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La Expansión del Universo por Naghi Tan

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Primera Expansión

 

 

“El amor lastima,

El amor deja cicatrices,

El amor hiere

Y estropea.

 

Cualquier corazón

Que no sea resistente

O lo bastante

Fuerte

Para aguantar mucho dolor,

Para aguantar mucho dolor.

 

El amor es como una nube

Que guarda mucha lluvia,

El amor lastima,

El amor lastima.”

—Love Hurts— Nazareth

 

 

 

 

El sonido del choque de objetos contra la pared había sido abrumador, debía de serlo, cualquier persona lo encontraría violento, chocante y hasta se asustaría por aquello, pero Law ya estaba acostumbrado a escucharlo. Sus vecinos no eran precisamente muy silenciosos en cualquier aspecto, y acostumbrado estaba a los gritos, sonidos de vidrio chocando contra la pared, el suelo u otro objeto que se atravesase, madera rota, el chocar de carne contra puños y sobre todo, gruñidos de esfuerzo, todo eso era el sonido constante que escuchaba.

Law vivía enfrente del departamento de aquellos dos hombres que casi se mataban todos los días, sin necesidad de salir  —o de ver—, podía decir con precisión qué es lo que pasaba cruzando el pasillo que los separaba de aquella —aparentemente— cruel pelea.

Quizás lo había iniciado el hombre de piel morena, de rasgos asiáticos, de cabellos color verde neón y de fisonomía atlética, quizás, solo tal vez, el rubio se había quebrado y había iniciado, cualquiera de las dos opciones, no importaba cual fuese, terminaba siempre con la pareja lastimada, el rubio daría un portazo y regresaría al día siguiente, mientras el hombre que se quedaba salía momentos después solo para regresar con botellas de alcohol y enseguida a ponerse a beber como cosaco.

Law frunció el ceño ante el cese de ruidos, aquello había terminado antes de lo previsto, se removió un poco, sentado en el sofá de su departamento tomó el libro de Enfermedades del sistema nervioso y cuando lo abrió escuchó el portazo esperado.

—Todo fue espantosamente rápido— una voz masculina se dejó escuchar en el departamento.

La voz provenía de una de las tres habitaciones en la que el departamento se dividía, reconoció quien era, a esas horas solo uno de sus compañeros de piso estaba ahí, el otro llegaba  de su trabajo un poco más tarde.

Law miró el reloj que estaba colgado en una de las paredes de la sala, mentalmente le dio la razón al hombre, usualmente sus vecinos tardaban más de dos horas discutiendo y en esa ocasión solo fue por menos de media hora, apenas eran las ocho de la noche.

De pronto otro portazo resonó, un sonido de choque con un objeto o cuerpo y un gruñido que podría interpretarse como un sonido de disculpa sucedió en el pasillo. Law miró fijamente la puerta hasta que el sonido de una llave chocando contra el picaporte le hizo comprender que su otro compañero de piso había regresado y que él había sido el causante de aquel leve encuentro.

—Las peleas están disminuyendo, ¿no es así?— dijo el recién llegado, mirando con sus ojos carmines a Law.

—Te diste cuenta— fue el gruñido que dio como respuesta, no quería hablar de las peleas de sus vecinos, tenía tanto drama existencial en su propia vida como para fijarse en la de los demás—, si quieres saber más, mira tus cartas y adivina.

Basil Hawkins podía pasar como una persona demasiado excéntrica por su apariencia, su cabello rubio era largo y le llegaba hasta la cintura, en donde deberían ir sus cejas lucía tatuajes en forma triangulares y, sobre todo, lo que más llamaba la atención de ese hombre era su evidente calma y su intolerancia por los malos chistes. Él y Drake eran muy buenos compañeros de piso, por eso los había aceptado de inmediato.

Law trabajaba como médico cirujano y raramente estaba mucho tiempo en su piso, pero se le hacía  muy caro pagar el alquiler si tan solo vivía él, más no quería moverse de lugar, era el más barato de la ciudad y se encontraba cerca del lugar donde trabajaba.

El acuerdo entre ellos tres era sencillo y con eso habían logrado mantenerse en armonía, no era como si ellos fueran fáciles de exasperar, nadie se metía en los asuntos de cada uno y al parecer eso funcionaba demasiado bien, era como si los tres se conocieran de antes, pero Law simplemente pensaba que era por sus temperamentos, las cuales a veces eran volátiles pero encajaban bien entre sí.

Law se movió cuando Drake se sentó en la otra punta del sofá, sus ojos dorados le miraban fijamente y el cirujano supo enseguida que tanto Basil como Drake querían hablar y Law debía de escuchar, como siempre, porque ellos le escuchaban quejarse de sus pacientes estúpidos y toleraban a sus amigos, que no eran precisamente muy tolerables. Solo esperaba que Basil no sacara nuevamente una plática de ocultismo y vidas pasadas, porque ya estaba cansado de oír lo mismo; que su vecino rubio y ellos tres pertenecían a un país del Norte, antes de morir y renacer.

Drake y él esperaron a que Basil terminase de llegar a su respectivo cuarto y se cambiara de ropa, Law se sumergió de nueva cuenta en la lectura de aquel tomo de libro que había comprado recientemente, ser cirujano era ser devorado vivo por su trabajo y la constante actualización sobre diferentes descubrimientos médicos, ese día podría leer sobre el descubrimiento de una cura para algo y al día siguiente leer la cura tenía reacciones diferentes en alguna raza, todo en la medicina era un constante cambio, descubrimientos de enfermedades, curas y sus diversos estudios, ser médico era vivir entre libros y ver de todo.

Estaba sumergido en la lectura del Síndrome de Capgras, conocido también como el trastorno delirante de identificación errónea, le era demasiado llamativo que ese Síndrome fuera mayormente diagnosticado en pacientes con esquizofrenia paranoide*, y antes de que se adentrara a un más a su lectura, escuchó el leve sonido de pisadas sobre el suelo de madera, bufó con molestia y colocó un separador entre las hojas de aquel monstruoso libro.

Basil se sentó en la cómoda silla reclinable que había sido comprada por el rubio hacía un par de años atrás y Law contó hasta diez, el hombre siempre tardaba en dar inicio una plática, sabedor de que nadie podía ni debía apurarle.

—¿Cuánto tiempo hemos estado aguantado a nuestros vecinos?— inició como si nada, mirando el techo, Law suspiró ante eso.

—No más de cinco años— Drake pasó una mano hacia la cabeza, removiendo la cabellera pelirroja que le distinguía y con la otra frotó su cicatriz en forma de “X” que tenía en la barbilla—, al principio no era tan notoria sus peleas, este año, sin embargo, ha sido algo intenso.

—No es como si fuera algo extraordinario— Law añadió, conocía la existencia de la pareja desde todo ese tiempo, más solo había entablado platica con el rubio, Sanji era su nombre, de origen francés y exacta e irónicamente menor que él por cinco años—, hemos hablado de esto una y otra vez, si Blackleg-ya tolera una cosa como esa y no es capaz de salir de eso por su propia cuenta, no es de nuestra incumbencia.

—Siempre llevas esto hacia la violencia doméstica— Basil dijo con parsimonia y le miró con curiosidad—, hace un par de meses llegamos a la conclusión de que el Señor Blackleg y el Señor Roronoa no sufren ni causan lo que se llama violencia doméstica, cuando se estalla repentinamente, cuando no hay palabras denigrantes, no se le puede llamar eso, es más como —el rubio cortó sus palabras y enseguida escucharon unos pasos en el pasaje, quizás fuera Zoro regresando de la tienda, el leve chasquido de la puerta lo confirmó— monotonía.

Law sabía de eso, más no le gustaba hablar sobre ese tema, tanto Basil como Drake estaban interesados dado que Sanji era —para ellos— una buena persona, con lengua filosa y un vicio despreciable por el cigarro, pero buena persona al fin y al cabo.

Si bien eran vecinos, no tenían mucho tiempo de hacer contacto con Sanji, había sido en una fiesta de hace un par de años en la que por fin se habían presentado entre todos los inquilinos, incitado más bien para la sana convivencia entre vecinos y el cese de peleas que habían constantemente.

En esa fiesta conoció a varias personas que en su vida había visto, pero lo que más sobresalió entre todo eso, era que Sanji y Zoro se llevaban muy bien con la mayoría, lo más seguro era que fuera por Sanji el que Zoro conociese a esa gente, no porque le naciera. El encuentro entre ellos cinco fue al inicio algo tenso, tanto Basil, Drake, Sanji y él mismo no sabían que decirse, pero había sido el rubio vecino que los había incitado por el camino de una buena plática, que no fue del agrado de su pareja.

Cuatro de los cinco hombres charlaban con calma pero sin aburrirse, habían conectado, encajado y no era difícil, el quinto era por lo más osco y se la pasaba gruñendo cada cinco minutos, pero nadie le había puesto atención.

Law supo que Sanji era dueño de un restaurante, había sido el sous chef del Baratie, pero hacía poco que había logrado cumplir su sueño, también supieron que tenían a un amigo en común: Luffy.

Había sido, para ellos, una plática enriquecedora, opacada un poco por la pareja de Sanji, pero no había que ser quisquilloso en eso, una cosa mala debía de tener las cosas buenas. Días después de la reunión, se encontraron gratamente sorprendidos por la visita del rubio, aunque fuese a escondidas de Zoro y seguía siendo, dado que de antaño Sanji no encajaba mucho con los hombres y a Zoro se le hacía sospechoso que el rubio pudiera hablar con ellos sin tener la necesidad de golpearlos e insultarlos cada minuto.

Y era lo extraño, porque solo ellos se toleraban.

El cirujano dejó de escuchar, Basil había sacado sus cartas de tarot y se había dispuesto a leerlas nuevamente. Drake tenía que irse a trabajar en su turno nocturno, era guardia de seguridad de un banco. Law sonrió, pronto Drake tendría que cambiar de trabajo hacia otro lugar, que no fuese atracado sospechosamente.

 

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Cinco días habían pasado y Sanji no había regresado y eso preocupó un poco a Zoro, entrecerró los ojos y decidió que algo debía de haber pasado para que el rubio no regresase, no quería mal pensar sobre él, no había fundamentos de por medio, que antes Sanji fuera un mujeriego total no significaba que volvería a las andadas, al fin y al cabo, ninguna mujer le toleraba.

Tomó su celular y marcó a un número demasiado conocido por él.

“¿Qué ocurre, Zoro?”

—Sé que el cocinero está en tú casa— fue su saludo, Robin siempre refugiaba a Sanji, por eso no se preocupaba en buscarle, había caído en la cuenta que tanto Nami como Robin siempre tendrían las puertas abiertas para el cocinero.

“No ha venido a mi casa, tiene más de un mes que dejó de venir”

Y eso le cayó como un balde de agua fría, pero se trató de recuperar y sonrió, Sanji estaba haciendo una rabieta, dos podrían jugar ese juego, le dio las gracias a Robin y marcó a la casa de Nami y tuvo la misma respuesta: el cejillas no había ido hacia ella.

No quería pensar mal, en verdad que no quería, pero un repentino enojo había llenado todo su ser, llamó a casa de Usopp, Chopper, Luffy, Brook, Franky y a Zeff, y todos habían respondido lo mismo: Sanji no había ido con ellos.

Le quedaba un lugar, un último lugar que esperaba que no fuese donde se encontrase. Se dirigió a la puerta y cruzó el pasillo, esos tres, los detestaba, y tenía la ligera sospecha que Sanji se refugiaría con ellos, tocó la puerta con suma fuerza y esperó a que abrieran, demoraron mucho para su gusto, habían tres personas que vivían ahí, por lo menos uno de ellos debía de estar pendiente de la puerta.

Durante el tiempo de espera, pensó que eso no era estilo de Sanji, desaparecer y no enfrentarse a los problemas, había comenzado a tomar esa salida cuando las peleas entre ellos habían salido sin más, más nunca había hecho eso, siempre regresaba, Sanji no tenía a nadie más que le acogiera.

Escuchó el caminar pausado de alguno de los habitantes de ese piso y apretó los puños, no quería ver a Law, ese tipo que era cirujano le había causado mala espina cuando lo conocieron en aquel convivio que su casero había organizado, había notado como se comía con la mirada al idiota del cocinero y Sanji no se había dado cuenta de eso, pero él sí.

El que abrió la puerta fue el pelirrojo, Drake, si no se equivocaba, que le miró un poco sorprendido.

—Vine a buscar al cocinero— dijo sin más, mirándolo con molestia.

—¿Cocinero?— preguntó el pelirrojo y notó su mirada de reconocimiento, Drake era terriblemente alto, medía más de dos metros y su constitución física era atlética, más la pálida piel era signo de que no salía a entrenar como lo hacía Zoro— ¿Te refieres a Sanji? Él no ha venido a nuestra casa.

Y Zoro se sintió levemente aliviado, solo había una pregunta más ¿Dónde se había alojado todo ese tiempo el rubio?

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—Son cinco días, Blackleg

La voz femenina le hizo despertarse, había decidido darse un tiempo y había elegido irse a la casa de una ex pareja suya, una mujer que le había querido como ninguna otra, incluso más que Zoro, pero que sabía no podría corresponder de la misma manera.

—Lo siento tanto, mi querida Violet—se incorporó lentamente del sofá donde esos cinco días había dormido, había seguido el consejo de Robin, y se había ido lejos de la ciudad, confiando en que con una llamada a Violet esta le dejara pasar un tiempo en su casa, y la mujer le abrió las puertas de su casa sin ninguna pregunta, solo acogiéndolo y escuchándole.

—No me gusta que pienses del amor como algo que siempre te causará dolor— la mujer le habló y se hizo un lugar en el sofá, le tomó ambas manos y le sonrió—, sabes que te amé y te sigo amando, pero no sufro por eso, el tipo de amor que siento por ti es dichoso, no doloroso. No quisiera dejarte ir con ese pensamiento hacia Roronoa, pero tienes que darte cuenta tú solo que si hay dolor entonces no es amor. Pídele tiempo.

Sanji quería sonreírle y decirle que lo haría, pero no debía mentirle, ¿Desde cuando huía de sus problemas? Ese no era él.

—No podré pedirle tiempo— fue sincero—, y mis pensamientos no creo que estén errados.

El amor era dolor, era sacrificio. El amor era simplemente dar sin pedir nada a cambio.

—Me tengo que ir— anunció incómodo, aun con la sensación de que no debía de regresar.

Los ojos marrones de Violet le miraron con preocupación, pero ella guardó sus palabras.

—Si necesitas algo, llámame—le dijo apartando la mirada.

Tenía razón aunque Violet lo negara, él no debía de ser amado.

 

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Notas finales:

Notas finales: El primer capítulo es corto, pero los que vendrán serán más largos que este.

*Hice mención a una enfermedad que uno de los Sanji´s que manejo en un fic padece, es como un guiño hacia él. 


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