Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

El rencor contra el amor por Alexis Shindou von Bielefeld

[Reviews - 244]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Confieso que al llegar día lunes y notar que no llevaba ni el 25% del capítulo me asustó un poco. :(  pero bueno. Ya desde martes y en las noches hasta hoy estuve trabajando en él.

Advertencia: Escenas violentas. 

Espero que sea de su agrado. 

Capitulo 18

El rencor contra el amor: La unión hace la fuerza.

El que la hace la paga.

Bastian y Friedrich cabalgaron desde que los primeros rayos del sol habían hecho su aparición en el cielo hasta ya más del medio día para llegar a su destino: El Templo Imperial.

Dicho lugar se situaba en una zona neutral entre los siete distritos de Antiguo Makoku— justo en el centro del país—atravesando un largo sendero desierto. Era un santuario, raramente frecuentado por ajenos.

Bastian echó para atrás unos mechones de cabello que le estorbaban en la frente con su mano izquierda debido al viento que le golpeaba la cara, y al mismo tiempo sonreía al pensar que ese era el último paso para lograr tener lo que siempre había soñado.

Asimismo recordaba su propia historia: 

Nació siendo el primer hijo de Marchall von Moscovitch y lady Katherine Scott. Su padre fue miembro del consejo de Nobles de Antiguo Makoku.

Como miembro de la Nobleza Mazoku, se instruyó en el arte de la lucha con fines militares y recibió una educación de primera clase de importantes tutores adquiriendo conocimientos administrativos públicos. Perdió a su madre cuando tenía la edad de once años (en apariencia humana). Y su hermano menor murió de una enfermedad del corazón a los quince.

Desde temprana edad se involucró en la política, lleno de los deseos de un muchacho que habría de gobernar algún día esas tierras.

Sus anhelos por llegar al trono se convirtieron en una obsesión con el paso del tiempo. Se dedicó al trabajo y no supo en que etapa de su vida dejó de importarle la parte afectiva en su desarrollo como ser humano. Propiamente dicho—le importaba poco tener amigos cercanos— No quería que su parte emocional le afectara en un futuro, cuando le tocara tomar decisiones como soberano de la nación. A veces pensaba que el único propósito por el que estaba en este mundo era para gobernar, juzgar e imponer su voluntad con aquellos a los que veía como inferiores.

Sus padres le habían arreglado un matrimonio a futuro. Su prometida era Hannah Lauren, hija de una acaudalada familia. La primera vez que la vio, era solo una niña de unos siete años—pecosa y sin chiste—y él era igual un mocoso que no tenía interés en el amor. Pasaron los años y aquella niña que le parecía poco atractiva se convirtió en una hermosa y agradable dama. La idea de casarse con ella le comenzó a agradar. Cuando llegó el momento, contrajeron nupcias. El evento fue grande y ostentoso. Los mas importantes representantes de la Nobleza fueron invitados. 

Aunque no estaba en sus ideales formar una familia, no podía negar que su esposa era una dulzura. Esa misma dulzura era algo que contrastaba mucho con su propia personalidad y la razón de su falta de tacto hacia ella; pero aprendió a quererla durante los primeros años de matrimonio y eso dio paso a la llegada de su primer y único hijo, Friedrich.

Uno de los golpes más fuertes a su orgullosa mentalidad, fue el hecho de que Lord Destari von Ronsenzweig nombrara a un extranjero como su sucesor. La resistencia y argumentos que su padre expuso en la junta no impidieron que el Consejo de Nobles aceptara dicha proposición. Todo mundo estaba impresionado con la fuerza y destreza que-ese- demostraba en los campeonatos de elementos, mismos a los que él acudía, pero que siempre perdía. Sin embargo, no concebía en la cabeza que él, quien con pie firme se había mantenido bajo su yugo durante tantos años, no fuese merecedor de tal titulo y tuviera que conformarse con ser el consejero real, que más le pareció un premio de consolación.

Interminables horas. Incontables y ofensivos minutos, cada uno más insoportable que el otro, estuvo al servicio del rey Willbert. Para él era desagradable sentirse utilizado por un extranjero, que para colmo se había ganado la simpatía del pueblo. Su personalidad se volvió cada vez más torcida y desde entonces se distanció en definitiva de su esposa. Deseando una y otra vez vengarse de todos y cada uno de los que alguna vez lo habían menospreciado.

Pero él tenía un secreto; su único hijo poseía una cantidad exuberante de Maryouku en su interior y eso le podría servir en un futuro.

Había educado a Friedrich lo mejor que había podido. Rara vez demostraba su afecto. A él le había bastado con poco cuando era niño y, por tanto, debía bastar para cualquiera. Sin embargo, le enseñó el arte de la persuasión, la mentira y la insensibilidad al prójimo. Con frecuencia alzaba el pecho con orgullo durante los torneos en los cuales Friedrich participaba, sobre todo cuando no tenía piedad con su contrincante.

Y entonces sucedió…

Por primera vez en su vida vio la posibilidad de alcanzar sus metas y no tenía la menor intención de desaprovecharla. Cuando escuchó de la boca del rey Willbert, aquel a quien le tenía un gran rencor por haberle quitado su reinado, que habría una competencia de elementos por la mano del heredero al trono, supo de inmediato que era la oportunidad perfecta para demostrarle al país entero que Friedrich era el más capacitado para convertirse en Maou. Sus sueños se verían realizados gobernando a través de su hijo y como una compensación extra por tantos años al servicio del rey, se quedaría con la más hermosa y preciada joya de ambos reinos.

Todo lo que siempre deseó, estaba en sus manos.

Bastian agilizó a su caballo sacudiendo con fuerza las riendas, cuando ya se encontraba a unos cuantos metros de la impresionante construcción tipo colonial que era el Templo Imperial, detrás de él, su hijo le seguía el paso.

Ambos, notablemente cansados, apearon de sus caballos después de diez horas continuas de viaje.

Friedrich se sobó la espalda en una clara señal de agotamiento, dando infinitas gracias por haber llegado a su destino.Con un suave suspiro, alisó unas inexistentes arrugas de ese uniforme militar de las tropas Moscovitch que portaba con tanto orgullo y siguió a su padre que se adentró al Templo.

Avanzaron en silencio hasta llegar a una oscura habitación. Unas luces resplandecientes y chispeantes rodeaban las paredes y una fila de velas era su única guía en el camino hacia el altar. El techo de cristal, tenía la forma de una estrella con cinco picos que representaba los cinco elementos del universo, cuatro terrenales y uno espiritual: Fuego, tierra, aire, agua y alma. En la mesa del altar estaban talladas en esculturas de oro los cuatro dioses de los elementos, Félix el dios del fuego, Ghob el dios de la tierra, Aimeth la diosa de los aires y Atziri la diosa de las aguas, y en medio de estos la estatua de un dragón tipo serpiente (mitología china) esculpido en oro cuyos ojos eran dos piedras de Ónix, tan negras como las sombras.

Una persona se encontraba de rodillas frente al altar, orando con las manos entrecruzadas sobre el pecho. Al percatarse de la presencia del consejero y su hijo, curvó sus labios en una sonrisa fugaz y se puso de pie.

—Bienvenidos —dijo en tono amable, al tiempo que se daba la media vuelta.

Bastian y Friedrich hicieron una respetuosa inclinación ante la persona que tenían en frente. Era una joven de apenas quince o dieciséis años de edad, delicada en su porte, segura y serena. Sus vestiduras eran un vestido largo de color morado con detalles en dorado que entallaban delicadamente su cuerpo esbelto. Sobre sus hombros caía una larga cabellera plateada que enmarcaba su rostro pálido, cuya frente tenía un símbolo de un rombo justo arriba de esos ojos color avellana que los miraban con amabilidad.

Ella era Agnes, la sacerdotisa del Templo Imperial. La máxima autoridad entre lo que divide este mundo con el otro. Aquella que posee el poder para comunicarse con los espíritus del inframundo y quien ayudó a Friedrich a obtener su tercer elemento.

—Agnes sama —habló Bastian con respeto al incorporarse— Todo, según sus predicciones se ha cumplido, sin embargo hay alguien que se interpone en nuestro camino— explicó con amargura.

La sacerdotisa desvió su atención hacia el consejero tras oírle decir aquello y sonrió. Una sonrisa malévola.

—Yuuri Shibuya, sé de él. Aquel que las personas llaman en Maou de las sombras— su voz tenía cierto acento de menosprecio. Caminó unos pasos hasta llegar frente al más joven y tomó su rostro entre sus pálidas y delicadas manos— Pero no teman—. Alzó la cabeza altiva mirándole con intensidad y agregó—No hay nadie más idóneo que Friedrich kun para destruir por completo aquello que estorba en nuestro mundo y construir una nueva era en el.

A Bastian se le pusieron los ojos vivaces y resplandecientes al terminar de escucharla. Una nueva era con su reinado era lo que había entendido.

—Entonces mi querida Agnes—intervino Friedrich por primera vez—Ya sabes lo que necesito. Intercede por mí y dame mi cuarto y último elemento. Derrotaremos al mal representado en Yuuri Shibuya para comenzar esa nueva era de la que tanto hablas.

Agnes alejó las manos del rostro de Friedrich y se dio la media vuelta subiendo las cinco gradas hacia el altar. Sin pensarlo por mucho tiempo, como si ya lo hubiese tenido planeado, agarró un recipiente con agua para después bajar de nuevo y entregárselo.

—Si poder es lo que deseas, poder es lo que obtendrás— le dijo. Sus ojos se estrecharon y le advirtió:— Pero debes estar consciente que entre sus manos tendrás una gran responsabilidad.

Firdrich no lo reflexionó ni un instante y sonrió prepotente.

—Quiero poder para acabar con mi mayor enemigo y quedarme con todo cuanto merezco.

En ese punto se refería a la mano del hermoso príncipe, aquel de quien se había enamorado desde su primer encuentro en los pasillos del castillo, no solo por su belleza exterior sino por su retadora personalidad. Un chico con esas agallas era lo que buscaba y eso sería lo que obtendría al ganar la competencia. Wolfram tendría que aprender a quererlo con el tiempo, a regañadientes si seguía renuente, pero siendo su esposo no tendría más opción que complacerlo en todo lo que respecta.

Una sonrisa peligrosa dio inicio a un destello de luz igualmente peligroso en  esa mirada roja como el vino y agregó:—No tengo tiempo para dudar. No perdamos más tiempo.

Las pupilas de los ojos de Agnes se dilataron durante el breve momento en que observaron al joven. No había marcha atrás y no podría sentirse más dichosa.

Comenzó el ritual de invocación de inmediato:

Alzó los brazos al cielo y luego los separó formando un arco. Unos símbolos surgieron con una luz azul en el piso del cuarto. Era un círculo que rodeaba a Friedrich quien al mismo tiempo estaba sobre una estrella de cinco picos.

—Friedrich kun, bebe del agua sagrada y con eso obtendrás tu cuarto elemento— anunció la sacerdotisa mientras mantenía la concentración en su invocación— Ahora.

Él llevó el recipiente a su boca y así lo hizo.

En el instante en que pasó la última gota de agua por su garganta, Friedrich gruñó y desnudó sus dientes cuando sintió algo irrevocable deformarse profundamente dentro de sí. Sintió unas fuertes bocanadas y soltó un fuerte exabrupto escupiendo el agua le quedaba en la boca.

—¡AAgnes ¿qué me… ¡…!—su malestar no lo dejaba continuar. Cayó de rodillas apoyando sus mojadas manos en el suelo. Sentía perfectamente como se le desgarraran los órganos. Un dolor tan intenso que al intentar gritar, su garganta no producía sonido alguno. La piel se le comenzaba a helar como si de golpe le hubiesen interrumpido el flujo de sangre y respiración. Finalmente escupió una bocanada de sangre coagulada.

—¡Agnes sama! ¡¿Qué le hizo a mi hijo?!— Bastian fulminó con la mirada a la sacerdotisa. No recibió respuesta por lo que intentó, inútilmente, acercarse y socorrer a su hijo pero se dio cuenta de que no podía cruzar más allá del símbolo. —“Maldicion” — pensó, apretándo los puños con frustración.

Unas nubes negras, rayos y relámpagos, también un aura de energía oscura se comenzaron a manifestar sobre ellos.

La sacerdotisa continuó con su invocación:

—Oh, poderoso Hirish aquel que domina las tinieblas, entidades de la oscuridad y aquellos cuyas penas son ataduras en cadena. Yo te invoco.

Bastian apretó los dientes y su mandíbula tembló al contemplar absortó una figura materializándose en medio de la oscuridad.

Friedrich continuaba en el suelo, revolcándose de dolor y rodeado de esa misma oscuridad. De su espalda comenzaron a surgir dos alas grises plegadas, sobresaliendo como puntiagudas mantas en ambos lados -parecidas a las de los murciélagos-Sus manos y pies se convirtieron en garras y su piel se tornó escamosa. Dejó de tener conciencia para darle vida a un enorme y horroroso dragón alado con cuatro cuernos en la cabeza. Grisáceo y con ojos de color rojo intenso como la sangre. Con una babeante mandíbula llena de enormes, afilados y voraces colmillos.

Por primera vez, Bastian  notó un miedo frio en su corazón. Intentó tragar saliva pero se dio cuenta que tenia la garganta demasiado reseca. ¿Qué significaba todo esto? ¿Acaso su hijo era el monstruo que tenía en frente? No. No, De ninguna manera. Movió la cabeza a un lado y a otro, confundido.

Tras las sombras la figura por fin se manifestó por completo. Bastian cerró los ojos y sus hombros temblaban violentamente. La sacerdotisa sonrió con complacencia y junto las manos sobre su pecho. Emocionada.

Aquel era sin dudas el señor del inframundo. Principio y fin de la maldad. Una entidad parecida al Souchu en forma de hombre. Tenía hombros anchos, bíceps tonificados y brazos musculosos. De cabello negro y largo hasta los hombros, ojos rasgados y amarillos. Usaba una túnica negra con capa en la espalda y una armadura de plata. De su espalda sobresalían cuatro alas negras como las de un halcón.

Ese mismo ser se acercó a la bestia y alzó su mano haciendo que el dragón de color grisáceo descansara en cuatro patas, doblegándose dócilmente, como si ese extraño individuo tuviera poder sobre él.

—Bienvenido, amo mío y señor mío— dijo la sacerdotisa, acercándose a él.

—Agnes, buen trabajo. No pude haberlo logrado sin ti— fue lo primero que dijo aquel ser de las tinieblas— . Estoy contento de estar de regreso.

La sacerdotisa sonrió con alegría.

Bastian no se movió. Continuó silencioso con la mirada fija en ese ser de las tinieblas y la mente llena de terror. Deseando una y otra vez que esto se tratara de una pesadilla. Esto no podría ser peor, pensaba. Entonces, sintió como el espíritu se le iba del cuerpo cuando esa dorada y penetrante mirada se posó en él en especial.

—A ti también debo agradecerte, mi fiel marioneta—le dijo con sorna— Tu hijo resultó ser el candidato perfecto para ser el contenedor de la bestia.

Bastian reaccionó doliente y al mismo tiempo agresivo.

—Malditos, ¡¿Qué le hicieron a mi hijo?!— El grito resonó por toda la habitación, llenándola de dolientes ecos— ¡Esto no fue lo que acordamos! ¡Devuélvanme a mi hijo!

—¿Tu hijo?— Hirish encorvó una ceja al contemplar al hombre que había caído de rodillas, llorando —Aquí esta—respondió señalando al dragón.

Bastian lloró con más ganas. Su pecho dolía, las lágrimas acortaban su visión. El dolor de perder a su único hijo se enterraba en sus entrañas como la nieve penetrante cubre toda superficie en pleno y crudo invierno.

¿Qué explicaciones le daría a Hannah? ¿Dónde estaba su hijo? ¿En verdad estaba muerto? Ó, era en sí ese dragón que se presentaba imponente ante sus ojos. De lo único que tenia certeza,  era que lo había perdido.

En un acto, por demás inútil, Bastian desenfundó su espada y corrió para atacar con el fin de herir de muerte al dios del inframundo. Como un padre lo haría como venganza por un hijo asesinado. Hirish se echó a reír y esquivó con facilidad la estocada.

—Los seres humanos y los Mazoku son patéticos—declaró Hirish cuya voz se había tornado más profunda y amenazante. A una velocidad impresionante, aprensó el cuello de Bastian con una mano y lo levantó del suelo. El consejero se puso de un tono morado debido a la falta de aire casi enseguida—Muchas veces suplicaste por hacer de tu hijo alguien invisible e imponente, acudiste a Agnes para que, sin el mayor esfuerzo, adquiriera los cuatro elementos según la profecía del elegido. Tú me suplicaste yo lo concedí; ¿Acaso creíste que no tenía un precio?

—Mi hijo…devuélveme a mi hijo—logró balbucear. Incrédulo y destrozado.

—Ya te lo expliqué—respondió—. Tu hijo está allí— lo soltó por fin, pero en cambio lo tomó con fuerza del mentón y lo hizo girar para que viera al dragón.

El dragón emitió un sonido inarticulado, un gruñido ensordecedor y alarmante y Bastian alzó la mirada contemplándolo con terror. La bestia tenía los ojos fijos en él con una mezcla hambre y frialdad.

El consejero quiso gritar, correr, huir de la mortífera criatura que comenzaba a avanzar hacia él con sinuosos movimientos, pero todo su cuerpo estaba paralizado y era incapaz de articular palabra alguna, sólo un bronco gemido brotó de su garganta.

—¿Tienes hambre? —le preguntó Hirish al dragón y un rugido recibió por respuesta. Entonces clavó su vista hacia Bastian y torció una sonrisa—Eres dichoso—le dijo—. Serás el sacrificio que dará inicio con el ritual. Una vez el dragón del inframundo pruebe la sangre y adsorba tu Maryoku tendrá veinticuatro horas para completar su transformación.

El dragón emitió un rugido feroz. Asustado, Bastian fue retrocediendo hasta toparse con la pared, sin encontrar escapatoria alguna. El rugido se repitió una y otra vez y sus ecos llenaron la habitación del Templo. El dragón abrió el hocico y el rostro de Bastian se llenó de su aliento caliente. Cerró los ojos y se entregó a la muerte. Apenas tuvo tiempo para sentir dolor. El dragón  lo tomó en su hocico por la cabeza y lo zarandeó sin piedad de un lado a otro, dislocándole los huesos.

Y de un solo bocado lo tragó. 

************************************************************

Yuuri y los demás seguían subiendo lentamente la cuesta del sendero hacia volcán Hefesto, caminando sobre suelos empedrados y otros resbaladizos.

Durante el camino, Yuuri había conversado sin parar con Ariel, por lo que el viaje le había resultado corto. En un abrir y cerrar de ojos habían hecho una bonita amistad.

Habían pactado regresar juntos al castillo Imperial para que Ariel y su pareja, Dimitri, fuesen testigos de la última batalla de la competencia. Además, el cantante se había entusiasmado por conocer en persona al príncipe Wolfram del que tanto había escuchado.

*******

—Así que trabaja como cantante, Ariel kun — comentó Gunter que ahora caminaba a su lado. Yuuri iba al frente, seguido por Conrad, Waltorana y Gwendal.

Dimitri le miró de reojo, con el ceño fruncido.

—Lo tomo más como un hobby que una profesión, Gunter san —respondió Ariel, con una sonrisa.

—Ya veo—clavó su vista hacia el frente y de la nada carraspeó sonoramente, llamando la atención del pelirrosa— Etoo yo compuse una canción en el camino ¿sabe? Es referente a estas sagradas tierras.

Ariel rió, entendiendo hacia adónde iba el asunto.

—¿Aja?— le dio la pauta para continuar.

—Me preguntaba si podría escucharla y darle su punto de vista. Quiero que un cantante con experiencia me evalúe.

Los que iban adelante suspiraron con resignación mientras una gotita resbalaba por su cabeza.

—¡Adelante!—respondió igual de entusiasmado —Soy todo oídos, Gunter san.

Gunter se aclaró la garganta y comenzó a cantar.

>>Si te enamoras de la chica del pueblo, habrá una gran erupción en el volcán de Hefesto, no podemos cruzar juntos la pradera pero cuando miremos al cielo la misma luna miraremos, oh, oh… ciudad Imperial, ciudad de la majestuosidad…una vez vayas jamás la olvidaras <<

—Y bien. ¿Qué le pareció? —preguntó con alegría.

Dimitri sonrió socarronamente y antes de que Ariel pudiera contestar, replicó:

—Con sinceridad le digo, que la letra de su canción no es mala, pero su manera de cantar bien podría ser prohibida como una amenaza a la paz pública.

—¡Dimitri! — exclamó Ariel en tono de regaño.

Los demás escucharon aquello entre risas, el nivel de sinceridad de Dimitri superaba las expectativas. Gunter refunfuñaba enojado por las risas indiscretas de Yuuri, Waltorana, Gwendal y Conrad, y Ariel se sintió apenado.

Era evidente que la parejita que se habían encontrado eran dos personas muy diferentes el uno del otro.

Ariel era una persona enérgica, agradable y sociable, por el contrario Dimitri apenas sonreía, y era distante y reservado. Curiosamente, eran tan distintos que se compenetraban de manera perfecta. Como los polos opuestos se atraen por la ley de la gravedad.

—No le haga caso, Gunter san. A mí me parece que tiene talento.

—Lo dice alguien con cero talento—, Dimitri continuó molestándolo.

Los demás soltaron a reír. Al principio fue una risa vacilante, casi culpable, como si no se sintieran con derecho a hacerlo, pero cuando Gunter los acompañó, las risas aumentaron.

Ariel infló los cachetes en un tierno puchero. A Dimitri le pareció que se veía adorable.

—Malo.

—Solo digo la verdad.

—¡Basta! ¡No sigas!

—Te ves lindo.

Dimitri se detuvo y sujetó la mano de Ariel, permitiendo que los demás se adelantaran a una considerable distancia, como para permitirles conversar en privado.

—¡Eres increíble!— le reclamó.

Ariel le alejó la mano bruscamente pero Dimitri esta vez lo estrechó entre sus brazos. 

—Eso me lo dices en la cama— acercó sus rostros hasta hacer rozar sus labios y lo miró de manera sexy. Ariel reprimió un gemido— Entre besos apasionados… cuando termino de hacerte el amor.

Ariel enrojeció y puso cara de espanto temiendo que lo que había dicho su esposo hubiese sido escuchado por los demás. Dimitri le hizo un guiño y le dirigió una atractiva sonrisa. Eso terminó de colmarle la paciencia y aguardo distancia extendiendo los brazos.

—Compórtate. — le exigió Ariel a Dimitri, con una mirada furiosa

—Porque no mejor me explicas que estas tramando— su voz se volvió seria. Ya no bromeaba, las ganas de hacerlo rabiar se le habían pasado. Había otro asunto que prefería aclarar.

 —No sé de qué estás hablando.

Ariel hizo la cara a un lado para esquivarle la mirada; algo que regularmente hacia cuando inútilmente trataba de ocultarle algo a su esposo.

—¿No?— preguntó de manera escéptica el escritor, arqueando al mismo tiempo una ceja—Conoces a unas personas en unas cuantas horas y le tomas la suficiente confianza para arriesgarte de esta manera y acompañarlos en un viaje que sabes podría ser peligroso. Tú, compórtate Ariel, ahora no solo se trata de ti.

—Tengo mis motivos.— musitó apenas, sin atreverse a girar la cabeza.

—Por eso exijo saber cuáles son esos motivos.

No hubo respuesta. Harto de no cruzar miradas, Dimitri lo tomó por detrás de la nuca y esta vez quedaron frente a frente.

No tenía malas intensiones, ni deseos de hacerle sentir mal. Pero, sabía perfectamente que Ariel le ocultaba algo importante, y si no se equivocaba era con respecto al chico de cabello y ojos negros. Había notado inquieto a su esposo desde aquel desmayo en el que su Maryoku había chocado precisamente con el de ese mestizo, y basándose en la otra habilidad que tenía su “amado tormento” más sus intentos por ayudarle a toda costa, había llegado a una conclusión.

Por eso decidió presionarlo un poco más para sacarle la verdad.  

—Tú no solo puedes ver el pasado de las personas Ariel, sino también sabes lo que les depara el futuro. —El rostro del cantante se puso pálido. Dimitri lanzó la pregunta definitiva:— Algo viste durante en el breve momento en que te internaste en la mente de ese mocoso. Dime ¿Quién es en realidad?

Ariel lanzó un resoplido y asintió con un lento gesto de cabeza, como si algo le preocupara. Efectivamente, había observado algo que le llamó la atención en el futuro de Yuuri

Ver el pasado es diferente a ver el futuro. Durante la observación del pasado, se pueden ver las imágenes como si fuese una película porque es lo que la persona ya ha vivido; es algo de lo que se tiene certeza de cómo pasó. El futuro no te permite ver una imagen concreta porque es algo que puede cambiar con las acciones del presente y solo se representa por medio de símbolos. Lo que pudo  predecir en el futuro de Yuuri se representaba con la forma de una gran roca que significaba una gran responsabilidad, una enorme montaña que era un reto a superar. También y algo que lo asustó de sobre manera, fue una terrorífica oscuridad en el mundo y una bestia con la forma de un dragón.

—Estoy casi seguro que ese chico es el elegido de la profecía— respondió. Había cierta compasión en su tono de voz —.¿Te das cuenta? La responsabilidad que Yuuri Heika lleva sobre su espalda es enorme para un chico de su edad. Por eso debemos ayudarlo. Tú y yo, amor.

Dimitri movió su cabeza de un lado a otro, negándose a aceptar ese hecho. Resultaba del todo imposible que un mocoso con Yuuri fuese el elegido. Era un mestizo simplemente.

Ariel lo observó con cautela, esperando que le dijera algo, pero al ver que no le decía nada volvió a hablar.

—¿No me crees?— le preguntó, poniendo una carita decepcionada. Ojitos grandes y llorosos adornados con un puchero. — ¿No me vas a ayudar?

Dimitri gruñó.

—Dame tiempo para hacerme la idea, mocoso.— odiaba que su Ari-chan hiciera esas caritas, le hacía decir que si a todo. Se veía demasiado tentador para él. Suspiró— Confiaré en ti, pero mantente a mi lado.

—¿Si?…— Ariel sonrió complacido y lo abrazó de manera melosa —¡Gracias mi Dimitri!

Cualquiera que conociera a su Dimitri pensaría que era alguien frívolo, pero incluso él tenía un lado amable. Era solo que estaba preocupado por el sobreesfuerzo del viaje, aunque era muy pronto (demasiado pronto) para preocuparse por algo como eso.

Como siempre sucedía al contemplarse mutuamente, sintieron la necesidad de besarse. Ariel se puso en puntitas y Dimitri colocó una mano detrás de su pelo, tiernamente se lo jaló para un lado y besó con sensualidad la nuca expuesta. Ariel colocó sus manos en la espalda de su esposo y este en su cintura y cuando iba a recibir el beso en los labios unas pisadas interrumpieron el momento.

El rostro de Gwendal y Conrad enrojeció cuando interrumpieron esa escena. Dimitri los fulminó con la mirada.

—Perdón, consideramos que se habían quedado demasiado atrás.— explicó Conrad. — Y por eso regresamos.

—No, no hay porque disculparse…jeje..—Ariel negaba frenéticamente con ambas manos justo después de empujar a Dimitri—De hecho nos hemos tardado demasiado… pero ya casi llegamos…

Hubo un momento de silencio que solo fue interrumpido por un fuerte y repentino terremoto y la voz alarmada de Gunter gritando  >> ¡Su majestad Yuuri!<< que los asustó y los puso alerta. Corrieron de inmediato hacia donde estaban los demás encontrando una enorme roca en frente del consejero. Un deslizamiento de rocas volcánicas habia causado el terremoto. 

—¡Estamos bien!— gritó Yuuri al otro lado de la roca, junto a Waltorana.

—¡No me digan que el volcán entró en erupción de repente! — se quejó el monarca. Lo que faltaba. Esto no era nada fácil.

Ariel y Dimitri fruncieron el entrecejo. Se suponía que el Hefesto era un volcán dormido que solo reaccionaba a las emociones de Félix, el dios del fuego. Eso significaba que algo lo estaba perturbando.

—Sigamos, no hay tiempo que perder— dijo Ariel, haciendo majutsu de aire para volar sobre la enorme roca al igual que Dimitri. Una vez sobre la roca, extendieron la mano para ayudar a Gwendal, Gunter y Conrad a cruzar.

*******

Si bien su ruta era mucho más directa también presentaba más peligros. Tuvieron caminar y atravesar puntiagudas rocas y avanzar con agilidad sobre altos peñascos hasta llegar al borde de la chimenea volcánica.

Sintieron de inmediato una oleada de aire caliente que les golpeaba el rostro con fuerza, dificultándoles la respiración. El intenso olor a azufre les quemaba la garganta y el terrible calor sofocaba.

El grupo se detuvo a la orilla.

—Aquí es donde se hace el ritual para invocar al dios Félix.—explicó Ariel, haciendo que los demás prestaran su atención en él— A diferencia de otros espíritus, el dios del fuego en especial desea un mayor sacrificio para alguien que desee hacer un pacto con él, por eso es que solo puede ser invocado en este lugar.— Luego miró detenidamente a Yuuri, como si tuviera intenciones de advertirle algo. 

Yuuri lo notó y le preguntó:— ¿Hay algo más que deba saber?...

—Ammm— Ariel extendió sus brazos sobre los hombros de Yuuri y se limitó a decir:— Buena suerte.

—¿Eh?..

Bien, la actitud de Ariel era una clara muestra de compasión mesclada con los mejores ánimos en una situación por demás perdida. De inmediato supo que no sería tan fácil como el simple hecho de subir una montañita e invocar al dios de fuego. Respiró profundo y se preparó mentalmente para hacer cualquier cosa que ese dios pidiera. Quizás esto le hubiese sorprendido hace años, cuando aun se consideraba un “Chico normal de instituto”, pero ya no más, era plenamente consciente que era mitad humano mitad demonio y no solo eso, era el rey de ellos. Ya no había cabida para aquel chico que preguntaba a cada rato los porqués de las situaciones.

Estos últimos días, se había enfrentado a duros rivales poniendo a prueba la eficacia de todo el entrenamiento que había tenido bajo la instructoría de su padrino y de su prometido, y de manera sorpresiva le había ido bien. Nunca se había considerado como alguien fuerte y valiente, pero hace años había decidido ponerle un alto al hecho de que los demás lo anduvieran protegiendo siempre, como su fuese una princesa en vez de un rey. Tenía dieciocho años (dieciocho años como el tiempo transcurre en la tierra y veintitrés años como el tiempo que transcurre en el mundo de los demonios) aunque no se notara físicamente su mente sí había cambiado a lo largo de estos ocho años en Shin Makoku. Tenía un prometido que adoraba, y el cual no estaba dispuesto a perder. De ninguna manera. Y, a pesar de seguir teniendo su esencia amable y confiada, a pesar de sentir miedo en ocasiones, no tenía intensión de abandonar esa determinación.

Waltorana y Yuuri se colocaron uno frente al otro para comenzar el ritual. Los demás tomaron una considerable distancia.

Waltorana comenzó con la invocación:

—“Salve dios Félix, elemento del fuego, ser de la pasión y el renacimiento. Fuego brillante que te iluminas a ti mismo con tu esplendor y de tu esencia incorruptible emanan rayos de luz que nutren tu infinito espíritu. Nosotros nos quemamos en el deseo de poseerte, escuchadme, yo os invoco”

El magma comenzó a tomar forma, todos se hicieron para atrás y con la vista a la expectativa.

La figura de una imponente ave fénix les hizo abrir los ojos de par en par. El plumaje de sus alas eran flamas de fuego color rojo, anaranjado y amarillo incandescente, y su cuerpo era de magma con fuerte pico y garras. Un total de cinco flamas largas formaban su cola. Era impresionante, casi irreal.

Pero así como se apareció, también se desvaneció.

Todo mundo vio claramente como el ave dio paso a una figura de un hombre que tomó su lugar.

Usaba túnica roja y una armadura de oro, sus dedos eran adornados con anillos de diamantes fácilmente encontrados en su reino entre los volcanes. Usaba sandalias tipo griegas en los pies. Tenía el cabello de color anaranjado que amarraba con una trenza que le llegaba a los talones y ojos color miel, su tez era morena pero no a la exageración dándole un toque atractivo. Tenía un báculo en su mano derecha con la forma de una serpiente dragón.

Todos se limitaron a observarlo con asombro. Nadie se atrevía a tomar la palabra.

—¡Súper! Es la primera vez que veo al dios de los espíritus de fuego en persona— susurró Ariel a Gwendal, quien seguía contemplándolo boquiabierto.

—¿Quién osa invocarme? — dijo el dios, con aquella voz que parecía un eco.

Waltorana se acercó más al borde del precipicio y se asomó con valentía. Al hacerlo, el dios dirigió su atención hacia él.

— Félix sama, solicitamos hacer un pacto contigo.

El dios sonrió.

—Y bien, ¿Eres tú, el que desea hacer un pacto conmigo? 

Waltorana negó con la cabeza y señaló a Yuuri con el brazo extendido. El dios le miró fijamente durante unos segundos; luego, soltó un bufido.

No estoy para bromas.— se mofó  mientras cruzaba los brazos sobre su pecho. 

—“De nuevo” — pensó Yuuri con pesadez. Se acercó al dios con confianza ante la mirada expectativa de los demás — Ya sé que debe verificar cuanto Maryoku poseo. Adelante. Puede hacerlo— le dijo.

El dios del fuego frunció el entrecejo y la expresión de su rostro.

No es por la cantidad de Maryoku por la que dije eso muchachito— explicó, dejando más preguntas que respuestas— Si tanto deseas ver de cerca la muerte, no puedo hacer mas. Quien desee hacer un pacto conmigo, debe enfrentarse a mí en batalla, hasta quitarme el anillo que cuelga de mi cuello.

El dios sacó a relucir un anillo con diamante único de color negro que colgaba de una cadena en su cuello.

Una batalla contra un dios. Iba a pelear contra el dios del fuego. See claro. Sería fácil decían.

"Rayos"-- pensó con ironía

*******************************************************

Entretanto, en el Templo Imperial, Hirish y su fiel sacerdotisa Agnes subían cada uno de los peldaños hacia la cima de la torre. Desde ahí, el dios del inframundo tenía planeado llevar a cabo el inicio del fin.

—Todo está saliendo como lo planeado, amo— comentó la sacerdotisa, siguiéndole el paso.

—Pronto este mundo quedara  entre las tinieblas… — tras decir eso, Hirish rió de manera siniestra.

Continuara 

Notas finales:

Yo creo que no imaginaban que así sería el final de Bastian. ¿Verdad?

Así que adiós Bastian. Por malo te salió el tiro por la culata.  

Quisiera que me expresaran (si lo desean) que opinaban de Friedrich. No sé si salvarlo...:/ 

Lamento decir que a este  fic le falta mucho por terminar. Así que me tendrán aquí durante un tiempo más. 

Si me tardé es porque me complico la historia jeje, pero es un reto personal, del cual ni yo misma sé a veces como salir. 

La segunda parte del cap se los traeré entre el fin de semana y el lunes. Pero prefiero no prometer porque uno nunca sabe que puede pasar.

No hay adelanto. 

Muchas gracias por leer. 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).