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Camus, el libertino por Euridice

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Notas del capitulo:

Hola! al fin puedo actualizar!!! Disculpen el retraso, pero he estado con miles de trabajos de la facultad. 

Ahora sí llega Milo, habrá que ver lo que sucede! Les advierto que este capítulo tiene relaciones sexuales heterosexuales, pero prometo que tiene justificación, además lo compensé con un lemon que espero que sea de su agrado =P

 

Sin más que decir, espero que lo disfruten, y sino bueno, háganmelo saber y veo cómo lo podré mejorar ;)

Era otro lunes en el santuario, el verano se hacía sentir y el sol brillaba con fuerza, calentando la mañana; Camus se levantó y desayunó para luego ir a entrenar, como ya era costumbre, con la diferencia de que en lugar de usar sus pantalones y camiseta usual de entrenamiento, optó por la ya conocida y sensual túnica regalada por Milo. Antes de partir al coliseo, se observó unos instantes al espejo, contemplando la imagen que éste le devolvía: notaba que algo en él había cambiado, aunque no lograba darse cuenta de qué era exactamente. Se veía igual que siempre, mismo peso, mismo rostro, pero algo era diferente, algo no tangible pero que él sentía al ver su propio reflejo; luego de unos minutos de auto reflexión, Camus se dirigió al lugar de entrenamiento.

 

Esa mañana entrenaría con Deathmask, pues eso había acordado con el canceriano; todos los que allí estaban observaban con sorpresa que, de repente, Camus se llevara tan bien con el guardián de la cuarta casa. Si bien nunca demostraron rivalidad ni mucho menos, algo que todos tenían bien presente era que el de acuario no tenía mucho en común con Deathmask: éste prefería conquistar cuanta persona se le cruzara en los bares y salir a beber toda la noche, mientras el de la onceava casa era de los que gustaban de ver una película de terror o misterio junto con una buena cena, o de tomar unas copas moderadamente, escuchando buena música en la casa de alguno de sus amigos o en la suya. Aioria y Saga quedaron más desencajados aún cuando escucharon al onceavo guardián acordar verse con el de cáncer a las siete para salir a beber en un conocido bar de Rodorio; resonaban en sus cabezas como alarma unas palabras que Deathmask le dijo a Camus: “esta noche no perdonaremos a nadie, vamos a beber hasta quedar inconscientes y a hacerlo hasta morir”.

 

El caballero de leo y el gemelo mayor se estremecieron; si Camus había aceptado tan contento esa invitación al salvajismo, eso sólo podía significar que su plan había fallado estrepitosamente, y que el efecto del Télos Bakcheia persistía en el organismo del acuariano. Y como si eso no fuera suficiente infortunio, ese día llegaría Milo; ¿cómo le explicarían al celoso escorpión la extraña conducta de su amado aguador?, claro estaba que Milo no creería una palabra, pues si bien creía en los fantasmas y otros fenómenos paranormales, desacreditaba todo lo que estuviera relacionado con la magia o la hechicería, los consideraba una ridiculez. Los dos caballeros no le quitaban los ojos de encima al onceavo guardián, y esto no pasó desapercibido para nadie, en especial para sus parejas, Aioros y Shaka, quienes no se veían para nada felices con tanta atención volcada hacia el acuariano por parte de sus amados.

 

-  ¿Por qué será que están tan pendientes de Camus?- preguntaba Shaka.

 

-  ¿Y a ti qué te parece? ¡Míralo nada más!, venir a entrenar con ese taparrabos, no tiene vergüenza. ¡Descarado!…- contestaba el sagitariano, sin disimular sus celos y la rabia que sentía cuando Saga miraba al de acuario.

 

 

-  No quiero hacerte quedar como un loco, pero no creo que ese sea el motivo…

 

-  ¿A qué te refieres?

 

-  Si los observas con atención, no lo miran con deseo, sino que parecen…preocupados.

 

-  Más les vale. Si llego a enterarme que Saga coquetea con Camus, enloqueceré y le clavaré mi flecha justo en la cabeza sin pensarlo…- dijo Aioros con recelo- Aunque… ¿qué podría preocuparles tanto de Camus?

 

-  No lo sé, pero aquí hay gato encerrado, y estoy dispuesto a averiguarlo.- respondió Shaka muy seguro.

 

-  Te ayudaré en lo que pueda entonces.

 

El entrenamiento terminó, y mientras Aioros y Shaka planificaban cómo desentrañar el misterio de por qué Saga y Aioria perseguían a Camus, éste volvía a su templo con mucho calor. Sin pensarlo dos veces el caballero de acuario se dio un chapuzón en una piscina que había en el patio trasero de su templo; Shion había sugerido instalarla, pues consideraba que dado que el signo era representado por un aguador, merecía tener un espacio con agua. Camus estuvo más que de acuerdo, pues muchas veces el calor de Grecia lo agobiaba y el contar con una piscina sería ideal para refrescarse. Estaba nadando plácidamente, hasta que percibió un cosmos frío, muy familiar, parecido al suyo, el cual solo podía ser de una persona: su discípulo Hyoga. El joven se anunció para pedir permiso a su maestro para pasar, ya que debía ver a Saori para informarle sobre Shiryu, quien al parecer tendría un hijo con Shun Rei; se alarmó por un momento cuando su maestro no respondía su llamado, y empezó a buscar por el recinto al aguador, hasta que en el patio trasero, allí lo vio en la piscina, saliendo del agua a paso felino, con su largo cabello empapado, y completamente desnudo. El rubio quedó paralizado.

 

-  Hyoga, ¿qué te trae por aquí?

 

-  Ma…ma…maestro…- balbuceó el ruso, al ver la desnudez del mayor y su seductora sonrisa.

 

-  Relájate, me conoces desde que eras un pequeño. ¿Por qué te alarma verme desnudo?

 

-  Yo…yo…no quería inte…interrumpirlo.

 

-  No lo haces, tranquilo.- dijo Camus mientras cubría sus partes con una especie de pareo tejido muy corto y que dejaba entrever sus partes.

 

-  Yo…necesitaba hablar con Saori…es decir, Atenea.

 

-  ¿Entonces ya te vas? ¿Tanto tiempo sin verme luego de que fui revivido y no te quedas unos momentos a pasar tiempo conmigo?- preguntó el peli turquesa acercándose con alarmante voluptuosidad a Hyoga, quien estaba con las mejillas como tomates.

 

-  Bueno…tal vez…je je…yo podría quedarme con usted un momento, no es nada urgente…

 

-  Maravilloso. Dame un minuto, me asearé y prepararé algo para los dos.- agregó Camus y acto seguido entró al baño a darse una ducha, mientras Hyoga daba un fuerte suspiro, tratando de contener el calor que recorría su entrepierna.

 

Una vez que el peli turquesa se bañó, preparó un almuerzo ligero para él y su discípulo y se pusieron al día con los acontecimientos de sus vidas luego de la guerra santa; Hyoga en un descuido confesó a su maestro que estaba saliendo con Shun y que estaba muy enamorado, pero no se atrevía a tener relaciones sexuales con él, pues el caballero de Andrómeda era virgen y Hyoga no quería lastimarlo. Mientras la charla transcurría, el rubio notaba que su maestro se mostraba mucho más abierto de lo habitual, es más, hasta parecía coquetear con él, algo que lo dejaba algo desconcertado y lo hacía esquivar la mirada al piso; nunca lo había dicho a nadie, ni siquiera a Seiya, quien era su confidente, pero sentía gran atracción hacia su maestro en secreto. El hecho de estar almorzando con él contándole sus intimidades, y además recibir sonrisas pícaras y miradas sugestivas de quien fuera su entrenador, era una tentación muy difícil de resistir.

 

-  Hyoga, deberías intentar acercarte más a Shun, si él te corresponde, confiará en ti.

 

-  Pero…maestro…no sé cómo hacerlo…yo…nunca lo hice con un hombre…

 

-  Puedo enseñarte.- gatilló el guardián de la onceava casa dejando al ruso hecho piedra.

 

-  ¿A…a qué se refiere con eso?

 

-  Piénsalo como un entrenamiento…para lograr la técnica de polvo de diamantes, debiste observarme a mi hacerlo, y practicar…

 

-  C…Camus…yo soy su alumno…

 

-  ¿Y qué hay con eso? ¿Sabías que en la antigua Grecia el amor entre un maestro y su discípulo era considerado el amor más puro?- preguntó el peli turquesa.

 

-  Se…Seiya me comentó algo, pero no lo recuerdo.- respondió Hyoga con nerviosismo.

 

-  Pues déjame recordártelo entonces…- dijo el peli turquesa y se acercó para besar a quien fue su discípulo.

 

-  No…no debo…no debemos…- dijo el rubio haciendo a un lado el rostro de su maestro.

 

-  ¡Deja de engañarte a ti mismo Hyoga! Me deseas.

 

-  No es cierto.

 

-  ¡Claro que sí, y lo sabes muy bien! ¿Crees que no me daba cuenta cuando tú e Isaac me espiaban mientras me desnudaba para ducharme?- acusó Camus y Hyoga se sobresaltó; sus mejillas estaban a punto de estallar de tanto rubor- Vamos Hyoga…te enseñaré lo que hacemos los hombres…- agregó el de la onceava casa y tomó al rubio de la cintura para besarlo con pasión.

 

Camus tocaba cada centímetro de la suave piel de su discípulo, al tiempo que introducía su lengua en la boca del menor como si buscara saciar un apetito voraz por sexo; Hyoga correspondía aunque no dejaba de mostrarse sorprendido. Rápidamente lo alzó sobre sus caderas mientras el ruso rodeaba con sus brazos el cuello del francés, y lo llevó a la habitación para ponerse en acción y darle una lección de educación sexual a su alumno. Comenzó por quitarle la armadura al cisne, pues era más que molesta para este tipo de eventualidad, y luego lo desvistió; no tardó mucho en quitarse la ropa él también y no pudo evitar sonreír con diablura al notar la mirada de admiración de Hyoga.

 

-  Bien Hyoga, es importante que prestes mucha atención a lo que voy a explicarte. Debes tomar a Shun de forma natural, no lo fuerces a nada…- explicaba mientras su alumno asentía con la cabeza.

 

-  De acuerdo.- respondió con cierta timidez, y Camus lo recostó en la cama para colocarse encima de él.

 

Besó el cuello del caballero de bronce haciendo que el joven gimiera, para así trazar con sus labios un camino que recorría todo su torso, deteniéndose en los rosados pezones de Hyoga que estaban ya erectos por el contacto que la lengua de su maestro hacía con ellos, arrancando gemidos suaves de la garganta del más joven, mientras comenzaba a acariciar los genitales de su discípulo.

 

-  Te mostraré algo que hará que tu conejito quede a tu merced.- dijo mirándolo fijamente a los ojos, arrancándole de un movimiento la ropa interior.

-  Maestro…- decía Hyoga muy ruborizado, tanto por el placer como por la timidez, al observar que Camus comenzaba a besar su bajo vientre para llegar a su pelvis, y finalmente a su miembro.

 

El peli turquesa introdujo el miembro de Hyoga en su boca, recorriéndolo con sus labios de arriba abajo, bordeando el glande con su lengua, lo cual hacía al rubio sentir que todo su cuerpo se estremecía; sus gemidos iban en aumento, junto con el ritmo al cual su maestro engullía su pene. El menor era avasallado por un fuerte impulso de placer que se sentía en cada parte de su cuerpo; su piel se erizaba ante las caricias de Camus y sus manos estrujaban las sábanas en señal de excitación. Fue así que lo sintió, una oleada de calor que recorría su abdomen y un bombeo en su pelvis que anunciaban lo que estaría por suceder; Hyoga llegó al clímax, volcando su esencia en la boca de su maestro, quien la saboreó hasta la última gota. Pero la lección no acabaría aún, pues ahora Camus se sentaba a horcajadas sobre su alumno para tomar sus labios nuevamente e instruirlo en una de las cosas más importantes del sexo, pero no sin antes verificar cómo el menor se sentía.

 

-  ¿Qué te pareció eso, Hyoga?

 

-  ¡Wow! Eso…eso fue…increíble…- decía entre gemidos, tratando de recuperar el aire.

 

-  Pues eso es solamente el comienzo, ahora viene la parte más importante. Para esto es fundamental que prepares muy bien a Shun, debes relajarlo lo máximo posible.

 

-  Entiendo.

 

-  Te mostraré cómo lo harás…- y al terminar de decir estas palabras, Camus procedió a preparar con dedicación la masculina entrada del ruso.

 

Hyoga sintió la húmeda lengua de su maestro en su intimidad y el cosquilleo lo hacía vibrar intensamente, para al rato percibir que Camus rozaba la yema de sus dedos en ese mismo lugar. Todas esas sensaciones eran tan nuevas como excitantes para el rubio, cuya espalda se arqueaba y su garganta continuaba emitiendo profundos cantos de placer; el peli turquesa ensalivó uno de sus dedos y se dispuso a penetrar a su alumno, no sin antes advertirlo al respecto.

 

-  Bien, esto va a dolerte un poco al principio, pero trata de relajarte. Si te tensas, será más doloroso aún.- Hyoga solamente asintió, y pronto sentiría cómo el dedo de su maestro se introducía en sus entrañas.

 

El joven dio un apagado grito de dolor, ya que el intruso intentaba abrirse paso en su estrechez; empero, también era placentero. Acto seguido Camus introdujo otro de sus dedos para moverlos con delicadeza en el interior del chico, quien no dejaba de gritar y gemir, tanto de gozo como de dolor. Cada movimiento de los dedos del peli turquesa en sus entrañas le hacía temblar como jamás lo había hecho, y sentir que su conciencia se nublaba al estar tan sumergido en ese océano de éxtasis.

 

-  Aquí viene la parte más placentera; repito, es esencial que lo hagas con delicadeza, porque podrías lastimar a Shun. Puedes ayudarte con esto.- agregó el guardián de la onceava casa, al tiempo que le mostraba a Hyoga un tubo de lubricante.

 

Camus se colocó un preservativo y se aseguró de lubricarlo bien, así como a la entrada de su discípulo; “respira hondo Hyoga” le dijo, y una vez que lo tomó de las caderas para lograr una posición más cómoda para ambos, comenzó a introducir el glande en el menor, quien gritó sin poder contener el espasmo que aquél contacto le hizo sentir. Con gran paciencia el caballero de acuario introdujo poco a poco su miembro en el cuerpo de Hyoga, quien se aferraba a la espalda de su maestro con fuerza, tratando de procesar el intenso dolor y aún más fuerte placer que le causaba el pene de Camus abriéndose paso en sus paredes internas. Una vez lo penetró por completo, el francés dio inicio a su vaivén de placer, embistiendo a Hyoga con movimientos lentos y profundos en un principio y más rápidos luego, que le generaban hormigueos a lo largo de la espina dorsal al ruso. Fue en una de esas tantas estocadas que el miembro de Camus tocó la próstata del rubio, quien esta vez no logró contener un grito de éxtasis, al tiempo que acababa entre su vientre y el de quien fue su maestro, llegando éste al clímax en el interior de Hyoga.

 

Sin aliento, ambos cayeron rendidos en la cama, Hyoga aún sin entender muy bien qué era lo que había pasado, pues no esperaba tal comportamiento de Camus, y éste sonreía con satisfacción al haber logrado enseñarle algo más interesante que el cero absoluto a su discípulo; lo besó en los labios con respeto y luego Hyoga entró al baño para darse una ducha, pues estaba empapado en sudor y su piel desprendía las feromonas que le hacían oler a sexo. Se vistió y se puso su armadura para dirigirse donde estaba la diosa, no sin antes despedirse de su maestro y agradecerle por instruirlo en asuntos de índole sexual; Camus se sentía sumamente satisfecho, no solo en el plano sexual sino además en el espiritual, pues pensaba que como maestro había logrado transmitir a su discípulo no solamente conocimientos sobre las técnicas de combates y cómo elevar su cosmos, sino a disfrutar de los placeres mundanos de la vida. Esa tarde, una vez que el joven se había ido, durmió una siesta para estar descansado, pues a las siete se vería con Deathmask y sabía que eso requeriría de mucha energía.

 

Camus se despertó de su siesta como nuevo, se dio un largo y relajante baño y emprendió rumbo a la cuarta casa para encontrarse con Deathmask; allí estaba el canceriano esperando a su nuevo compañero de juergas con gran dicha, y fue así que partieron a Rodorio para beber unas cervezas y, por supuesto, conquistar, conquistar y conquistar. Fueron a un bar muy conocido por los aldeanos que tenía un ambiente rústico, el cual le gustaba mucho al italiano, pues según él le hacía sentir que estaba en el lejano oeste. Entre chistes de índole sexual que Deathmask hacía, arrancándole unas cuantas carcajadas a su compañero, los dos caballeros bebían unas cuantas cervezas, pero no habían notado que tres jóvenes y atractivas mujeres entraban al lugar. No fue hasta que el canceriano tuvo la idea de tomar un tequila con su compañero que hizo contacto con ellas; Deathmask se acercó a la barra junto con Camus y mientras el cantinero les preparaba sus bebidas, el de la cuarta casa no pudo contener su galantería y la manifestó sin vergüenza ninguna.

 

-  ¡Mamma mia! ¡Bella ragazza!- exclamó el peli azul, mirando las bien formadas nalgas de una joven de largos rizos color negro. La joven se dio media vuelta para encontrarse con el caballero de cáncer.

 

-  ¿Italiano?- contestó la joven, quien era nada más ni nada menos que una de las bacantes de Dionisio.

 

-  Así es, te presento a mi amigo, él es francés.- agregó el de cáncer, mientras presentaba al aguador a la joven- ¿Viniste sola?

 

-  No, aquí están mis dos mejores amigas conmigo, ellas son Amalia y Berenice- dijo la joven señalando a una rubia y a una joven de largo cabello castaño- mi nombre es Dione.

 

-  Ustedes son muy guapos.- dijo Berenice, quien no le quitaba los ojos de encima al de acuario.

 

-  Gracias.- contestó Camus.

 

-  ¿Qué hacen tres bellas jóvenes solas una tarde de lunes como esta?

 

-  Solo nos relajamos un rato.- contestó Amalia.

 

-  ¿Quieren compartir una mesa con nosotros?- preguntó Deathmask sin pensarlo.

 

-  Claro que sí.- contestó Dione, y fueron a una mesa más grande, y allí pidieron unos shots de tequila para las tres bacantes también, cortesía del italiano, quien era experto en conquistar mujeres.

 

La noche apenas comenzaba, pues cuando las chicas se unieron a los dos caballeros eran poco más de las ocho, y fue así que las tres bacantes retaron a los dos dorados a beber más shots de tequila; Camus se retiró antes del reto, el tequila no era una bebida a la cual estuviera muy acostumbrado, y no quería terminar inconsciente. Empero el caballero de cáncer bebía una copita tras otra y, como era de esperarse, ganó el reto; el caballero de cáncer alardeaba de que él y Camus eran santos de Atenea y no dudaba en contar todas sus hazañas a las jóvenes para impresionarlas. Camus asentía hasta que Amalia le rogó que hiciera un truco usando su habilidad de congelar; fue así que por insistencia de todos, en cuestión de segundos congeló el vaso de cerveza de Dione, recibiendo vitoreo de las tres bacantes.

 

Suele pasar cuando se está borracho que se pierden las barreras morales que una persona pueda llegar a tener, y se vuelve capaz de cometer locuras; por más que Camus y Deathmask eran santos de Atenea, no serían excepción. Ambos estaban muy ebrios y en un parpadeo ya estaban en una habitación de un pequeño hostal del pueblo, donde las tres bacantes se hospedaban. Las jóvenes se encontraban hablando jocosamente, hasta que en un momento un recuerdo vuelve a la memoria de ellas: los tres atractivos caballeros dorados que se encontraban en aquél bosque discutiendo sobre cómo ayudar a uno de sus amigos, que parecía ser muy pacato.

 

-  No puedo creerlo… ¡es él!…el mojigato…

 

-  ¿Qué dices, Berenice?- cuestionó Amalia

 

-  ¿No lo recuerdas? Tres caballeros del santuario estaban preocupados por su mojigato amigo y le darían de beber del ánfora que teníamos en nuestras manos sin saber de dónde había salido.

 

-  ¿Y qué tiene que ver eso con ellos?- preguntó Dione.

 

-  Pues…que encontramos al mojigato que bebió de la misteriosa bebida…

 

-  ¿¿El italiano?? ¿¿Mojigato?? Si ese es un desvergonzado, y no creo que sea por ningún elíxir.- exclamó Dione.

 

-  No el italiano, el otro, el que se llama Camus.

 

-  ¿Que el mojigato del cual hablaban esos santos de Atenea que vimos en el bosque no se llamaba Milo?- preguntó Amalia, quien estaba algo confundida.

 

-  No, se llamaba Camus, tienes razón, yo lo escuché también.- acotó Dione.

 

-  ¡Vaya! ¡Es hermoso!- agregó Berenice entre suspiros.

 

-  ¿Y por qué no está con el tal Milo? ¿No se suponía que sus amigos lo harían beber del ánfora para que perdiera su timidez y le declarara su amor?- inquirió Amalia.

 

-  Quién sabe…pero me gustaría saber qué tan poderoso es ese elíxir…- agregaba Berenice.

 

-  Preparémonos chicas, pues esta noche va a ser muy alocada.- terminó por decir Dione, y las tres rieron como brujas, pues ahora tenían al caballero de acuario a su plena disposición para desatar su lujuria.

 

                                 ***********

 

Mientras tanto, en el santuario, Mu y Milo llegaban de Jamir; Aioros, Shaka, Saga y Aioria estaban esperándolos para saber cómo les había ido. Mu mostraba su característica calma y explicó a sus compañeros que la misión no había sido nada preocupante, que había consistido en patrullar algunas zonas en las cuales se sospechaba que había fuerzas malignas, pero que no eran más que el resultado de unos raros fenómenos geológicos. Sin embargo, el caballero de escorpio no se veía nada bien; estaba muy pálido y por demás callado y cabizbajo, algo muy poco usual en él. Aioros no pudo controlar su sinceridad y disparó el primer comentario al respecto.

 

-  ¡Vaya Milo! ¡Te ves terrible!

 

-  ¡Aioros!…- exclamó Saga en forma de regaño.

 

-  ¡Perdón!- contestó el arquero con arrepentimiento.

 

-  Es cierto, no se ve bien, ¿le ha ocurrido algo?- preguntó Aioria.

 

-  Me temo que se excedió un poco con las comidas que los aldeanos nos ofrecieron en Jamir como agradecimiento; ha estado vomitando y es por eso que llegamos más tarde de lo pensado, preferimos esperar a que cesara un poco su malestar.

 

-  ¡Vaya! ¡Qué mala suerte tienes Milo!- exclamó Aioros, recibiendo una mirada inquisidora de Saga por su indiscreción, ya que le apenaba ver al de la octava casa quejándose de su malestar.

 

-  No te preocupes Milo, te ayudaremos. Shaka, tú lleva su equipaje que yo llevaré su armadura. Te acompañaremos hasta tu templo y Shaka te preparará una infusión de hierbas.- dijo Aioria.

 

-  Gracias.- respondió Milo con una voz muy apagada, y así se dirigió junto con la pareja hacia su casa para descansar.

 

Ya en la casa de escorpio Aioria se tomó el tiempo de acomodar las cosas de Milo en la habitación, mientras este se daba una ducha y Shaka preparaba una infusión de hierbas para calmar la indigestión del escorpiano; cuando terminó de bañarse, Milo se sentó en la mesa junto a sus dos compañeros, y mientras bebía el té notó la ausencia de su gran amigo y amado.

 

-  ¿Dónde está Camus? Es extraño que no esté aquí, siempre es el primero en recibirme cuando vuelvo de las misiones.- preguntó el escorpiano, dejando a Aioria con un evidente nerviosismo que no pasó desapercibido por el perspicaz virginiano.

 

-  Ehh…no tengo idea…- balbuceó el de leo.

 

-  ¿Qué dices Aioria? ¿Acaso no recuerdas que salió con Deathmask al pueblo?- dijo Shaka, haciendo que Aioria quedara pálido como un muerto y que Milo mostrara gran desconcierto en sus ojos.

 

-  ¿Deathmask? ¿Camus está con Deathmask?- preguntó el escorpiano sin salir de su sorpresa.

 

-  Sí…je je…bueno, tú sabes, tal vez Deathmask  le pidió a Camus que haga de conductor responsable, tú sabes, él siempre se emborracha y a veces ni llega a su templo…- agregó Aioria, y Shaka no dejaba de observar el creciente nerviosismo del caballero de leo.

 

-  Sí, tal vez...gracias por el té Shaka y a ti, Aioria, por ayudarme con mis cosas. Creo que mejor voy a dormir, me siento algo débil.

 

-  Está bien, descansa. Recupérate pronto.- dijo Shaka y se puso de pie para irse.

 

-  Sí, descansa, y no te preocupes por Camus, él volverá en cualquier momento.- dijo Aioria totalmente desencajado aún por la pregunta de Milo, y se fueron de la casa de escorpio.

 

Aioria se fue a su templo prácticamente corriendo, pues ya era más que obvio que Shaka sospechaba que él era parcialmente responsable de la conducta inusual del aguador, y con una excusa ridícula de que tenía que limpiar, se marchó y llamó a Kanon desesperado para tratar de hacer algo para enmendar su gran error, pues Saga estaba con Aioros, por lo que no podía hablar con él del asunto. Shaka, por su parte, fue hasta la casa de sagitario para hablar con su custodio; escondido detrás de una columna el caballero de virgo encendió su cosmos, alertando al arquero de que estaba allí.

 

-  ¡Pts, pts! ¡Aioros!- susurraba el rubio.

 

-  ¿Alguna novedad, Shaka?

 

-  No mucho, pero debiste ver cómo se puso Aioria cuando Milo preguntó dónde estaba Camus. Actuaba como si estuviera ocultando algo.

 

-  ¿Dices que tal vez le esté ocultando a Milo que Camus se fue de juerga con Deathmask?

 

-  Exacto, y es más, cuando le dije a Milo dónde estaba Camus, puso una ridícula excusa de por qué Deathmask lo invitó a salir con él.

 

-  Todo esto es muy sospechoso…- decía Aioros mientras frotaba su barbilla con la mano.

 

-  Claro que lo es, y llámame loco, pero estoy convencido de que Aioria, Saga y Kanon tienen algo que ver con de la conducta de Camus.- agregaba Shaka.

 

-  ¿Pero cómo pudieron provocar algo así? Si le hubiesen dado drogas, lo cual lo dudo, ¿el efecto no debió haber acabado ya?

 

-  No creo que le hayan dado drogas, pero ten algo por seguro: en el pueblo hay muchas mujeres que practican la hechicería…

 

-  ¿Hechicería?, Vamos Shaka, ¿acaso te golpeaste la cabeza? ¿Desde cuándo crees en esas cosas?- cuestionaba Aioros con ironía.

 

-  ¿Existe otra explicación lógica?- respondió el rubio, dejando al griego muy pensativo, y al ver que Saga estaba saliendo de la ducha y llamaba a su pareja para que le alcanzara una toalla, el caballero de virgo regresó a su templo para poner en marcha su búsqueda de hechiceras de Rodorio para averiguar si tres (torpes) santos de Atenea se habrían aparecido a solicitar algún extraño hechizo para jugarle una broma pesada a todos.

 

                   ******************************

 

En una pequeña pero cómoda habitación de un hostal, las tres bacantes y los dos caballeros, todos ellos con una evidente borrachera, se encontraban hablando animadamente y riendo de las locas anécdotas de Deathmask; en cierto momento de la noche, Berenice se acerca a Camus con notoria seducción, pues había quedado algo relegada cuando sus dos amigas se abalanzaron sobre el italiano para besarlo con fervor. Curiosamente, en la radio de las chicas sonaba una canción de Motley Crue llamada “Girls, girls, girls”

 

-  ¿Te diviertes, francesito?

 

-  Bastante, pero parece que nos quedamos afuera de la verdadera fiesta…- comentó el peli turquesa señalando a Deathmask quien era desnudado por las dos jóvenes.

 

-  ¿Por qué estás tan seguro? Podríamos hacer nuestra propia fiesta…

 

-  ¿Qué tienes en mente?- preguntó Camus.

 

-  ¿Contigo? Demasiado como para perder el tiempo explicándote…- dijo Berenice y rodeando el cuello del galo con sus brazos lo besó acaloradamente.

 

Camus disfrutaba de esos suaves labios, increíblemente tan parecidos a los suyos, y se deleitaba con la femenina fragancia de la joven, quien jugueteaba con sus hebras color turquesa mientras él la tomaba por la cintura. La noche tuvo un giro muy curioso para él, pues desde su adolescencia no había tenido  sexo con una mujer; su primera y hasta ese entonces única relación sexual con una chica había ocurrido en Siberia, cuando tenía apenas 15 años. El hecho se había dado prácticamente porque la jovencita en cuestión, que era una noruega llamada Eivor que entrenaba allí para ser una valquiria de la orden del dios Odín, había tomado la iniciativa; el único que sabía ese gran secreto era Milo, quien siempre le jugaba alguna broma al acuariano sobre ello.

 

Berenice era tan parecida a Eivor, hasta tenía el mismo color y tipo de cabello; el de la onceava casa sintió que tenía una especie de revancha, así que esta vez decidió ser él quien tomara la iniciativa. Se quitó rápidamente su camisa para luego quitarle a la chica su vestido, y mientras la joven lo besaba, Camus desabrochaba el sostén para acariciar los turgentes senos, cuyos pezones estaban ya erectos por la excitación. Recorriendo el cuello de Berenice con sus labios, llegó hasta ellos para lamerlos y besarlos con deseo, arrancándole gemidos a la chica; luego la llevó hasta una de las camas de la habitación y la acostó para así colocarse a horcajadas sobre ella. Al tiempo que el aguador llenaba a Berenice de placenteras caricias y atenciones, Deathmask era atendido por Amalia y Dione; el italiano le practicaba sexo oral a esta última, quien daba gritos de éxtasis, al tiempo que Amalia engullía el erecto miembro del caballero de cáncer, quien se sentía en la gloria ante esa fogosa situación en la que se hallaba.

 

Camus, por su parte, luego de que su lengua jugueteara con el clítoris de la bacante, y observando que esta estaba en pleno éxtasis y le pedía más, se colocó un preservativo e introdujo su preparado miembro en la lubricada vagina de la joven. Una vez dentro de la cálida cavidad, comenzó su vaivén de goce que le arrancaba a Berenice profundos gemidos de lo más profundo de sus pulmones. La mujer  arqueaba su espalda ante la vibración de excitación que recorría todo su cuerpo, y Camus sentía una oleada de calor recorriendo su pelvis hasta su miembro, que presionó con fuerza hasta hacerlo llegar al orgasmo que se manifestó en un hondo y ronco gemido. Ambos quedaron rendidos en la cama, riendo ante el extraño pero divertido contexto de la situación; no obstante, pronto serían interrumpidos.

 

-  Berenice, siempre tan egoísta tú, ¿no te han enseñado a compartir?- dijo Dione, para luego besar al aguador.

 

-  No se peleen, hermosas, podemos hacer algo muy divertido todos juntos…- agregó Deathmask.

 

-  Muéstranos entonces…- respondió Berenice, y así comenzaría una orgía que duraría un par de horas.

 

Deathmask se encargó de introducir su miembro en la vagina de Amalia, mientras Camus penetraba su otra entrada; al mismo tiempo Berenice se besaba con el de cáncer y Dione con el aguador. No durarían mucho en esas posiciones, ya que al rato era Dione la penetrada por Camus mientras ella practicaba sexo oral a Berenice, cuyos senos recibían ardientes atenciones de los labios de Amalia. Las manos iban y venían por todos los rincones de los impúdicos involucrados, las pieles se fundían todas en una, las lenguas recorrían distintas bocas como si exploraran terrenos desconocidos, y las diez piernas se entrelazaban en una madeja inentendible de carne. La habitación estaba en llamas de tanta lujuria y desenfreno, pero en un momento el de la onceava casa ya comenzaba a sentirse somnoliento por lo que, no sin antes ser devuelto a la orgía un par de veces por las chicas, y recibir insistencias de Deathmask, comenzó a vestirse.

 

-  ¡Vamos Camus! Te vas justo en la cumbre de la fiesta.- reprochaba Deathmask.

 

-  Sí, ¿no quieres venir con nosotras y Death al bosque? Bailaremos desnudos todos, ¡vamos, no te vayas!- insistía Amalia.

 

-  Lo siento, pero estoy exhausto.

 

-  Tú te lo pierdes…- decía el de cáncer.

 

-  Descuida, diviértete Death. Nos vemos.- dijo Camus y se retiró de la habitación para regresar al santuario; era ya medianoche.

 

-  ¡Este Camus es demasiado pacato! Pero, ¿qué importa? Ahora las tengo todas para mi, ¡ja ja ja!- decía el de la cuarta casa, siguiendo con su labor de gigoló. Luego iría al bosque con las jóvenes y continuarían su desenfrenada hazaña allí.

 

Camus atravesaba ya siete de las doce casas, la de cáncer obviamente estaba vacía al igual que la de libra, mientras que en las otras los caballeros estaban durmiendo. Cuando llegó al templo de escorpio estaba deseoso de ver a Milo, por lo cual lo buscó en el living, pensando que estaría viendo una película como solía. Al no encontrarlo, se metió en la habitación del escorpión, y allí vio a su adorado Milo con su largo cabello azulado revuelto, en los brazos de Morfeo; se quedó contemplándolo unos cuantos minutos, ¡pues era tan hermoso!: ese cabello alborotado, sus rasgos helénicos, sus labios bien trazados, su delicada nariz y esa suave y bronceada piel.

 

Se acercó a la cama para observarlo más de cerca; Milo tenía unos bóxers y una camiseta nada más, la cual se había arrollado un poco, dejando ver su ombligo. El peli turquesa se quedó hipnotizado ante ese perfecto abdomen que tenía el caballero de escorpio y tuvo el impulso de acariciarlo, pero justo cuando sus dedos apenas lo rozaron, Milo se movió y cambió de posición, balbuceando entre sueños algo como un quejido, por la expresión incómoda que se presentó en su semblante, haciendo que Camus retirara su mano. Pensó que tal vez era mejor dejarlo descansar, pero se enterneció tanto al verlo así, que lo arropó como a un niño y le besó el cabello. “Duérmete, lindo bichito” susurró, y se fue de allí para seguir camino a su templo. Mientras subía las escaleras a sagitario se quedó muy pensativo sobre lo que acababa de sentir y lo que hizo en la habitación de su amigo: la imagen del octavo guardián dormido despertó en su corazón un sentimiento de amor que no había despertado ninguna de las personas con las que había tenido sus locas aventuras, y no había notado hasta ese momento lo bello que era su amigo, ¿cómo jamás había prestado atención a algo tan obvio? Todo el camino hasta el onceavo templo fue haciéndolo con esas reflexiones en su cabeza; ¿quizás él estaba enamorado de Milo?, ¿por qué nunca se había dado cuenta?

 

Cuando se encontró en la intimidad de su casa, se fue a la cama con una cálida sensación en su pecho y con su corazón latiendo intensamente. Sí, era hora de admitirlo: Milo era a quien él deseaba desde lo más profundo de su alma; atesoraba cada momento a su lado y cada una de sus bromas, pero empezaba a pensar que tal vez nunca había hecho nada al respecto porque quizás Milo no sintiera lo mismo. ¿Y si él no era más que un buen amigo para Milo?, ¿qué tal si lo rechazaba y perdía su valiosa amistad? Allí lo comprendió todo: el temor que le generaba el rechazo de alguien tan especial para él fue lo que lo refrenó todo este tiempo; pero esta vez sería distinta, ahora se arriesgaría, se armaría de valor para intentar conquistar a su adorado escorpión, de ahora en más sus atenciones se centrarían solamente en el guardián de la octava casa.

Notas finales:

Gracias por leer! nos vemos en el próximo!


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