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La Ciudad de los Muertos por InfernalxAikyo

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Notas del capitulo:

Holaaaaaaaa! Querubines D:! 

Les traigo actualización! :3 

Ya queda poquito para que acabe la historia. No sé cuantos caps quedan, pero ya estamos en la recta final (ahora sí...hace 30 capitulos atrás dije lo mismo xDDD) nah, pero ahora sí xD 

Ya van 80 caps ._. es demasiado, no creen? 

Bueno! espero que lo disfruten :3 

Saludooos! 

Capítulo 80: “Control”


   —¿Estás bien? —Aiden se detuvo a media carrera cuando mi mano resbaló y soltó la suya. Mis palmas palpitaban, habían estado sudando y temblando desde hace un rato y no era capaz de entender bien el por qué. Las sequé en mis pantalones y volví a su lado. 

   —No es nada, sigamos —comencé a avanzar nuevamente y él me siguió. La torre en la que nos encontrábamos estaba vacía, pero las explosiones, los disparos y los gritos se oían como si todo estuviese ocurriendo en frente nuestro. Las ventanas crujieron y se remecieron con fuerza. 

Y un instinto me llevó a mirar el techo que chirrió muy despacio. Pero pude oírlo. 

   —¡Cuidado! —empujé a Aiden justo a tiempo antes de que una viga cayese desde arriba y, segundos después, lo hizo todo un pedazo de techumbre, causando un gran estruendo. Aiden cayó algunos metros más allá. Quizás usé demasiada fuerza, aún no sabía controlarla. 

Estaba temblando en un extremo del pasillo. Me acerqué para ayudarle, pero se puso de pie antes de que llegara a él. 

   —E-Estoy bien —balbuceó—. Gracias por eso —se sacudió las manos en los pantalones y, cuando lo hizo, un repentino olor a sangre me invadió las fosas nasales. Me fijé en su mano que traía vendada y la tomé para inspeccionarla. Él se quejó cuando la toqué. 

   —¿Caíste con este lado del cuerpo? —pregunté. 

   —¿Cómo sabes eso? 

   —Lo siento... te empujé por impulso. Lo lamento... —Él me dirigió una mirada cabreada. 

   —Pude haber terminado aplastado entre vigas y madera si no me hubieses empujado, ¿por qué me pides disculpas? —sonrió y llevó una de sus manos a mi mejilla para acariciarla—. Estás ardiendo —me informó, intentando camuflar un tono preocupado—. Seguro cogiste un resfriado. 

No, no era eso. 

   —Seguramente es eso —le seguí el juego. Sabía muy bien que no lo era, pero esperaba que Aiden se convenciese a sí mismo de que sí. 

   —Si quieres, podemos buscar en las habitaciones algunas aspirinas y....

   —No —le interrumpí—. Lo que tenemos que hacer ahora es encontrar otra salida. Tomará mucho tiempo retirar los escombros. 

   —Tienes razón... —se apartó de mí—. Podríamos retroceder y ver si encontramos otra forma e salir de aquí —empezó a caminar y yo le seguí, pero a cierta distancia. Él estaba nervioso, le temblaban las manos, incluso más de lo que temblaban las mías. Estaba asustado, podía notarlo. Y el hecho de notarlo me asustaba a mí. Mis sentidos se estaban agudizando más de la cuenta y eso no era una buena señal. 

Caminamos en silencio por los corredores y de vez en cuando éramos interrumpidos por pequeños derrumbes; todo el lugar comenzaba a caerse a pedazos y esto recién estaba comenzando. Teníamos que reunirnos con el resto, hallar al  hermano de Aiden y luego, salir vivos de todo eso. No iba a ser fácil, sobre todo sabiendo que Allen estaba al asecho. 

Ese hijo de puta tenía la culpa de todo lo que estaba ocurriendo. 

Llegamos a un jardín que conectaba con otra torre. El cielo estaba oscurecido por las nubes que escupían lluvia como si del mismísimo diluvio universal se tratara. Tuvimos que correr para llegar al otro lado. 

   —Me encerraron en este lugar... —comenzó a decir Aiden cuando nos hallamos cerca de la puerta, como si buscara advertirme sobre algo—. La primera vez que nos encontramos, me dejaron en uno de estos calabozos. Ya sabes,  a modo de castigo por haber estado husmeado en los laboratorios —contó, pero yo estaba distraído y no le estaba escuchando. Observaba su silueta caminando delante de mí. La sangre nuevamente había comenzado a brotar de su mano herida, traspasando los vendajes y goteando hasta el suelo, al parecer sin que él se diese cuenta. Las vendas sobre su ojo derecho parecían estar soltándose también. La ropa rasgada, el cabello desordenado sacudiéndose con el viento y pegándosele a la cara por culpa del agua, mojado, el pelo parecía más largo de loo que recordaba. Aiden estaba distinto, lo que había dicho Noah era cierto, se había vuelto un chico fuerte y valiente, mucho más de lo que creí lograría convertirse. Cuando lo conocí, no entendí cómo un tipo como él había logrado sobrevivir durante tanto tiempo. Ahora lo comprendía.  

Y era triste comprenderlo. 

   —Vas a matarme, ¿cierto? —pregunté y me detuve. Él volteó hacia mí. 

Un fuerte trueno se escuchó en medio de las nubes negras. 

   —¿Qué? 

   —Si me transformo en una bestia... ¿vas a...? 

   —Déjate de estupideces, Ethan —contestó. 

No, no eran estupideces. Él se esmeraba en negar algo que era más que una posibilidad. 

Retomó el paso y abrió la puerta para entrar a la nueva torre. Dejó escapar un suspiro: 

   —No voy a hacerlo, porque tú no me darás motivos para... —se detuvo en seco delante de mí y dejó de hablar. 

   —¿Qué pas...? —quise preguntar, pero en ese momento oí unos gruñidos y tuve un mal presentimiento. Desde el fondo del pasillo, se levantó un hombre de cabello canoso. A pesar de tener ambos brazos torcidos hacia atrás, se puso de pie sin dificultad, como si la energía no le faltase. Y cómo no, si estaba convertido en un puto zombie. 

   —J-James... —Todo el cuerpo de Aiden tembló cuando pronunció ese nombre. Supe de qué se trataba entonces. El infectado comenzó a avanzar hacia nosotros y noté que le habían mordido el cuello—. ¿C-Cómo se supone que pasó esto? —La voz de Aiden se cortó y él dio un paso hacia atrás—. Creí que los que eran como tú o Allen no eran capaces de contagiar... —dio otro paso y chocó contra mi pecho, se giró asustado y me miró con cierta desesperación en los ojos, como pidiéndome ayuda. Lo tomé de un brazo y lo arrastré hasta el jardín nuevamente, cerrando la puerta por la que habíamos entrado. 

   —Allen y yo no somos la misma clase de infectado —aclaré. Aiden se sobresaltó cuando escuchó los golpes del hombre que había quedado dentro, intentando derribar la puerta—. ¿Me puedes explicar qué demonios ocurrió aquí? —pregunté, intentando hacerle reaccionar. Los ojos esmeralda de Aiden estaban perdidos, parecía en shock. 

   —Cuando escapé del calabozo y dejé a Allen encerrado dentro, me encontré con James en el pasillo y él me ayudó a escapar. P-Pero nunca creí que Allen fuera capaz de... —volvió a dar un respingo ante un nuevo golpe y apretó los ojos con fuerza—. ¿Cómo demonios lo convirtió? —La voz se le quebró en un sollozo. En mi cabeza, intenté armar una explicación lógica. Allen me había dicho que su contagio no fue algo natural, si no que algo forzado. Quizás él sí podía contagiar como el resto de las bestias, sólo que él podía manejarlo. 

   —No te preocupes por eso ahora —dije. Los golpes al otro lado se escucharon más fuerte entonces—. ¿Quieres que lo acabe? —No iba a cometer el mismo error de matarle a un ser querido sin su permiso, ya lo había hecho con su madre y tuve que golpearle para que se calmara. No quería verme obligado a volver a hacerlo. 

Él se lo pensó un momento. 

   —No —dijo, secamente y secó con su antebrazo una lágrima que le había caído por la mejilla. Sus ojos aguados buscaron algo por el suelo, lo encontraron; una roca. La agarró entre sus manos y la miró durante unos segundos, como dudando si sería capaz de hacerlo o no—. Lo haré yo... —decidió y se dirigió a la puerta para abrirla. Me aparté del umbral y di varios pasos hacia atrás. 

   —¿Quieres que te ayude? —pregunté. 

   —No — cerró la puerta tras de sí, dejándome fuera. Escuché un gruñido, luego un estruendo, un golpe y luego otro…y otro. Con una claridad que asustaba, pude oír el sonido de la piedra estrellándose contra la cabeza de ese hombre a quién Aiden conocía. Le golpeó por lo menos unas cinco veces, luego se detuvo. Su respiración se escuchó entrecortada y pude oír su llanto al otro lado de la puerta. Quise abrir y correr a abrazarle, decirle que todo estaría bien. Pero él ya no necesitaba esas palabras y yo ya no podía pronunciarlas.

De pronto, emitió un jadeo y su llanto cesó repentinamente.

La puerta se abrió justo cuando yo me dirigía a ella para hacerlo. La mano herida de Aiden asomó por el umbral, pero algo la tiró de vuelta hacia atrás. Oí un grito desgarrado y corrí hasta la puerta para abrirla por completo, pero Aiden ya estaba lejos de mí, en el suelo, al fondo del pasillo, justo donde antes había estado el hombre convertido. Con dificultad, los brazos de Aiden intentaban contener la boca de la persona que estaba sobre él. La reconocí enseguida, cabello rubio, demasiado alta para ser una chica.

Era la mujer que estaba en el laboratorio y que Allen había dejado escapar a propósito.

Corrí hasta ellos, la agarré por los hombros y la lancé hacia atrás, pero ella se puso de pie antes de que pudiera ayudar a Aiden. Pude notar que estaba completamente convertida; las pupilas dilatadas, las marcas rojizas bajo la pálida piel que debía estar ardiendo. Si hubo algo de conciencia en ella alguna vez mientras estuvimos dentro del laboratorio, ya no quedaba nada de ella.

   —¡Apártate! —ordené—. ¡Ella es como Allen! —Aiden tardó en reaccionar y hacerse a un lado. La chica se me lanzó encima y me empujó contra una muralla, su fuerza era más que sobrehumana, era brutal, tal vez porque ella ya había perdido todo control sobre sí misma. Sus manos se enredaron en las mías, doblándome los dedos. Ambos comenzamos a forcejear, ella gruñía y gritaba sobre mí rostro como una bestia, rechinando los dientes, como si estuviese hambrienta. Con dificultad la aparté de un empujón y la lancé lejos, su cuerpo cayó muy cerca de Aiden y él alcanzó a alejarse antes de que la chica intentase atacarle. 

   —¡Enciérrate en una de las habitaciones! —le dije Él abrió la boca para protestar—. ¡No podrás hacer nada contra ella!

   —¡P-Pero…!

   —¡Sólo vas a estorbar, Aiden! ¡Sal de aquí! —grité y mi voz escapó con una extraña ronquedad. Aiden se metió en una de las habitaciones, sin cerrar la puerta por completo. Un nuevo brote de adrenalina me invadió justo cuando la rubia volvía a lanzarse sobre mí. Tomé su boca en mis manos y jalé su mandíbula hacia atrás. Un chorro de sangre me salpicó en la cara y el rostro de la chica se deformó, pero ella continuó gritando. Sus manos me jalaron del cabello sin que pudiese evitarlo y levantaron mi cabeza para golpearla contra el piso. El primer golpe fue doloroso, pero despertó algo en mi interior, algo que había estado durmiendo; empecé a sentir claramente cómo la sangre corría en mis venas a una velocidad increíble y era enviada a todos mis músculos, cómo mi pulso aceleraba con desenfreno y cómo el calor me invadía. Sentí un segundo golpe, pero ya no dolió. Con nerviosismo, mientras recibía el tercer golpe contra el piso, miré mis manos que habían empalidecido y las venas marcadas que se dibujaban debajo de la piel de mis brazos que parecían estar ganando nuevas fuerzas.

Sabía lo que significaba eso.

Cuando la mujer estaba a punto de darme el cuarto golpe, agarré su brazo y lo presioné entre mis dedos. Oí, con cierta satisfacción que no era propia de mí, cómo sus huesos se quebraban sólo por la fuerza de mis manos. Dejó escapar un alarido de dolor, como el chillido de un animal y la solté por instinto. Por un momento, había olvidado que ella también era humana… o que lo fue alguna vez. Me distraje, ella gruñó y su boca destrozada se abalanzó sobre mí.

Pero no alcanzó a morderme.

La cabeza de la chica fue sacudida delante de mí. Aiden le había golpeado con un fierro y luego la había atravesado con el mismo.

   —¿Así que estorbo, ¿eh? —quiso burlarse, pero la sonrisa no se le asomó en el rostro—. ¿Estás bien? —preguntó y se sentó en el suelo, mirando con cierto horror el cuerpo de la chica que ahora también estaba en el piso, muerta. Seguramente vio los brazos rotos y la mandíbula que yo le había desgarrado, pero no dijo nada.

Se escuchó un golpe en la puerta ahora cerrada de la habitación en la que se había metido antes.

   —Había bestias dentro… —explicó, mientras jadeaba por el cansancio y no despegaba la mirada de la chica. Sus ojos temblaron levemente—. Pero creí que lo tuyo no podría espe… —Sus ojos se quedaron fijos en los míos y pude ver el reflejo de mi rostro en ellos. Presionó el barrote de fierro entre sus manos y preguntó—: ¿Estás bien, Ethan?  

Volví a mirar mis brazos y mis manos temblorosas, estaba empeorando.

   —No… —contesté. Aiden se arrodilló frente a mí e intentó acercarse. Aparté su mano que se dirigía a mi mejilla antes de que me rozase—. No me toques.

   —Pero estás sangran… —intentó tocarme de nuevo. Alejé con más fuerza su mano.

   —¡No te acerques! —grité y de mi voz escapó la misma ronquedad de antes, esa que recordaba a un rugido, a un animal—. Tienes que irte, Aiden… —Demonios, sabía lo que estaba pasando y eso me aterró. El olor a sangre y el ruido de afuera llegaron a mí más claros que nunca, podía oír la respiración de Aiden, podía sentir sus manos temblando por el miedo, podía escuchar los acelerados latidos de su corazón. Y eso sólo podía significar una cosa.

Estaba perdiendo el control.

Aiden dejó escapar una sonrisa.

   —No me iré —dijo—. No estás tan mal —Sus brazos intentaron alcanzarme una tercera vez, pero me levanté antes de que lo hicieran—. ¿Qué estás haciendo? —se puso de pie y me siguió. Yo me dirigí hacia la habitación que estaba cerrada, donde Aiden había dejado a las bestias. La abrí sin cuidado y antes siquiera de ver su silueta en la oscuridad, tomé la cabeza de uno de ellos y la azoté contra la muralla. Un segundo infectado se me lanzó encima, pero yo le atrapé en el aire y le quebré el cráneo contra el piso—. ¿¡Qué estás haciendo!? —volvió a gritar, más alto. Una luz se encendió. Agarré al tercero y le doblé el cuello, escuchando cómo sus vértebras cervicales se quebraban una a una. El cuerpo cayó al suelo y yo aplasté su cabeza con mi bota.

Seguí caminando hasta el fondo de la habitación, que parecía haber sido una improvisada sala de hospital antes. Comencé a hurgar entre los cajones. Aiden seguía tras de mí.

   —¿¡Qué ocurre, Ethan!? —exigió saber. No contesté. Cerré el cajón y volví a abrir otro, sacando y tirando al suelo todo lo que había en su interior y que no me servía—. ¿¡Qué estás buscando!? —abrí un tercer cajón—. ¿Ethan? ¡Ethan! —Su mano cayó sobre mi hombro con brusquedad. Sin pensarlo, giré hacia él y lo empujé hacia atrás. Su espalda chocó contra una camilla y sus manos se aferraron a ella para no caer. Los ojos esmeraldas me miraron asustados desde ahí.

Había reaccionado sin pensar.

Avancé hacia él, él se movió y rodeó la camilla metálica, para que nos separara a ambos.

   —¿¡Se puede saber qué demonios ocurre contigo!? —gritó desde el otro lado. Apoyé mis manos sobre la camilla y vi con claridad el reflejo de mi rostro en el metal. Eso era justo lo que había estado buscando, un espejo.

Mis pupilas estaban completamente dilatadas y pequeñas venas se marcaban en mi cuello.

Aiden pareció entender lo que estaba pasando.

   —No me jodas, Ethan —Con dificultad, se subió sobre la camilla y se arrodilló en ella para quedar frente a mí. Me abrazó repentinamente. 

Estaba perdido.


   —Te dije que te largaras... —susurré.

   —No voy a hacerlo… —tomó mi rostro entre sus manos y sus dedos bajaron por mi cuello, les sentí palpitar sobre la piel que era levantada por las venas recientemente hinchadas—. No voy a dejarte.

   —No quiero…no quiero que… —balbuceé—. Podría hacerte algo.

   —No vas a hacerme nada, Eth.

   —Estoy perdiendo el control, Aiden… —La voz me tembló y las piernas me flaquearon. Empecé a calmarme, la adrenalina comenzó a bajar como el descenso de una montaña rusa. Él volvió a sujetar mi rostro y lo levantó para que le mirara. Entonces me besó en los labios.

Su mano subió por mi mejilla y se enredó en mi cabello, acariciándolo. Sentí cómo si durante todo este tiempo hubiese estado en un lugar oscuro y que los labios de Aiden llegaron a rescatarme, tomándome y sacándome a flote otra vez.

Nos separamos. Él estaba sonriendo.

   —Vamos a estar bien, Ethan… —susurró contra mi boca las palabras que creí él no necesitaría oír más. Las palabras que yo no quería pronunciar, porque de pronto había dejado de creer en ellas.

Volvió a abrazarme.

   —Tus pupilas están normales de nuevo —dijo en mi oído.

   —En cualquier momento podría volver a pasar —le advertí.

   —Lo sé.

   —No sé cuánto más soporte esta mierda, Aiden… —mascullé—. Es una bomba de tiempo.

   —Lo sé… —Sus manos me acariciaron la espalda—. Pero estaremos bien —repitió.

Esas palabras en las que ya no creía, esas que ya no era capaz de decir. Esas palabras me hicieron recuperar el control.

¿Por cuánto más iba a tenerlo? 

Notas finales:

Tal como dijo Ethan! Es una puta bomba de tiempo y a Aiden le va a explotar en la cara D_D hagan sus apuestas! 

¿Críticas? ¿Comentarios? ¿Preguntas? Pueden dejarlo todo en un lindo - o no tan lindo- review :D 

Y recuerden pasar por la página de fácebook para estar atentos a cualquier cambio en las actualizaciones! 

Espero tengan una linda semana
Abrazos! :3 


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