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El rencor contra el amor por Alexis Shindou von Bielefeld

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Notas del capitulo:

Antes que nada, debo pedirles una disculpa por no actualizar día domingo como lo había prometido. Como si lo sospechara desde un principio “todo depende” y exactamente eso paso. Pero se los voy a explicar en las notas finales…. Yo quiero que  disfruten de este capítulo. 
Sakura Usami- Hay una sorpresa al final del capítulo…Y sé que te gusta. 
También Yuu-chan,lo pidió.  Realmente siento que ustedes controlan gran parte de la historia. n_n 
 

Capitulo 16

El peso del Pasado.

Wolfram se dirigía a la sala con esa elegante y recta forma de caminar que le caracterizaba, sus mechones rizados de cabello se movían de arriba hacia abajo conforme daba los pasos.

Le habían informado que ahí se encontraban los otros dos acompañantes de su madre. Estaba seguro que se trataba de Gunter y de su hermano Conrad. Quizás la distancia lo había hecho más sensible respecto a la importancia de la familia, pero moría de ansias por verlos. Siempre discutía con su hermano por acaparar a su prometido, y al hacerlo Conrad simplemente le regalaba una sonrisa y le revolvía el cabello cosa que le molestaba, pero ahora hasta eso le hacía falta.

Al llegar a la sala los encontró sentados en los sillones. Ellos se pusieron de pie de inmediato. Se acercó rápidamente y ambos se inclinaron ante él.

—¡No, por favor! dejen los formalismos a un lado —pidió. Si bien era un príncipe para el resto de habitantes en Antiguo Makoku, para ellos quería seguir siendo el "Mocoso egoísta" y "El tierno hermano menor", por lo que cambió el saludo formal por un fuerte abrazo.

—¿Cómo has estado? —preguntó Conrad con esa actitud amable y serena tan propia de él. Aun no había dejado de acariciarle la mejilla a su hermano menor y sorpresivamente éste no se había quejado.

—No ha sido tan malo. Tener a mi tío, a mi hermano y a Yuuri a mi lado sin duda ha sido lo mejor en medio de toda esta situación —explicó para resumir—. Y me alegra verlos a ustedes también. Los he echado mucho de menos.

Un calorcito muy agradable se formó en el corazón Conrad y de Gunter. Se dieron cuenta que el viaje había valido la pena.

—¿Cómo le ha ido a Yuuri heika en el campeonato? —preguntó Gunter en un tono más serio. Necesitaban saber como estaba toda la situación.

—Tomemos asiento, les explicaré con detalles...

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Anette y Martín habían estado acompañando a Lukas después que los médicos lo atendieron. Willbert se había hecho presente para asegurarse de que ya no corría peligro, inclusive aplicó Majutsu curativo en su hijastro antes de retirarse.

Lukas se encontraba en la cama vendado del brazo y con el cuerpo lleno de cicatrices a causa de las cortaduras con la espada, también tenía el ojo morado y la mandíbula hinchada. Su desmayo se debió a que estaba debilitado por sobre esfuerzo en temperatura baja siendo un Mazoku de fuego, pero al ser atendido a tiempo no había pasado a mayores. Lo que si le había quedado totalmente destrozada era la dignidad. Martín se lo recalcó durante todo el camino al castillo.

—¡¿En qué carajos pensabas sobrino?! ¿Cómo pudiste hacernos esto? —Lo regañaba Martín por milésima vez, caminando de un lado a otro frente a la cama.

Sentada en la cama al lado de su hijo, Anette le dirigió una mirada de reproche a su hermano.

—Deja de regañarlo, Martín. Su reacción fue normal, estoy segura que ese maldito mestizo utilizó algún tipo de trampa para ganarle a mi Lukas.

Martín detuvo sus pasos y la enfrentó.

—¡Por favor, Anette! su derrota fue definitiva y su comportamiento tras esto fue vergonzoso.

—¡Cállate! —gritó Lukas con rabia. Estaba harto de escuchar la misma cantaleta. Martín calló y adoptó una mirada triste y decepcionada—. ¡Lárguense de aquí los dos! —Al no ver ningún movimiento por parte de su madre y su tío, su ira aumentó—. ¡¿Qué no me escucharon?! ¡Largo! —gritó con voz carrasposa.

—Como quieras —siseó Martin, totalmente ofendido. Se acercó a Anette y la tomó fuertemente del brazo hasta arrastrarla fuera de la habitación sin ponerle atención a sus protestas.

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—¡Oh! ¡Mi heika ha hecho un esplendido papel en esta competencia! ¡Ese es mi heika, valiente, fuerte y audaz! —expresó Gunter encantado después de haber escuchado sobre todo lo acontecido en el torneo.

—No te adueñes de mi prometido, Gunter —refunfuñó Wolfram, como siempre retando al consejero. Era una costumbre que no se habían quitado ni con el tiempo de relación formal que llevaba la pareja real.

—Ya...ya —exclamó Conrad sonriente, esa escena le había hecho creer por un momento que no estaban en el Castillo Imperial, sino en Pacto de Sangre y todo seguía tan bien como estaba. Pero luego se enfocó en el semblante de su hermano menor, que a pesar de haberles dado una buena noticia se le veía pensativo, y de inmediato supo que algo andaba mal—. ¿Hay algo más que debamos saber, Wolfram?

Wolfram suspiró antes de responder a la suspicaz pregunta de su hermano. Aquella pesadilla de nuevo se hizo presente en su cerebro, como si quisiera darse el lujo de atormentarlo.

—Es el otro finalista del torneo, Friedrich von Moscovitch. En su combate demostró que tiene mucho poder, también puede controlar tres elementos y creó una bestia enorme con forma de dragón que bien podría ser capaz de poner a Yuuri en aprietos durante la pelea.

—Descuida, estoy seguro que Gwendal, Lord Bielefeld y Yuuri heika ya han pensado en un segundo plan para vencer en la pelea —intervino Gunter cambiando su semblante tranquilo por uno más serio.

—Lo más seguro es que planeen hacer el pacto con el espíritu de fuego mañana, esa es la única salida lógica que encuentro —comentó Wolfram. Luego se sujetó el mentón, pensativo—. Aun así, no puedo evitar preocuparme —susurró tan bajo que no pudieron escucharle.

En esos momentos, un par de personas se hacían presentes en la sala. Al reconocerlos, Wolfram frunció el ceño y recobró la compostura.

—Mi futuro esposo, ¿no me presentas a los nuevos invitados? —provocó Friedrich malintencionadamente mientras caminaba hasta ponerse frente a él. Al no recibir ni una palabra por respuesta, decidió hacerlo por sí mismo y se dirigió hasta donde se encontraba un hombre castaño que parecía de su edad—. Mi nombre es Friedrich von Moscovitch, futuro prometido oficial de éste adonis rubio que se encuentra molesto aquí —dijo, extendiendo su mano.

Conrad le negó el saludo.

—Discúlpeme, solo reconozco a Su Majestad, Yuuri Shibuya, como el legítimo prometido de mi hermano menor.

Friedrich frunció el ceño y lo miró de arriba hacia abajo con desdén, ¡¿Cómo se atrevía este tipo a hacerle un desaire así?!

Bastian emitió un chasquido y se acercó de igual manera a ellos.

—Tan típico de un Weller no respetar a quienes son superiores a ellos —intervino escupiendo esas palabras con puro desprecio.

Conrad frunció el ceño. Ese desgraciado era el que hace años le arrebató de sus brazos a su hermano menor.

—¿Conrad? —Wolfram se extrañó por la reacción de su hermano.

Conrad guardó la calma y volvió en sí.

—Estoy bien... —dijo e intentó hacer un ademán de sonrisa, pero no pudo. Wolfram lo notó.

—¡Retírense! —dijo Wolfram con rudeza. Estaba harto, el idiota de Friedrich y Bastian miraban a su hermano con una expresión de menosprecio en los ojos, y no lo podía permitir. Se levantó de su asiento y los fulminó con la mirada—. ¡¿Que no me escucharon?! Estoy atendiendo a mi familia, por lo que exijo un poco de privacidad. 

A Bastian le temblaban las manos de la furia. Deseaba darle una lección a ese malcriado y caprichoso príncipe, pero se contuvo.

—Como ordene, Alteza —masculló a lo bajo, haciendo una leve inclinación al igual que su hijo aunque obligado por él, y finalmente se retiraron.

Wolfram dio un hondo suspiro y al mismo tiempo pasó una mano por su cabello como una clara muestra de cansancio.

—No los soporto —admitió finalmente. Caminó hasta colocarse frente a la chimenea y observó intensamente las flamas resplandecientes de fuego como si pudieran darle una respuesta a aquello que se había estado preguntando desde hace días—. Nunca llegué a entender porque mi padre odia tanto a los humanos y a los mestizos. Si bien es cierto que yo pensaba lo mismo hace años, eso era porque él me influenciaba, pero después cambié mi manera de pensar —Se giró para ver a Conrad y a Gunter de frente con los ojos tristes y melancólicos—. Mi padre está ciego por el rencor y por mas que le explique no entiende que el amor es más fuerte.

Algo se rompió dentro de Conrad con las palabras de Wolfram. Cerró los ojos como si quisiera borrar un triste recuerdo. Cada queja de su tierno hermano menor era como una daga en su corazón... Ahora estaba totalmente convencido que debía hacer algo al respecto.

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Friedrich y Bastian no habían llegado muy lejos cuando el menor se soltó del agarre de su padre.

—¡¿Porque no dejaste que le diera su lección a ese patético tipo?! —reclamó Friedrich, enfurecido.

—¡Cálmate! —exigió Bastian como respuesta a sus protestas—. Ese tipo es el hijo de la ex Maou de Nuevo Makoku, Cecilie von Spitzweg, si algo le llega a pasar estoy seguro que llegará a oídos del actual Maou y eso puede traer consecuencias. Estamos a solo un paso Friedrich, no lo eches a perder.

—¡¿Qué no lo eche a perder?! —preguntó Friedrich con ironía—. ¡Todo esto ha dependido de mí! Soy yo el que se enfrentara pasado mañana con Shibuya, ¡Soy yo el que tiene poder! ¡Soy yo el que controla tres elementos!

—Tú eras solo un pequeño mocoso cuando comencé a preparar nuestro futuro. Gracias a mi está sucediendo todo esto —le rebatió Bastian—. No me retes muchachito, mejor agradéceme por conseguirte un buen consorte.

—Sí, claro, un consorte que no me puede ver ni en pintura —masculló Friedrich, mientras se cruzaba de brazos.

—Mañana iremos al Templo Imperial, tienes mucho poder pero con Shibuya debemos tomar precauciones. —anunció Bastian cambiando abruptamente de tema.

Friedrich asintió.

En ese instante, Anette se dirigía a la sala principal. Bastian no perdió la oportunidad de hablar con ella y advertirle sobre algo.

—¡¿Qué quieres, inútil?! —preguntó la mujer ante la obstrucción del Consejero en su camino. Después de haber discutido con su hermano mayor, necesitaba beber un trago para tranquilizarse. No tenía tiempo para lidiar con aquel estúpido.

—Darte una información valiosa —respondió Bastian formando una sonrisa torcida, sus ojos brillaban en suspicacia.

Anette rodó los ojos con sarcasmo.

—¿Sobre qué? —preguntó sólo por curiosidad.

Bastian formó una sonrisa torcida.

—Ve al despacho de tu marido antes de que sea demasiado tarde —La mujer frunció el ceño ante sus palabras—. Alguien muy importante del pasado ha regresado... y bueno, como dice el dicho, donde hubo fuego, cenizas quedan...

—¡Habla claro idiota! ¡No soy una adivina!

—Bruja si eres —murmuró Bastian en voz baja. Anette apretó los puños y le dedicó una mirada que le decía que si no iba directo al grano lo iba a golpear—. ¡La sexy queen! ¡Cecilie von Spitzweg está aquí!

—¡¿Cómo que Cecilie está aquí?! —gritó Anette, aterrada, con los ojos temblorosos y respirando con dificultad.

****************************************************

Willbert ya iba por su tercera copa de licor, en cambio Cecilie no había terminado ni la primera. Se habían quedado en silencio por un par de minutos, recordando, anhelando, y hasta imaginando cosas que no pudieron suceder.

—Willbert, no te lo estoy pidiendo, te lo exijo; dale tu bendición a su majestad, Yuuri Shibuya, para que contraiga matrimonio con mi hijo —dijo Cecilie rompiendo el silencio. Si seguían así no iban a llegar a ningún acuerdo y desaprovecharía la única oportunidad que tenia para hablar en privado con él.

Él soltó una breve y cínica carcajada.

—No, Wolfram me pertenece y aquí se va a quedar, y ese mestizo no puede convertirse en Maou de Antiguo Makoku porque mi país no lo va a aceptar por ser quien es —explicó con rudeza y claridad.

—Perderás el amor de tu hijo por tu egoísmo y por su obstinación, por verle solamente como un trofeo de exhibición —replicó Cecilie, arriesgándose a jugar todas sus cartas de persuasión.

La sonrisa de Willbert se desvaneció.

—Esta vez no seré el mismo idiota. No cederé. Recuperaré a mi hijo por mi cuenta y con eso, tu pagaras las consecuencias de tus actos. No tenerlo contigo será tu castigo por haberte revolcado con aquel infeliz siendo mi esposa —Willbert fue alzando la voz a medida se ponía de pie, para después golpear el escritorio con la palma de sus manos.

Ella se levantó de su asiento y colocó ambos brazos apoyándose sobre el escritorio e inclinándose hasta quedar muy cerca de su rostro.

—Yo nunca te fui infiel. ¡Te lo juro!

Se miraron a los ojos profundamente. Él tuvo la desagradable sensación de que ella era consciente del efecto devastador que ejercía cuando lo miraba de esa manera.

—Willbert, yo...

Justo en ese momento, la puerta se abrió estrepitosamente.

—Anette, ¿por qué entras de esa manera? —preguntó Willbert, acercándose a ella y dejando a un lado a Cecilie.

Anette estaba perpleja. Ahí la tenía, Cecilie von Spitzweg. Esa mujer de la que tanto había escuchado. La observó de pies a cabeza, y corroboró que lo que decía su esposo acerca de su apariencia. Era el mismo retrato que aquel engendro. Esa mujer no había parido un hijo, había hecho un clon de sí misma. Esos ojos esmeraldas, esa tonalidad del cabello rubio, esa elegante postura. ¡Eran idénticos!

—¿Anette?

—Cariño, me avisaron que teníamos visitas y quise venir a presentarme —reaccionó al fin, fingiendo una sonrisa puesto que en su interior ardía en coraje por la manera como los encontró, sus rostros estaban tan cerca como para darse un beso.

Cecilie también la observó atentamente. Esa mujer había llamado "cariño" a su ex esposo por lo que supuso que tenían una relación amorosa. Era hermosa y elegante. Sin duda era alguien que podía llamar la atención de alguien como Willbert. Dolía aceptar que hacían bonita pareja.

—Cecilie, ella es Anette von Zweig, mi esposa —prosiguió a presentarlas Willbert, aunque un poco incomodo.

La palabra esposa fue lo que mas resaltó en la mente de Cecilie. Eso fue un golpe bajo, por alguna extraña razón. Sintió una punzada muy incómoda en su corazón al verla rodear el brazo de Willbert de manera tan posesiva, y cuando la vio darle un fugaz beso en los labios, se obligó a desviar la mirada de ellos.

—Anette, ella es Cecilie von Spitzberg —continuó Willbert. Anette sonrió ampliamente, sus brazos en ningún momento habían dejado de sujetar a su marido.

—Mucho gusto, ex reina Cecilie, su reinado ha sido uno de los más famosos en la historia Mazoku, aunque no de manera tan positiva que digamos —comentó Anette de manera ácida y malintencionada.

Se hizo un momento de tensión durante el cual dicha ex reina se esforzó por no abalanzarse a golpes contra esa mujer tan impertinente y vulgar.

—Quiero hablar con Wolfram por un momento —Cecilie fue más astuta y la ignoró olímpicamente—. Por favor, Willbert, deseo ver a nuestro hijo —suavizo su voz haciéndola tan dulce al oído que el rey reprimió un suspiro.

—Sí, claro, como quieras —Sorpresivamente, él asintió sin problema alguno antes de salir del despacho para buscar a su hijo.

Cecilie observó a Anette acercarse y mirarle como si la estuviera estudiando. Ambas mujeres hermosas frente a frente. Anette sonrió de lado antes de darse la vuelta y alejarse sin despedirse siquiera, su larga melena se balanceaba rítmicamente por su espalda a medida movía las caderas por su forma maliciosa de caminar. Cecilie se quedó extrañada y molesta por su actitud.

Cinco minutos después, alguien entraba a paso apresurado al despacho.

—¡Madre! —gritó Wolfram, entusiasmado.

—¡Wolfie! —La ex reina recibió a su hijo con los brazos abiertos—. ¡Te extrañé! ¡Te extrañé tanto mi niño!

—Madre... —A pesar de su esfuerzo por ser fuerte, la voz de Wolfram escuchaba temblorosa. No pudo hacer más que aferrarse fuertemente al abrazo de su progenitora. Esta vez no le importaba ser asfixiado por sus agraciados pechos, es más, se dio el lujo de acurrucarse sobre su regazo mientras sentía los suaves besos que ella le daba en su cabeza.

Por fin volvía a sentir esa sensación cálida al estar atrapado entre sus protectores brazos y el sentimiento de paz que se albergaba en su corazón cuando la tenía cerca.

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En la sala principal, el ambiente no era otro más que de hostilidad, odio y el rencor. Para no alarmar a su hijo, Willbert había intentado mantener la calma y fingir estar sereno, pero encontrar a ese sujeto en su castillo fue como si le hubieran humillado públicamente. Los nudillos los tenía tan apretados que ya comenzaban a palidecer.

—¿Qué haces aquí? —preguntó casi sin voz e intentando mantener el control.

Conrad se mantuvo sereno.

—Gunter, ¿podrías dejarnos un momento a solas? —pidió amablemente pero recibió una contundente negativa.

—Sabes que no puedo hacer eso...

—¡Lord von Christ, déjenos solos! —ordenó Conrad, impetuoso. Se lo estaba exigiendo.

Gunter no tuvo otra opción más que obedecer, pero antes de salir de ahí, se acercó a su ex pupilo.

—Si haces algo irreversible, ni Yuuri heika te lo perdonará. Conrad, piénsalo bien —Le susurró al oído para después dedicarle una última mirada de advertencia.

Conrad se volvió a enfocar en la persona que se había quedado a solas con él, solo que ahora le daba la espalda y estaba viendo directamente a la chimenea.

—¿Porque me da la espalda? —preguntó Conrad con un claro tono de desafío.

—No me tientes muchachito, créeme que estoy haciendo un esfuerzo enorme por no sacarte a patadas de mis tierras —advirtió Willbert con voz grave—. Bueno, ¿que mas podía esperar de ti? Los Weller siempre se meten con mis propiedades.

—Quizás el error de mi padre fue ese precisamente y lo entiendo a usted —expresó Conrad para sorpresa del mayor—. Él nunca pudo romper el lazo que lo unía con mi madre y con ello se convirtió en su tormento.

Willbert soltó un bufido.

—Oye, no me lo restriegues en la cara ¿quieres? —Giró su cuerpo para verlo de frente. Mala idea. Al hacerlo miró a aquel hombre que tanto odiaba aun después de muerto reflejado en su hijo.

—Sé que no puedo convencerlo, aunque yo estaba muy pequeño en ese entonces, yo soy testigo de la inocencia de mi madre y de mi padre.

Willbert no parecía afectado, era obvio que no creía en sus palabras.

—Dejando eso de lado —continuó Conrad mientras se acercaba a él—, y hablando ahora de hombre a hombre, quiero hacerle una propuesta.

Willbert levantó una ceja, evaluándolo con la mirada.

—Usted no odia a los humanos, usted odia a los Weller —Mientras hablaba, Conrad caminó hasta la chimenea y tomó una de las espadas que estaba entrecruzadas en la parte de arriba—. Por la felicidad de mi hermano menor, por la paz entre ambas naciones y como una manera de compensar la falta de mi padre, máteme.

Willbert lo miró atónito, sin atreverse a decir palabra alguna. Conrad se arrodilló frente a él.

—Acabe con esta descendencia que tanto odia y deje que Su Majestad Yuuri y Wolfram contraigan matrimonio —Finalizó decidido, entregándole la espada.

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—Ya veo, Yuuri heika realmente está poniendo todo su empeño para recuperarte, Wolfy —comentó Cecilie encantada con lo que le había contado su hijo.

Habían acabado por sentarse en un sillón cerca de la ventana del despacho, Wolfram acostado sobre las piernas de su madre mientras ella jugaba y acariciaba sus cabellos

—¡No pude haber elegido un yerno mejor! —se jactó de sí misma.

Wolfram se levantó de inmediato y la miró contrariado.

—¡Fue él, quien pidió mi mano, madre! —le recordó.

—Sí, pero yo puse el shampoo que hizo que sus emociones se representaran con mayor intensidad. Porque, ese muchacho me pareció tan inocente y tierno, y yo quería alguien así para ti. Sus personalidades son tan compatibles que era seguro que acabarían tan enamorados como lo están ahora.

—Sí, claro, sólo que tardó años en darse cuenta.

—Pero nadie se resiste a tus encantos, querido, eso también lo tenía asegurado. No vas a negarme que Yuuri heika está loco por ti.

Un rubor muy marcado apareció en el rostro de Wolfram. Enamorados, sí lo estaban y mucho. Recordó los últimos encuentros que habían tenido y desvió la mirada totalmente abochornado, lo que no pasó desapercibido por su astuta de su madre.

—Wolfy —entonó Cecilie, levantando una ceja suspicaz—. Se han estado viendo a escondidas, ¿verdad?

Wolfram no respondió, pero se preguntó cómo carajos hacían las madres para adivinar los pensamientos de sus hijos.

—Eres tan apasionado como tu padre en el amor —comentó Cecilie sin pensar, simplemente se le salió del corazón. De pronto sintió un nudo en la garganta y se mordió el labio inferior.

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Willbert se sentía consternado ante el atrevimiento de ese muchacho tan impertinente. Por un momento pareció dudarlo pero después sonrió perversamente y blandió la espada.

Conrad cerró los ojos al sentir el frio metal de la espada en su cuello; sin embargo, ésta nunca hirió y lo siguiente que pudo escuchar era la risa histérica del Maou.

—Así hubiese querido tener a aquel desgraciado en aquellos tiempos —comentó Willbert entre melancólicas carcajadas.

Conrad seguía de rodillas y cerró los ojos con fuerza sintiendo el peso del pasado.

—Levántate, León de Ruttenberg —le ordenó Willbert mientras colocaba la hoja de la espada verticalmente debajo de su mentón y la subía a medida que él se incorporaba.

—¿Por qué no lo hizo? —Aunque Conrad se dirigía a él con educación, su tono de su voz era de reproche y no le miraba a los ojos. Sus intenciones habían sido claras, deseaba darle la felicidad tanto a Yuuri heika como a su hermano menor aceptando pagar por los errores del pasado.

Willbert se dirigió al sillón más próximo donde se dejo caer pesadamente.

—No te creas tanto como para pensar que por ustedes, los Weller, odio tanto a la humanidad, eso solo fue la gota que derramó el vaso —se sinceró con ese muchacho de mirada cálida y sonrisa sincera con el que nunca pudo llevarse tan bien como hubiera deseado en el pasado.

—Entonces, ¿qué fue lo que...?

—Cosas personales que no te importan, muchachito —cortó Willbert.

Conrad hizo sus manos puño, necesitaba escuchar respuestas.

—Y con lo que respecta al asunto que nunca pude solventar con tu padre, pues... —Willbert miró al techo por unos segundos y suspiró pesadamente—. Que Dan Heller se pudra en el infierno —dijo sin ningún tacto por tener en frente a su hijo—. Matarte a ti solo me traería más problemas que satisfacción.

En ese instante Conrad acababa de comprender que a partir de aquel momento un Weller le debía la vida a un Bielefeld. Fue un duro golpe para su orgullo.

—¿Quién va a matar a quien? —preguntó Cecilie con tono preocupado, que en esos momentos entraba a la sala al lado de Wolfram.

—Fue un chiste de muy mal gusto, Cecilie —dijo Willbert, restándole importancia. Luego se levantó del asiento y buscó la cercanía de su hijo.

—Su Majestad Willbert dice la verdad, madre —mintió Conrad, a pesar de saber de antemano que ella no le creería.

—¿Dónde está Gunter? —preguntó Cecilie mientras cruzaba sus brazos y entrecerraba juiciosamente sus ojos esmeraldas.

—Está... tomando aire —contestó Conrad una vez más.

—Tienes una respuesta inmediata para todo, Conrad —comentó audaz la ex reina. Conrad tragó grueso, sintiéndose como un adolescente que hace cosas precipitadas y estúpidas.

—Se quedaran hasta que termine el torneo ¿cierto? —habló Wolfram por primera vez. Willbert le rodeaba el hombro con el brazo.

—Por supuesto. Estaremos apoyando a nuestro rey durante la final —dijo Gunter, apareciendo en la sala.

Willbert chasqueó los dedos y enseguida aparecieron dos sirvientes.

—¿Hay habitaciones disponibles? —preguntó a uno de ellos. Como había muchos invitados en los edificios alrededor del castillo, las habitaciones estaban en su mayoría ocupadas.

—En el edificio sur, Su Majestad —contestó el sirviente con prontitud.

—Entonces...

—¿Mi madre no merece una de las habitaciones principales, padre? —le interrumpió Wolfram.

—Lo más correcto es que ella se quedé en el edificio sur, querido —contestó Anette por él, apareciendo inoportunamente.

Wolfram quiso descuartizar a esa mujer entrometida. Pero no se iba a dejar vencer por ella. A ver quién de los dos lograba convencer a su padre.

—Por favor, papá —suplicó con ojos llenos de ternura.

Willbert sonrió con suavidad. Su hijo era su debilidad.

—Hilda, guía a la dama a una de las habitaciones principales.

Wolfram sonrió arrogante al ver la estupefacción en el rostro de su madrastra. Quiso reír pero sería demasiado obvio que disfrutaba su victoria. Abrazó a su padre, que lo recibió gustoso entre sus fuertes brazos, viendo de reojo la reacción de Annete y también la de su madre que también hacia un esfuerzo por no reír.

La respiración de Anette se hizo errática, se llevó un mechón de cabello detrás de su oreja y descubrió con consternación que sus manos temblaban de la ira. «Desgraciado engendro» fue su único pensamiento.

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Al llegar al edificio sur, lo primero que Gunter y Conrad vieron fue una especie de fiesta en el comedor. Un par de jovencitas bailaban con un señor de edad al ritmo de la música que tocaban unos sirvientes, un muchacho con los brazos enyesados sentado y observando con una amplia sonrisa en el rostro. Gwendal y Waltorana conversaban y Yuuri observaba todo con una copa en la mano.

—¡Su majestad! —Gunter corrió y se abalanzó a los brazos de su adorado rey, éste apenas tuvo tiempo de reaccionar.

—¡¿Gun-Gunter?! —fue lo único que Yuuri pudo balbucear en medio de ese fuerte apretón.

La música dejó de sonar y todos vieron atentos a los nuevos invitados, un escandaloso hombre de cabello largo y color lila y un atractivo castaño con una sonrisa de ensueño.

A Kristal le brillaron los ojos con emoción. Llevó su mano a su nariz para detener la hemorragia nasal que fluyó en ella al ver a aquellos atractivos hombres

—No Kristal, no caigas en la tentación —murmuró para sí misma—. ¡No caigas en la tentación! ¡Pero que que guapos!

Ailyn hizo un esfuerzo enorme para no reír al ver a su hermana de esa manera.

Waltorana fue el primero en hablar.

—¡Gunter! ¡Conrad! ¿Pero que hacen aquí?

—Lord von Bielefeld, sé que debimos avisar que vendríamos, pero el viaje salió de sorpresa —contestó Conrad, formando una bella sonrisa que derritió a más de alguna.

—¿Mi hermano sabe que están aquí? —preguntó Waltorana, inquieto.

—Sí, de hecho también está aquí mi madre —respondió Conrad, lo que llamó la atención de su hermano Gwendal—. Ella habló con Su Majestad Willbert y a petición de Wolfram se quedará en una de las habitaciones principales.

—¡Qué bueno que están aquí! —exclamó Yuuri una vez había logrado soltarse del abrazo de Gunter. Se puso de pie y caminó hasta colocarse frente a su padrino. Ambos sonrieron.

A Gwendal no le cuadraba una cosa.

—¡Esperen! —intervino con voz fuerte—. ¡¿A quién dejaron de encargado en pacto de sangre?! —preguntó, temiendo lo peor. Rogaba en su interior que no fuera con quien estaba pensando.

—Lord von Wincott y Lord von Radford —contestó Gunter con calma. Gwendal suspiró aliviado—. ¡Ah! También Anissina se ofreció para ayudar.

La atmósfera que rodeaba a Gwendal se tornó oscura y tétrica. En su imaginación visualizaba a Anissina riendo a carcajadas y declarando el "día de la Mujer" en el cual los hombres tenían que doblegarse ante las mujeres siendo utilizados como conejillos de indias en locos experimentos.

Mierda... susurró paralizado y con un tic en el ojo.

Mientras tanto Yuuri presentaba a Gunter y a Conrad los nuevos amigos que habían hecho en Antiguo Makoku.

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Anette se encontraba sola en la cama de la habitación real del Castillo Imperial, debido a que cuando invitó a su esposo a que la acompañara a sus aposentos éste se negó rotundamente diciéndole que se quedaría un rato más en la sala. Ella sabía que él se quedaría para beber hasta perder la razón. Lo había escuchado pedir botellas de vino a un sirviente, lo vio sentarse en el sofá y pasarse las manos por todo el rostro en una clara muestra de ansiedad.

Las visitas inoportunas de esa noche habían venido a terminar de arruinar su día. Primero, su hijo pierde de manera humillante frente el mestizo rey después, su hijastro la humilla, y Cecilie aparece de nuevo como si regresará del pasado para quitarle lo que ahora le pertenecía a ella. Pero no permitiría ningún acercamiento de ese par. Sería la sombra de su esposo para no darle a Cecilie la oportunidad de hablar a solas con él de nuevo. El amor no era limpio. Tampoco era un juego. Era la guerra. Y, como en cualquier otro campo de batalla, el precavido siempre salía victorioso.

Después de volver a la realidad, se encontró a si misma estrujando fuertemente las sabanas. Bufó al percatarse que estaba exagerando. Willbert se lo había repetido hasta el cansancio, odiaba a Cecilie tanto como odiaba a los humanos y eso era en extremo. ¿Por qué entonces estaba tan inquieta? Los miedos tontos, la imaginación tonta, se respondió irónicamente. Estaba permitiendo que su imaginación la doblegara de manera absurda. No parecía ser la misma mujer tan segura de sí misma que era.

**************************************************

Wolfram decidió tomar un baño antes de ir a la cama. Al salir del cuarto de baño, solamente usaba una bata encima de su ropa interior. Estaba secando su cabello con una toalla cuando escuchó unos ruidos fuera del balcón. Frunció el ceño y giró su rostro rápidamente a esa dirección.

Para su sorpresa la visita no era para nada desagradable.

—¿Cómo hiciste para que no te descubrieran? —fue lo primero que se le ocurrió preguntar, dejando la toalla a un lado de la cama.

—Recuerda que ahora tengo súper velocidad gracias a que controlo el Aire, así que pude burlar a los guardias fácilmente —explicó Yuuri mientras entraba a la habitación y caminaba hacía él. Cuando estuvo cerca lo sujetó firmemente de la cintura. Le había fascinado encontrarlo usando esa bata tan corta, le permitía apreciar detalladamente las partes más sensuales de su prometido y lo mejor era que todito eso era suyo.

Wolfram colocó los brazos alrededor de su cuello. La sonrisa de Yuuri siempre hacia que algo en su interior se removiera como si tuviera mariposas en el estomago. 

Notó el olor del vino cuando él lo besó. Aunque sus labios estaban helados, su boca y su lengua eran cálidos y acogedores. Eso sólo le daba un toque más profundo y seductor, y su cabeza comenzó a darle vueltas al sentir su aliento embriagante.

—No deberías estar aquí.

—Conrad me contó que te sentías inquieto y quise venir a tranquilizarte a mi manera —susurró Yuuri sensualmente, sin dejarle de ver con esos ojos llenos de deseo.

—Es obvio que Gwendal no permitiría que hicieras esto, ¿te das cuenta que estamos a solo un paso de salir de esto? Y te atreves a arriesgarte así. —Wolfram intentó alejarse, pero los brazos fuertes de su prometido lo sujetaron firmemente.

—Es un riesgo que vale la pena —Sin esperar respuesta, Yuuri comenzó a darle pequeños besos en el lóbulo de la oreja descendiendo hasta su cuello, besándolo con ternura y sensualidad mientras sus manos recorrían todo su cuerpo.

Wolfram sintió como su cuerpo ardía con cada caricia que recibía, Yuuri le abrió la bata sin dejarla caer todavía, luego pasó una mano por su nuca y acercó sus labios para darle un beso firme y posesivo mientras con la otra mano buscaba su miembro para comenzar a masajearlo.

—Yu-Yuuri, no —dijo Wolfram casi sin respiración—. No podemos...

—¿Por qué no? —preguntó Yuuri con malicia sin dejar de besarle.

—Al-alguien podría escucharnos... —Trataba de explicar, recibiendo y respondiendo favorablemente a los deliciosos besos. Su miembro en ningún momento dejó de ser atendido por la mano de Yuuri—. Y... y si nos descubren...

Yuuri se detuvo en seco y sus labios se contrajeron en una mueca.

—Hacer el amor contigo es lo único que necesito en estos momentos. Te deseo, Wofram, no sabes cuánto. Además, anoche me quedé con las ganas, ¿tu no?

—Sí —contestó Wolfram por inercia, pero se arrepintió al instante por la manera tan irónica en que le miraba su prometido. Sus mejillas se tiñeron de rojo de inmediato—. Escúchame, tuvimos suerte de que el Capitán Goethe nos encubriera. Por eso debemos ser más cuidadosos.

Yuuri lo silenció con un beso.

—Eres mi prometido. No oficial, pero si legítimo —Le besó el pecho y se metió un pezón en la boca, mientras con una mano continuaba estimulando su pene—. Tengo derecho sobre tu cuerpo, con o sin autorización de tu padre.

Wolfram estaba acorralado. Los besos empezaban a hacerle suaves marcas rojizas. Estaba semidesnudo y siendo atendido de esa manera por su prometido. Lo siguiente que pudo hacer fue cerrar los ojos lentamente, dejando que hiciera lo que quisiera con su cuerpo, era suyo después de todo.

Yuuri lo conocía tan bien que sabía dónde tenía que besarlo y tocarlo para despertar su excitación. A medida que sus manos se deslizaban sobre su piel caliente, Wolfram se abandonó a las sensaciones placenteras, pero tuvo que morderse el labio inferior para no gemir de manera tan sonora. No quería llamar la atención afuera de la habitación.

—No hagas eso —murmuró Yuuri en un tierno regaño, en cambio sus labios cubrieron los de él. Wolfram accedió dando a su lengua permiso para explorar lo más profundo dentro de su boca mientras Yuuri seguía en su labor de masturbar de arriba abajo el duro pene con una mano.

Después de un tiempo, entre besos con sabor a vino y caricias osadas, continuando con el vaivén de su mano sobre el miembro del otro, escuchando sus gemidos ahogados, Yuuri recibía un grito gutural entre su boca y su mano se llenaba con la esencia de su demonio de fuego. Lo sostuvo firmemente para que no cayera después del impacto orgásmico. Al separar sus labios, un fino hilo de saliva se dejaba apreciar como testigo silencioso de su pasión.

La respiración de Wolfram estaba agitada. Aunque tenía los ojos entrecerrados, pudo ver perfectamente a su pareja saborearse los dedos llenos de su esencia. Genial, pensó con ironía. Había tenido el primer orgasmo de la noche y Yuuri todavía estaba completamente vestido. Se le veía tan tranquilo y tan campante con esa cara orgullo.

—Te odio, Yuuri Shibuya, siempre te sales con la tuya —murmuró, resentido. Pero no era en el sentido literal, pues lo amaba con locura.

Le dio un salvaje beso en los labios el cual Yuuri respondió complacido. Después comenzó a desabrocharle los botones de su traje color negro, luego la camisa blanca la cual rápidamente deslizó por sus hombros, dejándolo desnudo de la parte superior. Recorrió con los labios el pecho, el abdomen y el ombligo de su prometido hasta colocarse de rodillas frente a su entrepierna. Le desabrochó el cinturón y rápidamente le bajó la cremallera del pantalón bajándolo de un tirón junto con la ropa interior, liberando su palpitante y erecto miembro. Su aliento caliente chocó contra el miembro varonil que tenía en frente causando que de Yuuri saliera un suave jadeo. Wolfram echó su cabeza hacia atrás haciendo que sus miradas se encontraran, sus ojos esmeraldas resplandecieron en deseo, le sonrió fugazmente antes de remojar sus labios y llevarse su miembro a la boca saboreándolo con ganas, succionándolo, lamiéndolo y acariciandolo.

Yuuri de pie con su miembro en la boca de su prometido que estaba hincado de rodillas usando solamente una bata semiabierta. Comenzaba simplemente a perder la poca cordura que le quedaba. Todo era tan delirante, tan erótico y sublime que lo único que pudo hacer fue tomar unos cuantos mechones rubios con su mano mientras gemía roncamente.

Wolfram dejó su labor y se reincorporó a la altura del rostro de su prometido. Dejó caer la bata con parsimonia dejándose mostrar desnudo ante quien que lo veía con amor, ternura y pasión.

Yuuri sonreía y se deleitaba con la imagen perfecta del cuerpo de su prometido, aquella acción era una clara aceptación para que lo tomara. Y vaya que lo haría. Buscó sus dulces labios y jugaron con sus lenguas, mientras atraía su cuerpo sintiendo placenteramente la fricción de sus miembros, sus manos apretaron su trasero de manera sensual y ardiente, para después levantarle una pierna a la altura de la cintura, luego llevó un dedo su rosada cavidad para comenzar a prepararlo.

Wolfram tuvo que sujetarse a su cuello para no caer debido al estremecimiento que le causaban sus caricias, los dedos de su prometido estaban haciendo una magnífica labor en su entrada hasta el punto de derretirlo entre sus brazos.

—Yu-Yuuri...por favor —imploró Wolfram entre gemidos. Ahora prácticamente vibraba en necesidad.

Yuuri sonrió de forma mezquina. Esa noche quería escucharlo suplicar, ya que aunque no eran unos inocentes, Wolfram seguía teniendo un poco de recato y pudor, quizás debido a su educación dentro de la Nobleza Mazoku.

—¿Que deseas, mi amor?

—¡Yuuri! —gruñó Wolfram en un claro regaño. Su cuerpo estaba ya preparado para él, lo necesitaba dentro, bien profundo y constante.

—¿Qué? dame instrucciones especificas.

La sonrisa seductora de su debilucho solo hizo que lo deseara mas, ahora estaban quietos, abrazados y sudorosos pero no había penetración, y eso era lo que necesitaba con urgencia. Por ahora, por su propia necesidad y cordura, le seguiría el juego.

Wolfram lo abrazó por la cintura y se acercó a su oído.

—Tócame, bésame, tómame —ronroneó—. Quiero que te entierres en lo mas profundo de mi ser, saciame con tu hombría y dejame perderme a mi mismo en los laberintos del placer —Lo besó lentamente mientras lo guiaba hacia la cama al mismo tiempo que agregaba otras cosas que quería que le hiciera, justo lo que su prometido deseaba escuchar.

Yuuri sonrió de manera perversa y se remojó los labios.

—Como tu ordenes, mi príncipe —le dijo mientras lo arrojaba de espaldas a la cama. Wolfram abrió sus piernas y extendió sus brazos para recibirlo.

¡Oh si! Justo así lo quería tener. Yuuri no podía dejar de sonreír, casi ronroneó de deleite. Era casi imposible no hacerlo en medio de tal invitación. Adoraba a su adonis rubio, siempre dispuesto, apasionado e insaciable. Se acostó sobre él y entró de un solo golpe.

Wolfram ahogó un gritó de placer, sintiendo el miembro de su amado dentro. Los gemidos comenzaron a salir de sus labios conforme movían sus caderas.

—¿Porqué tan lento?

Imploró entre susurros aquel que se encontraba debajo, envolviéndole sus piernas apretadamente alrededor de su cintura.

—Si quieres más rápido, solo pídelo —dijo Yuuri mientras succionaba sus pezones.

—Más rápido, por favor —gimió Wolfram a medida sentía las constantes y fuertes envestidas en su interior. Yuuri aumentó la velocidad lo que provocó que arqueara su espalda y se apretara contra él.

Sus ojos se volvieron a encontrar. Yuuri buscó los labios de su demonio y le mordió el labio inferior tirándolo con delicadeza. En ningún momento había dejado de seguir el rápido, fuerte y profundo movimiento de caderas.

Los minutos pasaban, la pasión del Maou de las sombras y el demonio de fuego se repetía, cada una siendo memorable en su mente y sus corazones, diciéndose repetidamente cuanto se amaban. Terminaron con sus cuerpos temblorosos, empapados en sudor y con la respiración agitada.

Estaban totalmente satisfechos.

Yuuri se desplomó en el regazo de Wolfram, cerró los ojos sintiendo los fugaces besos éste que le daba en su húmeda cabeza.

—¿Te he dicho lo mucho que te amo? —preguntó Yuuri, sintiendo como se doblegaba lentamente a los brazos de Morfeo.

—Esta noche... un par de veces —respondió Wolfram, risueño.

No solo le había dicho que lo amaba, se lo estaba demostrando al participar en la competencia y arriesgando su propia vida por él. Se lo había demostrado esa noche en la cama, obedeciéndole, dejándolo que llevara el control, y siendo tan apasionado como tierno en el sexo. Nunca lo había lastimado ni tratado mal, ni había interpuesto su propio placer ante el suyo. Wolfram sabía que si le hubiese insistido en detenerse, él lo habría hecho.

—Te amo, Yuuri —agregó con un suave susurro y dándose cuenta de que ya estaba dormido. Lo atribuyó al desgaste físico de la pelea, más lo que había sucedido entre ellos esa noche. Le beso la cabeza, lo abrazo con más fuerza y cerró los ojos.

 

 

 

                                                                            

Notas finales:

Gracias por la paciencia. !! Ya estoy de vuelta.


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