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Aúlla conmigo por sombra_larga

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Notas del capitulo:

Lo siento!! Pero no se que onda con la pagina! No me deja subir los capitulos o si lo hago tardo muuuucho en subirlo, pero bueno para que le vengo con cuentos. Espero que lo disfruten, cualquier dudad me dejan comentario, yo les intentare responder cuando pueda

¡gracias por leer!

 

*Cristian*


Molesto, camino por las oscuras calles de Scratifan, ciudad de mala muerte, donde van los perdidos y las peores existencias se juntan.


Las calles son desniveladas, las casas se juntan unas sobre de otras hasta formar enormes murallas de ladrillos mohosos y con apariencia de caerse en cualquier minuto.


El sol acaba de dejar ir su último rayo de sol, los puestos comienzan a abrir sus puertas, los burdeles mandan a vulgares bellezas a la calle para atraer clientes, las tabernas sacan a los ebrios de la tarde y se comienzan a llenar con los de la noche.


Tal vez, lo único que me gusta de la ciudad es la variedad de especies que se pueden juntar en un solo lugar.


Desde hadas que venden extraños polvos que te harán volar a otro mundo, elfos desterrados de sus tierras, ofreciendo su guía por lo más peligrosos caminos a cambio de unas cuantas monedas, brujos vendiendo encantamientos y hechizos en engañosos trueques, te podrían pedir un recuerdo a cambio de un poderoso hechizo, solo los tontos aceptan ¿Qué pasa cuando olvidas porque estabas ahí?


Llego por fin a casa, una construcción azul, pequeña y torcida, en la punta de un risco, con el techo chapado de trozos de madera mohosa, por la pequeña ventana se alcanza a ver una luz.


Entro a la casa y con paso suave me interno a la única habitación.


Suspiro al ver a mi madre postrada en la cama, voy a cambiar el agua nuevamente.


Sus cabellos azules se han vuelto grises, casi blancos, algunos mechones se traban en mis dedos cuando acaricio su cabeza. Limpio la sangre seca de su boca.


Beso su frente y me quedo junto a ella para velar su sueño.


Mi madre se ha sacrificado para sacarme adelante, aún recuerdo a esa mujer fuerte de antes, la que cortaba con sus propias manos los leños para esos fríos inviernos, la que sacaba a los hombres ciegos de alcohol de la casa.


Él amaba a su madre y haría por ella lo que sea.


 


 


*Godric*


Las voces alegres y animadas son lo primero que oigo al despertar, con trabajo me levanto de donde estoy, una cama demasiado chica.


Miro a mí alrededor notando como ese cuarto de metro por metro ya tiene muestras de mi larga estancia, tazas de té, secretamente mezcladas con licor se distribuyen en distintas partes, uno que otro libro en el pequeño estante y la escaza ropa en un minúsculo armario.


 


Después de tres semanas y de insistentes quejas, por fin me gane un cuarto en ese lugar.


Fue una noche hace ya unas dos semanas, Malin me aventó las llaves de un cuarto, y se fue sin decir más, él era así, nunca aceptaría que había hecho algo bueno por alguien.


Tomé unos pantalones limpios junto con una toalla y salí al pasillo donde la actividad ya había empezado.


Solo después de cuatro días, cuando Malin me informo escuetamente que ya estaba listo para irme, descubrí que esto era una especie de posada, una muy especial.


Propiedad de Malin, una enorme cabaña natural, ubicada en medio de la zona más peligrosa del bosque negro, como casi todos lo llamaban aquí. La construcción al parecer fue hecha por ninfas del bosque que le debían un gran favor a Malin, al parecer muchas personas le deben favores a Malin.


Todos le guardaban cierto respeto, a pesar de ser un doncel de apariencia delicada y frágil, esta posada recibía clientela de todo tipo, desde viajeros que llegaban medio muertos hasta príncipes hadas, la construcción era gigante y se adentraba a más treinta metros bajo tierra, donde los cuarto eran sostenidos por las fuertes raíces de los árboles.


Pero la razón por la que más venían era por salud. Desde un pequeño con fiebre de pétalos hasta guerreros con alguna herida mortal. Si Malin era bueno para algo, además de gritar y refunfuñar, era para sanar, yo había visto en persona como con las manos desnudas cerraba la garganta atravesada de un mercenario humano.


No sabía cómo lo había hecho, pero ya que nadie comentaba acerca de la extraña habilidad ni de la peculiar apariencia del doncel, supuse que era un tema tabú.


Me dirigí a paso rápido a los baños subterráneos, donde toda una multitud de gente platicaba alegre en espera de su turno para ocupar un delicioso chorro de agua caliente saliente de una roca en la pared, en total eran doce cuartos individuales con “ducha”, pero igualmente había una tina comunal, yo prefería lo individual.


La fila avanzo, una persona choco contra mi espalda, un tímido “perdón” me llego a los oídos, me voltee y mi corazón se detuvo al ver una cabellera blanca.


Los ojos negros de la mujer  me miraban curiosos.


-ah… está bien- quite importancia al asunto, mi cabeza viajo a muchos metros de distancia en donde mi hermano debería estar.


Y no pude evitar preguntarme si algún día me perdonaría, mi pecho dolió de culpa.


 


 


*Malin*


Con impaciencia y molestia veo como Godric baja del segundo piso y se dirige a los baños, sin camisa.


Mi enojo aumenta al notar las miradas insinuantes y desesperadas, en mi opinión, de varios clientes.


Vuelvo a mi tarea de preparar el desayuno, descargando mi enojo con la masa destinada para hacer los bollos de pasas.


-pronto será luna llena- respingo al oír la maliciosa voz de Ágata, gruño molesto a la vez que comienzo a formar perfectas bolas de masa- ¿sabes lo que les sucede a los lobos en luna llena?-¡por supuesto que lo sabía! Meto la charola de resistente cobre al horno de piedra en donde dos tandas más de bollos la acompañan -¡vamos muchacho, disfruta de ese suculento cuerpo!- la jocosa voz de la anciana me saca de quicio -¡si tu no lo haces alguien más lo hará!- afirma.


-¡ya lose!- gruño irritado, me giro hacia la anciana que me devuelve una mirada gris llena picardía, deja a un lado el guiso de carne que hierve a fuego bajo sobre el fuego.


-entonces haz algo- se cruza de brazos, las arrugas alrededor de su boca se acentúan cuando chasquea la lengua- nada pasara si solo sigues fulminando a todo el que se atreva a mirarlo-


Con paso lento me acerco hasta ella y me siento en un banquito, mis largas piernas se encojen con dificultad, teniendo cuidado con mis cuernos recargo mi cabeza en su pecho, Ágata suaviza la mirada y me acaricia el cabello.


-pero tata…él no es de aquí- rezongo, escondo mi cara en su vientre, aspiro el aroma que desentierra recuerdos de la infancia-¿Cómo sé que un día no se ira?-


-no lo puedes saber mi diablito- frunzo el ceño al oír ese apodo que nunca desapareció a pesar de los años, ella ríe quedamente- ¿qué más puede pasar?  ¡Solo vas a disfrutar de una buena follada¡-


-¡tata!- ella ríe ante mi sobresalto- yo quiero que…mi primera vez sea algo muy especial- me tapo los ojos mientras el rubor sube por mi cara, de súbito ella me empuja haciendo que caiga de la silla.


-¡diablito mentiroso estaré vieja pero aún no ciega!- rio por lo bajo cuando veo su cara de molestia, con irritación se acomoda los pelitos que salen del prieto chongo gris- si de algo no tengo duda es que tú, no eres virgen- la mirada gris se achica.


Con trabajo me levanto del suelo alisándome el vestido azul.


-bueno no exactamente virgen…- susurro por lo bajo, ella alza una ceja inquisitiva.


 


 


*Godric*


Una vez duchado y con las ropas negras de trabajo me apresuro al comedor, es grande, con enormes ventanales decorados con cortinas blancas gruesas que dan vista al prado, por lo menos con veinte mesas de madera maciza y resistente, al lado de las mesas esta una barra con varios bancos. Aun después de casi un mes de estancia, no me termino de acostumbrar a la arquitectura del lugar, el techo redondo, formado por delgadas raíces que se entrelazan.


A unos pocos metros sobre mi cabeza flotan pequeñas bolas de luz suave azul, las cuales nunca se apagan. Obra de un mago, me conto Ágata, regalo de un amante de Malin, gruño ante el pensamiento.


En el comedor ya algunos clientes disfrutan una taza de caliente té o café, unos que otros me saludan con un cabeceo, otros siguen en sus asuntos misteriosos.


Es al lado de la barra, en donde hay una puerta de madera pintada de blanco, en donde está mi destino.


Tres metros antes de llegar mi agudo oído lo  capta “quiero que mi primera vez sea algo especial…” mi andar queda congelado al instante. Esa definitivamente era la voz de Malin, ¿primera vez? ¿¡Acaso él era virgen!?


Pero un momento. Él era virgen. Quería que su primera vez fuera especial… ¿¡con quien iba a ser su primera vez!? Aprieto los puños a la vez que mis dientes rechinan, ¿Quién será el hijo de puta?


Con paso decidido entro a la cocina, mi llegada deja a Malin a media frase, entrecierro los ojos cuando le veo ponerse pálido, pero enseguida se recupera lanzándome una mirada de indiferencia, como si nada se voltea y saca una cesta de mimbre debajo de la enorme mesa  recubierta de mármol blanco que ocupa la mitad de la cocina.


Me examina con la vista antes de salir de la cocina, seguramente a recoger frambuesas. No puedo evitar admirar su respingoso trasero antes de que su figura desaparezca por completo.


Cuando al final la puerta se cierra me volteo a la anciana que observa toda la escena con una enorme sonrisa.


Ágata, “tata” como le llama Malin, es una criaturita de lo más compleja, bajita y jorobada, menuda y con  cierto aire que demuestra una gran belleza en el pasado. Su cabello gris siempre amarrado en un implacable moño adornado con un broche de mariposa, bañado en oro y  con incrustaciones de rubíes. La piel blanca surcada por arrugas, los ojos grises redondos y largas pestañas negras, siempre rodeados de una espesa capa de kohl, cejas finas grises, dos cuernos negros brotan de la frente, que a diferencia de los de Malin, son ligeros y cortos.


En verdad me he encariñado con esta señora.


-buenos días Lucian- la rasposa voz de la anciana me saluda- desayuna antes de que vuelva gruñidos-  se acerca a mi dándome una palmada en espalda.


-buenos días Ágata- con ánimo me acerco a la enorme mesa de mármol en donde tres bancos esperan vacíos.


La anciana me sirve un vaso de leche tibia junto con un pan con pasas recién hecho.


-a Malin le gusta salir a caminar por las noches sabes- me dice susurrando en un guiño, yo le miro pasmado- esa puerta es muy delgada y tus oídos muy sensibles-su mirada se vuelve inquisitiva-yo también fui joven muchacho-


Como amo a esta señora.


 


 


*Milan*


Con desespero muevo las caderas, mi cuerpo arde de deseo y solo hay una solución a este problema.


Las manos fuertes de Laurence recorren mis hombros para subir por mi cuello, junta nuestros labios, nuestros dientes chocan pero no nos importa, mi lengua acaricia la suya, su mano derecha baja hasta mi sensible pezón que se ha oscurecido con el tiempo, lo aprieta entre sus dedos.


-aaaahhh, no La-laurence ¡ah!- brinco sobre su pene con más ansia ante la caricia, él toma mis caderas hundiéndose aún más profundo- ahhh mass si si si ah- gimo enloquecidamente al sentirlo tan dentro.


Enredo mis manos en sus cabellos rubios.


-¡oh dios Milan!- gime contra mi pezón cuando mi orgasmo llega al fin, mi pene se libera entre nuestros estómagos a la vez que aprieto mi entrada soltando todos los fluidos- eres tan estrecho ¡aah!- tiemblo ante su ronca voz a la vez que siento su caliente semen llenar mi entrada.


Caemos rendidos en el colchón, nuestras ropas se encuentran regadas por toda la habitación, me acomodo contra el fuerte cuerpo de mi esposo, de modo que mi vientre hinchado no se aplaste.


-dios- suspira Laurence- me estas exprimiendo la vida Milan- susurra mientras acaricia mi cabello.


-no es mi culpa, es de tu hijo- reprocho conteniendo un bostezo.


-¿es culpa del cachorro que a cada rato quieres coger?-


-así es, tendrás que sacrificarte por el- digo conteniendo una sonrisa, sé que en las últimas semanas he estado muy, pero muy caliente, al punto en que casi no hemos salido de la habitación.


-hare el intento- aun con los ojos cerrados puedo notar la sonrisa en la boca. Su mano pasa de mi cabello a mi cadera y de ahí a mi estómago, donde nuestro hijo, con tan solo tres meses y medio ya está inflamando mi vientre.


Hace ya cuatro semanas, mi madre, como era de suponer, descubrió todo. Nunca había visto a mi padre tan deprimido y lúgubre, rondado por el castillo, lamentándose y lanzado miradas de perro mojado callejero a mi madre, que ni siquiera lo ha dejado dormir en el mismo cuarto.


Cuando se enteró de mi embarazo organizo una boda, con todo y cuatro meses de embrazo en una semana, por supuesto nos dio la regañiza de nuestra vida y que mi abuelo Divan junto con su esposa tuviera que venir no ayudo a mejorar su humor.


En cuanto la desaparición de mi hermano. El nunca habla de ello enfrente de nosotros, por más que he intentado de disculparme con él, simplemente me caya diciéndome que no tengo la culpa y que no quiere hablar de eso conmigo.


Pero no puedo evitar culparme, sé que la desaparición es lo que causa la enorme tensión entre mis padres. Además de que es la primera vez que paso tanto tiempo alejado de Godric, mi corazón se oprime al solo pensar que nunca lo podre volver a ver.


Solo termino se cerrar los ojos, relajándome con la suave respiración de Laurence, intentando olvidar esta angustiosa culpa y concentrarme en mi futura familia.


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