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El rencor contra el amor por Alexis Shindou von Bielefeld

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Notas del capitulo:

¡Buenas!  Con permiso. —Paso—

En primer lugar, muchas gracias por los ánimos.

Y con esto finalizo triste pasado… es un capitulo muy largo. Advierto que es en un 99.5% drama. Drama puro. (Y uno de los más complicados que es escrito en mi vida :( y espero que sea de su agrado. 

Como compensación mañana o en unas cuantas horas agregaré un extra que quiero compartir con ustedes WaltoranaxWolframxWillbert .  Así que ahí tendremos el adelanto de capitulo… ¿capitulo?... ya no recuerdo que numero de cap xD

 

El prodigio de las tierras Bielefeld III

Mentiras y consecuencias.

Gwendal, que se encontraba en la habitación de su madre, se paseaba con el bebé en brazos haciéndole cariñitos y caritas de vez en cuando, los cuales el pequeñin respondía con una tierna sonrisa, al menos así interpretaba esos gestos ya que solo era un recién nacido. Había llegado a Pacto de Sangre a tan solo un día después de enterarse de la gran noticia. En el momento en que miró por primera vez a su nuevo hermanito, supo que era lo más tierno que había visto en su vida. Debía protegerlo y procurar su felicidad como todo hermano mayor debe hacer. No obstante, su completa alegría le duró poco cuando se enteró de primera mano de que había una persona indeseable hospedada en el castillo. Se lo encontró por casualidad en el pasillo y volvió a sentir ese malestar en el estomago que se le producía cuando lo tenía cerca, “Desgraciado humano” pensaba con rabia contendía.

—¿Porqué ese hombre tiene que estar aquí?—La voz irritada de Gwendal retumbó en la habitación. No podia callar mas esa inquietud.

—Pues, es un invitado de tu hermano menor, Conrad y mío—explicaba Cecilie mientras seguía a su primogénito con la mirada desde su cama. Aunque continuaba en reposo después del parto, había recuperado su elegancia y sensualidad innata. Ni un día se dejó ver mal arreglada o cansada. No era por demás decir que la maternidad le sentaba bien.

—No es correcto. Willbert san no está aquí.

Cecilie frunció el ceño, entendiendo la indirecta.

—¿Y? ¿Qué tiene que ver que mi esposo este o no presente?  No es como si le estuviera siendo infiel.

El tono de su madre, hizo a Gwendal detener la labor de pasear a su hermano menor. Era claro que la había ofendido con esas insinuaciones, pero no fue agrede, era solo que ella no media consecuencias de lo que hacía y que como imagen pública tenía que cuidar.  

—Escuche madre, — se sentó a la orilla de la cama para entregarle al bebé en brazos no sin antes acariciarles esos finos mechones rubios que apenas cubrían su cabecita, ella le miró atentamente — Tal vez para usted albergar a ese humano que viaja de un lado a otro como peregrino por quien sabe qué razones en el castillo sea algo que se resume en amabilidad, pero para las demás personas ese hombre siempre será su ex esposo, alguien que sigue conservando su poder de atracción sobre usted. Esto puede dar origen a malentendidos que se pueden convertir en chismes falsos poniendo en duda  su lealtad y fidelidad para con el consorte real. ¿Me entiende?

Cecilie se sorprendió por la franqueza de su hijo. Era un punto de vista muy duro el que tenia sobre Dan Heller. Sabía muy bien que Gwendal no había olvidado el abandono de hace años y que lo odiaba con todo su ser. Pero ella ya lo había perdonado, eso era cosa del pasado, es decir; si todos viviéramos con rencor toda la vida nunca seriamos capaces de encontrar la verdadera felicidad. A ella poco le importaba las habladurías de la gente. Era su vida y podía hacer con ella lo que se le viniera en gana. Sus deseos eran entablar una amistad pura con aquel que alguna vez amó con toda el alma, solamente eso, no había nada más en ello. El reino entero no podía oponerse a la fuerza de sus sentimientos; no podían impedirle sentir aquella admiración con ese humano que sin esperar nada a cambio defendía los derechos de los débiles y necesitados.

—Si te entiendo, pero eso no significa que esté de acuerdo— respondió mientras mecía al bebé que se volvía a quedar dormido en su regazo. Gwendal la miró desconcertado, sin pronunciar ni una sola palabra —Si no les prestas atención a los rumores se quedan en el olvido. De todas formas eso que planteas nunca sucederá, no tengo nada que temer. Por mí que hablen todo lo que quieran.—agregó.

Él cerró sus ojos azules y negó con vehemencia, después la miró fijamente.

—Usted es una imagen pública ante todo, lo que usted hace sirve de ejemplo para sus súbditos. Nadie quiere a una reina que no se comporta según los principios que como tal está obligada a seguir.

Cecilie hizo puchero que a los ojos de Gwendal la hizo parecer tierna, pero luego ella lanzó un suspiró y en tono amable, pero con un eco de recriminación en el timbre, le dijo:

—Escucha hijo mío, sé de fuentes confiables que Dan Heller se las ha visto difícil durante estos últimos viajes; las enfermedades, el agotamiento físico, la lucha constante te vuelve vulnerable ante tus enemigos, tomando en cuenta que está entrando a sus cincuenta. No puedo ser tan indiferente ante eso, ni tú tampoco.

Gwendal reflexionó un instante, antes de agachar la cabeza y apretar sus puños contra las sabanas. Cecilie continuó:

—Ese hombre no es malo, tiene un enorme corazón, por eso ayuda a gente en desgracia, por esa razón le sugerí quedarse una temporada en Pacto de Sangre, solo con el fin de que recuperara fuerzas para continuar su camino y su buena obra. — supo que su hijo había entendido el mensaje ya que no le había contradicho—No te preocupes por los chismes, de todas maneras, la verdad estará siempre de mi parte.

Gwendal suspiró cansadamente y le dio una palmadita en la pierna. Decidió no seguir platicando del tema y esperar que las palabras de su madre fuesen ciertas.

—Debo partir ya —Se levantó de la cama y les dio un beso en la frente a ambos. Por desgracia debía partir hacia territorio Voltaire para seguir con su entrenamiento pero por lo menos había pasado una semana con ellos—Nos vemos pequeño Wolfram…—susurró acariciando las rosadas majillas del bebé, éste respondió tomando entre su manita el dedo anular de su hermano mayor. Parecía que no lo quería soltar.

—No quiere que te vayas.—bromeó la mujer—¡Ah! y gracias por el cerdito de felpa, anoche no lo soltó mientras dormía.

El rostro de Gwendal se sonrojó.

—Es un osito...—masculló a baja voz cuando estaba cerca de la puerta.

 

********************************************************

Antiguo Makoku, Castillo Imperial. Tiempo después.

Willbert hizo una mueca de disconformidad cuando observó la sarta de documentos que tenía que firmar esa mañana.

Había pasado dos meses desde que recibió aquella carta donde le confirmaban el nacimiento de su primer hijo consanguíneo y que por cosas de la vida no había podido conocer en persona. Había hecho varios intentos para “escapar” por lo menos una semana con el fin de ver por primera vez a su Wolfram pero casualmente cada vez que planteaba la idea de viajar a Shin Makoku un nuevo altercado se presentaba; ataques inesperados en los bordes del territorio que nunca pasaban a ser más que simples peleas. Lo peor era que los enemigos nunca parecían ponerse serios, y solamente los estaban poniendo a prueba, era casi como si jugaban con ellos; agregado a la insistencia de su consejero de no abandonar el territorio por su propia seguridad.

Giró la cabeza para ver el cuadro que estaba colgado en la pared que había al lado de la chimenea. Fue uno de los objetos que no pudo dejar de lado entre sus pertenencias antes de volver a Antiguo Makoku. Ese cuadro había sido pintado por un artista muy famoso cuyo talento le parecía un don de los dioses. Los miembros de su familia estaban representados en la imagen, sus hijastros, su esposa y su pequeño hijo que aun no había nacido para ese entonces. Sonrió al imaginar cómo sería físicamente y luego lanzó un suspiro de anhelo, últimamente los días se le estaban haciendo eternos si no estaba al lado de los suyos.

En ese momento, Destari von Rosenzweig entraba a la oficina. Alto y pelirrojo, con un aura de insensibilidad en esos ojos felinos y alargados que reflejaban en forma física su manera de ser, tan analítica como manipuladora. Willbert, sentado ante el escritorio, le dirigió un gesto para que tomara asiento.  

—Perfecto, ahora tendré ayuda extra para completar el papeleo—bromeó esbozando una sonrisa— Me da gusto verlo por aquí, Destari sama.

El mencionado se sentó en la silla que le indicaba.

—Pasé años en las mismas mi querido Will, creo que a ningún Maou en la historia le gustará nunca esa parte de su trabajo.

Ambos rieron por un breve momento, tras eso Willbert se recostó en la silla y se quedó pensativo.

—A mi Cheri tampoco le gusta firmar y revisar documentos—comentó mientras sonreía recordándola—Me han planteado la idea de convertirme en el 27th Maou de Shin Makoku en sustitución de mi esposa.

—Ah—articuló Destari esforzándose por eliminar de su expresión los indicios de incomodidad— Y, ¿Qué has decidido?

Willbert se acomodó mejor en la silla antes de contestarle.

—Lo que he deseado todos estos años está en mis manos, una familia la cual adoro y la oportunidad de hacer algo por mi país de origen.

—Entonces ¿No aceptaras la propuesta de nosotros? el concejo de Nobles no tiene problemas en aceptar a tu pequeño como heredero al trono.—le rebatió Destari un poco molesto— El país entero te aclama como su legítimo rey.

 —No, no es que no ame a este país—se apresuró a aclarar—Es solo que mi tiempo aquí ha concluido, hice todo lo que tenía que hacer y me siento satisfecho, en cambio Shin Makoku está atravesando por una dura guerra, y siento que todavía puedo hacer algo por ellos. No pude estar allí cuando me necesitaban al frente de batalla hace años, ni siquiera pude acompañar a mi hermano cuando perdimos a nuestro padre, y ahora que tengo la oportunidad de estar con ellos…no creo ser capaz de negarme.

Un incomodo silencio se formó en la oficina. A Destari se le había formado un sentimiento de recriminación en el pecho. ¿Cuántas veces deseó lo mismo en el pasado?, poder ser regidor de su propio destino, tener consciencia de sus acciones, equivocarse por sí mismo, vivir. En cambió siempre hizo lo que los demás esperaban que hiciera, un títere que solo cumplía mandatos. Desde pequeño lo habían preparado para que asumiera el titulo de Maou y cuando encontró a Willbert, hizo lo mismo con él. Pero ahora su muchacho, a quien le tenía una gran estima, estaba emprendiendo el vuelo dispuesto a luchar por los suyos, por su país de origen, también había encontrado el amor y por si fuera poco había un pequeño de por medio, una criatura que no tenía la culpa de su egoísmo. No podía ser tan cruel.

—Tú sabrás muchacho, solo recuerda que aquí siempre tendrás tu lugar. Recuerda que te estimo mucho, tanto como un hijo…—cuando Destari finalmente habló, habia un tono de resignacion en sus palabras, asintió con la cabeza con un nudo en la garganta y se despidió:—Bien, te dejaré trabajar…

Willbert solo pudo ver a su antecesor levantarse de la silla y dedicarle una inusual sonrisa. Era como si estuviera esforzándose por no parecer culpable de algo. Decidió ignorar ese detalle y corresponderle el gesto, finalmente lo vio salir de su oficina cerrando la puerta con parsimonia, se encogió de hombros restándole importancia y volvió a su trabajo. Su vista se enfocó en su escritorio encontrando una carta entre en medio de los documentos. Por pura curiosidad la tomó y la abrió. Se recostó en la silla y cruzó una pierna antes de comenzar a leerla. Su rostro se fue ensombreciendo y sus manos hechas puños comenzaban a arrugar la orilla del pedazo de papel conforme leía la carta.

“Su majestad, Willbert von Bielefeld.”

“Mi distinguido señor, con todo respeto estoy en la obligación moral de notificarle la situación que encontré durante una pequeña visita a Shin Makoku:”

“Mientras usted se desvela y lucha con la energía propia de su persona contra todos los peligros, la oposición y la intriga de sus enemigos, ciertas situaciones bochornosas suceden en relación a su familia. ¿Sabía usted que el ex esposo de la reina Cecilie, Dan Heller Weller se encuentra viviendo en pacto de sangre? nadie sabe las razones pero entre la servidumbre se corre el rumor de que algo pasa entre ellos dos, aunque con su sabiduría e inteligencia una idea se puede hacer”

“Le aconsejaría hacer una visita a Pacto de Sangre. Solo para corroborar que lo que yo le expreso por este medio es cierto.”

“Hasta aquí con mi informe. No gano nada material al enviarle esta carta, solo la satisfacción de haberle abierto los ojos.”

“Firma: Anónimo”

**

La furia que crecía dentro de su corazón parecía cobrar vida propia: Era como si un ser abominable se despertara y latiera en cada poro de su piel exigiendo ser liberado. Esas palabras llenas de veneno resonaban dentro de su cabeza y todos sus temores aparecían como películas confirmándole lo que ya sospechaba; Ese hombre miraba a su esposa con ojos de amor, era obvio que aun la quería. En cambio ella… ella parecía tan sincera, tan leal cuando se entregaba a él, con el sonido de su voz al hablarle, no importaba que fuese un regaño, un susurró o un gemido entre los que pronunciaba su nombre. ¿Acaso todo fue una mentira?

**********

Destari no se había alejado mucho de la oficina de su pupilo. Estaba recostado contra la pared, con los brazos cruzados sobre su pecho, pensativo. ¿Habría manera de detener los planes de Bastian? Solo esperaba que todavía no hubiera enviado la carta, porque una vez se efectuara esa parte del plan, no habría marcha atrás. Tenía que hablar con él y hacerle entrar en razón a como diera lugar.

Convenientemente lo encontró en los pasillos hablando con uno de sus subordinados, lo tomó del brazo de inmediato y lo arrastró hasta su oficina. Una vez habían entrado, dio la vuelta al escritorio listo para tener una conversación seria con el consejero.

Bastian lo observaba anonadado ¿Por qué razón había sido arrastrado hasta la oficina temporal del ex Maou de esa manera? Destari mostraba una actitud tensa y meditativa, como cuando pensaba en una estrategia para salir librados de un conflicto nacional.

—Debes detener tu plan.—La voz del ex Maou sonó quebrada por los nervios, pero fue suficiente para completar la orden.

—¿Detener mi plan? —repitió Bastian, enarcando una ceja—Disculpe Destari sama no…— negó con la cabeza repetidas veces indicándole que no sabía a qué se refería.

—Tu plan para separar a Willbert de su esposa—explicó con toda la convicción que pudo encontrar—No lo hagas, encontraremos un buen Maou, alguien que sea igual de capaz ¿Qué te parece un torneo?, las personas estarán encantadas por ver y ser participes de la destreza del quien los regirá después de Willbert y así evitamos sus protestas ¿Qué dices?

Unos frunces de irritación cobraron forma entre las cejas de Bastian, que se levantó de un salto.

—¿A qué viene esa propuesta ahora?—preguntó exaltado. Y tras una breve pausa, añadió—: Lo siento, pero eso que me pide es… inaudito.

—Lord von Moscovitch  déjelo ir— advirtió Destari, y rodeó su escritorio para colocar ambas manos sobre los hombros del consejero —Cometimos un error al pensar de esa manera, pero estamos a tiempo de evitar que nuestras consciencias queden marcadas por el resto de nuestras vidas.

—Ya no…

Bastian formó una de sus sonrisas malévolas mientras negaba, el ex Maou se le quedó viendo atónito, ¿ya lo había hecho? En ese momento alguien llamó a la puerta.

—A-adelante…—el ex Rey reaccionó y dio la orden de entrar. 

Un guardia hizo presencia en la oficina, hizo un saludo militar y prosiguió.

—Ah, Excelencia, está usted aquí—dijo con tono de alivio—Su majestad Willbert lo solicita en la oficia.

—Po-por casualidad sabe la razón—fue Destari quien intervino, temiendo lo peor.

El guardia negó contrariado.

—No se sabe la razón, solamente que es un asunto de urgencia —Respondió. Luego se dirigió a Bastian—. El rey está un poco exaltado por su ausencia, su excelencia

—En seguida iré —declaró con calma. El guardia se despidió y salió de la oficina. Después miró una vez más a su superior y volvió a sonreír con esa sonrisa suya infernal—Lo siento, lo hecho, hecho esta. Ya no hay vuelta atrás.

Destari se quedó de piedra mientras veía salir al consejero hacia lo que fuera la confirmación de la puesta en marcha del plan, rogando a los dioses por el perdón de su alma. Ya no había nada que hacer.

************

Cuando entró a la oficina real, lo primero que Bastian pudo ver fue al rey con las manos en la espalda observando las afueras a través de la ventana. Miró alrededor y encontró unos cuantos papeles en el suelo y otros rotos enteramente, el mueble en el que el rey guardaba los licores tenía el vidrio quebrado, clara muestra de que le habían dado un puñetazo, lo constató cuando vio la mano ensangrentada del rey.

Y en el preciso momento en que Bastian cerró por la puerta, Willbert se dio la media vuelta y se sentó frente a su escritorio con las manos entrelazadas y los codos sobre la mesa.

—¿Me mandó a llamar, mi lord?—preguntó fingiendo inocencia.

Willbert vaciló unos minutos en comentarle el asunto. Era algo muy delicado, pero solo con Bastian tenía ese tipo de confianza. No quería hablar de ello por lo que optó por tomar la carta para que se hiciera una idea de la situación.

—¿Que significa esto?—espetó fuertemente tirando con furia la carta sobre la mesa

—¿Es una carta?...—repuso el pelirrojo, con un toque de indiferencia.

—Léela…—ordenó inmediatamente—¡Que la leas!— ahogó entre sus dientes una maldición y se reprimió.

El hombre tomó la carta y comenzó a leerla. Los gestos fingidos del consejero pasaron de la indiferencia, después la seriedad y finalmente al desconcierto.

—Su majestad...esto…

—Quiero explicaciones—gruñó con voz grave, levantándose y golpeando la mesa del escritorio—¿Quien se ha atrevido a infiltrar esta maldita carta entre los documentos?, nadie más que tu se encarga del papeleo ¡¿Quién te la dio?!

Bastian tragó en seco.

—Señor, le juró que no tenía idea de la existencia de esa carta además, del correo se encargan otros sirvientes.—se apresuró a responder, Willbert seguía con una cara de pocos amigos por lo que trató de tranquilízalo— Es un anónimo señor. No podemos fiarnos de alguien lo suficientemente cobarde para no dar su cara. De seguro es un enemigo que lo quiere distraer de su trabajo. No hay razón para ponerle atención a una estúpida carta… ¡je!…— rió una vez para restarle importancia a la situación y con un malintencionado propósito de magullar más la herida añadió:—Porque es imposible que lo que dice este anónimo sea verdad. No se preocupe, mandaré a investigar y descubriré quien se ha atrevido a soltar semejante mentira. Su majestad Cecilie es una santa, no puede ser capaz de hacer tal cosa.

Willbert consideró cuidadosamente la propuesta de su consejero. Suspiró, frustrado, y se movió nerviosamente alrededor de la oficina.

—Es que…—lo dudo un breve instante ¿le contaría a su consejero lo que había estado sospechando desde hace tiempo sobre su mujer? ¿Le confiaría esa información?

—¿Mi señor?…—le incitó a continuar.

—Escucha, quiero cerciorarme de que lo que dice esta carta es verdadero o falso.—lo soltó sin pensar, el miedo lo doblegó.

Bastian dio un fingido respingo de incredulidad y se llevó la mano al pecho.

—Majestad, ¿Acaso esta considerando que lo que dice en esta maldita carta es cierto?...—Su actuación de no saber nada al respecto era digna de un premio óscar.

La pregunta de Bastian lo dejó sin respiración. Por primera vez en su vida, no supo qué contestar, y solamente pudo mirarlo con una mezcla de frustración y alarma.

—¿Majestad Willbert?

La insistencia de su consejero lo hizo volver en sí.

—Escucha, este hombre que se menciona en la carta, si existe y como lo dice es el ex esposo de mi mujer, ambos tienen un hijo en común y por esa razón mantienen una relación…—vaciló un momento—, Una relación “cordial” entre ellos.—después de decir eso, tomó valor, debía hacer algo inteligente al respecto, rodeó el hombro de Bastian con su brazo y le susurró al oído:—Quiero que esto se quede solo entre nosotros dos. Mandaras a unos soldados de confianza en calidad de espías a Pacto de Sangre, quiero que se infiltren e investiguen por cuatro días, que entrevisten a los sirvientes y que constaten si es posible por ellos mismos este asunto. ¿Me entiendes?...

A Bastian le resplandecieron los ojos en maldad.

—Sí, su majestad. 

********************************************

Después de dos semanas de una torturante espera, los subordinados de Bastian regresaron al Castillo Imperial. Los reportes no eran favorables para el rey. Solo el consejero estuvo presente en la oficina cuando se le dio la noticia de que la infidelidad de su esposa era una realidad.

Después, el Maou se quedó en un estado catatónico por unos minutos.

Lo había entregado todo. Nada quedaba de él. Se encargó de curar su corazón lastimado, de ser su apoyo cuando más lo necesitaba, la llenó de amor y cariño, la trató como la más delicada joya ¿Y qué recibió a cambio? Traición, mentira, vergüenza. Él se reía de sus intentos, patéticos por demás, de pensar en qué había fallado. La verdad hería de manera punzocortante. Simplemente, nunca pudo borrar el recuerdo de ese hombre en su mente y en su corazón. Ahora había llegado el momento de enfrentarse al destino, cara a cara. Cuando amamos de manera tan intensa y nos traicionan, ese amor puede convertirse en odio, así como la ternura y la amargura, se convierte en dolor.

Cuando volvió a la cruel realidad con gesto furioso, lanzó al suelo todos los objetos que había encima del escritorio; luego tomó la silla de madera y la rompió contra el suelo con tanta fuerza que las astillas de madera salieron volando. Después lanzó una de las patas rotas contra la ventana y el cristal se rompió. Se acercó a las estanterías de libros y uno a unos los fue botando y rompiendo. Cuándo ya no había cosas por destrozar, cayó de rodillas y respiraba agitadamente. La habitación quedó en un silencio que parecía vibrar, Bastian se había limitado a observar todo con cierta tranquilidad.

—¡¿Pero qué paso aquí?!

La voz de Hannah se escuchó alarmada. Había acudido a la oficina cuando vio desde afuera la destrucción de la ventada. La acompañaban un grupo de guardias dispuestos para la lucha ya que por un momento llegaron a pensar que el rey estaba en peligro. 

Bastian reprimió un chasquido de incomodidad al ver a la comitiva que se había hecho presente en la oficina del rey.

—Asuntos de índole privada, querida—respondió por el rey, que seguía en la misma posición—¡Salgan de aquí inmediatamente!

Hannah intuyó que la orden era exclusivamente para los soldados porque ella se acercó a su amigó poniéndose en cuclillas y pasandole el brazo alrededor del hombro.

—¿Qué pasa?...—no recibió contestación—¿Qué sucede Will?

La voz suave de Hannah lo hizo reaccionar con un sobresalto. Estaba demasiado conmocionado para responder por lo que se limito a abrazarla fuertemente en busca de apoyo.

Hannah miró de reojo a su marido, exigiéndole una explicación. El cuerpo de Willbert entre sus brazos temblaba y se sentía frio como un tempano de  hielo. Pero Bastian pasó desapercibido ese detalle y salió de la oficina con las manos hechas puño.

*****

Golpeó la pared del pasillo con el puño, víctima de la frustración. Maldita la hora en que le hizo a Bastian esas insinuaciones, tampoco creía que ese estúpido consejero se las tomara tan en serio. Ahora solo podía ser un espectador más de la destrucción de una familia, no había marcha atrás porque si se ventilaba la verdad habría una guerra entre ambas naciones de demonios. Las razones: traición, soborno, calamidad, daño a la moral e integridad de la reina, para resumir. Todo estaba en su contra.

Destari se lamentó y se reclamó a sí mismo por su cobardía, su egoísmo, por pensar que los sentimientos de las personas no cuentan en la política de un país. Pobre Willbert. Él solo quería sumergirse en los placeres simples para el resto de su vida. Quería lo que todo hombre a esa edad anhela tener: una esposa, hijos, satisfacción personal en ayudar a los suyos. No había nada malo en ello. Y ahora gracias a ellos, lo iba a perder todo.

Escuchó unos pasos y se enfocó en esa persona. Tan pronto como estuvieron de frente, lo atravesó con una fría mirada.

—Bastian…

—Supongo que ya sabe la siguiente fase del plan —comentó tranquilamente mientras le colocaba la mano sobre el hombro—.Le prometo que no se arrepentirá de su silencio.

Destari se retorcía de rabia. Tomó aire y se atrevió finalmente a escupir todos aquellos reclamos que le venían dando vuelta en la cabeza desde el preciso momento en que comprendió su error, hace dos semanas.

—¡Escúchame bien Bastian! —una mano se había posado sobre sus labios con la intensión de callarlo, él abrió los ojos exuberantemente ante esa osadía. 

Shhh…no es sitio para hablar—habló en voz baja—, Vamos, acompáñeme a mi oficina.

Con el ceño fruncido, Destari lo siguió hasta dicha oficina que no quedaba muy lejos de donde estaban. Una vez dentro se tumbó en la silla más próxima y se paseó las manos por todo el rostro en una clara muestra de desesperación, impotencia y culpa. Bastian se quedó de pie frente a él, con esa sonrisa de superioridad que en estos últimos días parecía tatuada en su rostro.

—¿Qué hiciste?...—murmuró—Destruirás una familia entera, hay un recién nacido de por medio. ¡Debes detener esto!...—sus reclamos eran inconstantes, inentendibles, pero era debido al nudo que se le había formado en la consciencia.

—¿Qué hiciste?— repitió la pregunta. Enarcó una ceja y se llevó una mano al mentón —La pregunta es ¿Qué hicimos? Plural, usted y yo, también todos nuestros cómplices.

La manera tan canalla en que había soltado esas palabras soltó la gota que derramo el vaso. Destari se incorporó de golpe y corrió hacia Bastian.

—¡Desgraciado!—gritó y, sin reflexionar, le dio un puñetazo en la mandíbula y lo tumbó al suelo. Se hincó para tomarlo de la solapa de la camisa y lo zarandeó varias veces.— No soy como tú! ¡No soy tan sínico! ¡Tan ruin!

—¡Usted estuvo de acuerdo con mi método para destruir de una vez por todas ese lazo que unía a Willbert con Shin Makoku! Por el bien de nuestro país ¿recuerda?—gritó, dejando atrás el respeto a su superior—Ahora no me venga a decir que todo esto es solo mi culpa.

—Entonces, encontremos una manera de solucionar esto…—balbuceó, estaba comenzando a hiperventilar debido al estrés. Tomó el rostro de Bastian con las dos manos y agregó—: ¡Los testigos!...si…si les ordenamos a los testigos de que declaren a favor de su majestad Cecilie…todo se solucionará.

Bastian meneó la cabeza.

—Si les ordeno tal cosa, se sabrá que mis subordinados mintieron en su informe y quien irá a la cárcel por difamación seré yo…—enunció—No estoy dispuesto a ir a la cárcel en un intento por salvar mi propio país de la desgracia. Además, si yo caigo, usted estará en las mismas.

—Entonces… todo fue una mentira…

La voz ahogada en rabia que se escuchó en esas cuatro paredes hizo que ambos se pusieran de pie con el rostro petrificado.

Willbert le había pedido que buscara a su esposo para preparar el viaje a Shin Makoku a lo que sería la confrontación con Cecilie y luego, sin duda alguna, la firma del divorcio, pero al acercarse a la puerta de la oficina escuchó, con un nudo en la garganta, cada oración delatadora de ese par de traidores.

—Hannah san…—el ex Maou se acercó a ella, temiendo que en cualquier momento la bomba estallara—Venga, siéntese…—intentó sujetarla del brazo y guiarla hasta la silla más cercana pero ella no lo permitió.

—¡Suélteme!

Ella bajó la vista y apretaba sus puños los cuales temblaban en coraje. Hace unos minutos había sido el paño de lágrimas de su mejor amigo y había llorado junto a él. Había estado escuchando toda la historia de la boca de Willbert cuya voz se escuchaba quebrada y dolida. Ambos maldijeron y acusaron a Cecilie por su traición. La tacharon de traicionera, sínica e infeliz. ¡¿Y todo era una falsedad?! ¿Un plan con malas intenciones? ¿Un medio de conveniencia?

–Joder-.

Caminó unos pasos hacia donde estaba su marido y la primera bofetada hizo eco en la oficina, luego otra y otra y terminó dándole golpes constantes en el pecho.

—¡¿Cómo pudiste?!... ¡Él te considera un amigo y tu lo traicionaste!…

Destari agachó la cabeza porque sin duda alguna esas palabras también iban para él. Doblemente, porque fue el origen de todo esto.

Harto de la histeria de su mujer, Bastian la tomó del cuello en forma amenazante.

—Es la última vez que haces algo así, ¿entendido? A mí nadie me pone en un dedo encima. ¡Mucho menos tu!

Escupió aquellas palabras con tanta rabia que le salpicó el rostro de saliva. Hannah tuvo que reprimir su deseo de limpiárselo enseguida, pero permaneció inmóvil y con la mirada fija en él. Hasta que sintió como Destari los apartaba y le dedicaba una advertencia a Bastian acerca de tranquilizarse o batirse a golpes por su propio honor.

—¡Y es la última vez que pones tus manos en una dama frente a mí! Que le quede bien claro, Lord Moscovitch, si vuelve a tocarla de esa manera, le puede decir adiós al puesto que tanto cuida. ¡De eso me encargo yo mismo!

Bastian retrocedió un paso, y se tranquilizó conteniéndose la rabia.   

—Usted también, es su cómplice…—murmuró Hannah de repente, haciendo que el ex rey la mirase apenado—Me da vergüenza aceptar…que usted fue alguna vez quien gobernó estas sagradas tierras…

—Hannah san, escúcheme…

Inútilmente trató de explicarle, ella se apartó caminando hacia atrás hasta toparse a la pared, con la vista perdida.

—Escúchame bien mujer, si no quieres una guerra entre ambas naciones de demonios, quédate callada—advirtió Bastian con los cinco sentidos—Si eres inteligente te darás cuenta que es mejor mantenerte al margen. Si voy a la cárcel, nuestro hijo se quedará sin padre. Si se descubre que Lord von Rozenweig estuvo de mi lado, los habitantes de Shin Makoku, y el mismo Willbert pedirán guerra por traición. Lo conoces —dijo refiriéndose al rubio rey — No se quedará de brazos cruzados ante el daño moral de su esposa.

Hannah se sentía con las manos atadas. La perdida de una familia no era nada comparado con la muerte e infelicidad de dos países enteros. Si la guerra se daba, mujeres perderían a sus esposos, hijos perderían a sus padres, parejas enamoradas se separarían y sus sueños a futuro estarían truncados. No podía hacer más que callar. Se había convertido en una complice. Se deslizó en la pared hasta caer sentada y se abrazó las piernas comenzando a llorar.

Destari solo bajo la vista, con aura sombría.

—Que sea lo que tenga que ser y que los dioses se apiaden de nuestras almas…—se escuchaba entre sus sollozos…

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Shin Makoku, Casa de descanso de la familia Spitzweg.

Desde el día en que tuvo en sus brazos a su hermoso Wolfram, había comenzado una nueva etapa en su vida. Ese pequeño era la prueba viviente de que la felicidad había tocado una vez más a su puerta. Vivía para él, respiraba para él y luchaba para él. No podía esperar el día en que su esposo lo mirase por primera vez. Su bebé era todo cuanto había soñado. Y Estaba segura, que Willbert sería un buen padre.

Cecilie inhaló y exhaló con placer el aire puro de la tarde mientras tomaba el té en el jardín del patio trasero en compañía de una visita. Definitivamente lo que necesitaba era salir por unos días de Pacto de Sangre. Por supuesto agradecía el enorme cariño que los Nobles y los demás habitantes del reino  mostraban a su bebé con ofrendas y regalos, hasta el punto de no saber en realidad qué hacer con tantas cosas, pero necesitaba un tiempo a solas para ser madre y no reina. Por eso decidió tomar unas vacaciones en la mansión que solía ocupar cuando estaba casada con Dan Heller. Siempre escapan allí  cuando querían alejarse de los deberes del gobierno. Él siempre le había expresado que ahí tenía todo lo que necesitaba en la vida: un bello jardín en flor, la sonrisa de su hijo y…una esposa más bella que cualquier flor.

Ambos platicaban mientras se oía la alegre risa de Conrad jugando con Wolfram a solo unos metros de la mesa llena de aperitivos.

Conrad, que estaba sentado sobre una manta de cuadros extendida en el césped cargando en brazos a su hermanito, le hundía la nariz en los pliegues del cuello y el pequeño reía encantado. Parecía que Wolfram se sentía feliz siempre y cuando fuera en los brazos de su hermano mayor. Con sus diminutas manitas tomaba con fuerzas las mejillas del castaño y se las jaloneaba sin piedad. Conrad simplemente reía y le plantaba cariñosos besos por toda su carita. Wolfram le estampaba besos generosos en saliva, como todo un bebé babeante.

—Conrad es un hermano muy consentidor ¿no te parece?—comentó Cecilie mientras soplaba y daba un sorbo a la taza de té humeante.

Dan Heller esbozó una leve sonrisa.  

—Cada noche, cuando rezábamos antes de acostarnos, nunca se olvidaba de pedir por su hermanito. Estaba pendiente cada mes y me expresaba que quería estar contigo cuando se diera el momento en cual dieras a luz. ¡Y mira que conveniente! Sus suplicas fueron escuchadas.

Cecilie sonrió por las palabras de Dan Heller cuya voz se escuchaba cansada y luego se limitó a verlo fijamente. Pese a seguir teniendo ese atractivo un tanto peligroso para una mujer madura ya no le estremecía como antes porque ahora había alguien más que ocupaba ese lugar en su cabeza y su corazón. Había alguien que la hacía vibrar con solo un toque en su piel y respondía al nombre de Willbert von Bielefeld. ¡Cómo Deseaba volver a verlo y apretarlo entre sus brazos!

—Cecilie, te estoy muy agradecido por darme acilo por esta temporada—comentó el espadachín un tanto apenado. Un fuerte resfriado le había imposibilitado seguir su camino. Al enterarse, su ex esposa le propuso quedarse unos días a descansar y reponer fuerzas. No estaba muy convencido debido a las malas lenguas. Las personas podían malinterpretar la situación, pero se sentía tan mal de salud que no tuvo otro remedio que aceptar. En esos días realmente sintió cerca la muerte. —Lamento mucho las molestias. 

Baka…sabes que siempre eres bienvenido aquí…—repuso la rubia, volviendo a enfocar sus esmeraldas en sus hijos.

Sir Weller sonrió. Anhelaba estar con de ella como en los viejos tiempos pero ya no tenía oportunidad. Nadie es perfecto, todos cometemos errores, solamente debemos aceptarlos y aprender a vivir con ellos. Ahora él lo pagaba con dolor y al mismo tiempo nostalgia. Ahora  solo podía ver a lo lejos lo feliz que ella era con otro hombre.

Los sonidos de unos pasos firmes acercarse a ellos los hicieron ponerse de pie. Al ver de quien se trataba, el rostro de Cecilie se iluminó por completo.

 

Después de tres días de navegación, Willbert en compañía de su tropa y su consejero real habían llegado a Shin Makoku. Solo para enterarse que la reina no estaba en Pacto de sangre sino en la casa de descanso de su familia. Esa mansión a la cual no había querido ingresar porque se enteró de buenas fuentes que solía ser ocupada por ese humano y ella cuando estaban casados. ¡Qué ironía! Precisamente los vino a encontrar aquí juntos.  

Detrás del Rey, una comitiva de veinte soldados armados hasta los dientes se imponía, para evitar cualquier oposición de su parte. Esos hombres no solamente resultaban imponentes, sino que en esos momentos tenían una expresión sombría

—¡Cariño! — exclamó Cecilie antes de correr y abrazarlo con fuerza.

Dan Heller intuyó que esto no era una visita de placer sino que había algo mas, por lo que se mantuvo alerta con las manos cerca de su cintura de donde colgaba su espada.

Willbert parecía un muñeco sin vida. No le devolvió el abrazo pero tampoco pudo negarse y empujarla. Simplemente agachó la cabeza y hundió la nariz entre su cuello y hombro. Su aroma lo volvió a engatusar ¡No podía evitarlo! aun la amaba, ¡aun lo enloquecía! Pero al alzar la vista de nuevo, frente a  frente se encontraba el amante de su esposa. Patético, y él todavía tenía la esperanza de que todo fuese una mentira. Encontrar a ese humano ahí solo le confirmaba por tercera vez que había sido engañado.

Cecilie notó la rigidez de su esposo y se separó unos centímetros, confundida con por su actitud. Acarició su rostro y lo miró a los ojos. Estaban opacos, levemente alargados y fríos. Sus labios no demostraban nada más que seriedad. Instintivamente y con un poco de temor, posó sus labios en los ajenos y aunque al principio su esposo estaba renuente poco a poco se sintió correspondida

Él se sentía como un títere. ¡Maldición! ¿Por qué no podía negarse a sus besos? Más allá de la mortificación, la sujetó fuertemente de la cintura y tragó  miles te amo que se coagularon en su garganta. - ¡Qué lamentable!-Se renegó a sí mismo, pero su racionalidad le recordó, de manera cruda, que ella lo estaba besando en frente de su amante.- ¡Que sin vergüenza!- La empujó con brusquedad ante la estupefacta mirada de los demás, incluyendo al pequeño Conrad, y la sujetó del brazo con tanta fuerza que Cecilie emitió un quejido de dolor.  

—En verdad… eres de lo peor—le dijo desde el fondo de su ser, Cecilie lo miró confundida y eso solo hizo que se alterara mas. La soltó con fuerza hasta hacerla caer en los brazos de Sir Weller. Se permitió verlos de arriba abajo con desprecio y los señaló con el dedo—¡Ambos son solo escorias!…—les escupió a la cara. Luego se dio la media vuelta y dio la orden para que sus soldados tomaran posiciones.

—Espera, Will ¡¿De qué estás hablando?!—Cecilie se alejó de los brazos de Dan Heller para correr una vez más hacia su esposo y posar sus manos sobre su pecho pero solo consiguió ser empujada por segunda vez.

—¡Bastian prosigue!—Gritó con histeria. Estaba harto, lo único que quería era salir de allí, porque si continuaba cerca de Cecilie, podría ser capaz de  matarla con sus propias manos.

Con toda la satisfacción del mundo, Bastian sacó unos papeles de su bolso y los leyó:

—Su Majestad Cecilie von Spitzweg, se le acusa de cometer adulterio con Sir Dan Heller Weller por consiguiente es deseo del consorte real, Willbert von Bielefeld, firmar el divorcio a la prontitud posible y llevar a juicio el caso para reclamar la patria potestad absoluta de su hijo en común, el infante Wolfram von Bielefeld. Por lo pronto y siendo el afectado en primer grado, tomará a su hijo para llevarlo a las tierras Bielefeld por su propia seguridad.

La reina de Shin Makoku palideció visiblemente al terminar de escuchar. Empezó a retroceder, con lentitud, un paso tras otro.

—Es…eso…no es ci-cierto…—logró balbucear horrorizada.—¡Eso es mentira! ¡Tienes que creerme! — gritó y no pudo contener el llanto.

—¡¿Cómo puedes ser tan descarada, cuando todas las pruebas están en tu contra?! ¡Lo tienes alojado aquí, Maldita sea! ¡¿Tan estúpido me crees?!— Willbert llegó a su límite. En un instante, las tazas sonaron con estrépito sobre el suelo, los platos volaron de la mesa. La tetera estalló en la pared de al lado. Su conducta violenta no se detuvo hasta que la mesa había sido barrida por completo. Finalmente, sus ojos febrilmente brillantes se clavaron en ella y alzó la mano.

Todos aguardaron la respiración por unos segundos. Cecilie cerró los ojos esperando el golpe, peno nunca sucedió.

No lo haría, nunca se atrevería a tocarla. Solo se limitó a respirar aceleradamente tratando de contenerse.

—Lord von Bielefeld, le juro que esas acusaciones son falsas—intervino Dan Heller, poniéndose entre en medio de los dos—¡Mil veces se lo juro!

—¡Maldito infeliz!— exclamó Willbert, luego lo tomó por el cuello y lo apretó tan fuerte hasta casi estrangularlo—¡Niégame a la cara que aun la sigues amando! ¡Niégamelo!

Dan Heller guardó silencio. No mentiría en eso.

—¡Padre!—se escuchó la voz alarmada de Conrad que aun sostenía en brazos al bebé.

—Will ¡No!—Suplicó ella —¡Basta!

Con todo ese escándalo, el pequeño comenzó a llorar. Y Solo cuando escuchó el llanto de su hijo, Willbert pudo tranquilizarse por completo. En este punto, la ira lo abandonó y dio paso a un sentimiento de amor. Soltó a Dan Heller y se acercó a Wolfram que se apretó más contra su hermano mayor, sollozando. Era su primer encuentro y cuando lo vio, supo que lo amaría y cuidaría durante el resto de su vida. ¡Era tal como lo había soñado! ¡Tan parecido a ella! Por lo menos, eso le quedaría.

Un viento suave se sintió en esos momentos. Todos los que estaban allí, se habían quedado en silencio.

Willbert bajó la cabeza y  apretó fuertemente sus puños conteniendo esas lágrimas que hacia tanto tiempo no salían de sus ojos. No hasta hace poco, cuando ocurrió todo esto.

—Toma a mi hijo—se dirigió a Bastian—Salgamos de aquí—murmuró amargamente mientras se daba la vuelta. 

—¡¿Qué?! ¡No!—Cecilie reaccionó como una leona que defiende a su cría. Se interpuso entre Bastian y Conrad y extendió los brazos—¡No lo permitiré! ¡No se llevaran a mi hijo! ¡Sobre mi cadáver! ¡¿Me escuchó?!— gritó con todas sus fuerzas.

Bastian se giró en dirección a Willbert que rechinaba los dientes y entonces recibió la orden de hacer lo necesario para llevar a cabo su objetivo. La empujó hasta hacerla caer al suelo y se acercó al pequeño castaño para arrebatarle de los brazos al infante por más que se opuso.

—¡¡Cecilie!!

Dan Heller intentó acudir en su ayuda pero un frio metal se posó en su cuello y tenía otros soldados más apuntándole la espalda.

—En tres días comienza el juicio. Hasta entonces— finalizó Willbert para después girarse y alejarse dejando a una Cecilie totalmente destrozada. Clamando incesantemente que era inocente.

Cuando por fin fue liberado, Dan Heller la abrazó con fuerza mientras ella lloraba desesperadamente, la obligó a acercarse con la cabeza contra su pecho y su camisa poco a poco comenzó a mojarse de lágrimas.

**********************

Territorio Bielefeld. Al Atardecer.

La sonrisa de Waltorana por la visita de su hermano mayor le duro poco. Willbert entró a la sala del palacio Bielefeld pregonando una sarta de maldiciones habidas y por haber contra Cecilie, Dan Heller y el resto del mundo. Él se quedó cayado mientras dejaba a su Aniue dar rienda suelta a la rabia y la desesperación contándole, con gritos y amenazas, toda la historia. Ahora el pobre se encontraba mirando fijamente el fuego de la chimenea, con una copa de licor en manos. Beber era lo que necesitaba en esos momentos. Beber para olvidar.

—¡Por Shinou! Willbert ¡¿Estás seguro de eso?!—preguntó totalmente impactado al enterarse del adulterio cometido por su majestad  Cecilie.

—No hay duda, ya hemos contactado a los testigos…—explicó con voz cansada, dándose la vuelta.

Waltorana sacudió la cabeza con una expresión de incredulidad.

—No, no lo concibo…su majestad Cecilie, es incapaz…—intentó defenderla. Pero un llanto incesante no lo dejaba pensar con claridad, se dio la media vuelta solo para ver al consejero de su hermano intentando inútilmente tranquilizar a su sobrino. Unos celos dignos de un tío consentidor se apoderaron de él. Con el modo mas amable que pudo encontrar en sí, le dijo:—¡Deme acá inútil! ¡Así no se trata a un bebé! 

Bastian se quedó con los ojos en blanco de indignación, pero no tuvo fuerzas para emprender una discusión con él y lo dejó pasar. Le entregó al bebé y el muy condenado dejó de llorar en los brazos de Waltorana. “La sangre llama” pensó con sarcasmo

Un mayordomo hizo presencia en la sala y se dirigió a Waltorana.

—Excelencia, tiene una visita.

El Noble frunció el ceño al terminar de escucharle, era de noche ¿Quién podría ser a esa hora?

—Bien, hágalo pasar.

Los tres hombres esperaron que dicha visita se hiciera presente en la sala. Willbert termino su bebida y se sirvió otra. Waltorana besó la frente de Wolfram que se había quedado dormido. Bastian se cruzó de brazos esperando de mala gana.

—Buenas noches.

Sus ánimos se relajaron, sorpresivamente se trataba de Hannah. Era un poco extraño que estuviera en Shin Makoku, pero su visita no le desagrado en lo absoluto a Willbert. Sin embargo Bastian tuvo que morderse el labio y contenerse el reclamo ¿Por qué su mujer se hizo presente en todo este asunto? Solo esperaba que no se le ocurriera soltar toda la información y echarlo de cabeza.

Marido y mujer se miraron a los ojos, hablándose con la mirada. Era claro que Bastian deseaba saber porque estaba allí. Ella entornó los ojos y sonrió de lado, claramente los estaba retando.

—¡Padre! —gritó un pequeño peli carmín de ojos color rubí, de la edad de ocho años en humano, para después correr por toda la sala.

—Friedrich, compórtate te he dicho — reclamó Bastian jalándole la oreja. El pequeño soltó un gritillo de dolor—¿Por qué han venido? —preguntó sin contener por más tiempo la curiosidad y el temor.

Hannah se plantó frente a su marido. Por lo menos no lograría alcanzar todos sus objetivos. No si ella hacia algo al respecto.

***FLASHBACK***

Desde la ventana de su habitación, observaba con el rostro lleno de lágrimas la partida de su amigo en compañía de algunos soldados hacia el puerto para tomar la embarcación que lo llevaría a Shin Makoku. Cuánto deseó poder detenerlos, decirle toda la verdad, pero ahora solo era una cómplice de la maldad.

Llamaron a la puerta y se secó las lágrimas antes de dar la orden de entrar. Frunció el ceño y apretó los puños al reconocer a esa persona.

—Mi lord, creí que fui clara en decirle que no quería volverlo a ver, ni a entablar una conversación con usted—reclamó— Guarde su distancia. Por favor.

—Hannah, yo me siento tan culpable como usted—repuso Destari, y sintió la necesidad de contarle como estaba la situación—Willbert aceptó la propuesta y seguirá gobernando el país durante otro periodo. Su hijo será el heredero al trono, lo que quiere decir que  quien se case con él se convertirá o bien en Consorte real o en el mismísimo Maou de la nación. No sé… tal vez si haya valido la pena…—murmuró para auto convencerse. Estaba tan apenado que simplemente se quería desahogar.   

Hannah respiró hondo, con el rostro serio y la mirada perdida, parecía estar a kilómetros de distancia. Pero la verdad estaba analizando las palabras dichas por el ex Maou.

—¿Me está diciendo que aparte de ser acusada injustamente de adulterio, Cecilie perderá a su hijo?

Destari se pasó las manos por el cabello con frustración. Planteándolo de esa manera, lo que habían hecho era peor de lo que imaginaba.

—¡No es justo!—ella golpeó la pared—Es un recién nacido, ¡debe estar con su madre!— exclamó, paseándose por el cuarto—Debemos hacer algo para evitar esa canallada…por lo menos por lady Cecilie.

—¿Para evitarlo?...—preguntó derrotado, y se encogió de hombros.—¿que podríamos hacer?—zapateó el piso— ¡Joder!

Hannah se llenó de una determinación implacable de repente. Ella era madre y entendía lo que significaba ese tipo de amor. Si no podía evitar el contundente divorcio, por lo menos evitaría que una madre fuese separada de su hijo. 

—Intentaré abogar por ella en ese asunto. Willbert me tiene confianza y si le argumento algo seguro lo convenceré—declaró, dirigiéndose a  la puerta. No tenía tiempo que perder—Mandaré a preparar un carruaje, tomaré una embarcación de las tropas Moscovicht—sonrió con resignación—Por lo menos para eso me tiene que servir estar casada con ese hombre.

Destari la miró un rastro de lastima. Sabía la historia de esos dos. El compromiso pactado, el matrimonio forzado, todo. Hannah no merecía esa tristeza. Bastian no merecía a una mujer como ella.

—Hannah—se acercó a ella y la abrazó—Buena suerte pequeña dama.

*********************

***END FLASHBACK***

Abordó la siguiente embarcación hacia Shin Makoku en compañía de su hijo, el pequeño Friedrich, con un solo objetivo: Hacer que el pequeño Wolfram se quedará en Shin Makoku al lado de su madre. Lamentaba no hacer mucho mas por el pequeño, pero por lo menos eso consolaría su oscura consciencia.

—¡Wow! ¡Qué bonito bebé!—gritó Friedrich como todo niño de su edad, acercándose al mencionado.

Pero el grito no fue bien recibido por el pequeño Wolfram porque en esos precisos momentos despertó y comenzó a llorar. Friedrich  se tapó los oídos con las manos y Waltorana hizo esfuerzos sobrehumanos para no darle un zape en la cabeza a ese chiquillo escandaloso que había osado interrumpir el sueño de su queridísimo sobrino.

—Mocoso bribón—masculló el Noble inaudiblemente.

—Lord Bielefeld, ¿Me permite?—dijo Hannah extendiendo los brazos, Waltorana le entregó el bebé enseguida. Ambos se habían conocido en una de las visitas que el Aristócrata había hecho a Antiguo Makoku.

Willbert se acercó a Hannah y miró embelesado a su niño que ya se había tranquilizado y vuelto a dormir, también se había metido el pulgar en la boca.

 —Es hermoso ¿cierto?...—comentó de repente, con una voz tan dolida que a Hannah se le partió el corazón—Yo…yo lo soñaba así…

—Sí que lo es.—respondió—¿Quieres cargarlo?

—Oh no—se apresuró a contestar— Mis brazos son muy fuertes como para sostener un bebé tan delicado.

Hannah sonrió. 

—Anda, yo te explico.

Con más determinación, le indicó a su amigo como debía sostener a un niño. El rey un poco asustado al principio lo cargó con toda la delicadeza del mundo. Y el bebé Wolfram parecía reconocer la presencia de papá, porque se acurrucó con más confianza contra su progenitor. A Willbert le temblaron las piernas de la ternura y de la emoción. Pero después de unos minutos, la carita de Wolfram comenzó a empaparse con unas finas gotas saladas que caían como lluvia de los ojos de su padre.

Hannah se mordió el labio conteniendo el llanto. Waltorana clavó la vista al suelo y Bastian se rascaba el mentón, claramente indiferente a la escena.

—Willbert, sé que no es el momento—se escuchó la intervención de Hannah que había reunido las fuerzas suficiente para hablar—Pero me gustaría saber cuáles serán tus exigencias durante el juicio.

Willbert tardó unos minutos en responder. Todavía estaba tenso y se notaba que el agotamiento físico y emocional lo vencía.

—Lo sabes bien Hannah. Quiero el divorcio a la prontitud posible y la patria potestad de mi niño. Nos lo llevaremos a Antiguo Makoku y crecerá en la grandeza que por ser mi hijo le corresponde—luego la miró confundido, el rosto de ella se había tensado—¿Por qué la inquietud?

—El bebé tiene alrededor de dos meses y medio, más o menos—comenzó tanteando terreno, al ver que el rey le dedicaba toda la atención continuó con mayor determinación—Lo que te intento decir es que el principe debe quedarse en Shin Makoku al lado de su madre.

Bastian casi se va de bruces ¿Se le había zafado un tornillo a su mujer? Willbert enarcó una ceja, por poco y suelta una carcajada por la declaración de su amiga.

—¡Hey! Espera Hannah, creo que el viaje en barco te mareó como solía sucederme a mí de joven—dijo con gracia—No voy a dejar a mi hijo con esa mujer. Créeme.— luego a agregó, con aires de grandeza:— Buscaremos las mejores nodrizas, diez…No. ¡Veinte doncellas para que lo atiendan como se debe! Además cuento contigo ¿verdad?

Ella negó con la cabeza y dijo:—Diez, quince, veinte ¡pueden ser cien si quieres! nadie podrá reemplazar nunca a una madre. Y tú —señaló—, eres un Maou, es decir no tendrás tiempo suficiente para dedicarte a tu bebé. Por, por eso…—jugueteó un momento con sus manos sintiéndose nerviosa, Willbert le prestaba atención, y eso le dio más confianza— Quiero proponerte una cosa: deja que Wolfram crezca al lado de su madre y sus hermanos hasta cuando tú decidas llevártelo.

Durante un rato, el silencio reinó en la habitación.

Bastian se cruzó de brazos y analizó la situación: Un bebé en el castillo imperial significaba caos por un tiempo, la atención de Willbert estaría focalizada en gran parte hacia ese mocoso y él mismo no tenía paciencia para tratar con niños. Bastaba con notar cómo se llevaba con su propio hijo. Por primera vez estaba de acuerdo con su esposa.

—No lo sé Hannah—murmuró el Maou por fin, por decir algo.

—Deje que el príncipe Wolfram crezca el tiempo suficiente al lado de lady Cecilie, y quíteselo cuando el pequeño pueda valerse por sí mismo—intervino sorpresivamente el consejero—. De todas maneras, nadie le quitara su lugar en la línea de sucesión y en un futuro se convertirá de igual manera en Rey.

Waltorana, que había escuchado y analizado las palabras del consejero en su mente, se cruzó de brazos y en tono melancólico dijo:

—Es un poco triste, pero creo que tendré que hacerme la idea de no tener a mi sobrino el tiempo que hubiera deseado.

—Waltorana…—susurró Willbert, mirándole con pena. Luego bajó la vista y se enfocó en su bebé. No sabía en realidad que hacer. La herida era muy profunda.

******************************************************************

 

Los demás Nobles del consejo fueron notificados para que se hicieran presentes en Pacto de Sangre y fuesen participes del juicio en contra de la Reina Cecilie. Después de tres días, el momento del primer enfrentamiento cara a cara se llevaría a cabo en un salón del castillo.

Willbert se hizo presente en compañía de Hannah que sostenía al bebé en brazos, Bastian y por supuesto de su hermano Waltorana.

Cecilie no pudo contener su necesidad de cargar a su bebé después de tres días que le parecieron eternos y corrió hasta Hannah para suplicarle que le permitiera unos momentos con el pequeño. Hannah no se pudo negar, la verdad era que se le partió en corazón al verla de esa manera; el rostro de la reina estaba pálido y no reflejaba expresión alguna, tenía unas oscuras ojeras y los ojos enrojecidos, era notable, que no había parado de llorar por horas. Willbert apretó los puños y le dedicó una mirada cargada de resentimiento siguiendo de largo hasta sentarse en la silla que le correspondía, frente al juez.

Cecilie bajó el rostro, llorando una vez más —Me odia tanto, por algo que no cometí…—le susurró a Hannah y ella se sintió a morir.

—Fuerzas, su majestad…debe tener fuerzas para seguir adelante…—respondió con un nudo entre en medio de su garganta.

Durante el juicio, lar personas que Bastian había contratado hicieron todo cuanto había ordenado dejando por los suelos la reputación de la reina. Muchas veces tuvieron que hacer una pausa en sus declaraciones debido a las interrupciones de la reina que proclamaba ser inocente, pero aun así continuaban con malintencionada convicción sus acusaciones.

—¿Jura decir la verdad, y nada más que la verdad?—preguntó un hombre a la testigo en frente de la audiencia.  

La mujer, con la mano extendida hacia el frente exclamó:—Lo juro.

—¿Hace cuanto trabaja al servicio de la reina?

—Hacer tres meses.

—Tres meses—repitió— Y durante ese tiempo, ¿Se hospedó sir Weller en el castillo?

—Sí señor.

El hombre asintió y puso sus manos detras de la espalda comenzando a caminar de un lado a otro— ¿Noto usted algún tipo de relación de índole amorosa entre sir Weller y la reina Cecilie?

—Ellos eran muy cercanos.—respondió sin titubear.

—Ahhh—exclamó el hombre cuando comenzó a comprender— ¿y esa cercanía dio paso a la intimidad?

El chirrido de la silla de Willbert se escuchó en el salón, le dolía que esas cosas se revelaran públicamente, por su orgullo como hombre. Cecilie estaba temerosa por la respuesta de esa mujer, era inocente pero si ella se atrevía a mentir, estaría acabada.

—No sabría contestar—respondió—Pero muchas veces vi salir a Sir Weller de la habitación de la reina en altas horas de la noche.—agregó.

El mundo se detuvo en el instante en que ella dejó de hablar. Willbert cerró sus ojos sintiendo nauseas al terminar de escuchar lo que habia declarado esa mujer.

—¡Mentira! —Exclamó Cecilie levantándose de su silla—¡Eso es una mentira!

Ella se acercó al que todavía era su esposo y se arrodilló ante él tomándole las manos.

—Tienes que creerme. ¡Te lo juro, soy inocente!

Gwendal que estaba presente bajó la cabeza al igual que Gunter. Ambos se sentían impotentes, incapaces de abogar por ella. 

 

Tras una semana después del juicio la resolución dio paso al divorcio quedando estipulado que Willbert poseía la patria potestad absoluta del pequeño Wolfram, pero lo dejaría con Cecilie durante sus primeros años de vida como le había propuesto Hannah. Waltorana sería el tutor del pequeño encargándose de su educación e instructoría hasta que llegara el momento para que tomara el lugar que le corresponde en Antiguo Makoku.

Durante esos días, Gwendal tuvo una audiencia privada con Willbert. Ninguno de los dos se guardaba rencor y ambos odiaban a una persona en común. Por instinto paternal, Willbert abrazó con fuerza a su muchacho y se despidieron con lágrimas en los ojos.  

continuará

Notas finales:

Gracias por leer. 


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