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El rencor contra el amor por Alexis Shindou von Bielefeld

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Notas del capitulo:

Ups, perdón dije al día siguiente y no fue así. Lo lamento. Me van a tachar de mentirosa

Me tardé más de lo que había imaginado. Es muy noche pero me decidí a terminarlo ahora o nunca, porque debo seguir con la historia original  que  siento ya me tardé mucho en continuarla, así que El cap está “recién salido del horno” por decirlo así. 

Es un extra que quería compartir con ustedes. Y espero que sea de su agrado 

(-//-)

Es importante aclarar es que se menciona un personaje nuevo que saldrá más adelante.

William Sinclair pertenece exclusivamente a la autora Kunay_dlz quien amablemente me ha permitido usar a su personaje y le estoy muy agradecida. Para tener más información leer “el único al que amo” (recomendación ;D)

Ah! y tambien se menciona a Zendaya, que igual la tomé de destinos entrelazados. En ese fic es la pareja de Ao jajaja!! u//u 

Muchas gracias por sus comentarios. 

Especial 

Dulce y travieso Wolfram.   

Todo mundo corría de un lado para otro dejando y trayendo cosas ya que ese día se recibiría una importante visita en el palacio. En la cocina, las doncellas cortaban y rebanaban las verduras y el cocinero suavizaba y condimentaba un lechón con hierbas aromáticas. En el horno había una dulce y suave tarta de manzana, la favorita de ese invitado.

En el comedor principal el resto de la servidumbre colocaba finos manteles sobre la mesa, disponía la vajilla y también un arreglo de flores al centro. Los guardias, que en esta ocasión lucían el traje militar de color azul y dorado, limpiaban sus armas hasta el punto de ver su reflejo en el metal. Ellos se habían reunido afuera en la entrada principal para darle la bienvenida oficial al invitado.

El líder de la casa Bielefeld no paraba de dar órdenes a la servidumbre. Todo debía estar perfecto antes de la llegada de su hermano mayor al palacio.

Entre todo ese movimiento no estaba incluido un pequeño de unos tres añitos de edad, al que las doncellas encargadas de su cuidado habían dejado en el patio trasero del palacio jugando con su mejor amigo en el mundo, mientras ellas ayudaban con los arreglos.

Ese amigo en particular era muy especial; era sociable, amigable, leal, inteligente y amante de la diversión. El niño se la había pasado jugando toda la mañana a su lado y a pesar de eso las horas le parecieron minutos.

Después de jugar a la pelota, al pequeño rubio de enormes ojos color verde esmeralda y mejillas sonrosadas se le había ocurrido la idea de jugar al soldado, su sueño era convertirse en uno cuando fuera grande ya que observaba a diario el entrenamiento de las tropas Bielefeld en el patio de armas.

Su tío le había obsequiado una espada de madera la cual se había convertido en su juguete favorito. Lo último que le faltaba para estar preparado para la batalla era un poderoso caballo que fuera increíblemente rápido y audaz, pero como era muy chiquito para montar uno, desechó la idea de inmediato. Se cruzó de brazos y se puso a pensar, ¿Qué podría usar?... observando alrededor del jardín encontró otro medio de transporte. Sonrió con los ojitos iluminados de la emoción, como todo un pilluelo.

Su compañero de juego estaba dormido, echado sobre el césped, muy agotado después de pasar toda la mañana trayendo la pelota, de vez en cuando se rascaba detrás la oreja y pataleaba, seguramente soñando que estaba corriendo, cosa que al pequeño le daba risa

—Oye, Rudolf, despierta dormilón— dijo el pequeño con tierna voz mientras caminaba hasta llegar al nombrado y acariciarle la cabeza.

Era un perro labrador de gran tamaño, de cabeza ancha y hocico alargado y ancho, graciosas orejas medianas que le colgaban a los costados de la cabeza, cola gruesa en la base y terminada en punta y suave pelaje color crema. Era tan suave que a veces, cuando ambos acababan tan cansados después de jugar en el patio, el pequeño se quedaba dormido abrazándolo como si fuera un oso de peluche mientras el canino vigilaba atentamente para que nadie perturbara su sueño.

Al escuchar la voz de su amo, el canino ladró y se puso en guardia al instante, respirando rápidamente y con la lengua de afuera. Se acercó, casi dando saltitos al infante y le lamió el rostro entero.

—¡Oye!, ¡ya…je, je!— exclamó, poniendo sus manitas entre el hocico de su mascota y su rostro.

El perro ladraba contento mientras daba vueltas una y otra vez sobre su propio eje. 

—¡Muy bien Rudolf! ¡Tenemos una misión especial!—se puso en posición firme con la espada en la mano y el perro se sentó recto y ladró una vez, como si le estuviera contestando “Si mi capitán”—Los enemigos atacan el reino, debemos protegerlo. Es nuestro deber.

Rudolf puso una expresión vivaz e inteligente y asintió con la cabeza. El rubio resplandecía de alegría.

************

Faltaba más o menos una hora para que el Maou de Antiguo Makoku se hiciera presente en el palacio. Waltorana se encontraba en la sala de estar, cerciorándose de que todo estuviera en orden. Una vez había terminado con todo, asintió y sonrió complacido. Ahora solamente debía encargarse del último y más importante detalle.

—Sarita.

La muchacha se acercó al Noble que la había llamado, para después hacer una reverencia.

—Dígame, su excelencia.

Waltorana colocó su mano sobre el hombro de la doncella y comenzó a caminar hacia  la salida de la sala.

—Por favor vaya al jardín que es donde se encuentra mi sobrino jugando con Rudolf y lo lleva a su habitación para que tome un baño y lo ayuda a arreglarse.

—A la orden— respondió, y sonrió con ternura antes de salir.

El aristócrata se quedó a solas por apenas unos minutos antes de que el cocinero, un hombre regordete vestido de blanco con gorro gracioso, se acercara con una pequeña olla de plata que sujetaba con la ayuda de unas mantas.

—Bien, excelencia. ¿Dígame que tal sabe?—le preguntó con aires de orgullo.

Waltorana tomó la cuchara que estaba dentro de la olla para probar la crema que se serviría como entrada en la comida y dar su punto de vista, o al menos esas eran sus intenciones ya que un fuerte ladrido los hizo a ambos fruncir el ceño y ponerse en alerta.

“¡¡Excelencia Wolfraaam!!”

“¡Atrapen a ese perro!”

Fue lo último que lograron escuchar antes de darse la media vuelta y ver a un labrador con un niño montado sobre su espalda como si fuera un jinete siendo perseguidos por Sarita y otros soldados más, que iban directamente a chocar contra ellos. El cocinero reaccionó lanzando la olla y haciendo una maniobra para hacerse a un lado por el miedo a ser embestido por esa turba. La olla terminó cayéndole en la cabeza al Noble Bielefeld empapándolo con aquel líquido caliente.

—¡Mi lord!

Un par de guardias que perseguían al perro y al niño se detuvieron para ayudar al aristócrata que yacía en el suelo con la olla atorada en la cabeza.

—¿Se...Se encuentra bien?— preguntó uno de ellos, cuando lograron liberar la cabeza del Noble.

Waltorana dejó escapar un gruñido al mismo tiempo que tomaba del cuello de la camisa al soldado que le había hecho semejante pregunta.

—¡¿Cómo quiere que este bien después de que me cayó una olla con sopa caliente en la cabeza?!—Estalló en cólera para luego recordar el origen de tal incidente: Su sobrino montado sobre su mascota corriendo por todo el palacio. La destrucción y el caos que podían generar ese par, eran alarmantes.

—¿Su excelencia?

—Mi…mi…mi So-so-brino, y Rudolf —se puso de pie alarmado al mismo tiempo que los guardias  —¡Por Shinou! ¡¡Atrapen a ese perro!!

Ambos guardias se llevaron la mano a la frente y contestaron:—¡Señor, si señor!

***

Para Wolfram y Rudolf fue toda una aventura atravesar la sala principal y llegar al gran comedor solo para ser perseguidos en círculos alrededor de la mesa por el mayordomo que se encontraba en ese lugar.

—¡¡Corre como el viento, Rudolf!! ¡YAHOO!— Wolfram se daba el lujo de golpear los costados su “caballo” para que corriera más rápido

—¡Rudolf, detente!…—suplicaba el mayordomo—… ¡Excelencia por favor, baje inmediatamente!

El hombre logró atrapar entre sus brazos al pequeño quien al verse derrotado por el “enemigo” infló sus cachetes mientras unas lagrimillas se formaban en sus grandes e inocentes ojitos.

Y como todo un pequeño caprichoso, se puso a llorar—¡¡¡BUAAAAAH!!!

Al notar que su amo estaba llorando, Rudolf ladró furioso y comenzó a gruñir.

—Perrito…tranquilízate…— el mayordomo se asustó al ver la cara para nada contenta del labrador—Rudolf…¡Ni lo pienses!—advirtió al ver sus intenciones de pasar por encima de la mesa ya preparada y destruir la vajilla entera, con todo y el arreglo floral y el lechón servido con una manzana en el hocico.

—¡Suéltame! ¡Suéltame!—seguía gritando el pequeño Wolfram mientras pataleaba—¡Rudolf!, sniff ¡ayúdame!…

El leal amigo no tuvo que escuchar dos veces la orden de su amo y antes de poder evitarlo, subió encima de una silla para después llegar a la mesa. Y luego dirigió una mueca de advertencia al hombre mayor, “Si no soltaba a su amo entonces”….

El mayordomo entró el pánico, todavía escuchaba las quejas del pequeño que tenía en sus brazos pero no cedería —¡No lo hagas- Quieto!

Sus suplicas no fueron escuchadas y Rudolf arrasó con todo.

Como en cámara lenta y de forma aguda se escuchó un >>“Nooooo”<< de parte del hombre mientras veía como los platos, las copas, los recipientes con las ensaladas y vegetales salían volando ¡y qué decir del lechón! Parecía que había cobrado vida de nuevo. El fino mantel color crema ahora estaba enlodado por las patas sucias del perro y el arreglo floral había terminado hecho añicos.

Al encontrar su oportunidad, Wolfram mordió la mano de aquel que lo sujetaba como si fuera un bulto y logró escapar.

—¡Su Excelencia!—gritó esta vez enfadado.

El pequeño Wolfram frunció el ceño, ofendido por la manera en que lo había tratado, y alzó su mano derecha —A todos los elementos que conforman el fuego…

—Wol-Wolfram sama… ¡No!..

De nuevo sus suplicas no fueron escuchadas.

—¡Obedezcan a este orgulloso Mazoku que los invoca!

No era un león, sino pequeños gatitos de fuego los que se formaron con la invocación. Pero fue suficiente para calcinar al mayordomo y el resto de los  muebles del comedor.

Wolfram subió de nuevo a su fiel amigo y escaparon a la salida principal. Pero antes le sacó la lengua al mayordomo.

—¡Por todos los cielos! ¡¿Qué paso aquí?! — preguntó Waltorana petrificado al ver su comedor destruido y las finas telas de las cortinas ardiendo en llamas. Adiós a la comida de bienvenida de su hermano mayor.

No recibió ninguna contestación, su mayordomo se había quedado de piedra, solamente se podían apreciar sus pupilas temblorosas y escuchar unos sonidos casi inentendibles salir de su boca.

Uno de los guardias comenzó a olfatear—¿Huele a carne asada?

—¡Hanz, tu trasero se está quemando!

KYAAAAAAAAAAAAAAAAA

****:3****

Mientras tanto la pareja fugitiva había llegado al vestíbulo del palacio encontrándose con nuevos “enemigos”…

Wolfram reía con tiernas carcajadas al ver que nadie podía atraparlos, contando que estaban siendo perseguidos por otros dos guardias, tres doncellas y el mismísimo cocinero hecho furia.

—¡Me las pagaran par de pillos!—gruñía el viejo regordete, obstaculizándoles el paso. —Me llevó toda la mañana preparar esa comida— Y acompañado de un sonoro grito se abalanzó contra el perro con la intención de atraparlo. 

Rudolf ladró dando saltitos de un lado a otro esquivando los intentos que el cocinero hacía para atraparlo.

—Ru-Rudolf ¡Para ya! ¡Quieto!

El cocinero se asfixiaba debido al esfuerzo físico (al cual no estaba acostumbrado) de modo que le costaba gritar. Llegó un momento en que se fue de lado y estuvo a punto de caerse, sin embargo logró recuperar el equilibrio en el último instante e intentó seguir al perro con mayor determinación.

—¡Señor Sahing, tenga cuidado!—advirtió una de las doncellas.

Uno de los guardias estaba cansado de dar vueltas a lo loco—¡Somos seis contra dos, es imposible que nos este ganado un perro!— se quejó.

Wolfram curvó su sonrisa —¡Rudolf, demuéstrales!—gritó.

En seguida el perro dio vueltas alrededor del cocinero, quien se mareó y cayó sentando llevándose de paso una costosa estatua hecha de marfil que estaba en un pedestal, mientras ellos salían por la gran puerta.

El resto solo pudo cerrar sus ojos y taparse los oídos con las manos para evitar escuchar el típico sonido >>crack<< de las cosas cuando se destrozan. Y justo cuando sucedió eso, Waltorana y los dos guardias que lo acompañaban se hacían presentes.

El noble tragó con dificultad, al contemplar su irremplazable pieza de arte hecha añicos.

—Esa era una pieza única…—murmuró con la mirada ensombrecida. Los demás estaban temblando del miedo, solo esperaban que no les cobrara de sus sueldos la estatua destruida—¡¿Que están esperando inútiles?! ¡¡Atrapen al perro y salven a mi sobrino de una vez!!

—¡Si, mi lord!— se escuchó una sola voz, después de escuchar los gritos de furia que vociferaba el Noble.

Una vez más, la muchedumbre salía en búsqueda del “soldadito feliz y su fiel camarada”

****:3****

—Atención, ¡Firmes!

Los guardias del palacio se alinearon en ambos lados de la entrada y cada uno de ellos empuñaba en la mano izquierda su espada alzada en lo alto y entrecruzada con la del soldado que tenía en frente. El rey había llegado, pero inusualmente, Lord von Bielefeld no había hecho acto de presencia para recibirlo.

El carruaje hizo arribo en la amplia y atractiva entrada que tenía un total de cuatro especies de piscinas colocadas a cada esquina, formando un cuadro en cuyas orillas hacia el centro en forma de círculo había dos estructuras parecidas a las glorietas (o pérgolas).

El General Sinclair optó por recibirlo en ausencia de Lord Waltorana. Willbert bajó del carruaje y un poco confundido por no ver a su hermano menor ni a su hijo, caminó unos cuantos pasos hacia el General.

De la nada un terremoto los puso alerta. Ambos hicieron una mueca de confusión con los ojos bien abiertos y una gota enorme resbalándoles detrás de la cabeza. Cuando voltearon, una estampida iba a estrellarse directo hacia ellos:

Wolfram sobre Rudolf que corría con lengua de afuera y detrás de ellos Waltorana, que estaba empapado de un líquido color verde en sus vestiduras, el cocinero, el mayordomo que cojeaba por alguna razón, tres doncellas y cuatro soldados que corrían dejando atrás una cortina de humo.

—¡¡Detengan a ese perro!!—gritaban todos a una sola voz.

Los guardias que estaban en las filas abrieron los ojos como platos.

—Su majestad ¡Quédese detrás de mí!—exclamó el General Sinclair poniéndose de escudo.

Willbert alzó una ceja —¡¿Pero qué rayos sucede aquí?!

Justo en frente del Maou, Rudolf se paró en seco, con las orejas hacia arriba y moviendo la cola constantemente. Contento por verlo.

—¡Papi!— le gritó Wolfram, extendiendo sus brazos para que lo cargara.

—¿Qué hiciste ahora mi niño?—preguntó el rubio mayor como si estuviera acostumbrado a sus travesuras, llenando de besos la mejilla de su hijo.

Cuando su padre lo bajó, Wolfram se dio la media vuelta para ver al resto y en seguida se echó a reír.

 —¡Lero, lero! ¡No pudieron atraparme!

Willbert sonreía mientras examinaba la pinta que tenía su Otouto. Se acercó a él y deslizó el dedo por toda su cara, mismo que se llevó a su boca para saborear.

—¿Umm?…¿Es crema de espinacas?…—preguntó divertido.

El cocinero sacó el pecho orgulloso y replicó:—Así es su majestad. Con un toque de chile y queso azul. 

Tras escucharlo, el Maou apretó los labios para no soltar una gran carcajada.

Waltorana tenía su cara totalmente roja debido al enfado y la vergüenza.

—Sabes bien que no debemos consentirlo demasiado.—le advirtió a su hermano y después fijó sus verdes ojos hacia su sobrino. 

Wolfram corrió asustado escondiéndose detrás de las piernas de su padre cuando escuchó la advertencia de su tío.

—Oh, oh…— Estaba en serios problemas.

El Noble asintió y se colocó las manos a la cintura.

—Sí, “Oh, Oh” Sobrino— y como todo buen regaño comenzó a enumerar el caos que había causado—Desobedeciste a tu niñera, hiciste que me cayera una olla de sopa caliente en la cabeza.

Unos peculiares sonidos como cuando se contiene por mucho tiempo la risa lo interrumpieron. Rodó los ojos y continuó a pesar de las burlas de su hermano:

—Destruiste el comedor, Hanz (el mayordomo) cayó en shock nervioso y le quemaste el trasero, hiciste que el señor Sahing (el cocinero) se tropezara y destruyera una pieza de arte irremplazable obsequiada por Lord Gyllenhaal y por si fuera poco destruiste el comedor ¿Qué tienes que decir, Wolfram?

A pesar de haber preguntado aquello, sabía que no iba a obtener respuesta. Su sobrino era tan caprichoso que nunca pedía disculpas por sus travesuras y eso era en parte su culpa por consentirlo demasiado.

Wolfram hizo un puchero mientras se escondía aun más detrás de su padre. Willbert sintió que era el momento de intervenir.

—Hijo, contéstale a tu tío Waltorana.  —lo reprendió suavemente y tomó su manita para llevarlo al frente de los demás, luego se arrodilló para estar la altura de su carita y le dijo de manera firme:—Les debes unas disculpas a todos. ¿De acuerdo?

—¡No!—Wolfram se negó rotundamente y frunció el ceño.

Willbert suspiró, clamando a la paciencia y la sabiduría. Todos los presentes observaban a la expectativa esa escena poco peculiar.

—Quieres ser un buen soldado cuando seas grande ¿verdad?—al niño se le iluminaron los ojos y asintió con frenesí, el mayor sonrió y continuó:—Pero para ser un buen soldado primero debes obedecer todo lo que se te ordena, de otra manera nunca lograras hacerlo ¿Me entiendes?

Las crespas pestañas del pequeño se agitaron un par de veces. Giró su rostro en dirección a Rudolf al cual ya lo tenían sujetado con una correa y se había sentado pegado a las piernas del soldado que lo sujetaba.

—Ujum…

Willbert sonrió ampliamente y apretó sus manos sobre los hombros de su niño—¿Entonces qué harás?

Wolfram giró su rostro hacia los afectados, se colocó en frente de ellos y se inclinó con las manos entrelazadas y la vista clavada al suelo.

—Lo siento mucho—dijo con dulce vocecita, combinado con unos grandes brillantes e inocentes ojos.

El publico soltó un >>Awww<< derritiéndose de ternura, y los daños causados se quedaron en el olvido. Sin duda alguna, el pequeño Bielefeld tenía el palacio entero a sus pies. El Maou asintió complacido y cuando tuvo la atención de su hermano menor le giñó el ojo con éxito. Se le daba eso de ser “padre de familia” 

—Y, ¿Qué hay de postre?—preguntó Willbert de repente.

El cocinero reaccionó sintiendo un temblor en la columna vertebral-de seguro había algo quemándose en la cocina-

—¡La tarta!

Waltorana se golpeó la cara con la palma de su mano.

****

Por suerte, la tarta de manzana de salvó. Como era el postre favorito del Maou no tuvo ningún problema en saltarse un tiempo de comida y terminaron llenándose del dulce y engordante manjar antes de tiempo.

Estaban en la sala de estar, Willbert en el sofá con Wolfram en el regazo, dándose bocados el uno al otro, pocas veces tenia oportunidad de hacer eso debido a sus deberes como Maou y quería aprovechar.

—¡Delicioso!—exclamó el pequeño Wolfram, recibiendo los trozos de tarta que su papá le daba con el tenedor.

—Con que empezaron sin mi ¿eh? ¿Par de glotones?—dijo Waltorana haciéndose presente después de tomar un baño y ponerse ropa limpia, luego tomó asiento en un sillón frente a su hermano y sobrino.

—Lo lamentamos—dijeron ambos a la vez. Wolfram siguió con la tarea de darle bocados a su padre.Tras unos minutos, como todo niño de su edad, sintió la necesidad de salir a jugar un rato afuera.

—¿Puedo salir a jugar, papi?

—Ummm A ver ¿Qué dice tu tío?— respondió, dirigiendo la mirada hacia su otouto.

Waltorana masajeó la parte de atrás del cuello y asintió. Y Se escuchó el >>“Wiiiiii”<< contento de Wolfram que salía corriendo de la sala como si fuera el correcaminos.

—Pero no con Rudolf—advirtió antes que se alejara del todo—Juega con el hijo del General Sinclair, nos encontraremos pronto en el jardín del patio trasero.

Wolfram afirmó con la cabeza. El niño con quien solía jugar era un poco mayor que él, de cabello color verde como lo profundo del bosque y alargados ojos azules como la noche de luna llena, atractivo y valiente, su nombre era William Sinclair*** le encantaba estar en su compañía.

—Por cierto, te he traído muchos regalos—le dijo Willbert—, Te los daré antes de la cena.

El pequeño regreso por sus pasos y lo abrazó. —¡Siiii, gracias papi!

Ambos hombres esbozaron una sonrisa en cuanto veían a Wolfram alejarse. El silencio invadió de nuevo la sala y Willbert clavó su vista hacia la ventana.

—Tengo algo muy serio que hablar contigo.—dijo el menor cuando había pasado unos minutos.

 El oji cielo le  puso toda su atención en su hermano.

—Se trata de Cecilie…—el cuerpo de su Aniue se tensó, y él vaciló un instante, no estaba seguro de cómo expresar lo que tenía que decir— De Cecilie, de Wolfram, de Gwendal… de su relación familiar.

Willbert se removió incomodo en el sofá, esperando a que Waltorana continuase.

—Wolfram pregunta todos los días por su madre. La verdad, ya no sé qué excusas inventarle para tranquilizar su inquietud. Por eso quiero proponerte que le permitas pasar juntos una temporada durante el año, durante los días que tú decidas y con tus condiciones. Son madre e hijo, es inevitable que sientan esa necesidad de estar uno al lado de otro...

El rostro de Willbert se tornó pensativo.

—¿Y bien?—insistió después de un tiempo de espera. Lo que hizo que su hermano volviera a la realidad.

—Pondré una condición—contestó finalmente—Y para eso necesito hablar con un muchacho en particular.

—¿Hablas de Gwendal von Voltaire?

Willbert asintió. Necesitaba asegurarse que su precioso hijo no se contaminara por el contacto con los humanos y quien mejor que Gwendal para confiarle esa misión.

—Creo que mi sobrino se sentiría mejor creciendo en el seno de una familia compuesta por una madre y un padre. Han pasado varios años desde tu separación. ¿No has considerado la posibilidad de casarte de nuevo?

Willbert  volvió a quedarse pensativo. La última vez que habló con Cecilie, le había dicho una y otra vez que era inocente de sus acusaciones, y quizás llegó un microsegundo a creerse sus palabras, era muy buena actriz, pero el daño a su moral estaba hecho, había perdido toda la confianza en ella. Desde ese día juró nunca más creer en el amor y dejar el tiempo pasar. No estaba de ánimos para buscarle una “mamá sustituta” a Wolfram por lo que la idea de una esposa estaba más allá de sus aspiraciones.

—Quizás no he tenido el tiempo suficiente, ya sabes por el trabajo…

Waltorana se cruzó una pierna y enarcó una ceja —¿Estás seguro?...—no se atrevió a continuar con:“O es porque no has olvidado a Cheri”

—Sera mejor que busquemos a mi hijo, quien sabe que travesuras este haciendo en estos momentos ya sabes cómo es…—empezó a buscar una excusa para zafarse de esa conversación tan incómoda, se levantó del sofá y comenzó a caminar.

Waltorana se quedó un momento de pie con las manos en los bolsillos. Sin duda alguna el amor te cambia, nunca se desvanece por completo, no importa cuánto puedas querer que lo haga. Y lo único que puedes hacer para evitar caer en la tentación es contenerte pero llegará un día en que no puedas negarte más a lo que sientes y entonces dejaras fluir tus sentimientos como un torbellino.

—Vamos, enano —dijo Willbert, y luego hizo un esfuerzo visible para verse más alegre,  lanzando una sonrisa.

***************************************************************

Celos de padre.

Shin Makoku, territorio Bielefeld. 20 años antes de la llegada de Yuuri.

La muerte de un ser querido siempre nos deja un gran vacío en el corazón. Puede no gustarnos, pero negarla, es como no aceptar la existencia del día y de la noche, porque es parte natural de la vida. Para Wolfram, la muerte de Suzanna Julia von Wincott fue algo que lo marcó para el resto de su vida.

Ella anhelaba la paz entre humanos y Mazokus, y luchaba para hacer consciencia a la idea de que se podía vivir en armonía con los humanos. Se fue dejando la esperanza de un nuevo comienzo, liderado por un peculiar Maou, débil y un poco distraído, pero con un sincero propósito de cambiar las idolologías de este mundo.

Tirado sobre la alfombra verde que formaba el césped de una colina, bajo la sombra de un enorme roble, en las tierras Bielefeld y en compañía de su yegua blanca de nombre Zendaya**, Wolfram contemplaba el cielo azul adornado con blancas nubes que se dejaban llevar por el viento. La cálida brisa que acariciaba sus mejillas lo relajaba hasta el punto hacerlo dormir.

Ese día en particular solamente quería perder el tiempo y dejar las horas pasar. Se sentía vacio, dolido y decepcionado. Una frustración enorme invadía su corazón. Hasta el momento no le habían permitido salir a luchar y defender a los suyos a pesar de haber seguido y completado el entrenamiento de un soldado. Había perdido a su maestra de Magia Curativa hace apenas una semana debido a esa maldita guerra y él no podía hacer más que sentarse a esperar.

Alguien llegó en esos momentos y tomó asiento a su lado, después sintió unos delicados dedos pasearse por los mechones de su pelo en una clara muestra de cariño. Se incorporó y se abrazó a esa persona en busca de apoyo, aferrándose fuertemente entre sus fuertes brazos, embriagándose de su aroma y calidez.

—Gracias por venir, padre.

—Lamento no haber podido estar contigo durante su despedida, pero vine en cuanto pude—replicó posando una mano sobre la mejilla de su hijo.

Wolfram bajó la cabeza, con los hombros caídos—Y yo lamento mucho haberlo hecho venir. Sé que siempre está muy ocupado, padre.—le dijo con desánimo.

Willbert negó con la cabeza y le dijo suavemente:—Sabes que siempre cuentas conmigo, para lo que sea, aunque este a kilómetros de ti. 

—Necesitaba desahogarme, eso es todo —respondió y volvió a darle la satisfacción de mirar sus ojos verdes— Gracias por eso.—agregó con una sonrisa.

Ambos suspiraron y continuaron contemplando el panorama.

Wolfram recordó la ausencia de una persona durante el evento de despedida de Suzanna Julia san. Ella le había dicho que era “el hijo del benefactor de una amiga de su cuidadora”. A simple vista se notaba que era un debilucho. Por si fuera poco el muy abusivo lo llamó “Narcisista” en su propia cara. Lastimosamente nunca más lo volvió a ver. Dentro de sí temía que a ese chico se le hubiese ocurrido enlistarse en el ejército porque con lo débil que parecía ser, estaba seguro que no duraría ni un minuto en el campo de batalla. Lo peor era que conforme pasaban los días no dejaba de pensar en ese debilucho que también le parecía un poquito atractivo, bueno, no poquito sino mucho, tenía una esencia inocente que le gustaba, y que sería mucho mejor si fuera en versión oscuro, como su color favorito, que al mismo tiempo era tan inusual. Si, lo quería de cabello y ojos negros como la noche, así seria su chico ideal. Y termino preguntándose a si mismo ¿Por qué estaba pensando esas cosas? Eso estaba mal.

—¿Wolfram, hijo?— le llamó al notarlo pensativo. El joven se sobresaltó al escucharle.

—¿Eh?...Ah… ¿Si, dígame padre?—respondió girando su rostro hacia él.

Willbert le miró fijamente.

—Te quedaste perdido por unos minutos, No me digas que hay alguien que ocupa todos tus pensamientos y tu corazón—bromeó con una sonrisa temblorosa. Recordó que hace años cuando era un niño le había confesado, con su inocencia, que le gustaba el soldado William Sinclair. ¿Acaso estaba pensando en él?

 

—No, ¿cómo cree eso? en estas circunstancias…—balbuceó, agitando una mano varias veces en el aire en un gran gesto de negación— No, no tengo cabeza para eso.

Las mejillas del Mazoku de fuego se encendieron y Willbert encontró su oportunidad de tener una de esas conversaciones de padre e hijo que tanto había anhelado tener con su muchacho. Wolfram era el bishounen más exquisito en todo el reino, y tanto hombres como mujeres caminaban en círculos calladamente, adoradores, alrededor de él, tratando de encontrar aunque sea la más mínima oportunidad de cortejarlo. A veces deseaba poner una barrera para que ningún zopenco se acercara más de lo debido a su querido primogénito. Había llegado a la conclusión de que quien tuviera los suficientes  pantalones como para enfrentarse contra él en batalla seria merecedor de la mano de su hijo. Y Punto.

—Bueno, supongo que tienes esa edad donde comienzas a sentir “interés” hacia una persona, ya sabes en sentido amoroso—comenzó, logrando avergonzar a Wolfram—, Es algo normal en el desarrollo de todo ser, todo comienza desde el momento de la concep…

El joven se sonrojó más aún y se apresuró a interrumpirlo.

—Ya…ya entendí padre.

Arqueando una ceja, Willbert sonrió, su hijo en esos momentos le pareció adorable—Bueno, está bien, me quedo callado—bromeó.

Wolfram suspiró con alivio. —Cuando encuentre a la persona indicada, usted será el primero en conocerlo—dijo de repente, mirando el horizonte.

—Debes escoger bien, no te quedes con el primero que te diga cosas bonitas—le aconsejó desde el fondo de su corazón, agachó la cabeza y con un poco de pena agregó:—Piensa con la cabeza y no te dejes guiar del todo por el corazón. Debes mantener tu dignidad ante todo, hijo mío.

Wofram se quedó pensativo y de la nada le preguntó:

—¿Lo aceptaría aunque fuera el hijo del benefactor de una amiga de la que solía ser la cuidadora de Julia san?

—¿Ehhh?...— fue lo único que a Willbert se le ocurrió vociferar.

—¡No! ¡Nada olvídelo! —se apresuró a aclarar ante la  súbita  expresión  de consternación de su padre.

—Quien sea tu esposo o esposa tomará un puesto importante en Antiguo Makoku, confió en ti para no hacerme quedar mal, —advirtió secamente.

—Descuide padre — contestó con voz casi inaudible, cohibido por la pena. El ambiente había cambiado entre ellos, y sintió enseguida el peso de ser el hijo del Maou de fuego.

Willbert se sintió mal al ver que el semblante de su hijo se había entristecido después de haberle dicho esas palabras.

—Ven acá, perdóname por hablarte así—lo abrazó con fuerza dándole un beso en la cabeza, el menor correspondió el abrazo.  

Al separarse Wolfram volvió a sonreír, sintiéndose más tranquilo ya que su padre había vuelto a ser el de antes: Amable, cariñoso, y protector. Suspiró mientras se volvía a acostar sobre la grama con los brazos detrás de su cabeza, mientras contemplaba el atardecer al lado de su padre…

Continuará. 

Notas finales:

Muchas gracias por leer. Bendiciones. 

En el próximo capítulo del rencor contra el amor:

La invocación del espíritu del fuego

"Salve dios Felix, elemento del fuego, ser de la pasión y del renacimiento, fuego  brillante que  te iluminas a ti mismo con tu esplendor; y de tu esencia incorruptible emanan rayos de luz que nutren tu infinito espíritu. Nosotros nos quemamos en el deseo de poseerte, escuchadme, yo los invoco"

No será tan sencillo…

—Hay una condición…

—¿pensaste que sería tan fácil, mocoso? —preguntó Dimitri, esbozando una sonrisa torcida.

—¡¡HEIKAAAAAA!!—el gritó de Gunter los asustó a todos.

—¡Usted puede, Yuuri heika!—animó Ariel levantando los brazos

La maldad pone en marcha el último paso de su plan.

—Todo está saliendo a la perfección amo…—la sacerdotisa sonrió con maldad—

—Pronto este mundo quedara atrapado entre las tinieblas… 

Las aventuras de Yuuri continuan 


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