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Aúlla conmigo por sombra_larga

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Notas del capitulo:

FELIZ NAVIDAD!!!! prbablemente me odien, es lo mas seguro. No los culpo amig@s, (suspiro) pero que se le va a hacer. La verdad es que aunque me siento mal, no saben cuanto. No tengo otra opcion, porque tengo que concentrarme en la escuela. Y pues aproveche estas vacaciones para haber si por fin puedo terminar esto:D

No saben cuanto deseo poder escribir un merecedor final para esta historia, porque la verdad tengo un buen de historias que quiero publicar y asi, pero no esta chido, ir dejando historias sin terminar.

Asi que aqui les va!!!

ESPERO QUE LO DISFRUTEN!!!!

 

Un nuevo día iniciaba en la torre, como todas las mañanas hombres y mujeres se levantaban dando tumbos y bostezando, todos acudían al río que se encontraba junto a la torre, al ser verano el agua fresca no era ningún problema, cientos de cuerpos desnudos, mojados, pechos y penes rebotando en medio de jugueteos.


-que hermosa vista- canturreo Maureen mientras descendía por el empinado valle, camino al rio. Ambos gemelos iban tras de el con la mirada baja.


Una vez que hubieron llegado el peliblanco se dejó caer sobre el pasto, jalo a los gemelos hacia su regazo apachurrándolos contra su pecho.


-esperaremos a que todos se vayan, nadie vera esas cicatrices- dijo con simpleza-¿bien?-


Los niños le vieron sorprendidos antes de asentir, acurrucándose levemente contra el pecho del demonio.


En los dos meses que llevaban viviendo ahí se habían adaptado bien a la relajada y simple forma de vivir de la “tribu cuernos” como los llamaba Maureen, demasiado bien para gusto de este.


Los iris azules brillaron un poco antes de esconderse tras los blancos parpados, el bello rostro frunció el ceño por un momento intentando bloquear las imágenes que acudían sin parar.


-¿se encuentra bien señor Maureen?- la insegura voz de la mujer le hizo abrir los ojos.


Ágata lo observaba preocupada, el pelo castaño caía suelto por sus hombros enmarcando los hermosos ojos grises, de su mano un curioso Malin se esforzaba por soltarse intentando ir con los gemelos.


-sí, no es nada Ágata- el demonio sonrió suavemente tomando a Malin entre brazos, aprovechando para hacerle arrumacos.


-¿no piensa tomar un baño señor Maureen?- pregunto nuevamente la castaña.


-voy a disfrutar un rato la brisa mañanera- la mirada azul del demonio volvió hacia el río, de donde un rey pelirosado salía del agua, una verdadera visión de belleza, varios hombres y mujeres lo rodeaban, un chico de cabellos lilas le tomaba delicadamente un brazo ayudándole a salir, la pequeña barriga solo hacia estremecer a Maureen, esa alma inocente no era parte del plan, ese bebé no era ni por asomo parte del plan.


-no se preocupe señor Maureen, todo saldrá bien, nuestro señor es fuerte- alentó la mujer, viendo la preocupación en el rostro del peliblanco- usted será un gran padre- afirmo la castaña, viendo con dulzura como su rey se acercaba a ellos.


La noticia del nuevo embarazo del rey Magog había sido tomada como siempre, con alegría y emoción. Hasta ahora Magog había tomado el papel de padre y no había traído ningún bebé de su propio vientre, por lo que este nuevo heredero tenía expectantes a muchos y más si el padre era el señor Maureen.


El demonio sonrió con tristeza, acepto el dulce beso de Magog, se refugió en su pecho, escondiéndose entre las hebras rosas.


Un imperceptible lagrima rodo por su mejilla cuando la mano del rey acaricio el vientre hinchado.


Solo Malin se percató de ese silencioso llanto, solo él pudo atisbar parte de esa tristeza.


 


 


 


*Maureen*


Abrí los ojos. Como siempre en las “ocasiones especiales” su mente estaba zumbando, era como si una persona cantara la misma canción en dos partes diferentes del mundo, esa desagradable sensación de deja´vu…era insoportable.


Con el mayor cuidado posible se libró del brazo que lo envolvía posesivamente, Magog balbuceo un poco antes de voltearse y seguir durmiendo.


Un poco mareado me levante de la cama, recogí mis ropas de suelo, con una lentitud casi desesperante las acomode en mi bolso, metí también algunos pergaminos y mapas, algo que tal vez trajera de vuelta del pasado esta cultura, que seguramente quedaría olvidada como muchas otras.


Tome de una repisa el collar que me había regalado Magog la semana pasada, una gargantilla hecha por su propio cuerno.


Bese la frente de Magog, sus labios y por último su vientre.


Para cuando salí del cuarto los gemelos ya me esperaban fuera, ambos con sus cosas listas abrí mi bolso para que las pudieran echar, en completo silencio recorrimos los pasillos, bajamos las escaleras y salimos.


El viento húmedo de la madrugada seco las lágrimas que silenciosas acariciaban mis mejillas.


Como si fuera una película proyectada de mi mente a la realidad, el humano que había estado viviendo todo ese tiempo con Magog, salió a escondidas atravesando la barrera por el único pasaje secreto que solo permitía el paso a seres no mágicos. Seguramente cargando con joyas que los habitantes de esa mística torre ni notarían su ausencia o el valor de estas.


Maureen sabía que no era malo, a tan solo unos kilómetros de esas tierras se encontraba una pobre aldea humana, regida por un monarca desinteresado en su pueblo, sabía que el humano tenía tres hermanos pequeños que alimentar, sabia a la perfección que ese humano iniciaría todo,  iniciaría otra historia, lo sabía por la piedra roja que llevaba a hurtadillas entre sus ropas, un rubí, pero no cualquiera, uno que brillaba cuando una especie en específico se acercaba: dragones.


Maureen sabía que esa piedra brillaba furiosamente en este momento. Sabía que cierta personita pelirosa corría tras ese humano.


Primero fueron las alas, ese sonido tan característico de las alas rompiendo el aire, la huida de los animales, las escamas brillando contra el tímido sol mañanero.


El primero en atacar fue el líder, una llamada de fuego poderosa e interminable, una que derribo en directo la punta de la torre.


Los gritos agonizantes.


Maureen siempre se ha reído de los que declaraban osadamente que conocer el futuro evitaría tantos problemas, que si tan solo pudieran cambiar algo, tomar una decisión diferente…pero él sabía que no importaba que, era imposible interponerse entre los deseos del destino.


Y por eso, observo como miles de vidas llegaban a su fin en un minuto, tan simple como eso, en un parpadeo. El mismo convenció a su corazón de sacar todo el odio que se pudiera formar, en la historia nunca hay malos y buenos, solo personas intentando alcanzar sus deseos.


Observo con atención, desde las sombras, como cientos de pequeños dragones volaban tambaleantes hasta aterrizar en el terreno despejado aun con algunas llamas revoloteando.


Las madres se reunían con los padres, un poco más atrás, machos traían sobre sus lomos figuras humanas heridas.


Con esa imagen, hombres y mujeres heridos, pequeños niños sollozantes buscando a sus madres muertas, hombres que aguantaban las lágrimas de dolor, borre todo odio de mi corazón.


Sabía que en otro lugar los dragones acababan de perder su hogar. Sabía que dos sobrevivientes, el pequeño Malin y Ágata se desgarraban la garganta con gritos de dolor. Sabía que el humano sería elegido por su propio pueblo y derrocaría al rey para tomar su puesto y empezar una guerra contra los dragones.


Maureen sabía muchas cosas. Pero a pesar de eso, no pudo evitar llorar al saber que ya no volvería a sentir esas pequeñas patadas.


Sentí como los gemelos abrazaban mis piernas, aun con gotas saladas cayendo abrí un portal, me adentre en él, no queriendo mirar atrás.


 


 


 


 


*Época actual* *Unos días antes de que llegaran con Lucian y Claude*


*Malin*


-¿Cómo llegaron Ágata y tú a este lugar entonces?- la suave voz de Godric acaricio mis oídos, haciendo que me acurrucara más contra su velludo pecho.


-al principio no sabíamos que hacer, muy rara vez nuestro pueblo salía de la torre- enrede algunos vellos entre mis dedos, intentado que mi voz no se quebrara- por suerte el humano nos dio asilo y nos explicó lo “básico”-


La mano de Godric apreso más mi cadera desnuda haciéndome sentir su apoyo.


-tuvieron que pasar algunos meses para que pudiéramos valernos por nosotros mismos- luche para que el sueño no me ganara- Ágata comenzó a trabajar de cocinera en una posada, para no hacértela de larga, trabajamos duro para conseguir este lugar...- los ojos me pesaban tanto que comencé a ver todo borroso.


-¡espera! ¿Entonces qué edad tienes?- la voz del lobo me hizo pegar un brinquito.


-eso no se pregunta idio....-


*Godric*


 Supe que se quedó dormido cuando su cuerpo se relajó completamente. Con cuidado lo arrope asegurándome de taparlo bien, acomode sus cabellos rosas dándole un leve beso en los labios.


Cuidando de no moverlo me levanté de la cama, me puse unos pantalones y salí camino a la cocina. Con suerte abría algo que comer.


Estaba a punto de morder un duro panecillo de almendras cuando llegó ese olor a mí, el olor que hasta un débil humano podría distinguir,  metálico con un toque dulzón y agrio: sangre.


Dejando el panecillo en el olvido camino cauteloso al comedor de donde proviene el olor.


Solo mis buenos reflejos lobunos me salvan de los filosos dientes que se dirigen directo a mi cara. Una masa gris pasa volando rozando mi mejilla, el olor nauseabundo que desprende la criatura se mescla con el olor metálico de la sangre.


Son cinco en total, pieles grises con verrugas distribuidas por todas partes, las seis  patas cortas se contraen esperando el momento de saltar, la apestosa baba resbala por sus chuecos y puntiagudos colmillos.


No tengo ni idea de que está pasando. Ese es mi único pensamiento antes de que las asquerosas criaturas salten hacia mí.


 


 


*Malin*


Sentí mi corazón detenerse por un segundo cuando una mano jalo de mi hasta sacarme de la cama, mi cuerpo desnudo tiembla cuando el mojado cuerpo ajeno hace contacto con el mío, una mano me retiene fuertemente de los cabellos de mi nuca.


-que rápido me cambiaste Malin- con la respiración entrecortada volteo sin poder creerlo-mi amor ¿Qué acaso ya no me reconoces?-


Y si tarde unos segundos en reconocerlo, las cicatrices de quemaduras comían la mitad de su rostro, dejándole un ojo blanquecino que solo veía oscuridad. Sin embargo, aún podía percibir la elegante belleza que una vez porto ese rostro.


Me lo demostraba ese hermoso cabello lacio negro atado en una coleta, la fuerte quijada masculina y  el ojo bueno, verde claro con motas moradas. Esos ojos que una vez hicieron que mi cuerpo temblara de placer, ese hombre que en el pasado ame tanto.


-Rebastan…- mi voz se vio cortada con un jadeo cuando la mano de Rebastan descendiera hasta mi vientre, acunando a esa casi imperceptible curvatura.


Pero yo lo sabía, él pudo haberlo sentido  desde kilómetros de distancia, después de todo una vez fue un elfo de la luz, los más puros de sus especie. Criaturas capaces de ver hasta el alma de una planta,  de detectar la vida donde otros ni siquiera lo imaginarían.


-dejaste que ese apestoso lobo pusiera su semilla aquí- solté pequeño siseo de dolor cuando su mano hizo más presión en mi vientre mientras que la otra jalaba más fuerte de mis cabellos-¿Cuántas veces te propuse tener un pequeño Malin?-


-n-no…por favor Rebastan- suplique usando la mayor fuera posible para retener esa mano.


-veinte largos años cariño- asustado pude oír rugidos y estruendos provenientes de las cocinas- y eso no significo nada cuando decidiste quemarme vivo-


-¡eras un asesino!- el aullido de lobo resonó imponente.


-¡por favor Malin, los licántropos son solo bestias!- sin previo aviso me soltó arrojándome al suelo- yo te amaba ¡Deje todo para estar contigo!- con verdadero miedo me encogí arrastrándome hasta el rincón, mis ojos recorrían la habitación buscando una salida, mi báculo. Estaba guardado debajo de la cama, solo tenía que conseguir llegar hasta ahí, no podía usar mucha energía, pero de algo serviría.


-yo te amé Rebastan, pero no podía aceptar lo que hiciste- tembloroso me puse de pie- ¡vender almas de niños!-


-bueno eso no importa ya querido, tú me devolverás estas pequeñas cicatrices con creces- su mano bajo hasta detrás de sus pantalones para luego aparecer de nuevo, solo que esta vez con una navajas- esos cuernos son una mina de oro en el mercado negro-


Rebastan no tuvo tiempo de voltear cuando la demoledora sombra negra lo lanzo hasta el otro lado de la habitación, estrellándose contra el espejo que se rompió en mil pedazos.


-¡Godric!- corrí hacia el pecho desnudo de mi pareja ahora humana, su olor a sangre y sudor me envolvió.


-¿estás bien Malin?- entre sollozos histéricos pude asentir vivazmente. Aun no puedo sacar el susto de haber puesto a mi bebé en peligro-vístete, tenemos que salir ahora- aun confundido y un poco mareado logro coger un vestido del suelo e introducirme en él. Aprovecho para tomar el báculo, cuando alzo la mirada veo a mi lobo caminando de un  lado para otro, guardando ropa y dinero en una bolsa.


-¿Qué haces?- por un momento me tengo que recargar contra la cama al sentir el mareo aumentar.


-tenemos que salir de este lugar Malin, solo hazme caso por favor- sus ojos rojos me miran con tanta seriedad y desesperación que no dudo en obedecer dócilmente.


Doy una última mirada al cuerpo de Rebastan tirado en el suelo lleno de sangre y cristales antes de salir.


 


 


El doncel no puede evitar que el jadeo salga de su boca cuando observa en lo que se ha convertido su hogar. Cadáveres se esparcen por todos los pasillos, la mayoría de sus clientes, personas que conocía hacia tantos años, que había escuchado sus penas y reído con ellos. El olor a carne quemada hace que las memorias de su pasado revivan más que nunca.


-toma ponte esto- Godric tiene que usar toda su fuerza de voluntad para no flaquear ante la mirada perdida y triste de Malin, su prioridad ahora es sacarlo de ahí, el fuego aun no es muy grave pero no tardara en avivar. Se asegura de cubrirle bien la boca y nariz para evitar que inhale el humo.


Camina lo más rápido que puede, aun cuando siente como con cada paso que da sus heridas arden, está casi seguro de que esas cosas grises tenían alguna clase de veneno en los colmillos, no puede creer que haiga sido envenenado…de nuevo.


Solo que en esta ocasión tiene a dos personas importantes que proteger, su meta es llegar a un lugar seguro, luego podrá preocuparse del porque la vista se le hace cada vez más borrosa.


-¡Ágata! ¡¿Dónde está Ágata, Godric?!- a Malin no le gusta nada la mirada que le da el lobo, solo el crujido de las raíces sobre sus cabezas le recuerda que están en una construcción con peligro de caerse en cualquier momento. Sabe que la única persona responsable de esto pudo haber sido Rebastan, las chispas azules que lanzan las llamaradas de fuego se lo confirman, solo un elfo de la luz renegado tiene los poderes para destruir esa cabaña, después de todo él es quien la construyo.


Los ojos verdes se abren desmesuradamente, la apetecible boca queda suspendida en una exclamación muda, el hermoso cabello rosa es salpicado de sangre.


Malin no llega a tiempo para poder tomar a Godric entre sus brazos, cuando su cuerpo cae con un ruido seco al suelo, la navaja le ha dado justo en el centro del pecho y la sangre comienza a salir abundantemente. Los ojos de su amado se ponen en blanco antes de que caiga en la inconciencia.


-¡NO!…¡despierta Godric!- el doncel sacude imperiosamente el cuerpo del lobo, recorre con manos temblorosas el rostro cada vez más pálido. El pelirosado no sabe qué hacer, la desesperación y terror lo tienen inundado.


-carajo, falle- la cansada voz hace que Malin levante la mirada. Rebastan tiene varios vidrios clavados en el brazo izquierdo que cuelga como peso muerto, una gran mordisco se entrevé en su hombro,  el elfo con trabajo se sostiene el mismo, pero sonríe con satisfacción al ver el lobo muerto- ese lobo morirá por tu culpa Malin- el de cuernos solo tiene que alzar una  vez su báculo, una luz brillante sale de el…antes de lanzarse como una flecha en llamas directamente contra el pecho de Rebastan.


 Malin mira a su alrededor, otra vez...muerte, fuego, dolor. Todo se repite, nuevamente ha quedado solo.


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