rubio calmando su risa ¿Quién podía confundirse de esa manera?


—Mi amo no me explicó eso. —entonces Naruto se puso serio y le miró


—¿Amo? ¿Eres esclavo o un sirviente? —y el otro alzó su manga mostrando su tatuaje y por las marcas, se veía que había pasado por muchos dueños.


—Esclavo. —aunque para él no había diferencia.


—No más. De veras. Cuando te termines tú café iremos de inmediato a que te liberen ¿Cómo se llama tu amo? —debían notificarle que ya no tenía esclavo. Pero el otro no contestó. Y supuso que nunca se lo habían dicho. —Entonces dime ¿Dónde vive?


—No se lo puedo decir.


—¿Y tu nombre? —y el otro negó con la cabeza.


—Tampoco. —esto desconcertó al rubio. Y el muchacho sacó su lengua mostrando que su amo le había puesto un hechizo de silencio.


 


Por eso lo había llevado con Sasuke, para que se lo quitara.


 


—Y no conozco a nadie mejor que tú para liberar hechizos de bloqueo del habla.


—¿Vino contigo? —y el rubio asintió.


 


Para ese momento estaban caminando por los pasillos del palacio, pero estaban siendo espiados por la pelirosa.


Sakura se había cansado de esperar a Naruto y fue a buscarlo, pero al verlo a la distancia, reconoció a Ónix. Era más guapo de lo que se había imaginado. Con sus prendas de algodón egipcio y sus joyas de oro sobre su piel nívea y esa mirada calculadora y profunda, con la que ansiaba cruzarse, había hecho que se le escapara un suspiro.


Y se quedó escondida a la vuelta del pasillo, escuchando atenta su conversación.


Distinguió la voz de Naruto, pero hablando en otro idioma le sonaba extraño, en cambio, la voz de Ónix se escuchaba ligeramente áspera y muy suave a la vez, en una combinación deleitable para sus oídos.


Aunque esto sólo era porque era algo distinto a lo usual para ella. Resultándole fascinante.


Esa actitud que lograba percibir en la manera de hablar del azabache, le había embelesado.


Cuando escuchó que ya estaban cerca alisó su vestido rosa pastel como sus rizos voluptuosos, y soltó un suspiro para relajarse.


Los hermanos se detuvieron al dar la vuelta por la sorpresa de encontrársela.


Sasuke, por lo mismo, se tardó un poco en entrar en su papel de Ónix


 


—Buenas tardes. —saludó Sakura con una inclinación rápida. —Tulio, ¿Es él? ¿Tú amigo Ónix? —y con una sonrisa vio al susodicho.


—Sí. Ónix, ella Sakura à Printemps, mi novia. —haciendo que estas últimas palabras le pesaran a Sasuke, quien se mantuvo frío ante la situación.


—Un placer. —mencionó ella volviéndose a inclinar con nerviosismo por el mago.


 


Sasuke no quería estar frente a ella, pero debía calmarse. Aunque sentía el deber de saber si era la adecuada para el de ojos azules. Aunque algo dentro le decía que no.


No pudiéndose contener más, se disculpó, pues se le hacía tarde para un asunto que tenía pendiente. No olvidando despedirse con simpleza frente a la francesa.


La docilidad con la que pronunció esas pocas palabras en su idioma bastó para que a Sakura quedara prendada del azabache.


 


xXx Sasuke x Naruto Dark Horse Naruto x Sasuke xXx


 


El agua caliente fue vertida en la taza, haciendo nadar a los pétalos anaranjados de su interior. Este té tenía la belleza que al estar caliente sus pétalos daban la ilusión de ser pequeños peces en un lago, manteniéndose en constante nado aún sin menearlos con la cuchara.


Un regalo especial de Sakura para el mago. Aunque de todos los colores que había, parecía que lo había escogido el rubio revoltoso.


El azabache le sonrió en forma de agradecimiento, actuando perfectamente bien. Tanto que la francesa sintió que le había hecho el día sólo por ese gesto.


Pero con la nota que le había enviado él para tomar el té para ella había sido más que suficiente. Se había emocionado tanto que hasta se esmeró en arreglarse.


Y aunque fuera novia de Naruto, ella no pudo evitar tener esos sentimientos. Pues desde que había visto como era el azabache en realidad, en forma de Sasuke, aunque fueran sólo unos minutos mientras lo espiaba, con eso había bastado para que a ella le gustara él. Ya lo siguiente vino por añadidura.


En un principio ella halagó a Ónix casi en cada comentario, cosa que resulto un tanto incómoda para el mago. Y él, como casi siempre, comenzó a dirigir la plática hacia ella para analizarla mejor.


Porque ¿A quién no le gusta que le escuchen?


Cuando menos se dio cuenta ya estaba hablando de sus padres, quienes habían sido comerciantes que viajaban por todo el mundo. Ellos buscaban mercancías a costos bajos para venderlas en un precio mucho más elevado. Aunque esto último no lo sabía ella, sino Sasuke en su previa investigación. Ellos, en uno de sus viajes, murieron al hundirse su barco.


 


—Me quede con los barcos—que eran bastantes, unas tres docenas, que eran un tercio de los barcos franceses, pero los de ella eran los únicos hechos de acero naval. —, los tesoros que habían encontrado en islas desiertas—y tocó su collar. —, y con las inversiones del banco. —motivo por el cual ella seguía siendo tan rica. Si ella llegaba a retirar hasta el último céntimo de su cuenta, podría llegar a afectar la moneda. Todo esto era la razón por la que el rey de Francia apreciaba la amistad que tenía con su hija. A los amigos había que tenerlos cerca.


 


Sasuke escuchaba atentamente todo lo que ella decía. La estudiaba. Debía ver si era la adecuada para Naruto.


Sintiendo, como en cada conversación que tenía en forma de “Ónix”, empatía por ella hasta averiguar que quería, que le faltaba, o en su defecto moldearle para decirle que necesitaba algo.


Por todos los cuentos que le contaron sus padres de niña, ella se refugió en los libros para recordarlos, por eso cuando conoció al mundo se embeleso con sus historias.


 


—¿Te gustan los libros de aventuras? —mencionó el mago, aunque en su tono casi lo declaraba.


—Sí, aunque prefiero los que vienen mezclados con alguna historia de amor. —“Otra romántica” pensó el azabache.


—¿Y cuál es tu favorita? —le preguntó a la vez que le hacía una seña a la sirvienta para que les preparara más té.


—Una en la que una doncella fue secuestrada por un pirata—mencionaba con entusiasmo, y es que esa historia la había leído ya dos veces. —, para pedirle recompensa a su padre. Pero durante el trayecto se enamora de él ¿Y cómo no? Si el pirata era todo un poeta. Cuando su padre paga su recompensa, ella debe volver para casarse con su príncipe. Pero ya no estaba tan segura de ello, su corazón estaba con el pirata. Y va a buscar a una bruja para que le dé una poción para desenamorarse… —y el azabache le interrumpe con una carcajada.


—¿Cómo va ser que exista un poción para desenamorarse? —comentó el mago dejando su té en la mesa.


—¿Qué eso no existe?


—Claro que no.


—Pero ¿Existe alguna forma para desenamorarse? —comentó con seriedad la francesa, notando esto, el mago también se puso serio, guardando su compostura.


—Dicen que para desenamorarte hace falta la mitad del tiempo de lo que estuviste enamorado. —y Sakura se quedó reflexiva ante la respuesta. —Y siendo así, me hace falta media vida para ello. —mencionó con total mesura.


—¡Su excelsitud! ¿Está enamorado? —interrogó perpleja.


—Claro… —la otra ansiosa esperaba que terminara su respuesta, mientras el otro habló con falso drama en su voz. —Desde que lo vi supe que no había vuelta atrás.


—¿Quién es?


—Pues yo. —dijo con cinismo, sacándole una pequeña risita a la pelirosa.


 


Aunque no había mentido del todo. Sí, había alguien que había amado desde siempre. Y que su amor por él permanecería intacto por más de media vida. Y así sería. Pues el primer amor nunca se olvida.


 


—¿Y cómo termina la historia? —pregunta el mago volviendo al tema.


—Casi cómo dijiste hace rato ¿Habías leído esa novela antes? —y es que por eso se había impresionado hacía unos momento.


—No.


—La bruja le dio unas gotas que debía tomar en un té cada qué pensará en él. Con forme pasaron las semanas ella dejó de tomarlas a diario, hasta que tres meses después, antes de su boda, dejó de tomarlas. Exactamente la mitad del tiempo que estuvo con el pirata. —y Sakura comprendió que la poción nunca fue real. Era un placebo.


—¿Ellos volvieron a encontrarse? —preguntó Sasuke sacándola de sus pensamientos.


—¿Perdón?


—El pirata y la doncella ¿Se volvieron a encontrar? —y la francesa negó con su cabeza.


—No. Todo termina con que ella vivió feliz con su esposo.


 


A Sasuke no le gustó el final. Había sido muy fantasioso y rosa para la realidad.


Él hubiera hecho que el pirata regresara, para así demostrar que esa pócima era una mentira.


Entonces Sasuke se deben retirar, el faraón le había solicitado para una junta de emergencia.


 


xXx Sasuke x Naruto Dark Horse Naruto x Sasuke xXx


 


Ya la noche había bajado su telón y los inciensos habían sido cambiados.


 


—¿Dónde está “Anubis”? —Y es que no lo encontraba por ningún lado.


—Fue a ver un asunto sobre los guardias del faraón. —respondió en clave y con suavidad “Basted”, pues todavía llevaba su máscara felina. Refiriéndose a que Itachi se había marchado a Japón. Cosa que alivió a Sasuke por la presencia de Naruto. —Por cierto, te ha llegado un regalo. —Y ambos fueron a la sala donde estaba tan grande obsequio.


 


Una armadura articulada con la cola de un escorpión, toda bañada en reluciente oro y con el interior forrado con algodón.


El regalo venía con una carta en la que el remitente declaraba su admiración por el gusto del mago por el oro y que esperaba que fuera de su agrado exigente. Y que la armadura, aunque no se había hecho con las medidas exactas del azabache, el creador deseaba en un futuro poder obtener él mismo las medidas de su tacto con tal tersa piel bañada en leche.


 


—¿Quién la ha enviado? —preguntó Sasuke cuando “Basted” le entregó la carta.


—Sasori-sama. —mencionó la de pelo largo. Pero Sasuke al instante la rechazó.


 


Ese hombre frío desde que le había conocido se le insinuaba, y le había vuelto a enviar regalos, significaba que pronto haría aparición.


Debía mantener la distancia cuando las insinuaciones de alguien dejaran de serlo.


Por indicaciones de Itachi, no debía enamorarse de nadie. Aunque esto no era problema.


 


xXx Before the time xXx


 


Cuando la Esmeralda llegó por primera vez al palacio del marajash, sus pies se sentían muy ligeros, como si flotara de la emoción. Sentía un gran orgullo por conocer al rajá.


No iba con una guardia real, o un sequito de sirvientes. Era sólo ella y su guía.


Ella no tenía un título de princesa, o cualquiera de la nobleza, sus padres no eran ricos ni tenía tierras en su nombre. Ella sólo era un obsequio para el marajash, que sólo sabía cantar y bailar.


Pero la esmeralda sabía lo que era ella: un ser de adoración.


Notaba en la forma en que los hombres la miraban, y en cómo estos se desvivían por ella incluso sólo por conversar.


“No todo lo que brilla es oro” le dijeron alguna vez, pero ella lo entendió como que el brillo viene de distintas maneras. Y si ella no brillaba como el metal precioso, era porque brillaba de otras maneras: con su sonrisa, su mirada y su elocuencia. Y al final ella era más valiosa que el oro.


Le agradaba ser cuidada por los demás, que se preocuparan por ella, que vieran por sus necesidades, que besaran el suelo que pisara y que le adoraran.


Pero no de la adoración del tipo que siente un esposo por su mujer, del que derrama amor de sólo pensar en ella. No. De esa no.


Ella sabía que estaba en ese mundo para llegar a hacer grandes cosas, no por nada era un regalo para el marajash.


Pero sus sueños se vieron destrozados cuando la noche después de conocer al rajá, la llevaron a sus aposentos, una gran habitación que compartía con otras concubinas.


Ella no podía vivir en esas condiciones, no lo merecía. Debía tener mínimo un sirviente y dormir junto al marajash.


Por lo que fue endulzando el oído del rajá, embelesándolo con sus encantos, lastimándolo justo lo necesario y dándole motivos de felicidad. Y cuando ella supo que lo tenía comiendo de su mano, le negó su compañía.


Diciéndole con un falso teatro de melancolía lo triste que ella se sentía por no ser parte de su corazón, y ella no dejó de llorarle hasta que lo quebró.


 


—Quiero ser algo más que tu compañera, no quiero que cuando te busque me nieguen la entrada a tus aposentos. Quiero ser lo principal para ti.


 


El marajash, sintiendo que mutuamente se habían enamorado, le cumplió su deseo. Le compró un título de princesa y la hizo su esposa.


Ella fue tan feliz en toda la fiesta, siendo el centro de atención, con sirvientes acomodando su velo por lo largo que era, y con docenas de importantes hombres felicitándola cada dos pasos.


Pero cuando vio que una bola de mocosos corrían hasta su esposo se preguntó ¿Quiénes se creían ellos para llegar así con el rajá?


Y fue cuando se enteró que su atención debería compartirla con sus muchos hijos, y que ella no sería ni la primera ni la última esposa que él tendría.


Al estar rodeada de pura concubina, no se había enterado de la situación.


Ella quería ser la principal y única para la India. Ya para esas alturas no le importaba ser la primera esposa del rajá.


Fue entonces que conoció a un socio del marajash, rey de Ayutthaya, quien de vez en cuando le pedía prestado el ejército indio.


El rajá reconocía el poderío de su socio, que tenía poderosas armas, pero no tenía quien las usara.


Ella al instante notó la ambición en él, una ambición que sabía que le podría ayudar.


 


—¿Y si en lugar de pedir prestado, te quedaras con todo el ejército? —sugirió la esmeralda, pero el ayutthayo no deseaba eso.


—Yo lo único que quiero es tierra.


—Entonces que así sea.


 


Ella le ofreció todo el terreno que él quisiera, siempre y cuando ella permaneciera en una posición favorable.


La esmeralda les dio los puntos débiles de la muralla y el cómo tomar el palacio. Ella se encargaría del marajash. Estando con una de sus esposas, no habría guardias cerca para darles privacidad. Y el cómo conquistar se encargarían ellos.


Desde el momento en que tomaron el poder, pusieron una advertencia a los nobles que reclamara el trono.


Y sin que nadie pudiera detenerlos, terminaron de saquear el resto del país. Tomaban el oro, las joyas y los tesoros como si fueran suyas.


Asesinaron a cuando niño, mujer, hombre o anciano se les dio en gana, casi como si estuvieran de cacería. Cada cabeza diez puntos. Más de 20,000 puntos por día.


Unos pocos fueron vendidos como esclavos, abriéndose un nuevo mercado para el mundo que los solicitaba.


Otros permanecieron aislados dentro de sus propias tierras. Los nuevos “nobles” se adueñaban de sus campos y fábricas, conservándolos para explotarlos.


Pero a un pueblo nacido en libertad no lo puedes doblegar con tanta facilidad. Y muchos comenzaron a revelarse contra sus amos, quienes le reclamaron al rey.


 


—Dijiste que los indios eran sumisos y obedientes. Ya no los puedo contener ¡Han mato a la mitad de mi guardia! —y no era el primero que lo hacía, y todavía faltaban.


 


Incluso algunas quejas no se llegaron a anunciar porque había logrado escapar. De estos pocos fugitivos, llegaron a las puertas del palacio, iban directo a matar al ayutthayo.


La India no quería que los gobernara alguien que no fuera el marajash. Ellos le eran fieles a él hasta la muerte.


Sabiendo esta debilidad, sacó a la reina de su palacio, el cual había sido restaurado como si nunca hubiera pasado ninguna invasión.


La llevó frente a ellos. Ella mostró terror en sus brillantes ojos verdes, no sabía que estaba pasando. Y de sus brazos le arrebato su tesoro: su hijo.


Amenazó con asesinarla a ella y al bebé, el último heredero, si se atrevían a denegarse a obedecer de nuevo.


El reino se paralizo, no querían que los dañaran, ellos todavía tenían devoción por el marajash y su familia.


Cuando volvieron a entrar, ella le reprendió. Se suponía que ella tenía inmunidad por haberles ayudado a entrar, pero el rey le dijo que no más.


Si India se salía de control, ya no le importaba que le pasara a ella.


Fue entonces que sintió temor por dos. Por ella y su hijo.


Durante mucho tiempo se mantuvieron así. Sacando a la esmeralda, vestida de negro junto con su hijo para recordarles que tenían prisioneros a la familia real.


Incluso varios habitantes se inclinaban ante el carruaje por motivo de respeto.


Y si alguien se negaba a obedecer a su amo, les decían:


 


—No quieres que tu reina muera por tu culpa o ¿sí?


 


Hasta que un día, en uno de los paseos de la reina, ella y su hijo, ya de casi cinco años, notaron una tensión en el ambiente.


Miraron a través de las cortinas de paja y vieron que los habitantes no estaban inclinados, ni tenían veladoras prendidos para ellos. Sólo les veían.


India ya no se tragaba el cuento de la familia secuestrada, ni que estuvieran en contra de su voluntad.


Que ella estaba en su posición porque quería y lo permitía. Y supieron entonces que ella no se preocupaba por ellos en lo más mínimo.


Que si ellos vivían así era por su cobardía y pusilanimidad.


Entonces una joven tomó un hueso roído del suelo y se los arrojó.


La mujer por reflejo tomó a su hijo en brazos protegiéndolo. Y por varios segundos se mantuvo a la expectativa.


Pero no pasó mucho para que los demás imitaran a la otra arrojando lo que tuvieran a la mano.


Con esto la reina aprendió que hacer un fraude era muy fácil, pero cuando sintió el primer desperdicio en su rostro, entendió lo difícil que era mantener una mentira.


De ella no era la India. Sería su reina, pero no le querían.


Y si de ella no era la India, de nadie sería.


Esa noche mando a que toda esa gente que la detestó, ardiera dejándolos encerrados tras las murallas de su ciudad.


Sintiéndose insignificante, llegó alguien para consolarla.


Una noche que estaban de manteles largos, pues recibirían a un jeque, viejo socio del rey.


El jeque no iba solo, estaba acompañado por su consejero Madara, un hombre de larga cabellera oscura, alto y firme en su andar, pero que se comportó gentil ante la reina.


Ella notó algo que nunca pensó sentir: atracción. Y soltó su frustración con su compañía.


Admitió el odio que sentía hacia India y su gente por no aceptarla y adorarla. Aunque aceptó lo bien que se había sentido cuando desató sobre ellos el infierno.


El otro no reconoció sus actos como un buen castigo, pero tampoco los desaprobó.


 


—No debes sentenciarlos con dolor físico. Debes darles algo de su justa medida. Si ellos te hicieron mal a ti —y Madara, con delicadeza, limpió una lágrima furtiva de la esmeralda del disgusto que tenía. —debes hacer que ellos sientan lo mismo. Debes hacer que sientan miedo. Que los que no sean agradecidos contigo y tu hijo no serán bendecidos, en cambio, los que sí, descubrirán la paz.


 


Pocos días después ella recibió un regalo único: una docena de frascos de cristal. Todos llenos de agua en la que nadaban larvas de mosquito. Mosquitos que transmitían una ponzoña que inflamaba los tendones y músculos, obligando a la persona a quedarse inmóvil por el dolor. Dejándoles en malestar durante seis meses, si bien les iba.


Y en la nota: para aquellos que no saben apreciar tus encantos.


Y así, la siguiente vez que le volvieron a mirar con rencor, ella sonrió. Derramando sobre sus pozos el dolor que le causaban a ella.


Esta era la maldición de los dioses.


Y con esto Madara conquistó lo inconquistable: el atrincherado corazón de la esmeralda. 


Madara no sólo sabía cómo manejarla a ella, también tenía la clave para derrotar al rey y obtener India.


Los de Ayutthaya habían entrado por la fuerza, imponiéndose a sus nobles. Porque entre la familia real no había traidores. Todos eran muy unidos y fieles al marajash.


Pero entre el nuevo gobierno era muy distinto. Ellos estaban siguiendo al rey por sus interés, porque él les ofrecía sirvientes y tierras en las cuales vivir, cumplía cada exigencia que ellos le reclamaban. Aunque esto lo hacía para evitar que ellos le dejaran, pues a la vez él dependía de ellos.


Madara había notado esto desde el principio y se infiltró entre sus socios jeques para aliarse con sus fuerzas.


Y cuando descubrió a la esmeralda supo que ya estaba listo para su plan.


Junto con el jeque y la reina armaron un complot en contra del líder.


 


—No volverás a derramar sangre, nunca más, no puedo permitir que vuelvas a ensuciar tus finas manos. Tú solo indícame como llegar hasta él. —le dijo Madara besando las manos de ella con ansia oculta.


 


Saquearon la morada del rey con el ejército del jeque y Madara, con gusto, ahorcó al rey con un delgado hilo.


Pero Madara no podía confiar en alguien que había traicionado a su líder, y con su misma espada asesinó al jeque para apoderarse también de su ejército y sus armas.


¿Y a la reina? ¿Por qué no la mató? Ella también había traicionado.


No. Ella nunca había traicionado al rey de Ayutthaya. Porque nunca fue de él, siempre fue por y para ella. Y su hijo.


Ella lo anunció como libertador de India y lo nombro su único salvador. Y en recompensa ofreció su mano.


La esmeralda no escatimó en gastos por su nuevo vestido de novia dorado por los bordados en oro. Pero más que eso, ella se sintió realizada cuando todos en India se reverenciaron de nuevo.


¿Pero no se suponía que ellos querían un rey de la sangre real? Se lo debían a él por libertador, pero esto no era suficiente.


Lo que mantuvo a India a raya fue el príncipe: último heredero al trono, hijo legítimo de su amado marajash.


Y Madara se dirigió al pueblo. Sabía de lo mucho que habían sufrido. De cómo habían saqueado sus ciudades y asesinado a sus familias y amigos. Pero que él no dejaría esto como un mal recuerdo. Atraparía a los de Ayutthaya que todavía invadían el país y los castigaría. Después de ello, India le aplaudió.


 


 —Pero no les devolveré sus tierras. —y por unos segundos hubo un silencio abismal. — ¡Yo les prometo que tendrán más! ¡Tanta que no sabrán ni como trabajarla! ¡Yo conquistaré nuevas tierras para ustedes! ¡Por eso mi primera orden como Marajash es la de conquistar Bangladesh! ¡Sólo para ustedes! —y al instante la gente le glorificó mucho más que al principio.


 


La multitud les alabó y les deseó una larga vida. Ante esto la esmeralda sonrió y abrazó a su hijo, de ya seis años.


Al volver a entrar al palacio, Madara ordenó algo especial a un espía real. Que buscara a un mago de los bajos mundos.


 


—Muchos te confundirán diciendo que él ya está muerto. Te aseguro que no es así. Yo mismo lo vi. —y le entregó un papiro. —Aquí lo deje la última vez. No puede estar muy lejos. Ai Zawhhak es su nombre.


 


xXx Before the time xXx


 


Naruto estaba regateando con un mercader el precio de unas sogas, mientras que Iruka realizaba el inventario de unas armaduras y espadas.


Jiraiya había recibido, en recompensa por su ayuda, terrenos y un cargo sobre la provincia de la Toscana.


Ya cumplida su promesa, Naruto pronto saldría con un pequeño sequito para continuar con su búsqueda. Con más gente podría abarcar más pueblos y podría buscarles con mayor facilidad.


Al salir de la tienda pasaron junto a un puesto que tenía fuera costales de especias. Hojas de té, ají, semillas de girasol, avena, arroz, pimiento. Haciendo dilatar la nariz de cualquiera.


Una mujer que ojeaba el puesto, vestida con algodón y organzas lilas, cubierta casi por completo, incluyendo su cabello y su rostro, dejando sólo a la vista sus ojos. Ella, sintiendo comezón en su nariz, estornudó. No una, ni dos, sino tres veces.


Al instante su guarura le entregó un pañuelo, un hombre de cabellos platas, también con el rostro cubierto, pero él mostraba sólo un ojo.


Por educación el rubio le deseó salud.


La mujer tuvo un vuelco en su corazón. Que aunque su lengua y su acento habían cambiado, ella percibió algo familiar en su voz. Algo que, aun envuelto en la gravedad de su madurez, seguía ahí.


Ella por instinto se giró hacia el ojiazul y le tomó de su muñeca. Con sólo verle un instante sabía quién era él.


Mientras que Naruto tardó más porque estaba un poco confundido por la forma de actuar de ella, y también porque sólo tuvo de pista sus ojos.


Ya presentaban en sus parpados unas ligeras arrugas por la edad, pero esa forma tan amorosa de mirarle y esos ojos los reconocería donde fuera, esos brillantes ojos negros como el ónix.


Mientras se acercó al oído de ella con cuidado, un nudo se formó en la garganta de él.


No se podía ver su sonrisa tras su velo, pero percibía por sus mejillas debajo de sus ojos, que se notaban cristalinos.


 


—¿Mikoto? —susurró con ansia contenida.


—Sí. —respondió ella con gran alegría.


 


Naruto al instante la abrazó con gran emoción, no queriendo separarse de ella nunca. Y Mikoto derramaba lágrimas de felicidad. Quedándose así por amplios segundos.


Cuando se separaron, ambos miraron por encima del hombro del otro, viendo a sus respectivos acompañantes.


 


—¿Y Sasuke?


—¿Dónde está mi mamá? —preguntaron al mismo tiempo.


 


Él hizo una mueca de decepción, explicándole que había perdido la pista del otro hacía bastante tiempo, pero asegurando que sabía que estaba vivo.


Fue entonces que en los ojos ónix transmitieron sufrimiento.


 


—Será mejor que vegas a mi casa. Hay algo que debo mostrarte. —dejando a Naruto a la expectativa, mientras que Iruka se preguntaba que tanto habían dicho, pues él sólo había logrado reconocer que hablaban hindi.


 


Camino a la casa, Naruto no le quitó la vista al acompañante de Mikoto, cubierto por una máscara, ¿Cómo sería su rostro? ¿Por qué lo ocultaría? ¿Acaso tendría dientes de conejo? ¿O tendría los labios bembones?


Mientras que Iruka también lo observaba con gran interés, analizando sus movimientos, notando que debajo de su capa había una espada, y la bella forma de su ojo que alcanzaba a ver. Y de un momento a otro el peliplata le sonrió notable por la forma de su máscara. Sacándole un sonrojo por verse descubierto.


 


—Iruka... —le llamó Naruto, sorprendiéndolo.


—¿Qué? —dijo nervioso Iruka. El peliplata lo había inquietado, desconcertando al rubio, haciéndole dudar sobre lo que le iba a pedir. Notando Iruka que ya habían llegado a la puerta de la casa de Mikoto.


—Ve por Jiraiya, y coméntale que ya las encontré. —mencionando lo último con una sonrisa.


—Claro. —atendió el castaño. No marchándose hasta que el rubio pasó por la puerta, viendo una última vez al peliplata, quien le envió un guiño, sacándole de nuevo un sonrojo.


 


La casa era amplia, pero no muy grande. Mostrando un hogar sencillo, pero acogedor entre paredes terracota. Ya dentro, Mikoto descubrió su rostro.


 


—Naruto, él es Kakashi, un guerrero que nos protegió a tu madre y a mí después de que dejáramos el barco. —asombrando un poco a Kakashi. "¿Él es hijo de Kushina?" pensó. —Kakashi, él es Naruto. —y ambos se dieron un apretón.


—Te agradezco que las cuidaras. —le dijo el rubio con una amplia sonrisa antes de soltar su mano.


—No hay de que, Naruto.


—Kakashi, ¿Podrías llevarnos un poco de té al balcón? —ordenó ella.


—En seguida. —y el peliplata se marchó.


—Naruto, acompáñame.


—Espera, antes que nada, dime ¿Dónde está mi madre? —y es que el rubio había notado la evasiva de ella por mencionarla.


—A eso voy, pero por favor, sígueme.


 


Subieron por unas angostas escaleras de piedra hasta llegar ante una puerta de madera, la abrió para después correr una protección metálica que rechinó.


El balcón tenía una barda de ladrillo cubierto de enredaderas de bugambilias de colores fucsias, coral y rojizo, con el espacio suficiente para una mesa de herrería negra para dos personas.


Creyendo que estaba ahí, de forma fugaz revisó el lugar, pero no había nadie.


Mikoto le ofreció asiento al lado donde la bugambilia de color rojizo se enredaba a la pared y subía hasta el techo.


 


—Kushina está ahí. —le indicó Mikoto señalando las flores rojas de su lado derecho.


 


Naruto no podía creer aquello, y se quedó perplejo viendo las bugambilias. Mikoto con delicadeza movió las hojas, que previamente habían quitado las espinas.


Escondida entre los pétalos había una piedra gris que tenía tallado el nombre de Kushina.


Naruto, aun incrédulo ante la situación, se levantó y fue hacia el nicho con pesar. Con las puntas de sus dedos sintió su nombre.


Mas con los ojos de un mortal no podían ver que Kushina estaba ahí, llorando por ver por al fin a su hijo.


 


—¿Cuándo se fue? —preguntó aguantando el nudo en su garganta.


—En noviembre cumplirá seis años.


 


Pensó que había desperdiciado tanto tiempo. Sintiendo que el mundo se volvía vacío, pero que a la vez todo su peso caía sobre de él.


No pudiendo contenerse, comenzó a derramar lágrimas por su madre.


Mikoto, viendo como de a poco se quebraba el rubio, fue a su auxilio y le abrazo, dándole el consuelo que tanto necesitaba. Naruto respondió el abrazo, agachándose levemente, enterrando su rostro en su hombro.


Destapó su sentir mientras se aferraba a ella, como su único soporte. Permaneciendo así cuanto necesitó el rubio.


Y a su vez Kushina se unió a ellos abrazándolos, llorando por no poder estar físicamente. 


Mikoto le contó que Kushina tenía una extraña enfermedad, que aunque le dieron un tratamiento, no fue de mucha ayuda. El mal ya estaba muy avanzado. Y que ni en su último día dejó de pensar en él.


Tratando de animarlo comenzó a recordarle cuando estaban todos juntos en el palacio. Llegando a un recuerdo que le daba nostalgia de cuando Kushina le confesó que no entendía como a Sasuke le gustaban tanto los tomates, pensando incluso que se convertiría en un tomate por eso. Y que a pesar de que no le gustaban a ella, seguiría queriendo a Sasuke aunque se transformara en un tomate.


 


—Tu hermano era muy terco con lo de comer tomates en las tres comidas. —recordando Mikoto un día que Sasuke le había hecho el berrinche.


—¿Hermano? —un miedo profundo nació en el pecho de él. Mikoto le miró confundida, pero sin deshacer su sonrisa. —Pero Sasuke me juró hasta el cansancio que no éramos Mohammed, ni hijos de ningún marajash, ni hermanos. —confesó en un arrebato, haciendo que ella abriera los ojos de la impresión.


 


El ojiazul le contó todo lo que habían vivido en la república pérsica, omitiendo los detalles íntimos de sus sentimientos, no entendiendo porque Sasuke lo había hecho.


Mikoto comprendió que Naruto se creyera esa mentira, era sólo un niño. Pero a Sasuke no lo supo entender de manera tan clara.


 


—¿Realmente lo somos? —preguntó con amargura. Sintiendo que pronto se ahogaría entre tantos sentimientos en un día.


 


Mikoto, confundida por la situación, con delicadeza le tocó su oreja derecha y le contó de la marca de nacimiento que tenían todos los hijos del marajash: dos lunares en la parte alta de la oreja derecha.


Pidiendo permiso, Kakashi pasó a servirles el té de forma veloz para interrumpir lo menos posible.


 


—¿Por qué se separaron? —preguntó Mikoto cuando estuvieron solos de nuevo.


—Sasuke se marchó. Y siempre me he preguntado el por qué. —contestó el rubio con aflicción.


 


Y conforme le fue contando como habían viajado hasta los emiratos, evitando contar besos y declaratorias, más comprendió a Sasuke y su forma de actuar. Quedándose sin palabras sólo hasta el final, en que le contó de manera superficial, como se había marchado Sasuke. El silencio de su boca contrastaba con la maraña de sentimientos en su mente.


 


—Si así como tuviste tus fuerzas en que nos encontrarías las tienes con él, yo sé que también lo encontraras. —dijo Mikoto, pidiéndole entre líneas que lo hallara.


 


Y Naruto, teniendo curiosidad por saber de ellas, pidió que le contara como habían llegado hasta la Toscana.


La de ojos negros le contó en reversa la historia. De que la casa donde vivían había sido herencia de un hombre amable y culto que las había cuidado; y cómo los tres habían viajado huyendo hasta donde no conocieran el apellido de Mohammed.


 


—¿Los tres? —interrumpió el ojiazul señalando sus tres dedos levantados. Ya para entonces el sol había empezado a pintar de acuarelas el cielo.


—No fue casualidad que nos encontráramos con Kakashi al desembarcar. A él lo conozco desde antes de que tú nacieras. —mencionó Mikoto.


 


Y el susodicho interrumpió a avisarles que les esperaban abajo.


En la sala estaban Jiraiya, Iruka, unos músicos tocando alegre melodía y unos sirvientes que habían traído platillos, quesos, vinos y flores.


Antes de bajar, Naruto respiró hondo para tranquilizarse y mostrar una gran sonrisa. No le hubiera gustado arruinar el ambiente.


Cuando Naruto presentó a Jiraiya, este al instante halagó a Mikoto.


 


—Nunca imagine que tu madre tuviera la belleza de la luna. —dijo a la vez que le entregaba un ramo de lirios.


 


Naruto aclaró que no era su madre, pero diciendo que sí era su familia con una sonrisa.


Durante la velada le contaron con gran emoción las batallas en que habían luchado. Jiraiya soltaba cada que podía un elogio coqueto hacia la de piel nívea, recibiendo una mirada de enojo momentáneo de Naruto de respuesta ¿Qué acaso no podía dejar de ser tan mujeriego ante cada mujer que veía?


Fue hasta la madrugada que Jiraiya cayó dormido en un sofá porel alcohol. Y mientras el rubio despidió a los sirvientes para se llevaran los platos y cubrió al mayor para que no pescara un resfriado; Mikoto no paraba de sorprenderse como habían crecido ellos. Y al recapitular lo que le había contado Naruto, se dio cuenta, o por lo menos eso supuso, del porque Sasuke había dejado a Naruto.


 


—Naruto, ven. Tengo una historia que contarte. —dijo ella ofreciéndole un asiento en la alfombra frente a la chimenea. Naruto, evocando su niñez, sintió una sensación agradable en su pecho y le obedeció.


 


Por la emoción del reencuentro ellos no pudieron dormir esa noche.


Y desde otra habitación, el de cicatriz les espiaba. A la vez que no notaba que cierto peliplata no le quitaba la mirada de encima.


Iruka estaba impresionado como Naruto estaba hablando hindi con fluidez. No sabía que él supiera esa idioma. Y tuvo que observarle a detalle.


Notando el cuidado con que hablaba y el esmero que tenía en sentarse frente a su madre.


El castaño se había fijado que Naruto siempre que comía no tenía modales en la mesa, aun si estaba frente al emperador. Se limpiaba con el brazo y hablaba con la boca llena. Y frente a Mikoto mágicamente utilizaba servilleta ¡Y de la manera correcta! Pero lo que más le había impresionado era que también sabía utilizar los cubiertos.


Entonces se fijó en el detalle con que le servía el té y lo refinados que se habían vuelto sus movimientos frente a ella.


Supuso que al haber sido un esclavo aprendió todo aquello. Y por ende que era de la India, pero él no tenía la apariencia de uno, y si aseguraban ser familia y hablaban la misma lengua, ella debía ser de allá, pero llegaba al mismo punto: no parecía de allá.


Sacándolo de sus pensamientos, Kakashi le saludo a sus espaldas. Le había gustado como el castaño le había observado la tarde anterior, y quería esa mirada de nuevo.


Desde que Iruka había llamado por su verdadero nombre al rubio, supuso que sabía muchos detalles secretos del menor, pero notó que le faltaba la pieza clave, motivo de su intriga. Por lo que decidió revelarle un pequeño secreto.


Desabrocho su máscara y se acercó a su oído para que pudiera escucharle mejor, y con suavidad le reveló el misterio.


 


—Naruto es heredero legítimo del trono en India. —pronunció el peliplata.


Príncipal. —enunció Iruka casi en un suspiro por su impresión en su lengua madre. Una lengua muerta, del que él era el último en conocerla.


 


Naruto al enterarse, de nuevo, que eran hermanos, comprendió a Sasuke. Y fue cuando le perdonó por completo, cargando con parte de la culpa de sus situaciones.


 


xXx Before the time xXx


 


Sasuke estaba enjuagando los platos con agua fría mientras que Hinata los secaba con un trapo. Era una mañana tranquila y húmeda por la niebla. Vio el reflejo de ella en el cristal y no pudo evitar pensar en su madre. Surgiendo en él un duda.


 


—¿Cuántos años tenía mamá cuando se fue? —preguntó entregándole el último plato, pero ella se quedó estática. Sus labios estaban sellados.


—No creo que lo recuerde, era muy pequeña cuando se fue. —Justificó Itachi al entrar a la cocina. —¿Nos vamos? —le dijo a Sasuke, quien tomó sus cosas para irse de cacería.


 


Sasuke llevaba una temporada en el hermético distrito con sus hermanos. Conviviendo de nuevo como una familia. Haciéndole sentir un calorcito de amor en su corazón que tanto le hacía falta sentir.


Le gustaba cortar leña para mantener la casa cálida, ayudar a Hinata a preparar la cena cuando el mayor se marchaba y acompañarlo de cacería.


Ocasiones que aprovechan para entrenar a Sasuke a utilizar su magia. Estaba tan acostumbrado a usar el Érebo y el Sooye que era como un niño aprendiendo a escribir.


Poco a poco sus ojos dejaron de verse opacos, para volverse ónix como los del resto del clan.


Cuando terminaron su caza, Itachi le mostró la pelota de hule. Sabiendo Sasuke que debía activar su sharingan ver donde rebotaría. Aunque muchas veces no lograba activarlo de forma completa. Todavía debía entrenar más sus ojos, le mencionó Itachi.


Con respecto a los del clan, ellos debían tratar a Sasuke como uno más, pues tenía sangre Uchiha, pero más de uno desconfió. Venía de fuera y no había sido criado entre ellos ¿Cómo podrían confiar en alguien al que no conocían?


Mas Itachi les pidió que no se preocuparan por ese detalle. Él se encargaría de hacerlo uno más, pero seguían sin estar convencidos del todo.


 


—Lo necesitamos. Él conoce mejor el mundo que cualquiera de nosotros. Sabe sus costumbres, su situación y sabe incluso más idiomas que yo. No hay nadie más adecuado para que se infiltre. Todo lo que necesita es pensar que tiene una familia, cuando crea eso, obedecerá todo lo que queremos. Es un Uchiha, hagámoslo que sea uno de nosotros. —dijo Itachi en una de las reuniones del clan.


 


Itachi, de vez en cuando y con disimulo, le preguntaba sobre Mikoto, para saber qué cosas contar sobre ella antes de que se machará.


Sasuke no veía nada de malo en contestar todo lo que recordaba de ella, pero siempre le hacía sentirse mal, cosa que notó el mayor.


Sasuke amaba a su madre, le deseaba el bien y la extrañaba, pero había algo distinto en su semblante cada que la mencionaba.


Sasuke les contaba cómo vivieron en la India. Mas en ningún momento mencionó a Naruto y por ende a Kushina.


Itachi notaba que se afligía, como si de forma subconsciente quisiera pedirle perdón por algo. Trató de sacarle la respuesta de mil maneras, pero el menor no cedía. Itachi quería saber cuál había sido el mal que había cometido para sentirse así, quería saber para poder controlarle mejor.


Pero Sasuke no sólo guardaría el amor por Naruto en su corazón, sino que además, guardaría su memoria en su mente como un valioso tesoro.


Por eso, en las pocas oportunidades que tuvo de hurgar en sus memorias, Itachi no encontraba los fragmentos de Naruto, y por lo mismo el pesar que tenía con su madre.


Itachi notaba el gran apoyo que mostró ante la familia, nunca quejándose cuando lo mandan a cualquier actividad pesada. Y en la gran felicidad con que ayudaba a Hinata.


Pero cuando está en su tiempo libre, lo espiaba y lo notaba abatido. Era cuando Sasuke estaba más distraído y distante. Y era que estaba metido en sus recuerdos.


Mas Itachi intuyó que era por lo mismo del perdón que buscaba de Mikoto. Y entonces creyó comprender todo.


Que a Sasuke no le gusta estar solo o sin hacer nada porque se lamentaba. Y él, como hermano mayor debía guiarlo y alejarlo de esos pensamientos negativos. Debía llenar ese vacío que tenía con una meta.


Fue cuando supo que ya podía contarle sobre el pasado de su clan, y del porque su madre se había ido.


Mientras tomaban un descanso a la orilla del río, Itachi le contó sobre los Uchiha, que habían sido de los magos poderosos. Los magos comunes se podían clasificar por su origen, pero ellos podían entrar en cada una de las clasificaciones por la habilidad de imitación que tenían. Razón por la cual muchos magos les admiraban, aunque en su mayoría les envidiaban.


Sobre todo de cierto grupo de magos ingleses que en poco se transformó en odio, aunque ante los demás lo disfrazaron con falso miedo para que pensaran lo mismo que ellos.


Decían temer que pudieran sobrepasar la autoridad, que quisieran controlar todo con su magia.


Reconocían el poder que tenían los magos Uchiha, podían verlo con claridad y por eso mismo querían destruirlos. Odiaban no poder ser ellos los dueños de semejantes poderes. No querían que existieran.


Por eso los inculparon de haber matado al rey de Inglaterra. Motivo por el cual la reina no necesitaba a su rey, porque este ya había caído.


Ya con una excusa de guerra, bombardearon sus palacios y les cazaron como ratas.


Incluso a los niños que sospechaban que tenían sangre Uchiha los torturaban. Si llegaban a mostrar el sharingan, eran decapitados públicamente. Pero si no los mostraban, les dejaban ir. Aunque por precaución les dejaban ciegos y los castraban para que no tuvieran hijos. Pero no muchos sobrevivían las torturas.


Incluso se ofrecieron recompensas. 20 monedas de la corona, la más fuerte en aquella época, por cada Uchiha que se entregara. Castigando a cualquiera que les ofreciera ayuda.


Fueron tiempos negros y peligrosos, donde a cualquiera de ojos oscuros causaba desconfianza.


Tanto repudio se les tuvo que cuando ya habían ejecutado al último Uchiha, que se ordenó a borrar todo libro, pintura o registro de ellos. Se volvieron los innombrables.


Sólo unos cuantos lograron salvarse, escondiéndose en Japón, resguardándose con la gente ignorante de ese distrito.


Aguantando la hambruna y el frío, con el miedo y el recuerdo se mantuvieron pasivos tras las murallas por generaciones.


Hasta que su padre, Fugaku, se hartó de la presión que tenían por no ser libres.


Fugaku se levantó deseando venganza, despertando una chispa de fuego de guerra contra los que los habían masacrado.


 


—Ya no sabemos ni quienes somos. Ellos nos quitaron nuestra existencia del mundo. Nuestro lugar en la tierra.


 


Itachi contó cómo había unido a toda la familia para ir hacia un solo objetivo. Pero Fugaku, siendo un personaje tan importante para su familia, el menor no lo había visto.


 


—¿Dónde está Fugaku? —interrumpió Sasuke, ya estando de nuevo en casa.


—Murió hace más de 20 años, mientras dormía. Pero yo nunca olvidaré sus palabras. —pero Hinata le vio consternada. Ella era muy pequeña cuando pasó todo eso, y era cierto que no recordaba muchas cosas, pero ella estaba segura que eso no era cierto. Su padre no había muerto de esa manera. —Los magos ingleses sólo temen a lo que es más grande que ellos. The british wizards fear to what is bigger than them. Si quieres atacar a tu enemigo, antes debes conocerlo bien.


—If you want to fight your enemy, you should know him very well before. —respondió Sasuke con acento perfecto. Itachi sonrió complacido. Su hermano era perfecto para el trabajo.


—Por eso permanecemos ocultos. Por esos temerosos ingleses. Pero ellos no se imaginan que estamos planeando nuestra venganza.


 


La venganza debe ser inesperada, pero planeada; privada, pero elocuente.


Pero ¿Cómo planeaba destruir a los magos ingleses? Sí, los Uchiha eran poderosos, pero su familia no era muy numerosa, no se comparan al más pequeño ejército.


Y le mencionó que tenían planeado infiltrarse en algún reino para obtener sus ejércitos. Pero este reino debía ser débil o manipulable para que ellos pudieran controlarles.


Pero por lo que se había enterado Itachi, los ingleses se habían aliado con China, el cual era bastante grande y poderoso. Por lo que después de establecerse en el reino debían aliarse rápidamente con otros.


Era un plan largo y que llevaría tiempo. Pero todo con el afán de destruir a los que los habían casi exterminado.


La idea había logrado sembrarse en Sasuke, quien empezó a apoyar la causa como si siempre hubiera esperado por ello. Una revuelta se había prendido en su corazón explotando en su mente.


Pero buscando algún fallo en la idea, pensó en si esa misma causa había sido la razón por la que su madre había huido.


 


—Mamá siempre estuvo de nuestro lado, apoyando las decisiones de mi padre y al clan. Pero un día vio el duro entrenamiento que teníamos, y sintió que los planes que teníamos podrían destruirnos. Ella no quería ver aquello, por eso nos dejó. Pero en todo momento nos apoyó en nuestra venganza y en nuestro plan. Sólo no quería verlo. —confesó Itachi. Ya con su mentira practicada desde antes. —Por mucho tiempo la odie por dejarnos, pero ya la he superado.


 


E Itachi se quedó con la última palabra. Tomándola Sasuke como verdad absoluta. Mas no lo era.


¿Y el resto de la verdad?


Pero no se podía culpar de ello a Itachi, a él también lo habían dejado con esa respuesta parcial.


¿Qué fue lo que realmente hizo desistir a Mikoto?


Para contar esta parte de la historia hay que aclarar que Itachi y Hinata no habían sido sólo dos hermanos. En un principio habían sido tres: Itachi, Shusui y Hinata.


Fugaku era muy exigente con sus hijos varones, entrenándoles para que pudieran conseguir el Sharingan lo más pronto posible y manejarlo más fácilmente.


Tanto fue su insistencia que no paró un solo día hasta que lo logró. En Shisui, cuando este sólo tenía cuatro años. Pero no duró mucho así, estaba muy dañado por las heridas que le había provocado Itachi. Logrando mantenerlo así sólo un par de minutos activo para de un momento a otro caer muerto al suelo por un colapso nervioso.


A partir de entonces Mikoto no volvió a apoyar a su esposo. Uno de sus hijos había sido un precio demasiado alto para ella, pero por lo visto no para Fugaku, que siguió entrenando a Itachi, aunque de manera más leve.


Pero cuando vio que Itachi también empezaba a negar a obedecerlo por convencimiento de su madre, supo que la muerte de Shisui sería un obstáculo muy difícil de superar. Por lo que decidió simplemente borrarlo.


Y con el sharingan borró los recuerdos de Shisui de Mikoto e Itachi. Lográndolo de manera exitosa sólo en Itachi, quien nunca volvió a mencionarlo. Pero en Mikoto fue distinto.


Ella no sólo tenía grabado a Shusui en su memoria, sino también en su corazón. El sentimiento de una madre amorosa era mucho más fuerte. Haciéndola sentirse pérdida por varias semanas. Pero no desistiendo en que la venganza era una mala idea.


Fuera del distrito tenían algunas alianzas secretas con otros. Entre ellos, Mikoto tenía a Kakashi, un guerrero que habían sido abandonado gravemente herido de pequeño, sanándolo ella misma, implantando un ojo sharingan en él para lograr salvarlo.


Con él como su único aliado, planeó una emboscada para que ella pudiera huir con sus dos hijos, pero algo salió mal, y fueron descubiertos por Fugaku. Ella lo hirió para lograr llegar a casa a tomar a sus hijos, pero al ver cómo el resto del clan se acercaba, supo que no podría lograr alcanzarlos. Siendo forzada por Kakashi a huir de ahí.


Por la herida Fugaku murió un par de horas después. Mikoto y Kakashi huyeron los más al oeste que pudieron. Itachi y Hinata quedaron huérfanos. Y Shisui terminó siendo un efímero ser que sólo dio un par de pasos en esa tierra para ser llevado fácilmente por el invierno.

Notas finales:

¿Qué tendrá planeado Itachi con Naruto?
¿Qué estara pasando en el corazón de Sakura? ¿Es posible estar enamorada de dos personas a la vez?
Y ahora que el alacrá vuelve aparecer frente a Ónix ¿Por qué habrá vuelto?

 


Hola!!! Cuanto sin vernos!! ^^U

Antes que nada: Muchas gracias por leer :3 tienen un lugar especial en mi kokoro <3

La verdad este capitulo ya era para que estuviera desde hace mucho, pero mi lap ya no dio para más. Tanto yaoi le hizo daño. Jajaja. No, es que ya esta muy viejita. Pero no podía trabajar a gusto sin word D:

Y cuando pude conseguir quien me prestara su lap para avanzar de manera infraganti >.> llegó mi temporada de exámenes y yo: Debo estar pero si bien salada >.<

 

Espero que el capítulo haya sido de su agrado y se agradecen de antemano los reviews que dejen. Ya sean sugerencias, correcciones o amenazas xD todo es bien recibido =w=

 

Buenos días, tarde, noches o lo que se les antoje ;*

 

Atte:

La Muertesita ^^*

 

I never wanted you to see

The darknest part of me

I knew you'd run away

-"Darknest Part" de Red

 


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