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El rencor contra el amor por Alexis Shindou von Bielefeld

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Notas del capitulo:

¡Cuánto tiempo! Esto no es justo. Lo sé.

No se pudo. No podre actualizar tan seguido como antes. De hecho tengo menos tiempo del que planeé. Pero siempre me dedico una o dos horas al día en esta historia. Este cap. esta recién terminado. ¡Hoy no tengo ni un segundo que perder! Jeje. Y hasta ahora me he podido conectar.

Okajara, luzdesol25, anonimo, Yuram chan ( que lamento no haber contestado a tiempo pero vi que ya tienes tu cuenta ¡¡Animo!!)  se agregan a los motores que me impulsan a seguir.

Y a tod@s muchas gracias por esperar pacientemente.

Sin más que disfruten el capitulo. Comienza un poco antes de donde nos quedamos. 

Los quiero. (T.T) 

Desde afuera, Yuuri y compañía pudieron ver claramente las cortinas de fuego ardiendo, quemando y destruyendo parte del Castillo Imperial. Al saber que Wolfram continuaba atrapado en la habitación, los pies de todos se movieron por si solos comenzando una carrera frenética para acudir en su ayuda.

Durante el trayecto, tropezaron y empujaron a unos cuantos invitados a quienes los mayordomos y las doncellas trataban de mantener al margen para evitar alguna alteración pública que pudiera ser más perjudicial y estorbosa para la situación; sin embargo, absolutamente todo se volvió un obstáculo para ellos.

Subieron de dos en dos las escaleras hacia la segunda planta con el objetivo de acortar la distancia. Conrad y Gwendal iban al frente, ambos con el corazón oprimido ante la certeza de que su hermano menor corría peligro. Los soldados se lo habían confirmado cuando al preguntar, les informaron que el menor seguía en la habitación y que por la magnitud del incendio no habían podido ingresar para rescatarlo; al mismo tiempo, condenaron la ineptitud de los guardias reales, quienes eran la única ayuda disponible y el hecho de que la mayoría controlaba el elemento fuego, lo cual limitaba la oportunidad de rescate.

Por ahora, todo estaba en manos de Yuuri quien se había adelantado gracias a su elemento, aire, ascendiendo al balcón. Nadie lucía tan desesperado como el Maou. Ni siquiera midió las consecuencias de entrar sin protección a un lugar con una temperatura tan alta y envuelto en humo toxico. Y aunque eran consientes que había sido arriesgado de su parte, no tenían tiempo que perder.  

En alguna parte del camino, Waltorana sintió estar en medio de una pesadilla. ¿Por qué estaba pasando todo esto? Se preguntó, añorando al mismo tiempo el pasado. Parecía como si había sido ayer el día en que sostuvo en brazos a Wolfram por primera vez. Y cuando el pequeño quedó bajo su tutela, él había velado por su bienestar en innumerables resfriados y gripes con mucha calma y amor. Le había enseñado sobre la vida, los buenos modales, y la cortesía. Había reído, indiscretamente, con sus travesuras y celebrado sus triunfos y alegrías. En resumen, lo había criado como un hijo propio.

Y, ahora…, ahora podría perderlo para siempre. Ahora corría por los pasillos, dando largos y veloces pasos para recatarlo de un infierno. Al pensar en ello, se le estremecieron todas las fibras de su ser.

Finalmente, después de unos minutos que parecieron eternos, Gwendal, Conrad, Gunter, Waltorana, acompañados también por Ariel y Dimitri, que no se quedaron atrás, igualmente preocupados, llegaron a la entrada de la habitación. Este sería uno de esos momentos que quisieran borrar de su mente, sin duda alguna.  

Las luces de los grandes candelabros en el techo del pasillo y la luz que se colaba de los ventanales, les brindaban la claridad necesaria a pesar de la oscuridad de la noche. El vapor caliente golpeó sus rostros al instante pero nada los había preparado para lo que estaban a punto de ver; el panorama era un desastre total. El agua se había transformado en vapor debido al calor, vapor que se unió al humo enrareciendo la atmósfera y formando una nube blanquecina caliente y molesta. Todo a su alrededor era inservible ahora y estaba lleno de hollín. La habitación se sentía sofocante.

Waltorana advirtió una accesibilidad al terror al contemplar la escena. La náusea del miedo lo había hecho perder el equilibrio y solo se ayudó apoyando su mano en el hombro de Gunter. El consejero tenía el rostro serio y rígido debido a una circunstancia en particular que notó al llegar. Gwendal y Conrad no estaban mejor. Ariel se había llevado las manos a la boca en un gesto de incredulidad. Dimitri frunció el ceño con indignación; para pocos había pasado desapercibido las condiciones en que se encontraba Lukas von Zweig al salir de los escombros, tambaleante y cojeando; especialmente para el mismísimo rey Willbert, quien había llegado unos cuantos segundos antes que los demás en compañía de Cecilie. Ambos padres mantenían la respiración entrecortada y jadeante debido a la carrera previa. El Maou de fuego tenía el pelo pegado sobre su rostro debido al sudor. A lady Cecilie las lágrimas le arrastraban el sudor que emergía de su rostro pálido y crispado.

Willbert se rehusaba a perder a su hijo de esta manera, y, perplejo, se preguntó qué habría ocasionado el siniestro. La respuesta pareció encontrarla usando la lógica: Lukas en la habitación de su hijo cuando le había prohibido ingresar a ella y la condición de ambos. Durante un instante, él miró fijamente a Lukas, advirtiéndole con la mirada que tendría demasiadas cosas que explicar.

 

Capitulo 21

Revelaciones dolorosas. I

Después de entrar a modo Maou y usar una gran porción de su Maryoku para invocar el elemento agua que azotó como un maremoto apagando todo a su paso, Yuuri experimentó un dolor torturante en su pecho al encontrar a su prometido debajo de unos escombros. Acudió a su ayuda inmediatamente y logró liberarlo, acunándolo después en su regazo. Wolfram había estado demasiado tiempo expuesto al humo y gases tóxicos que se almacenó en el lugar y ahora estaba inconsciente.

Cecilie emitió un grito, llorando a lágrima viva, mientras todo mundo se hundía cada vez más en la desesperación al ver el estado en que se encontraba el muy querido Mazoku de fuego.

—¡Wolfram…! ¡Wolfram!... ¡WOLFRAAAM!

Un total de tres gritos desesperados resonaron en esas cuatro paredes, el último más doloroso que los demás. Pero solo después de reaccionar según las emociones impactantes del momento, Yuuri hizo algo que realmente podría salvar la situación.

Willbert intentó dar un paso hacia adelante para acercarse a ellos, pero fue detenido del brazo por su hermano. De inmediato, él miró sobre su hombro e intentó reclamarle:—Waltorana… ¡¿Qué crees que…

—Déjalo en manos de su majestad Yuuri…—interrumpió el Noble, su hermano mayor lo veía con el ceño fruncido pero cuando suavizó su expresión supo que le había entendido.

Willbert, Cecilie y Waltorana se mantuvieron a una distancia considerable, no porque no quisieran intervenir sino porque en este tipo de situaciones la multitud acorta el acceso de oxigeno de la persona inconsciente.

Gunter intuyó lo que había pasado previamente a esta catástrofe basándose en los hechos y por eso se mantenía, con el rostro amenazante, obstruyendo la puerta de salida al mismo tiempo que rogaba que el “Mocoso egoísta” lograra reaccionar. Aunque no lo demostraba muy a menudo, a Wolfram le tenía un afecto familiar muy especial.

Por su parte, Gwendal y Conrad se acercaron a Yuuri y se arrodillaron junto a él, ayudándole a colocar a su hermano menor acostado y firme sobre el suelo.

Sin  perder tiempo, Yuuri puso las manos sobre el pecho de Wolfram y aplicó treinta compresiones, rápidas y fuertes. Después de contar treinta, le  levantó la barbilla con dos dedos al mismo tiempo que inclinaba su cabeza hacia atrás con la otra mano e inició con la respiración boca a boca. La tercera bocanada de aire trajo consigo un movimiento. El proceso estaba dando resultados.

Wolfram alcazaba a oír voces lejanas llamándolo constantemente. Abrió los ojos un momento luego los volvió a cerrar. Sentía los parpados demasiado pesados y por eso comenzó a abrirlos lentamente.

—Yuuri…—dijo él débilmente. Poco a poco fue recuperando la consciencia.

—¡Wolfram!…—la mirada de Yuuri tembló con emoción.

—Sabía que vendrías—musitó quedamente y lo miró con una sonrisa. Podía sentir sutilmente unas gotas de agua cayéndole en las mejillas

—Mi amor—susurraba Yuuri continuamente—.Mi amor— tenía lágrimas en las mejillas, pero su voz era firme y hablaba con ternura. Agradeció en su interior el curso de primeros auxilios “Para prevención” que había tomado gracias a la insistencia de su madre y la bendijo a ella también.

Un suspiro de alivio se escuchó casi al unísono. Todo mundo volvió a normalizar su respiración pues en todo ese tiempo parecían haberla retenido.

—¡Mi Wolfy! — Cecilie sonreía a través de las lágrimas y se acercó a su hijo un poco más.

Yuuri deslizó un brazo por debajo del cuerpo de Wolfram y le ayudó a sentarse. Después se quitó el abrigo y de inmediato cubrió su desnudes, luego lo estrechó contra su pecho, llorando, con el mentón apoyado en su cabeza.

—Creí que te había perdido—sollozó suavemente, apretándolo más contra sí.

Wolfram lo rodeó también con sus brazos, escondiendo su cara entre el cuello y hombro de él. Pero así como correspondió con agrado, así se detuvo de repente y apareció el terror en sus ojos. Cerró sus puños con coraje tomando parte de la tela de la camisa de quien le abrazaba recordando de golpe el porqué y cómo había ocurrido todo esto.

Gwendal notó el sobresalto de su hermano e inclinó  la cabeza para analizar con claridad. De ninguna efímera manera iba a pasar desapercibido el aspecto que presentaba Wolfram cuando llegaron. Estaba semidesnudo y a simple vista se notaba que había sido víctima de violencia física—Una lucha, un enfrentamiento para evitar algo a toda costa—, tenían a solo unos metros de distancia a ese tal Lukas con los pantalones debajo de las rodillas y entonces, todo tomó forma. El pánico sucumbió de nuevo a él al imaginarse lo peor. La sola idea era horrorosa. Sintió de inmediato la sed venganza apoderándose de su ser y como si, en un momento, la sangre que le corría por las venas hubiera pasado del fuego al hielo inerte. Si sus sospechas eran ciertas, ese desgraciado lo pagaría muy caro. De eso se encargaría personalmente. Nadie en su miserable vida podría ponerle ni un dedo encima a su hermano sin recibir su castigo. ¡Nadie!

Al levantar la vista de nuevo, el general pudo notar que su hermano menor, Conrad, había llegado a la misma conclusión. Él tenía los puños apretados fuertemente y sus ojos color miel se habían entrecerrado penetrantemente a un punto fijo. La mirada amable que parecía estar perpetua en su rostro había desaparecido.

 

—¿Puedes ponerte de pie?—le preguntó Yuuri a Wolfram con suavidad.

Wolfram asintió con la cabeza y con la ayuda de su prometido se incorporó lentamente. Permaneció aferrado al él sacudido por un sentimiento de culpa inexplicable. Trataba de dominar los temblores pero su cuerpo reaccionaba ante el miedo que el anterior suceso mandaba a su mente. No cabía duda de que sus sospechas sobre Lukas fueron ciertas desde el principio. De ahí que siempre actuase con la mayor cautela posible en su presencia. 

Yuuri estaba usando parte de la calma que el hecho de tener a su prometido en sus brazos le daba, porque de lo contrario habría perdido el control en esos instantes. Agachó la cabeza y contuvo el aliento sumergiéndose en la incertidumbre que de nueva cuenta lo aquejaba. Esa marca que tenía Wolfram en su cuello le informaba de algo que se negaba a aceptar: Alguien malévolamente decidido a humillarlo, a hacerlo sufrir, se había internado en la habitación de prometido dispuesto a violarlo y matarlo. Y ese alguien respondía al nombre de Lukas von Zweig.

Cuando Yuuri levantó de nuevo la cabeza, apretaba los dientes y sus ojos despedían llamas. Estaba allí, alerta y sus manos soltaban chispas azules. Moría de ganas por partirle la cara, romperle los huesos, clavarle una daga en la entrepierna y después condenarlo a cadena perpetua  en la mazmorra más húmeda, oscura y mal oliente que pudiera existir. ¿La muerte? ¿Para qué? Si lo mataba estaría haciéndole un favor. Le acortaría su tiempo de sufrimiento y lo que él deseaba era hacerle pagar miserablemente de por vida. Que se pudriera lentamente en la desesperación lo que le restaba de existencia lo que sería para un Mazoku una eternidad.

Cecilie no hizo ningún otro acercamiento a su hijo, ni intentó estrecharlo entre sus brazos, aunque deseaba hacerlo. Era claro que a quien necesitaba Wolfram en estos momentos era a su pareja.

 

Los pantalones de Lukas habían regresado a su lugar. Aunque no lo demostraba,  temblaba ante las consecuencias de sus actos. Jamás pensó que su plan terminaría así. Estaba prácticamente con la soga al cuello. Lentamente fue dando pasos hacia atrás aprovechando que el rey Willbert tenía los ojos fijos en un punto vacio en el suelo aunque su postura era recta y su rostro estaba ensombrecido.

—No podrás escapar sin antes pasarme por encima—le advirtió amenazantemente Gunter, cortándole el paso. Lukas lo miró con frialdad y con los puños apretados.

—¡¡Lukas!!

Con una velocidad tan resuelta como para que no pudiera reaccionar, Willbert desenfundó la espada de su hermano, aprovechando que la tenía a la mano y él no contaba con la suya, y la colocó en el cuello de su hijastro, quien, sin salida alguna, puso las manos en alto

—¡Maldito desgraciado! ¡¿Adonde crees que vas?!

Su gran error había despertado de nueva cuenta la ira del Maou de fuego, quien se dio cuenta de sus intenciones y con ello un grito de guerra declarada se escuchó resonante y agudo. 

Inmediatamente, todas las miradas se concentraron en el Rey y el Noble de Zweig. Parecía el fin absoluto del más joven pues tenía el filo de la espada al cuello. Algunos se lamentaban no reclamar justicia por su propia mano, Gwendal y Conrad por mencionar algunos.

 

Hubo un silencio prolongado y, en apariencia, profundamente amenazador ante lo siguiente que ocurriría.

 

Yuuri chasqueó la lengua ensombreciendo medio rostro detrás de su flequillo. De acuerdo. Por ahora, dejaría que su majestad Willbert expusiera todo su odio contra ese desgraciado. Para que se diera cuenta de que estuvo equivocado todo este tiempo sobre él, aunque le temblaban las manos por darle su merecido.

—Yuuri, no sueltes a Wolfram…él te necesita por ahora—le susurró Conrad en esos instantes casi inaudiblemente al darse cuenta de cuánto esfuerzo le estaba tomando al rey contenerse para no desenfundar su espada y lanzarse contra Lukas para partirle el estomago. Con alivió, observó que Yuuri asintió con la cabeza.

Conrad posó su mano sobre el hombro de Yuuri  y éste la sintió tan pesada como un plomo. Yuuri entendió que Conrad estaba conteniéndose al igual que él.

Cecilie se limitó a llevar la mano echa puño contra su pecho mientras observaba en silencio.

Dimitri tomó de la mano a su esposo y sin causar el mayor ruido lo fue guiando a la salida, aunque a regañadientes. Esto ya no les concernía a ellos. Eran cosas familiares demasiado íntimas como para estar presentes. Pero así como esa pareja salió del lugar otra se hizo presente. Hannah y Martin.

Hannah cubrió su boca con la mano por el espanto al estudiar la situación. Martin sintió un miedo aun peor al ver la escena y por la tremenda certidumbre de que algo irreparable y condenable había hecho sobrino.

 

—¡¡Infeliz!! —gritó Willbert dejando traslucir el odio que sentía contra todo aquel que se atreviera a lastimar a su hijo. Un deseo furioso se apoderó de él. Deseos de partirlo en pedacitos—¡¿Qué le hiciste?! ¡Contesta!

Lukas tragó saliva sintiendo la garganta comprimida.

Se-sensei (maestro) no es lo que piensa. De-dejeme explicarte…—tartamudeó finalmente con voz ahogada. La espada temblaba sobre su cuello.

—¡¿Qué es lo que pienso?!—interrumpió él con brusquedad— ¡No me hagas pasar por estúpido!— inclinó su rostro hacia Lukas y añadió con un deje de dolor:—Me hice cargo de ti y te llegué a considerar como un hijo y ¡tú me pagas de esta manera!

Willbert aferró el cabello de Lukas con una mano y tiró de ellos hasta hacerle torcer el cuello violentamente y éste soltó un gemido de dolor.

Wolfram fue frunciendo el entrecejo a medida contemplaba la escena y fue enfureciéndose hasta finalmente estallar.  

—¡¡Esto también es tu culpa padre!!

Esa frase, dicha a gritos por parte de él, sonó como un eco en la habitación dejando paralizados especialmente a su padre, a su madre, y a su tío. De inmediato, todas las miradas se posaron en él, algunas más atónicas que otras.

Willbert tragó dificultosamente saliva aterrado por su propia y corrosiva sensación de culpabilidad. Para sorpresa de muchos, soltó a Lukas y lo lanzó con brusquedad para que fuese sostenido por Gwendal, quien de inmediato sacó su espada y de nueva cuenta lo amenazó.

—¡Sobrino por favor!…—intervino Waltorana e inutilmente intentó abogar por su hermano mayor— ¡No digas eso de tu padre…!

—¡No tío, déjame hablar!—interrumpió el menor alzando de nuevo la voz.

Decididamente, se deshizo del abrazo de su prometido, quien había agachado la cabeza pensativamente y se acercó unos pasos a su padre. Anonadado, Willbert notó que su hijo lloraba, pero su rostro estaba comprimido en una expresión de odio.

—No te quieras librar de tu culpa, ¡Esto sucedió principalmente por ti! ¡Por tu maldita obsesión de dirigir mi destino! ¡Si no me hubieras traído aquí a la fuerza este infeliz no habría tratado violarme! —  fue tan claro y directo como pudo. Su padre lo miraba perplejo, en una gran conmoción.—¡Te apareciste en Pacto de Sangre solo para traer desgracias a mi vida!

—Wolfram…— susurró Cecilie cuando sus palabras terminaron en un ligero estremecimiento. Sus hijos mayores habían agachado la cabeza.

Los ojos de él se llenaron de lágrimas. Pero quedaron suspendidas en su gran rencor y siguió hablando en tono cortante y frio.

—Amenazaste a mi hija y eso, nunca te lo podré perdonar. Me amenazaste con matar a mi prometido si no cumplía tu voluntad.  ¿Recuerdas?— su padre se mantuvo en silencio. Wolfram sonrió sin alegría y continuó—Y una vez aquí, te supliqué que me entendieras. Te rogué que aceptaras mi compromiso. Te dije, que aunque fuera un mestizo, mi amor hacia él es tan grande, que jamás seré capaz de amar a otro…—terminó con un suspiro ahogado, haciendo una pequeña pausa para agachar la cabeza y apretar los puños—Yo le pertenezco a su majestad Yuuri en cuerpo y alma y por eso nunca permitiré que nadie más que él me toque.— añadió después.

Yuuri tuvo una breve sensación de alivio. Su boca tenía una expresión solemne, pero sus ojos sonreían. Se notaba a través de sus pupilas tenuemente cristalinas. Todo lo que había dicho Wolfram respondía a ese gran temor que se había formado en su mente. En conclusión, su prometido no había permitido que Lukas se saliera con la suya por sí mismo.

Conrad cerró los ojos en un parpadeo y suspiró con alivio.

Por otro lado, Willbert no era capaz siquiera de respirar con normalidad después de escuchar las palabras tan duras que le había dicho su hijo. Era como si en verdad tuviera algo atravesado en la garganta que se lo impidiera.

A Wolfram le estaba haciendo pedazos decir todo aquello, pero siguió, con toda la determinación que pudo encontrar en sí y las palabras surgieron con más facilidad:

—Durante el tiempo en que he estado aquí, he reflexionado y me he dado cuenta que de ti ya no queda rastro del padre que tanto amé. Porque ahora no siento más que temor hacia ti y de lo que puedes ser capaz de hacer si no se cumple tu voluntad.

Cecilie se había tapado la boca con una mano. Sus verdes pupilas estaban temblorosas y amenazaban con llorar. Ella sabía muy bien que las únicas veces en que Willbert se quedaba callado era cuando algo realmente le afectaba emocionalmente

Hannah a quien hasta entonces se había visto tan serena y dueña de sí misma, de pronto se mostraba temblorosa. Las palabras dichas por príncipe le habían golpeado como un rayo ante su propia parte de culpabilidad. Abrió la boca para tratar intermediar por su amigo, pero los argumentos se negaron a pasar por sus labios.

De improvisto, una violenta bocanada de viento sacudió por las ventanas. Adrede, pensó Willbert. De tal manera, que tuviera que recordar fugazmente el día en que contempló a su hijo por primera vez y lo que se prometió a sí mismo en aquella ocasión…

Recordaba aquel momento perfectamente. El jardín en el patio trasero. El aroma de las flores. El viento suave. El bebé en brazos del pequeño Conrad. Al verlo, sintió de inmediato aquella conexión especial con ese ser tan indefenso que se mostraba ante él. Quiso alejarlo de todo aquello que se pudiera aprovechar de su inocencia. Pero, quizás, sus deseos de sobreprotegerlo lo habían llevado a tomar las decisiones menos certeras que podrían traer consecuencias irrevocables en su relación padre-hijo.

Por desgracia, eso lo había entendido después de este tipo de situaciones. Cuando ya era tarde, como casi siempre sucede. Qué lástima que su propio orgullo fuese un obstáculo para la felicidad de su hijo. Intentó retener a su hijo a su lado. Pero, ¿Retenerlo para qué? Si Wolfram no era feliz, no valía la pena imponer su voluntad contra la suya.

Willbert caminó unos pasos hasta quedar frente al menor, levantó la mano lentamente para acariciarle la mejilla y su hijo se tensó al instante, pensando, tal vez, que le iba a golpear por la manera tan irrespetuosa en que le había hablado. Comprendió entonces, de la manera más amarga, que Wolfram lo veía como una amenaza y no como una protección. Su propio hijo le tenía miedo. Alejó su mano de él, como si ya no se sintiese autorizado a hacerlo y luego permaneció un buen tiempo en silencio, inmóvil como una desanimada estatua.

 

Wolfram detuvo sus reclamos varios minutos, perdiéndose en los mismos pensamientos que su padre; sin embargo, el tiempo de reflexión se vio profanado de manera cruda por una voz cuya dueña era una serpiente más venenosa que esas mismas criaturas.

—El papel de víctima se te hace taaaan fácil…—exclamó Anette con fino sarcasmo, entrando con una actitud obstinada a lo que quedaba de la habitación.

La manera en que la mujer había aparecido era nada menos que una sorpresa para todos, además del estado en que se encontraba; medio ebria, y tenía los ojos rojos y llorosos. Sin duda le ardían, pero no más que su deseo exasperante de revelar todo lo que tenía guardado. Martin levantó las cejas y miró a su hermana con asombro, le invadió una sensación de náusea infinita ante la certeza de que iba a hacer o a decir algo que podría empeorar la situación en que se encontraba su sobrino y ante esa certeza decidió intervenir.

—Anette, será mejor que te vayas, esto es un asunto muy delicado— le dijo, tomándola del brazo para guiarla a la salida, intensión que se vio truncada ante la renuencia de la reina.

—¡No! ¡No…! ¡De-déjame!—apartó con brusquedad su brazo y permaneció quieta. —¡Suéltame ya!

Con esa actitud, Martin sabía que estaba a punto de hacer algo imprudente.

—Déjame abrirle los ojos a este intento de rey, cegado por la manipulación de su ex esposa infiel y ese mocoso que dice que es suyo…—agregó ella después.  Martin suspiró, cuanto odiaba tener razón.

La mujer paseó la vista, primero en dirección a su hijo y después hacia los demás para finalmente detenerse en su futuro ex esposo. Willbert alzó la barbilla e hizo el mayor esfuerzo para mantenerse en calma aunque el fuego en sus ojos demostrara todo lo contrario. Había algo en el comportamiento y las palabras dichas por ella que pareció enfurecerlo.

Anette caminó hasta donde se encontraba el Maou de fuego, lo miró un instante y le dedicó una misteriosa sonrisa, sin embargo, a quien se dirigió fue a Wolfram.

—No sé porque ahora te haces la victima cuando es claro que sedujiste a mi hijo para que cayera en tu trampa— Las palabras habían sido pronunciadas entre dientes y casi sin mover los labios; sus ojos miraban a su hijastro con frialdad, a través de los párpados entrecerrados. Algo absurdo y, horrible a la vez.

Pero apenas terminada la frase, todo el mundo se sobresaltó. Martin miró a su hermana con impacto, y mientras la miraba se preguntaba cuanta porción de raciocinio había perdido gracias al alcohol. Los músculos de las mandíbulas de Yuuri se tensaron y la miró con recelo.

Los ojos de Waltorana se abrieron como platos, su color verde se oscureció por un momento. Ardía en deseos por gritarle a la cara un par de insultos a esa mujer por atreverse a decir semejante estupidez.

Wolfram, por otra parte, no pareció inmutarse en lo más mínimo. Sus ojos no mostraban aturdimiento ni aprensión, muy al contrario: le dirigió una mirada penetrante que habría fulminado a cualquiera. La contempló en silencio y se limitó a alzar lentamente una ceja; ella entrecerró los ojos como sintiéndose intimidada y se humedeció los labios.

No hacía falta defenderse de algo que ya era considerado una calumnia. Esperaría a que esa mujer trasluciera todo su veneno para que su padre se diera cuenta de cómo era en realidad. Tampoco confió en su madrastra desde el principio, era demasiado perfecta para su gusto. Las personas que se esfuerzan por parecer perfectas ante la sociedad, la mayoría de veces intentan ocultar lo que en realidad son. Pero su padre parecía tan ciego por ella, que temió decirle lo que en realidad pensaba.

Willbert sintió una suave explosión en la cabeza, como un sordo fuego artificial de rabia.— ¿Cómo te atreves? —se limitó a exclamar, como conteniéndose—¡¿Te volviste loca?!

Algo cambió en los ojos de Anette ante la intervención del rey, mientras dejaba escapar una carcajada victoriosa. Poco después siguió hablando con una extraña nota de patetismo en la voz:

—¿Loca?—alzó una ceja con cierto dejo de escepticismo mientras dirigía su mirada hacía él. Parecía estar disfrutando el momento.— No, cariño. No estoy loca. He abierto los ojos que es muy diferente. Por eso sostengo que mi hijo es inocente. Tu hijo fue el que lo provocó.  La manzana no cae muy lejos del árbol. Es igualito a su madre. Capaces de acostarse con maridos ajenos bajo el mismo techo que la esposa fiel y amorosa. Una pobre victima de sus mentiras. ¡Y no lo intentes negar! Sería más que absurdo que lo hicieras— siseó con voz siniestra— ¡Lo sé y soy testigo de tu infidelidad! —señaló a Cecilie con el brazo extendido y añadió:— Sé que te acostaste con esta.

Los gestos de impacto volvieron  a los rostros de los presentes. De nuevo, la tensión impregnaba el aire, tirante como la cuerda de un arco

Willbert giró hacia Cecilie y le dirigió una mirada de desconcierto. La expresión en la cara de ella era difícil de describir; su rostro, habitualmente sonriente, se puso pálido como un narciso. 

Wolfram hizo un esfuerzo para que sus ojos no revelaran cuan impactado estaba por las palabras que había dicho esa mujer pero sus parpados se abrieron con asombro por si solos.

Los labios de Anette se curvaron exageradamente hacia arriba y siguió hablando con aires de seguridad— ¿Ves a lo que me refiero? Este muchachito tiene genes de una zorra que se acuesta con cuanto hombre se le ponga en frente ¿Cómo no pensar que es igualito a ella si ambos son idénticos físicamente? Obviamente se aprovechan de su belleza para jugar con los hombres y en este caso mi hijo fue su víctima.

Cecilie arrugó la frente y sintió como si una llama de fuego se encendiera en todo su ser. Empezó a caminar en dirección a Anette mientras ésta continuaba.

—Y tu Willbert, fuiste tan estúpido como para caer en sus redes nuevamente— lo miró de pies a cabeza y negó con la cabeza— Que lastima me das. “El gran Rey”… cayó redondito a la primerc--…

Sin advertirlo, Cecilie extendió su mano y le asestó una sonora cachetada a Anette quien con la potencia de semejante golpe ladeó la cara.

—¡Esta es por mi hijo!—le dijo, con un aura sombría jamás vista por parte de ella, la siempre sonriente Cheri. Pero si alguien se atrevía a insultar a uno de sus hijos no se contenía. — ¡Y esta es por Will!—sin darle tregua, le dio una nueva cachetada en la otra mejilla

—¡Maldita!—Anette se abalanzó contra Cecilie y la tomó por el pelo, ella hizo lo mismo defendiéndose como una experta.

—¡Basta!— Willbert las separó con la ayuda de Martin quien alejó a su hermana y la mantuvo sostenida de la cintura fuertemente aunque ella hacía enormes esfuerzos por soltarse.

 

Wolfram miró de reojo a su prometido y éste lo vio con la misma expresión de no saber qué hacer. Esta pelea marital ya no les concernía, pero sin duda había venido a empeorar aun más la situación. Ambos se acercaron el uno al otro y se estrecharon de las manos. Yuuri pudo sentir que la mano de su Wolf estaba helada. Conmocionado obviamente. Enterarte que tus padres divorciados se acostaron cuando pensabas que se odiaban hasta la muerte. Eso dejaba en shock a cualquiera.

 

Cecilie no puso tanta resistencia cuando las separaron. Se mantuvo a una distancia considerable y ocultó el rostro entre las manos dejando que las lagrimas corrieran por si solas. Su corazón ya no resistía tanto abuso. Tantas calumnias. Tantas mentiras en su contra cuando ella era inocente. Todo Antiguo Makoku y Nuevo Makoku la reconocían como la reina infiel. Y eso duele. Nunca te sientes en paz contigo. Era como si la palabra infiel la tuviera tatuada en la frente.

—¿Ah sí?… ahora llora. ¡Hazte la victima zorra!—gritó Anette, desconcertada ante el curso que habían tomado los acontecimientos.

La mayoría de los que escuchaban, sentían deseos de rodearle el cuello con las manos y estrangularla para que se callara.

—Te metiste con un mugriento humano estando casada con Willbert, infiel de quinta. ¿No te dio asco? ¿Eh? Responde ¡¿Porqué no hablas?!  Asquerosa…

—¡TU cállate de una puta vez! —Martin llegó a su límite. Su hermana guardó silencio más por el aturdimiento al ser regañada de esa manera que por las ganas de obedecer.

—Estoy cansada de lo mismo.—dijo Cecilie con voz apagada, al cabo de dos o tres minutos de terrible silencio — Muchos me juzga por algo que no cometí. Y aunque soy inocente no tengo pruebas para defenderme. Solamente tengo mi palabra y la de mis hijos mayores. Pero a ellos nadie les creyó durante el juicio…

Willbert miró al suelo dejando que sus ojos se cerraran. Entendía que su ex esposa estaba hablando de lo que sucedió en el pasado. Todo aquello que había estado recordando esta misma tarde entre sueños.

Cecilie sollozó y añadió:—Y no tengo idea de cómo consiguieron esas pruebas en mi contra. Ni sé que intenciones tenían los testigos para causarme semejante daño moral y emocional. Ellos no solo destruyeron mi matrimonio sino también me destruyeron la vida. Mis ilusiones, mis anhelos…mi familia…

Alguien de los presentes sintió un golpe punzocortante en el corazón al escuchar los lamentos de la ex reina. Poco a poco, fue agachando la cabeza, lamentándose por todo lo que había ocultado hasta ahora. Dejó escapar un hondo suspiro, un suspiro de alivio, un suspiro de liberación. El terrible momento, el momento que había esperado de día y de noche, durante semanas, meses y años, había llegado al fin, pero no sentía temor; al contrario, estaba dispuesta a pagar con valentía por su pecado.

—Ha llegado la hora de revelar un secreto que he guardado durante muchos años—interrumpió Hannah adelantándose unos pasos. No había temor ni malicia en su tono, ni la menor insinuación de mentira.

Wiilbert frunció el entrecejo en un gesto inquisitivo— ¿Hannah?...

—Perdóname—susurró ella —Perdóname Willbert. Después de revelarte esto, no querrás ser más mi amigo.

—¡¿De qué estás hablando?! —preguntó él notablemente alterado. 

Unas lágrimas ardientes brotaron de los ojos de Hannah. Ella parpadeó y rodaron por su rostro. Sentía asco y vergüenza de ella misma.

—Lo que dice lady Cecilie es la verdad. Ella siempre fue inocente—respondió al cabo— ¡Todo fue una mentira, un teatro! Los testigos, las pruebas, hasta las razones por las que regresaste a Antiguo Makoku cuando habías renunciado a ser rey… ¡Todo fue planeado por Bastian para que te vieras en la necesidad de volver!

Por un instante, Willbert quedó mudo de asombro ante la confesión que había hecho su mejor amiga, y solamente pudo reaccionar dando un paso hacia a tras, negando con la cabeza mientras decía:— No… no esto, no es cierto… Hannah tu… no… tu… de todas las mujeres tu no…

—Oh…por los dioses…—Martin logró balbucear. Willbert sintió que su mundo se desboronaba.

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Volker estaba en su habitación asignada, tendido boca arriba sobre la amplia cama con la mirada clavada en el techo y las manos cruzadas debajo de la nuca. Había sido un día relativamente extenuante para él a pesar de no estar desempeñando sus funciones como gobernador.

La reunión que había sostenido con algunos de sus colegas lo había dejado pensativo. La sola idea de tener que mostrar respeto hacia un rey medio-mazoku le enfermaba el estomago. Nunca, ni en sus más remotas ideas se le había ocurrido llegar al día en que algo como esto sucediera en Antiguo Makoku. Ellos eran demonios orgullosos, fuertes, imponentes. Criados bajo los más exquisitos regímenes de entrenamiento elemental. El país era prospero. Los habitantes vivían en armonía y gozaban de bienestar. En resumen, estaban bien así como estaban; Sin embargo con ese pensamiento, otra cuestión sucumbió a él: Los planes de Alexander incluían una traición que se le estaba haciendo difícil de apoyar. Revelarse contra Willbert significaba revelarse también contra los designios de su propio padre, un Maou recordado por muchos como quien trajo consigo el principio de la época dorada de Antiguo Makoku, manifestado en un joven extranjero de aquel país lejano llamado Nuevo Makoku.

Willbert era para su padre, Destari von Roesenzweig como un hijo más. El viejo no estaría nada contento con su proceder cuando se diera cuenta. Podía hasta imagínaselo claramente: Su padre con la frente arrugada en un gran gesto de decepción diciéndole “Nunca esperé esto de ti, Volker, tal vez de Dimitri que siempre me lleva la contraria, pero no de ti”  

A veces deseaba haber sido como su hermano. Tan seguro de sus aspiraciones; jugándose el todo por el todo con tal de seguir su camino. Él tuvo el valor suficiente para enfrentarse a su padre y decirle firmemente que no le interesaba la política y que prefería ser escritor. Y muy a regañadientes, su padre tuvo que aceptar no porque quisiera sino porque Dimitri, el “rebelde de la familia” no aceptaba un no por respuesta. Pero en su caso, siempre fue el hijo que cargó con las responsabilidades que por ser el mayor le correspondían. Fue instruido por su padre desde muy joven para llevar las riendas del Distrito Rosenzweig una vez el anciano se retirara y  gozara de su “jubilación” según sus palabras.

El toque de la puerta vino a sacarlo de sus pensamientos. Dejo pasarlo una vez y volvió a cerrar los ojos, la insistencia le hizo fruncir el ceño y con resoplido se incorporó para dirigirse a la puerta.

Mientras salía de la cama, se estiró el cuerpo entero y algunos huesos crujieron. —Ya voy… ¡ya voy!…—exclamó en tono adormilado. Una vez abrió la puerta, la visita inesperada lo dejó con la boca abierta.

—Hola. — Una figura delgada y con porte elegante entró en la habitación y cerró la puerta. Dimitri, su hermano, vestía con ropa casual, de viaje. Algo que lo extrañó puesto que rara vez se vestía así. —¡Volker te ves echo mierda!— fue su escueto saludo—¡Hey reacciona! ¿Esta es tu forma de saludar? Y dicen que yo soy el cordero negro de la familia—comentó sarcásticamente y la actitud gruñona de Volker regresó.

—¡No es como si estuviera esperando tu visita, mucho menos aquí y en estos precisos momentos!…—resopló y cruzó los  brazos— Ni siquiera vas seguido a visitarnos en Rosenzweig es normal que me haya sorprendido.

—Lo lamentamos Volker san. A veces le insisto a Dimitri acerca de pasar una temporada por allá pero él siempre me pone excusas. Le digo que es bueno mantener la cercanía con la familia pero no me hace caso—dijo Ariel acusadoramente saliendo detrás de su esposo y dándole una grata sorpresa al gobernador—Aunque mi suegro no me tolera mucho que digamos—agregó con una risita nerviosa.

La presencia del cantante lo puso de mejor humor y la arruga que se marcaba entre sus cejas desapareció— ¡Ariel kun, a ti si me alegra verte!— exclamó atrapándolo en un apretado abrazo.

—Volker…san… me está… asfixiando…—decía Ariel a duras penas. Para ese entonces, Volker frotaba su mejilla contra la suya. Cierto era que Ariel era la persona favorita del gruñón gobernador y el único que lo ponía de buen humor.

Dimtri alzó la ceja mientras cruzaba los brazos

— See… el gorila y el mono se entienden…—murmuró celoso. ¿Por qué todo mundo intentaba ligarse a su esposo frente a él, incluso su propia familia?  La vez que lo presentó a su hermano menor sucedió lo mismo. ¿Qué no veían el grueso anillo de oro que portaba? Eso significaba que estaba casado. Una manera de recalcar que era prohibido tocarlo y verlo demasiado. ¿Quizás debería asestarle el  “patadón Dimitri” ** a Volker para alejarlo de una puta vez?, pero antes de hacer lo que tenía planeado, el cantante se separó del gobernador. Para gusto del escritor que era igual de gruñón que su hermano mayor, en una faceta sexy. — ¿Ya?... —preguntó con sarcasmo— No pues si quieren sigan.

—¡Dimitri que malo!— Ariel hizo un puchero mientras saltaba hacia el lado de su esposo y le rodeaba el brazo posesivamente. Indiscretamente, éste sonrió.

—Oigan, pero ¿Qué los trae por aquí?—Volker por fin hizo la pregunta y los rostro tranquilos de su hermano y cuñado cambiaron a unos más serios.

—Antes de explicarte— respondió Dimitri haciendo al mismo tiempo un gesto de confusión —Cuando pregunté por la habitación de nuestro padre nos dijeron que no se encontraba alojado aquí, ¿El viejo no vino a ver el campeonato de elementos?

Volker sacudió la cabeza— Nuestro padre no se ha hecho presente. Dijo que confiaba en que se elegiría un buen Maou con la nueva generación; Aunque prometió que vendría para la final. — Dimitri y Ariel se mantuvieron en silencio — ¿Qué pasa?...—inquirió sospechando que algo ocultaban.

—Volker san, será mejor que nos sentemos— dijo Ariel— Esto es muy largo para explicar.

 

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Al terminar de escuchar la confesión de su “supuesta mejor amiga” Declarando abiertamente que le había arruinado la vida entera. Que le había ocultado durante noventa años que Cecilie decía la verdad al declararse inocente de todos los cargos. Que gente sin escrúpulos, paracitos de la sociedad y amantes del dinero fácil se vendieron para servir de testigos en el juicio contra una inocente esposa, arruinando una familia entera. Willbert sintió una fuerte nausea formándose desde la boca de su estomago hacia su garganta. Dio unos pasos tambaleantes hacia atrás y muchos temieron que se fuera a desplomar ahí mismo. Y a decir verdad, él mismo lo temía, porque de repente sintió que el piso donde se encontraba parado se desmoronaba.

Cecilie permaneció inmóvil, horrorizada.

—¡Willbert, escucha…!—suplicó Hannah en un hilo de voz, pero un ademan con la mano la hizo callar. Era claro que con eso le decía “O te callas o no respondo”…—Will…—sollozó, sintiendo el sabor salado en sus labios a causa de las lágrimas y se sintió aun peor al notar los temblores en su amigo.

—¿Cómo pudiste mentirme todos estos años?— le preguntó él con voz ronca, dejando traslucir de nueva cuenta su furia. Mandándole una mirada  que superaba con creses todas las miradas de odio que alguna vez dirigió. Conteniéndose, apretó los dientes y los puños al mismo tiempo—¡¿Acaso te burlabas de mí a mis espaldas, cuanto te confesaba lo mucho que los extrañaba?! —Ella cerró los ojos sucumbida por el miedo después de aquel grito — ¡Cuan divertido debió haber sido para ti y para el maldito de Bastian arruinarme la vida! ¡Ser testigos de mi dolor!

Chichiue… (Padre…)—susurró Wolfram poniéndose en su lugar. Y ahora sentía remordimiento consigo mismo por haberle hablado de esa manera. 

—¡No! las cosas no sucedieron así… yo no quise…—susurro ella sintiendo como si se ahogara— Yo solo… solo…— Sin poder evitarlo, el llanto volvió a doblegarla con más violencia que antes.

—¡Maldita sea Hannha! — La voz de Willbert estaba cargada de frustración, decepción, y remordimiento— ¿Porque tú? Creí que eras la única mujer en que podía confiar. Te di mi amistad sincera durante tantos años. A ahora resulta que eres de las personas que más daño me han hecho— apretó sus ojos fuertemente mientras se llevaba las manos a la cabeza y enroscaba el pelo entre sus dedos sacudiéndolo con frenesí.

 

“A veces callamos porque estamos atrapados por el miedo”

 

Martin recordó las palabras que la bella escritora le había dicho en el jardín y entonces comprendió.

—¡Willbert! ¡Espera!— gritó notablemente conmocionado, tratando de anteceder por ella— Deja que te explique… tal vez lo hizo por una amenaza.

Willbert no respondió, sino que decidió aguardar la continuación en actitud reflexiva; de todas maneras, la conmoción y el dolor le impedían centrar sus pensamientos.

Hannah se limpió las lágrimas y se mojó los labios antes de continuar— Bastian fue el que planeó e hizo lo necesario para obligarte a regresar. Los ataques terroristas de países humanos fueron en realidad causados por militares… de la tropa Moscovitch.

Hubo una pausa. Hannah se sentía débil, mareada, sofocada. Le estaba tomando esfuerzos sobrehumanos confesar todo aquello.

¡Por los dioses de los elementos! Willbert no sabía qué era lo peor, si enterarse que su “mejor amiga” había sido cómplice de Bastian o el saber que ese semejante idiota fue lo suficientemente inteligente como para haberlo hecho caer redondito en sus mentiras.

—Continua…— le ordenó entrecerrando sus llamaradas azules sin darle derecho a una negativa.

Ella tragó saliva y prosiguió: —Bastian también contrató a unas personas para que se infiltraran en el Castillo Pacto de Sangre como sirvientes, mismos que fueron los testigos para el juicio— la voz se le quebró— Yo… me enteré de todo después, cuando ya era demasiado tarde…Temíamos que se efectuara una guerra entre ambos países…como consecuencias de las calumnias hacia la reina. 

—Todo estuvo bien planeado…— Willbert miró hacia abajo y soltó una risa amarga-- ¿Cómo pudo ese idiota ser más listo que yo?— preguntó con ironía dándose un amago de puñetazo en la frente, para subrayar lo que acababa de decir, pero entonces cayó en cuenta de algo, y recobró la compostura. Se acercó a Hannah y exclamó: —Esto no solo fue obra de Bastian. Hubo alguien o algunos más. No pudo haberlo hecho él solo. Fue un plan perfecto que requiere de la complicidad de alguien con más poder y experiencia —la miró a los ojos y ella retrocedió instintivamente— ¡Responde Hannah! Si aún queda rastro de sinceridad en ti, respóndeme. ¿Quién mas estuvo involucrado en esto?

La regente de Moscovitch expulsó un jadeo entrecortado y quedó largo rato pensativa. Esa pregunta la hizo dudar porque la respuesta daba paso a una nueva incógnita aun mas grave ¿Podría Willbert soportar la verdad cuando esta le golpeara el rostro? De lo único que estaba segura  era que ese sería el golpe definitivo. La gota que derramaría el vaso. Destari sama, el protector de Willbert, a quien éste consideraba como un segundo padre, estaba también detrás de todo esto como el origen del plan.

Willbert suspiró con irritación— No tientes mi paciencia. —advirtió. Hannah dio un respingo de pánico y ante la presión, no tuvo mas opción que responder con la verdad. 

—El cómplice de Bastian…— tragó duramente contra el regusto amargo en su garganta, decir ese nombre era demasiado difícil y doloroso—Es…

Pero antes de que Hannah pudiera responderle a Willbert, unos guardias irrumpieron en el lugar.  Dos de ellos trataban de impedirle el paso a un joven con la cara pálida y envuelta en sudor.

—¡Majestad! ¡Es una emergencia, por favor deme unos minutos para explicarle! — suplicó el más joven gritando.

—¡¿Qué significa esto?!—Willbert se dirigió a los otros dos guardias ignorando al primero.

—Intentamos detenerlo, pero el suplica tener una audiencia con usted, majestad—contestó uno de ellos.

—Sáquenlo inmediatamente de aquí—les ordenó.  

—¡No me atrevería a insistir si no fuese algo de suma importancia, Majestad! —gritó  el soldado joven, dejando notar su desesperación a través del forcejeo.

Gunter, Gwendal, Conrad y Yuuri se dirigieron una mirada inquisitiva. Si sus sospechas eran ciertas, éste joven venia a informarle al rey sobre el campo de energía oscuro que rodearía una buena parte del territorio durante un día completo según la profecía. El lugar de la última batalla y necesitaban saber la ubicación.

Willbert maldijo que su capitán de confianza, Goethe, no se encontrara en el castillo para encargarse de esto. Lo había mandado a una misión importante esta misma mañana.

Pero un rey debe hacer lo que un rey tiene que hacer. No importa las circunstancias, era su obligación cumplir con su deber. Se lo prometió a si mismo desde joven y así seria siempre.

Cerró los ojos, tratando de calmarse a sí mismo. Y tomando una fuerte bocanada de aire preguntó:— Tu nombre.

El joven dio un sobresalto pero contestó con prontitud— Steven Cleint, mi señor. Vengo de los pueblos lejanos de la capital. ¡Tiene que venir conmigo, algo terrible ha pasado con ellos!— comenzó a relatar, como queriendo recalcar la gravedad del asunto.

El rey frunció el entrecejo.

—Lleven al soldado Cleint a mi oficina—se dirigió a los dos guardias y después a Steven —Espérame ahí— le dijo.

—¡A la orden, majestad! —contestaron al unísono y salieron de inmediato.

A continuación, Willbert dio media vuelta y contempló al grupo de personas a quienes ya no tenía ni idea de cómo tratar. Sus “ex hijastros” notablemente enfurecidos por la estupidez que cometió Lukas, y les daba toda la razón. Su hijo, que en pocas palabras le había dicho que lo odiaba al lado del mestizo rey que le salvó la vida. Su hermano que dentro de esa actitud serena y propia de sí, le estaba enviando una mirada compasiva. Su cuñado al lado de su esposa quien había mostrado una faceta oscura que jamás creyó conocer, pero que le había abierto los ojos. Su ex esposa, a quien había acusado injustamente todos estos años, tachándola de traidora, mentirosa y otros adjetivos que la denigraban como mujer.

Observó también a la peor de todas las decepciones, Hannah, quien declarándose su amiga lo había traicionado de la manera más cruel y vil que pudiera existir. A su mente vinieron palabras como engaño, hipocresía, traición, burla e inequidad como dardos clavándose en su corazón, transformando su pena en rabia. Sintió como si toda la mentira de ella la hubiese ido acumulando en su alma, restringiéndole la habilidad para confiar en alguien de nuevo. ¡Cuántas cosas se le habían revelado! Y, aun así, su frustración era ahora mayor. Su sólida actitud formidable ante todos había sufrido un golpe en sus cimientos, y por primera vez, dudaba de su capacidad pensante y analítica. ¿Qué quedaba del prodigio de Bielefeld? ¿En qué punto se convirtió en el patético títere de Bastian? Se encontró preguntándose.

Al cabo de unos minutos, lanzó un hondo suspiro dejando de lado sus torturantes pensamientos y caminó unos pasos para colocarse frente a todos. 

—Conrad, Gwendal, Waltorana, dejo en sus manos el futuro de Lukas a quien le retiro desde estos momentos su título nobiliario como duque de Zweig y todos los privilegios que se le han concedido hasta hoy.— dijo con voz fuerte y segura. Encargarle eso a ellos, no era una forma de desligarse de lo que le correspondía, ni mucho menos. Simplemente sabía que podía confiarles eso a ellos porque compartían el mismo sentimiento de amor y cuidado hacia Wolfram— Pueden encerrarlo en las mazmorras mientras piensan en una condena digna para este infeliz. Pena de muerte, cadena perpetua, pueden hasta torturarlo o  castrarlo— Lukas tragó en seco, su rostro empapado en sudor nervioso. — ¡Qué sé yo! Seguro no me decepcionan—agregó con humor amargo.

Waltorana bufó. —No lo dudes…—contestó, enfriando su mirada color jade.

—¡¿Qué?! ¡No! ¡No puedes!— Anette pegó el grito al cielo y se acercó a su esposo.

Willbert la tomó del brazo y ella emitió un gritillo.

—Tú y yo hablaremos después— le dijo— Martin, tu encárgate de ella.— la lanzó sin delicadeza como si de una cosa se tratara para que fuese sostenida por su cuñado.

El gobernador agachó la cabeza.

—A la orden majestad.— respondió con desánimo. Era consciente que ya no podría interceder por su sobrino. Solo le quedaba rezar para que no lo condenaran a pena de muerte. 

Anette seguía gritando mientras era arrastrada por los pasillos por su hermano mayor. Poco a poco los gritos fueron bajando su tono hasta convertirlos en murmullos y finalmente en silencio.

Después, Willbert pasó la mirada desde su hijo al mestizo y viceversa. Pudo notar que su hijo apretó más su mano con la de Shibuya. La mirada de Yuuri era más intensa.

—Gracias…— le dijo a Yuuri. Había sido un desafío emitir esa simple palabra con gran significado pero el muchachito mestizo la merecía.

—¿Como no salvar a la persona que amo?— contestó él formando después una sonrisa tranquila. Wolfram volvió a ver a su prometido y se sonrojó al instante. 

—Yuuri…— susurró con sus bellas esmeraldas destellantes. 

El Maou de fuego lanzó un chasquido de enfurruñamiento. Todavía no aceptaba del todo ese compromiso. Suspiró de nuevo.

—Bueno —dijo lentamente— Debo retirarme…—Entonces clavó sus ojos hacia Cecilie. Sus miradas se encontraron, amorosa la de ella, brillante la de él. Hablarían después. Aun había cicatrices que curar. Y después miró a Hannah pero no le trasmitió nada más que odio. Ella dejó una lágrima caer al clavar su mirada al suelo, cosa que él decidió ignorar y a así seguir su camino.

Tan pronto como el rey salió, Gunter le envió un gesto a Gwendal para darle a entender que debía seguir al rey. Él tendría que escribir y enviar las cartas para los gobernadores de Caloria y Francshire mientras Gwendal iría con Willbert para saber la ubicación exacta del campo oscuro.

—¡Conrad!

El capitán acató el llamado de su hermano mayor y desenvainó su espada, misma que colocó frente a Lukas— Lord Bielefeld  y yo nos encargaremos de él— dijo con seguridad.

Yuuri hubiera querido decir: “Dejen algo para mi” pero no podía inquietar a Wolfram quien era su prioridad. Arreglaría los asuntos con Lukas en la mañana.

Gwendal salió a paso apresurado seguido de lo cual salieron Waltorana y Conrad quien guiaba a Lukas hacia las mazmorras quedándose solamente Cecilie, Hannah, Yuuri y Wolfram en la habitación, éste último se extrañó por la conducta sospechosa de ellos y frunció el ceño.

Cecilie notó algo que había en el suelo. Lo podía reconocer sin equivocarse: Su preciado cuaderno de dibujo. Estaba justo en el lugar en donde su majestad Yuuri había encontrado a su hijo—Aunque no dejó de preguntarse como lo había obtenido— caminó hasta el cuaderno y lo recogió al igual que el dije de corazón y una joya más que encontró al lado para después agachar la cabeza con aire sombrío.

—Hannah san—su tono era serio y cortante— Usted y yo, tenemos que hablar…

Ella inhaló profundamente y dejó salir el aire con una palabra— Si.

Esta historia continuará. 

Notas finales:

**— Hago referencia al “patadon Yuki” puesto que éste personajes hace algo así en gravitation ex con Riku. Dimitri está basado en ese personaje por el otro fic. Ya saben.

¡Seguiré hasta el final! No se preocupen. Que lo termino lo termino.  

Hay segunda parte- Sakura Usagi, en la segunda parte va tu regalo. Se me alargo el cap!!!

¡¡Isis!! ¿Estás ahí? ¡Compartimos un mismo dolor!  Ya sabes a que me refiero. Pero, fue extraño ¿cierto?... no sé no me convenció mucho que digamos…O.o

Gracias por leer. 


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