Tu inocencia
Gruñiste de manera graciosa, te cruzaste de brazos y frunciste los labios en un adorable e infantil puchero.
Por mi parte había dejado de reír hace rato después de que Laxus soltará aquel chiste de doble sentido pero tú estabas allí molesto por no haber entendido absolutamente nada. Ya no sabía si los chicos se reían del chiste o de la cara que habías puesto.
—Oh vamos, Natsu, no es para tanto…—Ni siquiera miraste al Maestro.
Laxus aún reía a carcajadas, de él si estaba seguro que se estaba riendo de ti pero a ti no te importaba, o eso creía. Sobresalte cuando me miraste y te acercaste a mi.
—Hielito, explícame el chiste…—Me dijiste, te miré sin creérmelo, ¿por qué te lo tenía que explicar?
—No jodas, Natsu…
—Por favor…—Me murmuraste y me giré sorprendido. —Quiero cerrarle el culo al desgraciado de Laxus. —Seguiste hablando, y ahí entendí.
—Bien…—Me encogí de hombros y me acerqué a tu oído susurrando la explicación del doble sentido. No pude notar como tus mejillas empezaban a enrojecer a medida que avanzaba con la explicación y tus ojos se abrían como platos. Me aleje de ti y fui yo quien se sorprendió al ver tu rostro.
— ¿E-eso es posible? —Me dijiste totalmente apenado.
Algo que jamás te diré: me encanta tu inocencia, Natsu. Me encanta.